Capítulo XVIII
Mini-maratón 2/2
XVIII - HUMILLACIÓN
No he salido de la cama en todo lo que quedaba de tarde. Me han mandado la maldita foto más de cincuenta veces. Y no es la foto en sí lo que me preocupa. Es Jared. Lo que le conllevará esto. Oh, Dios, va a odiarme. Y con razón.
Lexi ha intentado animarme enseguida.
—Tampoco pasa nada, hay muchas chicas que enseñan las tetas hoy en día. Es bastante natural. Parece que va a arder el mundo por ver unos pezones, por Dios.
—Exacto, yo he visto muchos —asiente Liam con la cabeza.
—Y en la playa es difícil no encontrarse a alguien sin sujetador. Solo es piel, Brooke.
Pero eso no es lo que me preocupa. Sino lo que ponía debajo y lo que ha causado eso:
Parece que la novia de Jed no es tan buena como cree él.
Y, sí, ha conseguido exactamente lo que quería. Ha hecho que todos los fans de la banda de Jared, de alguna forma, hayan descubierto quien soy. No sé cuántos mensajes de odio he recibido en dos horas. Es horrible. Dejé de abrirlos a los cinco minutos. Me odian. Me odian de verdad. Y la maldita foto es de hace dos años. Ni siquiera la recordaba.
Me he echado a llorar por la maldita humillación, pero mucho más por pensar en Jared. Mierda, ¿qué pensará de mí? ¿Y mis padres? ¿Lo verán? Oh, no. Seguro que Cris no querrá que vuelva a acercarme a su banda. Esto es un maldito desastre.
Al menos, Liam y Lexi siguen conmigo.
—Te juro que ahora mismo lo mataría lentamente —me asegura Lexi después de contarle todos los detalles que le faltaban a Liam—. Sabía que no era de fiar. Sabía que era un puto cerdo.
—Soy una idiota —lloriqueo—. Me habéis dicho q-que no baje. Y... y yo he bajado y...
—No, tú no eres una idiota. Él es un cerdo. La culpa es solo suya.
Liam asiente con la cabeza, comiéndose un bombón.
Sigo llorando de todos modos.
No sé cuánto tiempo he llorado. Me siento tan humillada. Y la foto está por todas partes. La prensa se ha vuelto loca diciendo que tienen una maldita foto de las tetas de la novia de Jed, que es un idiota y que yo soy una infiel. Y estoy recibiendo mensajes de gente que no conozco llamándome guarra por acostarme con otro.
—¿Hoy tienes turno? —me pregunta Lexi.
—Oh, mierda —murmuro, tapándome la cara con las manos—. Empezaba hace diez minutos.
—Yo te cubro, Brookie-tookie —me asegura Liam enseguida.
—¿En serio? —lo miro, perpleja—. Pero...
—Ya me encargo yo. Tú mata a quien tengas que matar —se pone de pie de un salto.
Él y Lexi intercambian una sonrisa antes de que Liam se marche felizmente, dejándonos solas. Hundo la cara en la almohada cuando mi móvil sigue sonando y ella lo pone en silencio, malhumorada.
—Mierda —masculla—. Serán idiotas. ¿Es que no saben cómo es Internet? No hay que creerse la mitad de lo que te dicen. Son mentiras.
—Jared va a odiarme —murmuro contra la almohada.
—Si es un poco listo, no lo hará —suspira y se acurruca a mi lado, pasándome un brazo por encima de los hombros—. Ojalá me hubiera pasado a mí en tu lugar, Brookie.
La miro por encima de la almohada con los ojos hinchados.
—No digas eso.
—No me gusta verte llorando —protesta ella, a su vez—. Se me hace raro. Y las dos sabemos que y no tendría problema en ir a matarlo después de esto.
—No quiero ir a matarlo —mascullo.
—Pues te aseguro que yo sí.
Logra sacarme una pequeña sonrisa.
—¿Quieres que ponga música? —pregunta.
Música = Jared = Brooke llorando más.
Lexi suspira largamente y me da un apretón en el hombro.
—Vale, pues nada de música.
Un buen rato después, sigo en la cama, mirando la pantalla de mi móvil iluminarse cada pocos segundos por mensajes deseándome la maldita muerte. ¿Por qué la gente es así? No leo ninguno, pero sigo mirando la pantalla con los ojos hinchados. Cuando llaman a la puerta, puedo adivinar que es Liam o Sam sin levantar la cabeza cuando Lexi abre y empieza a vociferar:
—¡Menos mal! ¿Has venido a matar a ese capullo?
—¿Dónde está Brooke?
Abro los ojos de golpe. Es Jared.
Oh, mierda.
¿Ha venido a insultarme?
—Ahí. No se ha movido de la cama en un buen rato.
Escucho pasos acercándose y levanto la cabeza, un poco preparada mentalmente para una lluvia de insultos parecidos a los que he recibido de Internet.
Pero no llegan. De hecho, Jared se detiene a mitad de camino al verme y aprieta los labios.
—Joder, Brooke.
Acorta la distancia que hay entre nosotros hasta que se sienta en la cama, a mi lado. Lexi nos mira desde la puerta con sed de sangre. Jared me revisa la cara con los ojos. Y no entiendo nada. ¿No debería estar enfadado?
—Así que solo amenaza pero no hace nada, ¿no? —enarca una ceja.
—Has visto la foto —me empieza a temblar el labio inferior al adivinarlo.
Pues claro que la ha visto. Es imposible que no lo haya hecho. Está por todas partes. Por todas. Cuando veía que alguien recibía mucho odio por Internet, lo leía sin mucho interés. No me puedo creer que afecte tanto. Es horrible. Nunca volveré a leerlo sin interés, te lo aseguro.
—Sí —murmura, confirmando mis sospechas.
—Lo siento mucho —empiezo, lloriqueando—. Lo siento de verdad. Nunca creí...
—No te disculpes por eso.
—No es verdad —le aseguro en voz baja, incorporándome—. Es una foto antigua.
Él sonríe un poco, acariciándome la mejilla con los dedos, que se le humedecen por las lágrimas.
—Lo sé, Brooke.
—Ni siquiera tengo ya esas bragas.
Su sonrisa se amplía, pero es un poco triste cuando me revisa la cara con los ojos, como siempre.
—No necesitas aclarármelo —me asegura en voz baja.
Admito que me alivia oír eso. Y el alivio hace que empiece a llorar otra vez. Porque él es demasiado bueno conmigo cuando acabo de liársela pero bien. Él suspira y me incorpora hasta sentarme. Seguro que estoy hecha un maldito desastre, pero se limita a atraer mi cara hacia su pecho y a abrazarme con fuerza. Dios. Necesitaba ese abrazo. Intento dejar de llorar, pero no puedo. Soy una idiota.
—¿Quién es ese chico? —pregunta, y por el tono de voz formal sé que se lo dice a Lexi.
—El idiota de su exnovio —dice ella—. Lo dejaron hace unos meses. Él le ponía los cuernos.
—Gracias por la discreción —mascullo.
—¿Qué más da a estas alturas? —Lexi pone los ojos en blanco. Lo sé aunque no esté mirando—. Ahora mismo, solo quiero matarlo.
—¿Sabes dónde vive? —pregunta Jared suavemente.
—¡Sí! —le dice Lexi, que de pronto suena entusiasmada—. ¡Puedo enseñártelo si quieres!
Jared me suelta suavemente y me sujeta la cara con una mano. Lo miro, confusa.
—Ahora vuelvo —me dice.
—¿Dónde vas? —lo agarro del brazo. Qué patética soy—. No me dejes sola.
—Tengo que hacer algo —me dice suavemente—. Ahora vuelvo. No te muevas de aquí. Y no hagas caso a ningún mensaje de esos —añade, señalando el móvil con la cabeza.
Me da un beso casto en los labios que me deja pasmada por un instante. Después, se pone de pie y mira a Lexi.
—Vamos.
Y desaparecen sin mí.
Me quedo en la cama durante media hora sin que nadie me diga nada y es la primera vez que me atrevo a mirar mi muñeca, donde el estúpido tatuaje de la estrella me recuerda lo jodidamente estúpida que soy. Lo froto con fuerza, como si eso fuera a borrarlo, pero no es así. Me paso la mano por la cara. Tengo los ojos hinchados. Solo de pensar que Jared me ha visto así, me entran más ganas de llorar.
Tengo el elfo bailarín en el regazo y me contento dándole golpecitos en la cabeza mientras escucho música con los auriculares. Es lo único que puedo hacer ahora mismo, porque me da la sensación de que decir algo por Internet ahora mismo sería un suicidio. De hecho, he lanzado el móvil a un lado y no he vuelto a mirarlo.
Estoy viendo vibrar la cabecita del elfo cuando Lexi abre la puerta de mi habitación con su llave.
—¿Estás mejor? —pregunta, mirándome.
—Sí —le aseguro enseguida, aunque mi voz suena pastosa—. ¿Qué hacíais? ¿Dónde está Jared?
Ella se acerca con una sonrisa.
—Te lo has perdido, Brooke.
—¿El qué? —frunzo un poco el ceño.
—¡A Jed! ¡Y a Nick!
Me quedo mirándola un momento. No me gusta nada esa combinación.
—¿Qué has hecho?
—¡Yo no he hecho nada! Solo... guiarlo.
—¡Lex!
—¡No pasa nada! Hemos ido a su piso. Jed estaba tan furioso... daba miedo. Más que de costumbre, quiero decir. Cuando Nick ha abierto la puerta, me ha preguntado si era él. Le he dicho que sí. Entonces, le ha pedido que sacara su móvil.
—¿Y Nick lo... lo ha hecho?
—¡Claro que lo ha hecho! ¡Estaba aterrado! Normal, yo también lo estaría teniendo un adonis enfadado, y tatuado, y guapo llamando a mi... —hace una pausa, saboreando el momento.
—Lexi —le recuerdo que me estaba contando algo.
—Ah, sí.
Sonríe ampliamente como si fuera a hablarme del tiempo.
—Jed ha agarrado el móvil y, literalmente, se lo ha destrozado en la cara.
Hay momento de silencio. Parece decepcionada cuando no reacciono.
—¿Qué? —pregunto con un hilo de voz.
—Te lo juro. Quedaba solo un trozo de plástico cuando ha terminado. Ha lanzado lo que quedaba de él por la habitación y ha empezado a decirle algo. No sé qué era, la verdad. Estaba ocupada flipando. Nick ha empezado a llorar, ha dicho algo, y nos hemos ido.
—¿Dónde...?
—Jed me ha dicho que subiera. Estaba abajo, llamando a alguien. Dijo que ahora sub...
Se detiene cuando las dos escuchamos a alguien llamando a la puerta. Se le ilumina la mirada.
—¡Voy!
—¡Lexi!
No me hace caso. Va dando saltitos a abrirle la puerta y se la deja abierta antes de desaparecer felizmente a la suya. Jared entra y cierra a su espalda, mirándome como si no acabara de destrozarle el móvil a alguien la cara.
—¿Cómo estás? —pregunta, tan tranquilo.
—Yo...
Me mira con una ceja enarcada cuando ve que me quedo en silencio. Pero no insiste. Solo se acerca y se sienta a mi lado.
—Lexi me ha dicho que le... has hecho daño —murmuro.
Tarda unos segundos en responder.
—Se lo merecía.
Lo miro de reojo. Tiene rabia líquida en los ojos, pero se calma un poco cuando ve lo que tengo en la mano.
—Así que te ha gustado —murmura, dándole un golpecito en la cabeza para que baile—. Había pensado en poner un gorro a Kevin y que bailara para tener nuestro elfo danzarín, pero no era muy bonito pedirle eso en su cumpleaños.
No puedo evitarlo y sonrío un poco, pero la sonrisa no tarda en desaparecer.
—¿No estabas fuera de la ciudad?
—Sí. Hasta que he visto la foto, Brooke. No iba a quedarme de brazos cruzados.
Creo que pretende que sonría con eso, pero trago saliva con fuerza, apartando la mirada.
—Estoy siendo un problema para ti, ¿no? —farfullo.
Él deja de sonreír, sorprendido.
—No digas eso —frunce un poco el ceño.
—Es verdad.
—No, Brooke.
—Todo el mundo ha visto la foto y se creen que tú eres un ingenuo.
—Y cosas peores de ti. Deja de preocuparte por mí.
—Y la prensa empezará a perseguirte.
—Que les den —parece un poco divertido por verme en estado de cavilación.
—Dios —abro los ojos de par en par—. Mis padres lo habrán visto.
—Brooke...
—Y Cassie. Y tu madre. Oh, genial...
—Mi familia sabe perfectamente cómo es la prensa —me asegura en voz baja—. No eres la primera ni la última a la que le pasa algo así en el mundo.
Me tapo la cara con las manos de todas formas. Él suspira y me las quita para que lo mire.
—He hablado con Ally —me dice, sujetándome la cara con una mano—. Va a intentar encontrar a Cris y que arregle todo esto.
—¿Qué? —frunzo el ceño, confusa.
—Olvídate de ese chico. Ya no será un problema. Y Cris se encargará de que no sigan difundiendo la foto.
—¿Puede... hacer eso?
—Tiene un don —asegura él, medio divertido—. No te imaginas cuántas veces han pillado fotos de Kevin desnudo, haciéndolo con alguien, y ha tenido que trabajar duro para quitárselas de encima.
No digo nada, sorprendida.
—¿Sigues pensando en ello? —frunce el ceño.
—No lo sé. Mi mente es un jodido desastre ahora mismo.
—Habla bien.
Entrecierro los ojos, pero no protesto. Ha hecho demasiado por mí en una hora como para protestar por esto.
—Gracias por ayudarme.
Me observa un momento.
—No me las des —murmura, tan serio como siempre.
—Espero que Lexi no te haya mareado mucho por el camino —añado—. Puede ser un poco... intensa... cuando quiere.
—Me cae bien —me asegura—. Y se nota que se preocupa por ti.
—Sí. Nos conocemos desde hace mucho.
—Además —su sonrisa adquiere un matiz burlón—, me ha contado cosas muy interesantes de ti.
Mi expresión relajada se evapora al instante.
—¿Cómo? —mi voz suena aguda—. ¿Qué te ha dicho?
—No te lo diré, obviamente.
—¿Qué te ha dicho? —repito, empujándolo por el hombro.
Él sonríe, divertido.
—No te lo diré —repite.
—¿Te ha dicho algo embarazoso? ¿Es eso? ¡Voy a matarla!
—Relájate —empieza a reírse.
—¡No es gracioso! ¿Qué te ha dicho? —mi ceño sigue fruncido cuando él sigue riéndose—. ¡Jared!
—Solo me ha contado unas cuantas anécdotas del instituto —levanta las manos a modo de rendición, pero parece más divertido que asustado.
Oh, no.
Qué horror.
Me incorporo de golpe y lo miro.
—Dime que no te ha contado lo de Riley —suplico para mis adentros.
Él sigue riéndose de mí. Mierda.
—¡Es que me asusté, por eso le mordí! —intento justificarme torpemente—. Ni siquiera sabía lo que era que te besaran usando la lengua. Como en las películas no sale así...
Jared me mira un momento, sorprendido, y luego estalla en carcajadas. No entiendo nada.
—Bueno, gracias por contármelo —dice, riendo—. Nunca viene mal saber cosas de ti para estar preparado cuando lo intente yo.
—¿Qué? —se me agudiza la voz—. ¿No te lo había contado Lexi?
—No, pero creo que esa ha sido la mejor anécdota con dif... ¡oye!
Le acabo de estampar un cojín en la cara. Él lo aparta, sorprendido y divertido.
—¡Has dejado que te lo cuente! —vuelvo a intentar darle y me quita el cojín para lanzarlo al suelo.
—¡Lo has hecho porque has querido!
Intento agarrar otro cojín y él me atrapa el brazo. Empezamos a forcejear mientras él se ríe de mi ridícula fuerza bruta. Creo que yo también estoy sonriendo. Intento liberar mis manos y él me da la vuelta, quedando boca arriba.
Y ahí está él, suspendido sobre mí con una sonrisa malvada. Sus rodillas y las mías, las caderas, el pecho... todo está unido. Y sigue sujetando mis muñecas a ambos lados de mi cabeza.
—Mucho mejor —comenta, tan tranquilo, mientras yo entro en colapso.
Yo ya no puedo sonreír. Mi cuerpo es demasiado consciente de la poca ropa que llevo encima. Y de lo cerca que está de mí. Se mueve un poco y contengo la respiración.
Ahora, él también ha dejado de sonreír. De hecho, ha adoptado la misma expresión que solía adoptar cuando venía a mi habitación hace unas semanas. Clava la mirada en mis labios cuando los entreabro. Quiere besarme. Y yo quiero besarlo a él. Oh, no.
Pero, no puedo soportar volver a empezar esto sin que termine en nada. No. No puedo. Lo empujo ligeramente por el pecho con el brazo y él se aparta tras dudarlo unos segundos. Necesito salir de esa cama. En cuanto puedo, me pongo de pie y le doy la espalda, clavando los ojos en la ventana.
No puedo dejar que vuelva a enredarme en esto.
—¿Qué hay de lo que me dijiste el otro día? —pregunto lentamente, sin mirarlo—. Lo de que no quieres estar conmigo.
Me doy la vuelta cuando él tarda unos preciosos segundos en responder. Sigue sentado en mi cama, mirándome. Yo memorizo cada facción de su cara. Es tan atractivo que duele. Y no puedo soportar que vuelva a hacerme esto.
—¿Ya no lo piensas? —inquiero, un poco nerviosa.
—Sí —murmura, y su mirada decae un poco—. Sigo pensándolo.
Noto el nudo en mi garganta cuando aparto los ojos a cualquier cosa que no sea él. La clavo en la ventana otra vez.
—Brooke... —me estremezco cuando noto que se ha puesto de pie y se ha acercado.
—No quiero volver a empezar todo esta mierda si vas a volver a dejarme en dos semanas.
—Habla bien.
—No quiero hablar bien. Quiero que me digas si esto va a ser diferente de algún modo. O si vas a volver a irte de repente.
Ya está. Ya lo he soltado. Siento que mi pecho se deshincha. Y él pone una mano en mi cuello, haciendo que toda mi seguridad se evapore. Asciende lentamente hacia mi mandíbula y la recorre. Intento no mostrar ningún tipo de reacción cuando me acaricia el labio inferior con el pulgar. Ya estoy ardiendo. Y ni siquiera me ha besado.
—No es tan sencillo como eso.
—¿No me echabas de menos?
—Sí.
—¿Y por qué...? ¿Por qué tienes que hacer las cosas tan complicadas?
—Tengo un don para joderlo todo —levanta los ojos de mis labios hasta clavarlos en los míos—. No quiero joderte a ti.
—Ni siquiera te has dado la oportunidad de hacerlo —murmuro de mal humor.
Y ya no puedo más. Mi filtro cerebro-boca ha desaparecido por completo. Quiero estar con él. Aunque no sea oficial. Aunque sea a su ritmo. Necesito estar con él. Y me aterra lo mucho que lo necesito. Y que no poder hacerlo me duela tanto.
—No quiero que te vayas —murmuro—. Pero no voy a dejar que te quedes si sigues haciendo lo que has hecho hasta ahora.
—No quiero irme —me asegura en voz baja, todavía con su mano en mi hombro.
—Prométeme que no volverás a hacerlo.
—Brooke, no puedo...
—No como la última vez —recalco—. No vuelvas a dejarme así. Nunca. Promételo.
Él sonríe un poco triste.
—Yo no lo haré —me asegura en voz baja.
—¿Y eso qué quiere decir?
Niega con la cabeza, clavando la mirada en su pulgar, que traza círculos en mi mandíbula. Casi... casi parece triste.
—No soy yo quien romperá el corazón del otro aquí, Brooke. Algún día, serás tú quien me deje.
—No es verdad —en ningún maldito universo sería capaz de hacerlo. Estoy tan segura de ello que me abruma.
—Te prometo que no volveré a dejarte de esa forma —repite mis palabras, volviendo a mirarme a los ojos.
Entonces, como si no acabáramos de decir eso, esboza media sonrisa.
—Ahora que lo pienso, creo que me debes una lista de reproducción. Y cuatro preguntas.
—P-pero...
¿En qué momento hemos vuelto a eso? Me cuesta mucho seguirle el ritmo. Me encojo cuando agarra mis auriculares de la cama.
—No tan rápido —se los quito y los abrazo contra mi pecho.
—¿Sabes? Escondiéndolos ahí, solo haces que quiera atraparlos más.
Intento evitar ponerme roja con todas mis fuerzas. No lo consigo.
—Yo también tengo preguntas que hacerte.
—Ese no era el trato, Rudolph.
—¿Qué...? ¡Dijiste que no me llamarías así!
—Y tú dijiste que me dejarías ver eso cuando terminara. Pero, como acabas de dejar claro que en este juego no hay reglas...
—No quiero enseñarte la lista —protesto.
—Qué pena que haya ganado el reto, entonces.
—¡No creí que fueras a comprarme... un tanga! ¡O a encontrar un elfo danzarín!
—Sigues debiéndome una lista de reproducción.
—Vale, pero... no quiero enseñártela aquí.
Él ladea la cabeza, curioso.
—Muy bien, ¿dónde?
—En... ningún lugar. Solo... eh... te la mandaré cuando no estés conmigo.
—¿Te da vergüenza? —la idea parece divertirle
—¡No!
—Yo creo que sí.
—No, ¿vale? Y no me cambies de tema. Estábamos hablando de que quiero hacerte una pregunta. Y, antes, me has cambiado también de tema.
—Sé lo que vas a preguntarme —de pronto, su sonrisa decae un poco.
—Pero... la respuesta va a ser distinta esta vez, ¿no? —quiero saber.
Por su mirada, sé que no será así. Se me cae el alma a los pies y dejo los auriculares a un lado, enfadada.
—¿En serio?
—Brooke...
—Has estado viniendo aquí por una semana y no ha servido de nada, ¿no?
—No es...
—No, no empieces —suspiro y aparto la mirada—. Es tarde. ¿No tienes que irte todavía a donde sea que te vas siempre?
No sé si se merece esto después de haberme ayudado con lo de Nick, pero no puedo evitarlo.
Noto que tiene los ojos clavados en mí cuando me giro hacia la ventana, cruzándome de brazos. Me irrita que, siempre que creo que empiezo a avanzar un poco, me devuelva a la realidad. Una realidad en la que no quiere decirme nada. Y parece que la cosa no va a cambiar en un futuro cercano.
—Hoy no tengo que irme a ninguna parte —me dice en voz baja.
—Eso dices ahora. Dentro de un rato, empezará a sonarte el móvil y...
—Brooke...
—...tendrás que irte justo cuando yo crea que...
—Brooke, escucha...
—...empiezo a entenderte. Siempre haces lo mismo. Después, desaparecerás durante una jodida sem...
—Te acabo de decir que no tengo que irme y he venido por una semana. ¿No te deja eso claro lo que quiero hacer?
—¿Y qué quieres hacer? —pregunto, enfadada—. ¿Seguir con este... estúpido juego?
—No es un juego para mí.
—¡Claro que lo es, tuviste que esperar a que te dijera que me gustas para marcharte, y lo peor es que estoy segura de que volverías a hacerlo! —cuando no recibo respuesta, niego con la cabeza—. No me puedo creer que sea tan idiota como para seguir cayendo en esto.
—Brooke...
—No, ni me hables. Quiero que te vayas.
—No quiero irme así.
—¡Y yo no quiero que sigas quedándote sin decirme por qué...!
—Estoy enfermo, Brooke.
Silencio.
Durante un momento, me quedo mirando la ventana fijamente, dejando que la frase flote entre nosotros.
Mis brazos caen inertes a ambos lados de mi cuerpo cuando me doy la vuelta lentamente. Está de pie detrás de mí, mirándome.
—¿Enfermo? —repito lentamente.
Su mirada ya no es fría, como de costumbre. Tampoco brilla por malicia o diversión. Ahora... parece vulnerable. Nunca me ha mirado así.
Y yo no sé ni qué pensar. Mi mente se ha quedado en blanco.
—¿Enfermo... como... físicamente...? —lo reviso con los ojos rápidamente. No veo nada fuera de lo normal.
—No —niega con la cabeza tristemente—. No físicamente. Mentalmente.
Vuelvo a levantar los ojos a los suyos. Él sigue observándome fijamente, esperando una reacción que no llega. Estoy en shock. No entiendo lo que quiere decirme.
—¿Qué...? —no sé ni por dónde empezar—. ¿Tienes... estrés o...?
—No —esboza una sonrisa un poco triste—. No. Algo bastante peor.
Aparta la mirada un momento, apretando la mandíbula.
—Quiero que me contestes a una pregunta. Una de las cuatro que no puedes evitar. Y tienes que ser sincera —murmura, volviendo a clavar los ojos en mí, muy serio.
¿Ahora? ¿En serio? Creo que ni mi corazón está latiendo. No puedo responder a nada. No puedo ni pensar.
—Necesito que seas sincera —repite.
—Lo... lo seré —murmuro casi sin ser consciente de esto.
—Todavía estás a tiempo a decir que no quieres oírlo —dice lentamente—. Puedo recoger mis cosas. Y marcharme. Y no volveré a decirte nada. Esta vez, no volveré a molestarte. Tienes mi palabra.
Empiezo a negar con la cabeza, pero me detiene al seguir hablando.
—No quiero que te sientas obligada a... quedarte conmigo. Por saberlo.
—¿Cuál es la pregunta, Jared? —sueno sorprendentemente segura.
Él mira mis labios un momento antes de volver a centrarse.
—¿Estás segura de que quieres saberlo?
—No puede ser tan horrible.
—No es cuestión de que sea horrible o no —murmura.
Lo observo unos segundos antes de asentir con la cabeza.
—Q-quiero saberlo —digo en voz baja. Aunque ya no estoy tan segura. Me está asustando.
Él me observa unos segundos. Su mirada se funde en la mía y puedo ver su propio miedo a que haya mentido.
Trago saliva cuando veo que empieza a hablar.
—-¿Has oído hablar del trastorno bipolar alguna vez, Brooke?
Bipolar. La palabra rebota en mi mente. He oído hablar de eso en algún punto de mi vida. Incluso me lo han llamado alguna vez en medio de una broma cuando cambiaba de humor muy rápido. Bipolar. Eso es... serio. No necesito conocerlo para saberlo. Solo con ver su expresión es evidente.
Intento hablar. Estoy muy tensa.
—Un... un poco —susurro.
—¿Sabes lo que es? —su voz suena muy calmada.
—Yo... no demasiado.
Sigue mirándome fijamente y yo no soy capaz de apartar los ojos, pero por algún motivo se me forma un nudo en la garganta.
—No puedo controlar mi estado de ánimo —me dice lentamente—. No puedo evitar ir de un extremo a otro. De la felicidad a la tristeza. Sin punto medio. Es como una puta montaña rusa sin frenos. Y nunca he aprendido a controlarla. Soy incapaz. Puedo pasarme semanas en lo más alto para caer en picado en menos de un minuto.
Tardo unos segundos en responder. Tengo la boca seca.
—Tus... tus ojos... —empiezo.
—Sí, era por eso —murmura—. Da la impresión de que se oscurecen cuando estoy en una fase maníaca o cerca de ella porque se me dilatan las pupilas por la adrenalina. Pero no llegan a oscurecerse de verdad.
—¿U-una fase maníaca? —me suena como si me hablara en otro idioma.
—Es uno de los extremos. Nunca he llegado a él del todo. Cuando me viste con los ojos oscuros, estaba en hipomanía.
Hipomanía, fase maníaca... ¿de qué está hablando? ¿Y por qué estoy temblando?
—¿Q-qué es eso?
—Cuando estoy llegando a lo más alto. Y mi cerebro es un maldito hervidero de ideas. No puedo pensar, no puedo controlarme, hablo atropelladamente, tengo mil ideas... y estoy muy cabreado o muy contento. No puedo dormir o dejar de comer. Es como si estuviera dopado. Es la peor fase para mí. Algunas veces... yo... a veces no recuerdo lo que he hecho durante esos episodios.
Hace una pausa y me mira.
—Y... joder, créeme que me cuesta controlarme. Especialmente si tengo un aliciente. Algo que quiera hacer con muchas ganas. En una de mis primeras fases, me gasté casi dos mil dólares en una guitarra. No puedo controlarlo. Mi hermana ni siquiera me creía cuando le dije que no había intentado nada al dormir conmigo durante ese episodio. Y más de una vez. No sé ni cómo lo conseguí, Brooke. No te imaginas las ganas que tenía de tocarte.
Mi boca se entreabre. Creo que mi corazón ha dado un brinco y empiezo a reaccionar.
—¿Y por qué no lo hiciste? —pregunto en voz baja—. No fue la única vez que no hiciste nada, Jared. Las otras.. eh... veces... tus ojos estaban bien.
—Lo sé —sonríe un poco—. Cuando te conocí, era lo que quería, te lo aseguro. Solo verte hacía que... bueno, ya puedes imaginarlo. Admito que las primeras veces que hablé contigo... todo estaba encaminado a que tú terminaras en mi cama.
—Pero eso no pasó —digo en voz baja.
—No, no pasó —la sonrisa desaparece gradualmente—. Pensé que tú querías lo mismo que yo. Después de todo, la forma en que me mirabas, la forma en que dejabas que te tocara... pero, entonces, me contaste lo que te había pasado con ese chico. Con el del tatuaje de tu muñeca. Y supe que no podía hacerte eso. No podía utilizarte para mi propia satisfacción.
»Intenté alejarme de ti muchas veces, Brooke. Cada vez que te veía, me sentía tan acelerado como me siento justo antes de un episodio y sabía que era cuestión de tiempo que tuviera uno. No puedo controlarlos. Y no quería estar a tu alrededor si eso pasaba, soy demasiado impulsivo. Así que me alejaba por unos cuantos días para intentar evitarlo, pero... no podía evitar volver a intentar llamarte. O mandarte un mensaje. En realidad, creo que tenía la esperanza de que no me respondieras.
»Pero... tú me respondías. Siempre. Y, sí, te enfadabas conmigo, pero seguías respondiendo. Y no podía entenderlo, pero... creo que lo acepté. Y empecé a querer que siguieras respondiendo, así que seguí hablando contigo. Y me dejé llevar hasta cierto punto. Para que no se saliera de mi control. Quería estar contigo, pero no quería hacer nada hasta que supieras la verdad.
»Así que me propuse acercarte a mí y... Mira, sé que es jodidamente egoísta, pero quería que te gustara tanto que no pudieras salir corriendo cuando te enteraras de que solo... de que solo soy un puto enfermo. Así que te mantuve a mi alrededor. Y empecé a cruzar límites que no había cruzado en nadie. Como llevarte a un ensayo, verme contigo en público... cosas que no podía evitar hacer. Y seguí contigo. Seguí besándote, visitándote... hasta que ya no pude evitarlo y tuve un episodio.
»No recuerdo del todo lo que pasó antes. Recuerdo el karaoke. Recuerdo besarte en ese bar porque luego vi lo vi en la portada de esa revista. Recuerdo que tenías los labios rojos y estabas jodidamente perfecta. Y también a Cris y a Ally advirtiéndome que me controlara porque habían visto mis ojos.
»También recuerdo vagamente lo que pasó después. Te tenía muchas ganas, Brooke. Creo que ni siquiera te haces una idea. Nunca me había sentido así. Te... recuerdo en mi cama. Y créeme que yo estaba dispuesto a hacer todo lo que me pidieras. Pero... vi el tatuaje de tu muñeca cuando acercarte tu mano a mi mejilla y recordé lo que me había prometido. No podía hacer eso contigo de esa forma. Necesitaba... tener la certeza de que me acordaría de todo lo que pasara. No es algo de lo que me quiera olvidar por culpa de un episodio. Y quería hacerlo cuando supiera que tú estabas segura de que también querías aun sabiendo la verdad.
»Entonces, tú... te quedaste. Sabía que cualquier otra persona se hubiera marchado. Pero te quedaste. Y dormiste conmigo. Me acuerdo de que no pude dormir. Apenas duermo en los episodios, pero créeme que verte dormir es de las cosas más relajantes que he hecho en mi vida.
Hace una pausa, sonriendo un poco. Mi cuerpo entero se reactiva cuando se inclina y me pone una mano en la mejilla, apartando un mechón de pelo. Sigue el proceso de sus dedos al colocarlo tras mi oreja y dejar su mano en mi nuca.
—Y, de repente, me dijiste que te gustaba —añade en voz baja—. El objetivo de todo eso había sido gustarte, pero... cuando lo conseguí, me sentí como la peor mierda de este mundo. No quería gustarte sin que supieras lo que estaba pasando de verdad. No quería atarte de esa forma. Ha habido demasiadas personas en mi vida que ha sufrido por mi culpa y no quería que tú fueras una de ellas. Necesitaba que te separaras de mí. Por eso te dije que no quería lo mismo que tú, que solo te quería para echar un polvo.
»Para entonces ya no estaba en fase de hipomanía. Mi hermana me obligó a volver a mi medicación, pero ese es otro tema. Fue como si pudiera verlo todo con claridad de nuevo. Y ver... lo frustrada que estabas conmigo por no entender nada. Y no me atreví a contártelo. Así que me alejé para recuperarme y, al volver, te dije lo que tenía que decirte si quería que todo esto terminara bien para ti.
Hace otra pausa y mueve su mano. Sus ojos se detienen en mis labios, al igual que su pulgar, que dibuja lentamente el inferior.
—Pero... no soporto verte sin poder tocarte, Brooke. No soporto que me mires con enfado. No soporto verte con otro, como en la fiesta de la otra noche. Y no soporto no poder decirte la verdad por miedo a que te vayas corriendo. Es... incluso doloroso. En la fiesta... creí que podría controlarme si intentaba fijarme en cualquier otra, pero es inútil. No consigo sacarte de mi cabeza. Y, honestamente, a estas alturas, dudo que consiga hacerlo del todo algún día.
Deja de hablar cuando sube sus ojos a los míos.
—Así que he decidido dejarte a ti tomar esa decisión—quita su mano de encima de mí y me siento vacía al instante, deseando que la devuelva—. Ahora ya lo sabes. Ya puedes decidir qué quieres hacer.
Sé que está esperando una respuesta cuando me mira fijamente, pero no soy capaz de dársela. No soy capaz ni de hablar. Parpadeo varias veces, intentando volver a la realidad.
—No te culparé si quieres que me vaya —añade—. Te lo prometo.
—¿Por qué sigues creyendo que quiero que te vayas? —pregunto en voz baja.
—Porque he conocido a demasiada gente en mi vida que lo ha hecho —sonríe un poco sin que llegue a sus ojos.
Lo observo en silencio y empiezo a negar con la cabeza.
—Podrías habérmelo dicho antes, Jared —digo suavemente.
—No. No es lo mismo una vez la gente lo sabe. Ya no te ven a ti. Ven tu enfermedad. Es como si dejaras de ser tú para convertirte en... una especie de idiota con el que ir con cuidado. No quiero eso contigo. No quiero que las cosas cambien. No entre nosotros.
Cierro los ojos un momento. Sé que me mira en busca de una respuesta. Y me sorprende la seguridad con que consigo sacarla.
—Gracias por contármelo —murmuro.
Él aprieta un poco los labios cuando ve que mi tono de voz se ha vuelto un poco más frío y evito su mirada. Cierra los ojos un momento y suspira.
—¿Quieres que me vaya? —pregunta, al final, mirándome.
Conecto mis ojos a los suyos y trago saliva con fuerza. Él sigue esperando mi respuesta, y por su expresión me imagino cuál cree que será.
Doy un paso adelante, probándolo. No se mueve, pero parece confuso. Doy otro, cerrando la distancia entre nosotros. Él no se mueve, pero noto que se le tensan los músculos cuando me acerco y le pongo una mano en la mejilla. La bajo lentamente por su cuello y juro que puedo sentir su corazón latiendo con fuerza cuando la dejo en su hombro.
Entonces, cierro completamente la distancia y me pongo de puntillas para besarlo en los labios. Dios, hacía mucho que no lo besaba yo a él. Se siente casi como si me dieran la bienvenida a casa de nuevo. Cierro los ojos y le coloco la otra mano en la nuca, atrayéndolo hacia mí cuando abro los labios sobre los suyos, intentando recibir una respuesta.
Y, entonces, noto que por fin reacciona y me coloca una mano en la parte baja de la espalda, tirando de mí hasta que me deja pegada a su cuerpo. Cuando él toma el relevo del beso, mi cuerpo entero vuelve a la vida. Mi corazón empieza a aporrear mi pecho y mi sistema nervioso empieza a mandar descargas eléctricas por todo mi cuerpo, especialmente en las puntas de mis dedos y mi estómago.
Él coloca su otra mano en mi nuca para agarrarme el pelo en un puño cuando me sujeto con ambas manos de la parte de la camiseta que cubre su estómago, medio mareada. Aplasta sus labios contra los míos y yo me arqueo hacia delante, pegando mi pecho al suyo. Puedo sentir su corazón sobre el mío, y eso hace que se retuerza el estómago con unas mariposillas que hacía tiempo que no me visitaban
Contengo la respiración al empujarme ligeramente hacia atrás, haciendo que apoye la espalda en la pared. Suelto todo el aire de golpe cuando me mantiene sujeta contra ella, bajando los labios hacia mi mandíbula. Hundo una mano en su nuca. Le arde la piel.
—No te vayas —murmuro.
Él se detiene un momento y noto que sus hombros se relajan cuando pasa la nariz desde debajo de mi oreja hasta mi hombro, respirando hondo.
—Es lo último que quiero hacer en el mundo —me asegura en voz baja.
Le obligo a levantar la cabeza hacia mí para mirarme y trago saliva.
—Como me vuelvas a dejar a medias...
Él esboza una sonrisa socarrona. Tiene los labios hinchados por el beso de antes. Como si adivinara mi pensamiento, baja los ojos a los míos.
—No estaba entre mis planes —me asegura en un tono de voz más ronco.
Creo que eso ha llegado a zonas que no sabía ni qué existían.
Veo que su actitud ha cambiado un poco. Antes, me besaba como si hubiera estado esperando años para hacerlo. Ahora, me dedica una mirada que juro que habría fundido el polo norte. Noto que me derrito delante de él.
—¿Cómo te gusta, Brooke? —me pregunta en voz demasiado baja, demasiado ronca.
No sé qué decir. No sé ni qué me pregunta exactamente. O no quiero saberlo.
—¿Suave? —pregunta.
Mi estómago se contrae cuando pasa un dedo por toda mi columna vertebral hasta llegar al borde de mis pantalones. Sus ojos siguen fijos en los míos.
—¿O duro?
Creo que he soltado un jadeo cuando me ha agarrado el culo con una mano bruscamente. No puedo oírlo. Mi mente está demasiado nublada. Y solo puedo oír mi propio corazón latiéndome con fuerza en mis oídos.
—Voy a necesitar que seas un poco más comunicativa —me dice, esbozando una sonrisa malvada.
Habría dicho algo —o lo habría intentado—, pero se inclina hacia delante y me atrapa la boca otra vez, haciendo que cierre los ojos y me deje llevar. Aumenta la intensidad pegándome contra la pared cuando me agarro al borde de sus pantalones con fuerza.
Noto que una de sus manos baja lentamente hasta toparse con el borde de mi camiseta y contengo la respiración cuando recuerdo que no llevo sujetador. Tira lentamente hacia arriba y se separa lo justo para arrancármela. Vuelve a pegarse a mí y siento mis pechos ahora desnudos contra su camiseta, cosa que hace que se me erice la piel.
La misma mano que me ha quitado la camiseta se detiene en mi cadera y sube lentamente. Creo que me va a dar un infarto cuando me sujeta un pecho con la mano. Ahora, junto a su mano, me parece ridículamente pequeño. Pero no a él. Me duelen. Me duelen mucho y sé que no es porque me esté tratando mal, sino al contrario. Porque quiero que siga haciendo lo que hace. Hace círculos con el pulgar demasiado cerca y demasiado suavemente de la punta de este. Me inclino hacia delante con urgencia, pero no escucha a mis súplicas y hace exactamente lo mismo con el otro, apenas usando presión.
—Todavía no me has respondido —me recuerda, separándose para mirarme, pero su mano sigue en mi pecho dolorido.
—Yo... no... Jared...
—¿Suave...?
Contengo la respiración cuando su pulgar sigue haciendo exactamente lo mismo, solo que más cerca de mi pezón.
—¿...o duro?
Creo que me he quedado sin aire cuando agarra bruscamente ambos pechos con una mano y se inclina hacia delante, metiéndose los extremos de ambos en la boca. Menos mal que estoy apoyada en una pared. Estoy segura de que me habría caído de no haber sido así. Y siento partes de mí que están palpitando demasiado. Sé lo que significa esto. Y apenas me ha tocado.
No espera respuesta. Dobla lentamente las rodillas, soltando mis pechos para bajar con sus manos por mis caderas. Sin embargo, cuando una rodilla toca el suelo, su boca no se ha alejado de ellos. Noto que me mira fijamente cuando se vuelve a meter un pezón en la boca.
Vale, es un chico de bubis. Nota para el futuro.
—¿Quieres que vuelva a preguntarlo? —inquiere contra mi piel, acariciándomela con los labios.
Trago saliva y sonríe cuando ve que asiento con la cabeza como puedo.
—Sí, pienso lo mismo.
Sus dedos bajan por mis caderas y no se detienen al tocar mis pantalones. A medida que bajan por mis piernas, se los llevan con ellos. Cuando tocan el suelo, lo ayudo a quitármelos y me quedo solo en bragas. Nunca me había molestado tanto llevarlas como cuando vuelve a atacar mi pecho —esta vez, el otro— y noto que sube la mano lentamente por mi pierna. No se detiene hasta llegar al borde de mis bragas. Ahí, baja un poco hasta el interior de mi muslo y me separa un poco las rodillas.
Deja en paz la mitad superior de mi pecho y no puedo evitar hundir la mano en su pelo cuando noto la punta de su nariz rozándome el borde de las bragas con una lentitud que me está empezando a parecer tortuosa. Se detiene justo donde sé que está el tatuaje de la rosa y noto que inspira bruscamente.
—He esperado mucho para hacer esto, Brooke —dice en voz baja.
Bajo la mirada y veo que la recorre con los labios, bajándome un lado de las bragas por unos centímetros para poder recorrerla entera. Se me eriza la piel cuando hace lo mismo con la punta de la lengua.
Y, sin más, se pone de pie, me agarra de la cintura con un brazo y me deja caer en la cama. Aparta de malas maneras pobre elfo y la cama se hunde bajo su peso cuando se queda suspendido por encima de mí, con observándome con esa misma mirada que ha usado desde que la primera noche. Por impulso, estiro las manos y agarro el borde de su camiseta, tirando hacia arriba. Deja que se la quita sin dejar de mirarme y me quedo sentada mientras él se queda de rodillas, con una apoyada en cada lado de mi cadera. Cuando me deshago de su camiseta, tengo la piel de su estómago delante la cara y me envalentono.
Noto que contiene la respiración cuando me inclino y le paso los labios por encima del estómago desnudo de tatuajes, acariciándole la espalda con las puntas de mis dedos. Clavo la otra mano en su muslo porque necesito sujetarme a alguna parte. Lo miro de reojo y veo que ya no tiene tantas ganas de sonreír cuando bajo mis besos hasta llegar al borde de sus pantalones. Puedo sentir el bulto hinchándose.
—¿Suave o duro, Jared? —pregunto, sonriendo un poco contra su estómago.
Este se sacude un poco cuando me dedica una risa suave. Sin embargo, la risa desaparece cuando deshago su cinturón, besándole suavemente el borde del pantalón. Me pasa una mano por el pelo para apartármelo de la cara y dejarlo caer por mi espalda. Bajo sus pantalones. No me creo que esté llevando la iniciativa. Nunca lo había hecho. Ni con Nick. Con nadie. Pero no puedo evitarlo. Necesito tocarlo, besarlo... lo necesito a él.
De hecho, es lo único en lo que puedo pensar. No sé ni cómo me llamo.
—Brooke —murmura, casi como si quisiera recordármelo, cuando lo dejo solo en bóxers y veo que él está sintiendo exactamente lo mismo que yo—. Créeme, me encantaría que siguieras con eso, pero no quiero correrme tan rápido la primera vez.
Hago un ademán de bajar la mano, sin escucharlo, y él la atrapa. Un segundo más tarde, está encima de mí. Esta vez, tiene su peso apoyado en mi cuerpo. Contengo la respiración cuando suelta mi mano y, sin dejar de mirarme, me baja las bragas de un tirón. Hunde la cara en mi cuello cuando me acaricia la zona ahora desnuda con la palma de la mano. Eso manda un espasmo por todo mi cuerpo, como si lo hubiera estado esperando por siglos. Mis piernas se tensan y las hubiera cerrado de no haber sido porque chocan con sus caderas, que aprieto con fuerza.
Dios, solo me ha tocado con la palma y ya estoy a punto, ¿qué me pasa?
Noto sus dedos en mi cuello cuando, sin poder más, se quita el bóxer y lo lanza al suelo. Trago saliva cuando se incorpora un poco para mirarme. Oh, no. La siento, caliente e hinchada contra mi sexo. Clavo la mano irremediablemente en su muñeca cuando la frota lentamente contra mí. Cuando ve que mi pecho se contrae, vuelve a hacerlo. Dos, tres veces más. Y ya siento el gusanillo frío bajándome por la espalda, las piernas tensándose y mi cerebro quedándose en blanco.
Y, sí, eso es todo lo que necesita hacer para que me corra.
Me empiezan a temblar las piernas y el estómago incontrolablemente y él clava una mano en mi cadera, volviendo a frotarse contra mí con más fuerza. Me encojo, arqueando la espalda, y me tapo la boca. Sigo siendo consciente de mis vecinas, a las que ahora mismo odio con todas mis fuerzas.
Apenas un segundo más tarde, él clava los codos a ambos lados de mi cuerpo y, de una estocada, está dentro de mí. Hunde la cabeza en mi cuello, sin moverse, y yo pongo una mano en su nuca inconscientemente, aunque no me he recuperado todavía.
—He querido tocarte por demasiado tiempo, Rocky —murmura en voz baja.
Pasa una de sus manos por encima de mis pechos, frotándolos con fuerza, cuando empieza a moverse y siento que todos mis músculos se ajustan a él, que baja la cabeza y se vuelve a meter un pezón en la boca. Yo intento mover las caderas para que aumente el ritmo, pero no lo hace. Y me estoy volviendo loca. Apenas han pasado dos minutos y ya estoy lista otra vez. Solo necesito que aumente el ritmo. Y él lo sabe. ¡Y no lo hace!
—No tan rápido, Brooke —me dice, incorporándose—. Quiero disfrutar de esto.
Noto que me aprieta las caderas cuando se da la vuelta y me deja encima de él. Ha salido de mí y me guía para que haga lo mismo que antes, frotarme. ¿Por qué solo hacer eso me excita tanto? ¿Por qué le hecho de que me esté guiando lo hace? Le sigo el ritmo hasta que no puedo soportarlo más y vuelvo a colocarme, sentándome de golpe. Veo que él echa la cabeza hacia atrás y cierra los ojos. Sus dedos me aprietan las caderas con fuerza cuando empiezo a moverme. Más y más. No puedo evitarlo. Necesito seguir.
Apoyo una mano en su pecho y creo que le clavo las uñas, pero no se queja. Al contrario. Sube las manos por mi estómago y vuelve a apretarme los pechos con los dedos mientras yo aumento el ritmo. Mi inclino hacia delante irremediablemente cuando noto el el gusanito bajándome por la espalda otra vez y cierro los ojos cuando él pone su mano en mi pobre y maltratada entrepierna, ayudándome a llegar.
Apenas siento que sus dedos me rozan ahí, ya no puedo más y exploto otra vez, sujetándome con fuerza de su muñeca y su pecho. Él sigue con su trabajo mientras yo tiemblo e intento no gritar con todas mis fuerzas. Entonces, noto el líquido caliente dentro y él me aprieta el culo con fuerza, soltando un jadeo.
Durante un momento, ninguno dice nada. Mi cabeza da vueltas. Todavía estoy sentada sobre él. Todavía lo tengo dentro. Me pongo de rodillas para salir de él y me dejo caer hacia delante, sobre él. Jared me rodea con los brazos al instante. Tengo su corazón bajo la mejilla.
—Jo...
—...der.
Sonrío contra su pecho antes de incorporarme y mirarlo.
—¿Por qué has tenido que hacerte el estrecho por tanto tiempo? —protesto. Dios, mi voz suena agotada—. Te das cuenta de que podríamos haber hecho antes, ¿no?
Él se ríe suavemente, haciendo que su pecho vibre debajo de mí. Me arrastra hacia arriba hasta que mi cara queda delante de la suya.
—Ha valido la pena la espera.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top