Capítulo XVII
Mini-maratón 1/2
XVII - TONTERÍA
El día después de la fiesta, estoy abrazándome a mi abrigo en la habitación. Por alguna razón, el destino ha decidido cargarse la calefacción justo cuando ha bajado la temperatura radicalmente. Y me estoy congelando. Oh, y claro, me he resfriado. Qué asco.
Me meto bajo el edredón, pasando las fotos que quiero editar. Estiro el brazo para agarrar el pañuelo y froto la nariz pasando más fotos. Lo que me faltaba ya en la vida, estar enferma. Si es que soy taaaan afortunada.
De pronto, me paro en una en seco, dejando de sacarme los mocos.
Es una de las dos que le hice a Jared en su habitación. Me quedo mirándola un momento. El encuadre es perfecto. Y la luz. Lo dejó sumido en la oscuridad a excepción de la guitarra, sus manos, y su cabeza girada hacia la ventana, de donde provenía la poca luz filtrada. Me muerdo el labio inferior y hago una copia para poder editarla un poco. No pasa nada por jugar un poco con ella, ¿no? No es como si fuera a publicarla en ningún lado. No tiene por qué enterarse nadie.
Me pongo de fondo Welcome to love, de Young Ejecta. Va perfecta con mi estado de ánimo.
Pruebo filtros, iluminación, contraste... todo. Mientras toso contra mi mano. Ugh. Me duele la garganta.
Tell me if it is...
Happy now with dinner...
You just microwave it.
Qué buenas metáforas tiene esto. Jared es el señor microwave it.
Por otro lado, me da la sensación de que la foto no empeora por mucho que la edito. Al contrario: mejora.
Once was enough...
Yo no tuve ni una vez. Es así de triste.
I'm such an idiot.
Eso es verdad.
Por cierto, tengo más de cincuenta títulos en la cabeza solo para esa foto. Es muy buena. Las cosas como son.
Feel too much...
Sí, joder, demasiado.
You don't love anyone.
Estúpido Jared.
En realidad, es un buen modelo... aunque es algo que no tengo planeado decirle jamás.
Once was enough...
I'm a goddamn idiot.
Vale, tengo que quitar esto. Me está deprimiendo.
Me quito los auriculares cuando me parece oír algo. Vale, sí, están llamando a la puerta. Me pongo de pie, envolviéndome en mi jersey grueso, y me quedo mirando un momento al espejo antes de abrir. Tengo la nariz roja y los labios pálidos del resfriado. Genial. Ideal para impresionar.
Me estoy abrazando a mí misma cuando me quedo mirando un pecho demasiado conocido. Levanto los ojos a los suyos al instante, que están entre un verde y azul estúpidamente precioso.
Y yo estoy estúpidamente resfriada y fea.
Estúpido Jared. ¿No tenía otro momento de mi vida para aparecer que cuando estoy resfriada?
—Hola —sonríe él de lado.
Oh, no, ya empezamos de nuevo con las sonrisas. ¿Por qué sigue afectándome tanto?
—Eh... hola —murmuro, viendo como sus ojos vagan un momento por toda mi santa anatomía antes de volver a los míos, ¿por qué siempre hace eso cuando me ve?—. ¿Qué haces aquí?
—Lexi me ha dicho que estás enferma —sonríe.
—¿Qué...? —me quedo pasmada—. ¿Lexi? ¿Mi amiga Lexi?
—¿Conoces alguna otra?
—Pero... ¿cómo...?
—La he visto esta mañana en el ensayo con Kevin —su sonrisa se vuelve divertida—. Parece que para ellos la fiesta fue bastante más interesante que para nosotros.
Así que Lexi y Kevin vuelven a tener algo raro entre manos... A ver cuánto dura. Seguro que menos de dos semanas, conociéndolos. En fin... es mejor así. No quiero que ese idiota rompa el corazón a mi amiga.
Y es entonces, en medio de esta reflexión, que me doy cuenta de que Jared tiene una mano en su espalda, pero no me la enseña.
—¿Qué escondes? —pregunto, curiosa, intentando asomarme. Él se mueve estratégicamente para que no pueda verlo.
—¿Puedo pasar? —inquiere.
—¿Desde cuando me pides permiso para pasar? —pregunto, sorprendida.
—Primera normal en el manual de reconquista del principiante: pide permiso para entrar en la habitación de tu objetivo.
Creo que me hubiera puesto roja de no haber sido porque se ha reído suavemente y me he quedado mirándole los labios, medio atontada. De todos modos, me obligo a reaccionar y cruzarme de brazos.
—No hay ninguna reconquista que hacer. No llegaste a conquistarme.
—La segunda norma es dar la razón en todo a tu posible reconquista —enarca una ceja, divertido—. Aunque sepas que es una mentira.
—¡No es...! —me calmo. Vale—. Bueno, da igual. ¿Qué escondes?
—No me mires así. No es un cuchillo.
—Lo suponía —me frustra un poco que vuelva a apartarse cuando intento asomarme—. Enséñamelo o no te dejo pasar.
Él suspira, pero mueve la mano y me quedo mirando una carátula con la cara de un actor famoso en ellas.
—¿Te apetece ver Rocky? —sonríe ampliamente.
Parpadeo, pasmada.
—¿Rocky?
—Sí. Supongo que te resultará familiar. Lo he mencionado alguna vez. Sin querer. Discretamente.
Por favor, que deje de sonreír. No puedo concentrarme en lo que me dice. Trago saliva.
—¿Eso también está en ese manual? —pregunto a la defensiva.
—¿Ver una película sangrienta y violenta con tu reconquista resfriada? Sí, está en la contraportada.
Bueno, bueno. Parece que tenemos sentido del humor, después de todo. No puedo decir que no me guste. Tengo que contenerme para hacerme la irritada y no sonreír.
—Qué gracioso —murmuro al final.
Cuando estiro la mano para agarrar la película, él echa el brazo hacia atrás y me enarca una ceja perfecta.
—¿Puedo pasar?
—Jared, ya te dije que...
—Solo quiero ver unas películas —frunce el ceño, como si estuviera ofendido. Dudo que lo esté de verdad—. ¿Quién te crees que soy?
—No me obligues a contestar a eso.
Lo miro unos segundos, pensativa. Él sonríe como un angelito.
Al final, suspiro y abro la puerta del todo.
Jared entra, encantado de la vida, y deja la guitarra a un lado, sentándose en mi cama. Yo me apresuro a subirme también a ella. Hace mucho frío. Él ni siquiera parece darse cuenta.
Es entonces cuando me acuerdo de lo que tengo en el portátil. Su foto. Oh, mierda.
La que no sabe que le tomé. Y tengo abierta con mil retoques. Se nota un montón que hace ya un rato que la estoy retocando.
Oh, mierda.
Por favor, a quien sea que lea o escuche esto, que no se gire. No dejéis que se gire. La dignidad que me queda es demasiado pequeña como para volver a perderla.
Abro los ojos de par en par cuando veo que está sentado justo al lado, revisando la carátula con los ojos. Si se gira solo unos centímetros, lo verá todo. Me acercó más tiesa que un palo, tratando de fingir normalidad.
—¿Por qué la sangre en las películas antiguas parece naranja? —murmura distraídamente.
—Porque los efectos especiales no eran tan buenos como los de ahora —digo, dando la vuelta estratégicamente a la cama y estirando la mano hacia el portátil.
—Bueno, ¿has visto alguna?
Cuando levanta los ojos hacia mí, vuelvo a ponerme recta al instante. Estaba a dos centímetros de tocar el maldito portátil, pero he tenido que abortar la misión. Me mira, esperando una respuesta, pero veo que sus ojos se entrecierran.
—¿Qué? —pregunta, desconfiado.
—¿Eh? —mierda, voz aguda—. Nada.
—Claro, claro —sonríe con curiosidad en los ojos—. Luego yo soy el de los secretos, ¿no?
—¡No pasa nada! —me dejo caer en la cama, haciendo que gire la cabeza hacia mí—. ¿Tienen mucha sangre esas películas? Porque no me gusta ver sangre.
Parece divertido con la idea. Yo aprovecho que sigue mirándome para estirarme y acercar el portátil disimuladamente. Quito la ventana de un movimiento. Uf, menos mal.
—Es una película de boxeadores —aclara, enseñándome la portada—. Es difícil grabar un combate sin que haya sangre.
—Bueno, si la sangre es naranja...
—¿Qué hacías?
Todas mis alarmas se disparan cuando se inclina hacia mi portátil. Oh, no.
Me habéis fallado, que lo sepáis.
Pero creo que el aire vuelve a mi cuerpo cuando veo que solo recoge mis auriculares, pensativo. Me dedica una sonrisa de lado al ponérselo. Oh, no, ¿está está escuchando? Voy a la pestaña de música. Oh, no. Bad liar, de Imagine Dragons.
—Qué bonita casualidad —dice, divertido, mirándome.
Noto que se me encienden las mejillas. Nunca diré en voz alta que la guardé después de que me la tocara él con la guitarra
—No es... la casualidad no existe —pongo pausa a la canción—. Es solo música. No es nada importante.
—La música es mucho más que nada importante —enarca una ceja.
—Dijo la estrella del rock —le hice reír, así que aumenté el nivel de acritud—. Solo es una canción, Jared. ¡Y solo has escuchado cuatro segundos de ella!
—No es solo una canción. Y ya la conocía, si se te había olvidado —sacude la cabeza, divertido—. ¿No has oído hablar de la teoría de los tres segundos?
—La... ¿qué?
—La teoría de los tres segundos. Cuando conoces a alguien nuevo, tu cerebro tarda tres segundos en formar una primera impresión, ya sea buena o mala.
—Si es mala, puedes arreglarla.
—Sí, puedes arreglarla, pero nunca podrás volver a causar una primera impresión —sonríe—. La gracia es, precisamente, que solo haya una.
—Bueno, ¿y qué tiene que ver todo esto con la canción, oh, gran gurú de la regla de los tres segundos?
Se ríe, divertido.
—Haces lo mismo con una canción —aclara—. Tardas tres segundos en decidir si te gusta o no.
—¿Y si no me gusta al principio y luego empieza a encantarme?
—Bueno... la cosa cambia en un directo.
—¿Por qué?
—Cuando vas a un concierto en directo, no solo escuchas la canción —me dice, mirándome—. Ves al artista interpretándola. No importa si es un cantante, un guitarrista, un batería... cada uno tiene su forma de interpretarla. Es muy distinto a escucharlo con unos auriculares. En directo, en general, solo pueden pasar dos cosas.
—¿Qué dos cosas? —lo miro, curiosa.
—En el momento en que se empieza la canción, tienes dos posibilidades; pueden odiarte o amarte. Es casi imposible dejar a nadie indiferente si eres bueno en lo que haces. Y el tiempo de margen es mayor. Tienes una canción entera, pero te lo juegas todo. Cara o cruz.
»Al tocar la última nota, ya no hay vuelta atrás. La decisión ya está tomada. Como con las personas. Solo hay una primera impresión.
Hay un momento de silencio. Creo que es la vez que más ha hablado estando conmigo.
—La cuestión es... —me mira con una pequeña sonrisa perversa— ...descubrir cuál has causado en los demás.
—¿Cuál crees que me causaste tú? —enarco una ceja, a la defensiva.
—No lo sé. Pero tengo muy clara la que me causaste tú. Sigue prevaleciendo.
Aparto la mirada, enfurruñada porque sé que me estoy poniendo roja y no quiero dejárselo todo tan fácil.
—Pues mi primera impresión fue de indiferencia total —murmuro, acordándome de cómo se me dispararon las pulsaciones esa primera noche al verlo tocar.
Escucho que se ríe suavemente.
—¿Te acuerdas de la segunda norma? ¿La de que hay que dar la razón a tu reconquista en todo, aunque sepas que miente? Pues creo que voy a aplicarla.
Y el asqueroso tiene razón. Y lo sabe. Aprieto los labios. Se ha tumbado a mi lado, todavía con los auriculares puestos.
—¿Por qué no me pones la lista que me dijiste? —pregunta, mirándome.
—¿Qué lista?
—Dijiste que habías hecho una lista durante tiempo en que no nos vimos, ¿recuerdas?
Oh, la lista. No, no, no. Ni de coña. No mientras viva. Es privada. Mis mejillas se encienden solo de pensar en las canciones que añadí. Y del mensaje que mandan.
—Oh, oh —su sonrisa se amplía.
—¿Qué? —me pongo aún más roja porque sé que me ha descubierto.
—¿Qué hay en esa lista, Rocky?
—Nada importante.
—Tus mejillas te delatan.
—¿Eh? —me llevo las manos a ellas. Estoy ardiendo—. Es... es por el resfriado.
—La nariz roja es por el resfriado, las mejillas rojas son por algo distinto. Muy distinto.
—¿Y tú qué sabes? —me tapo la nariz con la mano—. ¡Mi nariz no está tan roja!
—Sí lo está.
—¡No lo está!
—Pareces Rudolph.
—¿Que parezco qué?
—El reno ese con la nariz roja.
Me la vuelvo a tapar al instante.
—¡No... no es verdad!
—¿Debería empezar a llamarte Rudolph en lugar de Rocky? —sonríe.
—Llámame Rudolph y te echo. Y me quedaré con tu película. Y con la guitarra. Y la venderé en Ebay.
—Las película es un regalo. No iba a llevármelas, Rocky —remarca el apodo y yo no puedo evitar sonreír. Idiota—. Pero preferiría seguir teniendo la guitarra, si no te importa.
Por un momento, creo que me he salido con la mía, pero su sonrisa me indica que no.
—No me distraerás tan fácilmente. ¿Qué hay en esa lista de reproducción?
—Era mentira. No hay ninguna lista.
—Oh, sí que la hay. Ya lo creo que la hay.
—¡Jared!
—¿Qué más te da? Solo es música. La música es nada importante, ¿no? Tú misma lo has dicho.
Lo miro con mala cara.
—No te la enseñaré tan fácilmente.
—¿Eso es un reto?
—Tómatelo como quieras, pero no te la enseñaré tan fácilmente.
—¿Qué tengo que hacer para lograr ese honor? —bromea.
Lo pienso un momento, poniendo la película.
—No desaparecer una semana después de esta tarde, por ejemplo —mascullo.
—¿Venir una semana, entonces?
—Yo no he dicho...
—Hecho.
—¡No voy a...!
—Espero que cumplas con tu palabra.
—¿Por qué nunca me dejas term...?
—¿Algo más?
Lo fulmino con la mirada. Esboza una sonrisa socarrona. Si quiere interrumpirme, le daré algo en que pensar.
—Sí. Una caja de bombones caros, un tanga rojo de Spiderman, una bufanda de los colores del arcoíris y un elfo danzarín. Después de traerme todo eso y venir por una semana, te enseñaré la dichosa lista. Solo si está todo. Si no, nada.
Esboza una sonrisa, entre perplejo y divertido.
—¿No es mucho por una lista de reproducción? Es decir, encontrar esa caja de bombones no será fácil.
—Son mis condiciones.
—¿Puedo sugerir algo más?
Entrecierro los ojos.
—¿Qué más quieres?
—Quiero... —lo piensa un momento—. Tener el derecho a hacerte cuatro preguntas. Una por regalo. Es lo justo.
—¿Tú a mí? ¡Si yo soy un libro abierto!
—Cuatro preguntas, Brooke. Y tienes que ser completamente sincera. No puedes evadirlas. Ese es el trato. Será difícil encontrar todo eso.
—Pero... ¿por qué querrías hacerme tú preguntas a mí?
—¿Por qué no?
—No lo sé, yo... —me encojo de hombros, un poco menos divertida sin saber por qué—. No lo sé. Tampoco es que tenga una vida muy intensa. Soy yo quien quiere hacértelas a ti.
Hay momento de silencio en que me mira fijamente sin un ápice de diversión. De hecho, parece pensativo. Aprovecho y clavo los ojos en el portátil, evitándolo como siempre que hace eso.
—¿Quién te hizo creer que no eres suficiente, Brooke? —pregunta suavemente.
Me detengo un momento, a punto de poner la película. Trago saliva y frunzo el ceño. Por algún motivo, cuando ha dicho eso, ha sido como si se lo dijera directamente a mi pobre corazón, que se ha puesto a temblar.
—Nadie —murmuro sin mirarlo.
Creo que sigue mirándome, pero se distrae cuando pongo la película y me recuesto en la cama.
***
Debido al resfriado, no puedo ir a clase o a trabajar en unos pocos días. Al principio, me alegré. Pero ya se está haciendo aburrido. Todos los demás tienen cosas que hacer y yo me paso la mañana metida en la cama, bajo mil mantas, sola y aburrida.
Sí, solo la mañana.
Porque, sorprendentemente, Jared ha cumplido con su palabra y ha venido cada día. Y cada día me ha traído una película nueva de Rocky que hemos ido viendo. Para ser sobre un boxeador, no están nada mal. Incluso creo que me volvería a ver alguna. Con la condición de que el estúpido Jared la viera conmigo, claro.
Admito que yo también creí que no volvería a verlo hasta dentro de cuarenta años.
Me da la sensación de que está más relajado que de costumbre, como si se hubiera quitado un peso de encima. No lo entiendo, pero no lo cuestiono. Al menos, sonríe más. Y de forma mucho más natural.
Oh, y no se ha acercado a mí de ninguna forma que no fuera estrictamente necesaria y amistosa. Ni siquiera recuerdo que me haya tocado una sola vez. Pero sigue comiéndome con los ojos, eso sí. Lexi se pasó hace unos días, lo encontró y volvió a remarcar esa parte.
Por cierto, ya ha vuelto a cortar con Kevin. Sorprendente, ¿verdad?
Es lo que acaba de decirme mientras estamos ella, Liam y yo en mi cama. Me han traído comida basura con la excusa de que estoy enferma —aunque ya no lo esté— y se la zampan ellos mientras yo repiqueteo los dedos en mi estómago, mirando el techo pensativa. Ojalá no fuera tan consciente de que Jared aparecerá en un rato. Y hoy es el último día del reto. A estas alturas, ya no sé si quiero que aparezca o no.
—...entonces —termina de contar Liam con la boca llena de mini-hamburguesa y la cara indignada—, me dijo que no podía hacerlo. ¡Que tenía novio! Y yo me quedé como... ¿no acabas de decirme que suba a tu piso? ¿Para qué te crees que quiero subirme a tu piso a las cuatro de la mañana después de haber estado flirteando, querida? ¿Para saludar a tu novio y participar en la foto familiar que os hagáis en Navidad? ¡Pues no! ¡Obviamente, quiero meterla en algún lado! ¡En algún lado de tu anatomía, concretamente!
—Liam —pongo una mueca de asco.
—¿Qué? Es verdad.
—¿Y qué hiciste? —le pregunta Lexi.
—¿No acabo de decirte que tenía novio? No hice nada. Me fui a casa y mi mano derecha y yo formamos el equipo de la mastur...
—Lo pillamos —vuelvo a mi mueca.
—¿Cuándo has parado porque una chica tuviera novio, Liam? —pregunta Lexi, pasmada.
Él lee pone mala cara.
—He decidido empezar a ser mejor persona, a madurar y todas esas chorradas, ¿vale?
—Mejor persona —repite Lexi, enarcando una ceja mientras se come una patata frita—. ¿Y en qué aspecto, exactamente? Porque tienes que trabajar en unos cuantos.
—Tampoco en tantos, lista. Solo voy a dejar de acostarme con chicas casadas, con pareja, chicas que estén en una relación extraña pero sin confirmar como Brookie...
—Yo no tengo una relación extraña pero sin confirmar —protesto.
—...ni tampoco con chicas que tengan más de cuatro gatos o más de tres perros, chicas que vengan a menudo al bar y que me pueda volver a cruzar, compañeras de clase, chicas de más de cuarenta años, chicas menores de dieciocho años...
Lexi empieza a atragantarse y le doy palmaditas en la espalda, divertida.
—...chicas con el pelo teñido de azul chillón porque es horrible, chicas con el pelo teñido de verde chillón porque parecen al Grinch, chicas con los aparato, chicas con un piercing en la lengua, chicas con un piercing ahí abajo...
—¿Te has acostado con una de cada? —pregunto, impactada.
—¿Solo con una? —pregunta Lexi, riendo—. Brookie-tookie la inocente.
—...chicas con las tetas operadas, chicas que tengan las uñas más largas que mi alma, chicas con labial negro porque me da mal rollo, chicas que conozca en el metro, chicas que...
—Liam, para —pongo los ojos en blanco.
—Bueno, la lista sigue, pero creo que lo habéis captado —nos mira—. ¿Qué me queda sin eso?
—Chicos —digo.
Lo considera un momento, dando otro bocado a su hamburguesa.
—No, no es mi estilo —dice, al final—. Lo que quiero en una chica es que tenga un buen par de...
Se detiene cuando mi móvil vibra y me estiro para agarrarlo.
—Espero que fueras a decir ojos —le digo, enarcando una ceja.
—¿Eh? Sí, sí, claro. Ojos, sí.
Bostezo mirando el mensaje que me ha llegado. Casi me atraganto en medio del bostezo por su contenido.
—¿Qué? —Lexi capta mi cara de horror al instante.
Nick: Estoy abajo.
—¿En serio? —pone una mueca ella—. ¿Todavía no le has dicho que se vaya a la mierda?
—¿Y por qué no podemos decírselo nosotros? —pregunta Liam, pensativo.
—No quiero hacerle daño —frunzo un poco el ceño.
—Ay, Brookie... —Lexi niega con la cabeza—. Eres demasiado buena para tu propio bien. ¿No ves que solo te quiere cuando se siente solo? Eso no es amor.
—¡Yo no he dicho que fuera amor!
—No, pero sabes lo fácil que sería volver a meterte en una relación con él —remarca Lexi, demostrándome, como siempre, que me conoce demasiado bien—. Y no quería decírtelo así pero, si lo llegaras a hacer, las dos sabemos que sería para olvidar a cierto guitarrista idiota al que quieres tirarte.
—¿Solo vosotras dos? —Liam parpadea—. ¿Y yo qué? ¿No lo sé?
—Tú come, que lo haces muy bien —Lexi le da otra mini-hamburguesa antes de mirarme—. ¿Quieres que baje yo?
—¡No!
—Mira, Brooke, sé que sigues teniéndole cariño a ese chico, pero sabes que te arrepentirás si bajas a verlo y dejas que te enrede otra vez.
—Empiezas a sonar como Sam —protesto, poniéndome de pie.
—¿Vas a bajar? —Liam se incorpora un poco—. ¿Eso quiere decir que nosotros también? Porque yo tengo que encontrar mis zapatos de lucha.
—No, bajo yo —murmuro—. Vuelvo en cinco minutos.
—Brooke... —Lexi me dedica su cara de no hagas tonterías.
—¡Son cinco minutos, no puedo fastidiarlo todo en tan poco tiempo! —protesto.
Bajo las escaleras rápidamente, dejándolos en mi habitación. Nick está sentado en las escaleras de la residencia. Honestamente, me sorprende ver que no ha entrado. Después de todo, la puerta principal casi siempre está abierta. Quizá sí que haya cambiado, después de todo.
—Hola.
Él levanta la cabeza y me sonríe.
—Hola, nen... —se detiene al ver mi cara—. Brooke.
—¿Qué haces aquí?
—Tenía que pasar por aquí y he pensado en hacerte una visita —entrecierra un poco los ojos—. Estás sola, ¿no?
—No. Lexi y Liam están en mi cama, esperándome.
—Como siempre, entonces —y añade una sonrisa incómoda que se hace mutua—. Bueno, no conozco a Liam, pero parece un buen chico y...
—Nick, ¿qué quieres?
—¿Yo?
—Vamos, nos conocemos. No hace falta que hagas esto de... sacar conversación que no lleva a ninguna parte. ¿Qué quieres?
Se detiene un momento, metiéndose las manos en los bolsillos.
—Yo... quería hablar contigo.
Quiero que continúe, pero se está tomando su tiempo y me quedo cruzada de brazos, esperando.
—¿Y bien?
—Vi la foto de la revista. La que tenías con el tío del concierto.
—No era un tío cualquiera de un concierto, Nick, pagaste para ir a verlo. Era el guitarrista —recalco.
—O, ¿ahora lo defiendes?
—No es que lo defienda, es que...
—Bueno, no importa. No quiero discutir, nena. Lo que quiero decir... o preguntarte... ¿estás saliendo con él?
Me quedo mirándolo durante unos largos segundos. Él me sostiene la mirada. Y la suya no me hace temblar como la del otro idiota. Simplemente, me deja indiferente.
—Sabes que no te debo ninguna explicación, ¿no? —frunzo el ceño.
—Solo es una pregunta.
—Que no tienes ningún derecho a hacerme.
—Es lógico que quiera saber si ya estás con otro, nena, no es...
—¿Puedes usar mi nombre en lugar de nena? —me irrito—. Me estás poniendo de los nervios.
—¿Cuántas veces te llamé por tu nombre durante nuestra relación? Unas... ¿cinco? ¿En tres años? ¿Ahora quieres que te llame Brooke?
—Ahora ya no estamos en una relación —le recuerdo.
Hay un momento de silencio tenso.
—Supongo que sí estás saliendo con él, entonces.
—No es de tu incumbencia.
—En realidad... —se pasa una mano por el pelo, pensándolo—. Él te tiene aprecio, ¿no?
—Nick, ¿qué...?
—Solo es una pregunta inocente, Estre... Brooke.
—Pues no lo sé. Pregúntale a él. Seguro que lo sabe mejor que yo.
—He venido a hablar contigo, no con él.
—¿Y por qué preguntas por él todo el rato, entonces?
—Porque él... mhm... —aparta la mirada—. Él tiene dinero, ¿no?
Durante un momento, las palabras se flotan entre nosotros. Yo noto que me quedo sin habla. No me lo está diciendo en serio, ¿no? Espero que no esté insinuando lo que creo que insinúa.
—¿Dinero? —repito.
—Bueno, durante nuestra relación te pagué casi todo, Brooke. Incluso te dejé vivir en mi casa. Ahora, quizá va siendo hora de que me lo dev...
—¿Para eso has venido? ¿A pedir dinero prestado? —pregunto, perpleja.
No sé ni por qué te sorprendes.
—No es prestado. Es lo que me debes.
—¡Lo que te debo! —repito, riendo irónicamente—. Pero ¿cómo puedes ser tan sinvergüenza?
—Quizá reaccionas así de defensiva porque sabes que tengo razón, Brooke, y que...
—¡No, no tienes razón! ¡No tienes ningún derecho a venir aquí a pedirme nada!
—Mira, te lo estoy pidiendo de buenas formas —me dice suavemente—, pero puedo intentar hacerlo mediante otras... si eso no funciona.
Entreabro los labios sin poder creérmelo.
—¿Qué acabas de decir? —digo entre dientes.
—Ya me has oído.
—¿Qué otras, Nick? —doy un paso hacia él, furiosa.
—Ahora sales con un famoso, ¿no?
—No tienes ni idea de...
—Conociéndote, no te gustaría que se metiera en problemas por tu culpa.
—No se va a meter en ningún problema por mi culpa, ¿te ha quedado claro? No metas a Jared en esto.
—Jared —repite, chasqueando la lengua—. Sigue creyendo que eres un angelito, supongo.
Niego con la cabeza mientras él sonríe.
—Tengo todavía muchas cosas de cuando estábamos juntos, nena. Cosas muy interesantes.
—¿Muchas cosas? —me niego a creer que esté haciendo esto de verdad.
—Sí, muchas. Pero, tranquila, puedes olvidarte de todas ellas si me das lo que me debes.
—¿Que yo te de...? ¡Eres un maldito egoísta, Nick! ¿Cómo te atreves a venir aquí... a pretender que te dé nada... después de todo lo que me hiciste pasar?
—No te hagas la víctima conmigo, Brooke, nos conocemos demasiado bien.
—¡No, no nos conocemos demasiado bien! ¡Si te hubiera conocido demasiado bien, no habría tirado tres años de mi vida a la basura estando contigo!
—¿Y qué pasa conmigo? —baja el tono de voz a uno enfadado, acercándose—. ¡Si yo soy lo mejor que te ha pasado, desagradecida! ¡Lo tenías todo conmigo!
—¡El único momento en que tuve todo fue cuando no salía contigo! ¡Pero me lo quité yo misma siguiendo con nuestra estúpida relación después de lo que...!
—¡Eras una pobre niña mimada y aburrida de un pueblo cualquiera! ¡Ni siquiera habías echado un polvo en tu vida! ¡Ni siquiera te habías besado con nadie! ¡Y no estabas la mitad de buena de lo que lo estabas cuando empezaste a salir conmigo y te convencí para que hicieras ejercicio! ¿O te crees que tu nuevo novio te hubiera echado más de una ojeada de haber pesado cinco kilos más? ¡Deberías estar agradecida de que me fijara en ti!
—¿Yo debería estar agradecida? —pregunto, furiosa—. ¿De qué? ¿De los cuernos? ¿De no hablarme con más de la mitad de mis amigos? ¿De no hablarme con mis padres desde hace un año? De lo único de lo que debería estar agradecida es de Lexi, ¡que fue la única que estuvo conmigo en todo momento!
—¡Oh, sí, Lexi, la amiga del año! ¡La que estaba jodidamente obsesionada con que me dejaras!
—¡Y me estás demostrando que tenía toda la razón y fui una idiota al no escucharla!
—¿Y dónde estaba Lexi cuando los imbéciles de tus padres te echaron a la calle y no tenías ni donde dormir? ¿Dónde estaba, Brooke? Ah, claro, no te respondía a las llamadas porque seguro que estaba ocupada follándose a un tío cualquiera vete a saber dónde. ¡Solo yo estuve ahí para ti y nunca me diste las gracias! ¡Solo yo! ¡De no haber sido por mí, habrías terminado haciendo mamadas a taxistas a cambio de poner echar una cabezada en un motel barato, maldita desagradecida!
Voy a decir algo tan ofensivo que me contengo por un momento. La gente de la calle ya nos está mirando. Odio hacer escenitas. Ya se me había olvidado que con Nick es inevitable. Hacía mucho que no participaba en una. Me siento como si volviera a tener diecisiete años y estuviéramos gritándonos en medio de una calle. La diferencia es que antes lo arreglábamos en la cama. Ahora, lo arreglaría estampándola algo en la cara.
—Eres... —aprieto los puños con tanta fuerza que duelen—. Mira, no quiero seguir con esto.
—¿Con esto?
—Hablando contigo. Cuatro años y todavía no he aprendido que no vale para nada hablar contigo.
—Dijo la mujer comunicativa —sonríe cruelmente, negando con la cabeza.
—No voy a darte el dinero, Nick, ya puedes irte.
—Sé que tú no me lo darás. No soy idiota. Ni siquiera lo tienes.
—Entonces, ¿qué demonios quieres?
—Que se lo pidas a tu novio.
Tardo unos segundos en darme cuenta de que habla en serio. Suelto una risa irónica e incrédula.
—¡Esto es ridículo!
—No estoy bromeando, nena.
—¡Nunca! —lo señalo, borrando mi sonrisa—. ¡Nunca dejaré que te preste nada! ¿Te crees que caeré en el mismo error tantas veces?
—Nena, no me obligues a...
—¡No me puedo creer que haya bajado solo para esto! —me entran ganas de reír solo de lo estúpida que soy—. En el fondo, esto es por mi culpa. Sabía que querías algo. Lo sabía.
—Di lo que quieras, pero sabes lo que me debes y...
—¡Me da igual, Nick! ¡No te daré nada, así que ahórrate la charla y no vuelvas a acercarte a mí en tu vida!
Él hace un ademán de agarrarme cuando doy un paso atrás y, casi por instinto, aprieto el puño. Me sorprende ver que ha retrocedido dos pasos. ¿En serio intimido tanto? No lo sab... oh, no. No era eso. Es que Jared ha aparecido de la nada y se ha detenido justo a mi lado, mirándolo fijamente.
—¿Qué pasa, Brooke? —me pregunta sin despegar los ojos de él.
Me giro y veo que tiene el coche aparcado a unos metros. Oh, no, ¿habrá escuchado todo? Espero que no. Se va a pensar que soy una idiota por haber salido con él tanto tiempo. Bueno... la verdad es que lo soy.
Vuelvo a centrarme en Nick, que da otro paso atrás.
—No pasa na...
—No te lo estaba preguntando a ti —lo corta Jared sin siquiera parpadear.
Casi me entran ganas de sonreír cuando Nick aprieta los labios. Odia que lo interrumpan.
Toma esa, idiota.
—Nada, ya se iba. No sabe ni qué hace aquí —murmuro—. Venga, vamos.
No pienso perder un segundo más de vida al lado del idiota de Nick. Jared frunce un poco el ceño en mi dirección cuando lo agarro del brazo para meterlo en el edificio, pero no ofrece resistencia. Aunque veo que sigue mirándolo por encima del hombro. Cuando llegamos a las escaleras, suelto su brazo y se vuelve hacia mí con la pregunta en los ojos.
—Déjalo, no sabe cuándo callarse —le quito importancia.
—¿Por qué te estaba gritando? —ladea la cabeza.
—No me gritaba. Solo... hablábamos tranquilamente.
—Es una curiosa manera de hablar tranquilamente.
—En realidad...
Aparto la mirada y sacudo la cabeza. No, no vale la pena involucrar a Jared en esto.
—Nada, ¿tienes hambre? Lexi y Liam están arriba y han traído...
—¿Qué pasa? —me detiene por la muñeca cuando hago un ademán de subir las escaleras.
—No es nada —insisto con la voz un poco más aguda porque me esté tocando. ¿Algún día superaré que me toque sin hacer tonterías al respecto? De verdad...
—Puedes decírmelo, Brooke —añade suavemente.
Oh, no. Esa mirada. Mierda. Tengo que resistirme.
Pero...
Ugh.
—Es una tontería —empiezo, pero veo que toda su atención está en mí como si no lo fuera—. Él... bueno, es un poco...
—¿Imbécil? —sugiere.
—Sí, pero no me refería a eso —sonrío cuando veo que él lo hace—. Es una tontería, en serio.
—Quiero oír esa tontería.
—Nick... eh... quería que te pidiera dinero. Para él. Porque dice que se lo debo. Por vivir en su casa unos meses. Le he dicho que no, tranquilo.
Él enarca una ceja. No parece muy sorprendido.
—Sí, he visto su reacción. Suponía que le habías dicho que no.
—Nunca le diría que sí a eso —frunzo el ceño—. Y el muy idiota se ha puesto a amenazarme y a decir tonterías de...
Me detengo cuando veo que su sonrisa se ha esfumado por completo. De hecho, su ceño se frunce al instante.
—¿Te ha amenazado?
—A ver, no exactamente...
—¿Qué te ha dicho, Brooke?
—Nada importante. Nick es así. Se pasa el día diciendo tonterías para llamar la atención y luego nunca las cumple. ¿Quieres subir?
Me mira durante unos segundos, poco convencido. Yo trago saliva. No debería haber dicho nada. No conoce a Nick. El idiota siempre amenaza y nunca hace nada.
—No puedo subir —dice, finalmente, como si volviera a la realidad—. Solo he venido a decirte que no voy a estar en la ciudad hasta mañana por la noche.
—Oh —vale, no es lo que me esperaba—. Y... ¿has venido solo para eso? ¿Para decírmelo?
—Era parte del trato, ¿no?
No sonrías, no sonrías, no sonrías.
Mantengo mi cara impasible.
Bien hecho, pequeño saltamontes.
—¿Tienes... un concierto?
—No. Es el cumpleaños de Kevin y Cris quiere que lo celebremos juntos.
—Oh —repito como una idiota—. Yo... eh... felicítalo de mi parte.
—Dudo que siga tan sobrio como para entenderlo cuando llegue —enarca una ceja—. Debería irme o llegaré tarde. Ah, y esto es tuyo.
Creo que mi cara es un poema cuando me deja una pequeña bolsa en la mano. No me da tiempo a reaccionar cuando él me dedica una sonrisa fugaz y desaparecer por la puerta. Qué conversación más corta y extraña.
Parpadeo, confusa, y subo las escaleras.
Liam y Lexi siguen en la cama cuando llego a la habitación. Ambos se giran en redondo hacia mí.
—¿Qué es eso?
—Es de Jared.
—¿De Jared? —Liam entrecierra los ojos—. ¿No has bajado a ver al otro? ¿O la grasa de la hamburguesa ya se me ha subido al cerebro?
—De eso hace ya mucho tiempo —sonríe Lexi antes de mirarme—. ¿Qué es?
—No lo sé —murmuro, dejando la bolsa en la cama y abriéndola—. A ver, esto es...
Me quedo en completo silencio cuando saco una caja de bombones. Y de los caros. Liam empieza a aplaudir.
—¡Justo cuando creías que la tarde no podía mejorar! —estira el brazo y me los roba.
—¡Son un regalo! —Lexi se los quita.
—¡Pero compartir es vivir!
Mientras ellos discuten, saco una bufanda con los colores al arcoíris y esbozo una sonrisa idiota. Es muy suave. Y parece calentita. Lo dejo sobre la cama y sigo rebuscando. Lexi lo revisa con los ojos y comenta lo suave que es cuando... oh, mierda. Se me había olvidado. El tanga rojo.
Mi cara es del mismo color que la pequeña prenda cuando me apresuro a meterla en mi bolsillo sin que me vean. Menos mal que estaban distraídos. Apenas la he visto. Solo quería esconderla. Oh, mierda. ¿En qué momento se me ocurrió perdirle eso?
¡¿Y en qué momento se le ocurrió que iba en serio?
Un momento, ahora que todo esto está listo... ¿qué queda? ¿El elfo bailarín? Vale, eso no...
Detengo la línea de mis pensamientos cuando saco una pequeña figura de un elfo que rebota cuando le toco la cabeza, haciendo como si bailara. Liam y Lexi se quedan mirándome y empiezan a reírse.
—¿Qué es eso? —pregunta Liam, divertido, atrapándolo. Ya tiene la boca llena de bombones.
—Pareces tú después de salir de fiesta —Lexi se ríe de él.
—Es un elfo bailarín —murmuro, negando con la cabeza.
No me lo puedo creer.
—¿Y por qué te compra un elfo bailarín en lugar de unos pendientes o algo así? —pregunta Lexi, perpleja, dándole en la cabeza para que baile.
—¿Unos pendientes? —Liam arruga la nariz.
—A ver, es lo clásico, ¿no?
—Si Brooke nunca se cambia esos aros feos.
—¡Mis mini-aritos no son feos! —protesto enseguida, irritada.
—Bueno, es original —Lexi sigue cavilando—. Es decir... eh... supongo.
—A mí me gusta —Liam lo deja sobre mi mesita auxiliar y le da un último golpecito en la cabeza—. Me apunto la idea.
—¿Y no ha subido?
—No —niego con la cabeza—. Tenía el cumpleaños de Kevin.
Me sorprende ver que no arruga la nariz al oír su nombre.
—¿Ese no es el novio de Lex? —pregunta Liam, metiéndose otro bombón en la boca.
—No, ¿quieres dejar de comer? Es el regalo de Brookie.
—¡Ella no ha dicho nada!
—¡Pues te lo digo yo! ¡Dame eso!
Mientras discuten, dejo la bolsa en el suelo y noto que mi móvil vibra. Esbozo una sonrisita porque ya me imagino que será alguien que no quiero mencionar con una canción, pero me sorprende ver que es una chica de mi clase con la que he hablado unas cuatro veces en mi vida. Abro el mensaje, intrigada, y veo que es una foto. Una foto en el Instagram de Nick.
Una foto mía en la que solo llevo unas bragas pequeñas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top