Capítulo XIII

Últimamente me ha dado por subir los capítulos de dos en dos D:

(Ya entenderéis lo del vídeo de la cover cuando avancéis en el capítulo, os recomiendo escucharlo cuando lo hagáis)

Subiré el segundo en un ratito, mientras os dejo con este :D

Mini-maratón 1/2


XIII - MELODÍA

Al abrir los ojos, tardo un momento en acordarme de dónde estoy y, lo más importante... de por qué demonios sigo estando vestida.

Parpadeo varias veces. Jared no está aquí . Y yo estoy estirada como si fuera mi propia cama. Me incorporo y me froto la cara, medio dormida. ¿Qué hora es? ¿Dónde dejé mis cosas? Es decir, sé que mi ropa está desperdigada por aquí, pero... ¿mi bolso y lo demás?

Me pongo de pie y me acerco a la puerta. Tengo hambre. No me importaría robarle algo de comer. Aunque... quizá quiera que me vaya. Es difícil saberlo. Estoy planteándomelo cuando me detengo en medio del pasillo porque veo que está en la entrada, hablando con una chica que no parece muy contenta con él.

Es más baja que yo, con el pelo oscuro por debajo de las orejas y unos grandes ojos verdes. Lleva puesto un vestido de lana y unas botas de marca. Está hablando acaloradamente con Jared, gesticulando como una loca. Casi parece que va a darle una bofetada. Levanto las cejas cuando ella se gira hacia mí y me ve.

Ups, no me ha dado tiempo a esconderme. Aunque no sé si debería esconderme. Ni siquiera sé quién es.

Bueno... ahora que me fijo, lo único que llevo puesto es una camiseta —de Jared— y mi ropa interior. Igual sí debería haberme escondido. Ella me mira de arriba abajo y antes de volverse hacia él.

—Tienes que estar bromeando.

Jared se da la vuelta y me ve ahí, confusa. Aprieta los labios en mi dirección antes de girarse hacia la chica.

—No te metas —le advierte.

—Claro que me meto. Mírame —ella le frunce el ceño y hace un ademán de sujetarle la cara—. ¿En serio?

Jared le pone mala cara.

—Déjame en paz, Cassie.

Un momento, ¿Cassie? ¿Esa es su hermana?

La miro con más interés que antes y me fijo en que, efectivamente, tienen la misma nariz y los mismos labios. Y hasta ahí llega su parecido. Ni siquiera tienen el mismo color de ojos. Los suyos son verdes. Los de Jared son azules con motas verdes, aunque últimamente no lo hayan parecido.

Cassie se queda mirándolo un momento antes de acercarse a mí. Jared le frunce profundamente el ceño.

—Soy Cassie, la hermana de Jed —se presenta ella formalmente, estirando la mano hacia mí—. ¿Y tú eres...?

¿Lo llama Jed? ¿No es su hermana?

Bueno, lo más importante... ¿no le ha hablado de mí? A ver, no puedo culparlo. No estamos saliendo. Pero, aún así...

—Brooke —murmuro, apretando su mano.

Miro a Jared de reojo. Él parece tenso. Y me doy cuenta de que ha salido a correr mientras yo dormía porque lleva puestas unas zapatillas, unos pantalones de deporte y una sudadera negra. Además, los auriculares le cuelgan del cuello de esta.

—Cassie, no la molestes.

—No estoy haciendo nada —protesta ella, mirándome—. ¿A que no, Brooke?

—Eh...

—Verás, estoy intentando tener una conversación tranquila con mi hermano. Si no te importa, podrías recoger tus bragas y marcharte para...

—Cassie —advierte Jared en voz baja.

La miro un momento, perpleja. Después, noto que se me enrojece la cara. Jared parece querer matarla.

—Eh... sí, voy a vestirme —murmuro, avergonzada.

—Brooke, no tienes que... —intenta detenerme Jared.

Me doy la vuelta con la cara completamente roja y avanzo rápidamente hacia la habitación. Ellos discuten en voz baja mientras me encierro en ella. Jared aparece dos segundos después.

—Me desharé de ella en cinco minutos —me asegura en voz baja.

No me da tiempo a responder antes de volver a desaparecer.

Por mi parte, vuelvo a ponerme mi ropa a toda velocidad y entro en su cuarto de baño. Hago lo que puedo para arreglarme el destrozo del maquillaje con agua y jabón y termino atándome el pelo enredado. Vale, viendo cómo estaba, no me extraña que su hermana se haya pensado que habíamos estado ocupados durante toda la noche con algo que no fuera dormir.

Ojalá.

Mi bolso estaba junto a la puerta de su habitación, por cierto. Miro mi móvil y veo mensajes de Liam y Lexi preguntando cómo me ha ido la noche. Verás cuando se lo cuente... suspiro y me armo de valor antes de volver a salir al pasillo. No están ahí. Me asomo a la cocina disimuladamente y veo que Cassie le está hablando con una ceja enarcada mientras Jared ataca su nevera.

—...siempre igual —le está diciendo ella—. Y también terminas igual. Parece que no aprendes a...

—Cassie, son las nueve de la mañana.

—Como si son las seis. Ya sabes que tengo razón.

—Tú siempre tienes razón —él pone los ojos en blanco.

—Jed, esto no está bien, vas a terminar...

—¿Tenemos que hacer esto ahora? —le pregunta Jared sin mirarla—. Tengo una invitada, por si no te habías dado cuenta. Estoy ocupado.

—¿Y tengo que irme porque tú te estés tirando a alguien?

—Cassie —advierte él, dándose la vuelta.

—¿Qué? Al menos, ¿sabes cómo se llama esta?

Mierda.

¿Cuántas chicas ha traído aquí? ¿Cuántas chicas ha visto su hermana en bragas por su apartamento?

Trago saliva. Ese pensamiento se me hace muy desagradable y no sé explicar el por qué.

—Cassie, para ya —le advierte—. Lo digo en serio.

—Bueno, olvídate de esa y...

—Se llama Brooke —le dice lentamente—. No esa.

—¿Quieres centrarte? —se frustra ella antes de fruncir el ceño—. Un momento... ¿ese ha sido el motivo por el que llegabas tarde tantas veces? ¿Estabas ocupado con Brooke?

A Jared no parece gustarle del todo el tono que ha usado para decir mi nombre, pero se limita a responder.

—No.

—Oh, ya lo creo que sí.

—Te he dicho que no.

—Por Dios, Jed, ¿puedes empezar a pensar con la cabeza y no con la entrepierna de una maldita vez?

Silencio. Jared aprieta los labios.

—¿A qué has venido? ¿A darme lecciones?

—A asegurarme de que estás haciendo las cosas bien.

—Pues enhorabuena, estoy haciendo las cosas bien. Ya puedes irte por donde has venido.

Por un momento, ella parece un poco preocupada.

—Jed, ¿estás haciendo lo que te dijeron? ¿Todo?

Jared se queda mirándola un momento. Ella se toma el silencio como una negativa.

—¿Es que quieres terminar como la otra vez? ¿Es eso?

—No terminaré como la otra vez.

—¡Lo harás si sigues distrayéndote... persiguiendo una chica cualquiera! Necesitas centrarte, Jed.

—No es una chica cualquiera, así que baja la voz o...

—¿O me oirá? —Cassie se cruza de brazos, silenciosa por un momento—. ¿Lo sabe?

Jared le suelta una risa irónica.

—Pues claro que no lo sabe, ¿estás loca?

—Bueno, si es tan especial —hace énfasis en la última palabra—, debería saberlo, ¿no?

—Cassie, cierra el pico —le advierte su hermano en voz baja.

—Si no se lo dices tú, terminará enterándose —ella enarca una ceja—. A no ser que sea tonta, claro.

¿De qué? ¿De qué tengo que enterarme?

—No es tu problema, Cassie —le dice Jared sin inmutarse.

—Ya lo creo que lo es. Saldrá corriendo.

—No saldrá corriendo si mantienes la boca cerrada.

—Solo quiero que lo tengas bajo control, Jed.

—Está bajo control.

—Yo no estoy tan segura. ¿Has pensado en quién se encargará de mamá si tú terminas igual que la otra vez?

—Si lo que te preocupa es que te llegue el cheque, puedes estar tranquila. Mañana te lo enviaré.

Cassie lo mira un momento, dolida.

—No es por el dinero, Jed.

—Sí, sí lo es.

Cassie aprieta los labios, frustrada.

—Sabes cómo es la situación actual, ¿no? —enarca una ceja—. ¿Podrás...?

—Tengo veintidós años, Cassie, soy mayorcito para saber lo que hago y lo que no. Ahora, vete a casa de una vez.

—Muy bien —accede ella finalmente—. Pero más te vale ser puntual esta noche, Jed. No voy a volver a cubrirte. Ni por Brooke, ni por nadie.

Ella se da media vuelta y, cuando cierra la puerta principal, aprovecho para acercarme a Jared, que tiene el ceño fruncido en la dirección por la que ella ha desaparecido. Parece calmarse cuando me ve.

—Así que... esa era tu hermana —murmuro, intentando sonreír.

—Mi hermana en un momento de pesadez, sí —me dice, negando con la cabeza—. Normalmente, no es así. Solo está nerviosa. En fin, ¿tienes hambre?

Asiento con la cabeza, aunque sigo sin saber si debería irme. Me siento en la barra americana que nos separa y él se da la vuelta, metiendo unas tostadas en un plato.

—Y... mhm... ¿de qué hablaba Cassie?

Él se detiene justo cuando iba a dejarme el plato delante de mí y me entrecierra los ojos, divertido.

—¿Estabas escuchando?

—Puede que un poco.

Sonríe, negando con la cabeza.

—No era nada importante —murmura sin mirarme.

Me quedo mirándolo con curiosidad, pero no creo que vaya a decirme nada por mucho que le siga preguntando. Al final, opto por desistir. Él se ofrece a llevarme a la residencia. Al llegar, todavía tengo una hora antes de mi primera clase. Menos mal. Necesito arreglar el desastre que soy ahora mismo. No solo físicamente.

Dudo un momento a la hora de despedirme. Al final, él zanja el asunto inclinándose hacia delante y dándome un beso corto en los labios.

—Vendré a verte esta noche —me dice en voz baja.

Mierda, ¿por qué sus superpoderes de seducción no se desactivan ni por la mañana? Me quedo hipnotizada en sus ojos un momento.

—Vale.

Le dedico una pequeña sonrisa antes de entrar en el edificio. Por supuesto, Lexi abre la puerta de par en par en cuanto oye que meto las llaves en la mía. Su sonrisa se ensancha cuando ve que voy vestida como anoche, solo que con un aspecto más... lamentable.

—¿Triunfaste? —empieza a aplaudir y le saca el dedo corazón a una chica que asoma la cabeza para quejarse del ruido. Al final, me empuja al interior de mi habitación y se sienta en mi cama, sedienta de detalles—. ¿Y bien? ¡No has dormido aquí!

—Pues... no.

—¡Has dormido en su casa!

—Sí...

Frunce el ceño, dejando de sonreír.

—Vale, ¿por qué no estamos celebrando que te has tirado al papi de Jed? —pregunta, confusa.

—No pasó nada —lanzó mi bolso a un lado, amargada—. Bueno, me quedé en ropa interior, pero... se detuvo en seco, fue a darse una ducha y me pidió que me pusiera su camiseta.

Lexi me mira como si me hubiera salido una segunda cabeza.

—¿Por qué? ¿Tenía la regla?

—Qué graciosa eres.

—Vale, ahora en serio. ¿Discutisteis o algo así?

—¡No! Iba todo perfecto. De hecho, yo estaba segura de que... eh... ya sabes. Y se detuvo de pronto.

—¿Así? ¿Sin más?

—Sí. Así. Sin más.

—Pero... no lo entiendo.

—Pues ya somos dos. Y esta mañana ha aparecido su hermana y...

Le cuento todo lo relacionado con ella. Lexi tiene su cara de investigadora privada puesta mientras yo me paseo por la habitación, parloteando. Puedo quejarme mucho de ella, pero escucha de maravilla. Cuando termino, la miro en busca de respuestas que no tiene.

—Vale, vamos a enumerar —me dice, pensativa.

—Está bien.

—Por un lado, tenemos a nuestro querido Jed, que actúa como si fuera a caérsele la polla por metértela.

—Dios, Lexi, qué fina eres —pongo una mueca.

—Por otro lado, tenemos a su hermana pequeña, que nos ha dado a entender de que no eres la primera chica que se encuentra en bragas en su piso.

—Sí, gracias por la imagen mental.

—También tenemos el misterio misterioso de qué nos oculta nuestro querido Jed para desaparecer durante días...

—O semanas...

—Y, finalmente, tenemos la buena noticia de que le ha dicho a su hermana pequeña que no eres una chica cualquiera, ¿no? Eso es bueno.

Sí, eso es bueno. No tengo nada que comentar al respecto. Suspiro y me dejo caer a su lado.

—¿Va a venir esta noche? —me pregunta.

—Sí.

—¿Aquí?

—Sí, aquí.

—Pues interrógalo.

—Si ve que empiezo a bombardearlo a preguntas, Lexi, va a marcharse.

—Vale, tienes razón —murmura, pensativa—. ¿Quieres que llame a Liam? Igual él entiende algo de todo esto.

—Liam está con su cita —le recuerdo.

—Oh, sí, es cierto —pone una mueca—. Pues tendrás que arreglártelas conmigo.

Al final, no arreglamos gran cosa. De hecho, quedo todavía peor que antes porque no estoy acostumbrada a que Lexi no tenga las respuestas que necesito. Ella es mi fuente de sabiduría personal. Nunca me había fallado. Y, ahora, Jared se ha cargado la estadística.

Bueno, siendo sincera... creo que se ha cargado todas mis estadísticas.

***

Ha venido cada noche desde entonces durante dos semanas enteras.

Y no puedo decirle que no.

Pero él, por algún motivo, tampoco puede decirme que sí.

Siempre hace lo mismo. Viene, llama a mi puerta con la guitarra colgada de la espalda por el ensayo, miramos una película o me pone música y hablamos de cualquier cosa. Siempre me pregunta tonterías sobre mi adolescencia y mi infancia. Realmente, parece interesado en mi vida. Pero no es muy hablador, así que todavía no he podido sacarle nada de información sobre la suya, que cada vez se me hace más curiosa.

Pero, cuando termino de hablar y me quedo en silencio, cuando nos miramos el uno al otro... surge esa chispa. Esa chispa que hace que me agarre de la cintura y me tire en la cama para volver a torturarme con sus besos, mordiscos y caricias que no pasan más abajo de mis hombros. Y odio que me guste tanto, porque mientras me lo está haciendo, no puedo pensar en nada más en el mundo. Y me encanta, me encanta demasiado.

No creo que fuera a dejar que otro me hiciera esto de desaparecer, aparecer, besarme para después no hacer nada... en fin, todo esto. Y durante semanas. Solo lo permito porque es él. Y me da un poco de miedo pensar que soy capaz de aceptar cualquier tipo de relación con la condición de que siga viniendo a verme.

Creía que era imposible, pero mi deseo ha aumentado. Y hasta niveles que no sabía que podía alcanzar. Cada vez que me pasa una mano por el cuello, mi interior se contrae. Solo quiero que me toque. Estoy siempre tan lista para hacerlo... pero no lo hace. ¿Por qué demonios no lo hace? No lo entiendo. No es como si le dijera que no pueda hacerlo. De hecho, es más bien lo contrario.

Siempre que ve que la situación se sale de su control, se pone de pie y se marcha precipitadamente. Durante las noches que lo han seguido, lo ha hecho. Y no hay nada que pueda decir que haga que se quede. Y mira que lo he intentado.

Porque una parte de mí se ha dado cuenta de que ya no es solo que me toque... quiero que se quede a dormir. Que se quede conmigo. Dormir... ¿abrazados? Aunque no hagamos nada. ¿Por qué demonios quiero dormir abrazada con él? Pero siempre dice que no. Siempre. 

No lo entiendo. ¿Por qué es tan difícil? Solo consigue confundirme.

El viernes estoy especialmente agitada. He estado todo el día pensando en el momento en que llamará a mi puerta. Siempre viene después de mi trabajo. Ahora ya no viene a buscarme ahí. Creo que tiene ensayo y no puede faltar. Eso me da igual. Solo quiero verlo. Estoy dando vueltas por mi habitación como una loca y me odio a mí misma por ser tan dependiente.

Entonces, llaman a la puerta y me miro al espejo. Espero cinco segundos para que no se note que estaba esperando como una psicópata y me acerco. Nada más abrir, veo que está apoyado en el marco con expresión distante. Sus mirada se vuelve más cálida al instante en que me ve.

—Hola, Brooke.

Se inclina hacia delante y me da un casto beso en los labios que hace que me los relama cuando pasa por mi lado para entrar y no me ve. Se quita la chaqueta y la tira a mi silla antes de apoyar la guitarra a su lado, como siempre. He estado haciendo un pequeño collage con mis fotos en la bahía. No salgo en ninguna, claro. Son fotos del mar, de piedras, conchas o cosas que me llamaron la atención. Tengo un proyecto para el lunes. Él lo mira, sentándose en la cama a su lado.

—¿Qué hacías? —pregunta.

Su tono de voz cuando estamos solos siempre es como si insinuara otra cosa. Independientemente de lo que esté diciendo. ¿Se dará cuenta de ello? ¿O soy yo la que se sugestiona porque estoy más caliente que una tetera silbando?

Mis apuestas están en la segunda.

—Es un proyecto de clase —murmuro, acercándome—. Tenemos que elegir un ecosistema y basar su evolución en tres fotos.

—¿Y cuál es la evolución?

Señalo las fotos una por una.

—La primera representa la naturaleza en calma... por las piedras, las conchas y todo eso. Después, la verdadera naturaleza del mar. De ahí las olas. Es... enfado. Bueno, yo lo interpreto así, aunque suene un poco a tontería. Y, finalmente, quería poner algo humano. Que esté en blanco y negro para representar el daño que le ha hecho a ese ecosistema. Había pensado en hacer una foto a algo relacionado con el plástico o contaminación que hay en el mar, pero... bueno, no sé.

Me callo cuando veo que estoy divagando y él me mira. No quiero parecerle ridícula. Nick solía llamarme ridícula cuando me enrollaba demasiado.

—No te interrumpas —me dice.

—Tampoco es que sea para tanto —lo recojo todo y lo llevo a la mesa junto con mi demás material de fotografía.

Cuando me doy la vuelta, veo que sigue mirándome con esa expresión que no entiendo.

—¿Qué? —pregunto.

—Cuando hablas de lo que te gusta, se te iluminan los ojos —dice, sonriendo de lado.

Me pongo roja sin saber muy bien por qué y me encojo de hombros.

—También empiezo a parlotear sin parar.

—Me gusta mucho oírte hablar, Brooke.

Me atrevo a mirarlo. Parece tan sincero... me acerco un poco hasta quedar delante de él.

—¿Por qué siempre vienes aquí? —pregunto en voz baja.

—¿No quieres que venga?

—Sí, pero... —lo pienso un momento—, ¿por qué no en tu casa?

Me mira durante unos instantes.

—¿Quieres que vayamos a mi casa?

—¿Quieres tú? —pregunto, confusa.

—Pensé que te sentías más cómoda aquí —ladea la cabeza, pensativo.

Me sentaría más cómoda debajo de ti, pero veo que eso no pasará en un futuro cercano.

—Venga, vamos —se pone de pie.

—¿Eh?

—A mi casa, vamos.

—¿Qué? ¿Ahora?

—Sí. Es lo que quieres, ¿no?

Me miro a mí misma, confusa.

—Jared, voy en pijama.

—¿Y qué?

—Que no saldré así a la calle.

—¿Qué tiene de malo un pijama?

—¡Que es feísimo! ¡Y es un pijama!

—Pues agarra algo para mañana por la mañana —se encoge de hombros.

Ya está dando por hecho que voy a quedarme a dormir ahí. Y admito que eso me emociona un poco.

Al final, meto jersey y unos pantalones en mi bolso antes de seguirlo. Tarareo las canciones de la radio mientras conduce hacia su casa. Creo que no hablamos —y estoy extrañamente cómoda con ello— hasta que entramos en su casa. Huele a él, como la última vez que estuve aquí. Respiro hondo mientras él deja la guitarra en uno de los sofás.

—¿Tienes hambre? —pregunta yendo a la cocina.

Sí. De ti.

Mi conciencia hoy está desatada.

—No, pero tengo sed —admito. No suelo tener hambre por la noche.

—¿Agua?

—Sí, por favor —me quedo mirando a mi alrededor—. ¿Qué sueles hacer cuando te aburres?

—Raramente tengo tiempo para aburrirme —me dice, volviendo al salón con una botella de agua fría.

Me dejo caer a su lado en el sofá. ¿Por qué es tan ridículamente cómodo y grande? Puedo estirar las piernas perfectamente. Me quedo mirándolas como una idiota mientras me da el vaso de agua.

—Es imposible que no tengas tiempo para aburrirte —enarco una ceja.

Me he propuesto a mí misma sacarle información aparentemente irrelevante para que vaya abriéndose poco a poco a mí. 

Lo sé. A veces, tengo buenas ideas. Solo a veces. Muy pocas.

—Me paso el día en los ensayos, Brooke —también enarca una ceja, divertido—. Aunque no toco la guitarra la mitad de lo que me debería. Siempre tenemos que hacer pausas porque Kevin y Hunter se pelean.

—¿Y tú no?

Veo que frunce el ceño por una milésima de segundo.

—¿Te parezco el típico chico que siempre se está metiendo en peleas? —parece divertido con la idea.

—No lo sé, eres un poco misterioso —dejo el vaso en la mesita después de darle un trago y entrecierro los ojos en su dirección, como si quisiera leerlo.

—¿Misterioso? —repite—. Nunca me habían llamado así.

—Venga ya.

—El término más usado suele ser raro.

Empiezo a reírme y él se queda mirándome los labios. Aprovecho el momento de distracción para subir un poco el nivel de las preguntas.

—¿Usas lentillas?

Parpadeó en mi dirección, un poco confuso.

—¿Qué?

—A mi madre se le cambiaban los ojos de color ligeramente cuando usaba lentillas —murmuro, mirándolo—. Y los tuyos no parecen del mismo color que el otro día.

Se me queda mirando un momento y yo sonrío sin saber muy bien qué hacer, pero dejo de hacerlo cuando él traga saliva y aparta la mirada. La clava en cualquier cosa que no sea yo y aprieta los dientes. Oh, no. No quiero que se cierre tan rápido.

—Tengo unas cuantas teorías —añado, intentando parecer amena y divertida.

Él me mira de reojo.

—¿Sí? —no parece muy ameno y divertido. De hecho, parece muy tenso.

—A ver, no puedes quedarte en mi habitación después de cierta hora por algún motivo —enumero, mirándolo de reojo—, no bebes alcohol, tus ojos cambian mágicamente de color, no quieres... eh...

Parece ligeramente divertido cuando me mira.

—Lo pillo.

—Vale. Pues todo eso.

—¿Y cuál es tu conclusión? —enarca una ceja—. Tengo curiosidad.

—Mi primera teoría es que eres virgen.

Me mira un momento antes de echarse a reír a carcajadas. Tampoco lo decía en serio. Me hubiera extrañado mucho que alguien virgen besara de esa forma. Aunque, bueno... cosas más raras se han visto.

—Espero que tengas una segunda —me dice, divertido.

—Pues tengo muchas, listo —enarco una ceja, ofendida.

—¿Cuáles?

—La segunda es... que eres un vampiro.

Sonríe, negando con la cabeza.

—¿Has rescatado el libro de Crepúsculo del baúl de los recuerdos?

—Nunca lo leí. Solo vi la película —entrecierro los ojos en su dirección—. A Edward se le cambiaba el color de los ojos.

—Bueno, siento decepcionarte, pero no soy un vampiro.

—¿Ni un hombre lobo?

—No. Aunque no estaría mal.

—Vale, pues acabas de tirar por la borda casi todas mis teorías. Solo me queda una.

—Tengo curiosidad.

Miro mis manos, pensativa. No sé si debería decirlo. Principalmente, porque no sé si quiero saber la respuesta.

—¿Tienes novia?

No me atrevo a levantar la cabeza y mirarlo, pero sé que él tiene los ojos clavados en mí. Trago saliva con fuerza cuando pasan los segundos y sigue sin responder.

Por favor, que diga que no. Ni siquiera sabía que necesitaba tanto que no tuviera novia. Por favor, que diga que no.

Al final, me atrevo a mirarlo y veo que tiene los labios apretados.

—Nunca he tenido pareja —me dice, finalmente.

Paso de la preocupación extrema a la confusión.

—¿Qué? ¿Nunca?

—Nunca —me está mirando fijamente, analizándome.

—Pero... pero... tú... no... —lo miro de arriba abajo. No me creo que alguien así no haya tenido novia nunca—. Es imposible.

—No es imposible —frunce el ceño.

—Entonces, ¿nunca has besado a una chica o...?

—Te he besado a ti —sonríe, divertido.

—Vale —¿por qué me pongo roja ahora?—. Pero... ya sabes... eh... ¿no has...?

—Brooke, no necesitas estar saliendo con alguien para tener sexo.

Oh, mierda.

No sé si quería saber eso.

Entonces, ¿qué quiere exactamente de mí? No quiere algo serio, pero tampoco quiere sexo. No quiere... nada. Solo... ¿mi compañía? ¿Desde cuando alguien puede quererme solo por mi compañía? No lo entiendo, de verdad.

—¿Por qué sigo teniendo la sensación de que no eres completamente sincero? —pregunto con una sonrisa un poco triste.

Él suspira al deslizarse más cerca de mí. Noto que me pasa un brazo alrededor y me levanta la barbilla con una mano. Me confunde aún más ver que está sonriendo.

—Venga, vamos a dormir.

Ya está evitando preguntas otra vez. De todos, modos, acepto la mano que me ofrece para ponerme de pie.

Lo sigo hacia el dormitorio y suspiro largamente. Él sigue sujetándome la mano cuando abre la puerta y la sujeta para mí, que me dejo caer en su cama. Estoy tan pensativa que no me pongo a analizar que voy a volver a dormir con él y no estoy tan emocionada como debería. Veo que él se va al vestidor y, unos segundos más tarde, aparece con unos pantalones de algodón antes de dejarse caer a mi lado. Estira el brazo para apagar la lámpara, pero sigo viendo su silueta por la luz de la calle que entra a través de la ventana. La evito, con los ojos clavados en el techo.

¿Por qué no me dice lo que le pasa? Ya no es curiosidad. Es... no lo sé. Quiero que confíe en mí. No sé qué he hecho para que se crea que no merezco esa confianza. Sea lo que sea, no se lo contaría a nadie.

Aunque... puede que no haya nada. Puede que, simplemente, no quiera estar conmigo. Pero, ¿qué hago en su cama en ese caso? ¿Por qué sigue invitándome y diciéndome que quiere verme si no quiere nada de mí?

—¿En qué piensas?

Casi doy un respingo cuando me doy cuenta de que me ha estado mirando todo el tiempo en que yo tenía los ojos clavados en el techo. Niego con la cabeza.

—En nada.

Él me observa unos segundos y suspira. Parece que va a decir algo pero, al final, se contiene.

—Ven.

Noto que me pasa un brazo por encima de los hombros y me atrae hacia sí. Juro que sus ojos parecen negros cuando apoya la cabeza justo delante de la mía, por lo que nos quedamos mirando el uno al otro. Él mantiene su brazo alrededor de mis hombros mientras noto que su otra mano tira de mi cadera para enredar nuestras piernas.

Se inclina hacia delante y une nuestros labios. Es un beso bastante distinto a los que me ha dado últimamente. Es casi... tierno. Y me da la sensación de que se está conteniendo muchísimo, no sé por qué. Cierro los ojos y lo acepto, pasándole una mano por la mejilla. Él se separa en cuanto nota que lo estoy acariciando y apoya su frente en la mía, cerrando los ojos.

—¿Estás bien? —pregunto.

—Sí —abre los ojos y parpadea varias veces antes de mirarme—. Duérmete, Brooke.

—Pero...

—Duérmete.

Le pongo mala cara y él se inclina hacia delante para darme un último beso en los labios antes de colocarme la cara en la curva de su cuello. Noto que apoya la mejilla en mi cabeza y vuelve a suspirar.

Estoy tan frustrada que no sé si voy a conseguir dormirme, pero lo hago. Cuando abro los ojos, me da la sensación de que ha pasado un segundo. Sin embargo, veo que está empezando a amanecer. Frunzo el ceño cuando me doy cuenta de que Jared no está a mi alrededor. Toco su lado. Está frío. Hace un buen rato que no está ahí. ¿Qué demonios?

Me pongo de pie lentamente y miro la hora. Las seis de la mañana. Uf. Quiero dormir un poco más, pero me froto los ojos y salgo de su habitación. No tardo en encontrarlo. Está sentado en uno de sus sofás con la guitarra en el regazo y los cascos, conectados a ella, puestos. Está mirando la ventana con el ceño fruncido mientras pasa los dedos por las cuerdas a una velocidad sorprendente teniendo en cuenta que parece que está distraído.

Entonces, me fijo en la luz. En el encuadre. Es perfecto. Perfecto. Y mi cámara está aquí al lado. Siempre llevo una encima. Me arrastro disimuladamente hacia mi bolso y la saco. Él ni siquiera se da cuenta cuando le saco dos fotos y la vuelvo a esconder.

No se da cuenta de que estoy ahí hasta que me planto delante de él. Por un momento, solo me mira de arriba abajo. Después, se quita los cascos y los deja colgando de su cuello.

—Pensé que, si usaba esto —les da un golpecito con el dedo—, no te despertaría.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, sentándome a su lado.

Él mira un momento su guitarra.

—No podía dormirme.

—Oh —no sé qué decir—, ¿no has dormido nada?

—No —esboza media sonrisa un poco triste.

—Pero... Jared, no dormir no es nada bueno, de hecho...

—Ya me encargo de eso —murmura, mirándome de reojo.

Yo también lo miro un momento, pensativa.

—Tengo otra teoría sobre tu comportamiento —digo.

—Estoy deseando oírla —sonríe un poco, sosteniéndome la mirada.

Lo pienso un momento, mordiéndome el labio.

—¿Eres una especie de Christian Grey que tiene un trauma con ser tocado y no vas a hacer nada hasta que firme unos papeles en los que te autorice a darme golpes con una vara?

Tarda un momento, pero se ríe entre dientes.

—¿Qué? —sacude la cabeza, perplejo y burlón a la vez.

—Tengo que asegurarme. Lo de que me peguen sigue sin ser lo mío, lo siento.

—Puedes estar tranquila, no quiero pegarte.

—Bien —suspiro—. ¿Y lo del trauma?

—Sin traumas, lo siento.

—Vale, ¿y por qué demonios...?

—¿Quieres intentar tocar algo? —me interrumpe.

¿Otra vez evitando conversaciones? Intentaré ignorarlo.

Niego con la cabeza y le quito los cascos del cuello, poniéndomelos. Enarco una ceja, esperando. Él esboza media sonrisa y niega con la cabeza. Después, noto que me mira de reojo mientras empieza a mover las manos en la guitarra.

La melodía empieza a sonar. Es una canción lenta. Y me resulta familiar, pero no sé ubicarla. Él aparta la mirada y se centra en ello. Es increíble cómo no necesita escuchar la melodía para saber lo que está tocando. Y lo hace perfectamente.

Me acerco un poco más a él y apoyo la cabeza en su hombro, mirando sus manos moviéndose en la guitarra. ¿Por qué me está tocando una canción triste? Sé que es una canción famosa y, ahora mismo, desearía tener la letra a mi alcance. La he escuchado alguna vez, pero no le he prestado atención. Cierro los ojos e intento concentrarme, pero no puedo recordarla.

Cuando termina, me quita un casco suavemente para liberar mi oreja y me mira, expectante.

—¿Qué canción era?

Me observa unos segundos, su mirada vagando por cada centímetro de mi cara.

Bad liar, de Imagine dragons.

—Nunca la había escuchado.

—¿Y te ha gustado?

—Era... un poco triste.

—¿Triste? —repite, mirándome con cierta curiosidad.

—Sí, ¿no te lo ha parecido?

Sonríe un poco sin decir nada.

—¿Eso quiere decir que te ha gustado?

—Sí, me ha gustado —paso un dedo por encima de la guitarra—. Me gusta esto.

—¿La guitarra?

—Mhm...

—¿Vas a venderla en Ebay? —bromea.

—¡Solo he dicho que me gustaba!

—Entonces, ¿estás aquí porque te gusta esto?

—Estoy aquí porque me gustas tú.

Oh, no.

Dime que solo lo he pensado. Dime que no lo he dicho en voz alta.

Sin embargo, por su mirada sé que sí lo he dicho en voz alta. Mierda. Trago saliva cuando su mirada se aparta de la mía y se clava en algún punto de la habitación. Se queda en silencio, pensativo. 

¿La he liado? Creo que sí.

Ay, ¿por qué siempre tengo que estop...?

Interrumpo el hilo de mis pensamientos cuando tiende la mano hacia mí y me quita un mechón de pelo de la mejilla, poniéndolo tras mi oreja. Veo que sigue con los ojos el proceso de sus dedos a través del lóbulo hacia mi cuello. Mi cuerpo entero es electricidad saliendo de ese punto. Mi corazón se acelera.

—Ven a la cama —me pide en voz baja.

No sé por qué lo sigo, pero lo hago. Él se tumba en la cama y tira de mí hasta que me tiene a su lado. Repite el proceso de anoche y, esta vez, no se tensa cuando le acaricio la mejilla, así que arrastro los dedos por su mandíbula y bajo hacia su cuello. Aunque no tiene una camiseta puesta, me detengo en su clavícula para que no vuelva a alejarse.

Sin embargo, me inclino hacia delante y lo beso suavemente en los labios. Me sorprende ver que no se separa de mí. Me separo yo misma un momento para asegurarme de que no se volverá a apartar y vuelvo a inclinarme hacia delante. Esta vez, el beso dura unos segundos más. No sé besar como lo hace él. Solo sé besar así. Y no sé si le gusta, pero sigue sin apartarse.

Creo que pasan varios minutos en los que solo hacemos eso y sé que no lo llevará más allá, así que me detengo y apoyo la cabeza en la curva de su cuello, cerrando los ojos otra vez.

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