Capítulo 55


Caló nuevamente del cigarrillo mentolado que había encendido hacía segundos. La segunda calada y ya había consumido casi un cuarto, arrojando el humo hacia el lado después.

Nunca dejó de observarla, ni por un minuto desde que la cama le supiera incómoda con esa ansiedad que no le dejaba dormir, y que le picaba en los labios por nicotina.

Sakura se enojaría cuando lo descubriera. Era uno suave aunque igual se los vetara. Que más daba, eso sucedería cuando despertara, y no parecía que fuera a hacerlo pronto. Dormía plácidamente boca abajo, desnuda y enredada entre las sábanas de seda negra, de la cama en la habitación del Conde en el Lux.

Decorada extravagante, pero sin quitarle elegancia, la oscura estancia, iluminada por lámparas estratégicamente situadas para brindar la suficiente claridad sin restar penumbras; lucía toda clase de implementos para sesiones desde las más simples, hasta las más duras. Sólo con mirar la jaula que yacía en un extremo, cualquier sumisa podía imaginarse cuál sería el castigo, y el disfrute si ella y su amo lo deseaban.

Pero no fue ese el motivo por el que la llevó allí.

No era el amo quien reclamaba esa noche, aunque no podía negar que hubo algo de el en ese acto.

Sakura se removió apenas estirando un brazo. De su muñeca aún colgaba atada la soga de seda negra con la que la había amarrado, ambas manos juntas en el respaldar, aunque sólo en una ahora quedara evidencias de aquella faena. Esa mano y el tobillo contrario, el cual aún ni siquiera había sido soltado de la corredera en el extremo de la cama, por más que la hubiera aflojado.

En el cuello las marcas de sus besos sobresalían enrojecidas. Pronto tornarían a levemente liláceas, era consciente que no pudo ni quiso contenerse al morderla, y los gemidos de placer de la chica fueron estímulo suficiente para no medir la fuerza.

Todo el delicado cuerpo era un muestrario del paso de su furia, porque eso era lo que había sentido mientras la follaba. Furia, deseo, esas enfermas ganas que lo llevaron a solo querer poseerla, marcarla, borrar el paso de cualquier hombre antes que él, y subir la vara para que cualquiera que viniera después, simplemente no diera la talla.

Suspiró arrojando el humo de la última calada, y fue su ceño el que se contrajo en preocupación.

Un insulto cruzó sus pensamientos, y ese ácido disgusto del obrar ajeno a su persona le invadió la boca, apretándole los labios. Él no era tan visceral, tan... básico. No necesitó jamás de ejercer el dominio sobre una esclava como lo hacía con Sakura.

Pero ella no era una esclava.

Ni su sumisa, aunque la chica se lo hubiera pedido indirectamente en más de una ocasión desde que llegaran a esa habitación. Y no fue que no quería complacerla, solo que no esa noche. Controlar su temperamento hubiera sido difícil con toda esa emocionalidad que lo contaminaba, y no se hubiera perdonado el mínimo desliz de su mano. Él era un amo estable y en férreo control todo el tiempo, y esa noche no era más que un amante celoso que necesitaba casi con enferma violencia hacerla de él, del hombre, de sus ansias.

Caló de nuevo apoyando las espaldas en el mullido respaldar del sillón de cuero negro, que yacía a la derecha de la cama, en un ángulo en el que nada de lo que sucediera en ese lecho quedaría escondido de los espectadores allí acomodados. Nada era casual ni deliberado en esa habitación.

Descansó la mano libre sobre las piernas cruzadas. La bata de seda en tonos oscuros se abrió sobre el pecho, rodando luego los cabellos cuando inclinó la cabeza para frotarse la frente con el pulgar, cuidando el cigarrillo entre sus dedos.

No le gustó que Kakashi al fin viniera, siendo la dichosa presencia la menor de sus preocupaciones.

Fue esa mirada retadora que le vio, mientras le buscaba en el palco cuando estaba con ella a solas, la que le dejó intranquilo, cayendo en la cuenta del error de su amedrentamiento. Quizás el peliplata no se diera cuenta, pero esa noche tomó una decisión, eso vio en aquellos ojos. La decisión de no soltarla, aunque le aterrara no hacerlo.

—Idiota —murmuró antes de calar de nuevo, buscando después el cenicero.

Y sonrió al expulsar el humo, una sonrisa ácida y dolida de aquel que entendía todo pero no lo aceptaba.

No la soltaba...

Siempre supo que Kakashi le daría pelea. Porque siempre supo que él tampoco la soltaría si acaso la chica le diera una señal. Y no le dio una, le dio cientos.

Como ahora se las daba a su amigo, presa de aquella admiración y cariño de los años compartidos como sensei y alumna, como amigos, y entendía que aquello podría ser el puntapié que terminara arrebatándosela eventualmente.

Y no lo permitiría.

No cuando esos jades siguieran buscándolo de la forma en que lo buscaban, iluminándose tras un beso, encendiéndose tras una de sus sonrisas.

No, él tampoco iba a soltarla. No hasta que ella se lo pidiera.

—Mmmm...—gimió la chica, moviéndose luego.

La música se oía sorda desde sus aposentos, pero aun los golpes rítmicos de los graves denunciaban que la fiesta estaba en su apogeo.

Sakura se removió, alzando apenas la cabeza para girarla, estirando una mano hacia el lado en donde debiera estar recostado.

—¿Sei?

Había despertado.

Suspiró soltando lo último que quedaba de humo en su boca, y apagó el cigarrillo mientras acomodaba la mueca en una sonrisa calma.

—Donde...

—Aquí preciosa.

Quiso girar hacia donde la voz venia, pero el amarre en su tobillo la detuvo, haciéndole carcajear al notar su estado. Se sentía exhausta.

—No te muevas —y ahora se subía a la cama, estirándose para desatarle la pierna.

—Mmm —sonrió— ...me dejaste atada. ¿Temías que escapara?

Seiyi carcajeó, volteándola ahora que ya podía moverla, para acariciarle el rostro después al acomodarse a su lado.

—¿Qué? ¿Tenías planeado huir?

—Mpf —le hizo una trompita luego de bostezar—. No respondas a mis —bostezó de nuevo— ...preguntas, con otras.

—¿Qué pasa? ¿Cansada?

Asintió luego de acurrucarse contra él de lado, jalando de la bata para que ahora se recostara y la abrazara.

—Fuiste intenso —le sonrió sonrojándose—, y me encanta... pero no me mostraste al Conde.

Seiyi suspiró acomodándole algunos cabellos, para luego mirarle las marcas del cuello.

—Intenso... el Conde lo es más.

Ella se mordió el labio inferior, antes de acercarse y besarlo.

—Y no me dejas conocerlo —le besó de nuevo frunciendo el ceño al percatarse del aroma que tenía el varón en la boca—. Sei —se alejó— ...¿fumaste?

Seiyi carcajeó cayendo sobre sus espaldas ahora.

—¡Te dije que tenías un vicio!

—No es vicio, linda. Puedo controlarlo.

—¡Entonces déjalo! —y desplegó el chakra verde en una mano, apoyándola en el pecho a la altura de los bronquios.

—¿Qué haces?

—Quito el humo que se está asentando dentro.

Seiyi encogió el ceño comenzando a toser al sentir un cosquilleo molesto subiendo por la garganta, quemando a su paso. Sakura no se detuvo, debiendo hacer presión en la mano apoyada, para que no se le escapara hasta que sintiera que había expulsado todo.

Sonrió satisfecha al terminar, recostándose al lado.

—Ahora sí.

—Eso fue —tosió varias veces más, llenándose de lágrimas los ojos— ...horrible.

—No te quejes. No haría falta si dejaras de fumar.

—No es tan grave, lo hago de vez en cuando.

—Te enferma igual —suspiró con una mueca de enojo—. Y no quiero a mi hombre enfermo.

Seiyi la miró, sorprendido.

—¿Tu hombre?

Sakura se sonrojaba ahora, cayendo en la cuenta de lo que había dicho. No midió las palabras, sólo salieron en respuesta a lo que anhelaba, aunque entendiera que quizás aquello no fuera oportuno.

—¿Soy tuyo ahora? —insistió sonriéndole de lado, con el ceño contraído.

Ella dudó, asintiendo apenas como respuesta después, tímida, comenzando a considerar de si lo que dijo fuera correcto, al recordar a la preciosa morocha de cabellos largos que le estuvo acariciando toda la noche, hasta que él finalmente fuera por ella.

Y en ese instante los celos le picaron las ansias, y no le gustó saber que esa fue su fiesta, organizada por él para ella, y la pasó prácticamente con otros. Con otra pululando alrededor.

Y temió por esa promesa que le hiciera incitándola a dejarlo entrar, aun con las alertas encendidas por lo que ese hombre pudiera causar en su vida, de la intensidad que lo caracterizaba, de la forma de vivir que no lo ataba a nada. Regresaba todo aquello que en un momento la tuvo precavida, manteniendo los límites que ahora simplemente se habían borrado, porque eso mismo que lo volvía un ser peligroso, era lo que la seducía. Y aun sabiéndolo, aun conociendo los riesgos que corría con esa relación, allí estaba, rindiéndose a él, dejándose consentir como nunca, creyendo en sus palabras.

La mirada le tembló y debió huir de ese contacto que ya le quemaba. Había sido demasiadas dudas por la noche y la verdad era que no quería arruinar nada. Si sólo eso sería para él, la preferida aunque no la única, tal vez podría funcionar.

Sólo que no le gustaba la opción, y Seiyi leyó en el semblante la insidiosa duda, aunque sus celos se la atribuyeron a lo que Kakashi plantara en ella al presentarse esa noche.

—Sakura —le tomó del mentón fijándola a sus ojos. Fue suave más no menos determinado, y ella entendía que podría haber huido nuevamente de ese contacto, pero fue la seriedad de la mirada con la que se encontró, la que la dejó allí obediente— ¿Eres mía?

Ella encogió el ceño, los jades se les tiñeron de preocupación.

—Lo...lo arruiné, ¿no? —suspiró—. No quise decir-

—Responde a mi pregunta.

Suspiró callándose la boca, odiando que nuevamente le volteara los tantos, pero fue cruzar un segundo con esos profundos ojos negros que destellaban a perla, para sentirse a su merced otra vez, tal como cada que intentaba increparle en algo.

Le acarició el rostro tomando el mechón de cabello negro que ahora rodaba sobre ella cuando el varón se acomodara más cerca, siguiendo con los ojos el pasar de sus dedos sobre la hebra. Era sedoso y pesado, y le envidiaba por aquello.

—¿Sakura?

Se fijó en su mirada de inmediato, y le asintió luego.

—Quiero serlo.

Seiyi estaba serio.

—Quieres.

Volvió a asentir.

—¿Pero?

Ella suspiró, curvándose las cejas apenas preocupada por lo que diría. Y si bien sabía que podía no ser una buena idea, se había prometido que ahora su vida la viviría como ella necesitaba. Y ahora necesitaba todo de ese hombre, no una aventura caliente a medias.

—Tú no me dejas.

—¿No te dejo?

Asintió, mordiéndose el labio luego, tal vez nerviosa, tal vez ansiosa por el giro que había tomado su noche.

—Habla.

—Sei... no —respiró hondo, exhalando entrecortado, no era un secreto que estaba nerviosa, pero ella también era determinada— ...Respóndeme primero.

Seiyi sonrió, achicando los ojos. No era la primera vez que demostraba su carácter, y no dejaba de fascinarle cada que lo hacía. Ninguna mujer que se acostara con él, jamás osaba a desafiarlo, y tampoco la dejaría. Pero ella... ella era diferente.

—¿Qué quieres saber?

—Lo que te pregunté —dudó humedeciéndose los labios luego— ¿Eres mi hombre?

Seiyi jadeó sonriendo. El rostro se le iluminó en ese instante y no pudo más que moverse para subirse en ella, provocando aquel rezongo que le llevó ambas manos al pecho en ese intento de conservar la distancia.

—¿Todavía dudas?

—Sei, en serio.

—Yo también lo digo en serio.

—¡Pero no me respondes!

Carcajeó acariciándole el rostro luego, respetando la distancia que la joven le marcaba. Le fascinaba cuando la tenía en ese estado entre celosa y enojada. Pronto la estaría follando, simplemente porque ya se estaba excitando.

—¡Sei! ¡En serio!

—¿No te basta todo lo que ya te he dicho? —ella resopló— ¿O lo que he hecho por ti?

—Sí, eres galante pero-

—¿No te gustó mi regalo de esta noche?

—¡Fue grandioso! Y te agradezco pero-

—¿No te basta que este aquí contigo?

—No es lo-

—¿Que haya tenido que contenerme toda la bendita noche para no robarte de tus amigos y esconderte aquí, donde solo yo pudiera verte?

Y ahora sus labios se cerraban.

—Moría por tenerte así —la presión de esas manos sobre su pecho se relajó, permitiéndole acercarse lentamente—. En mis brazos, debajo de mi cuerpo...

—Sei —y ahora le miraba la boca.

—¿Por qué dudas?

Sakura suspiró desviando los jades a esos ojos que ahora ya no sonreían, que ahora la detallaban buscando la respuesta.

—Dime.

Suspiró nuevamente subiendo sus delicados dedos hasta los labios del varón, acariciándole mientras este le depositaba un dulce beso en las yemas.

—Eres... eres excelente, Sei —y tuvo que tragar duro cuando este le mordió esos mismos dedos con los labios— ...todo lo que haces, que hiciste por mí... es grandioso y me haces sentir una... reina.

—Mi reina —la chica le sonrió atenta a como se movían esos labios mientras le hablaban lento —. Eso eres, Sakura.

—Y me gustas... mucho —la respiración se le aceleró—. Me gustas tanto que... que no quiero sentir esto que...siento.

—¿Y qué sientes?

—Que no me dejas...entrar —la respiración volvió a temblarle cuando le observó entrecerrar el ceño, cubriéndose de esa seriedad que si hasta le volvía más atractivo—. Sabes tanto de mi... estás en mi vida —y ahora le acomodaba el mechón inútilmente detrás de la oreja, para acariciarlo después—, estoy arriesgando mi...todo.

—¿Tienes miedo de mí?

—Tengo miedo de —dudó, lo que quería decirle la expondría más, pero esos ojos demandaban tanto que si hasta creyó ver desesperación en ellos— ....de que no me dejes entrar en tu vida.

—Estás en mi vida Sakura.

Ella asintió sonriendo con algo de dolor.

—Lo sé. Pero —y ahora le miró apoyando la mano en el pecho— ...siento que no conozco al verdadero tú. Que lo mantienes lejos y... te quiero conmigo. Tú —le picó los labios con el dedo índice—, el conde y —ahora apoyaba la mano en el pecho nuevamente— este Sei también.

El semblante de Seiyi tembló en ese instante. Hubo un nudo que le apretó la garganta aunque lo ignorara, siendo la única respuesta posible para aquello, el beso que le tomó los labios después.

No era eso lo que ella necesitaba, pero no lo detendría, porque entendió que eso era lo máximo que el hombre podía darle en ese instante. Porque si algo le conocía perfectamente, era el estoicismo que siempre le mantenían los ojos duros, que lo convertían en un hombre ilegible tanto para ella como para cualquiera. Y en ese instante previo al beso, fue la primera vez que la barrera se quebró. Fue un instante, unos efímeros segundos que le permitieron ver en ellos, y lo que encontró fue tan claro, tan abrumador, que si hasta le aceleró el pulso, inundándole los ojos de lágrimas. Porque no era simple deseo lo que los habitaba. Vio más, vio la respuesta a su pregunta aunque aún sabía que pronto esa puerta se cerraría.

Sonrió fundida en ese beso, rodeándole el cuello con los labios después, sintiéndolo endurecerse, las caricias más pesadas. Pronto estaría dentro de ella, porque ella ya simplemente le esperaba, deseando con ganas al hombre que ahora le miraba quitándose torpemente la bata sin salir de encima. Deseando lo que le daría, porque aun añorando su lado más sádico y perverso, ya le conocía lo apasionado que era haciéndole el amor. Y eso era lo que prometía la mirada que le dio al tomarle el rostro entre las manos, para fundirles en el beso que la tuvo gimiendo mientras le sentía entrar.


La mano que le surcó pesada la desnuda espalada, le obligó a detenerse en la búsqueda de la ropa que yacía en el piso.

—Mmmm...¿ya te vas?

Kakashi respiró hondo agachando la cabeza, al negarse voltear para verla. No quería enfrentarla y no era que le molestara, era que simplemente ya sus ansias estaban calmas y no tenía ganas de conversaciones ni arrumacos del después. La noche en esa habitación había iniciado dura y caliente, terminando extenuado; y conocía demasiado a la mujer que yacía desnuda a su lado, como para saber que en las mañanas post sexo, siempre buscaba más. Y él no tenía ganas ni ánimos para dárselos.

—Son casi las diez. Sí, me voy.

La sintió moverse bruscamente, arrodillándose detrás antes de apoyarle los enormes pechos en la espalda, para rodearle los hombros con los brazos después.

—Sólo quédate unos minutos más —le mordió el lóbulo de la oreja haciéndole suspirar por aquello, no porque provocara algo, sino porque ya estaba comenzando un juego en el que no quería participar— ...sé lo que te gusta en las mañanas.

—No tengo ganas, Zulima —dio un respingo cuando la mano que le acariciaba el desnudo pecho, bajó de repente a tomarle los genitales.

—Mmmm... no te hagas el difícil.

—No me hago —se quitó la mano que lo masajeaba, poniéndose de pie luego para sacársela de encima—. No tengo ganas.

La rubia carcajeó, echándose de espaldas luego sobre el colchón. Los pechos le rebotaron con la caída, llevando los ojos del peliplata directamente allí.

—Tus ojos no dicen lo mismo.

Ni le respondió, comenzó a recoger sus prendas del suelo, vistiéndose lo más rápido que podía, bajo la juguetona mirada de la mujer.

—Anoche no estabas tan... reacio.

Se calzó la camisa acomodándola sobre sus hombros, para luego abrochar los botones de arriba a abajo, y la miró, desviando por unos segundos esa mirada hacia la puerta que conectaba las habitaciones. Habían decidido pasar la noche en su propia habitación del Lux, lo que lo dejaba a metros de la del Hyuga. Y sabía que allí estaba ella. Estuvo toda la noche. Y con él.

—Anoche fue anoche, Zulima —ahora se colocaba un mocasín para luego ir por el otro.

—Ellos siguen ahí, disfrutándolo —provocó encogiéndose de hombros—. Nosotros hagamos lo nuestro aquí.

Le echó una mirada helada colocándose el segundo calzado, para luego subirse la máscara que colgaba de su cuello. No le dijo nada al tomar el saco y dirigirse hacia la puerta.

—¡Kakashi! ¿Vas a dejarme así?

—Adiós, Zulima —respondió sin mirarla, saliendo de allí lo más rápido que pudo, aunque en ese instante hubiera sido mejor haber tomado la opción de la rubia.

La suave carcajada de Sakura llegó ni bien cerró la puerta tras de sí.

Salía de la habitación del Conde, vistiendo el saco negro del Hyuga, que le cubría hasta la media pierna, siendo arrastrada suavemente por él, quien la tomaba de la mano esperándola para besarla ni bien la tuvo a su alcance.

Se veían felices.

Se veía feliz.

Y fue el instante en que ella acomodara la larga coleta para quitarla del medio, en que viera al fin las marcas liliáceas del cuello, y luego la de las muñecas cuando la manga cedió al abrazarle los hombros.

Había sido una noche intensa y ella ni se había preocupado por quitárselas con su jutsu de curación acelerado. No lo ocultaba, no como tuvo que hacerlo con él.

Una punzada de dolor le atravesó el pecho, removiéndose ácido los celos. Bajó la mirada decidiendo que era mejor irse de allí antes que ellos lo notaran, aunque fue esa dubitación la que lo llevó a observarla una última vez para caer en cuenta del error de aquello.

Sakura lo miraba ahora, desdibujando lentamente la sonrisa que le iluminaba el rostro. Apoyadas sus manos en la espalda de Seiyi, este yacía ajeno a ese cruce de miradas, lidiando con la llave que parecía no querer entrar en el cerrojo.

Ella suspiró ya seria, preguntándose y sabiendo por qué su ex sensei estaba allí, saliendo de su propia habitación en el Lux, desalineado y algo adormilado. Pasó la noche en aquel lugar, y no lo hizo solo. Como también lo hiciera ella, sabiendo de que si estaba en ese lugar, no lo hacía como Kakashi.

Esa noche estuvo el amo, estuvo el hombre que la llevara a alucinar debajo de esas sesiones que le hacían perder la razón en el placer. Y se la dedicó a otra.

—¡Ya! —festejó el Hyuga— Voy a tener que hacer que revisen esta cerradura.

Se metió las llaves al bolsillo volteando para buscarla.

Sakura miraba el suelo ahora, con el leve sonrojo de esos nervios que le temblaban en los dedos. Nunca midió lo que sentiría encontrándoselo en ese lugar luego de... aunque supiera que eventualmente algún día pasaría. Ese club le pertenecía tanto como al Hyuga, y tenía en claro que no dejaría de usarlo.

—Sakura... ¿qué sucede?

Sonrió, suspiró luego elevando la mirada y, si bien se esforzó porque aquello no se le notara, era el varón más hábil leyéndola.

—Sí...solo —un nuevo suspiro termino de acomodar su semblante— ... ¡Tengo hambre! —y ahora un pucherito de niña consentida le fruncía los labios— No me estas cuidando como siempre.

Seiyi carcajeó, aunque aquello no se lo tragara, y le tomó el rostro con ambas manos luego, para besarla.

—¿Te estoy malcriando?

—No. Me estás acostumbrando a lo bueno.

Rio de nuevo besándola otra vez, antes de soltarla para apoyarle una mano en la espalda y comenzar a andar, no sin antes echar una mirada sobre su hombro hacia la habitación del peliplata, y luego al pasillo detrás. No había nadie, no en ese momento.

—¿Vamos? —jaló ella tomándole la gran mano que ahora colgaba a su lado. Y él le sonrió respondiendo al pedido al echar a andar.

Kakashi la escuchó reír alejándose. Oculto tras la curva del pasillo opuesto, que conectaba con la cocina, maldijo por dentro su suerte, pero se obligó a seguir avanzando. Quería salir de ahí cuanto antes.

Se apoyó en la pared que daba hacia la nueva habitación, luego de bajar los dos escalones, cerrando los ojos por unos segundos para contener la bronca y la angustia que ahora le cerraban la garganta. Era hombre duro, su pasado le había forjado a fuerza de sufrimiento agudo y de errores, estaba curtido. O eso creía, porque en aquel instante, se sintió un niño temblando impotente ante esa maldita emoción que le hacía sentir tan inmaduro.

—La puerta está abierta.

Fue la voz de Riuk quien lo sacó del tortuoso trance.

Le miraba enojado, y no era para menos. Había pasado la noche con Zulima, y sabía lo que lo odiaba por eso, aunque poco le importara.

—¿Qué?

—La puerta —se la señaló con el cuchillo que tenía en la mano, antes de llevarse el trozo de manzana que recién había cortado a la boca.

Estaba echándolo.

Y él quería irse.

Asintió reanudando la marcha para largarse cuanto antes de allí.

La fuerte luz del sol, de una mañana de domingo pesado de primavera, le recibió encogiéndole los ojos encandilado.

Respiró hondo acomodándose a la molestia antes de emprender camino hacia su casa. Antes de volver la mirada hacia atrás al oírla otra vez.

Subía al deportivo de Seiyi ahora, este le cerraba la puerta sonriéndole, ni bien la chica metiera el pie adornado delicadamente con aquel tacón aguja.

Y fue quedarse unos segundos contemplando aquello, para que ahora la mirada del Hyuga se posara sobre él, sin sonrisas ni amenazas, mirándolo como aquel que siendo dueño de la victoria, ya ni lo consideraba oponente.

Le asintió en saludo a la distancia.

Kakashi no se lo devolvió. Simplemente metió las manos en los bolsillos de su pantalón, arrugando el saco del traje con el movimiento, y volteó retirándose al fin de allí, con las heridas punzando al abrirse de nuevo.



Sakura buscaba distraerse contando cada ave que cruzaba el cielo a lo lejos. Con el asiento levemente reclinado y los pies descalzos sobre la guantera, sus pensamientos volaban junto al difuso paisaje que apenas si notaba detrás de la ventanilla. Tan sólo si pudiera dormirse un rato, lo agradecería, pero el sueño se le hacía esquivo y la charla no se le daba. El viaje era largo, ya llevaban más de una hora por sinuosas carreteras, y aún faltaba.

Se sentía ansiosa, había demasiado en que pensar, muchas preguntas, varias que se responderían al terminar el viaje, aunque aquello no le diera más tranquilidad. Con Seiyi era así, iba dándose cuenta, nunca sabrías qué pasaría. Porque las sorpresas no terminaron con la fiesta del Lux. Luego de que prácticamente la secuestrara al llevarla engañada hasta su mansión, fue el desayuno que Watari les preparó en la azotea cerrada, el que la recibiera. Junto a este y a sus afectuosos saludos, los cuales duraron el tiempo que Seiyi le permitiera, antes de invitarlo a que los dejara solos.

Era evidente que el Hyuga la quería para sí mismo todo el día, y ella no se negaría. También tenía ganas de pasarlo con él, más considerando que no se habían visto los últimos días por un repentino viaje de negocios del varón. Pero fue aquella invitación para la fémina, que llegara minutos después, la que la tuvo desconcertada más que aquel secuestro.

Nunca se esperó que la familia Akiyama la invitara al pasar el día en la casa de verano de su propiedad, allí en el país del Fuego, una que lo tuvo a Seiyi carcajeando y a ella más que extrañada.

El apellido no le sonaba conocido. En realidad sí, era el apellido de un gran empresario del negocio de la energía, pero era más que evidente que ella no pertenecía a ese círculo y que la conocieran era lo raro. Pero era más extraño todavía la invitación, sobre todo que fuera para homenajearla en su cumpleaños, tal lo que rezaba en el mensaje que le alcanzara Watari, lo que convertía a aquello en un acontecimiento más que personal.

Fue Seiyi quien la sacó de la duda, cuando le explicara que ese era el apellido del esposo de Madame Bollieu, y de los dos hombres que lo acompañaban durante la fiesta, los hijos de la pareja y amigos del Hyuga.

"Quieren conocerte", le dijo observándola con una sonrisa de lado, una que la retaba aunque intentaba ocultar esa chispa de celos que le encendía los ojos, por más que bien supiera que tras aquello no sólo estaban los gemelos, sino la insidiosa curiosidad de la caprichosa Siena.

Sakura no sabía qué hacer, e iba a decantar por pasar del ofrecimiento, pero fue solo recordar a la morocha que acarició a Seiyi toda la noche, para tomar la oferta como una pequeña revancha.

Fue un sí rotundo el que le diera ante la picosa pregunta "¿Quieres tú conocerlos?", una que le incitaba a una negativa sin llegar a ocultar del todo la molestia que eso le causaba, aunque terminara sin sorprenderse de la decisión de la chica. Iba conociéndole ese lado provocador, y no quería admitir que le fascinaba más que ninguna otra característica, porque era el amo el que terminaba lamiéndose los colmillos cada vez que le desafiaba.

Y allí los tuvo, dos horas después del desayuno, sobre su deportivo, luego de la larga sesión de sexo debajo de la ducha, una que le permitió marcarla duramente una y otra vez, calmando los celos que le azuzaban las ansias.

Aun le picaba el cuello en donde la última mordida escociera, provocándole aquella sonrisa de satisfacción cada que lo recordaba. Le encantaba sentirlo posesivo sobre ella, porque si ese hombre que no le temía a nada ya que nada perdía, estaba celándola, era porque creía que podía perderla a ella. Y quizás aquella era la mejor respuesta que pudiera brindarle, a la pregunta en la que tanto insistiera ella durante la madrugada.

Y si bien los nervios le contraían el estómago por la incertidumbre que la recibiría en destino, en ese instante, en que el movimiento del auto relajaba sus músculos, era otro el recuerdo que cruzaba por sus pensamientos y la tenía angustiada.

Los ojos de Kakashi esa mañana.

La forma en que se posaron sobre ella ni bien se encontraron. Demandantes, posesivos y tan distantes...

Era nada ese encuentro, y debiera ser algo que no tenía que importarle, pero le molestaba. Porque aun teniendo en claro que él estaba con la mujer de turno, que ahora le divertía por encima de ella, fue ese efímero cruce de miradas en aquel lugar, la suficiente evidencia del paso de sus manos por ese otro cuerpo. Era doloroso considerar que él le hacía a otra todo aquello que antes pertenecía sólo a ella, pero se volvía insoportable confirmarlo.

Le dolía, sí. Pero más le enojaba, porque aun sin resistirse a soltarlo, aun habiendo aceptado que ese era el único destino para el caliente romance que se permitiera con su ex sensei, era él quien ahora parecía seguir insistiendo en no dejarla ir, en reclamarla con esas miradas, en devolverla a ese fatídico último beso, esperanzándola, clavándole la duda de si acaso fuera cierta la excusa que le pusiera para sacarla de su vida. Porque le había entendido bien, esas no eran suposiciones de idiota enamorada que esperaba la revancha. Le conocía lo suficiente como para saber que el hombre aun la buscaba, que la alejaba empujándola a que vaya por su vida para luego tirar de la correa que ella aún se había dejado en el cuello. Y eso estaba mal.

Odiaba sentirse así. Porque de verdad le gustaba mucho Seiyi y quería continuar hacia él, solo a él, sin nadie más en el medio.

Y era fácil lograr aquello. Sólo le bastaba con ser ella la que cortara aquel contacto, la que borrara aquel anhelo que la tenía en vilo cada vez que consideraba que lo que sucedió entre ellos había sido algo real. Lo fue en intensión, lo fue en placer, pero no en sentimientos. No de parte de él. Y ya era hora de aceptar eso, porque más allá de que se lo repitiera cada vez que el peliplata le hacía dudar, aún era eso lo que ella se negaba a soltar.

Suspiró cuando las lágrimas se le agolparon en los ojos, torciendo el rostro más hacia la ventanilla para que Seiyi no la viera.

Y aunque tenía cierto éxito en ocultarse, era imposible que él no advirtiera nada. Porque fue desde el preciso instante en que salieran de su habitación en el Lux, que Seiyi supo de ese cruce de miradas, y que aquel cambio sutil en el estado de ánimo que ella disfrazaba a fuerza de capricho, no era más que el dolor de la duda que ese hombre plantara en ella.

Y odiaba sentirla así. Entendía que no podría quitarlo de su vida de un día al otro, pero había algo más que le ataba la decisión y sabía que no toda la culpa era del otro. La chica se resistía en terminar aquella historia, tornando la suya en quizás demasiado apresurada.

Apretó los dientes. La mano que sostenía el volante se cerró más dura acariciando el cuero que lo forraba.

—Sakura.

Esta dio un respingo pasándose suavemente las manos por el rostro para verificar que no hubiera lágrimas, y volteó sonriéndole.

—¿Si?

—Pronto llegaremos.

—Ah... ok —sonrió nuevamente tomando el pañuelo de seda beige que se posaba sobre su falda para calzarse después—. Gracias por avisarme. Fue un viaje largo.

—Sí. A los gemelos les gusta la privacidad —le miró por unos segundos, sonriéndole de lado. Seiyi era realmente apuesto cuando hacía eso.

—¿S-si?... y porqué-

—¿Por qué? —carcajeó— Ya lo verás.

Sakura abrió los ojos en ese instante, entendiendo todo, o creyendo que lo entendía. El mundo de Seiyi estaba lleno de elegancia, dinero y misterio. Sin mencionar el sexo sin tabúes, uno que ella no conocía ni comprendía del todo. ¿Dónde carajos se estaba por meter?

Suspiró luego, apretando el pañuelo que sostenía entre los dedos. Seiyi carcajeó una vez más al observarla tan inquieta, posando la mano libre sobre las de ella para calmarla.

—¿Qué te tiene tan nerviosa?

—N-nada —y zafó las manos de esa caricia para rodearse el cuello luego con el pañuelo, cuando advirtiera a la distancia, entre los árboles, asomar el techo de la enorme casa de verano. Pronto llegarían.

Seiyi sonrió mordiéndose el labio, para jalar de la punta del pañuelo antes de que lo atara.

—No, no te tapes mis marcas.

—Pero... ¿qué van a pensar...?

—Que eres mía —le miró acariciándole la mejilla llevándose el pañuelo, para luego tomar el cambio y bajarlo ante la curva cerrada que se abría en el camino.

Sakura suspiró de nuevo observando hacia la ventanilla, ahora la casa era más visible aunque aún faltara un trecho. Y se mordió el labio luego, con esa leve mueca de preocupación que a Seiyi no hacía más que enternecerle.

—Dime.

—¿Qué? No... no dije nada.

—Te conozco preciosa —le miró de lado con esa firmeza que le hizo entender que aquella frase no tenía nada que ver con el encuentro que se daría en instantes—. No puedes ocultar nada de mí —y le sonrió luego, antes de retomar la atención a la carretera y a la nueva contra curva que ahora abrazaba la ladera del cerro que torneaba el camino.

Los nervios de Sakura le apretaron el estómago, arrebatándole la mano que buscó acomodar un mechón de cabello inexistente detrás de la oreja.

—Bueno —suspiró de nuevo— ... Puedes irme contando... digo...¿cómo... como son ellos?

—¿Los gemelos?

—Sí.

Seiyi carcajeó.

—Hombres elegantes e interesantes. Buena gente. Mucho mundo. Inteligentes y, sobre todo —sonrió de lado—, mentes abiertas y curiosas.

Ella asintió, sin quedar complacida del todo.

— Mentes abiertas —jugó con los dedos sobre la falda. Ahora una nueva curva los llevaba más arriba volviendo el paisaje hacia abajo más precioso—. ¿Son como tú?

—No son dominantes si a eso te refieres.

—Ah...

—Son del estilo de su... podemos decir como... parecidos a su madre, para explicártelo más fácil.

—¿Les gusta compartir? —le dijo en un arrebato, con las mejillas encendidas coronando esos ojos jades bien abiertos en sorpresa y temor. Era adorable cuando tenía esa expresión.

—Algo así —carcajeó sin querer revelar nada más—. Ya lo verás.

—Pero yo...

—Llegamos —le interrumpió este deteniéndose frente a unas vallas de metal, antes de bajar la ventanilla para hablar con el portero, un hombre mayor que, a paso campechano, se acercaba al auto.

—¡Buenas tardes señor Hyuga!

—¿Cómo estas Tekumi? ¡Tanto tiempo! —y le extendió la mano contraria para apretar la del otro.

—Muy bien, muy bien. Algunos achaques, pero seguimos aquí.

—Firme como siempre.

—¡Ya lo creo! —la carcajada rasposa brotó alegre— Es un gusto verlo señor, hacía mucho que no venía por aquí.

—No es fácil dar con los gemelos, ¿no?

El hombre carcajeó nuevamente.

—¡Son muy inquietos esos señoritos! —tosió para acomodar una garganta de fumador que carraspeó con la risa— Lo están esperando —se agachó levemente para constatar a la acompañante—... y a la señorita. ¡Buenas tardes!

—¡Hola! —saludó Sakura completamente sonrojada.

El hombre se alejó presionando el botón dentro de la casilla, para que lentamente se abrieran las puertas del portón.

—Gracias Tekumi.

—¡Sigan el camino lateral, los esperan en el comedor hacia la ladera!

Seiyi asintió subiendo la ventanilla para que no entrara más calor, y reinició la marcha.

Los nervios de Sakura le apretaron el estómago nuevamente, modificando la mueca en su rostro que lo tuvo a Seiyi carcajeando otra vez, para acariciarla luego.

—¡Tranquila! Hoy eres la consentida.

—¡Eso no me tranquiliza!

No le dijo más. Sólo levantó la mano ante el imponente hombre que ahora bajaba las amplias escalinatas de material, hacia el lugar en donde Seiyi había aparcado.

Sakura le miró, debiendo suspirar para calmarse, cuando este le sonrió.

Realmente era un hombre de presencia, Seiyi no había mentido en eso, con ese porte elegante y altivo que exudara su madre cuando le conoció. El cabello plateado y lacio, le caía sobre los hombros. Lo llevaba suelto y tan largo como el de Seiyi. La piel blanca, levemente bronceada por el sol, contrastaba contra esos ojos café, apenas rasgados, los cuales eran evidencia del origen de su padre, aunque sólo aquello parecía tener de su progenitor. El resto era un calco de su madre, pero más exótico.

Vestido con una camisa natural y jeans grises claros, descalzo, ahora apretaba la mano de Seiyi para luego abrazarlo con alegría.

—¡Hermano! ¡Qué bueno que vinieron!

—Sí, que bueno Adrien —le respondió este al alejarse para verle a los ojos, con aquella advertencia en la sonrisa que le llevó a carcajear palmeándole el costado para salirse y observarla.

—¿No vas a presentarla?

—Claro —dijo este y con calma abrió la puerta del acompañante, tomando la mano de Sakura para ayudarla a bajar.

—Ella es Sakura.

—Buenas tardes señor —apuró esta para extenderle la mano con la intención de estrechar la del varón, más este fue rápido al tomarle los dedos fijándola, para depositar luego el beso en los nudillos que le provocó aquel respingo sonrojándola.

—Adrien, mi nombre es Adrien, doctora Haruno.

—Ah... veo ... qué... ¿me conoce?

—Adrien es médico también —aclaró Seiyi, mirando a los ojos al varón para que soltara lo que estaba tocando.

Este sonrió sin prestarle demasiada atención, aunque le escuchara, sin perder la oportunidad de molestarlo al acariciar esos dedos, demorando en cortar el contacto.

—Es un honor que haya aceptado nuestra invitación. He estado siguiendo su carrera más de cerca desde que mi madre mencionó que era usted el médico personal de mi amigo.

—¡Oh, sí! Madame Bollieu es su madre —apuró Sakura.

—Así es.

—¿Y Léon? —interrumpió Seiyi.

—Ya viene —le respondió sin quitar su atención de la pelirrosa—. Veo que luce uno de sus diseños.

Sakura sonrió nerviosa, pasando la mano sobre la falda de la corta solera color natural que vestía. La mirada del varón se le antojaba intensa, y era tal su estado de nervios que temía cometer alguna estupidez.

—Sí... ella me lo regaló... para mi cumpleaños.

—Y fue acertada su elección —el varón le recorrió con la mirada— , le queda de maravillas.

—Adrien —advirtió Seiyi.

—¡Yi! —el grito femenino desde el inicio de las escalinatas, cortó todo el momento— ¡Viniste, Yi! ¡Sí!

Seiyi sonrió, Adrien giró para observar a la joven mujer que ahora se tomaba entre las manos la larga falda de su vestido, para bajar las escaleras lo más rápido posible sin tropezar con la tela que rozaba el suelo.

Sakura se inclinó apenas hacia el lado, para asomarse de detrás de Adrien, y constatar que sucedía. Grande fue su sorpresa cuando pudo al fin advertir quien era esa mujer.

La morocha.

La preciosa morocha de ojos rasgados que acarició a Seiyi toda la bendita noche, y que ahora bajaba completamente ilusionada arrojándose al cuello del varón, para fundirse en una abrazo que el Hyuga facilitó al agacharse, devolviéndoselo mientras reía tan alegre como ella.

—¡Hola pequeña ruidosa!

El rostro de Sakura era un poema, que alternaba entre sonrisas fingidas, el ceño contraído levemente en disgusto y aquel sonrojo que de pena no tenía nada.

Adrien sonrió al observarla, inclinándose hacia la joven para hablarle en voz baja.

—Ella es Siena, nuestra esposa.

Sakura dio un respingo al oírlo tan cerca, advirtiendo recién en ese instante que el hombre ahora le quitaba los cabellos que le cubrían el hombro y que ocultaban sus marcas.

—¿Su es-esposa?

—Y mía también —dijo el segundo varón, una copia exacta del anterior pero que exhibía un cuerpo más atlético debajo de esa camiseta color gris, de cuello bote, que no ocultaba ninguno de los músculos, menos los tatuajes que le cubrían el brazo derecho subiendo por el cuello.

Sakura ahora abría grandes los ojos observándolo. No atinó a nada, el hombre hizo todo por ella al tomarle la mano para llevársela a los labios, tan galante como el primero, mientras la observaba sin ocultar ni una pizca el descaro con el que lo hacía.

—Soy Léon, un gusto —jaló de esa pequeña mano apenas para acercarla más—. Es usted más hermosa bajo la luz del sol. El color de sus ojos es ...

—¡Jade! —interrumpió Sakura, dándose cuenta de inmediato del nervioso arrebato cuando este le sonrió de lado— Yo... digo...ese es el color, jade.

—Bellísima.

—Gr-gracias.

—Léon —la voz de Seiyi se impuso haciendo que este la soltara aunque no separara sus ojos de ella.

Pero Siena no soltaba a Seiyi y fue evidente el malestar de Sakura cuando este le vio, sonriendo provocativo después.

—Siena, pequeña —le habló dulcemente, esta le miraba fascinada—. Quiero presentarte a alguien muy importante para mí.

—¿La rosita?

—Siena —reprendió Adrien—. Modales.

—¡Pero si es rosa su cabellera! —protestó apretando el agarre en el brazo del Hyuga.

Seiyi le indicó con la mirada que no se preocupara. La chica era por demás caprichosa, y tenía con qué. Desde que se casara con esos dos, no hacían más que malcriarla, lo que no la volvía una mala persona, sólo algo voluble, un ser que debía ser consentido y contenido todo el tiempo.

Era frontal y sincera, aunque aquello la llevara a chocar con las personas en más de una ocasión. Seiyi siempre destacaba aquellos atributos, además de los físicos. Su cuerpo menudo, esbelto y torneado de bailarina, la encajaban dentro de sus gustos, y aquel rostro aniñado y angelical, lleno de pecas coronando los preciosos ojos rasgados, era la locura de los gemelos.

—Pequeña —miró hacia la pelirrosa, quien ahora estaba custodiada por los gemelos, uno a cada lado, llevando con ese gesto la mirada de la joven hacia allí—, ella es Sakura.

La morocha la observó de arriba a abajo sin esbozar nada.

—La doctora Haruno, querida —aportó Adrien.

—Es la chica por la que Yi nos dejó plantados anoche —acotó con un puchero en los labios.

Los gemelos carcajearon.

—No, nena —Léon ahora se acercaba quitándosela de los brazos a Seiyi, había advertido la molestia de Sakura sobre ese contacto.

Fue Seiyi quien se moviera ahora al estar libre, acariciando el rostro de la pelirrosa antes de acomodarse a su lado, tomándole la mano que besó después, suplantando el contacto de los dos antes que él.

—Siena, elle va être ma femme.

La chica abría más grandes los ojos mirando ahora a cada uno de sus maridos, antes de posar finalmente su atención en ella. Sakura suspiraba, intentando sonreír sin que se le notaran tanto los nervios.

—Es un gusto, señorita Siena.

Intentó saludarla, estirando ahora la mano que pretendía tomar la de la chica.

—Espera —le interrumpió esta—. Antes de los cumplidos, vamos a tener una larga conversación nosotras dos.

Sakura se sonrojó encogiendo la mano. Los gemelos reían.

—No le haga caso, Sakura —aporto Adrien rondando los ojos—. Es más inofensiva de lo que se ve.

—¡Lo digo en serio! —replicó la chica, que ahora era abrazada por Léon quien reía y la giraba hacia las escalinatas, empujándola para emprender la marcha hacia arriba.

—¡Vamos a comer! El asado se seca —forcejeó con la chica quien protestaba aunque sus palabras eran opacadas por la voz gruesa e imponente del varón, y ahora la alzaba colocándola sobre su hombro como un saco de papas.

La chica gritó pellizcándole el trasero luego, y fue Adrien quien les indicara con la cabeza que los siguieran.

—¿Trajeron bolsos?

—No trajimos na-

—Sí, uno —interrumpió Seiyi.

Adrien hizo una seña hacia atrás, a los encargados que esperaban órdenes a una prudente distancia.

—Ya los acomodarán en su habitación. El coche va en el garaje principal.

Seiyi asintió, siendo observado por Sakura con el ceño contraído. Este le hacía señas al rubio para que se les adelantaran, quería calmarla un poco. La chica era una bola de nervios, y de celos.

—Sei —susurró— ¿Vamos a quedarnos?

—Sí o no... nunca se sabe con los gemelos.

—Con Siena, dirás.

Seiyi carcajeó, abrazándola ahora para besarla luego. La chica había percibido en unos instantes lo que él llevaba años conociendo.

—¡No! No —refunfuñó sobre esos labios— ¿Ahora me besas? Tú...mmmm...¡puto!

—¿Puto? —le mordía el lóbulo de la oreja riendo— Estas preciosa, ¿sabes?

—Sí, claro, ahora me llamas preciosa.

—Toda celosa...

—¿Yo? —le apoyó las manos en los hombros separándolo— Claro, soy la única celosa ahora.

—Muy celosa.

—¿Acaso no viste nada? Esos hombres... me ... me devoraban con la mirada.

—Sí, los ví.

—¿Y?

Se encogió de hombros riendo. Ella apretaba los labios contrariada.

—Y a ellos no le molestó que ella casi te besara y... entiendo sus gustos pero... ¿así? ¿Tan de repente? Así...no entiendo.

—Son muy abiertos, preciosa, te lo dije.

Sakura suspiró.

—Sí, pero...a ellos no le hará nada pero a ...a mí no me gusta... compartirte —balbuceó luego.

Seiyi sonreía ampliamente ahora.

—¿No?

—Y... anoche... ¿ella quería..?

—Sí.

Asintió torciendo la trompita que le fruncía los labios.

—¿Y ahora ellos quieren...?

—Probablemente, sí.

Hubo una preocupación en sus ojos.

Seiyi carcajeó sin intervenir de inmediato, estaba disfrutándola de formas que ella ni se imaginaba en ese instante. Tan neófita, tan inocente en tantas cosas... por primera vez le encantaba la inexperiencia en una amante.

—¿Y... que...?

—Eres mía Sakura —le dijo al fin—. Solo mía —esta le miró impaciente, aunque complacida con aquella declaración—. Relájate. Nada sucederá que no quieras.

Asintió nuevamente acariciando luego los pectorales del varón, con aquella sonrisa que asomó picarona al buscarle la mirada.

—¿Y qué pasa si... si yo quiero? —Seiyi entrecerró el ceño— Son apuestos, no sería tan difícil.

—¿Ah, sí? —le alzó una ceja siguiéndole el juego— Ahora te relajas...

—No sé —se encogió de hombros—. A ti te gusta Siena... y a mí-

—¿Porque metes a Siena en esto? —carcajeó entendiendo por donde venía la cosa. Celos. Preciosos celos, tan infantiles y que en ella quedaban dulcemente irresistible.

—Le dices pequeña.

—Es pequeñita.

—Sí, pero la miras así como... bobo.

—No puedes culparme por eso.

—¿Ves? —las mejillas se le colorearon hinchándose en frustración de nuevo, Seiyi sonreía divertido— ¡Por eso la meto! ¿Y sabes qué? A mí me parecen muy... calientes, eso, calientes, los gemelos.

¡Cómo buscaba provocarle! Y si bien consideraba que el que estaba en control en esa situación era él, no por ello no lo lograba en cierta medida. Porque era solo considerarla por un segundo entre medio de las atenciones de aquellos dos, mientras él los observara antes de sumarse, para que la sangre le hirviera en molestia.

Si Sakura fuera simplemente una más de sus esclavas, aquello ni estaría en duda siendo lo más buscado en todo el día. Pero ella no entraba en esa categoría. Ni siquiera en una en la que le gratificara compartirla.

—Preciosa, no te apures —le pisó los labios con un beso—. No olvides quien tiene la última palabra aquí.

—¿Ese es un... no? —ahora se mordía el labio inferior.

Seiyi la miraba con una sonrisa perversa. A la chica le gustaba jugar con fuego, y al Conde comenzaba a fascinarle eso.

—¡Ey! ¡Yi! ¡Rosita! —la voz de la joven se hizo oír, Sakura dio un salto entre los brazos del varón— No tuvieron suficiente anoche, ¿eh? ¡Ya dejen de besarse y vengan a comer!

—Esa chica no me quiere, Sei —susurró mirándola con una sonrisa en los labios luego.

Este carcajeó.

—Es inofensiva, ya la conocerás.

—Pero le gustas.

—Sólo porque fui el primero.

—¿¡Qué!?

—¡Ahí vamos, pequeña! —le gritó en respuesta.

La chica cruzaba los brazos rodando los ojos antes de perderse colina arriba.

—¿El primero? ¿Qué quieres decir? —increpó mientras este desarmaba el abrazo tomándole la mano para subir junto a ella — ¡Ey! ¡Respóndeme!

—Shhhh —le calló.

—¡Sei! ¡Mírame! —le susurró entre dientes. Seiyi carcajeaba.

—¿Querías que te dejara entrar más en mi vida? —le dijo casi en los últimos escalones—Bueno, te estoy dejando.

Sakura suspiró sin tener nada que replicar, acomodado una sonrisa ya en el último escalón.

—No me refería a esto...

—Relájate. Vas a pasarla bien.

Jaló de ella rodeándole los hombros en un abrazo, mientras Adrien corría las sillas de los lugares que habían reservado para ellos, en la casual pero no menos elegante mesa, bajo la seria mirada de Siena y las carcajadas de Léon que ahora sacaba desde la parrilla un trozo enorme de carne, vanagloriándose de las habilidades culinarias que había adquirido en su último viaje para la carrera Dakar que corriera en Argentina.

—¡Vengan! ¡Les aseguro que no quieren perderse esto!



—A ver... espera, espera, espera ... ¿quieres decir que ella te salvó? —interrumpió Siena.

—Nena, es lo que acaba de explicar Sakura —Léon, con extrema dulzura, le explicó mientras le acariciaba la desnuda pierna que posaba sobre las suyas.

Adrien, acomodado al lado de su hermano, le hacía lo mismo en el hombro contrario, sosteniéndola sobre su falda. Toda una niña consentida por dos impresionantes exponentes masculinos, que la tenían sentada en medio, en los sillones hundidos del centro del estar que daba hacia la galería abierta en donde almorzaban.

La tarde se había vuelto lluviosa y gris, luego que dieran las cuatro. Una tormenta torrencial que desafió los pronósticos de un día soleado que prometía ser una degustación del verano, se desató de repente, moviéndolos rápidamente al reparo de la galería vidriada, cuando el viento fresco comenzara a molestar a las jóvenes.

—Mi chatón...claro que entendí eso —le dijo con cierto hastío en la voz—. Sólo que ella dijo que era un tratamiento experimental y peligroso. Y lo usó en Yi, sin ayuda, ¡sola!

Seiyi asentía.

—¡Eso fue peligroso!

—El negatiboru chakura—acotó Adrien, observando con admiración a Sakura quien asentía algo sonrojada por la intensidad de esos ojos sobre ella—. Muy peligroso...para quien no tenga el preciso dominio de chakra del que ostenta Sakura.

Debía reconocer, aquel hombre la incomodaba, mucho más que el musculoso Léon. Eran idénticos, en facciones, elegancia y gestos, pero la mirada del primero iba más allá de las palabras, como si hurgaran en sus pensamientos.

—No soy la única así, Adrien.

—No. Pero sí la mejor.

Sakura se sonrojó bajando la mirada en ese instante, siendo Seiyi quien advirtiera la intensidad del rubio.

—¿Qué dices? —le increpó Siena encogiendo el ceño, en un pequeño arrebato de celos.

—Adrien ha seguido muy de cerca la carrera de Sakura, pequeña —aclaró Seiyi acariciándole luego la mejilla a la mujer a su lado, antes de mirarla—. Es un gran admirador tuyo.

—¿Si? —le miró luego— No sabía que tenía admiradores.

—Ahora lo sabes.

—Bueno, gracias —carcajeó tapándose la boca en respeto—. Pero no soy tan renombrada como para que me conozca así.

—Créeme que sí.

Seiyli le acariciaba el cabello ahora, ella apoyaba la mano en la rodilla del varón, haciendo lo mismo. Todo bajo la atenta mirada de Siena, quien no se perdía detalle de los dos.

—¿Y desde cuando sabes de mí? No eres del mundo shinobi.

—No, en absoluto —sonrió viendo a Siena quien se removía en su regazo, reclamando algo de atención. Le acarició—. Conozco de ti desde que lograste idear el antídoto que salvó a Kankuro. La habilidad que se requirió para encontrar la exacta combinación de venenos, habla muy bien de tu destreza —ahora veía a Seiyi—. Y la de su mentora, claro.

—¿En serio, Adrien? —le increpó Siena— Nunca me dijiste que la conocías.

—No hubieras reparado en eso, mi pequeña.

Le hizo un puchero.

—Te aburro con mi palabrería médica, ¿no es acaso como siempre me dices?

—Te decimos —la defendió Léon.

—No te metas en esto. La estoy instruyendo.

—Te pones pesado, hermano.

—¡Eso! —acotó Siena.

Sakura no hacía más que seguir la discusión con algo de intranquilidad, pero no menos fascinación. Ver a esos duros hombres tan atentos de la mujer, observándola con dulzura, con ese cierto embobamiento en la mirada que surge solo del amor, le hacía preguntarse cómo podía funcionar aquello siendo tres. Siempre había creído que el amor era cosa en parejas, la energía que se debería disponer para entender y aceptar al otro, le hacían una tarea monumental como para que el número fuera mayor. Ni hablar de las inseguridades que se podían mover cuando no eran los tres los que participaban en la cotidianidad, o en el sexo. Y sin embargo, allí no observaba ninguna de esas dificultades, todo parecía... fluir.

Y sin entender demasiado, no por ello lo juzgaba. No en ese momento, en que la escena le resultaba poco más que fascinante.

Seiyi a su lado le observaba, complacido de tenerle con él pero atento a los arrebatos de los gemelos. Los conocía, y Adrien estaba por demás entusiasmado con su pelirrosa, lo que le llevaba a dudar de que si la invitación fuera realmente idea de Siena.

—¿En qué piensas? —le susurró al oído para que los tres en frente no lo escucharon, aunque dudaba de que en ese instante repararan en ellos.

Sakura le sonrió al sentirlo, inclinando más el rostro para facilitar el beso que le depositó luego en la sien.

—Me fascina lo que tienen.

—¿Su matrimonio?

—Se ven tan... enamorados...¿en serio están casados?

Seiyi asintió jalando de ella para llevarla entre sus brazos.

—Estás helada.

—Mmm....tengo un poco de frío.

—Léon —le llamo Seiyi, sin importarle que este estuviera ocupado con Siena.

—Espera amigo, tengo un hermano sublevado.

—Sakura tiene frío.

—Eh.. no, no, no —saltó Sakura— No se molesten por mí, estaré bien.

—¿Tienes frío? —fue Siena quien ahora se superponía a las voces de sus maridos, callando a Adrien al apoyarle una mano en la boca— Léon, enciende el hogar. Es cierto, hace frío.

El aludido asintió, sin dudar en interrumpir la discusión por el pedido de su mujer, poniéndose de pie antes de arrojarle una mirada de advertencia al gemelo, que ahora rodaba los ojos debajo de esa pequeña mano que le tapaba los labios.

—¡Uf! ¡Que tormenta por favor! —dijo al salir de su cómodo lugar, el que le quitaba algo de la visión del paisaje— Creo que no van a poder regresar esta noche. Los caminos deben estar todos bloqueados.

—¿No? —Sakura le miró a Seiyi con preocupación. Tenía compromisos el lunes.

—Enviaremos un mensaje. Tienen forma de comunicarse con Konoha desde aquí.

Un gemido le distrajo sonrojándose cuando mirara desde donde provenía, Siena ahora besaba a Adrien, este le perdía la mano por debajo de la falda levantándole el vestido, pero sin exponer demasiado. Aunque por cómo estaban, poco le importaba si se veía de más.

—Se reconciliaron —le susurró Sakura a Seiyi y este carcajeó, apretándola entre sus brazos.

—Ya está —Léon regresaba frotándose las manos—. En unos minutos estarás...¡ey! —pateó la pierna de su hermano— ¡Compórtense!

—Léon, basta —se quejó Adrien cortando el acalorado beso sólo por unos segundos para echarle una mirada de muerte.

—Déjalos —le dijo Seiyi, Sakura ahora se hacía un ovillo entre sus brazos.

—Disculpa, Sakura. Son... así cuando discuten. Ignóralos.

La chica asintió sonriéndole.

—Así que lo salvaste —soltó luego de suspirar al tomar asiento corriendo los pies de Siena—, al duro guerrero, segundo al mando en una de las fuerzas más letales del país, peligroo hasta con la mirada...y lo salva una dulzura delicada como tú —y ahora se acomodaba, apoyándose en el respaldo antes de acariciar uno de los tobillos que Siena le puso cerca, sin dejar de besar al otro. Buscaba el contacto de Léon también, y eso no hizo más que fascinar nuevamente a Sakura. La dinámica entre los tres se sentía por momentos tóxica, pero estaban lejos de eso. Era amor. Del real— ¿Allí se conocieron?

—Yo sí —respondió ella mirando luego a Seiyi quien carcajeó.

—Que...¿no fue ahí donde se conocieron?

—Ella sí. Yo la conocía desde antes.

—¿Si? —Léon ahora sonreía de lado, inclinándose para servirse una copa de vino— Te la tenías guardada, ¿eh? ¿Y cómo fue eso, viejo zorro?

—Larga historia —Sakura reía algo nerviosa, asintiendo— Muy larga, ¿no preciosa? —ella asentía mirándole los ojos ahora, en espera del corto beso que no tardó en llegar.

—Cuéntame. Me encantan las historias largas y tenemos tiempo —provocó el rubio.

—¡No! No... tenemos... tiempo —era Siena la que ahora reclamaba sin querer cortar ese beso—... ¡Adrien, ya! Déjame ...hablar.

El nombrado le apretó la nalga besándola por última vez y luego suspiró acatando el pedido.

—Toma hermano —fue la copa de vino que ahora le ocupara las manos, lo que lo dejó relativamente tranquilo mientras Siena se sentaba en el medio, acomodando su vestido y postura a una más presentable.

—Recuerdan —carraspeó con los labios hinchados y ese leve sonrojo de excitación que le hizo sonreír al mirar a la pelirrosa— ... hoy es el cumpleaños de nuestra invitada. Y yo les dije —ahora le apuntaba con el índice a Adrien quien bebía—, te dije —este asintió—, que íbamos a hacer una fiesta como las que me gustan.

—Es cierto —le apoyó Léon.

—Tu siempre me entiendes bebé —le arrojó un beso al aire mientras Adrien rodaba los ojos antes de hablar.

—Siena... todo bien con ello, pero nunca le preguntaste a Sakura si quería una fiesta.

—¡Oh! Pero sí quiere. ¿No es así, Sakura? —la sonrisa con la que la miró reclamando, no podía permitirle otra respuesta que la de aceptar aquello.

—Eh... sí, sí, claro. ¡Fiesta!

—¡Sí! —le arrojó un beso al aire guiñándole un ojo— ¿Ves, gruñón? Ella quiere.

Adrien suspiró cansado de pelear con la joven.

Pero fue la voz dura de Seiyi quien cortó la algarabía del momento.

—¿Qué clase de fiesta, pequeña?

La seriedad cubrió el rostro de la chica, el tono del Hyuga marcaba una advertencia, nadie podía creer otra cosa de aquella pregunta, siendo Adrien el único que sonriera al sentirse apoyado.

—Una fiesta... tú sabes. Como las que me gustan.

—¿Las que te gustan, Siena? Sé más clara.

—Yi...no te pongas a...

Este la miró duramente, interrumpiendo cualquier reproche que viniera luego.

—Amigo, no seas tan duro.

—Léon, no la consientas tanto —Adrien le cortó.

— Siena, pequeña —le llamó el primero, tomándole el mentón para girarla y verle a los ojos, la chica parecía un cachorrito al que habían reprendido—. Sólo festejamos esta noche, nada más. ¿Si?

Asintió y luego dejó que este le besara mordiéndole los labios antes de soltarla.

—¿Ves, Yi? —le dijo mirándolo, aún algo tímida— ¡Fiesta! ¡Música, alcohol! ¡Todos lindos! Sólo... fiesta —y se ponía de pie ahora estirando la mano hacia Sakura quien la veía con ojos bien abiertos— ¡Ven, ven! Vamos a prepararnos.

Sakura asintió sin entender demasiado, mirando a Seiyi ahora más confundida que antes. Este le sonrió indicándole que fuera, transmitiéndole tranquilidad.

—Vamos a ponernos hermosas para nuestros hombres, ¿quieres?

—Ok. Pero no traje ropa para noche y...

—¡No importa! ¡Tengo toneladas de vestidos! Vamos —y carcajeó divertida, como una adolescente que se iba de compras con la tarjeta negra, sin límites, arrastrándola de la mano hacia el pasillo que los llevaba a otra ala de la casa.

Léon carcajeó cuando las vio perderse tras la puerta, y se inclinó a llenar su copa de vino, haciendo lo mismo con la de Seiyi que reposaba al lado.

—Toma amigo —y ahora miraba a Adrien—, acércame tu copa así la relleno, vamos a brindar.

—¿Brindar?

—Sí, Seiyi. Hay mucho porque brindar, ¿no es así Adrien?

Este asentía con énfasis.

Seiyi carcajeó negando. Algo se traían esos dos.

—Hoy están especialmente... raros.

—Es nuestra naturaleza, ¿de qué te sorprendes?

—Por eso dije especialmente.

Era Adrien quien levantaba la copa primero, inclinándose hacia el frente para acercarla a las que se sumaron después.

—Amigo —le miró a Léon—. Hablo yo, ¿no?

—Obvio. A ti se te dan bien las palabras.

—Ok —carraspeó—. Amigo, sabes cuánto te estimamos con mi hermano, ¿no?

Léon asentía.

Seiyi negaba.

—Con qué me van a salir...

—¡Tais toi! —interrumpió Adrien, haciendo carcajear a Seiyi mientras acomodaba la copa más al centro, cerca del resto.

—Continúa.

—Bien —carraspeó nuevamente—. Antes de brindar, quiero hacer mención de unas célebres palabras, de una aún más célebre persona.

Léon apretaba los labios intentando no reír. Era claro que aquello estaba armado.

—Las dijo un hombre sabio, un modelo a seguir...Aquel que tenía claridad en su vida y que iluminó las nuestras, simples vidas de cachorros neófitos en el placer.

Ahora Seiyi carcajeaba sin reparo, negando al reconocer a quien se refería. Ya entendía por dónde venía aquello.

—¿Recuerdas hermano aquella tarde de otoño?

—¡Cómo olvidar! —este elevaba los ojos al cielo ahora— Tu con el corazón roto. Yo destrozado, ardiendo en furia y celos.

Seiyi negaba.

—El amor, dijo —su voz era ceremonial—, el amor es cosa de tontos ...o de valientes.

—Sí, así dijo.

—Tontos por los que quedan atrapados sin saber en qué. Valientes por los que deciden no escapar aun sabiéndolo una trampa.

—¡Dios! —se quejó Seiyi— ¿Se acuerdan de eso?

—¡Benditos los que entienden y abrazan el sexo! —continuó alzando la voz para imponerse a las quejas del aludido— ¡Porque jamás serán ni tontos ni valientes! Porque en definitiva el valiente es el tonto que asume su estupidez.

—¡Amén! ¡Amén! —gritaba Léon.

Carcajearon.

— ¿Cómo seguía hermano?

—Ahora llego —carraspeó brindándose unos segundos, sonriendo para no reír—. Momento —y ahora respiraba hondo varias veces—. Les quiero, dijo, y sepan que di lo mejor de mí al enseñarles.

—No fue así.

—¡Sí fue! Tú no te acuerdas —corrigió Léon— ¿Estaba borracho, no?

—No, le estaban chupando la pija en ese momento —susurró de lado, aunque no menos audible.

—Ah.. sí. Sí. Recuerdo —asintió—. Es más o menos lo mismo.

—¿Lo dices pos su tamaño?

Asintió varias veces.

Seiyi carcajeó.

—¡Las cosas que hay que oír!

—El tamaño importa en el volumen de sangre —aclaró ofendido Adrien.

—¿Y lo dices como médico? —se burló Seiyi.

—¡Experiencia, tonto! —corrigió Léon— Sigue hermano.

Este reía ahora.

—Seré breve.

—Sí, te estás yendo por las ramas.

—Bien —suspiró— Ay, se me cansó el brazo.

—¡Ya, hombre!

—Bien. Dijo —continuó acomodando la voz— ...hice lo mejor al enseñarles, y créanme, serán mis tontos favoritos —se miraron entre hermanos, dándose pie a lo que seguiría— ¡Pero yo jamás voy a seguirlos por ese camino de estupidez! —dijeron al unísono.

—¡Brindamos por ti amigo! —ahora vociferaba Adrien cerrando el acto.

Chocaron las copas.

—¡Bienvenidos a nuestro humilde reino de idiotez! —aclaró Léon carcajeando después.

Luego rieron bebiendo la copa completa antes de dejarla sobre la mesa.

—Exageraron —dijo al fin Seiyi, pasándose el pulgar por los labios para limpiarse una gota de vino que los manchaba.

—¡Definitivamente no estabas consciente ese día! —Adrien carcajeó con las palabras de su hermano.

—Lo admito, pero igual-

—Nada, no te hagas el otro, fue cierto hombre. No te escapes ahora.

Seiyi negó riendo. Iba a ser imposible ganarles.

—Está bien... está bien. Tienen algo de razón —les detuvo cuando los otros iban a festejar la victoria—. Sólo, algo.

—¿Algo? —carcajeó Adrien.

—Sí, algo. Yo no dije todo eso.

—Sí, lo dijiste —enfatizó Léon sirviéndose vino de nuevo.

—Ey... estás bebiendo mucho —le corrigió Adrien quitándole la botella, y ahora miraba a Seiyi —Admito que lo adorné un poco...

—Exageraste.

—No, no, Hyuga. Adorné. Pero, el hecho importante aquí no fue eso —y ahora carcajeaba—, es que esa dulzurita rosa te tiene agarrado de las pelotas. ¡Y cómo te tiene!

—¡Mejor no lo podría haber dicho yo! —aportó Léon chocando los puños con su hermano.

Seiyi carcajeó, apoyándose en el respaldar del sillón al pasarse la mano por los cabellos, para retirarlo del rostro. En eso, tenían toda la razón.

—Es preciosa, amigo —ahora era Adrien quien hablaba, tornando su tono en uno más serio— Excelente elección.

Seiyi asintió sonriendo.

—Y debe ser toda una delicia para conquistarte justamente a ti.

—Puede ser, Léon.

—¿Puede ser? —lo miró a su gemelo quien observaba seriamente a Seiyi ahora, entrecerrando el ceño al estudiarlo— Mira, dice solo puede ser.

Este no le respondió y Léon simplemente negó, sirviéndose otra copa de vino luego de estirarse a buscar la botella que su gemelo había alejado de él.

—No es una esclava, ¿no?

—No, Adrien. No lo es.

—¿Sumisa?

Seiyi sonrió endureciendo la mirada.

—Pronto.

—¿No la iniciaste? —acoto Léon, quien conocía perfectamente los gustos de su amigo— Raro en ti.

—Estoy en eso.

El silencio se adueñó del lugar ahora.

Adrien le observaba. Seiyi le devolvía el gesto conociendo de antemano lo que el rubio estaba pensando.

—Si aún no la iniciaste, podríamos...

—No —fue todo lo que le dijo con el semblante serio.

Adrien sonrió de lado, arrogante.

—Tendré que explicárselo a Siena, entonces.

—Ella ya lo sabe —acoto Léon ganándose una mirada gélida desde su hermano— ¿Qué? No me digas que no te diste cuenta.

No dijo nada, sólo miró a su amigo quien lo observaba fijamente.

—Querías probarla.

—Puede ser.

—Hermano —carcajeó Léon—, para ser el más inteligente, estás lento a veces.

—Ya cállate.

—Explícale a Siena que le admirabas, de ahí tú... entusiasmo —ordenó Seiyi, soltándolo como una sugerencia que de eso no tenía nada—. Está celosa, y no es por mí.

Adrien asintió.

Seiyi le miraba duramente con esa leve sonrisa de advertencia en los labios. El otro no le bajaba la mirada.

—Bueno —suspiró Léon al percatarse de la tensión, no era hombre de conflictos serios, los enfrentaba si no le quedaba otra opción, y en aquello sí tenía opciones—, voy a preparar todo para la fiesta y a... bañarme —se puso de pie— Huelo a humo...¿Van estar bien?

—¿Y porque no? —respondió Seiyi y luego le sonrió— Ve, en un rato voy yo.

—El vestidor esta donde siempre.

—Lo sé. Gracias.

—Ok —dijo este mirando a su hermano ahora, quien ni reparaba en él—. Me estoy yendo... y... me voy.

—¿Qué insinúas? —rompió el silencio Adrien ni bien quedaron a solas.

—Que estás en crisis.

Adrien suspiró.

—¿Qué te pasa con Siena?

Negó.

—Lo diré de otra forma. Que sucedió con Siena.

—Seiyi...

—Responde. Te conozco. Los conozco. Y sé cuánto se aman. Dime que sucede.

—Es que —ahora agachaba la mirada— ... no fue con mala intención —se pasó las manos por el rostro.

—Cuéntame.

—Siena... yo —se mordió el labio y luego le miró con culpa— ...engañamos a Léon.

Seiyi sonrió. Intuía algo como aquello.

—Te escucho.



Sakura estaba impresionada con la habitación que Siena llamaba su vestidor.

Era inmensa, casi ocupando todo el espacio de su departamento, conteniendo un baño hacia el final, en el que se ducharon juntas en el amplio yacusi para más de cuatro personas. Ahora yacía sentada frente a un enorme espejo, correctamente iluminado para permitir un maquillaje preciso y el peinado, ataviada en una bata carmesí de seda sobre la ropa interior que le prestara Siena.

Detrás de ellas se desplegaba lo que Sakura llamaba inmenso ropero, con toda clase de ropas, zapatos y accesorios, casi que si parecía una tienda.

La chica no había dejado de conversar con ella desde que prácticamente si la secuestró de los hombres, cambiando su actitud caprichosa y algo altanera a una sumamente amigable y dulce. Si hasta parecían amigas de toda la vida, aunque Sakura no se relajaba.

—Tienes un cabello hermoso —le decía al cepillarlo, luego de habérselo secado y atendido con unos aceites para darle brillo y suavidad—. Deberías dejártelo crecer.

—Estoy en eso —Sakura sonrió manteniendo su espalda recta, tal como la chica le había pedido—. Ahora que tengo menos misiones con mi cargo en el hospital, no voy a tener problemas.

—¿Todas las shinobi lo usan corto? ¿Es una exigencia?

—No, no. Solo yo lo usé así. Fue como... un símbolo de superación personal para mí. Mis amigas lo llevan largo.

—Entiendo —suspiró dejando el cepillo para tomar un peine ahora, y separar cabellos para una media cola— ¿Es duro el entrenamiento?

—Sí, lo es. Debes estar convencido para llegar a ser shinobi. En cuerpo, mente y alma.

—¡Menos mal que no elegí eso! —la chica rio, comenzando a trenzar el cabello separado.

—¿Querías ser shinobi?

—Mmmm... mi familia quería. Y a mí se me daba bien todo lo físico —se encogió de hombros—. Aunque me gustaba el baile. Amaba el baile.

—Seiyi me comentó que eras bailarina.

—Así es. Clásica —ató la pequeña trenza con una gomita—. No fue fácil, tuve que emigrar desde Japón a Europa para llegar al nivel que quería.

—¿Eres de aquí?

—Sí, de la Aldea oculta del Sonido. Mi nombre real es Aki, del clan Tsurugi —Sakura le miraba sorprendida—. Fue idea de Léon el nombre Siena —le tomó de los hombros mirándola a los ojos—. Un nombre exótico para una belleza exótica, así me dijo ante de besarme en nuestra primer cita.

Sakura carcajeó encogiéndose de hombros cuando la chica le deposito un dulce beso en la mejilla antes de tomar nuevamente el peine.

Desde que quedaran a solas, el comportamiento de la joven permutó a uno que le resultaba demasiado cariñosa para con ella. Por momentos hasta si sintió que le... ¿coqueteaba? Pero que más daba, no había nada indebido en aquello y Seiyi bien le había aclarado que mantuviera la mente abierta.

—¿Conociste primero a Léon?

—Sí y no —respondió—. Los conocí a los dos juntos, cuando asistieron junto a su madre, a mi primer concierto como bailarina principal. Fui el cisne negro —le susurró con emoción, y Sakura sabía que aquella obra era exigente—. Él quedó deslumbrado y quiso conocerme. La madre era amiga del director y una cosa llevó a la otra.

—Y...¿y cómo fue que...?

—¿Los dos?

—Sí.

—Léon es más... encarador. Digamos que él se animó primero, algo así como... me conquistó —la chica suspiró sonriendo—. Yo era algo alocada en aquel entonces. Sola, joven y con éxito en la gran Europa.

—Y hermosa.

La chica le miró sonriendo.

—Gracias —carcajeó—, en fin, se me abrían muchas puertas, nadie me decía que no y...¡me encanta el sexo!

Rieron.

—Léon no tardó en invitarme a un club de intercambios. Estaba su hermano y... una cosa llevó a la otra... ahí comenzamos.

Sakura sonrió.

—No fue fácil. Pero... funcionó.

La chica quedó en silencio luego de terminar su breve historia, y suspiró.

—Es... es grandioso lo que tienen —le dijo al fin Sakura, viéndola a través del espejo.

—¿Qué cosa?

—La relación... los tres.

Siena sonrió y todo el rostro se le iluminó con ilusión tras esa mueca.

—Sí, es ... es único —la sonrisa se mantuvo, pero hubo un dejo de tristeza que apenas le curvó las cejas.

Y luego el silencio nuevamente se adueñó del momento, aunque esta vez se sintió diferente.

Sakura se le quedó viendo a través del espejo, preocupada ahora por el repentino cambio de la chica. Si bien no estaba seria, se notaba apagada, como si aquello que le dijera hubiese removido algo dentro, algo que no le gustara. Y ahora se preocupaba, porque entendía que fue su curiosidad la que quizás la movió a decir algo indebido.

—Perdón —dijo al fin, esperando que la viera en su reflejo.

Pero no lo hizo. En su lugar se puso más nerviosa.

—¿Perdón por?

—Creo que dije algo que no debía.

La chica suspiró.

—No... no fuiste tú.

Sakura no dijo nada, solo se quedó viéndola, quieta en su posición mientras la otra dejaba el peine buscando una coleta desde el cajón con una mano, y sosteniéndole el cabello recogido con la otra.

—Vas a estar hermosa esta noche. Seiyi se volverá loco. ¡Ni hablar de Adrien! ¡Lo tienes embelesado! —y le sonrió intentando verse genuina aunque ya la molestia calaba en esa chispeante jovencita.

—Adrien es... intenso, ¿no?.

—¡Ni que me lo digas! —carcajearon.

Y el silencio otra vez.

—Siena —dijo al fin— ¿Sucede ... algo? ¿Te molesta que Adrien me conociera? Yo no voy a intentar nada con él así que-

—¡Despreocúpate! —le interrumpió acomodando unas mechas de la trenza, aflojándola un poco en ciertas hebras— Él querrá intentar algo contigo —rio—. Y si quieres... ¿porque no? Me gustaría verlos —y ahora la mirada que le echaba por el espejo era más que provocadora.

Sakura se sonrojó por completo en ese instante, recordando lo que Seiyi le explicara. Les gustaba compartirse.

—Yo... yo no sé si...

Siena carcajeó.

—Ya sé que a ti no te va el intercambio. Y, ciertamente, no creo que Seiyi lo hubiera permitido. No contigo —se alejó buscando un fijador desde una repisa.

—¿No...conmigo?

—¡Mujer! —la acomodó girándola— Cierra los ojos —y esparció un poco del fijador en la coleta y en la trenza—. Tienes loco a ese hombre. Nunca lo vi... así, de esa forma con una mujer —se alejó contemplándola para verificar su trabajo, quedando satisfecha con el resultado— ¡Ahora sí! Mírate.

La giró hacia el espejo tomándola de los hombros.

—¡Wow! —el maquillaje era sutil pero enmarcaba perfectamente los ojos jade, abriéndole la mirada con las pestañas postizas que le colocó. Y ahora el peinado, resaltaba cada facción— ¡Eres una artista!

—¡Gracias! —le dijo orgullosa— ¡Qué aguda visión! A partir de ahora te nombro ¡mi mejor amiga en Konoha! —y ahora le tomaba de la mano para ponerla de pie— Ahora vamos a buscar tu atuendo y los accesorios. ¡Y los zapatos! ¡Sí! ¡Amo los zapatos! —exclamó encendiendo el resto de las luces del vestidor que ahora se iluminaba mejor que una tienda.

Sakura miraba hacia todos lados, embelesada con cada cosa, sin poder entrar en detalle en particular en ninguna. Era demasiado, en todos los estilos y colores. Y la chica no la dejaba quieta, arrastrándola de un perchero a otro.

—Mira todo lo que tienes.

—Sí. ¡De todo! —carcajeó soltándola para comenzar a correr las perchas con vestidos de noche, buscando algo en particular— Mis chicos me consienten mucho.

—¡Ya lo creo!

—Como te consiente Seiyi a ti —y giró colocándole una diminuta prenda en tonos de rojo sobre el cuerpo—. No este no.

—¿Dices que me consiente?

—¿Qué? —la miró por sobre el hombro, sin dejar de buscar otro atuendo— Sí, y mucho.

—Es que oí que él es así con... todas.

—Sí. Cuida a sus mujeres. Pero a ti —y ahora giraba con dos vestidos, uno en cada mano— mmmm...quítate la bata... a ti, nena, a ti te venera.

Sakura asintió aunque aquello no dejara de incomodarle. Quedaría en bragas frente a esa mujer y se sentía tan incómoda con ella desnuda como si lo estuviera con un hombre. Pero lo hizo de todas formas, sonrojándose levemente.

—¡Ay!¡Te pones colorada! ¡Eres tan adorable! Ahora entiendo a Yi.

La pelirrosa suspiró enderezándose lo más que su pudor le dejaba, para sonreírle nerviosa después. Sus senos temblaron por el movimiento.

—Este... creo que te va a ir —le apoyó primero uno en color plata encima, y luego el otro en negro— ...no, este no. Colócate este. Primero va el sutien de cadenas y arriba el vestido, ¿ves?

—¿Ese es un sutien?

—No, pero enmarca la forma —se lo apoyó en lo senos acomodándolo, Sakura dio un respingo por el frio del metal—. Así. ¿Entiendes? Es muuuy insinuante y delicado. Ideal para ti. ¡Me encanta!—Sakura asintió— Colócatelo. Tienes lindos senos, pequeños pero firmes.

—Gr..gracias.

—Y quítate las bragas.

Sakura le miró con los ojos bien abiertos.

—¡¿Qué?! —se encogió de hombros— Ya debes saber que a Yi le gusta siempre disponible.

Asintió obedeciendo, aunque se diera la vuelta para hacerlo.

—Veo que... que le conoces bien.

—¡Claro! Él fue mi primero.

—¿Primer hombre?

—¡Ay, no nena! —carcajeó— Mi primer cambio fuera de los chicos. Fue muy dulce y —suspiró echándose viento en la cara— ...excelente. Es un dios en la cama.

Sakura asintió sonrojándose más, mientras subía el vestido deslizándolo por su cuerpo.

—Y me imagino como debe ser contigo. Entras en sus preferencias y encima está enamoradísimo de ti. ¡Te debe tener temblando todo el tiempo!

La pelirrosa se enderezó de repente viéndola con sorpresa en los ojos.

—¡Que me miras así!

—¿Que dijiste?

—¿Qué? Dije muchas cosas...

—De Sei... dijiste que-

—¡Ah! Que está enamorado de ti. ¿Eso? —sonrió picarona y luego la observó estupefacta cuando la chica no salía de su asombro— Era eso... ¿Qué? No me digas que no te habías dado cuenta.

—Yo... no... él no es hombre de enamorarse. Lo tengo claro. Por eso... lo que dices no es-

—¡Exacto! ¡Y eso te convierte a ti en única! ¿Ahora entiendes la fascinación de Adrien contigo?

—No, la verdad no entiendo.

—¿Que no entiendes? —y ahora se metía para acomodarle los breteles. Sakura los había subido demasiado y debían quedar justo al borde de los hombros, casi por caerse.

—Se me van a caer.

—Esa es la idea, nena —le sonrió—. No te doy más de media hora así vestida. Claro, cuando yo te suelte. Antes de eso, eres toda mía —le pellizcó una mejilla contemplándola de pies a cabeza—. Vas a divertirte hoy ¡y a lo grande!

Y ahora le tomaba la mano para darle una vuelta completa observándola.

—¡Perfecta! Te queda perfecto. Ven...vamos por los zapatos.

Sakura la siguió, aunque sus pensamientos habían quedado en las palabras de la chica.

—Siena...

—¿Mhm? —ahora recorría con los dedos los estantes en donde toda clase de calzado de noche se exhibía.

—¿Por qué.. por qué dices que Seiyi está... enamorado de mí?

—Porque lo está.

—¿Te... te lo dijo?

—¡Qué va! Es muy cuidadoso con lo suyo —tomó unos y luego otros, el taco era altísimo pero se veían muy elegantes—. Pero lo conocemos bien y se le nota a kilómetros.

—¿Se le ... nota? Yo no...

—Mira, era evidente que tú no te ibas a dar cuenta, no del todo. Pero... ¿no ves cómo te mira? Está todo el tiempo marcándote. ¡Ni hablar de tu cuerpo! ¿Te muerde? —Sakura asentía— Me imagino que te gusta eso, en fin. ¿No notaste como todo el tiempo busca contacto contigo? Si no es una caricia, es una palabra, una sonrisa, un toque... ¡algo! Créeme, eso solo lo hacen los hombres enamorados, no uno que solo quiere follarte.

Y ahora que lo mencionaba otra persona, caía en la cuenta de que era así. Cuando Seiyi estaba cerca, no pasaban más de cinco minutos sin que buscara su contacto. Aunque fuera una simple mirada a la distancia.

—¡Y cómo te habla! Nunca me habló así a mí —le hizo un pucherito al girar sólo con dos pares en la mano—. Esa voz que usa contigo... ¡dios! Es tan caliente, ¿no?

Sakura asentía, aunque no salía de su sorpresa.

—Te juro que te envidio —y ahora dejaba en el suelo, frente a ella, los dos pares elegidos, uno en tonos oscuros haciendo juego con el vestido, y el otro en contraste—. Mucho. Pero de la sana.

—¿Sana? Yo creí que me... odiabas.

—¿Odiarte? —carcajeó— Bueno, sí. Sinceramente al principio me caíste muy mal. ¡Te estabas robando a mi Yi! Cada vez que lo visitamos él es muy exclusivo conmigo, me mima mucho, y ahora no me presta atención —le sonrió—. Pero luego de conocerte...entendí todo. Eres adorable.

—Gracias. Supongo.

Carcajearon.

—Están en el mejor momento. Disfrútalo.

Sakura le sonrió, sintiendo algo de culpa ahora por las dudas que la asolaron toda la noche. Y no pudo evitar en ese instante, pensar en Kakashi y lo que habían tenido. Porque más allá de que era historia del pasado, el comportamiento que Siena le atribuía a un hombre enamorado, también lo había observado en el peliplata hacia ella. Y eso no hacía más que clavarle preguntas en los pensamientos.

—Sí... supongo que debería, ¿no?

—¿Deberías? —y ahora le señalaba la silla frente a ellas para que se sentara y se calzara— Te juro que no te entiendo.

—No... no sé. Sólo que... olvídalo —dijo al fin tomando el par a juego y sonriéndole para calmarla.

—¿Olvidarlo? ¡Señorita! Mírame.

Esta le obedeció sin poder disimular el temor que aquello le daba. No por la chica en sí, iba entendiendo lo que Seiyi le dijo, era inofensiva y muy querible. De lo que temía era de ella misma.

—¿Que pasa Sakura? Deberías estar toda loca con lo que te digo. ¿Acaso no te gusta Yi?

—Me encanta.

—Pero no sientes lo mismo, ¿no?

Sakura suspiró.

—No es eso —recordó a Kakashi, esos ojos dolidos, profundos al salir de su habitación en el Lux. Y luego la mirada de Seiyi mientras le besaba, sonriéndole, acelerándole todo, calmándola. Y en ese instante no pudo manejar más nada.

Quizás había sido el alcohol, o la invitación o el entusiasmo de la chica. Quizás los nervios que sintió toda la tarde. O quizás nada de aquello tuvieran que ver. Porque si había algo que retumbaba en su cabeza en ese instante, fueron las palabras que le soltara tan obvias y despreocupadas.

«... está enamoradísimo de ti».

Los ojos se le llenaron de lágrimas. Fue el miedo el que le oprimió el pecho, cuando en realidad no era eso lo que se debía sentir ante tremenda verdad.

—Yo... yo... Siena...

La chica relajó la mueca, a una de preocupación ahora cuando le viera el dolor que empañó esa mirada, y le tomó la mano para llevarla consigo hacia el sillón que yacía más allá, sentándola a su lado.

—¿Qué pasa Sakura?

Esta negó, esnifando para evitar que las lágrimas rodaran.

—Nada. Perdón... perdona por esto. Estabas tan contenta y-

—Ya deja de disculparte, ¿quieres? Vas a ponerme histérica.

Sakura carcajeó.

—Y ahora, cuéntame —no le dijo nada, sólo suspiró—. Bueno, entiendo que no confíes en mí. Recién me conoces, ¿no?

La pelirrosa asintió suavemente intentando no ofenderla.

—Mira, nada más quiero en el mundo que mi Yi sea feliz. Y el amor te hace inmensamente feliz. Pero... sólo si es real.

Asintió varias veces. Sabía muy bien de qué le hablaba.

—Y eso no solo aplica a él —le buscó los ojos con la mirada—. Debes ser sincera. No sólo con él, también contigo. Eres una buena persona, Sakura. Por eso te digo esto.

—Gra...gracias —suspiró aferrando ahora las manos que estaban posadas en ella—. Y créeme que lo menos que busco es... lastimarlo. Sei es un hombre... muy importante para mí y-

—Pero no lo amas.

Sakura negó.

—Ese ... ese es el problema— Siena entrecerraba la mirada—. Porque... siento cosas... muchas cosas y —esnifó cuando un nuevo nudo le cerró la garganta— ... yo... es todo tan complicado.

—Nada es complicado, rosita —Sakura sonrió ante el sobrenombre— ¿ Puedo llamarte así?

—Puedes.

—Ok... rosita —carcajearon— ¿Me dejas decirte algo?

—Sí, claro.

—Anoche, en la fiesta a la que nos invitó Yi, te vi por primera vez, y me pareciste una ... linda chica, sí —suspiró frunciendo los labios luego— ¿La verdad? En ese momento no entendí mucho que carajos te vio Yi para tenerlo tan loco.

La pelirrosa carcajeó. Era directa. Muy directa. Le gustó.

—Te juzgué mal. De verdad. Vi una aprovechadora, más cuando lo noté tan embobado contigo. Jamás, pero digo nunca, jamás de los jamases, lo ví así por una mujer. ¡Ellas están embobadas con él, no al revés! —Sakura sonrió, ella le apretó las manos— Así que le pedí a Léon y Adrien que te invitaran a pasar el día. Quería conocer a la ...caza recompensas.

—¿Así me llamaste?

—No, créeme que te nombró con términos menos...elegantes.

—Ahora entiendo porque te frenaban tanto.

Y carcajearon.

—Sí. Soy muy protectora con los míos.

—Me voy dando cuenta.

—Pero estaba equivocada. Lo admito —le alzó las manos depositándole un beso en los dedos antes de mirarla a los ojos—. Porque cuando te vi hoy, cuando al fin pude observarte interactuando con él, pude notar la forma en que te comportabas, esos pequeños celos inconfundibles cuando yo le tocaba, como le mirabas, el respeto que había en cada gesto —suspiró sonriendo— ... Rosita, date cuenta, tú también estás enamorada.

El semblante se Sakura tembló en ese instante. Los jades se inundaron de lágrimas que pronto cayeron pesadas, y no pudo más que agachar la mirada buscando huir de ese par de ojos negros que parecían leerla perfectamente. La vergüenza y el miedo le oprimieron el pecho en ese instante.

—Preciosa —le llamó acariciándole el rostro para limpiar una lágrima antes de alzarlo— ¿A que le temes tanto? ¿Es la primera vez que te enamoras?

Sakura negó.

—¿Entonces? Yi es un excelente hombre, créeme.

—Lo sé... no es... eso —esnifó secando suavemente otra lágrima—. Es ... es por mi situación... es complicada.

—Nada es complicado. Ya te lo dije. Lo hacemos complicado.

—Puede ser... sólo que... te juro, realmente quiero dejarme llevar por Sei y...

—¿Sei?

—Así le digo... en la intimidad y-

—Me gusta. Sei...suena lindo —le sonrió— Sigue.

—Eso. Que quiero... quiero esta historia. Pero... no puedo. Yo... no sé... es como si algo no me dejara ir ...

—Algo —le asintió, esnifando— ...No es algo. Es alguien.

Sakura le miró ahora, aterrada.

La chica sonrió con satisfacción y suficiencia. Se sentía un genio en ese instante.

— Hay alguien más, ¿no? Un ex.

No le respondió, pero el leve temblor en la mirada le confirmaba todo.

—No le olvidas, ¿no?

—Siena... yo... no pienses mal-

—¿En serio, rosita? ¿Justamente yo voy a pensar mal? ¡Hola! ¡Tengo dos maridos! Y son hermanos... ¡gemelos!

Sakura carcajeó aunque no pudo evitar nuevas lágrimas.

—Estas arruinando mi maquillaje, ¿sabes?

—Perdón... yo-

—¡Ya deja de pedir disculpas! Voy a tener que decirle a Yi que trabaje más contigo eso de la autoestima, rosita.

Se puso de pie y buscó unos pañuelos de seda para que se limpiaran. Sakura no los quería tomar, eran finísimos.

—¡Vamos! ¿Qué? ¿Ahora quieres tener los ojos hinchados y colorados? Al maquillaje puedo solucionarlo pero no si te irritas.

—Jutsu médico —dijo Sakura.

—Ah.. cierto. Pero límpiate igual que quiero sermonearte.

Se los tomó al fin, dando pequeños toques alrededor de los ojos y mejillas, bajo la mirada aprobatoria de la otra que esperaba pacientemente sentada al frente.

—Listo. ¿Está bien?

—Se corrió pero lo solucionaremos —ajustó el lazo de su propia bata y ahora la miró— Mírame, rosita, quiero que me escuches bien.

—O-ok.

—Como te dije, te había juzgado mal. Y es durísimo para mí admitirlo, odio equivocarme. Yo nunca me equivoco —Sakura suspiró nerviosa—. Y quiero, realmente quiero, que no cambies la preciosa opinión que formé ahora de ti.

Le miró entrecerrando el ceño. No entendía nada.

—Mira, rosita, si sientes lo que sientes por Yi —batió la mano en el aire— ¡qué digo! Sintiendo lo que sientes, porque es más que obvio que estás metida hasta la pera, serías la mujer maáaaas idiota de Konoha... ¡qué digo! De todo el continente, si dejas pasar tremendo hombre que no sólo está interesado por ti ¡lo tienes a tus pies! —torció la boca señalándola con el índice ahora— Ya lo digo. Serías la más idiota. La peor. Te quitaría de la lista de mis amigas favoritas. Y para siempre —se acercó más entrecerrando los ojos amenazadora—. No quieres ese, créeme

Sakura sonrió. No pudo evitar la ternura que le dieron aquellas palabras.

—Hablo en serio, rosita.

—Y... y te creo...pero-

—¿Pero? ¿¡Pero!? No me vengas ahora que te sientes culpable y que no podrás con tu conciencia porque todavía sigues enamorada de tu ex.

Asintió. Era eso. Justamente eso.

—Es ... es más que eso.

—Ya. Seguro que ahora me dices que ese ex fue el hombre de tu vida, el primero que te hizo ver las estrellas y que te dejó por otra, cuando creías que todo iba bien y justo ahí, justo en ese instante, estaba Yi.

Los ojos de Sakura no podrían abrirse más. ¿Cómo podía leer todo aquello?

—Típico, rosita. Un clavo saca-

—No, no, Siena. No fui con Seiyi por eso. En realidad —suspiró— ... él estaba desde —carraspeó nerviosa— ... desde antes.

Fue duro admitirlo. Pero era la verdad.

Siena abrió los ojos sonriendo inmensamente torciendo la boca en esa sonrisa cómplice de travesuras.

—¡Pero nunca pasó nada!

—Seguro, porque tú lo detuviste.

Sakura ahora se sonrojaba hasta las orejas mientras la chica estallaba en carcajadas.

—¡Yi es terrible! ¡No perdona una! —con el dorso de la mano ahora se limpiaba las lágrimas de diversión— Ayyyy... ahora entiendo todo... ¡por eso está tan metido! Se las hiciste ver de colores —carcajeó nuevamente—. Eres... eres única rosita.

—Que...

—Nada. No me hagas caso. Lo importante ahora, es que no arruines algo que va a ser maravilloso, por simple moral. Porque créeme, lo va a ser.

—No es... moral.

—Es moral. Sí, lo es.

Sakura respiró hondo.

—No sería justo comenzar algo sin... cerrar lo otro.

—¿Por qué no?

—Porque no está bien. Yo aún-

—Sí, sí, aún sientes cosas. Pero te botaron, y mi Yi te busca, y sientes cosas por él. ¡Uno más uno es dos! ¡Simple!

—No lo veo así.

—Porque no estás mirando bien.

—No, Siena, está mal. Eso no es-

—¡Moral! —rodó los ojos torciendo la boca.

Respiró hondo nuevamente.

—Siena. Escucháme —la chica ponía cara de hastío—. Lo que me propones que haga es algo que no... ¡no se puede amar a dos hombres al mismo tiempo!

La chica le miró abriendo los ojos para torcer la boca después.

—¿Enserio?

Sakura se sonrojó por completo.

— Perdón. ¡Perdón! No quise...

—Ay... ya ni te lo digo —batió la mano— Y sí, se puede. Porque no se ama igual a cada uno. Son amores diferentes que conviven perfectamente. Y no es necesario explicarte como sé eso, ¿no?

Ahora Sakura le miraba preocupada.

—Mira. No te pido que lo entiendas, no ahora. Ni siquiera te estoy pidiendo que vayas en contra de tus principios. Solo te digo, te sugiero, que dejes de torturarte con lo que aún sientes por uno, porque ya es pasado. Y que decidas dejarte llevar por lo que sientes por el otro. Solo... relájate. Ve. Tómalo. Déjalo amarte. Sé feliz.

—Él... él no me va a deja entrar.

—Yi es muy cuidadoso. No te deja entrar porque no estas entregándote —la preocupación calaba más en el rostro de Sakura—. Mira, sé que estás asustadísima. ¡Yo estaba igual! Y soy consciente de que puede salir mal, nadie tiene el futuro asegurado, pero...eres una shinobi, conoces de riesgos.

Asintió.

—De las batallas se vuelve más fuerte o puedes no volver. Pero te aseguro que es peor huir de una, que no intentarlo. Sino vas a asumir riesgos, mejor no nacer, ¿no?

Y ahora le sonreía con la emoción apretándole los labios y los ojos llenos de lágrimas. Fue tal el sentimiento con el que la miró, que la otra no pudo empatizar de otra forma que no fuera llenándose los ojos de lágrimas.

—Me... me haces llorar... rosita de mierda.

—Tú lo hiciste primero... ¡quién te mando a psicoanalizarme!

—¡Rosita! ¡Idiota! —y estiró los brazos para abrazarla después.

Sakura se sorprendió, pero luego se dejó hacer. Esa chica era una caja de Pandora, en el buen sentido, y estaba desnudándola más que cualquiera en su vida.

—Ay.. nena... no sabes las ganas de besarte que me dieron.

—Siena —intentó apartarla.

—No me separes, no si no quieres que te parta la boca. Déjame solo... un rato más así.

Sakura carcajeó sintiendo como ahora la joven le hundía la nariz en el cuello, aspirando de su aroma. Y se separó luego tomándole el rostro entre las manos.

—Y ahora quiero que esta noche vayas y te confieses.

—¡¿Qué?!

—Sí. Le dices que le amas.

—Pero... no es-

—Sí. Es cierto.

—No iba a decir eso.

—Bueno. No importa, vas y se lo dices. Si no te echo de mi casa.

Las cejas se le curvaron en preocupación.

—Siena...

—¿Mueres de nervios?

Asintió.

—Tengo algo para eso —le dijo divertida, mirándole la boca después— Te va a gustar.

—¿Que ...?

—Déjamelo a mí. ¿Sí?

—Siena... se me hace que no será una buena idea.

—No sabes cuál es mi idea.

—Bueno... por eso digo.

—Lo disfrutarás y te saldrá toooodo perfecto. ¿Confías en mí?

—Más o menos.

—Ah.. con eso me alcanza —le sonrió achinando los ojos.

Y luego le miró los labios una vez más, mordiéndose los suyos para soltarla al fin, tomándole la mano al ponerse de pie.

—Vamos a arreglar ese maquillaje, ¿si?

Suspiró y se dejó llevar.

La chica era un torbellino pero si algo debía destacarle era lo frontal que se comportaba. Vivía la vida a pleno, sin medias tintas, sin vueltas. Lo que no lo hacía más fácil, pero si más sincero.

Y no pudo evitar recordar a Kakashi en ese instante. En sus ojos, adoraba como siempre le miraba, y la sensación de aquel último beso que le supo tan prohibido le avasalló los labios. No le olvidaría tan fácil. Quizás nunca lo lograría del todo, porque fue profundo, lo que sentía por ese hombre era único. Y no era igual lo que le sucedía con Seiyi, siendo por este último un sentir tan intenso, tan abrumador, que no quería privarse de ello. Y ahora se daba cuenta, eran diferentes, ninguno podía superar al otro.

Al fin caía que tal vez, en su caso, no era necesario soltar del todo para seguir. Que ese amor no correspondido no debiera ser un ancla, sino un escalón, uno que seguiría allí cuando subiera al siguiente.

Y sonrió. Los nervios le anidaron en el estómago cuando su inconsciente tomara la decisión antes de que ella lo advirtiera, porque si algo tenía claro en ese momento era que simplemente quería ser feliz una vez más. Y Seiyi estaba logrando eso.



Sakura lucía hermosa, radiante.

Y divertida bailando con Siena en el centro de la sala que los tuviera toda la tarde como testigos de la dura tormenta afuera que, a esas horas de la noche, no cesaba retorciéndose en refucilos que anunciaban más agua. La estancia vidriada no ofrecía privacidad, a los gemelos no les iba aquello, pero tampoco mucha gente podría ser testigo de lo que sucediera adentro.

Iluminada como una pequeña discoteca, era Léon el que tomaba la función de Dj, uno que no sería demasiado bueno si no tuviera los set pre armados que los profesionales amigos le dieran. El audio no tenía nada que envidiarle a las discotecas, tampoco el bar.

—Está preciosa —le dijo Adrien bebiendo de su copa de champagne al lado de Seiyi, quien no dejaba de contemplaras.

Las chicas bailaban y ahora Léon les acompañaba.

Seiyi sonrió sin molestarse por aquel comentario. Era cierto.

El atuendo que le eligiera Siena le asentaba de maravillas, siendo un vestido negro corto, de gran caída, con la espalda descubierta hasta el filo del inicio de las nalgas, insinuaba más por el frente gracias a ese escote pronunciado que dejaba ver el delicado corpiño de metal.

Fueron sus dedos los que jalaron suavemente de esas delicadas cadenas doradas mientras ella le susurraba "disponible, sólo para ti", echándole luego una mirada lasciva que lo hizo sentir un objeto de deseo, siendo él quien siempre hiciera eso.

Siena no la dejó mucho tiempo en sus manos. No quería que la noche terminara rápido, porque leía las intenciones del morocho y no eran quedarse demasiado tiempo de fiesta, no al menos con ellos en el medio.

Bailaban. Estaban divertidas.

Ahora Léon las tomaba cada una de una mano y las hacía girar a su lado, observándolas de cuerpo completo. Sakura carcajeó estrepitosamente cuando este le dijo algo al oído. Seiyi ahora entrecerraba el ceño.

—Realmente lamento que te hayas puesto tan posesivo, amigo.

—Siempre lo fui.

—Cierto —bebió de su copa—. Pero no egoísta.

Seiyi carcajeó.

Léon se les acercaba riendo ahora, al dejar a las damas y toda esa algarabía que ostentaban brindando en medio de la pista entre ellas.

—¡Tengo sed!

—Ellas están bebiendo hermano.

—Sí, pero yo quería bebidas de macho —le sonrió para luego hacer fuerza y destapar el segundo champagne.

Seiyi sonreía sin quitarle los ojos de encima a Sakura. La chica le devolvía el gesto a la distancia, sin dejar de divertiste.

Era Adrien quien reparaba en el Hyuga, sorprendido y a la vez divertido de verlo así con una mujer por primera vez en su vida. Se acercó luego de rellenar su copa.

—No se va a ir a ningún lado —Seiyi le ignoró el comentario—, tranquilo.

—No es eso.

—Ya. No lo molestes tanto, Adrien —Léon elevaba la botella ofreciéndole bebida Seiyi quien le estiraba ahora la copa—. Es un hombre enamorado —miró a las chicas—, y están particularmente hermosas esta noche.

Siena le sonreía a la distancia, tirándole un beso al aire que Léon devolvió.

—Ay... que tanto te digo. Mi pequeña me tiene loco.

Seiyi sonrió mirando de reojo a Adrien. Este asentía entendiendo lo que el otro le sugería, e iba a hacerlo. Adoraba a su hermano y amaba a Siena. No perdería a ninguno de los dos por una estupidez.

La canción que sonaba cambió a otra con ritmos más intensos. Las chicas gritaron reconociéndola para comenzar a cantar la simple letra, antes de brindar nuevamente alzando las copas al aire hacia los chicos, quienes le devolvían el gesto a la distancia, antes de chocarlas entre ellas.

Y luego Siena le hablaba al oído a Sakura, y esta asentía sonrojándose al morderse el labio inferior. Alguna travesura se le había ocurrido a la morocha, no era chica de quedarse quieta en nada, y ahora iba tras la barra agachándose para luego salir con un pequeño paquete llamando a la pelirrosa.

Esta miro a Seiyi sonriéndole traviesa, con ese pequeño frunce sobre la nariz que a este le encantaba. Y luego fue tras la chica que le pedía ahora que abriera la boca.

—¿Que mierda? —Seiyi dedujo de inmediato lo que hacían.

Léon miraba sobre su hombro, bebiendo, y tuvo que evitar atragantarse con las burbujas al reaccionar sosteniendo a su amigo.

—¡Eh! Tranquilo, hombre. No pasa nada...

—¿Que le está dando?

—Es solo MD —explicó Adrien.

—¿Tú lo sabías?

—A Siena le encanta y no se iba a quedar sin usarlo esta noche —replicó Léon sin soltarlo.

—Que consuma ella, no Sakura.

—¡Hermano! Tranquilo —ahora carcajeaba— ¡Vamos! Tú probaste de todo. Deja que la chica lo haga también, que se divierta... Estamos aquí, está todo en orden, somos nosotros. Relájate.

—Está controlado Sei —Adrien habló serio—. Siena sabe administrarlo, le dará poco —y ahora miraba a Léon para que lo soltara y fuera con las chicas por si acaso.

Este asintió y carcajeando los dejó para ir hacia las mujeres, quienes ahora lo recibían alegres, compartiendo Siena en un beso lo mismo que habían consumido.

Sakura miraba a Seiyi ahora, mientras sus dos compañeros de fiesta se devoraban. Tenía esa mirada de niño que había cometido una travesura, con el sonrojo que la cubrió repentinamente al cruzarse con los duros ojos del Hyuga.

—Te va a gustar dentro de un rato —le susurraba Adrien. Seiyi no le respondió—. La chica estaba muy tensa. Le va a venir bien relajarse.

Seiyi ahora dejaba su copa en la mesa para ir hacia donde Sakura. Adrien negaba riendo, sirviéndose mas alcohol mientras veía a su pareja y hermano bailar abrazados.

La pelirrosa le esperaba con la copa entre los dedos, moviéndose apenas al son de la música. Seiyi le sonreía de lado al detenerse en frente.

—Preciosa.

—No me retes.

Carcajeó tomándole de la cintura.

—A ver...¿y porque lo haría?

—Siena me advirtió —se encogió de hombros apoyándole la mano en el pecho, y ahora Seiyi le quitaba la copa para dejarla detrás en la barra y llevar esa mano libre a su cuello.

—Siena te advirtió...

—Sí. Que eres muy... cuida.

—Siena me conoce —le acarició el rostro—. Y debería castigarte. Pero lo dejaré pasar esta vez

—¿Esta vez?

—Sí, porque estás hermosa y es tu cumpleaños, sólo por eso

Sakura carcajeó mirándolo provocativa.

—¿Te gusta cómo estoy?

—Me encanta.

—Entonces... si quiero portarme mal, ¿tendré que vestirme así siempre?

Ahora Seiyi reía.

—Sólo conmigo.

—¿Entonces eso es un sí?

—Un sí para qué.

—Para portarme mal.

Seiyi carcajeó buscándole en vano los labios. Fue Siena quien apareció de repente tomándole una mano a la chica para jalarla.

—¡No! ¡Todavía no te la robas!

Léon carcajeaba ahora, bailando en espera de las mujeres.

—Siena, pórtate bien.

La chica le sacó la lengua.

—¡Aburrido! A ella le gusta bailar —y se la llevó.

Seiyi no dijo nada, no cuando vio a la pelirrosa tan divertida. No tenía ni idea de que podrían haber hablado esas dos las tres horas que estuvieron a solas preparándose para la fiesta, pero sabía que habían conectado. No dudaba de Sakura, sabía que era una persona ubicada, pero Siena había arrancado el día marcando territorio, uno al que no quería que la pelirrosa entrara. Y ahora no solo la había incluido, sino que parecían mejores amigas.

Carcajeó. Ya entendía que le había encontrado. Seguramente la estaba seduciendo, algo que no le preocupaba demasiado, siempre que viera cómoda a Sakura.

Y no se excediera.

Como ahora, que la tomaba de la cintura uniendo sus abdómenes al bailar.

Siena era terrible. La mujer más energética que había conocido, pero de un corazón excelente.

Adrien se unió a él minutos después. Tampoco le gustaba mucho el baile pero disfrutaba de aquellos encuentros, más cuando veía a su hermano y a su mujer tan distendidos.

Conversaron, nada demasiado profundo, ahora Adrien estaba tenso. Seiyi no le quitaba la vista a Sakura. Sabía que en cualquier momento lo que Siena le diera le haría efecto.

Fue en aquella canción más tranquila, en que la morocha le alzara los brazos uniendo sus manos arriba, cuando vio las primeras señales.

La sonrisa de Sakura se ensanchaba, los párpados se le volvían más pesados. La chica en frente le bailaba cantando la canción y mirándola a los ojos ahora.

Léon se separaba de ellas para ir por más bebida, agua era la elegida.

Las chicas bailaban. Sus cuerpos se contoneaban al ritmo de la música que ahora frenaba los graves para dar paso a la vocalización que las llamaba a tranquilizarse. Siena se acercaba, Sakura cerraba los ojos cuando la mano de la joven le acariciaba el cabello y luego los desnudos hombros, con una suavidad y velocidad que le erizaba todo, sintiendo electricidad en la piel. Estaba haciendo efecto y el calor era evidente en esas mejillas sonrojadas. El tacto se exacerbaría, la sensación sería frenética.

Siena estaba más cerca. Seiyi más atento.

Adrien ahora sonreía esperando por lo que vendría. Quería verlo, no era exactamente lo que hubiera deseado, pero sería suficiente.

Léon hacía lo mismo, sin ocultar la lujuria de aquella mirada.

Fue el instante en que Siena apoyara por segundos los labios en la pequeña boca de Sakura, que esta dio un respingo abriendo los ojos. La morocha le sonreía dulcemente, ella le devolvía el gesto sin moverse. Le había gustado aquello.

Y ahora una pequeña mano, con esas uñas pintadas en rojo, le tomaba el mentón para acercarla de nuevo a otro suave beso. Los labiales se mezclaron en colores, el tacto era diferente y suave, una mujer besaba distinto.

Léon ahora deslizaba una mano por la espalda de Siena. Esta gemía sin romper la dulzura de aquel contacto con Sakura.

—Siena... —fue la voz de Seiyi la que la hizo soltarla sin ganas realmente de hacerlo.

Le sonrió luego, había excitación en esa mueca. El varón estaba a espaldas de Sakura, la mirada no era dura pero si de advertencia. No le gustaba que tocaran lo suyo, nadie.

Siena se acercaba al oído de Sakura.

—¿Te gustó?

Esta asentía.

Y ahora Adrien se sumaba, acariciándole el hombro de pie a su lado. Siena le sonreía encendida, y las manos de Léon envolvieron su cintura por detrás.

—Ahora te libero, linda. Disfruta a tu hombre —fue lo último que le dijo al oído antes de alejarse y recibir el beso que le depositó Adrien ni bien la tuviera a su alcance.

Léon ahora hundía la nariz en el cuello de la morocha, luego de separarle los cabellos.

—¿Te gustó ese beso? —la voz de Seiyi en su oído, a sus espaldas, retumbó en todo su cuerpo erizándole la piel.

El beso no estuvo mal, se había sentido intenso con todo ese tacto exacerbado, diferente en su textura. Pero la voz de ese hombre, el calor que su cuerpo emanaba cerca, aun sin tocarla, había sido mil veces mejor.

—Me gusta tu voz —respondió buscándole las manos para rodear su cintura con ellas.

Seiyi carcajeó grave, acercándose más al oído de la chica. Esta bailaba suavemente, ahora la música subía en intensidad, pero ella seguía con los movimientos lentos, llevando su propia mano arriba para acariciar los cabellos del varón, que se deslizaban pesados sobre sus hombros. Seiyi le acompañaba en el movimiento aumentando el contacto.

—¿Mi voz?

—Mmmm... es tan profunda.

El varón volvió a reír, para luego depositarle un beso en el cuello, pegándola más a su cuerpo.

—Esto es genial —susurró cerrando los ojos al apoyar la cabeza en el pecho de su hombre— ...tenía tantas ganas de estar así contigo.

—Yo también —le besó de nuevo manteniendo el contacto.

La chica respiraba hondo absorbiendo su aroma, no dejaba de acariciar ese sedoso y pesado cabello. Y ahora, una mano del varón abandonaba la cintura para colarse dentro del vestido por la apertura al costado. Sakura gimió al sentir esas calientes yemas quemarle en la piel del abdomen.

—Abre los ojos, preciosa —le susurró gravemente y ella le obedeció.

La erección que crecía tras su espalda, se frotaba en su cuerpo. La mano en la cintura le apretaba manteniéndola pegada al varón, y ahora esos dedos sobre su piel subían lento debajo de la escueta tela, quemando a su paso, erizándole los pezones que lo esperaban. La música le golpeaba el cuerpo y ahora la imagen que se desplegaba frente a ella, terminaba de cerrar el erotismo que le exacerbaba los sentidos.

Siena besaba a Léon. Este le sostenía el mentón arriba mientras Adrien detrás, hundía una mano en la falda buscándole el pubis. Hubo en gemido, no pudo escucharlo pero le vio el estremecimiento en el cuerpo, cuando el varón al fin atendiera lentamente su clítoris, besándole los hombros. Léon hacía lo mismo bajando por su cuello y era la chica la que ahora le acariciaba la erección por sobre el jean.

Había calor en la imagen. Había una lujuria mezclada entre los tres que prometía una noche lasciva, pero no eran simplemente tres cuerpos que se deseaban y que se tocaban brindándose placer, ni siquiera el morbo de ser dos hombres poseyendo a una mujer. No, había más en ello, porque la delicadeza de los dedos moviéndose sobre esa piel, la intensidad de esas miradas que se encontraban al pasar, elevaba la carnalidad de aquel acto volviéndolo íntimo. Único.

Sakura suspiró al observarlos, apretándose más a su hombre ,atento sólo a la mujer entre sus brazos.

—Es hermoso lo que tienen...

Seiyi alzó la mirada observando la escena de los gemelos besando a Siena, y ella entregada acariciando a cada uno con cada mano ahora.

—¿Te gusta?

—Creí que era pura lujuria fetichista —Seiyi carcajeó grave en su oído—. Pero no...es... eso es amor.

—Sí. En ellos sí. Uno único.

—Bellísimo —y ahora giraba para enfrentarlo, rodeándole el cuello con los brazos cuando este apenas se inclinara para recibirla.

—Mmmm... Sei, eres tan apuesto —volvió a reír, los hoyuelos se le marcaron en las mejillas y Sakura no pudo resistirse a acariciarlos para besarlo después.

Y la observó luego, cuando el beso se transformó en simples miradas, brindando el espacio ahora sólo para caricias.

—Tu eres hermosa, Sakura.

—Me gustas mucho.

—Y tú a mí.

—¿Solo eso?

Le sonrió.

—Buena pregunta.

Y ahora le miraba la boca cuando la chica cerró los ojos moviéndose con la música, frotando su cuerpo al de él.

—Dios... esto es grandioso.

Seiyi carcajeó. No le gustaba demasiado aquello, lo que le diera Siena, pero era innegable que estaba en la cumbre de su efectividad ahora, y más allá de desaprobarlo no podía no admitir que el estado de la chica era delicioso.

—Ella me dijo que sería así.

—Qué cosa.

—Esto que me dio...mmmm... es fabuloso.

—¿Si?

—Pero me dijo que sería mejor si estaba con los que amaba.

—¿Y lo estás?

—Tú —abrió los ojos para sonreírle, respondiéndole luego—, eres ...lo mejor que me pasó.

—¿Sólo eso?

Negó tocándole los labios ahora.

—Te deseo tanto.

El varón entendió por completo y sabía lo que vendría después. Atrás de ellos la noche tomaba otra temperatura, los gemelos y Siena ahora se desvestís lentamente sobre el sillón, en medio de calientes caricias, y no le molestaba aquello sabiendo que Sakura tampoco desaprobaría el espectáculo. Exudaba más erotismo que otra cosa, un erotismo particular, el de aquellos que más que disfrutarlo físicamente se conectaban emocionalmente en ese acto. Pero él no permitiría que la vieran a ella. A ella la disfrutaba sólo él.

—Ven —le tomó de la mano y caminó hacia la sala contigua. La música se seguía escuchando pero era más suave. Y si bien no había iluminación artificial interna, las leves luces de la piscina afuera y los refucilos ocasionales, iluminaban cada tanto la estancia, otorgando un aura más íntima.

Estaban solos ahora tal como quería que estuvieran desde que se apareciera con Siena.

La giró jalando para rodearle la cintura con ambas manos después. El beso que la devoró con calma no tardó en llegar, y tampoco la mano que buscó el flojo tajo de la falda sobre su pierna, para meterse debajo ansiando la piel.

Sakura gimió. Seiyi sonrió sobre esos labios.

Y ahora los dedos de la chica bajaban por la camisa intentando desabrocharla, aunque no le saliera del todo.

Estaba preciosa. Ese delgado cuerpo se agitaba bajo su mano, y era separarse por segundos para prendarse de la fiebre que esos jades desbordaban, para saborear con la mirada los pequeños labios abiertos, hinchados por sus besos.

No era la primer vez que estaban así, pero sí la primera en la que la sentía tan relajada, tan entregada. Y quizás fuera por el efecto de Siena, aunque sabía que no iba a desafiarlo tanto, era poco lo que le había dado. Solo un toque, como le dijo, para liberarla. Aunque aún no sabía liberarla a que.

Y aun así, no podía evitar sentirse más a gusto.

Fue la chica la que, a pequeños empujones, lo llevó hasta el sillón, arrojándolo después para encaramarse de piernas abierta sobre él.

El desnudo pubis se reveló cuando la floja falda subiera con la abertura de los muslos. Ella le miraba mientras se acomodaba, desafiándolo. Él reparaba en cada detalle que la chica le demostraba, conteniendo las ganas sólo apenas el tiempo que le llevara acomodarse.

Fue ella la que tomó el mando, mordiéndole la boca ni bien las manos de Seiyi le ocupara las caderas para jalarla en contra de su erección, manchando el pantalón con la humedad de la chica.

Y no tardó en imponerse a ella, mordiéndole los labios, buscando la quijada mientras Sakura le acariciaba el pecho con las uñas.

— Dios ...Sei —este bajaba por el cuello ahora, besándolo con ganas, mientras dos dedos se colaban indiscretos delineando su húmeda raja— ...no tienes idea... de lo que me haces... sentir...

—Sí, la tengo —y ahora le tomaba el rostro entre sus manos hundiéndole la lengua al besarla.

La chica gimió apretando la camisa en sus puños cerrados, abriendo más la boca para recibirlo, porque lo sentía, más que nunca, y era grandioso.

—Te ... siento tanto.

Seiyi sonrió besándola de nuevo.

—¿Estás arriba?

—Muy... pero —le besó de nuevo— ...no es... eso.

Y ahora se separaba de él, para verle a los ojos recorriéndole el rostro. La sonrisa que se ladeaba lobuna, masculina, lo tornaban un ser irresistible, el cabello pesado lo volvía exquisito.

—Por dios... me gustas tanto... tanto...

—Y tú a mi preciosa.

—Eres... ¡dios! ... Te quiero en mi vida Sei... por completo, ya no...aguanto más...

El varón encogía el ceño ahora, mirándole la boca, mirándole los ojos. Estaba drogada, sólo lo justo para desinhibirla, pero sumamente consciente. Le acarició la mejilla, ella hacía lo mismo en la piel de su cuello.

—Sei... no tienes idea de lo que significas para mí.

—¿No?

—No... porque nunca me animé a decírtelo.

Y ahora una pequeña mano le delineaba el rostro.

—Quiero esto... lo que me ofreces...te quiero a ti...

No le dijo nada, la chica estaba por primera vez abierta, y parecía buscar confesarle algo. Y él deseaba escucharla. El corazón se le había desbocado, la respiración agitada no ocultaba aquello, pero su semblante se mantenía imperturbable, instándola a continuar.

—Sabes que aún...aún siento cosas por él.

—Lo sé.

Sakura suspiró. El aliento se le entrecortó al sentir los dedos del varón ahora rosándole la espalda.

—Y... y que me va a tomar un largo...tiempo... olvidarlo...

—Está bien.

—Quería que supieras... lo que siento...

Seiyi respiró hondo, su semblante se endurecía ahora. Los celos calaban en él. Estaban juntos, él era su hombre esa noche, y ella no hacía más que recordar a Kakashi.

—Contarte todo lo que siento... porque-

—Sakura, ya deja de mencionarlo.

—Porque siento tanto —ignoró el reclamo— ...siento tantas cosas y tan fuertes por ti.

Le miró a los ojos unos segundos, él había quedado inmóvil, con la mirada encogida clavada en ella. E intentó besarle para calmarlo, pero fue él quien la detuvo al aferrarle la nuca con una mano, jalando para ubicarla frente a frente.

La chica gimió con el movimiento, sonriendo al entender su lugar. Ese era Seiyi, el hombre que la volvía loca y estaba impaciente. El ceño contraído se lo confirmaba.

—Habla —reclamó.

—Sei...creo —tragó duro, la imagen de varón en ese estado era imponente—... Creo que ... que te amo.

Seiyi jadeó en ese instante, la mirada se le volvió oscura.

—Lo crees.

Ella asintió separando los labios al esperar por los suyos.

—¿Dudas acaso?

—No... ya no. Soy sincera...en todo.

—Preciosa —la respiración se le volvió salvaje, el agarre de esa mano en la nuca encrudeció, siendo dolorosamente placentero—. No hagas esto, no juegues...

—Te amo.

Le miró. El ceño se contrajo más en esa furia que le marcaba el estado lascivo en el que el varón se encontraba.

—Te amo, Sei... lo sé... yo también te a-

Le besó con furia después, aferrándola más duro con una mano mientras la otra liberaba, impaciente, la erección que ahora buscaba por su centro, acomodándose al acariciarle con el glande, al prepararla, entró violenta en ella con una única estocada.

Sakura gimió, ahogando su gemido en el del varón. Y ahora empalada, se dejaba quitar el vestido soltando el beso los escasos segundos que le tomara aquello.

Le aferró las caderas para que soportara la nueva estocada. Y luego era ella quien le abría la camisa al jalar hacia los costados, arrancando más de un botón en el arrebato, para quitársela después.

Le tomó la cintura sin dejar de besarla, y la giró bruscamente recostándola en el sillón, para comenzar con la cadencia que golpeaba furiosa sus caderas entrando más, más profundo, más intenso.

Ella gemía, repitiendo su nombre en susurros mientras él le mordía el cuello marcándola una vez más.

Y ahora subía tomándole el rostro entre sus manos, apoyando el peso de su cuerpo en los codos para mantener las duras estocadas que le hacían gemir, pero fija en su mirada.

—Eres...hermosa... Sakura...

Ella asentía mirándole a los ojos como podía. El placer era inmenso, todo su cuerpo estaba encendido, pero el orgasmo aún se hallaba lejos por más que los músculos estuvieran contraídos.

—Me vuelves... loco...

—Sei...

—Te amo, Sakura —le miró a los ojos, deteniendo los movimientos para que ahora se fijara solo en él— ¿Me escuchaste?

La chica asentía, temblando en sus brazos.

Él contraía el ceño, sus pupilas recorrían cada porción de ese sonrojado rostro,  hambriento, desconcertado, pero a la vez sintiendo que todo estaba en el lugar que debía. Era abrumador, era intenso, y ya no podía ni quería controlar nada. Las barreras se quebraron. Era él, el hombre, ahora, haciéndole el amor a su mujer. Suya.

—Yo te amo, Sakura.

Ella le sonrió clavándose en esos ojos que se ceñían en enferma furia.

—Te amo... me tienes... loco...

Asentía, los labios se abrían esperándolo y una lágrima resbalaba desde esos preciosos jades, cayendo sobre el pulgar que le acariciaba la mejilla.

—Sei, ya no me sueltes...

—Nunca —las estocadas reanudaron, más intensas—... Eres mía ahora...

Ella gimió. Los ojos se cerraron. Las manos que le tomaban los hombros, ahora rasguñaban las espaldas del varón.

—Sólo mía.


Dos semanas. Sí, lo sé, no publiqué por dos semanas. Pero... me mandé alto capítulo con más de 19K de palabritas. ¿Compensé, no?

Aclaro: esto sigue siendo un Kakasaku

No desesperen, a esta historia le quedan como 30 caps aún, pueden pasar muchísimas cosas. ¡Y van a pasar muchas cosas!

Ahora sí, las leo.

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