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𝐏𝐋𝐀𝐙𝐀 𝐒𝐐𝐔𝐀𝐑𝐄, 𝐁𝐀𝐑𝐑𝐈𝐎 𝐉𝐀𝐂𝐎𝐁𝐈, 𝐁𝐀𝐇𝐈𝐀 𝐀𝐕𝐄𝐍𝐓𝐔𝐑𝐀 (𝐂𝐀𝐋𝐈𝐅𝐎𝐑𝐍𝐈𝐀, 𝐄𝐄.𝐔𝐔.)
𝐒𝐄𝐏𝐓𝐈𝐄𝐌𝐁𝐑𝐄 𝟏𝟏, 𝟐𝟎𝟐𝟓. 𝟎𝟕:𝟑𝟓 𝐀𝐌
La plaza Square, cuyo amplio tamaño parecía rivalizar con el connotado "Central Park", se ubica en el Área Noreste de Bahía Aventura.
Valorizado en 3.5 millones de dólares, la plaza, que fue construida y terminada en el mes de Diciembre del 2024, posee un total de 12 mil adoquines rojizos, tres fuentes de agua de casi dos metros de altura —situadas a una distancia de cincuenta metros entre cada una—, un pequeño parque de juegos, un enorme laberinto de arbustos de difícil escape, un restaurante-café al aire libre, un lago artificial y un gigantesco obelisco. Sus laterales yacen protegidos por altos muros de concreto, de casi tres metros de altura. Y, por detrás de los mismos, podían apreciarse, a duras penas, las copas de los árboles jóvenes; principalmente abedules, que, hacía casi dos días, habían terminado de ser plantados.
<<Una bella joya arquitectónica>>, pensó Chase Schülze mientras se acomodaba el gorro y se apeaba de su vehículo patrulla. Se encaminó hacia la entrada principal de la plaza. Una placa dorada cercana rezaba:
𝐖𝐄𝐋𝐂𝐎𝐌𝐄 𝐓𝐎 𝐏𝐋𝐀𝐙𝐀 𝐒𝐐𝐔𝐀𝐑𝐄
"ɪɴ ᴍᴇᴍᴏʀʏ ᴏꜰ ᴏᴜʀ ʟᴏᴠᴇᴅ ᴏɴᴇꜱ"
Resulta que dicha plaza —al igual que otras dos infraestructuras de Bahía Aventura— fue construida con un propósito especial: Conmemorar a las personas que murieron en los ataques terroristas del 2020 y del 2024. Cuanto este proyecto se dio a conocer el año pasado, muchos pensaron que, debido a los problemas económicos por los que estaba atravesando la ciudad costera a consecuencia de la reconstrucción del Puente Colgante, el levantamiento de la plaza Square jamás se llevaría a cabo. Pero gracias a la influencia económica y a la mano de obra proporcionada por cuatro benefactores generosos, tanto locales como extranjeros, el proyecto pudo financiarse y culminarse.
Durante el trayecto a la plaza, el pastor alemán pensó que el lugar estaría vacío. Sin embrago, para cuando hubo atravesado la entrada principal, descubrió que estaba equivocado.
Allí mismo, en la extensa plaza, se observaba a una gran cantidad de personas: Niños y niñas acompañados por sus respectivos padres, unos cuantos cachorros acompañados por sus dueños, jóvenes parejas, adultos mayores y un grupo de turistas. Con base en sus expresiones, estaban más que felices. La mayoría llevaban gorras rojas y camisetas blancas, que tenían impresas, en el centro y a todo color, el logo característico —así como orgullo de la fauna local— de la ciudad: <<LA BALLENA MORADA>>. Y, por encima de la misma, se veía el número 200.
Chase Schülze se quedó perplejo. No sabía lo que estaba pasando aquí. Observó a sus laterales, en un intento por hallar algo que le proporcionase alguna respuesta ante tal aglomeración. Fue cuando advirtió la presencia de pantallas jumbo, todas apagadas y dos por cada lado. Y que sobre las mismas, habían sido colocadas, con sumo cuidado, un par de carteles que rezaban: "𝐅𝐄𝐋𝐈𝐙 𝐁𝐈𝐂𝐄𝐍𝐓𝐄𝐍𝐀𝐑𝐈𝐎". En aquel instante, Chase cayó en la cuenta. Por haber estado pensando en el motivo ignoto que obligó a su colega a llamarle esa misma mañana, Chase olvidó por completo que, ese mismo día, en ese mismo lugar, dentro de menos de media hora, se llevaría a cabo la celebración por el bicentenario de la fundación de Bahía Aventura.
<<Ally —pensó, mientras visualizaba mentalmente a su mano derecha: Una akita americana de ocho años de edad y detective de homicidios que fue trasladada de Nueva Orleans hacía siete meses—. ¿Por qué me has pedido venir aquí? ¿Y en dónde rayos estás?>>
La respuesta llegó por sí sola. Su placa se encendió y emitió un pitido. Tras la segunda tonada, contestó la llamada entrante.
—Aquí el capitán Chase Schülze.
—¡Buenos días, Señor! —saludó una voz enérgica y vibrante, con un ligero acento francés casi imperceptible—. Lamento haberle llamado en su día de descanso..., pero era de suma urgencia.
—Eso me han dicho —informó Chase. Volvió a caminar, alejándose del gentío—. ¿Qué sucede, Ally? ¿Por qué me has pedido venir aquí?
Hubo un breve momento de silencio.
—¿Ally?
—No puedo decirle —respondió finalmente la aludida. Su buen ánimo seguía presente—. No por éste medio, al menos. Tengo que decírselo en persona. Tenemos que reunirnos...
—Lo veo difícil —le interrumpió Chase, volviéndose hacia la multitud—. Encontrarte entre éste inmenso mar de gente será todo un reto. Me tomará todo el día.
—Jaja, usted siempre tan negativo, ¿eh?
Ante aquel comentario, el pastor alemán guardó silencio al tiempo que fruncía el entrecejo.
—Se ha molestado, ¿no es así? —inquirió abiertamente la voz femenina. Chase Schülze, por su parte, seguía sin responder—. Está bien, vale. Discúlpeme, Señor. No quise molestarlo. Yo sólo... trataba de levantarle un poco el ánimo. Es todo.
Aquello sorprendió un poco al can.
—Hará cosa de unos minutos...—prosiguió Ally—, volví a llamar a su casa. Y su esposa me había dicho que usted estaba ligeramente molesto cuando le notificó sobre mi llamada y...
—Ally... —habló por fin. Pero ella continuó.
—... pensé que una pequeña broma cambiaría su humor.
—... Ally...
—Cuando era estudiante, una pequeña broma siempre me levantaba el ánimo. Claro, me molestaba al principio, pero siempre acababa riendo y...
—¡Ally! —exclamó. Entonces, se hizo el silencio. Aquello no perduró.
—Discúlpeme otra vez, Señor —volvió a hablar—. Estaba divagando. Jeje. Pero ya en serio, no pensé que se molestaría tanto por...—En ese momento, se oyó un bajo gruñido—. Divago otra vez, lo siento —agregó. Chase hacía un esfuerzo por recobrar la calma—. Y respecto a lo de encontrarme; créame que podrá lograrlo en cuestión de minutos. Sólo diríjase al centro de la plaza. Yo le estaré esperando ahí mismo.
La poca ira que tenía invadido a Chase Schülze se disipó por completo. Ahora habló con serenidad:
—Vale. Te veré allí. ¿Algo más?
Y la llamada finalizó.
<<¿Me ha cortado?>>
Confuso y desconcertado, el can volvió a analizar los hechos: La llamada en su día libre, la petición de venir bien vestido, y Ally que no paraba de divagar y que, además, le había colgado antes de que pudiera responder a su incógnita (algo que nunca le había hecho desde que la aceptó en su departamento hacía siete meses, por cierto). Claramente estaba sucediendo algo. Pero Chase Schülze no tenía idea de qué podía tratarse.
.............
Fuera de la plaza Square, el sedán gris americano llegó y aparcó en doble fila. El motor del vehículo soltó un ligero ronroneo.
<<Ya falta muy poco>>, pensó el conductor de gorra azul tras ver el reloj del salpicadero. Eran las ocho de la mañana menos nueve minutos. Un fuerte acceso de tos le tomó por sorpresa. Bajó la ventanilla por completo, e inhaló y suspiró con fuerza. Para cuando hubo recobrado una buena respiración, se irguió en su asiento y contempló, por unos diez segundos, su reflejo en el espejo retrovisor. El rostro que le devolvía la mirada era el de un cuarentón, de ojos marrones, con una enorme nariz y un mentón cuadrado cubierto por una barba descuidada, que le causaba escozor. Afortunadamente, no faltaba mucho para que pudiera deshacerse de ella. <<Solo un día más>>. Abrió la guantera y sacó un diario, encuadernado en cuero negro. Lo abrió y apresuró en escribir en él. Por cada palabra, su emoción crecía dentro de sí. <<Dentro de poco, éstas palabras valdrán mucho>>. Luego de escribir en dos hojas completos, cerró el diario. Y por un escaso momento, que para él pareció ser eterno, observó el dorso de su mano izquierda. En ella, desde la base de su dedo anular hasta el área central de la muñeca, se extendía una prominente cicatriz. <<El recordatorio de mi promesa. La razón por la que estoy aquí>>. En aquel instante, visualizó mentalmente al pastor alemán. Y, con sumo detalle, recordó a la perfección la confrontación que tuvo con el can hacía un par de años. Aquello siempre le enfurecía. Pero en esta ocasión, ese no fue el caso. Ahora sentía regocijo. Y en lugar de exhibir una expresión ceñuda, ahora mostraba una sonrisa maliciosa.
<<Te di una oportunidad hacía tiempo —pensó. Y su sonrisa aumentó—. La desaprovechaste. Y ahora pagarás las consecuencias>>
Luego de salir de sus pensamientos, se volvió hacia atrás, hacia el asiento trasero.
Cogió la mochila. La abrió y sacó un pequeño ordenador. La encendió y la depositó sobre su regazo. Tecleó un poco y en la pequeña pantalla apareció una ventana totalmente blanca. Justo en el centro, se leía: <<STAPAMATIC: INICIAR SESIÓN>>. Introdujo su correo electrónico y su contraseña de veintidós caracteres. La ventana blanca desapareció, siendo reemplazada de inmediato por una transmisión en directo. El centro de atención de la cámara era la entrada principal de la plaza Square, y el camarógrafo parecía estar dentro de algún vehículo. En la esquina inferior/derecha de la pantalla se leía: <<STAPAMATIC. SEPTIEMBRE 11/ 2022. 07:45 AM>>. El hombre de la gorra azul inclinó la cabeza. Primero hacia la izquierda, luego a la derecha. Durante ese proceso, la toma de la cámara comenzó a moverse también.
<<Perfecto. La cámara oculta está funcionando correctamente>>
.............
En el corazón de la plaza Square, al lado derecho de la primera fila de la muchedumbre, yacen aparcadas un par de furgonetas. Todas de reconocidas cadenas de televisión, entre ellas: ABC NEWS, CBS, NBC, FOX y BBC.
Michael Grenger, ex-reportero de la BBC y actual director de la segunda oficina central de dicho canal —cuya sede yace ubicada en Bahía Aventura—, estaba molesto. Más de lo normal. Según le había dicho su jefe, quien le había llamado hacía cuarenta y cinco minutos, era de "suma importancia que se cubriera la apertura de la festividad del bicentenario". Y dado que los otros reporteros no estaban disponibles, ya que estaban trabajando como corresponsales en otras locaciones, Michael Grenger se vio obligado a salir de la oficina para realizar dicha labor.
<<Una labor de porquería>>, pensó para sí. Acto seguido, se volvió hacia su izquierda y observó a los otros reporteros allí presentes, cuyas expresiones eran iguales a la de Grenger. Todos ellos se acercaron a sus respectivos camarógrafos y les dieron la orden de guardar todo el equipo. Estos últimos no objetaron. Y con suma rapidez, acataron las órdenes. Una vez hecho eso, se subieron a sus respectivos vehículos y partieron del lugar, echando humo en grandes cantidades.
<<Se han aburrido de lo lindo —concluyó Grenger—. Está claro que no han querido perder su valioso tiempo esperando a ver el inicio de esta basura>>
En ese mismo momento, de la furgoneta de la BBC salió una gatita montés. Con ayuda de sus pequeños dientes, sujetaba dos pequeñas mochilas, ambas de color negro. Tras llegar donde el border collie, dejó caer ambos paquetes. A la par, se levantó una ligera nube de polvo.
—¿Desde hace cuanto que no limpian ahí dentro? —Yaneth Low comenzó a decir entre toses. Hizo un par movimientos con su pata. La nube de polvo logró disiparse—. Vaya... —prosiguió, mientras observaba las mochilas. Aquello le hizo sonreír—, hacía tiempo que no veía mi viejo equipo. Me siento nostálgica con solo de verlo.
Michael Grenger le miró de reojo. Tras soltar un refunfuño, volvió su vista al frente.
—¿Qué sucede? —preguntó abiertamente la felina, mientras se colocaba su mochila.
—¿Qué no es obvio? —contestó con dureza el border collie, sin volverse.
—Es evidente que estás molesto. Y ni siquiera sé por qué. Deberías estar feliz, y agradecer que el jefe nos haya ofrecido la oportunidad de cubrir este momento importante.
El border collie le miró de soslayo.
—Una cosa es hacer algo por voluntad, y otra es acatar una orden.
La gatita Yaneth Low dejó escapar una risilla.
—Mira el lado bueno... —prosiguió, sonriendo de oreja a oreja—; al menos ya no estás en la oficina chequeando documentos.
—Sí, y ahora tendré que pasarme todo el día en éste lugar, soportando risas de niñatos, tontas actividades pueblerinas y éste intenso calor infernal.
La gatita montés soltó una segunda risilla. Bajó la vista y chequeó su reloj.
—Tenemos que movernos... —comenzó a decir. A la par, cogió la mochila de Grenger y se la extendió. Éste último no se movió—. ¿Vas a coger la mochila o no? —habló nuevamente. No hubo respuesta—. ¿Acaso quieres que te reporte con nuestro jefe?—. Michael le miró por fin. Su ceño fruncido seguía presente. Finalmente, y de mala gana, cogió la mochila y se la colocó—. Jeje, me alegra que cambiaras de opinión.
—Aún sigo molesto —espetó, mientras terminaba de colocarse su mochila. A continuación, él y su camarógrafa se encaminaron hacia el centro de la plaza—. Dame fuerzas, Dios. Éste día será de lo más aburrido.
Pero Michael Grenger no sabía lo que decía. Y en cuestión de minutos, un acontecimiento imprevisto le haría ver su error.
[1.941 PALABRAS]
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