Capítulo XXIX

XXIX - ROMÁNTICA

Miro de reojo a Jared, que está tumbado en mi cama con un libro que me ha robado de la estantería. Tiene el ceño fruncido y pasa de página, casi indignado. Creo que ha llegado a la parte en que muere la protagonista.

Yo estoy en mi escritorio con el portátil. He tenido que mover mil cosas para poder sentarme en él. En la pantalla, aparece la foto que me ha tocado retocar. Es de unas flores. Es curioso como las más simples siempre son las más difíciles de corregir. Y estoy aburrida. Quiero hacer algo.

Doy la vuelta a mi silla giratoria y me quedo mirándolo con una sonrisita inocente. Él me echa una ojeada por encima del libro antes de volver su atención a él.

—Me das miedo —murmura.

—¿Yo? ¿Por qué?

—Sabes por qué.

Arrastro un poco la silla hacia mi cama —solo para no tener que levantarme— y me detengo a su lado.

—Quiero hacer algo.

—Estoy leyendo —protesta.

—¿Y no puedes leer luego?

—Te recuerdo que has sido tú la que no ha querido hacer nada interesante porque tenías que terminar un trabajo y no podías distraerte —me dice, enarcando una ceja.

—Bueno, pero eso ha sido hace diez minutos.

—Toda una eternidad.

—Quiero hablar de algo.

—Oh, sí, eso es mucho más interesante.

Me impaciento y escalo a la cama con él, quitándole el libro de las manos. Creo que ya se lo esperaba, porque prácticamente me lo ha dado. Me quedo sentada encima de sus piernas.

—¿Quieres hablar o hablar? —pregunta, repentinamente más interesado.

—Hablar —replico.

Suspira y vuelve a dejarse caer en la cama, mirándome.

—Muy bien. ¿De qué?

—Nunca me dijiste qué pasó con Brent después de que me fuera.

Hay silencio por unos momentos. Él sacude la cabeza.

—¿Importa?

—A mí me importa.

—Brooke...

—Dímelo —insisto.

Él lo considera un momento.

—No estoy en la cárcel, ¿no?

—Entonces, ¿no te ha denunciado?

—No. Al menos, no por ahora —murmura él—. Eso de tener que admitir que alguien fue capaz de darle una paliza no le gustaba demasiado. Prefirió no decir nada.

—Pero... hay un montón de vídeos de esa pelea. Y... y se te ve perfectamente.

—Si él no me denuncia, no pueden hacer nada.

—¿Y no vas a tener consecuencias? —estoy a punto de sonreír cuando veo que él pone una mueca—. ¿Qué?

—Me han alargado la condicional.

Vale, ¿y eso qué demonios quiere decir? Debe leerme la expresión, porque se apresura a explicármelo.

—Van a estar controlando que me medique durante un año. De manera bastante intensiva. Si no lo hago, voy a tener que pagar bastante dinero.

Por la manera en que lo ha dicho, me da la sensación de que podría pagarlo sin problemas. Creo que, si no fuera por todo lo que ha pasado entre nosotros, no se estaría tomando nada. Al menos, no soy del todo idiota en su vida.

—¿Y ya está? ¿Solo medicación?

—No. También control de drogas y alcohol de vez en cuando. Y... bueno, todo lo de la terapia.

—¿Terapia?

—Nunca he ido —niega con la cabeza—. Bueno, una vez. La primera vez que me mediqué. Pero tenía doce años. Ya ni me acuerdo.

Lo miro, confusa.

—¿Y por qué nunca te han dicho nada?

—Porque mando a Bruce a poner mi nombre en mi lugar. Así no tengo que ir.

Mi cara debe expresar muy bien lo que estoy sintiendo, porque él pone los ojos en blanco.

—Solo es terapia.

—Deberías ir.

—No empecemos.

—¿Por qué no vas?

—Porque es una terapia grupal, ¿has estado alguna vez en alguna? Es jodidamente deprimente.

—¿No se supone que ayuda más? —pregunto, confusa.

—¿Escuchar a diez personas contándote lo mal que lo han pasado siendo bipolares o teniendo familiares que lo son? Sí, claro. Te alegran el día.

—Oh, ¿también pueden ir familiares?

—Puede ir cualquier afectado por bipolaridad —él suspira—. ¿Podemos hablar de otra cosa?

—¿Cuándo tienes que ir?

—Una vez a la semana

—¡Una vez a la semana!

—No quiero ir, Brooke.

—Me da igual lo que quieras. Vas a ir.

Parece sorprendido por un momento. Levanta las cejas.

—¿Eh?

—Es tu terapia. Y vas a ir.

—Pero...

—No he terminado —enarco una ceja.

Esboza media sonrisa divertida.

—Perdona, jefa —levanta las manos en señal de rendición—. ¿Algo más que aportar?

—Sí. Que yo iré contigo.

La media sonrisa se borra al instante para dar paso a una mueca confusa.

—¿Qué?

—Ya me has oído.

—¿Tú? ¿Por qué?

—Técnicamente, yo también estoy afectada por la bipolaridad, ¿no?

No parece tan entusiasmado como me esperaba. De hecho, niega con la cabeza, bastante serio.

—No creo que eso sea una buena idea.

—¿Por qué no?

—Porque no.

—Vale, pues lo diré de otra forma: ¿vas a acompañarme tú a mí?

—Brooke...

—Es lo que hacen las parejas, ¿no? Se acompañan cuando no quieren ir solas a algún sitio. ¿No somos pareja? Porque con lo de ayer yo creía que lo éramos.

—Sí, lo somos.

—¿Entonces?

Sonríe y niega con la cabeza.

—¿Has oído hablar alguna vez del chantaje emocional?

—No sé qué es eso, pero si fueras un buen novio me acompañarías.

Me quedo mirándolo mientras lo considera. La verdad es que mis expectativas no están muy altas. No creo que acceda. Y menos con su expresión.

Sin embargo, al final, suspira.

—Si es lo que quieres...

Sonrío ampliamente.

—Sí, es lo que quiero.

—Entonces... vale.

Estoy a punto de celebrarlo cuando me señala.

—Pero no pienso hablarle a esos desconocidos de mi vida.

—Bueno, pues háblame a mí.

—Hablar se me está haciendo aburrido, ¿hacemos algo más interesante?

Esboza una sonrisa traviesa cuando me pone las manos en las caderas, levantándome la camiseta por encima de las bragas. Hoy solo llevo eso como pijama. Y justo tenía que ser la camiseta de su banda. La vida es un poco irónica algunas veces.

—Espera —pongo las manos encima de las suyas—, solo una cosa más.

Se detiene, mirándome en busca de que siga hablando. Lo pienso un momento.

—¿Llamaste a mis padres para que vinieran a verme a mi exposición?

Por un momento, se queda en silencio, mirándome. Creo que no se esperaba eso. Noto que sus manos se tensan en mis caderas. Es curioso, pero siempre se incomoda más cuando hace cosas buenas que cuando hace cosas malas.

Me da la sensación de que no está acostumbrado a que nadie le diga cosas buenas, y eso hace que mi corazón se derrita un poco más por él.

—¿Fueron a verte? —pregunta, casi sorprendido.

—Mi madre vino.

—No... no esperaba que fuera a ir.

—Entonces, ¿es un sí?

—Bueno, sí, pero... no creí que realmente fuera a servir de nada. Es decir, por la forma en que me hablaron por teléfono...

—¿Cómo conseguiste su número?

Enarca una ceja.

—¿Te has olvidado de que Cris es peor que un detective privado?

—Vale —sonrío—. Tienes razón. Pero... Jared, en ese momento no estábamos juntos.

Me mira un momento, pensativo.

—No —murmura, finalmente, como si no entendiera qué tiene que ver eso.

—Entonces, ¿por qué...?

—Yo no iba a poder ir —se encoge de hombros—. Quería compensarlo de algún modo.

Me acordaba de haber estado mirando la puerta, esperando que llegara, durante todo el rato que estuvimos en la galería. Y que me entristeció un poco que no viniera.

—Pero... —no sé ni por dónde empezar—, es decir... yo...

—Olvídate de eso.

—¡No! ¡Quiero darte las gracias!

—¿Te digo las mil formas que se me ocurren de darme las gracias sin necesidad de decir nada?

Le doy en el hombro cuando sonríe ampliamente.

—Hablo en serio, Jared.

—Y yo también, Rocky.

Me inclino hacia delante y noto que sus manos bajan instantáneamente a mi culo cuando uno nuestros labios. Es un pequeño pervertido.

No negaremos que eso nos gusta.

Le sujeto con una mano la mandíbula y profundizo el beso. Noto que sonríe cuando atrapo suavemente su labio inferior con los dientes.

Sin embargo, no hemos podido hacer gran cosa más antes de que alguien llame a mi puerta. Mi suspiro debe oírse incluso en el infierno cuando no me queda otra que separarme. Jared me sonríe.

—¿Cuánto apuestas a que es Lexi en busca de condones?

—Nada —murmuro—. Seguro que es ella.

Me pongo de pie y doy un respingo cuando me da una palmada en el culo. Se gana un almohadazo en la cara, aunque se limita a reírse, poco afectado.

Abro la puerta poco entusiasmada, pero es todavía peor cuando veo que no es Lexi, sino Sam.

—Ah, hola —digo, sorprendida.

Él abre la boca para decir algo, pero se detiene cuando baja la mirada y ve que solo llevo puesta una camiseta y unas bragas. Sus mejillas se tiñen de rojo y tengo que contenerme para no reírme.

—Eh... sí, hola —dice, finalmente, clavando la mirada en mi cara, sin permitirse bajarla—. ¿Qué...? ¿Estabas ocupada?

—Mhm... un poco. ¿Por qué? ¿Pasa algo?

—¿Por qué debería pasar algo?

—Llevo aquí un año y medio y nunca habías venido solo —digo, apoyándome en la puerta.

—Oh, bueno, eso... ¿puedo pasar?

Me asomo un momento y veo que Jared lo está escuchando todo, todavía tumbado en la cama. Me sonríe como un angelito.

Vuelvo a centrarme en Sam.

—Eh... es que no estoy sola.

Su expresión parece confusa un momento.

Entonces, sin miramentos, me aparta para poder abrir del todo la puerta y se queda mirando a Jared un momento. Parpadeo, sorprendida, cuando me mira con mala cara y empieza a recorrer el pasillo. Lo sigo, confusa.

—Oye, ¿qué pasa? ¿Por qué te vas?

Se detiene abruptamente y me mira.

—¿Estás volviendo a tus tonterías con ese chico? —pregunta, señalando la puerta.

—¿Tonterías? —pregunto, ahora menos simpática.

—Sí, ya me has oído.

—No son tonterías. Estuve saliendo con él varios meses.

—Sí, y ya ves de qué te sirvió...

—¿Qué se supone que significa eso, Sam? —me cruzo de brazos, enfadada.

—Sabes perfectamente lo que significa. No sé por qué te sigues empeñando en que funcione cuando sabes que no lo hará.

—¿Qué...? ¿Y tú qué demonios sabes? ¿Formas parte de la relación?

—Claramente, no.

—Entonces, ¿por qué te molesta tanto?

—Porque está celoso.

Me giro hacia Jared, que está de pie, apoyado con la espalda en el marco de la puerta. Está mirando fijamente a Sam. Frunzo el ceño, pero dejo de hacerlo cuando veo que Sam se tensa todavía más.

—¿Estás celoso? —le pregunto, perpleja.

—Brooke, no digas bobadas.

—Sam, voy a seguir teniendo tiempo para vosotros aunque tenga novio —le digo, confusa—. No tienes por qué preocuparte de eso. Lo sabes.

Jared esboza media sonrisa y niega con la cabeza. Sam lo mira y pone todavía peor cara antes de hacer un gesto.

—Mira, da igual. Tengo que irme.

—Pero...

—Adiós, Brooke. Ya nos veremos cuando estés sola.

Veo que se marcha por el pasillo, más enfadado todavía, y me quedo ahí de pie confusa. Jared está mirando el lugar por el que ha desaparecido con expresión poco amigable.

—Siento que sea así contigo —le digo torpemente.

—Créeme, lo que piense me importa poco.

Entra en mi habitación de nuevo y lo sigo, cerrando a mis espaldas. Él se sienta en la cama, mirándome. Yo frunzo un poco el ceño.

—De todas formas, debería ser más simpático contigo. Ni siquiera sabe nada de ti.

—Sabe lo necesario.

—¿Lo necesario? —repito, confusa.

—Sabe que estoy saliendo contigo —replica—. Y eso es suficiente como para que le caiga mal.

Por la forma en que lo ha dicho, no puedo hacer otra cosa que poner una mueca.

—Jared, no le gusto.

—Muy bien, pues no le gustas —pone los ojos en blanco.

—¡Es verdad!

—¿Y por qué se altera tanto?

—Porque... es muy celoso. Con sus amigos.

—¿Ah, sí? ¿Se pondría así de celoso si viera a Lexi con el idiota de Kev?

—Bueno... no...

—¿O a Liam con cualquier chica?

—No...

—¿O a su novia con un amigo?

—¡Eso no quiere decir nada!

Él suspira, negando con la cabeza.

—N hay más ciego que el que no quiere ver, ¿no?

—Yo quiero ver —le digo, irritada—. Pero... no sé.

—No querer creerlo no significa que no sea verdad, Brooke.

Lo peor es que tiene razón. Y que lo sabe. Y yo también, pero no me gusta.

Estúpido Jared.

—Bueno, ¿te recuerdo la cola de chicas que habría en esa puerta si pusieras un anuncio de guitarrista sexy, rico y tatuado busca novia?

—¿Crees que soy sexy, Rocky? —sonríe ampliamente hacia mí.

—¿Eh? Yo... no. Claro que no. Eres del montón.

—Del montón —repite, divertido, ladeando la cabeza.

—Sí. Del montón malo, además.

—¿Eso también lo pensabas anoche cuando...?

—¡Cállate! —me pongo roja y se ríe de mí—. Menudo caballero estás hecho.

Me agacho junto al montón de cosas que he lanzado al suelo desde mi mesa y recojo mi toalla azul. Él me mira de reojo, pero no dice nada.

—Voy a ducharme —aclaro, todavía irritada.

—Yo que creía que ibas a hacer una escultura de toallas.

Voy al cuarto de baño y sigo notando su mirada maliciosa clavada en mi nuca. Me detengo en la puerta, justo antes de cerrarla, y me asomo un momento.

—¿Quieres venir, chico del montón malo?

Él sonríe como si lo hubiera estado esperando.

—Si lo pides de esa forma...

Se pone de pie y viene hacia mí ya quitándose la camiseta.

***

—Así que Jed y tú volvéis a tener largas noches de sexo duro contra el muro.

—Lento contra el pav...

—Por favor, no empecéis otra vez —suplico.

Lexi y Liam sonríen ampliamente. Estamos los tres en el bar donde solía trabajar. Y donde se supone que Liam también trabaja. Pero está más pendiente de nosotras que de llevar nada a nadie. Menos mal que no hay mucha gente. Y que es el mimado de su jefa.

Él me pasa un brazo por encima de los hombros.

—Bueno, entonces es verdad —me dice dramáticamente—, has encontrado a alguien con quien hacerlo una y otra vez y no soy yo.

—Lo siento, Liam. No eras una opción —le dice Lexi.

—Me tenéis muy infravalorado —replica él, apartándose de mí para cruzarse de brazos—. El día que no me tengáis como amigo, os vais a arrepentir.

—¿Y por qué no ibas a ser nuestro amigo en el futuro? —pregunto, confusa.

—Brookie, llevo años pidiéndote que folles conmigo y sigues empeñándote en buscarte a otros. ¿Cómo crees que me siento?

—No hace ni dos años que la conoces, Liam —Lexi sonríe divertida.

—Pues se ha sentido como toda una vida.

—¿Podéis no usar esa expresión? —pregunto, incómoda.

—¿Cuál? —Lexi me mira.

—¿Que se ha sentido como toda una vida? —Liam pone una mueca.

—No. La otra. La de antes.

—¿Follar? —repite Lexi.

—Sí, esa. Se siente como... sucia.

—¿Y qué haces tú con don tatuajes durante toda la noche en varias posturas, Brookie-tookie? —pregunta Liam.

—¿Cuántas veces te lo has imaginado? —pregunta Lexi, sonriendo.

—Más de las que me gustaría. Pero eso no responde a la pregunta. Si no follas, Brookie, ¿qué haces?

—El amor.

Los dos intercambian una mirada antes de empezar a reírse a carcajadas.

—¿Qué? —protesto.

—Venga ya, Brooke —protesta Lexi.

—¿Qué? —repito, irritada porque sigan riéndose.

—¿Cuál es la diferencia? —me pregunta Liam.

—Follar es lo que haces con un desconocido que sabes que no volverás a ver en tu vida. Cuando es con alguien a quien le tienes afecto, es hacer el amor. Es más... romántico.

—Más aburrido —replica Lexi.

—Si quieres te enseño lo que es follar de verdad —me sugiere Liam con una sonrisita.

—Estoy bien servida, Liam.

—¿Seguro? Siempre puedo darle consejos a tu novio. Pregúntale si le interesan.

—No me interesan, pero gracias por la oferta.

Liam se detiene en seco y levanta la mirada. Jared acaba de llegar y lo he visto acercándose con Ally, Kev y Hunter. Sonrío ampliamente cuando Liam se pone nervioso.

—Anda, pero si es mi guitarrista favorito —se pone de pie y le da una palmadita en el hombro—. ¿Te pongo una cerveza? Te invito yo.

—Estoy bien —le dice Jared, medio divertido.

—Oye, yo sí quiero la cerveza gratis —replica Hunter.

Kevin no dice nada porque ya tiene la lengua metida en la garganta de Lexi, al otro lado de la mesa. Ellos ni siquiera necesitan dos sillas. Lexi ya está metida encima de Kevin, abrazándose de brazos y piernas. Los pocos clientes que hay los están mirando.

Luego están Hunter y Ally, que se sientan a mi lado con una mueca. Y Jared, claro, que ocupa la silla que usaba Liam, quien ha tenido que volver corriendo a trabajar.

Jared me dedica una sonrisa de lado cuando se inclina hacia delante y me da un beso en la comisura de los labios. Baja un momento los ojos a mi top. Es el mismo que llevaba el día que nos conocimos. Y él lo ha recordado enseguida, estoy segura, porque su sonrisa se ha ensanchado.

Sin embargo, se me olvida cuando veo que Ally nos mira con una mueca.

—Lo siento, sigo sin acostumbrarme a verte cariñoso con alguien, Jed.

—Si esos dos están absorbiéndose el uno al otro —dice Hunter, confuso, señalando a la parejita besándose que tenemos delante.

—Pero con Kevin es normal. Es un baboso.

Kevin se separa enseguida, mirándola.

—¡Oye, yo no soy un baboso!

—No, claro que no —ella pone los ojos en blanco.

—No lo soy —repite, mirando a Lexi—, ¿a que no lo soy?

—Claro que no.

Y vuelven a morrearse.

Miro a Jared y sonrío cuando veo su mueca.

—Bueno —Ally se frota las manos y me mira—, hacía casi un mes que no sabía nada de ti. ¿Cómo has estado?

—Un poco liada con tener que mudarme otra vez a la residencia —sonrío un poco.

—¿A la residencia? —Hunter pone una mueca y mira a Jared—. Pero invítala a tu casa, no seas aburrido.

—No les presiones —le chista Ally.

Yo me he puesto nerviosa, pero veo que Jared se limita a encogerse de hombros.

—Si Jed está siempre en la habitación de Brookie —dice Lexi, que se ha despegado de Kevin solo para aportar eso—. Y creo que se lo pasan bien.

—Espero que mejor que vosotros —le dice Jared, enarcando una ceja con media sonrisa.

Parece que Lexi va a decir algo, pero se pone roja cuando es el objetivo directo de esa sonrisa. La entiendo. Me ha pasado.

Menos mal que Liam aparece en ese momento con las bebidas que le hemos pedido antes. Todos han pedido cervezas menos Jared y yo, que tenemos dos refrescos delante. Le doy un sorbo al mío mientras Liam nos dedica una sonrisa radiante.

—Si dentro de un rato mi jefa se va a fumar, voy a venir a visitaros.

Él se va felizmente y veo que Ally lo sigue con la mirada, pensativa. Cuando vuelve a girarse, se da cuenta de que la he pillado y sonríe como un angelito.

—¿Qué? —pregunta.

—Nada, nada —sonrío yo también.

—Vamos, dilo.

—¿Quieres que te lo presente, Ally?

Ella vuelve a girarse y lo mira de arriba abajo. Liam está limpiando la barra y hablando con los clientes como si los conociera de toda la vida.

—Depende —murmura.

Jared me pasa un brazo por encima del respaldo de la silla, acariciándome el hombro con el pulgar. Mira a Ally con curiosidad.

—¿Desde cuándo tienes condiciones para conocer a un chico que te guste? —le pregunta.

—¿Quién te crees que soy, Jed? Soy una señorita.

Hunter finge que empieza a atragantarse de la risa y se gana un manotazo en el hombro de Ally.

—¿De qué depende? —le pregunto.

—Pues depende de si te importa que me tire a tu amigo esta noche y no vuelva a hablar con él.

Me pongo roja cuando lo dice de forma tan directa y tanto Jared como Hunter empiezan a reírse abiertamente de mí.

—No te ofendas, Ally —le dice Lexi—, pero creo que será al revés.

Ally se gira en redondo hacia ella.

—¿Cómo?

—Eso es verdad —murmuro—, probablemente, sea Liam quien te convenza de ir a su casa.

—Sí, claro.

—Liam tiene una técnica perfecta a la hora de ligar —resalta Lexi.

Ally se inclina hacia delante y agarra su cerveza. Para mi sorpresa, se la termina de un trago y la devuelve a la mesa de un golpe.

—Reto aceptado —masculla, poniéndose de pie.

Y se va directa hacia Liam bajo la mirada de todo el mundo.

Jared, a mi lado, sacude la cabeza.

—Hemos despertado al monstruo.

Me fijo en ellos mientras los demás vuelven a hablar y me doy cuenta de que los dos están usando sus mejores tácticas. Y ninguno tiene mucho éxito. Estoy a punto de darlo por asunto fallido cuando Liam se inclina sobre la barra y le dice algo en voz baja. Entonces, Ally sonríe y vuelve a la mesa.

Cuando vuelve a sentarse a mi lado, todos la estamos mirando fijamente. Ella sigue sonriendo.

—¿Os puedo ayudar en algo?

—¿Qué te ha dicho? —pregunta Kevin, curioso.

—Me ha dado la fórmula secreta para la felicidad —bromea ella.

—¿Y cuál es? —pregunta Hunter.

—No escuchar a Kevin —sonríe Jared.

—No necesita a Liam para saber eso —replica Hunter, tan tranquilo, mientras Kevin parece completamente indignado.

Pero Ally no llega a decir qué le ha dicho. Y admito que la curiosidad hace que piense en preguntárselo varias veces, pero no me atrevo. De todas formas, Ally se marcha con Hunter, así que supongo que no pasará nada entre ellos. Qué raro...

Ya en el coche de camino a la residencia, estoy sentada junto a Jared mientras él pone los ojos en blanco por el ruido de besos y succión que llega desde atrás, donde Lex y Kev se están besuqueando el uno al otro. Intento contener una mueca. O una sonrisa. A estas alturas, ya no lo sé.

—¿Sabes lo que quiero hacerte? —le pregunta Kevin en voz baja, y se oye una risita de Lexi.

—Mientras no se lo hagas en mi coche, me importa un bledo —murmura Jared.

Esta vez no puedo evitarlo y sonrío disimuladamente.

—No vamos a hacerlo en el coche del novio de mi amiga —protesta Lexi enseguida—. ¿Quién te crees que so...? ¡Kevin, saca la mano de mi falda!

—Vamos, un poquito...

—¡Que la saques!

Jared pone los ojos en blanco por enésima vez.

Al menos, llegamos a la residencia sin más incidentes. Él aparca el coche tan cerca como puede de la puerta y hago un ademán de salir cuando Lexi lo hace, pero me detengo cuando Kevin se asoma entre los asientos.

—Oye, amigos.

Jared lo mira con gesto de poca paciencia.

—No te voy a dar más condones.

—Vamos, es una emergencia.

—Hacerlo no es una emergencia.

—Créeme —se señala los pantalones—, lo es.

Aparto la mirada, avergonzada. Jared aprieta los labios.

—¿Puedes tener un poco de clase por una vez en tu vida, Kev?

—Ahora mismo estoy demasiado cachondo como para tener clase. Brooke, ¿tú tienes condones?

—Deja en paz a Brooke. Si no tienes condones, date una ducha fría.

Kevin suspira dramáticamente.

—Pues nada, amargados.

Y baja del coche tan feliz. Veo que Jared lo sigue con la mirada antes de suspirar también y hace un ademán de bajarse.

—Oye —lo detengo sujetándolo del brazo. Él me mira al instante—. ¿Seguro que quieres dormir aquí y no en tu casa?

Esboza una media sonrisa.

—Depende, ¿en cuál de las dos tú vienes conmigo?

—En las dos —le pongo una mueca, divertida.

—¿Y para qué quieres ir a mi casa, Rocky?

—Porque tú tienes un apartamento entero y yo una habitación, más que nada.

Él sonríe y vuelve a arrancar el coche.

—Pues no se hable más.

En unos pocos minutos llegamos a su casa y estar ahí con él después de lo que ha parecido una eternidad hace que sea más feliz de lo que quiero admitir. Él deja las llaves en el mueble de la entrada y se quita la chaqueta. Justo en ese momento, se da cuenta de que lo estoy mirando fijamente y enarca una ceja, divertido.

—¿Quieres beber algo? —se hace el inocente.

—Se me ocurre algo mejor.

Agarro su brazo y se deja guiar encantado hacia su habitación, donde abro la puerta y lo empujo de los hombros para que se siente en la cama. Me acerco a él y me quedo de pie entre sus piernas, besándolo en los labios. Él me rodea las piernas con los brazos casi al instante.

Y no sé si es el momento, o la felicidad de que volvamos a estar bien, o qué es, pero lo sujeto de la camiseta y me echo hacia atrás. Por un momento, parece un poco confuso, pero veo que toda confusión se reemplaza con sorpresa cuando lo dejo tumbado en la cama, apoyado en sus codos, y me inclino hacia delante, desabrochando su cinturón

—No tienes por qué... —empieza.

—Cállate, Jared.

Sacude la cabeza, divertido.

—Me encanta que siempre seas tan romántica.

Le sonrío malévolamente antes de inclinarme hacia delante.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top