Capítulo II

Hola :D

Antes que nada, quería agradeceros el apoyo que le estáis dando a la historia, ¡me alegra que ya os esté gustando!

Y también aclarar un detallito que se me olvidó mencionar: sí, la historia está clasificada en "contenido adulto", así que va a tener escenas para +16 (aunque yo las leía con 14 porque era una rebelde).

Dicho esto, os dejo con un capítulo nuevo<3



II - CONTACTO

Llego a clase a tiempo por milagro, porque no sé cómo demonios lo he conseguido. Me he despertado diez minutos antes de tener que ir. Nada más sentarme, escucho que dos chicas detrás de mí hablan de algo relacionado con Brainstorm. ¿De qué me suena ese nombre?

Entonces, me acuerdo de Lexi mencionándolos diez veces anoche. Ugh, son ellos.

—Dicen que fue una pasada —comenta una.

—Sí, creo que mi compañera de habitación fue. Pudo tocar a Kevin.

—Qué suerte... yo habría ido si no hubiera tenido que estudiar.

Sí, yo también tenía que estudiar, pero fui.

Y, ahora mismo, tengo tanto sueño que me da igual que haya llegado el profesor y esté encendiendo el ordenador. No quiero dar una clase de Iconografía. Creo que, en toda mi vida, no me había aburrido tanto hablar de la historial del arte. Además, estoy estudiando fotografía, ¿por qué demonios tengo que aprender...?

Vale, estoy de mal humor.

Me suele pasar cuando no puedo dormir bien porque mi mejor amiga me arrastra con ella a un concierto al que no quería ir y, después, no puedo dormirme pensando en alguien que no voy a mencionar porque no volveré a ver en mi vida.

La clase se hace eterna y no dejo de mirar la hora. He quedado a las diez con Riley, Sam y Lexi en la cafetería que hay al lado de la residencia para desayunar. Estoy hambrienta.

Por fin, termina la clase. Me despido de algunos compañeros con la mano y bajo los escalones de la clase antes de recorrer los pasillos de mi facultad. Me detengo en seco cuando veo que mi profesor, el señor Adams, se cruza conmigo.

—Buenos días, Brooke —me sonríe, tan simpático como siempre.

Es mi profesor favorito. Lo tuve el año pasado e hizo que una asignatura aburrida se volviera una más divertida. Este año, lo tengo en mi asignatura más práctica —curiosamente, la única en la que me piden que fotografíe algo— y me encanta... pero, ahora mismo, no quería cruzármelo. Especialmente, porque sé lo que me dirá.

—Señor Adams —intento escabullirme.

—Quieta ahí —me detiene señalándome—. Todavía no he recibido tu proyecto, jovencita.

Sonrío angelicalmente.

—El proyecto... sí... eh... —lo pienso—. Yo no...

—No lo tienes, ¿no? —niega con la cabeza, divertido.

—Tenemos hasta el final del cuatrimestre —protesto con un mohín.

—Sí, pero ya sabes cómo funcionan estas cosas cuando las dejas para el final —me vuelve a señalar—. Ya sabes lo que tienes que hacer. Tema libre. Ahora, vete a desayunar.

—Pero...

—Adiós, Brooke.

Le pongo un poco de mala cara a su espalda antes de darme la vuelta y seguir mi camino. Nos encargó un trabajo de tema libre hace unas semanas y todavía tengo dos meses para entregarlo, pero un gran porcentaje de la nota recaerá en ello. Debería ponerme ya a buscar algo que fotografiar. Odio los temas libres. Me dan dolores de cabeza.

Cuando llego a la cafetería, ellos tres están sentados en nuestra mesa de siempre. Me coloco junto a Sam y me pido unas tortitas para ver si me inspiran. No lo hacen.

De todas formas, se podría decir que la cara de Lexi, ahora mismo, es una obra de arte. 

Se ha esmerado mucho en ponerse suficiente maquillaje como para no parecer una chica que se fue a dormir a las cinco de la mañana y se ha despertado a las siete, pero no ha funcionado demasiado bien. De hecho, estamos sentadas con Sam y Riley, y ambos se han dado cuenta de que anoche salimos.

Nos conocimos de forma bastante curiosa. Sam y yo éramos inseparables. Hemos sido amigos toda la vida. Era mi vecino cuando vivía con mis padres. Lexi y Riley se hicieron amigas porque llegaron a la ciudad casi a la vez. Un día, no sé cómo, terminamos juntándonos los cuatro y yo me hice muy amiga de Lexi a la vez que Sam y Riley se enamoraban el uno del otro.

 Si no me equivoco, están juntos desde los quince años. Recuerdo cuando empezaron a coquetear por los pasillos del instituto y Riley se ponía roja de vergüenza cuando Sam le decía alguna bobada romántica. Menos mal que él era un buen chico y, en lugar de reírse de ella, decía otra bobada romántica para contrarrestar el efecto y que se sintiera cómoda de nuevo. 

Ellos dos viven juntos cerca de nuestra Universidad pero ya no los veo muy a menudo. Solo quedamos para desayunar de vez en cuando. Obviamente, ya no tengo tanto contacto con Sam como cuando  éramos más pequeños, pero no pasa nada. No es que ahora nos llevemos mal, pero él tiene una relación que cuidar y es comprensible que quisiera pasar más tiempo con Riley que conmigo.

Además, Lexi y yo ya somos como un matrimonio viejo que ya no se soporta pero, a la vez, se quiere demasiado como para separarse. Cuando quedamos los cuatro, es casi una cita doble.

—Bueno, ¿y qué tal os fue anoche? —pregunta Riley, que está sentada con Lexi delante de nosotros dos.

Yo, por suerte, he conseguido el lugar que está junto a la ventana. No es que las vistas a un aparcamiento sean geniales, pero son mejores que ver a gente comiendo.

—Creo que su cara lo dice todo —sonrío ampliamente, señalando a Lexi con la cabeza.

La aludida me saca el dedo corazón. 

—¿Cómo has podido ir a clase? —protesta—. Yo he visto que llegaría diez minutos tarde y me he quedado en la cama un rato más.

—Hay una cosita llamada responsabilidad —le dice Sam, burlón—. Igual el concepto te resulta extraño, Lexi.

—Vale, cambio la pregunta —Lexi me mira—. ¿Cómo puedes no tener ni un poco de dolor de cabeza?

—Apenas bebí. Llevaba media cerveza cuando me arrastraste a la salida.

Ella resopla.

—Pero, ¿qué pasó? —pregunta Sam.

Les cuento a los dos todo lo que ocurrió anoche omitiendo algunos detalles —como mi conversación con Jed—, cosa que Shana no tarda en remarcar, orgullosa de que yo también tenga algo que ocultar

—Se te olvida lo más importante, bonita —dice, señalándome con una sonrisa maliciosa—. Tu conversación con el moja-bragas de Jed.

—Moja-bragas —repite Riley, divertida.

—¿Jed? —Sam, a mi lado, arruga la nariz—. ¿Qué clase de nombre es ese?

—No lo sé —me encojo de hombros—. Pero, al parecer, todas las chicas lo idolatran.

—¿En serio?.

—Sí, y con razón.

¿Eso lo he dicho o lo he pensado?

—¿Con razón? —se gira hacia mí con expresión sorprendida. Vale. Lo he dicho—. ¿Qué me he perdido?

—¡Lo entenderías si lo vieras! —exclama Lexi.

—Solo he dicho...

—¡Lo tengo! —Riley nos enseña la pantalla de su móvil, dónde ha buscado una foto de la banda y ahora tiene el zoom puesto al máximo en Jed—. Uh, no está mal. Nada mal.

Él mira la cámara con expresión seria, como la que le dedicó a sus admiradores anoche. Incluso en una foto, su mirada me pone un poco nerviosa. Qué estupidez.

—¿A ver? —Sam agarra el móvil—. Madre mía, Brooke, ¿este es tu tipo de...?

—Por Dios, es el tipo de cualquiera —Lexi pone los ojos en blanco—. Incluso tú tienes que verlo atractivo, Sam.

—Es un chico malo de manual —dice él, poco convencido—. Y los chicos malos están muy bien por un rato, pero todos sabemos que...

—Me está deprimiendo —protesta Lexi, agarrando el móvil de nuevo—. ¿Le hago zoom en los pantalones? A ver si tiene un buen...

—¡Dame eso! —chillo, avergonzada.

Me inclino hacia delante intentando cogerlo, pero es rápida y se lo pasa a Riley. Sam arruga la nariz, mirándome. Suele hacer eso cuando no le gusta algo.

—¿Ese tío habló contigo, Brooke? —pregunta Riley, anonadada, volviendo a mirar la pantalla.

—Vaya, gracias por la sorpresa —ironizo.

—¿Es cosa mía o tiene cara de ser un completo imbécil? —pregunta Sam.

—Si se parece al cantante de la banda, definitivamente lo es —replica Lexi con una mirada furibunda.

—¿Y a ti te gusta... ese? —me pregunta Sam.

—¿He dicho yo eso? —protesto.

—Mírale la cara, es obvio que la hechizó —Lexi empieza a reírse de mí, haciendo como si me diera en la cabeza con una varita mágica.

—Sí, se ha puesto roja —Riley se ríe.

—¡No estoy roja! —pero, cuando me toco las mejillas, están ardiendo.

—¡Sí que te gusta! —me acusa Sam, como si hubiera cometido un pecado.

—¡No lo sé! ¿Vale? Ni quiero saberlo. Hablé con él. Nada más. Punto. Tampoco es para tanto, ¿no? El mundo sigue girando. El sol sigue en el cielo. Y vosotros seguís siendo unos pesados que no entienden que no quiero hablar del tema. Dejadme en paz.

Todos se me quedan mirando ante mi pequeño arrebato y veo como Riley reprime una sonrisa. La fulmino con la mirada y luego frunzo el ceño cuando sus ojos se desvían hacia arriba.

—No me lo creo —dice, y esta vez empieza a reírse de verdad.

—¿Qué? —preguntó, irritada.

Lexi sigue su mirada y pone una mueca.

—Oh, no —murmura.

—¿Qué pasa? —mi ansiedad está aumentando por momentos.

—Gírate —me dice Riley—. Disimuladamente.

—¿Por qué?

Ella sonríe a modo de respuesta.

Me giro lentamente e inspecciono la cafetería con los ojos. No hay nada de malo en nadie. ¿Qué quiere que mire? ¿La camarera bostezando? ¿El niño metiéndose un dedo en la nariz? Sam, a mi lado, se gira sin ninguna discreción y empieza a mirar a su alrededor descaradamente.

—¿Tengo que estar viendo algo interesante? —pregunto.

—Si te giras un poco hacia tu derecha, sí.

—Pues no veo na...

Me quedo muda cuando veo una mesa grande con seis personas sentadas en ella. 

Los de la banda. No me lo creo. 

No. Me. Lo. Creo.

¿En serio? ¿No había otra cafetería en la ciudad?

Veo a Kevin sentado con una amplia sonrisa. Está hablando jovialmente sobre algo, pero los demás miembros de la banda no parecen prestarle mucha atención. Ni siquiera la mujer y el hombre que los acompañan, que supongo que serán sus empleados. 

Sin embargo, mi mirada se detiene inconscientemente sobre uno de los miembros de la mesa.

Mi ojos se clavan en Jed, que me da la espalda. está mirando a su alrededor con gesto aburrido. Se pasa una mano por la nuca y odio tener que admitir que se me ha secado la boca solo por ver eso.

Entonces, me da la sensación de que él se tensa. Quizá le han dicho algo. Pero... no. No estaba hablando con nadie. Gira la cabeza para revisar su alrededor y no puedo verle la expresión, pero una parte de mí cree que se ha dado cuenta de que lo estoy mirando. Aunque sea imposible. 

Todas mis alarmas se disparan cuando se gira en nuestra dirección con el ceño fruncido.

Me vuelvo a mi lugar al instante, con el corazón latiéndome a toda velocidad. Mierda. Nos ha visto. Estoy segura.

—Ese es el que Brooke se quiere llevar a casita —informa alegremente Lexi a nuestros amigos señalándolo descaradamente.

—¡Lexi! —mascullo, bajándole el brazo de un manotazo, avergonzada—. No quiero llevarlo a ningún lado, ¿vale? Y seguro que ni siquiera se acuerda de mí.

Espero que no. Espero que se piense que soy solo una fan aleatoria a la que ha pillado mirándolo fijamente. Sigue dándome vergüenza pensar en mi comportamiento de ayer. Estaba como... hipnotizada. Fue un poco humillante que pudiera hacerme eso sin conocerme.

—Yo creo que sí se acuerda de ti, Brooke —me dice Sam. Él sigue teniendo la mirada clavada en ellos sin molestarse en disimular.

—¿Por qué? —pregunto, confusa.

—Te está mirando fijamente.

Y, de pronto, puedo sentirlo. Puedo sentir su mirada clavada en mi nuca. Me hago pequeñita en mi asiento, tratando de ocultarme con el respaldo del sofá. 

Así que no era un efecto de la cerveza. Solo era un efecto de su presencia. Realmente estoy mal de la cabeza. Tengo que calmarme. Alcanzo mi batido y le doy un trago solo para hidratarme la garganta, que se ha quedado seca.

—Cariño, deja de mirarlos fijamente —le reprende Riley.

Sam no le hace caso, así que lo agarro del brazo y lo devuelvo a su lugar de malas maneras.

—No me da buenas vibraciones, Brooke —me dice.

A mí me da demasiadas vibraciones.

No acabo de pensar eso, ¿verdad?

—Mierda —escucho a Lexi—. El imbécil. Míralo, ya liga con otra. Pero es rubia, ¿eh? ¿Ahora ya no tienes problemas con eso, imbécil? Ojalá te traigan las tortitas quemadas, imbécil.

—¿Cuántas veces ha dicho imbécil? —Riley se está riendo.

—Pareces una mafiosa, Lexi —Sam parece divertido también—. Deja de mirarlo así o se dará cuenta.

—Es que quiero que se dé cuenta.

Decido ignorar que el local entero esté mirando fijamente hacia su mesa —mis amigos incluidos— y me dispongo a comer mis tortitas rápidamente.

El desayuno transcurre bastante tranquilo. La gente termina ignorándolos y yo me acabo olvidando de su presencia. O eso intento. Porque sigo notando ese cosquilleo molesto en mi espalda. ¿Me estará mirando? ¿Por qué siento la urgente necesidad de girarme y descubrirlo?

Lexi tampoco ha desistido en sus miradas de asesina en serie. De pronto, se termina su batido y lo deja en la mesa de un golpe.

—Se acabó —suelta, poniéndose de pie—. Necesito otra alma femenina conmigo, voy a retocarme el maquillaje. A mí ningún imbécil me dice que no.

—Espera, te acompañaré —le dice Riley, entusiasmada.

Sam se estira en el asiento cuando ellas se van y ladea la cabeza.

—Bueno, ¿y qué tal tu trabajo? Hace tiempo que no vamos a verte —me dice, mirándome de reojo.

Me recuesto en el asiento, cruzándome de brazos.

—Me estoy empezando a acostumbrar a tener una jefa idiota.

—Lo siento, Brookie. Ojalá pudiera hacer algo.

Hace unos meses que trabajo en un bar cercano a la Universidad por las noches. Mis compañeros, Keira y Liam, son geniales, pero mi jefa no lo es tanto. Es una pesada. Se pasa el día quejándose de absolutamente todo lo que hacemos mal... las chicas. Nunca se queja de Liam. Estoy convencida de que tiene un pequeño flechazo con él, pero Liam nunca le ha dado a entender que quisiera nada con ella.

De hecho, es más propenso a coquetear conmigo descaradamente, así que podemos decir que mi jefa me odia bastante.

—El día que encuentre trabajo de algo bueno de verdad, puede olvidarse de volver a verme. Después de que le haya tirado una jarra de cerveza a la cara, claro.

Él me rodea los hombros, divertido. Me da un apretón en el brazo.

—Si me enseñas a hacer buenas fotos, podré enmarcarlo para ti.

—No se me ocurre ningún regalo de cumpleaños mejor.

Él se echa a reír y yo también.

—Oye, voy a pedir otro batido, ¿quieres algo más? —pregunta, separándose.

Niego con la cabeza.

Él se pone de pie y se va caminando felizmente hacia la barra. La verdad es que hacía ya tiempo que no teníamos este tipo de conversación. De hecho, hace mucho tiempo que no estábamos a solas. Él siempre está con Riley y yo siempre estoy con Lexi.

Y, justo mientras estoy pensando en ello, se me nubla la mente. Lo puedo sentir acercándose a mí. Y no me refiero a ninguno de mis amigos. Me refiero a él.

Sé que lo está haciendo. No necesito girarme para comprobarlo, pero quiero hacerlo. Todas mis alarmas se disparan. 

Antes de poder reaccionar, veo a alguien sentándose tranquilamente delante de mí. Trago saliva cuando me encuentro con unos ya familiares ojos entre el verde y el azul que se me clavan en el alma.

Me encuentro a mí misma mirándolo fijamente y me obligo a parpadear para volver a la realidad.

—Hola, Brooke.

Bueno... parece que sí se acuerda de mí.

Y sigue pronunciando mi nombre de esa manera tan odiosamente perfecta.

Mi cerebro tarda unos segundos en mandarme una bofetada mental para que reaccione de una vez. Pero, cuando lo hago, abro la boca y no emito ningún sonido. Después, consigo hablar con normalidad.

—Ho-hola.

No me puedo creer que acabe de tartamudear.

Creo que no había tartamudeado en mi vida.

Dirige una breve mirada a mis tortitas a medio comer y veo que reprime una sonrisa antes de volver a levantar la vista hacia mí. Sus ojos vagan por toda parte de mi cuerpo que no tapa la mesa antes de llegar a los míos, como si no tuviera ninguna prisa. Trago saliva con fuerza.

—Buen provecho —me dedica una sonrisa de lado.

—Gracias —murmuro.

Hay unos momentos de silencio hasta que se inclina hacia delante y apoya los brazos en la mesa. Coge uno de los palillos de madera y se pone a juguetear con él. No debería estar entrando en calor sólo por ver sus dedos moviéndose. Pero lo hago. Estoy segura de que tengo las mejillas rojas. Qué humillante.

—Pensé que no te acordarías de mí —murmuro en voz baja sin saber muy bien por qué.

Él deja de juguetear con el palillo y se me queda mirando fijamente.

—¿Por qué no iba a acordarme? —pregunta, confuso.

Oh, no me preguntes cosas, por favor. Mi cerebro está de vacaciones en estos momentos.

No estoy en condiciones de pensar. Intento centrarme en cualquier cosa que no sean sus ojos, pero es imposible despegar la mirada.

—No lo sé —murmuro—. Seguro que conoces a muchas chicas todas las noches.

Eso parece llamar su atención. Deja las manos sobre la mesa y tengo que esforzarme para no mirarlas. Sus manos son tan sexys. De verdad, ni siquiera sabía que me gustaran los tatuajes hasta que lo conocí. Ahora, me da la sensación de que son mi mayor debilidad.

—Conozco a algunas, sí, pero raramente hablo con ellas.

Contengo la respiración cuando noto que su pierna roza la mía. Y soy demasiado consciente de que llevo puesta una falda y unas medias. La tela de su pantalón roza suavemente piel y se queda ahí, sonriendo inocentemente. Puedo sentir su piel a través de la tela. Tardo un momento en volver a la conversación. Solo puedo pensar en eso.

Oh, y él lo sabe perfectamente. Estoy segura.

—¿Era tu novio? —pregunta.

Eso me hace olvidarme de la pierna por un momento.

—¿Mi novio? —repito, confusa.

—Él —señala con la cabeza a la barra donde Sam está pidiendo su batido. 

Riley está con él, pero por la sonrisita que me dedica, deduzco que no se acercarán a la mesa hasta que Jed se vaya.

Estoy a punto de responder negativamente, pero cambio de opinión y lo miró con una ceja enarcada.

—No doy esa clase de información a gente que no me dice su nombre.

Él se ríe entre dientes y, cada vez que lo hace, la vibración reverbera en todo mi cuerpo, haciéndome vibrar también. Aprieto la pierna contra la suya sin darme cuenta. 

Dios, incluso su risa es sexy. Estoy empezando a odiarlo por ser tan perfecto.

—Anoche te fuiste muy rápido —dice, cambiando de tema abruptamente.

¿Muy rápido? ¿Quería seguir hablando conmigo? Solo pensar eso hace que me suden las palmas de las manos.

—Sí. Emergencia de chicas —mascullo.

—Lo sé. Kevin tiene especial interés en contarme sus cosas... aunque no me interesen.

No puedo evitar reír, y me arrepiento al instante, porque clava sus ojos en los míos, mucho más intensos que antes. La risa se muere enseguida y noto su rodilla presionando un poco más la mía. ¿Qué me pasa? Me aprieto las rodillas con los dedos al notar una oleada de calor bajándome por el cuello.

—Será mejor que huya antes de que Lexi lo encuentre —murmuro.

Él me sostiene la mirada un momento antes de sonreír.

—Lo ha encontrado —su mirada brilla—. De hecho, ella ha sido quien me ha dicho que estabas aquí. Por si quería hablar contigo.

¿Qué?

Me giro lentamente y la veo enseguida. Está sentada sobre las piernas de Kevin —ni siquiera se atreve a sentarse en la silla de Jed... intimida hasta ese punto. Oh, al parecer ya no lo odia por ser un imbécil. Él parece distraído mientras mira el menú, hablando con la camarera. Capturo la mirada de Lexi y entrecierro los ojos, a lo que me lanza un beso.

Traidora.

—¿Era tu novio?

Vuelvo a girarme para mirarlo tan rápido que mi pantorrilla frota su pierna. Me tenso por completo. Empieza a repiquetear un dedo sobre la mesa. Eso me manda de nuevo un espasmo por todo el cuerpo. Joder.

—¿Cómo te llamas? —le pregunto, devolviéndole la mirada.

Él esboza una pequeña sonrisa divertida.

—¿Por qué tanto interés en saber cómo me llamo?

—Jed no me gusta.

Su sonrisa se ensancha un poco. ¿Le estoy divirtiendo? Yo estoy de todo menos divertida.

—¿Por qué no te gusta? —pregunta suavemente, moviendo su pierna contra la mía.

Trago saliva con fuerza cuando roza deliberadamente su rodilla contra la mía. Su mirada brilla cuando ve que intento apartarla al instante.

—Suena a famoso egocéntrico —murmuro, volviendo a la conversación.

—¿Y cómo sabes que no lo soy, Brooke?

Otra vez mi nombre. Ugh. Tengo que calmarme.

Sabe muy bien lo que está haciendo, ¿verdad? Ha apoyado los codos en la mesa, inclinándose hacia delante. De nuevo, su pierna roza la mía y está más cerca de mí. Su olor me invade las fosas nasales. Huele demasiado bien. No sé ni cómo describirlo. Estoy temblando. Literalmente.

—Tengo curiosidad —me encojo de hombros, fingiendo indiferencia—. ¿Empieza por la misma letra?

Asiente con la cabeza, observándome. Concentrarse está resultando ser muy complicado.

—¿Joseph? —pregunto, y él sonríe, negando—. ¿John?

Vuelve a negar con la cabeza, divertido.

—¿Jaden? ¿Jordan? ¿Jasper?

—Jared —dice, mirándome fijamente—. Me llamo Jared.

Algo en su mirada me envía escalofríos por todo el cuerpo. No sé cómo, pero sin darme cuenta me estoy clavando las uñas en la rodilla. Siento una punzada de dolor que me devuelve a la realidad. Estoy cautivada. Y con una mirada.

—Jared... —digo lentamente, fingiendo que lo analizo, a lo que veo que levanta una de las comisuras de su boca.

—¿Tampoco te gusta? —me pregunta en voz baja.

—Sí —murmuro—. Me gusta Jared.

Él se inclina más cerca de mí y me estremezco al instante en que siento que pega su pantorrilla a la mía, enganchando nuestras piernas suavemente. No sé si lo nota. Si lo ha notado, no hace ningún comentario al respecto.

Podría hacer arder el polo norte en este momento, lo juro. Tengo demasiado calor.

—¿Quién era ese? —pregunta de nuevo.

—¿Por qué debería decírtelo? —intento irritarlo.

—Te he dicho mi nombre. No se lo digo a cualquiera. Creo que me lo he ganado.

—¿Y qué harás si no te lo digo? —levanto una ceja.

Él sonríe. Su mirada es intensa.

—Ponme a prueba y lo descubrirás.

Mierda. ¿Por qué ha sonado tan sexual? Tengo que desviar la conversación antes de volver a tartamudear. Me aclaro la garganta.

—Es mi mejor amigo —aclaro.

Tras un segundo, su otra pierna hace lo mismo que la primera. Ahora tengo las piernas atrapadas entre las suyas. Y eso no hace más que provocar que se me contraiga el estómago. Mierda. Huele tan bien.... creo que en mi vida no había olido a nadie. Y mucho menos lo había disfrutado.

Pero ahora lo estoy disfrutando, te lo aseguro.

Ladea la cabeza.

—Cena conmigo esta noche.

Espera, ¿qué?

—¿Eh?

—Cena conmigo esta noche —repite.

Parpadeo varias veces. ¿Acaba de pedirme eso? Miro a mi alrededor, medio perdida. Sam parece poco complacido desde la barra, esperando su batido. Riley parece intentar leernos los labios. Lexi se besuquea con Kevin.

Pero... no es eso lo que me llama la atención la instante. Medio local está mirándonos. Y parece que Jared no se da cuenta.

Y, entonces, me doy cuenta yo. Sé cómo me miran. Sé cómo miran a Lexi, sentada en el regazo de Kevin. Sé cómo son las chicas que se juntan con chicos como él. Sé cómo se sienten después de una noche increíble al ser despachadas a su casa.

Además, está demasiado seguro haciendo esto. ¿Cuántas veces lo habrá hecho? Seguramente, cientos de ellas. Y seguro que le ha funcionado en todas ellas.

De pronto, me siento estúpida por haber estado a punto de caer en eso tan deprisa. No soy así. Yo no soy esa.

—No —murmuro.

La palabra flota entre nosotros un momento. Él deja de frotar su rodilla contra la mía al instante y sus cejas se juntan un poco. Casi diría que parece sorprendido.

No creo que esté muy acostumbrado a que le digan que no.

—¿No quieres o no puedes? —pregunta. 

—No quiero —digo, anormalmente nerviosa.

—¿Por qué no? —me mira con curiosidad.

Cuando me ve dudar, sus dos rodillas se pegan a las mías, haciendo que apriete un poco más los muslos. Contengo la respiración. Su mirada se ha oscurecido.

El aura a nuestro alrededor ha vuelto a crearse. Siento que me absorbe. Podría hacer conmigo lo que quisiera si digo que sí a eso. Él lo sabe. Yo lo sé. Tengo que calmarme. Tengo que controlar mis propios instintos.

—No creo que sea la chica más adecuada para eso —replico en voz baja.

—Te lo estoy pidiendo a ti, ¿no?

Esto no está yendo como él quería. Tampoco como yo quería. Pero tengo que calmarme y controlarme.

—Tengo trabajo por las noches —murmuro.

Él me mira fijamente. Su rodilla sigue mandando escalofríos por todo mi cuerpo.

—¿Todas las noches? —su pequeña sonrisa aparece de nuevo.

—Las suficientes —replico frívolamente, y el efecto contrario a lo que pretendía aparece cuando su sonrisa se ensancha un poco.

Hace una pausa, pasándose el pulgar por el labio inferior, pensativo. Mi corazón se acelera al verlo y me encuentro a mí misma con ganas de hacerlo yo misma. 

—Es un no, entonces —comenta, ladeando la cabeza.

¡Es un sí!

—Es un no —confirmo en voz baja.

—Es una lástima —me dice con esa sonrisa enigmática—. Podríamos haberlo pasado muy bien, Brooke.

No puedo responder. Me he quedado sin respiración. Es su mirada. No puedo mantenerla sin que me afecte.

—¿Todo bien, Brookie? —la voz de Sam me devuelve a la realidad.

Está de pie a nuestro lado con Riley. Ambos miran a Jared, aunque ella lo hace con curiosidad y Sam con poca confianza.

Jared no ha despegado su mirada de mí, pero se echa hacia atrás, quitando sus piernas de las mías. Mi cuerpo entero siente ganas de lanzarse sobre él. Quiero que me toque. Que me roce. Pero... acabo de rechazarlo. Es lógico que ya no vaya a hacerlo.

¿Ha sido lo correcto?

—Todo bien —murmuro, sin dejar de mirar a Jared. De pronto, me arrepiento de haber dicho que no. No quiero que se vaya. Quiero que su rodilla se transforme en su mano. Y que no se quede en mi pierna. Y odio quererlo.

—Un placer hablar contigo, Brooke —me dice en voz baja.

Y, sin despegar la mirada de mí, se pone de pie. Rompe el contacto visual y me quedo pequeñita y triste en mi asiento. Sam lo sigue con la mirada mientras él vuelve a su lugar. Después, se sienta a mi lado. No puedo evitar mirar por encima del hombro. Jared ha vuelto a adoptar una expresión seria con sus amigos. Está sentado en silencio. Ya no me mira.

Debería haberle dicho que sí. Me estoy arrepintiendo mucho. Soy una idiota. 

—¿Qué demonios ha sido eso? —pregunta Riley sentándose dónde él estaba antes.

—Sinceramente, no lo sé. Me ha preguntado si quería cenar con él.

—¿Te ha pedido salir? —me pregunta, entusiasmada.

—Algo así —murmuro, aturdida.

Sinceramente, es como si me hubiera echado el mejor polvo de mi vida y me hubiera dejado sola justo el momento antes de correrme. Qué sensación más horrible.

—He dicho que no —termino, mirándola.

—¿¡Qué!? —sus cejas se disparan hacia arriba—. ¿Por qué? Si... parecía que estabais tan...

—Juntos —finaliza Sam por ella.

—Pues he dicho que no —me llevo una mano a la cara, arrepentida—. No sé por qué. Y no sé si he hecho bien.

—Has hecho bien —me dice Sam—. No me gusta ese chico.

—Oh, deja ya ese rollo de hermano mayor —Riley le pone mala cara antes de mirarme—. Todavía estás a tiempo de decirle que has cambiado de opinión.

—No —solo de pensar en que tengo que ir con él delante de todo el mundo, me pongo roja.

—Pero...

—Riley, déjala —Sam parece irritado—. No quiere salir con él.

—Vaaaale —ella pone los ojos en blanco.

Miro la hora en mi móvil y suspiro. No quiero llegar tarde a clase y, a la vez, no quiero irme de aquí. Menudo desayuno. Me termino las tortitas rápidamente.

—Tengo que irme —les digo—. Despedíos de Lexi por mí. Y decidle que se vaya a la mierda, ya de paso.

—Vale —Riley me sonríe, divertida—. Si pasa algo con el buenorro, avísame. Quiero todos los detalles.

—Dudo que pase nada —murmuro un poco lastimera.

—Nunca digas nunca —me guiña un ojo.

Sam le pone mala cara cuando me inclino y le doy un beso en la mejilla. Después, repito el proceso con su novia.

—Nos vemos, chicos —les digo sonriendo.

Me giro, cogiendo mi bolsa y pasándomela por el hombro. Después, me despido de ellos con la mano. No puedo evitarlo y echo una ojeada a la mesa de Jared al pasar por su lado. Parece pensativo mientras observa el local. 

Esta vez, no me devuelve la mirada.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top