Capítulo XXVI

XXVI - EXCUSAS

Han pasado dos días y no he vuelto a saber nada de Jared.

Esa noche, después de dejarlo en el hospital, fui directa al hotel y recogí mis cosas. Me dejó un poco descolocada que nadie pareciera muy sorprendido por mis ganas tan repentinas de huir de ellos. De hecho, Kevin ni siquiera dijo nada. Hunter intentó detenerme y Ally me preguntó unas cuantas veces si estaba segura de lo que estaba haciendo. Pero no había sorpresa en sus voces.

Ni siquiera con Cris o Bruce. De hecho, ella me dijo que me tomara el tiempo que necesitara a solas, que no le diría a Jared nada de dónde estaba. Así que cogí mis cosas y fui directa a casa de los padres de Lexi, que tuvieron el detalle de dejar que me quedara. Menos mal que me conocían desde hacía mucho tiempo.

Y, como estaba diciendo, han pasado dos días sin que haya sabido nada de Jared. Bueno, no de su parte. He estado hablando con Cris y Ally, preguntándoles cómo va todo. Al parecer, Jared volvió al hotel a la mañana siguiente. No han dado más detalles. Eso no me gusta, pero a la vez no me atrevo a insistir. Creo que lo que puedan decirme me gustará todavía menos.

Ahora es de noche. Estoy en la cama de Lexi mientras ella hace lo que puede y más por distraerme de todas las formas posibles. Estamos las dos en su cama y ella me enseña un álbum de fotos que ha encontrado de cuando teníamos trece años en nuestra clase.

—¡Mira a este! —Lexi lo señaló—. Si tiene más granos que piel.

—¡Lexi!

—¿Y esas gafas que lleva esa chica? Por Dios, ¿por qué hay padres que odian tanto a sus hijos?

Sonrío por primera vez en dos días. Realmente, Lexi no es solo mi amiga. Es como una hermana. Es la única persona que querría a mi lado en una situación así. Hemos llegado al punto en que ni siquiera me da vergüenza llorar delante de ella. Y me daría vergüenza delante de cualquier otra persona, te lo aseguro.

Porque he estado llorando. Mucho. Más de lo que me gustaría admitir.

Miro mi móvil de reojo y veo algunos mensajes de Sam y Liam, pero nada... bueno... nada que realmente estuviera buscando. Y sé que debe ser así. Después de todo, yo lo dejé. Porque lo dejé. Y me siento horrible por ello. Cada día me siento más horrible. Y sola. Y vacía.

—¿Tienes hambre? —me pregunta Lexi al ver que me he distraído.

—No mucha.

—Genial. Voy a pedir una pizza.

Sacudo la cabeza y salgo de la cama para seguirla hacia el salón. Al menos, sus padres hoy no están aquí. Puedo montar mi drama en paz.

Me dejo caer en el sofá mientras ella pide nuestra cena y enciendo la televisión. Lo primero que sale son las noticias. Y, en ellas, la maldita cara de Jared.

Trago saliva con dificultad y cambio enseguida cuando adivino que están hablando de la pelea. No quiero saberlo. No quiero.

Al final, dejo el control a Lexi, que pone enseguida una película romántica de los noventa —tiene una obsesión con ellas— y yo me voy haciendo pequeñita en mi lugar cada vez que un personaje hace algo romántico.

Parece que ha pasado una eternidad cuando por fin suena el timbre. La verdad es que no tengo hambre, pero dedico una sonrisa a Lexi al ver su entusiasmo.

—¡Pizza! —exclama, corriendo a la entrada.

Escucho sus pasitos apresurados hacia la puerta y me quedo mirando con cara de asco a la protagonista sonriente de la estúpida película.

Oh, no. La palabra estúpida me recuerda demasiado al innombrable.

Pongo una mueca y me incorporo para alcanzar el control, pero me detengo cuando escucho los pasos de Lexi volviendo de la entrada. Me aparto del control enseguida. No quiero ser pillada en pleno delito.

Pero algo no va bien.

Y lo sé en el momento en que los pasos entran en el salón y yo, sin necesidad de levantar la cabeza, sé que Lexi no está tan tranquila como cuando ha salido. La miro enseguida, preocupada. Ella traga saliva.

—Eh... creo que deberías salir.

—¿Por qué?

—Jed está fuera.

Abro la boca y vuelvo a cerrarla, muda de la impresión. Lexi parece nerviosa.

—Si quieres, le puedo decir que se vaya y...

—No —y las ganas de verlo son demasiado fuertes cuando me pongo de pie—, está bien. Espérame aquí.

Ella asiente con la cabeza, cautelosa, cuando paso por su lado y voy a la puerta principal. Ni siquiera llevo puesto nada que no sea un pijama viejo de Lexi. Estoy horrible y me sorprende que me dé igual. Todos mis sentidos están centrados en que Jared está demasiado cerca de mí. Y no debería emocionarme tanto como lo hace.

Trago saliva cuando llego a la puerta principal antes de abrirla. El aire frío de la noche me da en la cara, despertándome de mi ensoñación y haciendo que me centre en la figura que está sentada en las escaleras del porche de Lexi, dándome la espalda. Todos mis músculos se tensan al instante en que lo ven. Y no puedo evitar preguntarme si a él le pasa lo mismo. A estas alturas, ya no sé qué pensar.

Sigo tensa de los pies a la cabeza cuando me siento a su lado, dejando un palmo de distancia entre nosotros. Me tiemblan las manos cuando me atrevo a mirarlo de reojo.

Él no me mira a mí. De hecho, tiene los ojos clavados en el frente y los codos apoyados en sus rodillas. Ni siquiera da señales de haberse dado cuenta de mi presencia. No sé por qué, pero eso me pone todavía más nerviosa y siento la necesidad de rellenar este silencio con lo que sea.

—¿Cris te ha dicho dónde estaba? —pregunto en voz baja.

Él se queda en silencio unos segundos más antes de suspirar.

—Sí.

Me había acostumbrado tanto a pasar días y días con él que ahora han pasado solo dos en su ausencia y solo escuchar su voz hace que se me acelere el corazón. Lo puedo escuchar latiendo en mis tímpanos. Y lo peor es que él sigue sin siquiera mirarme.

—¿Te has...? —no sé ni cómo formularlo—. ¿Brent te ha...?

No sé por qué no me sale la palabra denunciado. Pero él puede entender dónde quiero llegar. De hecho, lo hace, porque veo que ahoga una risa amarga se muerde el interior de la mejilla.

—Me da igual —murmura, al final.

—Pues no debería darte igual —recalco, un poco irritada por su pasividad.

No dice nada. De hecho, actúa como si no me hubiera oído. Aparto la mirada un momento, pasándome una mano por la cara. Respiro hondo y vuelvo a centrarme en él.

—¿Estás bien? —le pregunto, finalmente.

—Sí —me dice, simplemente.

—¿Sí? —me irrito—. ¿Eso es todo?

—Me has hecho una pregunta y te he respondido, Brooke —dice demasiado calmado.

Me pone de los nervios que haga esto. Mantener la calma de esta manera cuando los dos sabemos la tensión que hay en el aire. Abro la boca para decir algo, pero me callo cuando me doy cuenta de un pequeño detalle. Está fumando. Creo que no lo había visto fumando hasta ahora y he pasado un verano entero con él. Pero eso no es lo que me preocupa. Sino el olor a alcohol. Aprieto los labios en una dura línea.

—¿Has bebido? —pregunto en tono acusador.

Él esboza media sonrisa y se gira hacia mí, dejando escapar el humo entre los labios.

—¿Eso es lo que vas a preguntarme? —pregunta lentamente, ladeando la cabeza—. ¿No vas a preguntarme si me he tomado la medicación, Brooke?

—No lo digas de esa forma —le digo en voz baja.

—No lo digo de ninguna forma.

—Sí, lo haces. Lo dices como si estuviera mal. Y es tu obligación, Jared.

—¿Mi obligación? —repite, riendo sin muchas ganas—. No tengo ninguna obligación.

—Sí la tienes. No solo contigo, sino con tu hermana y... con la banda... y...

Me quedo con la frase a la mitad y trago saliva con fuerza. Él deja de sonreír y enarca una ceja.

—...y contigo, ¿no? —termina por mí.

Aparto la mirada. No me gusta mirarlo a los ojos cuando los tiene oscuros. Me siento como si no lo conociera.

—Tenía una obligación contigo hasta que te fuiste corriendo —me dice en voz baja.

—Me fui corriendo porque no has estado todo el verano sin escucharme.

—Eres de las pocas personas en el mundo que escucho de verdad, Brooke.

—No, eso no es verdad. Si me escucharas, ahora mismo no estaríamos aquí sentados, tú no tendrías los ojos oscuros y no estarías borracho.

Me exaspero y me paso las manos por la cara. Sigo notando su mirada clavada en mi perfil.

—Nunca te he pedido nada —le digo en voz baja—. Nunca. Solo que seas sincero conmigo. Y creo que eso es algo que no debería pedirte para que me dieras.

Lo miro. Él tiene los ojos clavados en mí, pero su expresión es seria, como si no me estuviera escuchando. Aún así, sé que lo hace.

—Por una vez que te pido algo, no eres capaz de hacerlo —le digo con voz temblorosa—. Ni siquiera de considerarlo. Simplemente me dices que no o me cambias de tema. Y no es justo. 

—Brooke...

—No, déjame en paz. Lo digo en serio. ¿A qué has venido? ¿A decirme que vuelva? ¿De qué demonios serviría que volviera si sigues sin hacerme caso cuando te pido algo?

Él aprieta un poco los labios y aparta la mirada al frente. Veo que se le tensa un músculo de la mandíbula, pero la sangre me hierve y no soy capaz de detenerme.

—Cuando te conocí, me pasé meses persiguiéndote para que me hicieras caso y, ahora que se supone que eres mi pareja, sigues ignorándome completamente. Y sabes perfectamente a lo que me ref...

—Si quieres dejarme definitivamente, puedes decirlo y ya está —me corta sin mirarme—. No hace falta que te enredes de esa forma.

Me callo un momento. Estoy a punto de llorar, lo noto. Niego con la cabeza. No puedo creerme que acabe de decirme eso con esa... esa maldita calma.

—¿Eso es lo que quieres que te diga? ¿Que no quiero estar contigo?

—No quiero nada —murmura tras darle una calada al cigarrillo.

—¿Cómo... cómo puedes estar tan calmado? ¿Tan poco te importa que te deje?

—Dejarme ha sido la mejor decisión que has tomado desde que nos conocimos, Brooke.

Silencio. Parpadeo cuando se pone de pie y me fijo en que tiene algo en la mano que no había visto hasta ahora. Lo deja a mi lado. Es... es mi cámara. Ni siquiera me acordaba de la pobre Betty. La recojo mientras veo que empieza a alejarse y la sangre me sigue hirviendo por su pasividad. No me puedo creer que siga siendo así. Me pongo de pie también.

—¿Se puede saber qué te pasa? —le espeto.

Él se detiene dándome la espalda y veo que suspira.

—No me pasa nada que no me haya pasado hasta ahora —aclara con su maldita calma.

—¿Y por qué tienes esta actitud? ¿Por qué...? 

—Porque me he dado cuenta de que tienes razón. Y yo también.

Silencio. Frunzo un poco el ceño.

—¿Qué?

—Hace una hora estaba seguro de que venía a convencerte para que volvieras, pero... ahora me estoy dando cuenta de que no quiero hacer eso.

No debería sentir decepción, pero la siento. El corazón se me encoge un poco mientras me esfuerzo en asentir con la cabeza como si no me importara aunque no me esté mirando.

—Bien —murmuro.

Él se gira hacia mí. Baja los ojos un momento hasta mis labios y vuelve a subirlos a mis ojos. Esboza media sonrisa triste.

—Nunca debí contarte nada de todo esto, ¿no? —pregunta en voz baja.

Esa pregunta me ofende más de lo que me gustaría. Me acerco a él, enfadada.

—¿Te crees que voy a contárselo a alguien?

—No, Brooke, no lo entiendes —la sonrisa desaparece—. Nunca debí meterte en todo esto.

—¿Nunca debiste meterme? Soy mayorcita para elegir lo que hago o no.

—Si no me conocieras, ahora estarías en casa de Lexi sin saber de mi existencia. Y no tendrías que haber pasado por nada de lo que pasaste el otro día.

Parpadeo, perpleja. El corazón me late a toda velocidad. Él vuelve a apartar la mirada. Y estoy a punto de llorar otra vez sin saber por qué. Bueno, sí sé por qué.

—Entonces, ¿qué? ¿Todo esto... nosotros...? ¿Nosotros hemos sido un error? ¿Es eso?

—No creo que tú hayas sido un error en mi vida, Brooke, creo que yo lo he sido en la tuya.

Mis ganas de decirle que no es cierto están ahí, pero ahora mismo tengo demasiados sentimientos mezclados en mi interior. Niego con la cabeza, furiosa.

—Pues quizá sí —le suelto de malas maneras—. Porque si todo esto... si todo esto se resume en que te equivocaste acercándote a mí... entonces, he perdido un maldito verano de mi vida por tu culpa. Y por la mía, por creerme algo de toda... de toda esa mierda que soltabas sobre las canciones... sobre... sobre mí... sobre nosotros... sobre que me querías. No era cierto. Nunca lo ha sido, ¿no? Si quieres a alguien, te importan sus sentimientos.

—Me importan tus sentimientos —dice, confuso.

—¡No, no te importan! ¡Cada vez me doy más cuenta de ello!

—Brooke...

—No —lo detengo en seco cuando intenta acercarse a mí—. No. Vete. Estoy harta. Vete de aquí.

Y me entran ganas de llorar porque, diga lo que diga, soy demasiado consciente de que en el fondo no quiero que se vaya. Quiero que se quede conmigo. Quiero irme con él. Soy una idiota.

—Vete de aquí —repito—. No quiero más excusas. Creo que tú eres quien quiere dejarme a mí y no encuentra una maldita forma de hacerlo. Así que si te apetece tanto, simplemente vete. 

—Yo no...

—Me da igual. Solo quiero que te vayas, Jared.

Él se toma un momento para observarme. Esta vez, no parece indiferente. De hecho, solo parece triste. Sacude la cabeza y esboza una sonrisa amarga.

—Te dije que no sería yo quien rompiera el corazón al otro.

Me sostiene la mirada un momento antes de darse la vuelta y seguir su camino. Yo me quedo mirando su espalda sin ser capaz de moverme o decir nada.

Y siento que mi corazón desaparece un poco más a cada paso que da alejándose de mí.

***

—¿Crees que hice bien?

Lexi me mira de reojo y suspira sonoramente.

—Brooke, hoy es tu día. No pienses en eso.

Ojalá pudiera. Me miro en el espejo de la habitación de Lexi.

Ya han pasado dos semanas más.

Sí, dos semanas. Y una semana y media desde que Jared me trajo la cámara. No he vuelto a hablar con él.

Por mucho que he intentado convencerme de que hice lo correcto, no dejo de tener una vocecilla en mi cabeza que me dice que podría empeorar por mi culpa. No podría soportarlo. No quiero ser la causa de que Jared empeore. Pero, a la vez, no puedo simplemente ver cómo se destroza a sí mismo y quedarme de brazos cruzados.

Suspiro y me aliso un poco los pantalones cortos de tela. Son de Lexi, pero la verdad es que me sientan sorprendentemente bien. Me aliso también la camisa blanca que llevo encima y me pregunto si me veo profesional. Por la sonrisa de mi amiga, supongo que sí.

—Venga, vámonos ya o no llegaremos a tiempo.

La galería está cerca de la universidad. Es decir, a dos horas en coche. Menos mal que Lexi tiene el carné de conducir. Estoy nerviosa. Muy nerviosa. Nos despedimos de sus padres y nos subimos al coche de su madre. Lexi pone música a todo volumen y empieza a conducir.

Estamos casi media hora en silencio, cada una sumida en sus pensamientos, cuando ella sonríe ampliamente.

—Dentro de dos semanas más volvemos a empezar el curso —me dice—. Y en una semana volveremos a nuestra querida y apreciada residencia.

—Lo sé —murmuro.

—¿Te has pedido la misma habitación? Espero que sí. Porque yo lo he hecho.

—Yo también, vecina.

—Genial. Me da la sensación de que este será nuestro año, ¿sabes? El verano se me ha hecho tan corto...

Si le dijera lo corto que se me ha hecho a mí. Solo tengo recuerdos de Jared. En los aeropuertos, en los conciertos, en los descansos que nos dejaba hacer Cris. En la playa, en el cine, en los bares y restaurantes, en la suite, en las partes traseras de los escenarios, en las limusinas... en todas partes. Todos los recuerdos son felices. Y, sin embargo, cada vez que pienso en él me acuerdo de esos ojos negros. De estas dos semanas de lloros constantes. De que sigue sin querer hacer lo único que le he pedido. Y me pregunto...

Bueno, no quiero confesarlo. No importa. Es una tontería.

El viaje se me hace largo, aunque puede que sea por los nervios. Me bajo del coche y voy directa a la galería con Lexi al lado. Hay un pequeño cartel con el precio de la entrada y los nombres de los fotógrafos. El mío está el segundo. Es muy raro ver mi nombre en un lugar así. Es como... no sé. Parece que no pertenece ahí. Trago saliva con dificultad.

—¿Lista? —me pregunta Lexi.

—No.

—Genial, vamos.

Sonrío un poco y entro en la galería, siguiéndola.

Lo primero que veo es un montón de gente con copas llenas, canapés y sonrisas. Trago saliva cuando el de la puerta nos deja pasar al verme y nos hace un gesto hacia mi profesor, que está charlando con un grupo de gente con aspecto formal.

Al instante en que me ve, sonríe ampliamente.

—¡Brooke! Ven, ven. Te voy a presentar a los dueños de la galería.

Y, así, me paso media hora hablando con ese matrimonio. De la forma en que hago las fotos, la iluminación... todo. De hecho, creo que me he animado notablemente. Me pasa cuando hablo de algo que me gusta. Ellos se dan cuenta, porque la conversación se vuelve mucho menos formal e incluso hacen alguna broma. Vale, genial. Esto está yendo bien. Mejor de lo esperado.

Al final, consigo un poco de libertad y voy a la sala contigua, donde se supone que están mis fotos. No veo a Lexi por ninguna parte, así que hago el pequeño tour sola con una copa que acabo de quitar de la bandeja del camarero.

Efectivamente, entro en la sala contigua y lo primero que veo es la maldita foto de Jared, muy grande, en la pared que tengo justo delante.

Genial.

La verdad es que sí es genial. O quizá lo sería más si no me entraran ganas de llorar cada vez que la veo. Mis ojos se clavan en las manos tatuadas y me obligo a apartar la mirada a cualquier otra foto, que resulta ser uno de mis paisajes. Me acerco a las que he hecho en la playa y escucho comentarios positivos a mi alrededor, lo que hace que me suba considerablemente el ánimo.

Sin embargo, no me sube del todo hasta que escucho pasos acercándose a mí y me giro justo a tiempo para que Liam me rodee con ambos brazos en un abrazo de oso y me levante del suelo.

—¡Brookie-tookie! —exclama felizmente.

Me pongo roja cuando veo que todo el mundo se gira hacia nosotros. Liam me suelta con una gran sonrisa, ignorándolos.

—Mírate. Eres una pequeña profesional de hacer fotos.

—También lo llamamos fotógrafa —dice Lexi, a su lado.

—Haces que suene a nada —Sam aparece con ellos, poniendo los ojos en blanco—. Felicidades, Brooke. Esto es genial.

Le sonrío y le doy un abrazo. Realmente, necesito unos cuantos abrazos hoy. Me separo cuando noto que se extiende un poco más de lo necesario y se lo doy a Riley, que estaba mirando una foto con Lexi.

—Yo estaba cuando hizo esta —remarca Lexi—. PORQUE ES MI AMIGA.

—Lo han oído todos, Lexi, relájate —le dice Sam.

—Hace media hora que dice que es tu amiga —me dice Liam.

—Es que quiero que lo sepan. Me siento famosa yo también.

—Sí, Brookie es la nueva Adele, pero en versión fotógrafa —sonríe él ampliamente y me pasa un brazo por los hombros—. Bueno, ¿dónde te has dejado a tu modelo principal, don tatuajes?

Miro a Lexi, que ha puesto una mueca.

—¿Qué? —pregunta Riley, confusa.

—¿Lo has dejado con él? —adivina enseguida Sam.

—Podrías fingir que te sabe mal por Brooke —replica Lexi.

—No me sabe mal por ella. Ha hecho bien. Ese chico era un nido de problemas.

No lo sabes tú bien.

Por suerte, el tema de Jared no vuelve a surgir. Y lo agradezco. No soy capaz de hablar de él y mantener la compostura. Y lo odio. Odio todo lo que tiene que ver con él ahora mismo.

Y, aún así, admito que he mirado la puerta más veces de las que me gustaría. Y todo porque sé que él sabe que hoy es el día. El gran día. Pero no vendrá. Es lógico. Yo le dije que se fuera. Que se alejara de mí. Ahora no puedo exigirle que quiera volver. Aunque ojalá pudiera.

—Deja de pensar en eso, Brookie-Tookie —me recomienda Liam en voz baja.

Estamos los dos un poco alejados del grupo. No me atrevo a mirarlo.

—No pienso en eso —miento.

—Vale, pues deja de no pensar en eso.

Al menos, consigue sacarme una media sonrisa un poco triste. Liam suspira.

—Venga, Brookie, disfruta de tu día. Hoy eres la protagonista.

—Oh, sí, esto es genial —ironizo.

—A mí me encantaría ser el centro de atención así —me asegura.

Miro de reojo la foto de Jared y Liam vuelve a suspirar, esta vez mucho más dramáticamente.

—A ver, tampoco es la gran pérdida —remarca—. No es como si me hubieras perdido a mí. Entonces, sí que tendrías motivos para estar triste.

—No es lo mismo —le digo, aunque sonrío un poco.

—Es verdad. El baño de tíos y yo siempre estaremos ahí para ti, Brookie.

Y Liam empieza a parlotearme sin cesar, consiguiendo distraerme completamente.

De hecho, todo va genial. Demasiado genial. Estoy sorprendida de que no haya habido ningún accidente —más todavía conociendo mi suerte—. Pero no, no lo hay.

Me paso la tarde yendo de un lado a otro y hablando con invitados o con mis amigos cuando puedo. Casi no me doy cuenta de que se está haciendo de noche. De hecho, el matrimonio dueño de la galería ya ha hablado a todos los invitados de lo agradecido que está de que hayan venido y bla, bla, bla... señal de que tenemos que irnos dentro de poco. Subo al pequeño escenario con los demás fotógrafos para el aplauso. Busco a Lexi con la mirada, que está con los demás mirándome. Me levanta los pulgares en señal de apoyo y le sonrío. A ella y a mi profesor, que también parece orgulloso de tener un alumno suyo ahí.

Finalmente, bajo del escenario y me acerco al él, que me está haciendo gestos para que me acerque. Es para informarme de las ventas. Lo sé perfectamente. Si es que las ha habido, claro. Porque eso tampoco es seguro.

—¿Qué tal estás? —me pregunta cuando me acerco—. ¿Te ha gustado?

—Mucho —le aseguro, aunque no sueno muy convencida porque mis ánimos están por el suelo—. Más de lo que creía.

—Me alegro —me asegura él—. Bueno, tengo una muy buena noticia para ti.

—¿He vendido alguna foto? —pregunto, sorprendida.

—¿Alguna? ¡Las has vendido todas, Brooke, enhorabuena!

Tardo un momento en procesarlo. Parpadeo varias veces, mirándolo.

—¿Eh?

—Sí, todas —repite felizmente—. Y a unos cuantos clientes distintos. El dueño de la galería ha comprado la del chico de la guitarra.

Me quedo mirando la foto de Jared y siento que mi corazón se hunde un poco ante la perspectiva de que alguien más vaya a tenerla. Esa foto es diferente. No sé cómo explicarlo. Es... privada. Es mía.

—No quiero venderla —digo, señalándola.

Él me mira como si me hubiera salido otra cabeza.

—¿No? ¿Cómo que no?

—Lo siento, no... no puedo.

—¿Estás segura, Brooke? Podría ser un ingreso muy...

—No estoy tan interesada en el dinero ahora mismo —le aseguro—. No puedo vender esa.

Él parece confuso, pero asiente con la cabeza.

—Bueno, son tus fotos. Y tus decisiones.

Él tacha el nombre de la lista.

—El ingreso te llegara mañana. Y voy a hacer que te manden la fotografía a la residencia, ¿te parece bien? Las abren en una semana, ¿no?

—Sí. Me parece bien —le aseguro.

—Perfecto. Ahora, si me disculpas, tengo mucho papeleo por hacer.

—Claro, profesor.

—Lo has hecho muy bien —añade—. Te dije que te lo pasarías bien.

Le dedico una pequeña sonrisa y veo que se marcha a hablar de nuevo con los inversores de la galería. Yo sigo sintiéndome vacía cuando me acerco a la foto de Jared. Al menos, ahora hay menos gente a mi alrededor y puedo disfrutarla mejor. Si es que hay algo que disfrutar. Suspiro y miro sus manos.

Es entonces cuando noto que alguien más bajo que yo se detiene a mi lado. Me giro, extrañada, y... ¿qué?

Es... ¿es mi madre?

Me quedo mirándola un momento con los labios entreabiertos. Ella parece nerviosa, pero me sostiene la mirada. Estoy paralizada.

—¿Mamá? —pregunto en voz baja, perpleja.

Ella aparta la mirada un momento, respirando hondo.

—Hola, Brooke —me dice suavemente.

—¿Cómo...? ¿Qué...?

—No... no podía perderme un día como este —murmura.

Estoy demasiado sorprendida como para reaccionar. Vuelvo a parpadear, como si quisiera cerciorarme de que esto es real y no parte de mi imaginación.

¿Mi madre está aquí? ¿Ahora mismo? ¿Hablando conmigo?

—¿Has estado aquí todo el tiempo? —me oigo preguntar a mí misma.

—No quería distraerte —me dice con una pequeña sonrisa incómoda—. Parecías muy centrada. Y... has hecho un buen trabajo, Brooke.

—Yo... gracias.

Silencio incómodo. No sé cuál de las dos está más nerviosa. Yo noto que me duele el estómago por los nervios. Intento centrarme.

—P-pero... ¿cómo has sabido...? 

—¿...que era hoy?

—Yo... ¿te dije que era hoy?

—No, Brooke...

—¿Entonces?

—Tu novio me contactó ayer.

Mi novio. Jared. Mi corazón se dispara al instante solo por pensar en él y noto que me tiemblan las manos.

—¿Jared ha hablado contigo? —pregunto en voz baja, aguda.

—Sí.

Ella sacude la cabeza, mirándose las manos. ¿Jared habló con ella? ¿Por mí? Pero... después de todo lo que pasó hace dos semanas... y... no entiendo nada. ¿Cómo tenía su número? ¿Cómo la convenció? ¿Por qué se molestó en hacer algo por mí?

—Estuvo hablando conmigo —añade mamá, mirándome—. Y me convenció para que viniera. Me ha sorprendido un poco no verlo aquí hoy. Pensé que estarías con él.l

Soy incapaz de responder. Menos mal que ella se apresura a llenar el silencio.

—Mira, Brooke... tengo que... debería volver pronto a casa. Tu padre no sabe que estoy aquí.

Reacciono por fin, asintiendo torpemente con la cabeza.

—Sí, claro... gracias por venir.

—Eres mi hija, tenía que venir —me dedica una débil sonrisa—. Yo...

Se queda en silencio y suspira, como si hubiera estado a punto de decir algo pero, finalmente, se hubiera arrepentido.

—Tengo que irme —añade, finalmente—. Cuídate mucho, Brooke.

Ni siquiera me da tiempo a reaccionar. Se da la vuelta y se marcha sin mirar atrás.

Yo, por mi parte, me quedo mirando el lugar por el que ha desaparecido, completamente muda, antes de volver a girarme y clavar los ojos en la fotografía de Jared.

¿Por qué ha hecho esto por mí?

Creo que nunca entenderé a este chico.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top