Capítulo 33

Las manos de Sakura sudaban dentro de sus bolsillos. Sentía los dedos helados y húmedos, inquietos que se apretaban en puños para soltarse segundos después. El abrigo no le quitaba el frío que cada tanto la recorría estremeciéndole la espina, aun cuando ya estuviera dentro de la templada sala de espera de la Torre del Hokage.

La joven genin, quien oficiaba de cadete de Shikamaru durante la emergencia,y fuera la encargada de ir por ella cuando el hokage la precisara; la observaba dedicándole pequeñas e ilusionadas sonrisas cada vez que cruzaban miradas, mientras aguardaba en la misma sala por nuevas directivas. Y de verdad, Sakura quería responderle con un gesto que alentara esas ganas de superación, que sabía que su persona representaba para las niñas; pero no le salían, o no como le hubiera gustado. Se sentía exhausta, ansiosa por entrar a esa oficina de la que salían murmullos nerviosos de voces masculinas. Kakashi estaba reunido con Sasuke, por lo que llegaba a oír, y también Shikamaru, a quien había visto entrar con un semblante serio minutos atrás. Se oían a otros hombres, uno con una voz profunda y firme, que sobresalía del resto recordándole a Seiyi, y cuando consideraba siquiera que quizás cruzaría en breve miradas con su apuesto paciente, los nervios le helaban aún más los dedos.

Recordar cómo había respondido a él en medio de ese frenesí, le preocupaba. Aun cuando toda la atracción que tanto le había excitado se hubiera opacado por el preciso desempeño de su sensei, quien había desplegado la dominación que ostentaba de forma tan exquisita y brutal, por primera vez con ella, que en un punto de la noche llegó a creer que su cuerpo ya no podía procesar una sensación más. Pero aun así, en los momentos durante la sesión en los que no pudo evitar cerrar los ojos abrumada por placer del caliente toque de Kakashi, esos profundos ojos negros que destelleaban a perla se colaban indiscretos entre sus pensamientos, intensificando el goce que anidaba en su centro.

Se desconoció a sí misma esa noche, considerando que tal vez ese sentir no pudiera ser otra cosa más que la adrenalina del descaro, encasillándolo en todo lo indebido que podía ser. Pero no era eso lo que la atormentaba, sino que no tenía la mínima intención de corregirlo. El morbo de ese juego la tuvo explotando en sus orgasmos como nunca antes había experimentado. Aun cuando ello fuera tan solo una idea, porque era siquiera fantasear con que Seiyi continuaba observándola mientras su sensei la follaba, para que le fuera imposible contener los deliciosos temblores que la tenían suplicando al amo que la sometía, por más.

Y le ponía nerviosa. Porque seguramente estarían ambos allí, el cargo de Seiyi ameritaba su presencia para la situación que les acontecía, y no se sentía con las fuerzas suficientes para enfrentarlos, aun cuando el asunto que los reuniera no fuera más que sus profesiones y la emergencia de un ataque brutal.

—¿Sakura? —La voz de Shikamaru la sacó de su ensimismamiento. Alzó la vista incorporándose de la pared al frente de la entrada a la oficina, que le diera soporte para descansar durante la espera. —Pasa.

Ella asintió y echó a andar bajo la mirada de un Nara que le reclamaba por su estado aún sin decir nada.

—Estoy bien —le dijo al pasar a su lado, mientras se retiraba el abrigo, tal como el protocolo demandara.

—Sí, claro.

Ambos entraron. Ella primero, mirando hacia el frente, sin hacer real contacto con nadie, aunque recorriera de reojo a todos los presentes.

Sasuke hablaba con Kakashi, de pie a su lado, asintiendo ante cada precisa instrucción que este le brindaba.

Al otro lado del escritorio, de espaldas a ella, Seiyi recibía rollos de documentos desde un ANBU que portaba su máscara de perro y una venda en el antebrazo derecho. Seguramente era el integrante de uno de los grupos atacados.

Shikamaru carraspeó al detenerse junto a ella a un metro del escritorio, ejerciendo inintencionalmente de barrera entre ella y el Hyuga, un gesto fortuito e ignorado por todos que Sakura agradeció en sus pensamientos.

—La doctora Haruno, hokage.

Kakashi volteó su rostro para mirarla, saludando con un movimiento de cabeza. Lucía agotado, la noche también le cobraba cuentas a él, pero aun así tenía mejor semblante. Disimuló perfectamente el alivio que sintió al verla al fin, aunque su ceño se contrajera al encontrarse con ese rostro pálido que hasta robaba los colores desde los labios.

—En un minuto estamos contigo.

—De acuerdo, hokage —balbuceó con la voz más firme que logró articular en ese instante.

Seiyi apenas si la observó por sobre su hombro, dedicándole una mirada desinteresada, como si fuera cualquier otra persona y no ella, no la sumisa que había provocado.

Sakura sólo le asintió en saludo, pero no pudo evitar la molestia que le causó la fría actitud.

—¿Te sientes bien? —le susurró Shikamaru inclinándose apenas de lado.

—Sí. Sólo cansada.

—¿Quieres algo de beber? Está haciendo demasiado frío.

—Tráele un café bien cargado y dulce. Comenzamos en cinco minutos. —La orden del Hyuga fue precisa y no menos la mirada con la cual la observó cuando sus ojos se cruzaron unos instantes. El Nara asintió y salió en busca de lo pedido sin protestar, por más que no respondiera al sujeto, entendiendo que la situación no resistiría a ninguna de sus quejas.

Sakura respiró hondo agachando el rostro ni bien su compañero ninja dejara el espacio vacío entre ella y el imponente agente. No podía enfrentarlo en ese instante y evidentemente él tampoco lo buscaba porque volteó hacia Kakashi segundos después.

—Ya tenemos a todos los agentes ANBU en posición esperando órdenes, hokage.

—Perfecto —tamborileó los dedos sobre el escritorio antes de hablar nuevamente, como si dudara de las palabras que iba a soltar.— Sasuke, acepto tu propuesta. Dale curso a los equipos de vigilia y ataque. Son independientes, que no interfieran con los comandos de Konoha, solo soporte ante emergencias.

El aludido asintió, apretando el mango de la katana que colgaba a su lado en el cinturón. Era evidente el gusto que le brindaban esas clases de misiones, Sakura podía leerlo en esos ojos indescifrables para todos menos para ella, no en vano había estado pendiente de él por tanto tiempo, aunque ahora sólo los uniera el mutuo cariño y respeto como compañeros de equipo.

Soltó la capa y cuando ésta lo cubrió, saludó a los presentes para retirarse a paso firme a cumplir con las órdenes de su hokage.

Sakura lo siguió con la mirada para luego reclamarle a Kakashi.

—En menos de dos semanas nacen y-

—Él sólo coordinará. No se irá de la aldea. Lo necesito aquí.

—Ok —suspiró.

Ese solo arrebato le había agitado más de lo que le gustaba, robándole energías a su estabilidad. Se tambaleó apenas, pero pudo mantenerse en el lugar abriendo levemente las piernas para aumentar la base de apoyo, movimiento que no pasó desapercibido para ninguno de los dos varones, quienes la observaran atentos, desafiando territorio.

—¿Estás bien, Sakura?

—Sí, hokage.

Este miró a Seiyi.— ¿Donde está Shikamaru?

—Fue a buscar un café para la doctora Haruno.

—¿Quién-

—Yo lo envié, Kakashi. Es evidente que ella lo necesita.

Kakashi endureció la mirada sobre el Hyuga, pero no le reclamó. Estaba en lo cierto, aunque no le gustaba ni un ápice que quien la cuidara fuera su amigo y no él.

—Ni bien llegue, comenzamos.

El ambiente se tornó tenso en ese instante, sólo la carraspera de Seiyi se dejó oír antes de que el Nara cruzara la puerta con un pequeño vaso de tergopol, conteniendo la bebida esperada.

—Perdón la demora. Hay mucha gente y...nada —optó por callarse ante la furiosa mirada del hokage.— Sakura, aquí tienes.

Ella asintió agradeciendo con una sonrisa y bebió de la caliente infusión. Se quemó apenas los labios pero no le importó. Realmente lo necesitaba, no sólo el azúcar ni la energía del café, sino el extremo calor de la bebida. Sentía que se congelaba, aunque el ambiente fuera agradable.

Se concentró en su bebida por unos segundos, ese par de sorbos que calentaron su boca, hicieron maravillas al pasar por la garganta. No se había dado cuenta de cuánto lo necesitaba hasta que lo obtuvo, y no pudo evitar mirar de reojo a Seiyi, en un gesto involuntario de agradecimiento. En definitiva, él lo había sugerido. Pero no pudo hacerse con su cometido, éste ni reparaba en ella, siendo el hokage quien reclamara advirtiendo la escena.

—Si estás mejor, me gustaría escucharte.

—Sí, perdón hokage sama.

Apoyó el pequeño vaso en el escritorio, extendiéndole ahora el abrigo a Shikamaru, quien se lo solicitaba para que estuviera más cómoda.

—Mañana le alcanzaré el reporte completo, detallando heridas, tratamientos y causas de... muerte. Aun Shizune no está en condiciones para llevar adelante las autopsias.

—Entiendo.

—Bien. —Apretó las manos que colgaban a sus lados en un puño, meditando las palabras a utilizar. Nunca se había sentido tan lenta de pensamientos, como si las ideas que quisiera transmitir simplemente no se armaran en frases coherentes. Respiró hondo un par de veces, reparando apenas en la impaciente mirada de su sensei, una que no buscaba apurarla, sólo saber más de su propio estado.— Recibimos siete heridos. Tres por armas tradicionales. Ya están tratados y fuera de peligro, pero quedaron en observación hasta mañana.

Respiró hondo tambaleándose apenas, logrando disimular el malestar que la invadió repentinamente al llevar el peso de su cuerpo hacia la otra pierna.

—Sakura, ¿te sientes...?

—¡Estoy bien! —apuró a responder al Nara— Estoy... bien. — levantó el mentón brindándose seguridad para seguir.— El resto, cuatro ninjas de diferentes edades y rangos, uno de ellos el médico del grupo, presentaban heridas de ataque por las varas. Dos de ellos, además, tenían heridas cortantes. Fueron tratados por ambos tipos de ataque.

—¿Se utilizó el negatiboru como tratamiento?

—Sí, hokage.

—¿En qué niveles?

—Los más altos que cada médico pudo aplicar.

—Porcentaje de efectividad util-

—¿Qué nivel utilizaste tú? —interrumpió Seiyi.

Ella lo miró con sorpresa por unos segundos, el arrebato había cortado a su superior, pero tuvo que bajar la mirada ante la dureza con la que él la detallaba. Sabía que no era una simple pregunta y no podía no responder, en esas circunstancias el Hyuga también podía oficiar de autoridad.

—Cuarenta y dos. Creo.

La mirada de Kakashi se posó dura en ella en ese instante. Shikamaru no entendía demasiado de la situación, pero no era tonto y claramente percibía que había sido algo peligroso.

—¿Cuántas veces? —la voz de Seiyi la sobresaltó.

—Sin mi tratamiento no hubieran-

—Pregunté cuántas veces, Sakura.

Respiró hondo una vez más. El gesto le molestaba y buscó con la mirada a Kakashi como aliado, más este no estaba de su lado, reclamando por la misma respuesta ahora.

—Cuatro —dijo al fin.— Una vez por cada... paciente.

Fue responder y agachar la mirada a sus manos, como si la confesión representara una indiscreción. Pero no lo era, y aun siendo peligroso sabía que había sido la mejor decisión que pudo tomar cómo médico a cargo.

Tragó duro sintiendo que su cuerpo era azotado una vez más por un escalofrío. La espalda le sudaba y el estómago se apretó en un leve vuelco. Sentía que las fuerzas la abandonaban y optó por echar mano rápidamente a ese pequeño vaso con café, bebiendo un sorbo que le ofreció el alivio temporal que buscaba. Todo debajo de la dura mirada del hokage y el Hyuga, quienes reparaban en cada detalle, siendo Shikamaru quien ahora se preguntaba qué demonios sucedía allí.

—¿Y por qué trataste a los cuatro? —la increpó nuevamente, con impaciencia en la voz.

—Agente Hyuga, se tuvo que-

—Había otros médicos. ¿Por qué trataste a los cuatro tú?

Sakura miró a Kakashi, quien sólo reparaba en el agente frente a él siendo completamente ignorado por este. Pero no lo detenía, dejándole nulas opciones para no responder.

—Porque el nivel de partículas era altísimo y el resto de médicos apenas si alcanzaban el nivel siete.

—Eran casos perdidos entonces.

Sakura entrecerró el ceño en ese instante. La furia le anidó en el pecho. Seiyi no sabía del tema ni tenía la preparación suficiente como para lanzar ese juicio.

—Seiyi —le llamó con firmeza, saltando el respeto del rango— , el médico soy yo. Y yo decido si un caso está perdido o no. Y esos eran mis pacientes. No iba a abandonarlos si había una posibilidad, aunque fuera mínima.

La mirada de la pelirrosa se volvió dura sobre el Hyuga, pero este no se movió de su posición, aunque por dentro una sonrisa de satisfacción se dibujara junto a la necesidad de tomarla de los cabellos para colocarla sobre su falda, y propinarle el castigo que merecía por no cuidar de la única persona que a él le importaba: ella.

—Porcentaje de efectividad del tratamiento, Sakura.

Ella pestañeó al escuchar a su sensei demandar por atención, y desvió rápidamente la mirada hacia él.

—Cien por ciento, hokage. Pudimos eliminar todas las partículas de cada paciente. Aunque estamos de acuerdo con Shizune que hay que refinar el jutsu, ya que desestabiliza demasiado al emisor. Sin contar con que las partículas se volvieron más... astutas.

Kakashi entrecerró el ceño.

—Explícate.

—Detectamos que aprendieron a esconderse del jutsu de inspección. Y se mueven rápido dentro del cuerpo disimulando su energía detrás de los canales de chakara de la víctima. Ya hablamos de perfeccionar el jutsu de inspección también. Vamos a estar trabajando en ello.

—Bien. —Kakashi miró a Shikamaru quien tomaba notas de todo lo informado, antes de volver a ella.— Quiero el martes a primer hora, en mi despacho, los reportes detallados de lo que explicó, doctora.

—Sí, hokage. Estoy en eso.

—Cada caso, cada tratamiento aplicado, niveles de cada justu. El consejo demandará de esos detalles.

Ella asintió y en ese instante tuvo que cerrar los ojos cuando un nuevo escalofrío la azotó, palideciendo más su semblante.

Seiyi se percató de ello, atento únicamente a cada movimiento de la pelirrosa desde que comenzara a hablar, y optó por acercarse unos pasos. No la veía bien, lucía similar a cuando lo tratara a él, pero más exhausta. Sin hablar de que la emocionalidad de la joven fluctuaba entre el enojo y la desazón, producto de la intensa sesión de la noche. Si dependiera de él, Sakura estaría en ese momento en su cama, arropada, acariciada, contenida; aunque con ello violara todas las reglas de sus profesiones.

—Pero eso... —respiró hondo para calmarse, se sentía como el demonio— No es ...todo, hokage.

Kakashi la observó.

—Descubrieron que tenemos un tratamiento. Y van por los médicos.

—¿Cómo dices?

—Los cuatro ninjas que tratamos, estaban defendiendo al médico. Recibieron más de un ataque por vara, además de heridas con kunai. Había ensañamiento.

Kakashi meditó sus palabras. Ella brindó con su silencio el espacio para que así lo hiciera. Lo conocía y sabía que ahora vendrían más preguntas.

—¿En qué te basas para decirme esto?

—Hablé con el resto de los integrantes de los equipos, y ellos me comentaron que detectaron esa estrategia durante el ataque. —Se humedeció los resecos labios tomándose unos segundos. El estómago le daba vueltas, pero no podía flaquear.— Pero cuando me reuní con los otros médicos, me confirmaron lo que temía. Las partículas con las que hirieron a los cuatro ninjas que trajeron por atención aquí, no se sentían iguales, no eran las mismas que trataron efectivamente en otros heridos. No pudieron eliminarlas con el jutsu que le enseñamos. Sólo yo pude tener éxito.

—Por tu nivel.

—Sí —necesitó respirar hondo una vez más.— Lo que voy a decir es... una sospecha, pero no estaré tranquila sino la digo.

—Habla.

—Creo que están apurando su operación. Haber aplicado el negatiburo tan abiertamente, los desesperó. Creo que contaban con que no pudiéramos encontrar una forma de ...curar a los heridos. Y ahora saben que podemos combatirlos, sin contar con que Shizune junto a Sasuke, están muy cerca de terminar una contraofensiva sobre las varas. Si logramos eso...

—¿Crees que saben de eso también?

—No, pero sí del tratamiento. Estoy segura. — tragó duro apretando los puños para darse fuerza — Y estoy convencida de que mejorarán el ataque, lo que es un problema. Si la efectividad de las partículas sube de nivel, no vamos a poder responder, estaremos como al principio, ya que la mayoría de los ninjas médicos no tendrán el suficiente chakra para hacerlo. Son pocos los que...manejan tanto.

—No son pocos. Eres sólo tú, Sakura —acotó Seiyi, con una voz que comenzaba a ablandarse en un dejo de angustia.

Cruzaron miradas con Kaksshi en ese instante, coincidiendo en la declaración.

—Con Shizune... haremos pruebas. Ya tenemos varias ideas. Pero necesitamos... tiempo—se tambaleó apenas, optando por dar un par de pasos más cerca del escritorio para sostenerse de el, apoyando ambas manos abiertas. Seiyi reaccionó acercándose más, no la veía bien.— Y necesitamos a... Sasuke. Él conoce mucho sobre las... varas.

—De acuerdo —Kakashi miró a Shikamaru en ese instante, captando la atención de este— Cuando regrese Sasuke, lo mandas directo conmigo. Comunica al resto de los comandos en el campo, que escondan a los médicos y no desplieguen tratamientos si hay insurgentes cerca. Tienen orden de matar sin prisioneros.

Shikamaru asintió y se retiró de inmediato a cumplir las órdenes.

Seiyi hacía lo mismo con el ANBU de la máscara de perro, quien seguía cada una de sus instrucciones. La observó a Sakura por unos segundos cuando Seiyi le encargara la última misión, saliendo por la ventana tras esta.

Kakashi y el Hyuga cruzaron miradas al quedar a solas, acercándose a Sakura quien ahora respiraba hondo con la cabeza gacha y los ojos cerrados, sosteniéndose del escritorio.

—Sakura —la voz de Kakashi la sobresaltó cuando éste se puso de pie— ,buen trabajo.

—No... —balbuceó— Murieron, Kakashi. Ellos...murieron.

Seiyi contrajo el ceño, acercándose más a ella por el otro lado.

—Ellos...no pude salvarlos.

—No siempre se puede salvar a todos, Sakura.

—¡Pero yo sí! — levantó la mirada de repente, alternando entre Seiyi y Kakashi. La que hablaba no era la ninja. Tampoco el médico. La que hablaba era la mujer, esa sensible mujer que los enloquecía y que ahora parecía desmoronarse frente a ellos intentando demostrar la fortaleza en el temple, que su cuerpo ya no tenía.

—El hokage tiene razón, Sakura. No te exijas de esa forma.

—¡No es exigencia! ¡Yo podía! Necesitaba tiempo... necesitaba...

Las lágrimas comenzaron a caer y en ese instante sus rodillas cedieron.

Seiyi, que estaba más cerca, reaccionó de inmediato sosteniéndola al cargarla entre sus brazos.

El cuerpo de Sakura relajó todo su peso lánguido. El semblante pálido sólo era cortado de vez en cuando por las pesada lágrimas que dejaron surcos marcados sobre la reseca piel.

—¡Por aquí! —gritó Kakashi, arrojando al suelo los abrigos y pergaminos que habían utilizado improvisadamente el sillón de dos cuerpos como perchero o repisa— ¡Recuéstala, rápido!

—¿Tienes algo dulce, Hatake?

—Tengo.—corrió a su escritorio sacando del último cajón los caramelos que siempre tenía a mano para algún niño, tal como Sakura le recomendara cada que podía. La imagen del hokage debía mantenerse en alta estima, hasta de los pequeños.

La joven apenas si gimió cuando Seiyi terminó de acomodarla sobre el mullido sofá, retirando el brazo que sostenía la cabeza con cuidado. La observó moverse, contrayendo el ceño molesta. Lejos de preocuparle la reacción, le tranquilizó. Por lo menos ella estaba consciente, y en el tiempo en que el peliplata se demorara en quitar el envoltorio del caramelo para comenzar a empujar el dulce dentro de la boca de la chica, le escaneó el cuerpo con el byakugan.

—Sus niveles de energía son alarmantemente bajos, Kakashi.

Este no dijo nada, sólo le giraba apenas el rostro de lado para que no se ahogara con el dulce, mientras le cerraba la boca.

—Mastica, preciosa —ella volvió a gemir cuando le apretó apenas los cachetes para estimularla— ,vamos... — y le acarició la mejilla retirándole los cabellos en el instante en que comenzó a mover su quijada obedeciendo.

Seiyi, de rodillas a su lado, simplemente la observaba.

—Tengo...frío— balbuceó, aún con su semblante pálido.

Kakashi se levantó a buscar la capa del hokage que yacía en el perchero, mientras Seiyi recogía los abrigos del suelo, para acomodarlos sobre el cuerpo de la joven cubriéndole primero el torso y luego las piernas. Fue Kakashi quien terminó de arroparla con la enorme capa, la cual dispuso encima de toda la ropa, frotándole los brazos por arriba.

—¿Mejor?

Ella asintió apenas, sin abrir los ojos, mientras deshacía contra el paladar el dulce.

—Le vendría bien una bebida caliente.

—Llama a Shikamaru —ordenó Kakashi, sentándose en el borde del sillón sin intenciones de alejarse de ella.

Seiyi la observó unos segundos. Sabía que quedaba en las mejores manos, aunque no fueran las suyas, y de inmediato se dirigió fuera de la oficina a llamar al joven secretario.

—Preciosa.

Ella abrió los ojos pestañeando pesado, mientras su respiración, que en bocanadas profundas y pausadas buscaba el alivio, iba calmándose poco a poco.

—Sensei —dijo al fin.

—¿Cómo te sientes?

—B-bien —y se removió molesta.

—No me mientas.

Ella se humedeció los labios, pasando luego el caramelo de un lado de la boca hacia el otro. Tragó duro un par de veces, llevando esa saliva endulzada al estómago el cual se revolvió al sentir el espeso líquido. Frunció el ceño apretando la boca para contener la arcada.

—No me... siento bien.

Kakashi sonrió, sólo en reflejo de lo rápido que ella respondió y para transmitir esa falsa tranquilidad que los ojos verdes que lo miraban buscaban.

Le acarició el cabello, antes de bajarse la máscara y depositarle un dulce besos en los labios.

—Tranquila, debes descansar y recuperarte.

—¿Me... abrazas?

No dijo nada, sólo reaccionó ante el pedido moviéndola apenas para darse lugar y recostarse a su lado, pasando un brazo por debajo de los hombros, para con el otro atraerla a su pecho. La estrujó suavemente contra él, mientras acomodaba la capa que se había caído en el traqueteo, y cubrir nuevamente los hombros. Un beso fue a parar a la rosada coronilla antes de subirse la máscara, y volver a apretarla contra él.

—De verdad hiciste un buen trabajo. Estoy muy orgulloso de ti. Pero te arriesgaste demasiado, vamos a tener una conversación sobre esto.

Ella sólo esnifó conteniendo las lágrimas. Aún le pesaban las tres muertes, pero se sentía tan aliviada de estar entre los brazos de su sensei al fin, que el pesar se agravó en un sentimiento más horrible. Porque ella, aun habiendo arriesgado demasiado, estaba viva, estaba sana, estaba junto al hombre que adoraba siendo acariciada y consolado por él. Levantó la vista en ese momento, para toparse con la calma sonrisa del peliplata y no pudo más que quebrar en llanto en ese instante, al caer en la cuenta que por sus fallas las familias de esos soldados jamás volverían a verlos sonreír. Y ella sí, y ella disfrutaría de esos besos, y agradecía que así fuera. ¿Tan egoísta era?

—No te castigues...—entrecerró el ceño ante esas palabras— ,te estás castigando porque esas personas murieron y tú estás bien, no puedes ocultar eso de mí.

Nuevas lágrimas rodaron pesadas, y la llevó a hundirse en el cuello de Kakashi, soltando un sollozo cuando se refugió allí.

—Preciosa, deja de sufrir. Sus horas habían llegado, tú retrasaste el momento. Porque hubieran muerto antes de no ser por ti. Y les diste tiempo.

—Muy poco.

—Les diste tiempo, cuánto no importa. —Le besó nuevamente la coronilla, con la máscara puesta, para susurrarle después— Eres la mujer más grandiosa que conozco, Sakura.

Ella sonrió con sus mejillas bañándose de lágrimas, y se removió para hundirse más en ese cuello que la impregnaba del aroma de Kakashi, ese aroma que tanto la tranquilizaba.

El sonido de la puerta al abrirse los sobresaltó. Kakashi se sentó rápidamente en el sofá, al lado de ella para guardar las formas ante ojos intrusos, cuando vio entrar a Seiyi con el café caliente entre sus manos.

—Tu secretario no estaba, así que lo preparé yo.

Kakashi alzó una ceja.

—¿Sabes preparar café?

Sakura carcajeó por la ocurrencia, esnifando mientras se secaba las lágrimas.

—Se me da bien. Como a ti hacer llorar a hermosas jóvenes.

Kakashi le arrojó una mirada de hielo, la cual templó cuando oyó la pequeña carcajada nuevamente.

—Toma, Sakura. Bebe rápido antes de que se enfríe. —Ella asintió buscando incorporarse, antes de que Kakashi le ayudara colocando unos almohadones detrás de su espalda, para luego taparla lo más que podía con las prendas que funcionaban de mantas.— Será el mejor café que has probado en tu vida.

Ella sonrió antes de beber el primer sorbo, que la llevó a fruncir la nariz y apretar los labios.

—¿Ves? Te lo dije —aportó con sorna Kakashi.

—¡Eh! No seas así. Demasiado hice con el café barato que dejas comprar, hokage tacaño.

Ella sonreía mientras se forzaba a tragar el líquido. Cada sabor en su boca le producía asco, tragar significaba un gran esfuerzo.

—Respira hondo si no quieres devolverlo.

—¡Sensei! —le reclamó Sakura, ya con mejores colores.— Y no está feo, Seiyi. Sólo demasiado dulce.

—¿Viste?— Seiyi lo señaló sonriendo con burla, mientras el peliplata rodaba los ojos hastiado.

—No te alegres tanto, lo dice por simple cortesía.

Ella negaba mientras apoyaba nuevamente la taza en sus labios respirando varias veces en un intento de tomar fuerzas para beber sin arcadas. Necesitaba el líquido en su sistema, pero lo toleraba a duras penas.

—Bebe más, Sakura. Te hará bien.

—No la fuerces, Seiyi.¿Quieres matarla?

—Quiero que se mejore. —El Hyuga le sonrió con sorna para luego observarla demandando con los ojos.— Y no está feo, ya lo dijo.

Ella apenas carcajeó divertida, mientras deslizaba un nuevo sorbo dentro de su boca, y fue tragar para que la arcada incontenible que vino después le hiciera apretar los labios tapándose la boca con una mano cuando el cuerpo se le fue hacia delante.

—¡Sakura! —Kakashi se inclinó hacia ella mientras Seiyi le quitaba la taza de la otra mano, dejándola en el suelo antes de sentarse a su lado.

—¿Qué sucede?

Se mantuvo unos segundos en esa posición, reteniendo el líquido en su boca antes de tragarlo nuevamente. Y luego respiró hondo por su nariz un par de veces antes de retirar la mano, enderezándose al apoyar pesadas sus espaldas en los almohadones.

—¿Mejor? —le preguntó Kakashi mientras le quitaba los cabellos del rostro. Ella le asentía con los ojos cerrados, bajo la atenta y preocupada mirada del Hyuga, quien contenía las ganas por acariciarla también.

—Sí... —balbuceó.

Kakashi la observaba. La piel se sentía nuevamente fría debajo del tacto de sus dedos. Y los escasos colores que apenas habían tonalizando las mejillas, desaparecieron nuevamente.

—¿No toleras alimentos? —le preguntó Seiyi.

Ella negó.

—¿Cuándo comiste por última vez? —fue el turno de Kakashi y ella lo miró con preocupación confirmando su sospecha— No comiste hoy, ¿no?

Asintió.

—¡Mierda! ¡Cuatro sesiones de negatiboru sin alimentos! Y luego de... ¡mierda!

En ese instante, Shikamaru entró a la oficina sin golpear, deteniéndose por unos segundos con el ceño contraído por la escena que encontró. Tanto el hokage como el alto mando de los ANBU, sentados en el enorme sofá con una Sakura de por medio cubierta de abrigos, rodeándola como si cuidaran de una joya.

Si no supiera la historia del hokage y su alumna, tranquilamente pensaría que allí se daba una disputa por la joven. Pero rápidamente apartó esos pensamientos, aun sabiendo que muy pocas veces se había equivocado en sus impresiones.

—Hokage sama, el consejo lo espera. Están al tanto que ya habló con la doctora Haruno y quieren que le explique el panorama completo —la miró.— No confían en el jutsu oscuro elegido por ella.

—Pero...—quiso protestar Sakura, pero él la calló apoyando su mano en la rodilla por sobre todos los abrigos.

—Tranquila —y lo miró con dureza.

—No lo dije con malas intenciones, lo sabes.

Asintió apretando suavemente el agarre en ella, antes de ponerse de pie con el ceño contraído.

—Creí que ya no iban a venir.

—Esperaba lo mismo, de verdad —suspiró con desgano, dejando escapar una queja tan pesada, que menos no sería típica de él.— Pero no. Aquí están.

—Diles que en cinco minutos voy. Adelántate.

Shikamaru rodó los ojos. Sabía que el gesto no era respetuoso, pero estaba cansado. Además de ser domingo y tener que obligadamente levantarse temprano, el día había transcurrido intensamente, y ya no tenía ganas de disimular su naturaleza. Tener que lidiar con el concejo, era el límite que no quería cruzar, y debería hacerlo. Realmente le caían mal esos ancianos.

—Sí, claro —miró a Sakura ahora.— ¿Te sientes bien?

Ella asintió aunque su respuesta no fuera convincente en absoluto.

—Trata de no demorar, los ánimos no son los mejores. Ya saben de las muertes durante el tratamiento, hokage sama.

Sakura se removió inquieta y quiso replicar, pero la mirada de Kakashi la detuvo.

Se frotó el rostro con ambas manos, sin responder a la provocación. El cargo pronunciado por esos labios no había sido en tono respetuoso, pero poco le importaba. Él se sentía igual de hastiado, sino más.

Caminó hacia el escritorio pensativo, dándole las espaldas a todos mientras perdía la mirada a la nada, y Shikamaru no tuvo más opción que retirarse a cumplir con lo pedido, dejando un peliplata disgustado y preocupado.

—Si quieres, te cubro —dijo Seiyi ni bien cerraron la puertas, sin dejar de observarla.

—Sabes que esperan al hokage.

—Conozco todas las estrategias y protocolos. Puedo tomar decisiones con ellos.

El pelitplata se pasó una mano por el cabello mientras suspiraba mirando el techo. No iba a decir que la idea no era tentadora, quería quedarse con ella por sobre todas la cosas, era su prioridad como amo, como hombre. En esos momentos Sakura lo necesitaba más que nunca, no sólo por la contención que demandaba por la sesión nocturna, sino por todo lo vivido. Había sido fuerte y un duro revés para su profesión el cual llegaría eventualmente, pero mezclado con todos los sucesos del día no ayudaban demasiado, aumentando al triple cualquier sensación o juicio dado a su estado emocional. Pero la aldea y esa amenaza de guerra que venía persiguiéndolo le demandaban, haciéndole odiar más que nunca el cargo en el que se vio forzado a continuar hasta que Naruto estuviera listo.

Respiró hondo colocando las manos en sus caderas, buscando qué hacer, cuando Seiyi se acercó a él.

—Sígueme —le dijo, adelantándose hacia el ventanal.

—No puedes dejarla sola —arremetió en tono bajo cuando llegó a su lado.— Ya le revisé dos veces los canales de chakra, y están bajísimos. En algunos casi no hay circulación

—¿Cómo?

—Se arriesgó demasiado, Kakashi. Vas a tener que frenarla de alguna forma. Sus intenciones son nobles, pero asume demasiados riesgos. —El peliplata la observó por sobre su hombro.— Pero no ahora. Ahora debe recuperarse —le tomó del hombro apoyando la mano pesada, apretándolo para llamar su atención. — Voy yo con el consejo, tu llévatela a tu casa y hazla dormir.

—¡Mierda Seiyi, no me digas eso!

—Eso que te digo es lo que debes hacer.

—Sabes que si hago eso con el consejo, se irán contra ella. Lo sabes mejor que yo.

Seiyi apretó los dientes bajando la mirada por unos segundos. En eso, su amigo tenía toda la razón, sabiendo que quizás esa acción podía costarle la carrera a la pelirrosa. Los ancianos eran desconfiados, lo que no lo hacía incorrecto pero, en este caso, le jodía. Por que sabía que la médico estaba por buen camino para combatir esa amenaza, solo necesitaba tiempo para refinar las técnicas. Y entendía que Kakashi pretendía eso.

—Lo sé. Sí que lo sé...viejos de mierda...

Kakashi desvió la mirada hacia el suelo mientras pensaba en una estrategia al igual que su amigo frente a él. Pero se quedaba sin opciones.

Dejarla sola no era una, y no asistir a esa reunión tampoco. Y pedirle a él que la cuidara en su lugar, aun siendo el hombre al que le confío la vida tantas veces sin que lo defraudara jamás, era una idea que le encendía hasta el último de los celos. No estaría tranquilo si optaba por ello.

El griterío en los pasillos acercándose rápidamente a su puerta, lo sobresaltó haciéndole llevar la mirada hacia la entrada. No entendía demasiado hasta que las voces se oyeron claramente.

—¡Viejos de mierda! —espetó Seiyi colocándole palabras a lo que él pensaba.

—Están aquí.

La voz de Shikamaru se alzó sobre las demás, deteniéndolos frente a la puerta y Kakashi entendió que si entraban y la veían en ese estado, la reprenderían de inmediato y cualquier esfuerzo por explicaciones sería en vano, sin considerar que ella no estaba en condiciones de enfrentarse a nada.

Miró a Seiyi por unos segundos. En esa mirada un pedido tácito se colaba, uno que no quería ser mencionado y que lo mantendría incómodo y encendido durante toda la bendita reunión.

Y sin esperar una respuesta, salió a paso duro al encuentro de esos hombres, antes que siquiera pudieran asomarse y verla.

El griterío se oyó más fuerte cuando rápidamente abrió la puerta para cerrarla en un golpe sordo al salir. Sakura dio un respingo en su asiento, aferrando con más fuerza la capa la cual llevó hacia su rostro para inundarse con el aroma de Kakashi, mezclado con el perfume del suavizante de la tintorería que mantenía los uniformes.

Y luego de unos segundos en los que la soledad le azotó, miró a Seiyi con una mueca de preocupación en sus pálidas mejillas y los ojos llenos de lágrimas, como si le hubieran robado todo el sustento.

Seiyi respiró hondo al cruzar con ella.

Le dolía ese dolor, y aun sabiendo lo que debía hacer, dudó, porque no entendía si era correcto decantar por aquel pedido no dicho, o tan sólo buscar a alguien más. Por primera vez en su vida dudó antes de acercarse a una mujer. Y no era por temor a lastimarla, sabía que no lo haría.

Temía por él.

La mirada de la joven volvió unos segundos a esa puerta, buscando una respuesta o tal vez tratando de entender que debía hacer. El hokage ya no estaba ni tampoco Kakashi. El sensei, el amo, no estaría para ella el resto de la noche, no podría. Y se sentía tan cansada, tan enferma que quedarse un minuto más allí y sola no tenía sentido.

Volvió hacia Seiyi, hacia ese apuesto hombre que ahora la observaba duramente, con el ceño levemente contraído, que de toda la galantería y seducción que le demostrara horas atrás, ya no quedaba nada. Y no le entendía, el porqué de ese cambio y si tan sólo jugaba con ella como... ¡Que ilusa! Se trataba de Seiyi, un seductor nato, un hombre acostumbrado a tomar lo que quisiera y a descartar, a quien le había propuesto ser amigos cuando claramente él solo buscaba algo de diversión con ella, una que no pretendía permitile encontrar.

Y sin comprender bien el porqué, la desilusión azotó su corazón.

Suspiró desviando la mirada hacia sus manos y luego a la taza de café en el suelo. El cuerpo le dolió cuando intentó moverse, aunque ya no sintiera demasiado frío. Había algo de alivio del malestar anterior, y comprendió que ese era el mejor momento para reunir las escasas fuerzas que tenía y ponerse de pie para al fin salir de allí.

Se iría a su casa lo más rápido que sus piernas le permitieran, un baño caliente y a la cama por lo que restaba de la tarde, la noche y quizás el día siguiente.

Miró hacia donde se encontraba el agente una vez más. Este ya ni reparaba en ella, ahora la mirada se le perdía en la ventana hacia la calle. Y le dolió una vez más, aunque era mejor así.

Se quitó la pesada capa y los abrigos, estirando las piernas para tocar el suelo. Apoyando las manos abiertas en el sofá, mentalmente contó hasta tres y se puso de pie en un doloroso respingo quedándose quieta por unos segundos, hasta constatar que su cuerpo mantenía el equilibrio. Buscó con la mirada su propio abrigo, encontrándolo revuelto entre los que le sirvieron como mantas, y se inclinó a recogerlo. Jaló apenas y ese simple esfuerzo demandó de ella más energía de la que tenía, estremeciéndola en un mareo que le debilitó las rodillas. El suelo era el destino que apreciaron sus ojos, cuando ninguna otra extremidad respondió para detener el desenlace de su debilidad, más nunca llegó a el.

—¡¿Qué haces?! ¡¿Por qué te levantas?! —la voz dura de Seiyi le reclamaba a escasos centímetros de su rostro, mientras la mano que la sostenía se cerraba sobre su bíceps.— ¡Estás débil, maldita sea! ¡¿Qué más quieres demostrar?!

Y no pudo hacer más cuando sintió que la tomaba por las piernas y los hombros para alzarla nuevamente, recostándola en el sofá segundos después.

—¡Deja de ser tan terca y quédate quieta! —con brusquedad comenzó a buscar los abrigos para extenderlos sobre ella— ¿Que mierda querías hacer?

—Irme a ...

—¡A dónde! ¿Eh? —le recriminaba a gritos, con verdadero enojo mientras sellaba los sacos con la capa.— Estás helada, débil, ya casi el chakra no fluye por tus canales.

—Seiyi...ya...

—¡¿Pretendías entrar en hipotermia afuera?!

—Déjame...—la voz se le quebraba mientras intentaba alejarlo a empujones, aunque no se sintieran más que suaves caricias. Pero él ni reparaba en ello, mientras la arropaba enérgicamente tomándole los brazos para meterlos nuevamente debajo de las improvisadas mantas.

—¡Debes cuidar más de ti misma!

El sollozo que escapó desde la joven lo llevó a alzar la mirada a ella, encontrándose con ese pálido rostro empapado en lágrimas, que contenía los demás sonidos del llanto tras los labios fuertemente apretados.

Respiró hondo deteniéndose, relajando el enojo en su mirada, uno que había surgido del terror que le invadió cuando la vio desvanecerse una vez más frente a él.

—No llores.

Ella negó cerrando los ojos antes de voltear el rostro hacia un lado para que no la viera. Le dolía todo, el cuerpo, el alma, la derrota de esa madrugada. Tener su sensei lejos potenciaba cualquier sensación tornándola en insoportable, y ahora el enojo de ese hombre, quien representaba un desafío en su vida, la devolvían a las épocas en que, como genin, se sintiera poco menos que un estorbo.

Seiyi se sentó en el sofá, corriéndola un poco con las caderas para que le diera espacio, momento que ella aprovechó para girar y quedar de espaldas a él.

—Preciosa...

Ella negó hundiendo más la cabeza en la capa, ocultando el llanto más que su rostro. No quería que la viera ni le hablara, aunque lo segundo no podía controlarlo y no tenía fuerzas para reclamarlo.

Seiyi respiró hondo entendiendo que había sido el peor hombre al comportarse así con una mujer que se encontraba con su emocionalidad fuera de control, y por más de una razón. Y le dolió. Más por ser con ella con quien había errado, que por el error en sí.

—Sakura, no quise ser grosero. Sólo que-

—Pero lo fuiste —le dijo con voz apagada por las telas que la cubrían.

—¿Cómo?

—¡Que lo fuiste, dije!

—Sí —asintió mordiéndose el labio— ,y me disculpo.

Ella sollozó un par de veces sin moverse del lugar, esperando que él al fin se levantara y se fuera de allí. Ya no le debía nada y no tenía nada que hacer con ella por el momento. Esperaría en soledad a su sensei por el tiempo que demorara, kas pocas fuerzas que creyó tener para partir, ya la habían abandonado. No tenía otra opción más que descansar en ese lugar.

Pero contrario a lo que esperó, él no se movió de su lado. El peso no cambió sobre los almohadones. Sólo lo oyó suspirar un par de veces y nada más.

Con cautela, y secándose las lágrimas con las manos, poco a poco giró nuevamente a él, encontrándose con esos profundos ojos negros que ahora la observaban consternado. Y se quedó allí unos instantes, perdida en esa mirada, buscando entender qué demonios pasaba por la cabeza de ese hombre. Entender por qué ella lo sentía tan cerca luego de que descubriera que el Conde que buscó dominarla y seducirla esa noche era él, su paciente, y a la vez tan lejos y frío que la abrumaba.

No notó que la mano que se apoyaba sobre el almohadón al lado de su cabeza ahora se encontraba con su rostro, y fue tarde cuando reaccionó ya que cada lágrima que olvidó secar ahora eran arrancadas con dulzura por esos dedos que la acariciaban.

No dijo nada, aunque hubiera querido preguntarle qué hacía.

Tampoco habló cuando él le sonrió, y esa sonrisa contagió la suya, respondiendo una vez más a ese hombre que de ella era únicamente el acuerdo de un nuevo amigo cargado de misterios por descubrir, pero que no se sentía en absoluto así.

—Me asustaste —confesó al fin.

—¿Qué?

—Tu chakra está débil, muy débil. Y te desvaneciste dos veces, Sakura.

—Sí... lo sé, es el negatiboru que-

—Debes cuidar más de ti misma, Sakura. No quiero que vuelvas a hacer algo así sin medir tu salud.

Ella entrecerró el ceño pero no pudo evitar asentir. Él no podía mandar en su vida, no podía pedirle algo así, y sin embargo sentía que era correcto que lo hiciera. Y más aún, que ella siquiera lo considerara.

El pulgar que ahora retiraba la última lágrima, encontró el camino hacia sus labios, surcándole el inferior con suma delicadeza, mientras con la mirada recorría el rastro que trazaban sus dedos, porque su boca no debía.

—¿E-estás enojado con... conmigo?

Fue esa vocecita y esa pequeña pregunta la que rompieron el embrujo tortuoso del momento, y llevaron sus ojos de esa boca hacia la mirada jade apenas enrojecida por el llanto, y opacada por el cansancio.

—¿Cómo dices?

—Que si estás enojado conmigo.

—Quisiera estarlo, créeme.

—¿Lo quieres?

—Pero no puedo, así que no te preocupes.

Ella asintió respirando hondo, mirándole ahora los labios que apenas se le estiraron en una media sonrisa cuando la apreció observándolo.

—Pero estás molesto.

—Sí, pero no me hagas caso.

—¿Es por anoche?

La miró en ese instante.

El corazón se le aceleró, aunque pudiera disimularlo. No esperaba que ella, en ese estado, trajera la noche a la conversación, y a ese arrebato de dominación que lo llevó a tocarla a través de su esclava.

—No.

La vio morderse el labio. Sabía que estaba intrigada. Él simplemente enloquecía. La tenía tan cerca, tan suya. Y tan lejos.

—Fue muy...fuerte y yo-

—Shhh.

Ella contrajo el ceño e iba a reclamarle cuando él negó silenciándola.

—No es momento. Debes descansar.

—No puedo.

—Estás exhausta.

—Pero tengo frío, y me siento... mal.

Seiyi respiró hondo vacilando, pero no por demasiado. Con un movimiento de cabeza le pidió que se moviera más hacia el respaldar dándole espacio para él.

Con duda ella obedeció entendiendo al fin que era lo que él iba a hacer cuando lo vio levantarse a apagar las luces para luego recostarse a su lado.

—Ven —le dijo, extendiendo el brazo para que ella lo usara de almohada.— Acércate más, no muerdo.

—Sé que no muerdes.

—¿Seguro que lo sabes?

—No, pero elijo confiar.

Él carcajeó apenas. La chica era ocurrente y si bien ganas no le faltaban, la confianza sobre él esa noche era correcta. La sintió acercarse apenas hasta que la envolvió con el otro brazo jalándola contra su cuerpo.

—Así, ¿ves? De esta forma podré darte calor.

Ella asintió relajándose. Enseguida el contacto con Seiyi le permitió sentir la temperatura de su cuerpo cortando los leves escalofríos que la recorrían una vez más. Se sentía bien, estaba increíblemente cómoda aun sabiendo en lo más profundo lo incorrecto en lo que hacía y en el lugar en donde sucedía. Pero la seguridad de Seiyi al obrar le robaron el temor a sus cavilaciones, dejándole espacio a un nuevo sentir y era la de la angustia al recordar los soldados muertos. Y las lágrimas volvieron a agolparse en sus ojos, cuando el nudo en la garganta fue dolorosamente insostenible.

Seiyi, concentrando su mirada en el techo para no pensar en quien tenía medio recostada sobre su cuerpo; la oyó sollozar apenas una vez más.

—¿Sakura? ¿Qué pasa?

—Nada —le dijo en un hilo de voz tratando de recomponerse.

—¿Y por qué lloras?

—Por nada.

—Claro.

—Sólo lloro. Qué, ¿no puedo?

—Puedes. Pero no debes. Tienes que descansar.

Hubo un pequeño silencio por un instante, uno que Seiyi consideró que había tenido el efecto esperado en ella, pero que pronto se rompió debajo de cientos de lágrimas que comenzaron a mojarle el chaleco del uniforme de ANBU.

—¿Sakura? —apenas levantó el rostro del posa brazos que le funcionaba como almohada, buscándola con la mirada mientras la chica apretaba el rostro contra su pecho.— Mírame.

Ella negó, ganándose que, con poco esfuerzo, la corriera de su posición acomodándola de lado al repetir la misma acción en él quedando frente a frente. Y allí, con la mano que le tomó la mejilla hundiendo los dedos en el cabello, fijó ese húmedo rostro, al alcance de sus ojos.

—Mírame —le dijo nuevamente en un tono más duro, cuando la chica entornó los párpados sabiendo que esa era la última acción que le quedaba para huir del contacto.

Y cuando esos vidriosos ojos jade al fin se encontraron con los oscuros de él, no pudo evitar tener que suspirar para soportar todo lo que le causaba. Ella era en su vida todo aquello que estaba bien, pero que no debía estarlo.

—Déjalo ir. ¿Me escuchas? —asintió tímidamente — Ya pasó. Hiciste tu mejor esfuerzo y así debía ser. No tienes nada que ver en el desenlace.

—Te equivocas.

—¿Cómo? —entrecerró el ceño— ¿Osas a insultarme así?

—No te insulto. Pero... te equivocas.

—En qué, según tú.

—En que yo sí tuve... la culpa. Murieron porque no pude...—el sollozo que la avasalló cortó todas las palabras que le seguían en la frase.

—¿No pudiste morir tú para curarlos? ¿De eso tienes la culpa?

Ella lo miró en ese instante. Nunca había tenido en cuenta lo que él le decía, y era consciente de que lo que hiciera, con lo poco que conocía el jutsu oscuro, la había puesto en peligro. Era buen médico y sabía que su estado físico, ese malestar enfermo que la azotaba, nada tenía que ver con la noche intensa vivida con Kakashi. Fueron sus desmedidas acciones las que la tenían así, lo que en cierta medida le preocupaba ya que el bienestar no regresaba aún habiendo realizado cada una de las acciones que en el pasado le devolvieron la virtud tras unas horas.

—No eres tonta y sabes que eso es lo que te hubiera pasado si hacías más. —Ella intentó negar.— Y deja de insultarme porque bien sabes que puedo ver tu chakra las veces que quiera, Sakura.

Respiró hondo fijándose en sus ojos. Tenía razón, y la cercanía con él, con ese firme cuerpo que la cubría, contribuían a ese estado vulnerable.

—Por eso te digo que hiciste todo lo que un buen médico haría, quizás más. Utilizaste tus recursos al máximo, manteniéndote lo más íntegra que te salió.

Ella apenas si asintió.

—Pero jugaste al límite, Sakura. Dañaste tu salud, sé que temporalmente, pero la dañaste. Y no me gusta eso.

—Yo-

—Yo nada. No lo vuelves a hacer. ¿Entendido?

—No puedes-

—¿Pedirte eso? —ella asintió mirándolo a los ojos con algo de pena.— No te lo estoy pidiendo, preciosa.

El silencio se adueñó de ambos en ese momento. Ella trataba de entender, ¿acaso le daba una orden? Él simplemente la medía, disfrutándola de formas que ella ni siquiera podía imaginarse.

Los dedos que le tomaban el rostro se hundieron más en el cabello haciéndole reaccionar por la caricia. Y allí al fin pudo hablar.

—Entiendo.

Seiyi sonrió.

—Y ahora déjalo ir.

—No puedo, Seiyi. Me siento tan... como si no fuera nada. Nunca me había afectado tanto la muerte de un paciente y no se... no sé...

—Es normal lo que te sucede. — Le negó con dolor.— Sí, lo es. Estamos preparados desde muy pequeños para hacernos amigos de la muerte, a burlarnos de ella de vez en cuando. La ves a los ojos tantas veces que crees que ya la conoces y la puedes manejar.

Ella asintió con los ojos bien abiertos ahora, entendiendo cada una de esas palabras.

—Y nos olvidamos de que la muerte es una mujer. Una preciosa, terrorífica y terriblemente perversa mujer. La más dulce cuando nos sonríe y seduce, y la más amarga cuando nos voltea el rostro y nos demuestra que ella es quien nos tiene agarrado de las pelotas, y no al revés.

Sakura carcajeó con esa última frase, y Seiyi no pudo evitar sonreír ante la reacción, acariciándole la mejilla con el pulgar, perdiéndose nuevamente en esos labios que moría por probar.

—Pero cuando crecemos, cuando nuestros años se suman acercándonos más a ella, es cuando realmente se muestra tal cual es. Y allí, la amamos como se ama a esa amiga puta que nos deja joder con ella, divirtiéndonos a veces a su costa, y otras veces juntos. Aprendes a amarla o... a respetarla, pero nunca a ambas.—Suspiró recordando batallas perdidas, amigos que jamás volverían.— Como ninjas es fácil enamorarnos de ella cuando vamos ganando, y creo que lo entiendes bien. —Ella asintió una vez más. — Pero tú, pequeña preciosa, en tu segunda profesión, aprendes realmente a respetarla. Y allí es donde viene el problema, porque amar y respetar a un ser tan perverso como ella... — ahora ese pulgar se acercaba nuevamente a los labios, como también lo hacía toda su intención, que jalaba su boca al mismo lugar— ...es muy caro.

Se detuvo a escasos centímetros de ella, aun sabiendo que no lo hubiera detenido cuando esa pequeña boca se abrió apenas para recibirlo, mientras la mirada jade se posaba temerosa sobre los labios del varón.

Y le sonrió.

Una sonrisa de las que le robaban el aliento a Sakura.

Porque si no sonreía en ese instante, estaría besándola segundos después.

—No tienes idea de cuánto te admiro, preciosa. —el pulgar le acarició apenas el borde de la boca y luego bajó al mentón para impulsarla arriba obligándola a mirarlo a los ojos.— Y sé que compartes cada palabra que dije, aunque ahora sea difícil entenderlo. Eres tan... —apretó los dientes— ...tan endemoniadamente sensible y anoche...—tragó duro para calmarse y se tomó unos segundos apretando apenas el agarre en esa piel.— Debes descansar. Cuando despiertes, verás todo con claridad.

Ella asintió y no pudo más que suspirar, aunque ese aire se entrecortara al salir de su boca.

—Duerme.

Intentó acomodarse mejor al girar hacia arriba, pero el agarre de Sakura en su brazo le impidió correrse.

—¡No te vayas!

—No iba a irme.

—O-ok.

Se quedó en el lugar, recostado de lado, mientras ella fue la que se acomodara hundiéndose entre su pecho y el brazo que la rodeaba por arriba, y que pronto la apretó más hacia él. No lo corrió, al contrario, le tomó las solapas del chaleco entre sus dedos, metiendo el rostro allí, aspirando sin darse cuenta el aroma del varón el cual se le antojó embriagante con esas notas fuertes, amaderadas, mezcladas con la propia piel del Hyuga.

Seiyi cerró los ojos en ese instante, al sentirla tan cerca, notando el gusto de la fémina por su agarre. Y se mantuvo allí, apretando todos sus demonios en un rincón, hasta que la sintió respirar lento y pesado, azotada de vez en cuando por cortos espasmos de los agarrotados músculos relajándose.

Y recién allí se permitió respirar hondo, acomodándose para quedar boca arriba, llevándola hacia su pecho para que no se saliera del contacto que tanto reclamara.

Dormir no era una opción para él. Le sería imposible.

Y sabía que debía resguardar el momento. Nadie que no fuera Kakashi debía interrumpir en el lugar, no si buscaba recuperarla. Cualquier intromisión sería nefasta para la chica, que ya había logrado bajar la guardia. Sabía que discutiría con Kakashi cuando llegara y los viera así, pero poco le importaba. Sólo ella.

Sacó lentamente el comunicador del bolsillo de su pantalón, y lo activó colocándoselo en el oído, a la espera de la voz de Watari que no se demoró en dejarse oír

—Señor.

—Quiero ANBUS custodiando las ventanas y la entrada a la oficina del hokage. Nadie entra, órdenes del Hatake.

—Bien señor.

—Envía un mensajero a Kakashi, está con el concejo en la sala de reuniones de la torre. Sólo él puede regresar a su oficina. Y solo él puede entrar cuidadosamente.

—Entendido, señor.

Y apagó el comunicador guardándolo nuevamente en el bolsillo.

Suspiró sintiéndola moverse apenas. Y recién allí pudo relajarse él mismo, cruzando el brazo libre sobre los ojos para taparse de la escasa luz que entraba desde las ventanas, y disfrutar al fin del breve tiempo que se le concediera para contener a la mujer que le estaba poniendo patas arriba la vida.


Holissss!

Bueno, cuando les dije que en este cap tendría mucho Seiyi, verán que no iba en broma, ¿no? jajajajaja... ya sé que hay carias a quienes no les gusta, pero es que a mí me gusta tanto y como que ya tiene vida propia, y él no se quiere ir jajajajajajajaja

Fuera de bromas, ¿que les pareció Seiyi este cap? Yo la verdad que lo ví tan amoroso y asi como medio inseguro, que hasta me dio ganas de abrazarlo. jajajajajaja... aunque la cosa no termina ahí, así que prepárense... je je je

Les dejo un besote enorrrrrme. Nos vemos el próximo miércoles.


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