Capítulo V
V - CERCANÍA
El conductor se detiene junto un local con dos guardias de seguridad. Hunter es el primero en bajar con una sonrisa de oreja a oreja. Kevin y Lexi salen abrazados. Ally los sigue tras suspirar. Y luego estoy yo, que bajo un poco incómoda. Cuando Jared cierra la puerta de la limusina a mi lado, sé que me está mirando fijamente, pero no dice nada.
Entonces, noto que algo se desliza por mi cuello. Me estremezco notablemente cuando veo que se ha acercado a mí. Me ha quitado la tarjeta VIP. Levanto la mirada hacia él. Tiene una pequeña sonrisa en los labios.
—No creo que la necesites más —enarca una ceja, lanzándola a la basura.
Una parte de mí sigue entumecida con que me haya rozado el cuello con los dedos. Sin embargo, todo se esfuma cuando me agarra de la mano. Tengo la piel de gallina. Él tira suavemente de mí hacia la puerta. El portero ni se molesta en preguntar quiénes somos. Se limita a abrirnos la puerta.
La mano de Jared es grande y cubre por completo la mía. Aprieto los dedos inconscientemente cuando veo el caos que hay a mi alrededor. Él me mira al instante.
La discoteca es relativamente pequeña y está completamente llena. Hay muchas camisetas de la banda por todas partes. Tantas que me siento fuera de lugar.
El local tiene dos plantas. La inferior es la pista de baile, que cuenta con una barra americana abarrotada y unos servicios al fondo. La de arriba tiene una barandilla para mirar la inferior. Tiene varios sofás y mesas. Y otra barra.
—¿Estás bien? —me pregunta Jared y sé que no es por la fiesta. Es por lo de antes. Por lo del coche.
No sé qué decirle, así que me siento bastante aliviada cuando una chica se acerca a nosotros. Parece muy nerviosa.
—Hola —dice a Jared—. Soy muy fan, ¿sabes? Lo habéis hecho genial esta noche. ¿Podrías...?
Levanta un rotulador y señala su camiseta gris oscuro el grupo. Jared se le firma en la parte del hombro con sorprendente rapidez. La chica tiene una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Muchas gracias! —y luego me mira a mí—. Oh, ¿no tienes camiseta?
No espera a que responda. Tiene una pequeña bolsa. Creo que las está repartiendo. Me tiende una al instante.
—Toma, es la única talla que queda —sonríe—. ¡Es un regalo de la fiesta!
Y se va felizmente. Yo sostengo la camiseta. Es bastante grande. Creo que me cubriría el culo y todo.
—¿No te la vas a poner? —me pregunta Jared.
Dudo un momento. Todo el mundo menos ellos las llevan. Incluso Lexi la lleva puesta y no recuerdo que la tuviera cuando estábamos en el vehículo. La deshago y meto la cabeza a través del hueco del cuello. Efectivamente, me miro a mí misma y me doy cuenta de que me va un poco grande. Jared me observa en silencio.
—¿Qué? —pregunto, sonriendo un poco—. Mi top favorito tendrá que esperar para lucirse.
—¿Tu top favorito?
—El que llevaba puesto.
Esboza media sonrisa, mirándome.
—Creo que ahora también es mi top favorito.
Él está mirando mi camiseta con una expresión que no logro entender y extiende la mano hacia mí. Cruza la pista con la velocidad que puede, porque tenemos que hacer unas cuantas paradas por autógrafos o fotos. No acepta las fotos. Ni una sola vez. Me parece curioso.
Subimos las escaleras de cristal y el de seguridad nos vuelve a dejar pasar sin siquiera parpadear. Tengo un remolino de emociones en el cuerpo. Sigue sujetándome la mano. Me gusta que lo haga. Nunca me había paseado de la mano con nadie. De alguna forma, me alegro de que él sea el primero.
Se dirige directamente a la mesa más lejana a la gente. La última en la esquina. Hay dos sofás negros a cada lado para sentarse en ellos y es la única que está pegada a la barandilla, desde donde puedes ver a la gente bailando abajo. Al menos, aquí arriba el ruido no es tan sofocante. Me parece casi un murmullo, pero creo que es porque estoy un poco embriagada por su presencia. Jared me suelta la mano cuando me siento en uno de los lados. Se queda delante de mí y ve que levanto las cejas, sorprendida porque no se haya puesto a mi lado.
—Distancia de seguridad, ¿no?
Un camarero se acerca casi corriendo cuando le sacudo la cabeza.
—¿Qué quieres? —me pregunta Jared.
Me pido un cóctel y él una cerveza y el camarero desaparece tan rápido como ha aparecido. No puedo evitar una pequeña sonrisa divertida. Jared me mira con cierta confusión.
—¿Qué es gracioso?
—¿La gente siempre está así de nerviosa a tu alrededor? —pregunto, sonriendo.
—Tú lo estabas antes, ¿no?
Es su turno para sonreír mientras nos dejan las cervezas delante. En cuanto el camarero se va, le doy un trago a mi bebida. Tengo la boca seca. Él me está mirando fijamente.
—¿Te ha gustado el concierto? —pregunta suavemente.
Siempre me habla así y no estoy segura de si me encanta o me pone nerviosa. O ambas.
Jared me sigue mirando como si quisiera una respuesta, pero no quiero dejárselo tan fácil. Me encojo de hombros.
—Ha estado bien.
—Le has dicho a Ally que te ha encantado, ¿no?
—Era cortesía.
—¿Y conmigo no tienes cortesía? —pregunta, divertido.
—¿La tienes tú conmigo, Jared? Yo diría que no.
—Yo diría que quiero tener muchas cosas contigo y cortesía no está, ni de lejos, entre ellas.
Silencio. Creo que el aire ha dejado de entrar en mi cuerpo.
Sin embargo, él no me deja tiempo para pensarlo.
—No le digas a Kev que no te ha encantado. Cree que ha sido nuestro mejor concierto en años.
Me obligo a mí misma de volver a la realidad. Odio que suelte esas bombas y luego pretenda que no lo ha hecho. Yo debería hacer lo mismo, a ver cómo le sienta.
Pero... honestamente, sería incapaz. Así que me limito a preguntar algo sobre él. Tengo mucha curiosidad.
—¿Cuánto hace que estás en la banda?
—Cuatro años.
—¿Y siempre ha sido así de... intenso?
—No. Empezamos pagando por tocar en un bar. Fue un desastre. Todos estábamos demasiado nerviosos.
—Creía que raramente te ponías nervioso —señalo.
Me sonríe de lado. Doy un respingo cuando noto su rodilla rozando la mía.
—Solo cuando la ocasión lo merece.
Me da la sensación de que no quiere que le hable del grupo. No sé por qué. Doy otro sorbo de la bebida distraídamente, mirando abajo. Lexi está bebiendo con los demás miembros de la banda. Cuando me vuelvo hacia él, veo que está mirando fijamente mis labios curvándose sobre la pajilla.
—Parece que se lo pasan bien —comento.
Él devuelve la mirada a mis ojos y veo que frunce un poco el ceño, confuso.
—¿Quieres ir con ellos?
—No —la respuesta quizá es un poco precipitada—. Es decir... eh... que está bien estar aquí y...
—Lo he entendido, Brooke —me dice, divertido.
Vuelvo a repetir el proceso con la pajilla y veo que su mirada vuelve a desviarse a mis labios. ¿Le sucede lo mismo que me sucede a mí? Solo la imagen de él sintiendo algo por mí hace que me sonroje y apriete las rodillas. Él lo nota porque tiene su pierna pegada a la mía. No sé cómo consigo mantenerme en mi lugar cuando empieza a mover la otra pierna lentamente —demasiado lentamente— por la mía. Es como un masaje. Y está haciendo que mi sujetador me parezca demasiado pequeño.
—Háblame de ti —me dice.
Oh, no. Eso me pone nerviosa y no sé por qué. Trago saliva con fuerza.
—Estábamos hablando de ti —le recuerdo a la defensiva.
—No me gusta hablar de mí —ladea la cabeza.
¿No le gusta? Si yo fuera él, no dejaría de mirarme en un espejo y de hablar de mí misma.
—No es que mi vida sea muy interesante —admito.
—Sorpréndeme.
Oh, me gustaría sorprenderte, créeme...
—Estoy estudiando fotografía —murmuro, aunque soy perfectamente consciente de que lo sabe.
—¿Y por qué trabajas en ese bar?
Me encojo de hombros.
—Necesito el dinero. Tengo el de la beca, pero solo sirve para pagarme la residencia. Todo lo demás, como la comida, por ejemplo, tiene que ir de mi mano.
—¿Y tus padres?
Arrugo un poco la nariz y me da la sensación de que le interesa el tema, pero se contiene.
—No tienes que decírmelo si no quieres —añade al ver mi expresión.
—Está bien —aseguro—. Es que... bueno, hace tiempo que no los veo. Más de un año.
—¿Por qué no?
—Discutimos y no hemos vuelto a hablar.
No sigue preguntando y lo agradezco.
—¿Y los tuyos? —pregunto.
Él esboza media sonrisa divertida.
—¿Ya vuelves a querer hablar de mí? —pregunta.
—No te vas a librar tan fácilmente —le advierto, enarcando una ceja.
Suelta una risa suave y juro que el mundo acaba de evaporarse.
—Tampoco los veo mucho —admite, aunque no parece para nada dolido. De hecho, sigue sonriendo.
—¿Por las giras?
—No. Están separados. Mi padre vive en Alemania con su nueva esposa y sus tres nuevos hijos. No es que tenga mucho tiempo libre.
—Oh —me sorprende la tranquilidad con la que lo dice. No creo que yo fuera a estar tan tranquila de saber que mi padre tiene una familia nueva—. ¿Y tu madre?
—Ella y mi hermana pequeña viven a unas dos horas en coche de aquí.
No sé por qué me sorprende el pensar que puede tener una hermana pequeña. Creo que me sorprende pensar que tiene familia en sí. Es tan reservado... no puedo imaginármelo cariñoso con nadie. Ni conmigo.
Pero yo no quiero que sea cariñoso conmigo, claro, quiero que me...
...mejor me calmo.
—Debe estar bien tener hermanos —comento, jugueteando con la pajita de la bebida.
Jared mira mis dedos distraídamente.
—Para algunas cosas —se encoge de hombros—. Para otras, es una mierda.
Me sorprende la honestidad brutal. Esbozo una pequeña sonrisa y veo que sus ojos se iluminan justo antes de inclinarse hacia delante.
—¿Tienes tatuajes? —pregunta, mirándome fijamente y rozando su pierna con la mía.
Él sabe que sí. Y creo que es la pregunta que quería hacerme desde el principio. Escondo mi mano bajo la mesa inconscientemente, pero él no desiste. Sabe que, haciendo esto, consigue hipnotizarme y que diga todo lo que quiere oír. Pero logro contenerme.
—Solo tengo dos —murmuro.
—¿Puedo verlos?
—Uno está en... una zona un poco íntima.
Su mirada se intensifica.
—¿Puedo verlo? —repite en voz más baja.
Mi estómago da un vuelco y tanto mi muñeca como el hueso de mi cadera empiezan a palpitar, como si quisieran ser expuestos a él.
—No puedo enseñártelo desde aquí —murmuro.
Durante un momento, me mira fijamente. Hay algo en su mirada que me manda electricidad por todo el cuerpo. Entonces, apoya las manos en la mesa y da la vuelta para sentarse justo a mi lado, tan pegado como puede. Engancha su brazo en el respaldo del asiento y veo su mano colgando justo a mi hombro, cosa que hace que se me acelere el pulso.
Enarca una ceja, expectante.
—Este es el... el más normal —murmuro, enseñándole la muñeca.
Se me seca la boca cuando la agarra con suavidad. Tiene los dedos ásperos por la guitarra y eso no hace más que provocar vibraciones por todo mi cuerpo. Me arde la piel cuando pasa el pulgar lentamente por encima de la pequeña estrella, mirándola fijamente.
—¿Por qué una estrella? —pregunta.
Sonrío un poco.
—Tendrás que esperar a la tercera cita para saberlo.
No acabo de decir eso.
Dime que no acabas de decir eso.
Dime que no acabo de decir eso.
Eres tonta.
Soy tonta.
Hay un momento de silencio cuando levanta los ojos a los míos, visiblemente sorprendido. Su pulgar deja de trazar círculos alrededor del pequeño tatuaje. Contengo la respiración. ¿La he fastidiado? ¿Lo he espantado?
—¿Y cuántas citas tengo que esperar para ver el otro tatuaje?
Oh, mierda.
Respiro hondo.
—Solo una —le digo con el mismo tono de voz.
Siento que mi mano se mueve sola hacia abajo, levantando unos pocos centímetros la camiseta. Él sigue cada movimiento con suma atención cuando engancho la cintura de mi pantalón y la bajo un poco. En el hueso de mi cadera, se ve una rosa que baja hasta perderse en mis pantalones.
Y sé lo que viene ahora. Lo que ha venido con el otro. Mi corazón empieza a palpitar con fuerza cuando suelta mi muñeca y baja la mano.
Al instante en que su pulgar roza la sensible piel de mi cadera, siento un espasmo de calor por todo el cuerpo que me hace apretar las rodillas con fuerza. No quiero pensar en qué zonas de mi cuerpo están temblando cuando recorre la rosa con el pulgar hasta detenerse en el inicio de mis pantalones.
Él levanta la vista y la clava en mis ojos mientras recorre lentamente el dibujo.
—¿Tienes tú tatuajes? —pregunto, sonriendo un poco.
Él parece divertido cuando sacude la cabeza.
—Solo uno, pero no te lo enseñaré hasta la tercera cita.
Creo que ya he soltado mi camiseta. Creo. Ahora, mismo, no sé dónde estoy. Bueno, sí lo sé. Floto en un mar de placer anticipado. Su mano no se ha movido de su lugar y me estremezco cuando la mueve por debajo de mi camiseta hasta agarrar la hebilla del cinturón de mi otra cadera. Suelto el aire de mis pulmones cuando le da un pequeño tirón.
—¿En qué piensas? —me pregunta lentamente.
No respondo. Él sabe lo que pienso. Su pulgar vuelve a rozar la piel desnuda bajo mi camiseta y sube un poco hasta llegar a las costillas. Entonces, vuelve a bajar con la misma lentitud tortuosa. Y odio que él parezca tan tranquilo mientras analiza mi reacción.
—¿En qué piensas, Brooke? —insiste.
Trago saliva cuando envuelve mi cadera con la mano y tira de mí hasta colocarme justo a su lado. Su mano abandona mi cadera y se detiene en mi rodilla, subiéndomela encima de la suya. Recorre mi pierna con los dedos sin dejar de mirarme. Creo que nunca había odiado tanto unos pantalones como los que llevo puestos ahora.
Cada vez que sube la mano, se detiene en la rodilla y vuelve a bajar hasta mi bota. No despega la mirada de la mía en ningún momento y siento que me cuesta respirar.
—¿Qué piensas tú? —le pregunto en voz baja.
Él sonríe misteriosamente, inclinándose hacia delante. Esta vez, su mano no se detiene en mi rodilla. Sube dos centímetros que son suficientes como para que zonas que no sabía que pudieran hacerlo empiecen a palpitar. Mi cuerpo entero se contrae cuando rodea mi muslo justo por encima de la rodilla, dándome un ligero apretón.
—Pienso en muchas cosas, Brooke. En demasiadas —me dice en voz baja—. Y todas te incluyen.
Mierda.
Mi corazón palpita con tanta fuerza que me duelen las costillas. Se inclina hacia delante, dejando su cuello justo delante de mis ojos. Los cierro e inspiro. Huele maravillosamente bien. Y su mano no suelta mi muslo.
Me inclino hacia delante inconscientemente y abro los ojos cuando mis labios rozan su garganta. Sus dedos se aprietan en mi muslo y me da la sensación de que aprieta la mandíbula.
Solo quiero besarlo. Y que me bese. Dios. Nunca había estado tan dispuesta a algo. Y ya me da igual que me rechace y hacer el ridículo. Me inclino hacia delante y mis labios rozan deliberadamente su garganta. Él se queda muy quieto con su mano apretando mi muslo.
Lo rozo con la punta de la nariz y desciendo hasta su cuello, donde le doy un pequeño beso. No me puedo creer que esté haciendo esto. Nunca había llevado la iniciativa en nada parecido pero, a la vez, nunca me había sentado tan viva. Mi estómago se retuerce cuando él traga saliva con fuerza.
—Brooke... —suena a advertencia.
—¿En qué piensas? —insisto como ha hecho él.
Me dedica lo que creo que es su mirada más intensa hasta ahora cuando nuestros ojos se encuentran. Los suyos descienden lentamente por mi cara hasta llegar a mis labios y los entreabro inconscientemente. Él los aprieta.
Lo necesito.
Me vuelvo a inclinar hacia delante y, esta vez, le rozo la mandíbula con los labios. Mi corazón se acelera aún más cuando noto que vuelve a tragar saliva.
Y es entonces cuando abro los ojos porque sé que algo no va bien.
Lo primero que veo es que, abajo, solo está Kevin. Y está con dos chicas, besándose con ambas en la barra. ¿Dónde demonios está Lexi? Me tenso al instante en que no la veo y Jared lo nota, porque se separa un poco.
Ahí está. En la otra punta de la barra, tambaleándose y bebiendo sola.
Oh, no.
—Oh, no —verbalizo.
—¿Qué pasa? —me pregunta él, confuso.
Quito la pierna de la suya y me incorporo torpemente. Él también se pone de pie, aunque no entiende qué pasa.
—El idiota de tu amigo ha vuelto a dejar a Lexi tirada —mascullo de mala gana.
Me da igual lo que estaba pasando hace un momento. Acaba de desaparecer todo el hechizo. Me doy la vuelta cuando veo que lanza un billete a la mesa y se apresura a seguirme. Bajo las escaleras a una velocidad sorprendente teniendo en cuenta que sigo un poco mareada. Me detengo en seco cuando un chico se para delante de mí porque ni siquiera me ha visto, bloqueándome el paso. Pongo una mueca e intento apartarlo, pero me ignora.
Entonces, da un traspié hacia delante cuando Jared lo empuja con bastante menos suavidad. Para mi sorpresa, me agarra del brazo y se abre paso él mismo hacia Lexi. No me suelta hasta que estamos junto a ella en la barra. Al instante en que la veo, sé que está borrachísima.
—Lexi... —suspiro.
—¡Brookie-pookie! —exclama al verme—. ¿Dónde te habías metido?
Jared se mantiene al margen mientras ella me abraza torpemente y yo me las arreglo para sujetarla. Kevin está a unos metros hablando con unas chicas. Ally está bailando en la pista. No hay rastro de Hunter.
—Ooooh —su boca forma una O perfecta al ver a Jared—. Estabais haciendo... eso... ¿eh?
Suelta una risita que me asegura lo borracha que está. La sujeto como puedo. Ha tirado, literalmente, todo su peso sobre mí.
—¿Estás bien, Lex? —pregunto, algo preocupada.
Ella asiente felizmente con la cabeza y me rodea el cuello con los brazos.
—Eres la mejor, ¿lo sabes? —pone un puchero—. Eres mi mejor amiga.
—Vale, acabas de confirmar que estás mal —digo, algo divertida.
Entro en modo pánico cuando se gira en redondo hacia Jared, separándose de mí. Lo señala con un dedo acusador, aunque él no parece muy impresionado. De hecho, se limita a levantarle una ceja cuando Lexi le clava el dedo en el pecho, amenazadora.
—Brookie-pookie es una buena chica, Jed —le dice, y yo noto que se me empiezan a calentar las mejillas—. Espero que no quieras echarle un polvo y no volver a verla.
—¡Lexi! —intento detenerla, pero me ignora categóricamente.
—Ya lo ha pasado mal por tíos como tú —lo acusa—. Espero que te comportes, porque...
—¡Lexi, ven aquí! —consigo contenerla.
Jared no da señales de responder, cosa que agradezco.
—¿Cuánto has bebido? —le pregunto, menos divertida.
—Ugh.
Por un momento, creo que va a vomitar. Sin embargo, se tambalea hacia delante y me cae encima. Al instante en que lo hace, noto que pierdo el equilibrio. Menos mal que la mano de Jared en mi espalda me sujeta a tiempo, salvándonos a las dos de una caída bastante ridícula.
Quizá en otro momento me hubiera puesto como loca por tener su mano en mi espalda, pero no ahora. Estoy mirando fijamente a Lexi, que tiene los ojos entreabiertos.
—Mírame —le agarro la cara con ambas manos—, ¿tienes que vomitar?
Niega con la cabeza. Suspiro y me giro hacia Jared, que me quita la mano de la espalda.
—Debería irme —le digo en voz baja, señalándola con la cabeza—. Gracias por ayudarme.
Él mira a Kevin de reojo. Está besando a una de las chicas, pero tiene el brazo sobre el hombro de la otra. Se separa de la primera y empieza a besarse también con la otra. Es difícil saber qué piensa Jared. Siempre es difícil saberlo.
Me pregunto si querrá estar en su misma situación en lugar de con nosotras. No podría culparlo.
—Deja que te ayude —me dice, devolviéndome a la realidad.
Veo, sorprendida, que agarra a Lexi por mí, rodeándole la cintura con un brazo. Lexi se sujeta a él, aunque dudo mucho que sepa quién es. Por un momento, tengo una mota de envidia sana en el corazón. Sin embargo, mi preocupación es más fuerte. Los sigo rápidamente por el local hasta que estamos fuera. Miro a mi alrededor en busca de algún taxi, pero veo que Jared está mirando a su chófer, que se fuma un cigarrillo tranquilamente.
—Bruce —lo llama—. Mi coche.
¿Su coche? ¿No hemos venido en la limusina?
—Bruuuuce —repite Lexi con una risita—. Como el de Buscando a Nemo.
Él se apresura a ir a por él, aplastando el cigarillo por el camino. Apenas un minuto más tarde, aparece con un jeep negro. Me quedo mirando como una idiota como Jared deja a Lexi tumbada en el asiento de atrás. Bruce le cede el asiento del conductor y me asiente una vez con la cabeza antes de volver al local. Jared me mira, esperando, y me apresuro a subir a su lado.
—Podemos pedir un taxi —le aseguro.
No me responde, pero por su cara supongo que esa no es una opción que vaya a aceptar. Me pongo el cinturón mientras él avanza por el tráfico con una habilidad sorprendente. No puedo evitar mirar sus brazos moviéndose de la palanca de cambios al volante. ¿Por qué estoy tan obsesionada con su tatuajes?
Bueno, no es el mejor momento de mi vida para preguntármelo. Me giro y miro a Lexi, que duerme con la boca abierta.
—¿Dónde vive? —me pregunta Jared.
—En mi residencia —murmuro—. ¿Conoces...?
—Sé dónde es.
Lo miro, algo confusa. ¿Cuántas veces habrá ido? ¿Y por qué?
Eres una celópata.
Creo que se da cuenta de mi expresión, porque lo aclara con una pequeña sonrisa divertida.
—Ally no tiene carné y vino a la Universidad por un tiempo. Muchas veces, me tocaba llevarla.
Oh, es eso... no debería sentirme tan aliviada.
El local tampoco estaba muy lejos de nuestra residencia, así que en pocos minutos llegamos a ella. Jared detiene el coche delante del edificio y espera a un lado mientras yo intento despertar a Lexi. Pero es imposible. Se limita a murmurar algo en sueños.
—Ahora la saco —mascullo, un poco avergonzada, intentando tirar de sus brazos.
—Puedo llevarla yo —me dice, medio divertido al ver mis intentos fallidos.
—No hace falta —murmuro, aunque sigo sin poder sacarla con la seguridad de que no me caerá al suelo—. Tengo más fuerza de la que crees, ¿sabes?
—Sí, eres Rocky.
—Vocalizo mejor que él —protesto.
Él sonríe, apartándome suavemente por el hombro.
—Prefiero irme con la seguridad de que no os caeréis por las escaleras.
Él agarra a Lexi como antes. Ella se las apaña para caminar. Menos mal que no hay nadie por los pasillos o la entrada. Subimos las escaleras y yo lo ayudo a cargarla, aunque tampoco es que mi ayuda se indispensable. Me detengo delante de nuestras habitaciones y saco las llaves de Lexi de su bolsillo. Su habitación es un desastre, como siempre. Jared la deja suavemente en la cama y espera en el pasillo mientras yo la desvisto, le pongo el pijama y la meto en la cama. Está durmiendo como un tronco. Salgo de su habitación sin hacer ruido.
Jared está apoyado con la espalda en mi puerta.
—Gracias por ayudarme —murmuro, avergonzada.
Tenemos que hablar en voz baja si no quiero que nadie del pasillo se dé cuenta de que está aquí conmigo. Mis vecinas son como víboras sedientas de cotilleos.
Jared me dedica una de sus sonrisas cautivadoras y me mira de arriba a abajo.
Cuando hace eso, es como si activara algo en mí que hace que me olvide del mundo que me rodea. Mi cuerpo reacciona enseguida a su minuciosa inspección. Y solo con una mirada. Él ladea la cabeza y mi estómago cosquillea.
—Y siento que la noche haya terminado así —añado al ver que no dice nada.
Eso hace que sus ojos brillen. Se despega de la puerta y se acerca a mí. Me quedo helada en mi lugar cuando se inclina un poco. No está tan cerca como para besarlo, pero... su olor me invade y me cautiva.
—¿Cómo querías que terminara, Brooke? —pregunta suavemente.
Oh, no. No me hagas decirlo. Lo sabes muy bien.
Quiero apartar la mirada, pero no puedo. Sus ojos son tan intensos que empiezo a notar que la piel se me pone de gallina.
—No lo sé —no me atrevo a decírselo.
Él sonríe de lado. Me quedo sin aire cuando estira un brazo y me coloca suavemente un mechón de pelo que se me ha escapado de la cola tras la oreja. En el momento en que su dedo roza el cartílago de mi oreja, estoy perdida.
—Yo sí lo sé —susurra.
Su dedo, el mismo que ha tocado mi oreja, baja mortalmente lento por detrás de esta hasta llegar a la línea de mi mandíbula. Estoy clavada en mi lugar. Mi corazón y mi estómago son puro fuego. Me estoy mareando. Tengo todo el vello erizado. Me cosquillea la zona que acaba de trazar con su dedo. Y sigue cosquilleando cuando baja por el lado de mi cuello hasta llegar al cuello de la camiseta de su banda.
Entonces, se detiene y, como si no hubiera pasado nada, se echa hacia atrás y me dedica una pequeña sonrisa.
—Buenas noches, Rocky.
Veo, patidifusa, como desaparece por el pasillo sin mirar atrás. No me lo puedo creer. No me lo quiero creer. No acaba de hacer esto, ¿verdad? Porque creo que voy a matarlo.
Estoy aquí, cachonda perdida, y todo porque él ha pasado un mísero dedo por detrás de mi oreja. Es patético. Y sabía perfectamente lo que hacía. Y se ha ido. Y ahora estoy sola, caliente y enfadada.
Entro en mi habitación y me quito la camiseta de un tirón, irritada, antes de entrar en el cuarto de baño para darme una ducha fría.
Estúpido Jared.
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