Capítulo XLIII
Recordad que este es el último capítulo, pero todavía quedan el epílogo y los extras :D
XLIII - MUCHO TIEMPO
Apenas pasan dos días cuando el doctor nos concede el traslado de hospital. Hemos tenido suerte de que Cris pudiera volver a alquilar el avión privado que usan para las giras.
Kevin ha estado muy ausente estos dos días. Creo que no se atreve a hablar con Jared. Hunter y Ally sí que han aparecido bastante. Especialmente para traer comida que se supone que Jared no puede comer ahora mismo —pero come igual, aunque yo proteste—. Por lo demás, solo han venido Cassie —ella vino el primer día y luego tuvo que volver a casa para seguir con sus clases— y Cris. Oh, y Bruce. Se me hace tierno ver a ese grandullón tan sensible por su preocupación con Jared.
—No me creo que tenga que usar esta mierda —masculla Jared, devolviéndome a la realidad.
Le pongo mala cara y él me la devuelve, malhumorado. Bruce sigue empujándolo con una pequeña sonrisa divertida mientras subimos la rampa del avión.
—Puedo andar perfectamente —Jared se acomoda en la silla de ruedas.
—Te hemos entendido la primera vez que lo has dicho —remarco.
—¿Y por qué sigo sentado aquí?
Miro a Bruce como si le implorara paciencia y él empieza a reírse, divertido.
Por fin entramos en el avión y veo que los demás ya están ahí. Hunter y Ally están en uno de los grupos de asientos. Kevin está con ellos, pero solo mira por la ventana con los cascos puestos. Cris está en los asientos individuales del fondo hablando —o gritando, más bien— por teléfono.
Bruce empuja a Jared al otro grupo de asientos, los que están libres. En cuanto hace un ademán de ayudarlo a sentarse en el asiento del avión, Jared le pone mala cara.
—Puedo hacerlo solo —masculla.
—Si te apoyas en mi hombro... —empieza Bruce.
—Puedo hacerlo solo —repite, de muy mal humor.
Miro a Bruce con una disculpa en los ojos, pero él no parece tomárselo demasiado mal. Me desea suerte en voz baja y lleva la silla a la parte delantera del avión, donde una de las azafatas le ayuda a esconderla.
Jared, mientras tanto, ha ocultado muy mal una mueca de dolor mientas se apoyaba en el asiento con una mano y se dejaba caer en él. Me quedo de pie mirándolo con una ceja enarcada.
—¿Qué? —pregunta de mal humor.
—Eres un testarudo.
Me siento a su lado y él resopla cuando le subo la manga de la chaqueta para mirarle las vendas y asegurarme de que todo esté bien.
—¿Puedes dejar de tratarme como si fuera inválido?
—Técnicamente, lo eres un poco.
—No tanto. No necesito ir en silla de ruedas.
—Jared —le suelto el brazo y lo miro—, no puedes andar.
—Sí puedo.
—¡Deja de quejarte! Te han dicho que tienes que usarla y vas a usarla, así que ve asumiéndolo y cállate.
Y ambos nos sentamos de brazos cruzados, mirando el frente.
Menos mal que las pocas azafatas del vuelo se acercan en ese momento para decirnos que estamos a punto de despegar y que nos abrochemos los cinturones. Jared intenta hacerlo con la mano mala por impulso y se detiene al instante con una mueca de dolor. Lo miro de reojo cuando suelta una palabrota en voz baja.
—¿Quieres que te ayude? —pregunto suavemente.
Él parece malhumorado, pero no se queja cuando me inclino hacia delante para abrocharle el cinturón.
Sé que odia esto, pero más odio yo verlo así. Porque sé que el cuerpo le duele mucho más de lo que está intentando aparentar. Cada vez que se mueve un poco, pone muecas de dolor que no puede controlar. Y está de humor horrible, claro. Ojalá pudiera hacer algo más por él.
El avión despega poco después y, en cuanto podemos quitarnos los cinturones, las azafatas se acercan a todos para preguntarnos si queremos algo. Una de ellas le dirige una sonrisa muy profesional a Jared al acercarse.
—¿Quiere que le traigamos un cabestrillo para el brazo, señor?
Veo la mirada casi mortífera que le dedica a la pobre chica y me apresuro a intervenir.
—No hace falta, gracias.
Ella se marcha y no tardamos en volver a estar solos. Jared suspira y apoya la cabeza en el asiento, cerrando los ojos.
—¿Te duele? —pregunto en voz baja.
—No.
Debe sentir mi mirada fija en su perfil, porque enseguida suspira.
—Un poco —corrige.
—¿El qué?
—La frente. A veces es como... si palpitara —abre los ojos y ladea la cabeza hacia mí—. No me vendría mal que me distrajeras un poco.
Parpadeo dos veces antes de darme cuenta de lo que está insinuando y ponerme roja. Él sonríe de lado.
—Creo que el cuarto de baño está ahí atrás —añade.
—Apenas puedes moverte, ¿o se te ha olvidado?
—Siempre puedes ponerte tú encima.
—¡Jared!
—Hace dos meses y medio que no...
—Me da igual. Ya lo hablaremos cuando puedas sostenerte de pie.
—Venga ya.
—Cuando te pongas de pie sin la muleta —repito.
—En cuanto lo haga, tendremos mucho tiempo que recuperar.
—Pues, hasta entonces... soñar es gratis.
Él resopla otra vez.
—Y la cosa sigue empeorando —murmura.
—Puedo contarte algo —le ofrezco, sonriendo ampliamente.
—Lo del baño sigue pareciéndome un mejor plan.
De todas formas, se gira hacia mí.
—Cuéntame lo que sea —añade.
—Bueno... ¿te he dicho que estoy aceptando encargos de fotógrafa?
Parece que consigo sacar su curiosidad, porque levanta las cejas.
—¿En serio?
—Sí. El primero... bueno, el único que he tenido hasta ahora fue una boda.
—¿Y qué tal? ¿Mataste a algún invitado por accidente?
—No, idiota. Las fotos me salieron geniales. Me lo pasé bien. Incluso un chico intentó lig...
Me cortó a mí misma y carraspeo, incómoda.
—Es decir... conocí a un chico que era muy fan vuestro —corrijo rápidamente—. Me reconoció por las revistas, imagínate. Me pidió que te hablara bien de él.
Él me observa con los ojos entrecerrados.
—Intentó ligar contigo, ¿no?
—¿Eh? ¿Qué? ¡No! Claro que n...
—Brooke, mientes fatal.
—Perdona, pero hasta que te conocí mentía de maravilla.
—Ya, bueno, entonces, ligó contigo.
Le dedico una sonrisita malvada.
—¿Por qué? ¿Te molesta?
—Depende.
—¿Depende?
—¿Lo consiguió?
Pongo los ojos en blanco descaradamente y él sonríe.
—Pues claro que no lo consiguió.
—Entonces, no me molesta.
—¿No te molesta que intentara ligar conmigo?
—No puedo culparlo. Yo también lo hice en su momento.
Niego con la cabeza, divertida.
—Lexi sí que ligó. Con unos gemelos, además.
—Si se cansa de uno, tiene la copia para volver a intentarlo.
—Exacto. El plan perfecto.
Él me observa unos segundos y me da la sensación de que quiere decir algo, pero no lo hace. En lugar de eso, señala mi bolso con la cabeza.
—¿Tienes auriculares?
—Recogí los tuyos en el hotel cuando te hice la maleta. ¿Quieres escuchar música?
—En realidad, quería escucharla contigo.
Me quedo muy quieta un segundo antes de apresurarme a reaccionar y alcanzar mi bolso. El corazón ya me late a toda velocidad y solo me ha soltado una frase. Intento que no se me noten los nervios cuando conecto los auriculares a mi móvil y nos coloco uno a cada uno, acurrucándome a su lado.
—¿Qué te pongo? —lo miro de reojo.
Parece pensarlo un momento.
—Sorpréndeme.
Sonrío ampliamente.
—Muy bi...
—Sorpréndeme sin los Backstreet Boys —aclara enseguida.
—¡Iba a ponerte una canción suya!
—Por eso. Ni se te ocurra.
—No sabes apreciar su grandeza.
—Porque no la tienen.
—Jared, el líder del club de haters de los Backstreet Boys.
—Y líder del club de fans de las fotógrafas de bodas novatas.
Empiezo a reírme, sacudiendo la cabeza, y busco en mis listas. Me detengo un momento al ver que he llegado a la que he estado evitando a toda costa desde que cortamos.
—Estúpido Jared —lee él por mí—. Sigo sin saber si debería sentirme ofendido.
—Es mi mantra —murmuro.
—¿Tu... qué?
—Nada. Aquí no hay nada que...
—Quiero escuchar algo de esa lista.
Noto que empiezo a ponerme nerviosa. Con esa clase de nervios que solo tengo cuando él está a mi alrededor. Le dedico una mirada algo insegura y él me pasa el brazo buen por encima de los hombros para tocar la pantalla y abrir la lista. Después, deja el brazo ahí.
Dios, cómo lo he echado de menos. Cómo he echado de menos estos pequeños gestos. No puedo ni explicarlo, pero me entran ganas de llorar cada vez que hace alguno de ellos. Y solo quiero apretujarme contra él —con cuidado de no hacerle daño, eso sí—.
—¿Hay alguna aquí que no me hayas enseñado todavía? —pregunta.
Repaso la lista y veo que todo son canciones que él ha escuchado conmigo. Y, justo cuando empiezo a tranquilizarme, se me detiene el corazón al ver una de las primeras que añadí. Intento pasar a toda velocidad.
—Espera —me dice enseguida—, ¿cuál era esa?
—Una cualquiera. Sin importancia. Muy aburrida.
—De eso nada. Ponla.
—N-no... esa no.
Se gira hacia mí con desconfianza.
—¿Por qué no?
—P-porque... porque no... no te gustará...
—La elegiste pensando en mí. Claro que me gustará.
—¡No es...! La elegí cuando todavía no sabía... cuando no éramos nada... oficial.
—Cuando te creías que te utilizaba —me corrige, sonriendo.
Me pongo roja como un tomate.
—Bueno, tampoco quería decir eso...
—Ponla.
—No sé si...
—Brooke, sabes que la terminaremos escuchando.
—¡Ni siquiera es la original, es una versión de una chica que...!
Suspira y él mismo la pone, terminando con la disputa. Enrojezco de pies a cabeza cuando veo que la pantalla se ilumina. Wicked game, de Daisy Gray. Oh, no...
Ni siquiera soy capaz de escuchar la letra, pero sé que él lo está haciendo. Mierda, ¿por qué tuve que añadir esto?
No me atrevo a levantar la cabeza hasta que noto que la canción ha terminado. Me giro casi asustada por si está molesto o algo así, pero solo me mira con media sonrisa. No sé qué decirle.
—Esta vez elijo yo —murmura, y me quita el móvil de la mano.
Dios, casi se me había olvidado lo mucho que me conoce Jared. Sabe que no quiero hablar de ello y no me preguntará. ¿Cómo no voy a quererlo si hace estas cosas? No puedo evitarlo y apoyo la cabeza en su hombro con cuidado. Noto que él aprieta ligeramente el brazo que tiene a mi alrededor y apoya la mano en mi rodilla. Y así nos pasamos el resto del viaje, escuchando música.
Cuando llegamos a nuestro destino ya casi ha anochecido, Bruce conduce hacia casa de cada uno, haciendo que el coche vaya quedando cada vez más vacío hasta que solo llegamos al hospital Cris, Jared y yo. Ese hospital es más sencillo que el de Los Ángeles, pero también me parece que los empleados nos tratan con más familiaridad, cosa que me gusta.
Asignan a Jared una habitación individual con vistas bastante bonitas, pero él no puede disfrutarlas mucho porque enseguida se lo llevan para hacerle más pruebas. Como me han dicho que no podré verlo hasta mañana por la mañana, le dejo los auriculares en la mesita auxiliar junto con su móvil y algunas cosas esenciales que rescaté de su habitación del hotel.
La verdad es que estoy muy cansada cuando por fin llego a la residencia, y casi me entran ganas de llorar cuando subo las escaleras y me encuentro a Lexi y Liam en el pasillo de brazos cruzados con cara de nos debes una explicación.
Por suerte, Lexi ya sabe gran parte de lo que ha pasado por Kevin, así que no tardan en marcharse. Yo ni siquiera puedo ponerme algo cómodo antes de dejarme caer en la cama y quedar profundamente dormida.
***
Las siguientes semanas pasan sorprendentemente rápidas y mi día a día se vuelve mucho mejor de lo que lo ha sido estos últimos meses.
Por las mañanas voy a clase, como siempre, y por las tardes voy al hospital a ver a mi lisiado favorito, al que normalmente me encuentro de mal humor, escuchando música. Cris dice que solo se quita los auriculares cuando llego yo, y la verdad es que eso me hace mucho más feliz de lo que debería.
Jared ya está empezando a encontrarse mejor, e incluso ha empezado con la rehabilitación. Pidió hacerla por las mañanas porque sabía que yo tendría clase, pero algunas veces también tiene que ir por las tardes y la enfermera me deja pasar y estar con ellos. Las de las tardes son por la pierna, y básicamente solo tiene que intentar andar con la ayuda de unas barras. Y es sorprendentemente difícil, así que el resto del tiempo —en que no lo obligan a usar silla de ruedas— tiene que usar una muleta con la mano buena.
La verdad es que, aunque parezca que tenga que ser así, las tardes con él en el hospital no son aburridas. En absoluto. Algunas veces hago los deberes ahí y él me ayuda —porque sí, es un genio con todo, no lo entiendo— o me da su opinión sobre algunas fotos y cómo debería editarlas. Otras veces escuchamos música o simplemente hablamos. Y, otras veces, tiene visitas.
Hace poco me enteré de que su madre había ido a verlo una mañana. No sé qué pasó —he preferido no preguntar—, pero sé que la cosa no terminó muy bien. Intenté hablar con Jared al respecto, pero no parecía estar por la labor. Sin embargo, unos días más tarde, su madre me dijo que había aceptado sus disculpas. Era obvio que las cosas entre ellos no iban a ser fáciles solo por eso, pero al menos venía a verlo más a menudo con la seguridad de que no la recibiría mal.
Un día, mientras estaba ayudándome a terminar unos deberes de historia del arte, se detuvo un momento, pensativo.
—¿Qué? —pregunté.
—Nada, no tiene nada que ver con esto.
—Bueno, ¿y qué es? —repiqueteé el lápiz sobre el cuaderno mientras él suspiraba.
—Es... que me sorprende que el imbécil de mi padre no haya venido todavía —murmuró—. Pensé que intentaría sacar provecho de la situación de una forma u otra.
Me quedé en silencio, mirándolo. Él levantó una ceja al darse cuenta.
—¿Qué pasa?
—Él... mhm... sí que vino. Cuando todavía no habías despertado y estaba yo sola.
Noto que se le tensan los hombros cuando se da cuenta de que no lo estoy contando como algo muy positivo.
—¿Te hizo algo? —pregunta en voz baja.
—No —le aseguro enseguida, y parece relajarse—. Él... intentó robarte dinero. No sé para qué, pero le dije que no. Insistió un poco con la excusa de que es tu padre y... mhm... quizá... eh... le eché a gritos.
Hubo unos instantes de silencio en los que Jared solo me miró fijamente. Casi esperaba que se enfadara por meterme en sus asuntos familiares, pero entonces sonrió ampliamente. Me quedé completamente pasmada cuando me sujetó la cabeza con una mano y me plantó un beso en los labios que casi hizo que me cayera de culo al suelo.
—Gracias por recordarme por qué me enamoré de ti.
Y yo, claro, me puse roja hasta la médula.
Otra de las visitas más frecuentes fue Cassie, que estaba inmersa en el hecho de que ya se acercaba al final de su penúltimo año de instituto y había tenido unas cuantas discusiones con su madre porque, en lugar de una Universidad, quería ir a una academia para ser diseñadora de moda. Siempre aparecían peleándose. Y, cuando Cassie venía sola, hablaba mal de ella.
El único día que no discutieron fue el día que aparecieron con Robert, el novio de Gail, y sus dos hijos, Gavin y Tex. Gavin no haizo mucho caso a nadie en todo el rato —estaba ocupado mirando su móvil—, pero Robert sí. De hecho, incluso le sacó alguna sonrisa a Jared, cosa que seguramente se convertiría en el mayor logro de su vida.
Pero todo rastro de sonrisa se borró cuando Tex vino corriendo y se sentó en mi regazo, abrazándome y apoyando la cabeza justo encima de mis pechos con una gran sonrisa.
—¡Te he echado de menos, Brooke! —me chilló, apretujándose con más fuerza.
Cassie disimuló una risa bastante mal cuando Jared se giró hacia ese pobre niño como si fuera a sacar una escopeta de debajo de la almohada.
—Y yo a ti —le dije, divertida, separándome un poco para mirarlo—. ¿Cómo estás?
—Muy bien. Oye, ¿es verdad que ya no estáis juntos? Porque ahora podrías estar conmigo.
Noté que la cara me vuelve escarlata al instante en que Jared puso mala cara y los demás empezaron a reírse.
—Eh... —no supe ni qué decir.
—Sigue sin ser tu momento —le soltó Jared, irritado.
Tex no pareció muy ofendido.
—Bueno, ya llegará.
Y, gracias a Dios, ahí terminó ese tema.
La verdad es que no esperaba decir eso de Jared, pero pareció sinceramente contento de que hubieran ido a verlo. Estuvo de mejor humor durante casi una semana después de eso.
Y también pareció bastante contento cuando mis amigos se plantaron en el hospital. Lexi y Liam habían traído alcohol escondido y casi los maté cuando vi que intentaban dárselo a Jared.
—¡No puede tomar alcohol! —les grité.
—Oh, vamos, nos seas aburrida —protestó Liam.
Menos mal que llegaron refuerzos —en forma de enfermeras— y les obligaron a sacar eso de ahí.
Y, justo cuando creía que ya habíamos recibido todas las visitas que podíamos tener... llega la menos esperada.
Estoy sentada en la silla que hay junto a la cama de Jared. Él mira mis apuntes y frunce el ceño, señalando un error.
—¿Cómo puedes saber tanto de arte? —protesto, corrigiéndolo rápidamente.
—Porque me gusta.
—Sí, pero hay cosas... que no entiendo cómo pueden gustarte. Incluso de mis pintores y fotógrafos favoritos.
Él me dedica una pequeña sonrisa.
—Hay algo que no te he contado nunca, Rocky.
Me giro hacia él con curiosidad.
—¿Debería preocuparme?
—Yo diría que no.
—Muy bien, ¿qué es?
—Poco después de conocernos... te busqué en Internet —dice lentamente—. Vi una entrevista que te habían hecho por ser la mejor de tu curso en tu primer año aquí. Mencionabas tus pintores y fotógrafos favoritos... y me puse a buscarlos y a leer sobre ellos.
Me quedo mirándolo con la boca entreabierta.
—¿Q-qué...? ¿En serio?
—¿No te lo crees?
—¿Tú buscaste algo sobre mí? ¿Tú?
—No podía sacarte de mi cabeza.
De nuevo, no sé qué decir. Él sonríe ampliamente y parece que va a decir algo, pero se detiene cuando se abre la puerta. Nos giramos a la vez, esperando el médico, pero no es él.
Me quedo petrificada.
Son mis padres.
Si antes no sabía qué decir, ahora es mucho peor. Me quedo mirando a papá y mamá con los ojos muy abiertos y noto que Jared me echa una ojeada, extrañado. Vale, veo que ninguno de los dos esperaba esto.
Ellos se detienen a una distancia prudente. Especialmente papá, que parece sumamente incómodo.
Y por fin encuentro mis cuerdas vocales.
—¿Mamá? ¿Papá? ¿Qué...?
—Nos enteramos del accidente —me dice mamá con una pequeña sonrisa incómoda—. Salió en una revista. Al principio, pensamos que no era nada demasiado grave. Pero al informarnos un poco nos dijeron que habíais cancelado vuestros conciertos... y supusimos que era bastante peor de lo que parecía.
Miro a Jared, casi en busca de ayuda. Me he quedado completamente en blanco.
Menos mal que él me salva del silencio.
—Gracias por venir —intenta incorporarse un poco—. Hay sillas ahí por si quieren...
—No hace falta, no os molestaremos mucho —le asegura mamá, acercándose—. ¿Cómo estás?
Y así ellos dos empiezan a hablar con toda la confianza del mundo sobre el accidente, la rehabilitación y los conciertos cancelados. Papá y yo nos quedamos al margen, echándonos miradas incómodas el uno al otro. Sigo sin poder creerme que esté aquí.
Ya casi siento que me he vuelto invisible cuando Jared me mira.
—¿Puedes ir a buscarme un café, Brooke?
Me incorporo, algo confusa, y en cuanto salgo de la habitación noto que papá me sigue. El silencio incómodo que había antes vuelve con más fuerza, rodeándonos mientras pulso los botones de la maquinita y espero a que el vaso se llene de café.
Estoy a punto de intentar decir algo cuando escucho que me interrumpe.
—Tus fotos... estuvieron en una galería de arte.
Lo miro de reojo, incómoda.
—Sí —murmuro—. En unas cuantas. Me lo ofreció mi profesor.
—Ah.
Silencio.
Carraspeo ruidosamente.
—Estuvo bien —añado.
—Vi esas fotos. No estaban... mal.
Quizá en otra persona me habría parecido un comentario algo inadecuado, pero viniendo de papá es un halago tremendo. Él siempre ha sido de esas personas que no te dicen lo que haces bien, solo lo malo.
—Creo que es la primera vez en mi vida que me dices algo bueno —no puedo evitar soltarlo.
Por un momento, me arrepiento porque me da miedo que se marche a pasos agigantados, furioso, pero me quedo helada cuando veo que esboza lo que parece una sombra de sonrisa.
—Sí, debí decírtelo más a menudo cuando eras pequeña.
Espera... ¿papá me está dando la razón?
¿A mí?
—Especialmente con lo relacionado con el béisbol —añade.
—Sí, la verdad es que me gustaba —murmuro—. Aunque no he vuelto a jugar.
—Sigo teniendo tu guante, ¿sabes? El que te firmó Judge.
—¿En serio?
—Sí. Podrías... eh... venir alguna vez. A verlo, digo. Y podrías quedarte a cenar. Podríais —corrige rápidamente—. Tu novio y tú.
Recojo el vaso de café de la máquina.
—Sí, eso estaría bien.
Volvemos a la habitación sin decir nada más, pero, por primera vez en años, siento que ambos podemos sonreír en compañía del otro.
***
En cuanto abro la puerta, me aparto para que Jared pueda pasar, seguido de Cris y Bruce. Bruce tiene su maleta en la mano y Cris habla por teléfono —como siempre—.
Jared va con la muleta directo al sillón y se deja caer en él, resoplando. Ya han pasado dos meses desde lo del accidente y la cicatriz de la frente apenas es visible, pero yo sigo notándola cada vez que paso un dedo por su piel.
Liam le ha llamado varias veces Harry Potter. No ha podido resistirse.
Por otro lado, su mano sigue prácticamente igual. Eso sí, su pierna ha mejorado considerablemente, al igual que los demás golpes que tenía. Ya no necesita tanta ayuda como antes, aunque tampoco es como si antes la aceptara, claro.
—Dejo esto aquí —me dice Bruce, soltando la maleta de Jared junto al pasillo—. Si me necesitáis para algo más, él tiene mi número.
—Gracias por la ayuda —sonrío.
Cris suelta un insulto que hace que dé un respingo mientras cuelga el teléfono.
—La gente no tiene vergüenza —espeta, guardándoselo en el bolsillo—. ¿Te puedes creer que acaba de salir del hospital y ya me están preguntando cuándo estará disponible para alguna entrevista?
—¿Qué les has dicho? —pregunto, divertida por su enfado.
—Que se vayan a la mierda, ¿qué más les puedo decir? —niega con la cabeza—. Lo último que necesita es que lo mareen con preguntas.
—Hola, estoy aquí —escucho que dice Jared desde el sillón—, no hace falta que habléis como si no estuviera.
—No tienen ni un poco de paciencia —sigue Cris, ignorándolo, especialmente cuando su móvil vuelve a sonar—. Genial. Otro periodista. Espero que no te importe escuchar insultos, Bruce, porque voy a soltar unos cuantos por el camino.
—Podré soportarlo —él sonríe.
—Genial. Llévame a casa, anda —ella se gira hacia mí—, y tú cuida al lisiado, ¿eh?
—No soy un lisiado —escucho protestar a Jared.
—Lo haré —le aseguro.
—Muy bien. Adiós, niños. Portaos bien, ¿eh?
En cuanto se marchan, suspiro y me doy la vuelta. Jared sigue en el sillón, con la mirada clavada junto a la ventana, donde están sus guitarras. Trago saliva antes de acercarme y ponerle una mano en el hombro.
—¿Feliz de estar otra vez en casa? —pregunto.
Él desvía la mirada de las guitarras y se centra en mí, recorriéndome de arriba abajo como siempre.
—Aquí no tendré enfermeras controlándome continuamente, así que estoy bastante conforme.
—Oh, pero yo te voy a controlar. Y Cassie. Y Cris. Y medio mundo.
Me quedo callada un momento y él entrecierra los ojos.
—¿Qué?
—¿Has hablado ya con Kevin?
Jared no parece tan alterado como habría esperado con la pregunta. Solo se encoge de hombros.
—Vino a verme por primera vez desde el accidente... hace unos días.
—¿Y qué tal?
—Me pidió perdón —murmura, pensativo—. Y me dijo que no había vuelto a beber desde entonces. Es sorprendente que diga esto de él, pero realmente parecía arrepentido.
—Ally y Hunter me han dicho que en estos meses no ha salido ni una sola vez de fiesta, ni se ha visto con chicas, ni ha hecho nada fuera de lo estrictamente correcto. Puede que haya cambiado.
—Puede —él aparta la mirada hacia las guitarras de nuevo.
Pasan unos segundos de silencio y yo me apoyo en el reposabrazos, a su lado. Le rodeo el cuello con los brazos, mirando también las guitarras, y noto que él se apoya en mí.
—Siento lo de la banda —le digo en voz baja.
Él no dice nada, solo las mira unos segundos más antes de girarse hacia mí.
—Yo no.
Me quedo callada unos segundos, confusa.
—¿Eh?
—Que yo no.
—Tú... ¿qué?
Él sonríe ligeramente al ver mi expresión.
—Durante años, he tocado la guitarra porque me encanta, porque es de las pocas cosas que realmente me hacen sentir bien —murmura—. Era mi vía de escape. Al menos, hasta hace unos meses. Empecé a sentir que pasaba de ser mi momento favorito del día a ser el peor. Como si lo que había disfrutado durante años ahora se convirtiera en una obligación y dejara de ser algo que pudiera disfrutar.
Él niega con la cabeza y me pasa un brazo por la cintura.
—No volvería con la banda, Brooke. Ni aunque pudiera... no volvería. Estoy cansado de esa vida. Nunca ha sido para mí. Los escenarios, la fama, los fans... eso no es para mí. Ha estado bien por unos años, he tenido muchos momentos felices. Ni siquiera te habría conocido si no hubiera pasado por ello. Pero... ya no me hace feliz. Y no quiero pasarme el resto de mi vida haciendo algo que no me guste, preguntándome qué habría pasado si hubiera hecho lo que realmente quería.
Él cierra los ojos un momento y siento que debo decir algo, pero no sé qué es. Me aclaro la garganta antes de encontrar mi voz.
—¿Y qué es lo que quieres?
Jared abre los ojos y me mira, sonriendo.
—No lo sé —se encoge de hombros—. Por primera vez en mi vida, no estoy obligado a hacer nada. No tengo que ir cada día a ensayar, no tengo que preocuparme de conciertos, agentes de condicional, de giras, de entrevistas... no tengo que preocuparme de nada. Y nunca me he sentido tan bien.
Sonrío un poco.
—Bueno, eres rico. Puedes comprarte una mansión gigante y pasar el resto de los días sin hacer absolutamente nada, rodeado de cosas caras. Yo lo haría.
Él empieza a reírse y niega con la cabeza.
—No, no creo que eso sea para mí.
—¿Tienes una idea mejor?
—Unas cuantas —hace una pausa y sus labios se curvan hacia arriba, mirándome—. Y todas empiezan por pedirte que vengas a vivir conmigo.
Noto que me quedo muy quieta al instante, sorprendida.
¿Acaba de...?
Sí, lo ha hecho.
Parpadeo unas cuantas veces en su dirección, sin saber si estoy soñando o esto es real. Desde luego, no esperaba que esta conversación terminara así.
—¿Hablas en... en serio? —por fin consigo hablar.
Él parece divertido por mi reacción.
—Pues claro que hablo en serio, Brooke. Lo que no entiendo es cómo no te lo he pedido hasta ahora.
—P-pero... tú no... es decir... ¿estás seguro? Acabas de volver. Podríamos esperar. No me importa esperar. Puedo hacerlo. No quiero que te agobies y...
—Brooke, no necesito esperar a nada. Solo quiero que vivamos juntos.
Oh, oh. Me estoy emocionando.
Alerta de lágrimas: activada.
Si monto un drama, será por culpa de Jared.
Estúpido Jared.
Estúpido y encantador, sí.
Trago saliva para deshacerme del nudo que se me ha formado en la garganta y creo que esbozo una sonrisa. Ahora mismo no puedo sentir la cara. Estoy demasiado nerviosa. Demasiado emocionada.
—Bueno —murmuro—, está claro que alguien tiene que vigilarte para que cuides bien de esa mano, porque conociéndote seguro que te quitas las vendas cinco minutos después de que me vaya.
—Me temo que necesito una buena enfermera.
—Pues estás de suerte, porque además de una gran fotógrafa, soy una excelente enfermera. Eso sí, mis servicios no son baratos, y tengo muchos otros clientes interesados.
—No sé que te ofrecen, pero doblo la oferta.
Empiezo a reírme, negando con la cabeza.
—Me conformo con que hagas lo que te dicen tus médicos.
—Bueno... por ti, puedo intentarlo.
—Vas a intentarlo. Es mi condición.
Él sonríe un poco, mirándome y ofreciéndome su mano buena.
—Entonces, tenemos un trato.
—Lo tenemos —le estrecho la mano—. Un placer hacer negocios con usted, señorito Jared.
—Lo mismo le digo, señorita Brooke.
Sonrío y me inclino hacia delante, sujetándole la cara con ambas manos para darle un beso en los labios. Apenas los he rozado cuando noto que él se inclina hacia mí, haciéndolo mucho más profundo. Mucho más íntimo. Como todos sus besos.
Apenas puedo respirar cuando me obligo a separarme y a ponerme de pie. Me tiemblan las rodillas cuando él me mira desde el sillón con una pequeña sonrisita que conozco muy bien.
—Vale, te recuerdo que sigues sin poder moverte demasiado.
—Y yo te recuerdo que teníamos un acuerdo respecto a eso.
Él apoya ambas manos en el sillón y, tras resoplar y usando un pequeño esfuerzo, se pone de pie sin ayuda de ninguna muleta. Se queda mirándome con una ceja enarcada y yo sonrío cuando se señala a sí mismo.
—Me he puesto de pie sin la muleta —remarca.
—Ya lo veo —sacudo la cabeza, sonriendo.
—Y supongo que recuerdas lo que me dijiste que pasaría cuando esto pasara, ¿no?
—Oh, lo recuerdo. Perfectamente.
Su sonrisita se acentúa al señalar el pasillo.
—Bueno, no tengo ningún cuarto de baño de avión, pero sí tengo una cama al final de ese pasillo que está deseando que estrenemos.
—¿Estrenar? ¡Hemos ido ahí mil veces!
—Pero esta vez es diferente. Ahora ya es oficialmente nuestra cama —da un paso hacia mí—, y nuestra habitación —da otro paso, quedándose quedándose justo delante de mí—, y nuestra casa.
Me ofrece la mano.
—¿Qué me dices? ¿Vamos a recuperar el tiempo perdido?
Niego con la cabeza, divertida.
—Espero que no estés muy ocupado, cariño, porque hay mucho tiempo que recuperar.
—Bueno, yo no tengo nada que hacer hasta dentro de mucho, mucho tiempo, ¿y tú?
Sonrío ampliamente y tomo su mano.
—Yo tampoco.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top