Capítulo XL

XXXX - LO MEJOR

—¿Crees que debería empezar a aceptar encargos?

Liam me echa una ojeada rápida antes de volver a girarse hacia delante.

—¿Encargos?

—Ya sabes —murmuro mirando por la ventanilla—. Poner un anuncio en Internet y hacer fotos en fiestas, en bodas... unas cuantas chicas de mi clase lo hacen.

—En las bodas se liga mucho —él sonríe ampliamente.

Le pongo mala cara.

—Vale —accede—. Si necesitas dinero extra, no es mala idea. ¿Necesitas un modelo sexy? Porque yo estoy disponible. Y soy barato.

—Espera, ¿barato? ¿Si te lo pidiera, me cobrarías?

—Pues claro. ¿Te crees que esta cara es gratis?

—Liam, eso ha sonado fatal.

—Oh —sonríe ampliamente—. Si lo que quieres es un polvo, lo tendrás gratis. No te preocupes.

—No me preocupaba —pongo los ojos en blanco.

Él tarda unos segundos, y veo que la sonrisa va desapareciendo hasta convertirse en una mueca.

—La verdad es que me sorprende que estés tan tranquila teniendo en cuenta que vamos a casa de don tatuajes.

—No es como si fuera a encontrármelo —murmuro.

—Ya, pero los recuerdos felices, su casa, tooooodo lo que habéis vivido ahí, juntos, amándoos, es...

—Liam, no ayudas.

—Solo expongo hechos dramáticos —se defiende—. Bueno, estamos llegando. Subiría contigo y rebuscaría en los cajones de don tatuajes encantado, pero mi querida jefa me ha pedido que me pase por el bar. Mándame un mensaje cuando me necesites y estaré aquí en cinco minutos.

—Gracias, Liam.

Bajo del coche y voy directa al portal. La verdad es que sí estoy nerviosa. Bastante. Especialmente cuando entro en el edificio con las llaves en la mano. Miro al portero como si fuera a placarme para que no pudiera subir, pero se limita a sonreírme educadamente y centrarse en sus cosas otra vez. Bueno, es un alivio.

Se me hace muy extraño entrar en el ascensor sin ninguna ilusión, como normalmente me pasaba al venir aquí. Ahora, solo estoy tensa. Y triste. Me remuevo, incómoda, y espero —impacientemente— hasta que llego a su piso. La mano me tiembla de una forma bastante ridícula cuando meto la llave en la cerradura.

Asomo la cabeza dentro del piso y veo que está todo a oscuras. Y no oigo nada. Vale. No hay nadie. Uf, menos mal.

¿Por qué me siento como si estuviera entrando a robar? Dios, esto es ridículo.

Entro y cierro a mi espalda. Enciendo la luz y me da la sensación de que la casa está demasiado vacía. Y no solo porque Jared no esté. Es difícil de explicar.

Me quedo mirando a mi alrededor unos segundos antes de avanzar hacia el salón. No hay rastro de sus guitarras, que algunas veces apoyaba debajo del ventanal. Tampoco está su chaqueta tirada en el sillón. No están sus llaves en el mueble junto al sofá. No sé por qué esos pequeños detalles me hacen sentir tan miserable. Pongo una mueca y paso una mano por el respaldo del sofá mientras cruzo el salón en dirección al pasillo y dejo las llaves donde solía tener él las suyas.

Realmente no quiero entrar en su habitación. Casi tengo ganas de llorar solo al pensar en hacerlo, pero no me queda más remedio. Casi todas mis cosas están aquí.

Una parte de mí se pregunta si las habrá tirado a la basura. No lo culparía de haberlo hecho, la verdad. Como diría Liam, las rupturas son una mierda. Nick lo hizo cuando cortamos. Se deshizo de todas las cosas que no me llevé la noche en que me fui.

Pero... Jared no es Nick. Y él no haría eso. Respiro hondo cuando entro en su habitación y veo que todo sigue igual que la última vez que estuve aquí. Mi libreta sigue en su mesita, uno de mis pijamas está en la cómoda, mis zapatillas están bajo la cama... no ha tocado nada. Ni tampoco en el vestidor o en el cuarto de baño.

Me apoyo en el marco de la puerta del vestidor con un hombro y me quedo mirando su ropa un momento. Casi preferiría que se hubiera cabreado y lo hubiera quemado todo. O no. No lo sé. Ahora mismo estoy muy confusa.

Al menos, mi mochila sigue ahí también. Tengo que empezar a recogerlo todo para irme de una vez. Estar aquí hace que se me forme un nudo de opresión en el pecho.

Y, justo cuando estoy a punto de adelantarme para recogerla, siento dos ojos clavados en mi nuca. Es de las pocas veces que odio poder sentir su mirada sobre mí antes de girarme, porque hace que se me tense el cuerpo entero con una mezcla de emoción y temor que no había sentido en mi vida.

Sigo teniendo alguna que otra esperanza cuando me doy la vuelta, pero está claro que está aquí. Jared está en la puerta, con una maleta en la mano y mirándome con los labios ligeramente entreabiertos. Parece perplejo.

Bueno, siendo positiva... por una vez soy yo la que le deja sin palabras a él.

Me recorre con los ojos de arriba abajo y vuelvo a sentirme como las primeras veces que lo hizo; puedo notar hormigueos en cada centímetro exacto que está observando antes de clavar los ojos en los míos de nuevo.

Creo que va a decir algo, pero estoy nerviosa. Muy nerviosa. Y por algún motivo esos nervios se convierten en una necesidad imperiosa de intentar justificarme.

—Yo... no sabía... —me retuerzo el pliegue de la chaqueta con los dedos, tragando saliva—. P-pensé que... estarías en Los Ángeles.

Tarda unos pocos segundos en responder, pero para mí es como si tardara cuatro años.

—Estaré aquí unos días —dice finalmente.

—Ya veo —miro su maleta porque de pronto no me atrevo a mirarlo a la cara—. Yo... lo siento. Debería haberte avisado. No he usado las llaves para nada más que...

—No pasa nada.

Me da la impresión de que los dos estamos intentando sonar lo más serenos posibles —a él se le da mejor que a mí, eso está claro—, pero que la tensión entre ambos es, simplemente, innegable.

—Solo... pensé en llevarme mis cosas —añado—. Después de todo, ha pasado más de un mes y... mhm... no debe ser muy agradable para ti tenerlas... aquí. Debería haber venido antes a... mhm...

No sé qué decir. ¿Por qué nunca sé qué decir cuando me mira así? Él tampoco dice nada. Solo me mira con la máscara de hielo puesta. Y la verdad es que le está funcionando, porque no puedo ver lo que piensa. O quizá no quiero verlo porque me sentiría demasiado culpable si lo supiera.

Justo cuando estoy a punto de decirle que ya volveré otro día —y que queme mis cosas si quiere—, escucho unos pasos por el pasillo.

Pasos de tacones.

Oh, no.

No tengo derecho a sentirme así, pero juro que si entra una chica en su habitación voy a ponerme a llorar. Y él no se lo merece. Yo le dejé. Porque soy idiota.

Jared no aparta la mirada de mí cuando me pongo un poco más erguida, tensa, mirando la puerta. Y no sé si sentirme aliviada o asustada cuando veo que la que entra no es ninguna chica desconocida fan de su grupo, sino su madre, Gail.

Bueno, esto va a ser incómodo.

Ella se detiene de golpe al verme.

—¡Brooke! —exclama, sorprendida—. Oh, no sabía... hijo, no me dijiste que estarías ocupado.

—No sabía que lo estaría —dice Jared simplemente.

—Yo ya me voy —añado enseguida, incómoda.

—¡No! —Gail levanta las manos en señal de rendición y da un paso atrás—. Solo quería traerlo del aeropuerto para estar un rato con él, pero os dejo intimidad, ¿eh? Voy a dar una vuelta. Una vuelta larga. ¿Una de dos horas?

—Mamá... —Jared la mira con mala cara.

—¿Qué? ¿De tres?

Jared suspira y yo estoy a punto de sonreír, pero estoy demasiado tensa como para hacerlo.

Justo cuando estoy reconsiderando salir corriendo para llamar a Liam, noto que Gail se detiene de nuevo en la puerta, solo que esta vez en una actitud muy distinta.

Me sorprende ver lo tensa que parece de pronto. ¿Qué le pasa? Mira a Jared y luego me mira a mí. Cada uno parece más incómodo que el anterior. Él tiene los puños ligeramente apretados por los nervios —Jared nervioso, madre mía— y yo me abrazo a mí misma sin saber muy bien qué hacer. Gail me observa durante unos segundos y me da la sensación de que llega a una conclusión, aunque no entiendo a cuál.

Jared sí debe entenderlo, porque suelta una risa irónica cuando Gail viene hacia mí.

—Espero que sea una broma —murmura él.

Gail lo ignora completamente y se queda de pie delante de mí, que no puedo estar más confusa. Ella me acuna la cara con ambas manos y me revisa de arriba abajo. Su cara está cruzada por la preocupación. Y no entiendo nada cuando me sujeta de la muñeca y tira de mí hacia el salón. ¿Qué demonios?

Cuando se detiene junto al sofá, mira por encima de mi hombro y oigo los pasos de Jared siguiéndonos. Ella le echa una ojeada antes de volver a centrarse en mí.

—¿Estás bien, cielo? —me pregunta como si fuera un animalillo asustado.

Bueno, bien del todo no estoy. Aunque no creo que se refiera a eso. Y no logro entender qué quiere decir.

—Yo... sí —digo, dubitativa.

—Brooke, si ha pasado algo que...

—No ha pasado... nada —murmuro cuando deja la frase al aire—. ¿Por qué?

—Por nada —murmura, aunque no parece convencida—. ¿Estás segura de que estás bien?

—Sí —insisto—. ¿Qué...?

—Se cree que te he golpeado —dice Jared a mi espalda—. O algo peor.

Me quedo muy quieta, perpleja, y cuando su madre cierra brevemente los ojos solo confirma que es verdad que ha pensado eso.

¿En serio?

—No —me escucho decir, horrorizada—. ¡No! Claro que no. Él no haría eso. Nunca.

—Siempre pensando lo mejor de mí —escucho que suelta Jared en voz baja.

Gail me suelta y dedica a su hijo una mirada más que significativa.

—Sabes por qué lo he pensado —le dice—. Aunque ella no lo sepa, es...

—Ella lo sabe perfectamente —la interrumpe.

Oh, está enfadado. Y con razón. Y me tenso, claro No estoy acostumbrada a un Jared cabreado. Es siempre tan calmado...

Gail abre mucho los ojos y me mira, sorprendida.

—¿Cómo que lo sabe? —le pregunta a él, mirándome—. Por Dios, dime que no le has contado lo de esa chica.

—Pues claro que se lo he contado. Sabe todo de mí.

Sí, me lo ha contado, pero... pero no fue él. Y estoy a punto de soltarlo solo por defenderle de la mirada reprobatoria de su madre. No es justo. Pero tampoco es mi secreto. Y no tengo derecho a decirlo.

Sin embargo, no puedo evitar irritarme. Jared no se merece esa mirada desconfiada. Es la que probablemente tuvo que soportar durante años. Y no es justo.

—Nunca me ha hecho daño —digo, indignada por tener que defenderlo.

¡Es su madre, debería saberlo por sí sola! ¡No debería tener que decírselo nadie para deducirlo!

—Brooke, no necesitas hacer eso —me dice Gail suspirando—. Solo quiero decirte que, si has cortado con él porque te haya hecho algo malo, no tienes por qué...

—No me ha hecho nada malo —insisto, y esta vez sueno bastante irritada.

—La chica de su instituto también insistió en que todo fue consentido por mucho tiempo —musita ella, mirando a su hijo.

¿Por qué demonios no se lo dice? Doy un paso atrás y me tenso aún más cuando choco con la espalda en el pecho de Jared. Abro la boca para decírselo yo misma, olvidándome de cualquier tipo de tacto con los dramas familiares ajenos, pero me detengo cuando Jared me pone una mano en el hombro.

—Si crees que soy esa clase de persona, ¿por qué sigues aquí? —le pregunta a su madre sin siquiera alterarse.

Gail sacude la cabeza.

—Porque soy tu madre. Y... tienes un problema, Jed. Te lo dije cuando eras más pequeño. Pensé que... si te tomabas la medicación... dejarías atrás ese tipo de comportamientos. Si sigues teniéndolos, podemos arreglarlos. No puedes...

—Ese tipo de comportamientos no se dan solo por ser bipolar.

—Soy tu madre, Jed, no puedes...

—Sigues insistiendo en que eres mi madre como si no lo supiera, y sin embargo no me conoces. En absoluto.

Vale, tengo que irme. No quiero verme inmiscuida en una pelea familiar. Sin embargo, cuando intento apartarme, Jared me mantiene pegada a él con la mano que tiene en mi hombro.

—¿Que no te conozco? —Gail se ha olvidado de mi presencia, porque ahora toda su atención y todo su enfado están clavados en su hijo—. ¿Tienes idea de la cantidad de cosas que he tenido que soportar por lo que le hiciste a esa chica?

—Lo sé perfectamente. Me las recordabas cada día. Si te dignabas a hablarme, claro.

—¿Cómo puedes tener la poca vergüenza de echarme en cara que no te hablara? ¿Tienes idea de lo que es para una madre mirar a su hijo y saber que... ha hecho lo que tú le hiciste a Ivy? ¿Sabes lo mal que lo pasé con la gente? Todo el mundo me miraba por encima del hombro.

—Y eso era todo lo que te importaba. Lo que pensaran los demás.

—¡Tú mismo fuiste quien forzó a una chica, Jared! —es la primera vez que la oigo usar su nombre completo, y eso me tensa sin saber muy bien por qué—. ¿Por qué tuviste que hacerlo? Eras un chico guapo, y las chicas del vecindario suspiraban cada vez que te veían pasar por delante de ellas. Pero tuviste que... tuviste que hacerle daño a esa pobre chica. ¿Cómo querías que te mirara después de ver esas fotos?

Noto que la mano de Jared se tensa en mi hombro, pero no me muevo. De alguna forma, no quiero dejarlo solo con esto. Y la tentación de gritarle a su madre que deje de hablarle así es muy fuerte, pero me callo por él. No es mi secreto. Tengo que cerrar la boc...

—¿De verdad crees que lo hice yo?

Vale, esta vez me tenso de arriba abajo. Levanto la mirada y veo que Jared tiene los dientes apretados. Su madre parpadea varias veces, como si no le encontrara el sentido a lo que ha dicho.

—¿Qué?

—Han pasado casi nueve años —le espeta Jared en voz baja—. Casi nueve años y sigues pensando que fui yo.

—¿Y qué quieres que piense? Tú mismo se lo dijiste a la policía.

—Y tú no lo cuestionaste. Nunca. Ni una sola vez.

Su madre abre la boca y vuelve a cerrarla. No parece saber qué decir. No puedo culparla.

—Nunca le hice daño a Ivy —le dice Jared finalmente—. No estaba enamorado de ella, pero me caía bien. Me molestó mucho más que a vosotros lo que pasó. Y aunque no me hubiera caído bien, jamás le habría hecho... eso.

—¿Y quién se supone que fue? —ella niega con la cabeza.

Jared tarda unos segundos en responder, y por la cara de Gail creo que realmente no necesita preguntarlo.

Ahora mismo, puedo ver el parecido entre ellos. Ambos tienen el mismo don para ponerse una máscara de hielo cuando no quieren que otras personas sepan lo que les cruza la mente. Gail acaba de ponerse la suya, pero se desmorona un poco cuando Jared señala la puerta con un gesto.

—Ya no necesito tu ayuda, mamá. Gracias por traerme.

Gail se queda de pie un momento y, para mi sorpresa, no protesta, ni tampoco intenta quedarse. Solo se da la vuelta y se marcha, dejándonos solos. ¿Cómo demonios no se ha quedado a hablar con él?

Jared debe notar mi expresión, porque me suelta el hombro y me mira.

—No te preocupes. Volverá. Y probablemente me diga que no se lo cree, aunque sí lo haga.

Él se aparta de mí para sentarse en el sofá. Apoya los codos en las rodillas y hunde la cara en las manos. Por un momento, solo pensar que puede echarse a llorar hace que esté a punto de ir corriendo hacia él. Pero no se pone a llorar. Solo suspira otra vez y se frota los ojos.

La posibilidad de dejarlo solo se descarta enseguida. No puedo dejarlo así. Rodeo el sofá y, por un momento, se me olvida cuál es la situación entre nosotros. Solo quiero que se sienta mejor.

Me quedo de pie delante de él y, tras dudar un momento, le pongo una mano en la nuca, pasándole el pulgar por ella.

—¿Estás bien? —pregunto, aunque la respuesta es más que obvia. No sé qué más decir.

Él no levanta la cabeza, pero tampoco se aparta de mí. De hecho, me quedo completamente paralizada cuando apoya la frente en mi estómago y cierra los ojos.

—Siento haberte obligado a quedarte. No sabía que terminaríamos así.

—No pasa nada —murmuro.

Durante unos segundos, ninguno de los dos dice nada. Me da la sensación de que necesita silencio ahora mismo, así que no lo interrumpo. Ni siquiera cuando él se adelante y me sujeta por detrás de la rodilla. Dios, parece que hace una eternidad que no me toca. Estoy a punto de llorar solo porque me ha rozado.

—Si hubiera sabido que estarías aquí, habría venido antes —dice finalmente.

Sonrío ligeramente y sacudo la cabeza.

—Quizá por eso no te lo he dicho —bromeo.

Él esboza media sonrisa, pero no llega a sus ojos cuando separa la frente de mi estómago. Mira mi jersey unos segundos y me da la sensación de que es para no mirarme a la cara.

—¿Con quién has venido? —pregunta finalmente.

Sigo sintiendo sus dedos en la parte de atrás de la rodilla, cosa que hace que tarde unos cuantos segundos en responder. 

Por favor, que no malinterprete esto.

—Con Liam —digo sintiéndome más culpable que nunca, aunque no sé muy bien por qué—. Me ha dicho que le mande un mensaje cuando esté lista.

Él no levanta la mirada. Solo parece pensativo. Me pregunto qué le pasará por la cabeza. Ni siquiera me he dado cuenta de que sigo acariciándole el pelo. Con él alrededor, siempre hago estas cosas sin darme cuenta.

—¿Estás seguro de que estás bi...?

—No quiero hablar de eso —me interrumpe, aunque no parece molesto. Solo cansado.

La verdad es que Jared no tiene buen aspecto, aunque supongo que yo debo estar en la misma situación que él. Ojeras, aspecto cansado y mirada perdida. Lo peor es pensar que yo lo he provocado. No me gusta verlo así.

Impulsivamente, cuando levanta la mirada me encuentro a mí misma escrutándole los ojos.

—Me estoy tomando la medicación —me dice, adivinando sin mucha dificultad lo que estaba tratando de descubrir.

—Oh... yo no...

—También voy a terapia —añade.

Estoy a punto de decir algo, pero me detengo bruscamente y parpadeo, sorprendida.

—¿Cómo?

—Empecé hace un mes y medio.

—¿Un mes... y medio? ¿Estábamos juntos cuando empezaste?

Asiente con la cabeza. Está observando mi reacción con tanta atención que no sé cómo debería ser. Solo puedo estar sorprendida.

—¿ estás yendo a terapia? —pregunto, incrédula—. ¿A una de grupo?

—No. Solo estamos yo y un imbécil que se llama a sí mismo doctor.

—¿Un imbécil? —no puedo evitar sonreír.

—Por mucho que intento que se harte y me pida que no vuelva, no lo consigo —él también sonríe un poco pero, de nuevo, no parece que esa sonrisa le llegue a los ojos.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunto, confusa—. Cuando empezaste, todavía... um...

—Todavía estábamos juntos, sí —se encoge de hombros—. No encontré el momento.

—Estuvimos juntos una semana entera antes de eso. ¿No tuviste tiempo?

—Tuviste mi boca bastante ocupada durante esa semana.

Sonrío, avergonzada, y le empujo del hombro.

Casi al instante, él me atrapa la muñeca y se pone de pie. Como yo no me he movido de mi lugar, está tan cerca de mí que mi nariz roza su pecho. Apenas soy consciente de eso cuando suelta mi muñeca y recorre mi mandíbula con los nudillos. Un escalofrío me recorre la espina dorsal al instante en que siento que apoya su frente en la mía. Solo tendría que levantar la cabeza y...

No. Esto no está bien. Ya no estamos juntos.

Pero no puedo moverme. Tampoco puedo levantar la cabeza. Solo miro abajo. A mis pies en medio de los suyos. Cierro los ojos cuando él suspira y su aliento choca en mis labios.

—Esto está siendo insoportable, Brooke.

Casi ha sonado a una súplica y, aunque todo mi cuerpo me grita que lo haga, no levanto la cabeza. Solo mantengo los ojos en el suelo. Incluso cuando él deja de acariciarme la mandíbula y solo me pone una mano en la nuca.

—No quería hacerte daño —murmuro. Y es verdad. Es estúpido, pero es verdad.

—Nunca creería eso de ti —casi ha soltado una risa triste, cosa que me encoge el corazón—. Pero eso no lo hace más fácil.

Trago saliva y, tras unos segundos en los que no sé si es lo correcto, levanto la mirada y me encuentro directamente con la suya. ¿Por qué es tan difícil mirarlo y no querer besarlo?

—La semana después de discutir... —empieza, y tardo unos segundos en recordar de qué me está hablando. Tiene mi cerebro entumecido—. Fui a ver a ese terapeuta imbécil. Cada día. No estoy acostumbrado a alterarme y no estaba seguro de cómo me afectaría. No quería descubrirlo delante de ti.

Así que por eso no me llamó. Quizá hice bien en no hacerlo yo tampoco, después de todo. Aunque eso no me hace sentir mucho mejor.

—Yo... —empiezo, aunque no sé qué decir.

—¿Fue por eso? —me pregunta directamente, mirándome—. ¿Me dejaste porque ni siquiera te llamé?

—¿Qué?

—Sé que te cabrea que no te llame cuando estamos enfadados —añade, y cuando intento separarme me mantiene en mi lugar sin mucho esfuerzo.

—Jared, no fue por eso.

—¿Y por qué me dejaste?

Por la forma en que lo ha preguntado, sé que lleva rondándole la cabeza más veces de las que le gustaría. Trago saliva y me alejo un paso de él, que sigue mirándome fijamente. No soy capaz de devolverle la mirada pese a que mi cuerpo entero me está gritando que me deje de tonterías y me lance a sus brazos.

—¿Qué hice mal? —insiste.

—No es eso. No tiene nada que ver con eso.

—Entonces, ¿qué pasó? —da un paso hacia mí, acortando las distancias de nuevo—. Yo... creía que estábamos bien. Si hubiera sabido que no... no lo sé, Brooke. Habría intentado arreglarlo. Ni siquiera me diste la oportunidad de hacerlo.

—No había nada que arreglar.

—¿Y qué pasó? —repite, frunciendo un poco el ceño. Parece agotado.

Aparto la mirada unos segundos, cavilando la respuesta. No quiero hacerle daño, pero se merece la verdad.

—Yo... solo...

¿Cómo se supone que puedo decir esto?

—¿Qué? —parece impaciente. Algo que jamás había visto en Jared. Eso me hace sentir todavía peor.

—Sentí que era lo mejor —digo en voz baja.

Se queda en silencio unos segundos y noto sus ojos indagando en mi expresión.

—¿Lo mejor? —repite, incrédulo.

—Para los dos.

—No para mí —me asegura.

—Jared, tú y yo no... ¿no has pensado nunca en que no tenemos nada en común? ¿Absolutamente nada?

Por fin lo miro. Y no sé si me gusta lo que veo. Parece un poco perdido. Aunque entiendo el por qué, la verdad. Me explico fatal.

—¿Qué? —pregunta finalmente.

—No tenemos nada en común —repito—. Ni siquiera en los pequeños detalles. Ni siquiera en... ¿yo qué sé? ¿La comida? Nada. Absolutamente nada.

—¿Y qué importa eso?

—A mí me importa.

—A mí me importa quererte. Y saber que me quieres. Y eso me parece más que suficiente.

—Sí, te lo parece ahora, pero... ¿y dentro de unos años? ¿No lo has pensado? Tú seguirás con tu guitarra, y yo seguiré con mi cámara. Y no nos veremos nunca porque probablemente te convertirás en una maldita estrella del rock. Y... sí, ahora podría irnos bien porque es el principio, pero... ¿qué pasará dentro de...?

—Ya te dije que no estaría con la banda toda mi vida —frunce el ceño.

—La cosa es que tú no deberías renunciar a algo que te gusta por mí, al igual que yo no debería hacerlo por ti —insisto—. A ti te gusta la banda, Jared, ya te lo dije. Es obvio solo con mirarte en los conciertos. Y no deberías renunciar a eso por nadie. ¿Me pedirías tú que dejara lo que me gusta para irme contigo?

Parece algo desconcertado, y su silencio me da la razón. Trago saliva y sacudo la cabeza.

—Solo... sentí que no puedo ser lo que necesitas.

—Ya lo eres.

—No me siento como si lo fuera.

—¿Por qué? ¿No te lo he dicho lo suficiente? —parece una pregunta sorprendentemente genuina—. ¿Necesitas que te diga que te quiero más veces?

—No es...

—No he estado en una relación en mi vida, Brooke. Solo intento entender qué ha pasado para que quisieras irte corriendo.

—¡No quería irme corriendo! Solo... vamos, Jared. ¿En serio visualizas algún futuro en el que sigamos juntos?

—¿Qué más da el futuro? ¿Por qué no puedes centrarte en lo que sientes ahora?

—Porque cuanto más tardemos en asumirlo... peor será.

—Estás intentando protegerte a ti misma de algo que no ha pasado, Brooke. ¡Ni siquiera sabes si pasará!

—¡Claro que pasará!

—¿Cómo demonios puedes estar tan segura?

—Muy bien, finjamos que seguimos juntos. O, mejor, finjamos que seguimos juntos dentro de siete años. Imagínate que tú sigues con la banda y yo con la fotografía. Supongamos que nos vemos una vez al mes y que fingimos que no nos importa estar separados tanto tiempo. ¿Qué pasaría si un día te dijera que quiero tener un hijo? ¿O que quiero que vivamos juntos?¿Realmente te gustaría la idea?

—Te aseguro que no me importaría vivir contigo.

—¿Y lo otro?

Aparta la mirada. Ya sé lo que quiere decir con eso. Suspiro.

—Yo... —respiro hondo, la verdad es que se me ha formado un nudo en la garganta— ...te quiero, Jared. Ya lo sabes. Y no dejaré de hacerlo en mucho tiempo, si es que llego a dejar de hacerlo alguna vez. Pero... necesito que me digas que eso es suficiente.

No sé de dónde ha salido esa última frase. Estoy todavía más perpleja que él, que se ha detenido de golpe. Y me encuentro a mí misma a punto de llorar.

—Si realmente crees que... que es suficiente... —no puedo terminar. Es suficiente. Sabe lo que quiero decir.

Si él me dice que lo es, me arrepentiré de lo que hice el otro día. Porque Jared suele tener razón. Mucha más que yo. Y si él es capaz de ver alguna posibilidad... quizá es que yo me he precipitado. Ojalá me haya precipitado.

Pero no dice nada. Solo mantiene la mirada clava en mí. El único indicio que tengo de que me ha oído es que veo que se tensa un músculo de su mandíbula. Tengo el impulso de acercarme y ponerle una mano en la mejilla, pero no es el momento. Dudo que vuelva a haber un momento para hacer eso.

—Puede que tengas razón —me dice finalmente en voz baja.

No debería sentirme como si acabara de darme una patada al corazón porque es justo lo que yo hice con el suyo, pero no puedo evitar sentirlo. Trago saliva y asiento con una vez con la cabeza. No hay más que decir, ¿no?

Tarda unos segundos, pero finalmente vuelve a mirarme.

—No llames a Liam. Déjame acompañarte a la residencia.

—No hace falt...

—Quiero hacerlo. Vamos a recoger tus cosas.

El silencio es denso mientras él me ayuda a meter mis cosas en la mochila. La verdad es que tengo ganas de llorar durante todo el proceso, pero me aguanto y me limito a echarle ojeadas. Algunas veces, cuando recoge alguna de mis cosas, se queda mirándola un momento antes de ponerla con las demás. Ojalá eso no doliera tanto, pero lo hace.

Seguimos sin decir nada cuando él recoge mi mochila y se la cuelga del hombro. Ya he mandado el mensaje a Liam, y la verdad es que no sé hasta qué punto ha sido una buena idea ir con Jared. Aunque no me arrepiento de pasar un rato más con él antes de que me deje en la residencia.

Tampoco sé si debería arrepentirme de no haberlo besado antes, cuando se inclinado sobre mí. Una parte de mí sigue recordando que podría girarme y pedirle que volviéramos a su casa. Pero ya no me diría que sí. Los dos hemos llegado a la misma conclusión; no vale la pena intentarlo. Qué triste es tener que asumirlo.

Cuando subo a su coche, me da la impresión de que él tarda unos segundos de más en arrancar. Lo miro de reojo cuando no pone música, cosa que siempre hace. Siempre. Apoyo la frente en la ventanilla para intentar centrarme en algo que no sea él.

El camino se me hace excesivamente corto, especialmente cuando veo que ya llegamos a la residencia. Para mi sorpresa, en lugar de dejarme e irse, se baja del coche y va a por mi mochila a la parte de atrás. Lo miro de reojo cuando me sigue a la puerta de la residencia. De nuevo, ninguno de los dos dice nada mientras subimos las escaleras. Él se detiene en mi puerta y noto que me mira mientras rebusco en los bolsillos.

Justo entonces veo que se estira y quita las llaves del cerrojo. Donde las he dejado sin querer. A pesar de la situación, me pongo roja cuando me enarca una ceja.

—Ideal para ladrones —murmura, negando con la cabeza.

Él abre por mí y entra en mi habitación conmigo detrás. Cuando deja mi mochila sobre mi cama, los dos nos quedamos muy quietos por un momento, sin saber qué hacer. Esto tiene sabor a despedida. Y es precisamente lo que es, ¿no?

Finalmente, soy yo quien se adelanta. Busco en mi bolsillo y saco un trozo de papel. Me tiembla la mano cuando se da la vuelta y lo mira con curiosidad.

—Es... el dinero que le diste a Nick —murmuro sin atreverme a mirarlo—. No ha tenido inconvenientes en devolverlo.

Silencio. Noto su mirada clavada en mí mientras sigo extendiendo el cheque hacia él. Tras lo que parece una eternidad, lo recoge rozándome la mano entera en el proceso. Y sabe lo que hace, porque esa leve caricia hace que se me acelere el corazón.

Tampoco hace preguntas, cosa que me sorprende. Solo noto su mirada fija en mí. Y siento que hay algo que debería decirle, aunque no sé muy bien el qué. Finalmente, me coloco un mechón de pelo tras la oreja y levanto la mirada.

—Te desearía suerte con la banda, pero no la necesitas —intento sonreír, pero no soy capaz de hacerlo.

Jared baja los ojos a mi boca y, por un momento, me da la impresión de que me va a besar. Pero no lo hace. Solo se acerca y me atrae para darme un abrazo que correspondo enseguida, rodeándole el cuerpo con los brazos y apoyando la frente en su pecho. Noto cada uno de sus dedos en mi espalda cuando me aprieta ligeramente contra él.

Nos pasamos unos segundos en completo silencio y las ganas de llorar se hacen inmensas. Las contengo con todas mis fuerzas cuando es él quien finalmente se separa.

—Te desearía suerte con la fotografía, pero nunca la has necesitado —sonríe de lado.

Sonrío ligeramente, pero dejo de hacerlo cuando siento que me roza la frente con los labios. Nunca me ha dado un beso en la frente. Ni siquiera tengo asumido cómo me siento al respecto cuando se separa de mí y su media sonrisa se transforma en la más triste que he visto en mi vida.

—Siempre fuiste demasiado buena para mí —me dice, sacudiendo la cabeza—. Adiós, Brooke.

Escucho que cierra la puerta al marcharse, y no puedo hacer otra cosa que quedarme ahí de pie como una idiota por unos segundos. Finalmente, suspiro y me meto las manos en los bolsillos. 

Estoy a punto de ir a la cama, pero me detengo cuando noto algo en el bolsillo. Frunzo el ceño al sacarlo y tardo unos segundos en darme cuenta de que me ha devuelto el cheque. Y las llaves de mi habitación.


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