Capítulo 32
La risilla aguda y divertida de Sakura, esa que se le escapaba cuando reía juguetona, entre tímida y descarada, le había encantado desde siempre. Desde que comenzara como su pupila, en aquellos tiempos en que prácticamente no reía tratando de proyectar una imagen más madura y adulta. Excepto las veces que se burlaba de un enamoradísimo Naruto, que no se cansaba de insistir.
Y ahora, debajo de su cuerpo, desnuda, transpirada, excitada, le resultaba hasta extasiante.
—Deja ya... de reír... y repite lo que... me dijiste.
—¡Nooo! — y carcajeó más fuerte cuando sus dedos arremetieron a moverse entre las costillas una vez más. — ¡Ya! ¡Ay! ¡Qué no doy más!
—Entonces... dilo...
Una nueva carcajada escapó de sus abiertos y sonrientes labios antes de que, ya lloriqueando, asintiera rindiéndose.
—Así me gusta, obediente.
Ella respiró hondo casi gimiendo para calmarse, y le hizo un puchero ni bien se acomodó.
—Quieres que lo repita para hincharte el ego, pero tú ni las gracias me das.— y bufó acentuando su rostro de cachorro abandonado.
—Si te hubiera dicho gracias, no estarías riendo ahora. Y no te hagas la otra, que sabes que tengo razón.
—Ummm... no sé, ¿eh? A lo mejor me gustaban tus gracias. Todo depende de cómo lo dices.
Kakashi carcajeó grave, negando mientras se mordía los labios para no comérsela, pero no se movió de su posición afirmando el pedido que iniciara el castigo de cosquillas. Y cuando tensó los dedos ante la demora de la chica, ésta tomó rápidamente una bocanada de aire para demostrarle que accedería, aunque mantuvo unos segundos el suspenso.
—¡Te amo!— dijo al fin.
Y él sonrió ampliamente antes de besarla.
—Te-a-mo. — repitió sobre sus labios antes de ser ella la que tomara las riendas del beso. Y cuando se separaran por aire una vez más, le susurró mirándole a los ojos con ilusión. — Te amo, sensei.
Su pecho parecía hincharse cada vez que la escuchaba. Esa voz modulada tan perfectamente para pronunciar las simples sílabas que conformaban esa tan simple frase, parecían un elixir cada vez que rozaban sus oídos. Parecían metérsele en el cuerpo y llenarlo de una energía que nunca antes había experimentado.
Y cuando ella reclamara por su respuesta con una pequeña mueca, fueron sus labios los que se movieron.
—Te amo, pequeña.
Sakura sonrió. Primero suavemente y luego, cuando su conciencia cayó en la cuenta de lo oído, todo el rostro se iluminó más que la preciosa sonrisa.
—Sensei-
—Te amo.
—Y yo a ti, sensei.
—Pero yo más.
—No, yo mucho más.
—Yo desde hace más tiempo.
Ella carcajeó sin poderle reclamar sobre esa verdad, sintiéndose plena, y se fijó en esa boca buscándola para fundirse en ella una vez más.
Era perfecto, era único. Era el momento que consumaba todos esos años de observarla desde las sombras, de sentirse jalado hacia ella aun cuando no entendiera que fuerzas jugaban para que su cuerpo la reclamara y su mente no dejara de pensarla, excusándose detrás de mera preocupación como su docente.
Pero ahora ya ni tenía sentido recordarlo. Todo ese tiempo vivido lo llevó al lugar en el que estaba, sobre ella, acariciándola, besándola con entrega, haciéndole el amor con la piel y las palabras. Ya todo era único y era de ellos.
Unos golpes apurados que retumbaron violentos, le hicieron entrecerrar el ceño. Abrió apenas los ojos sin cortar el beso y la observó. Ella no se percataba de nada, aun sonreía sumida en la caricia, así que optó por ignorarlo considerando que quizás fuera una jugarreta de los sonidos de afuera.
Y parecía funcionar, hasta que nuevos golpes insistieron.
Cortó todo contacto para girar su rostro hacia el sonido. No había nada. Sólo una...¿pared?
¿Cómo que no había nada? Juraba que en esa dirección estaba la puerta. Por ella había entrado a la habitación de juegos que ahora era ¿blanca?
Nuevos golpes ya más fuertes lo sobresaltaron. Ella lo esperaba con los labios hinchados, entregada a su capricho en una sonrisa acalorada, ignorante del sonido que ahora retumbaba sin cesar, como si alguien desesperadamente quisiera llamar su atención.
Kakashi despertó abriendo violentamente los ojos. Se sentía exhausto, agitado y no entendía nada. Esa no era la habitación blanca en la que se encontraba recién y ... ¿dónde mierda...?
El Lux.
Giró el rostro hacia la derecha y allí yacía dormida de lado, Sakura, cubierta hasta las caderas, con las sábanas negras de seda. Preciosa, con esa respiración tranquila y los labios cerrados. Los golpes le apuraron el despabilo cuando secos volvieron a repetirse, y reaccionó primero subiendo las sábanas para cubrirle hasta los hombros.
Se incorporó sentándose en la cama, respirando un par de veces para tomar fuerzas.
Aun oía en su cabeza las palabras que se repetían en el sueño que acababa de tener, porque ese había sido un sueño aun cuando Sakura sí se las dijera bajo el calor del sexo, las mismas que él mencionara en ese paraíso onírico y que jamás debía decir. La observó por unos segundos por sobre su hombro. Estaba tan hermosa...
Hasta que nuevos golpes reclamaron.
—Voy, voy...ya desperté. — la voz sonaba ronca, casi sin ganas, pero lo suficientemente fuerte como para que quien fuera el indiscreto, las oyera.—Ahí voy.
Y se puso de pie buscando el albornoz que colgaba de un perchero, cerrándolo en frente con el lazo al iniciar su camino pesadamente hacia la puerta. Tomó uno de los cubre bocas que siempre tenía a mano para tapar su rostro si la situación lo ameritaba, colocándoselo mientras caminaba.
Apoyó la mano en el picaporte, sintiendo como sus ganas jalaban hacia esa cama y a ese sueño en donde eran tan simples esas peligrosas palabras, cuya condena era la felicidad plena y el terror absoluto de sentir su vida pendiendo del capricho de otra a partir del momento de la confesión. Si tan solo Sakura no lo hubiera dicho en medio de su frenesí, no estaría añorándolas en ese instante. Y sabiendo que las emociones durante las sesiones eran engañosas, no lograba ni siquiera convencerse de considerarlo una mera expresión de placer. No se habían oído así.
Maldijo por lo bajo y concentró toda su fuerza en ese picaporte.
La mirada gacha y ojerosa de un Seiyi que no lucía como si la noche hubiera sido de juerga, lo recibió, gratificándolo en cierta medida aunque su disfrute no pudiera ser más perverso.
—¿Qué haces aquí?
—Asuntos oficiales.— balbuceó antes de frotarse con las manos el rostro.—¿Entro o sales?
Kakashi gruñó optando por salir, pasando apretado en el pequeño espacio que abrió para ni siquiera brindarle la oportunidad de asomar un vistazo hacia ella.
Apretó el cinturón del albornoz un poco más cuando cerró la puerta.
—¿Qué hora es?
—Siete quince... más o menos.
—Habla. — le dijo luego de respirar hondo.
—Tres equipos de los puestos fronterizos regresaron. Los atacaron los insurgentes, hay bajas.
—¿Y para eso me despiertas?
—No. Los atacaron a diez kilómetros de las puertas de Konoha. Eran más de veinte.
El ceño de Kakashi se contrajo. Nunca habían estado tan cerca.
—No lograron tomar prisioneros, pero sí obtener algunos datos antes de que se suicidaron los pocos terroristas reducidos. Tengo dos oficiales con información delicada y siete malheridos en el hospital.
—¿Cuan malheridos?
—Muy. Shizune está buscando a Sakura desesperadamente. Tres presentan heridas de armas cortantes. El resto, apenas si sobrevivieron a ataques con las varas. Perdieron uno en combate.
Kakashi respiró hondo.
—La vas a tener que-
—¡Lo sé! Lo sé.— lo pensó unos segundos perdiendo la mirada en la pared. No le gustaba la situación a la que se sometería la pelirrosa, y no dudaba de su capacidad, sólo que era muy sensible y la sesión de la noche anterior había sido una particularmente fuerte. Pretendía dedicarse a ella, a contenerla, durante todo el día. No a enviarla a una carnicería. — ¡Mierda!
Seiyi sonrió apenas de lado. No le divertía la situación, sino la reacción de su amigo. Y le entendía, completamente. Conocía lo cuidadoso que era Kakashi con sus sumisas, más luego de una sesión tan intensa como la que le brindó, siendo él el testigo involuntario y perverso del acto. Pero, si algo debía reconocer, era que la dedicación hacia ella, rayaba con la devoción. Era cariño real el que le daba, no sólo contención hasta que la emocionalidad se acomodara. Y él, aun reconociéndose un amo cuidadoso, no podía ansiar menos, porque eso era lo que precisamente él mismo le brindaría.
En ese instante desvió sus ojos a la puerta cerrada, conteniendo como meras fantasías las ganas de entrar a cuidarla él mismo.
—¿Cuánto tiempo tengo?
—Nada. Nos están esperando. Tengo tus ANBUs en la oficina, aguardando por ti.
Kakashi miró la puerta ahora, y fue obvia la súplica que se dibujó en sus ojos, aún disimulándolo bien.
—¿Cuánto me consigues?
—Media hora.
Respiró hondo y luego giró hacia él. De la dureza con la que lo recibiera, ya poco quedaba.
—Gracias.
—Lo hago por ella.
—Lo sé.
Y sin más, Seiyi volteó emprendiendo el camino de regreso a la oficina, la que fuera su dormitorio esa noche, porque luego de lo que observara ya no pudo regresar con sus esclavas. No sentía deseos de ellas y lo que le hicieran solo iba a contribuir a avivar esa necesidad cosquilleante por Sakura. Aun optando por no participar, luego de entregárselas a Zulima, le sería insoportable estar en esa habitación sabiendo que a escasos metros Kakashi follaba a la dulce pelirrosa. Y se odió en ese instante, odiándola a ella también, en un capricho infantil de repartir culpas por lo que sentía. La molestia que lo acongojaba no se comparaba con nada que hubiera vivido antes, y entendía que todo comenzó con su maldita decisión de imponerse un reto con ella. O quizás había comenzado desde antes y no se diera cuenta.
Algo debía hacer. Distraerse, quizás tan solo esforzarse en olvidarla, aunque supiera que esa no era la respuesta. Porque dejarla, aun siendo la mejor decisión, dudaba que tan solo pudiera.
Kakashi retornó a su habitación segundos después. No contaba con demasiado tiempo y no iba a desperdiciarlo.
Rápidamente se quitó el cubre bocas y el albornoz, regresando a la cama junto a ella, pegándose a su cuerpo ni bien se envolviera con las mismas sábanas que la cubrían.
Y la abrazó ganándose una queja somnolienta cuando la moviera mientras la acomodaba a su gusto. En otras circunstancias, hubiera desistido, pero esa vez no podía. No ese día.
—Preciosa — susurró dulcemente sobre su oído.
Ella apenas si gimió.
—Preciosa... abre los ojos.— y se alejó para constatar si había obedecido. El ceño contraído le indicaba que lo oyó, más no le hizo caso. No podía.— Ey, linda... ¿vas a desobedecerme desde tan temprano?
Ella sonrió apenas y con esfuerzo comenzó a pestañear, sin poder abrir sus ojos del todo.
—Castígame.— le dijo con voz ronca.
Él carcajeó. Otra cosa no podía hacer ante la ocurrencia.
—¿Más? ¿Quieres aún más?
—Mhmgmff— alcanzó a decir sin abrir los labios.
—No sabes lo que me gustaría follarte así dormida, pero... me temo que no puedo.
—Por qué no— balbuceó.
—Por qué... el deber nos llama.
Gruñó contrayendo el ceño aun con los ojos cerrados.
—Eres el hokage.
Kakashi carcajeó nuevamente por lo que eso significaba. Nunca dejaba de recordarle la autoridad de su cargo, como si con eso pudiera saltarse las reglas, cuando era el hombre en la aldea que más tenía.
—Nadie sabe que el hokage está aquí, así que,— le palmeó suavemente el trasero— arriba preciosa.
—Mentiroso.
—¿Qué?
—Que eres un mentiroso.
—¿Y eso por? — carcajeó mientras la apretaba a su cuerpo.
—Los ANBUs que te cuidan, sí saben que estás aquí.
—No me dejas pasar una, ¿eh?— le mordió el hombro y comenzó a acariciarla — Pero eso no te exime de obedecerme.
La chica dejó escapar un lamento en forma de gemido tratando de deshacerse de los brazos que la movían al acariciarla enérgicamente, pero él no la soltaba, hasta que giró subiendo sobre ella para besarla profundamente.
Y en ese momento la vio encoger el ceño levemente, como si algo le molestara.
—Hermosa, ¿estás bien?
—Sí, sí.
—¿Segura?
Ella sonrió ampliamente, mirándolo a los ojos.
—Mmmm... ¡súper bien!
—¿Y tú trasero, cómo está?
Movió un poco las nalgas, frotándolas contra las sábanas, lo poco que podía, notando apenas el ardor por las marcas. Realmente su cuerpo se recuperaba rápido y ella tenía la forma de hacer que cualquier malestar desapareciera de inmediato, pero no quería. Sentía que así era como lucir en sensaciones marcas de una batalla que le había encantado atravesar.
—Bueno, ese... molesta un poco. Sí, pero sólo un poco.
—Le di una buena tunda — la besó mientras ella carcajeaba —Bórrate las marcas.
Ella negó sonriendo.
—¿No? Pero si tú puedes hac-
—Pero no quiero. Me gusta así. Para acordarme de ti cada vez que él pantalón me rose.
Kakashi sonrió ampliamente antes de besarla.
—¿Tanto te gustó?
—Sí. Mucho, mucho, mucho. — y apretó el agarre de sus brazos alrededor del cuello de Kakashi para atraerlo más a ella, y fijarlo al beso que comenzó a acariciar sus labios sin prisa.
Ambos se perdieron en ese momento, en donde sus cuerpos jalaban hacia el contrario buscando estrujar la piel, fundirla en el otro. Ella lo necesitaba, así era después de cada sesión e iba dándose cuenta que la necesidad de caricias y palabras pronunciadas por la calma voz de su sensei, era todo el consuelo que la relajaba satisfaciendo esas ganas. Y él no podía estar más deseoso de hacerlo, aunque le pesara saber que ese día sería muy difícil.
—Sakura...mmmfmfm— intentó soltarla nuevamente. — Es...pera.
—¿Qué? Déjame-
—Sakura. — alejó su rostro de la boca que lo buscaba, ganándose un puchero.— En serio... tenemos que irnos.
El puchero aumentó y él no pudo más que sonreír.
—No hagas eso, ¿si?
—¿Que no haga qué?— y la mueca de lástima infló aún más esa pequeña trompita.
—Eso.
—Que te hace... ¿esto?
Kakashi gruñó para luego despegarse rápidamente de ella y tomarla de un brazo para girarla. Sakura gritó carcajeando ante la reacción, para luego gemir cuando lo sintió abriéndole las nalgas para hundir la lengua en su ano.
—Mmm...eso... está rico.— susurró cuando las caricias se suavizaron.
—¿Duele?— y comenzó a desparramarle dulces besos en los cachetes antes de propinar algún que otro mordisco que la hacía saltar en gusto.
—Un poco.
—¿Solo un poco? — y ahora un dedo indiscreto se coló presionando apenas.
—¡Kakashi!— dio un respingo pegándole en la mano que la hurgaba para quitársela. — ¡Sí! ¡Duele!
Él carcajeó y subió para depositarle un beso antes de soltarla y sentarse en la cama constatando la hora. Le quedaban poco menos de quince minutos.
—Aplícate chakra a esa zona.
—No, déjalo así-
—No fue una sugerencia, Sakura.— y la miró con seriedad por sobre su hombro.
—¡No te pongas gruñón!
—Y tú no te pongas terca.— ella le sacó la lengua y él no pudo más que sonreír. Le encantaban esas salidas de la chica, le provocaban de todo, y cuando la miró una vez más, fue recibir la misma reacción para que no se contuviera de saltar sobre ella a besarla, acomodándose entre sus piernas con la firme intención de provocarla también.
—Por aquí, doctora Haruno.
La enfermera, ya vestida para entrar a cirugía si era necesario, guiaba a Sakura por los pasillos del hospital llevándola prácticamente corriendo. No se dirigían al ala de emergencias, la llevaba directamente al quirófano más grande del edificio, lo que alertó a una Sakura que lucía agotada, con un semblante algo pálido y ojeras que comenzaban a marcarse.
Cuando las puertas vaivén se abrieron, el panorama que se desplegó ante ella era caótico.
Tres soldados, manchados de sangre, eran atendidos por enfermeras y un par de médicos. Las heridas no eran de gravedad pero requerían de atención médica, por lo que pudo apreciar al pasar al lado. Y su intención era quedarse a verificar que los procedimientos aplicados fueran los correctos, ofreciendo su ayuda a los atareados profesionales, pero la mano de la enfermera que le tomó del hombro le invitó a seguir
—Por aquí, doctora.
Sakura continuó con su apurado caminar hasta detrás de unas mamparas improvisadas, que separaban los heridos de menor gravedad de aquellos que requerían asistencia urgente.
—¡Sakura! — la voz de Shizune le hizo voltear hacia la derecha antes de llegar a apreciar lo que sucedía realmente.
Y allí la vio, desplegando el negatiboru chakura que cubría prácticamente todo el torso de un soldado que se encontraba inconsciente, con su semblante por demás pálido.
Sakura ni dudó. Corrió hasta ella. La mujer estaba toda sudada, con la bata manchada de sangre. Se notaba el inmenso esfuerzo que estaba realizando, denotando las escasas energías que aún quedaban en su cuerpo.
—¿Qué sucedió?
—Las varas...— balbuceó teniendo que callarse tragando duro, para ahorrar energía.
La observó rápidamente y de inmediato se dispuso a desplegar su propio jutsu.
—Deja. Yo sigo.
—No...voy a-
—¡Shizune!— la miró duramente, sin margen a reproche. Y a la aludida no le quedó otra opción que quitar sus manos de ese cuerpo, desactivando el jutsu. Y al hacerlo, sus energías le reclamaron por el sobreesfuerzo abandonándola por completo. Tambaleó hacia atrás, siendo sostenida por una enfermera mientras que otra le alcanzaba rápidamente una silla para sentarla allí.
—Adminístrenle glucosa e hidrátenla. ¡Rápido!
La orden se ejecutó de inmediato, mientras Sakura concentraba su atención en el soldado entre sus manos, levantando la vista de vez en cuando para observar las otras camillas y profesionales trabajando arduamente. Había tres camillas más, y una era un desastre de sangre, siendo dos médicos y una enfermera los que se encargaban de un sujeto inconsciente, mientras más allá se oían lamentos de dolor.
La miró a la enfermera que la acompañara.
—Estado de situación.
La mujer tomó aire. Conocía lo exigente que se tornaba la personalidad de la doctora en estado de emergencia, y si bien a veces le molestaba su tono, lo comprendía y aceptaba entendiendo las circunstancias. Y esa noche, no sería la excepción.
—Siete heridos en combate ingresaron por emergencias. Se los evaluó y clasificó. Tres tienen heridas por armas cortantes de considerable importancia pero no de gravedad. Los cuatro de esta sala corresponden a heridos por las varas. El que se encuentra atendiendo, es uno de los médicos del grupo el cual se hallaba estabilizando al soldado más joven, el paciente número dos, — señaló hacia el extremo contrario de la sala, en donde un muchacho se hallaba quejándose en la camilla junto a otro soldado de mayor edad que se aferraba el estómago intentando tranquilizarlo. Sakura los observó por unos segundos volviendo su atención al paciente debajo de sus manos. — fue atacado mientras hacía su labor. El ataque se perpetuó con las varas y con un kunai, perforando su pulmón izquierdo. Fue intervenido deteniendo la hemorragia antes de que colapsara, pero el tratamiento por las partículas tuvo que ser demorado hasta estabilizarlo, no iba a sobrevivirlo sino. La doctora Shizune hizo todo lo posible hasta que usted lo tomó.
Sakura asintió entrecerrando el ceño. La cantidad de partículas que sentía era enorme y el paciente estaba débil. Pero no se rendiría. Subió el nivel del negatiboru antes de hablar.
—¿Este es el cuatro?
—Sí.
—Estados del uno y tres.
— El ninja uno, el mayor, recibió un ataque de las varas. Estabilizado por su médico de equipo pero luego se detectó que no logró quitar todas las partículas, no se explica cómo se encuentra vivo, se le atribuye a su genética de manejo de chakra, tiene grandes posibilidades. Lo están atendiendo. Paciente tres, inconsciente. Múltiples ataques con la vara. Ya dos de los médicos que lo atendieron al llegar cayeron intentando aplicarle tratamiento por las partículas. Sólo se le está frenando el avanzar, pero son muchas, baja posibilidad de supervivencia. Paciente dos, múltiples heridas cerradas de kunai, un ataque superficial con vara, su médico de grupo frenó el avance pero no pudo quitarle todas las partículas porque estaba agravando las heridas abiertas. Son agresivas en el chico. Supervivencia dudosa.
Sakura apretó los dientes. Debería elegir por probabilidad de supervivencia. Odiaba tener que clasificar así, pero era el protocolo, uno que llevó años de perfeccionamiento llegando a ese punto por ser la mejor opción para todos, pacientes y médicos.
—Nadie muere esta noche. — Y acomodó las manos para dar un golpe de negatiboru al sentir que las partículas estaban cediendo. —Shizune, ¿puedes darme una mano?
La nombrada asintió e intentó ponerse de pie, pero de inmediato sus rodillas cedieron cayendo de la silla al suelo. La enfermera a su lado soltó lo que tenía entre manos para asistirla.
—¡Necesito un médico aquí y ahora!
Nadie parecía oírla, todos ensimismados en lo suyo, apurando los tratamientos que no daban resultados, ni siquiera queriendo podían responder a ese llamado. Y la pelirrosa era una de ellos, aunque estaba determinada a salvarlos a todos y entendía que no podía aplicar el tratamiento que habían ideado junto a Shizune sola, no con esos soldados que parecían no responder y menos si quería salvarlos a todos. Ya tres médicos habían caído exhaustos, y observó a uno más tambalearse ante el paciente tres. Ella era la única que tendría la suficiente fortaleza de chakra para hacer frente a la situación, pero no podía darlo todo en uno siendo que había tres más, tenía que improvisar estrategias para ahorrar energía y a eso respondía el llamado desesperado.
Respiró hondo. Se sentía agotada, la noche con Kakashi había sido fabulosa pero no le ayudaba en ese instante ante el desastre que tenía entre manos. Así era su profesión, y así la adoraba. Como también adoraba todo lo que hacía con su ex sensei.
—¡Médico aquí! ¡Ya!—demandó a los gritos.
Algunos profesionales levantaron la cabeza mirándola, pero negaron. No podían abandonar a sus pacientes.
La enfermera a su lado le llamó atención asintiéndole, y de inmediato se abocó a buscar con la mirada a algún profesional disponible en la sala pero no lo halló. Si la doctora Haruno se estaba comportando así, era porque la situación era realmente urgente. No era mujer de exagerar.
—Déjemelo a mi doctora.
Salió de la sala y en segundos regresaba con un médico que tenía el camisolín descartable azul manchado con sangre.
—A su disposición, doctora.
—Prepárese para estabilizar el paciente. Voy a dar un choque de negatiboru en una dosis concentrada. Necesito que cuando le diga, despliegue el chakra de sanación y se prepare para reanimar al paciente de ser necesario. Ni bien termine con el procedimiento, no me quedaré a asistirlo, iré de inmediato al siguiente caso. ¿Entendió?
El médico asintió y colocó sus manos sobre el pecho del soldado inspeccionándolo, entrecerrando el ceño en concentración.
—Bien. A la cuenta de tres.— Sakura tomó aire afirmando sus piernas y comenzó— Uno, dos... ¡tres!
El choque de chakra fue brutal. El paciente se rodeó de un aura de energía negra y comenzó a convulsionar segundos después. De su piel brotaron pequeños puntos negros y algunas gotas de sangre por poros forzadamente abiertos. El profesional que la asistía, desplegó de inmediato el chakra de curación, debiendo esforzarse para cubrir más área, cuando Sakura detuvo el jutsu negro y quitó las manos del hombre.
Tambaleó al hacer un paso atrás, mientras observaba en el paciente una reacción favorable al volver los colores a su semblante, el tratamiento había dado resultado. El médico frente a ella realizaba una excelente labor, aunque la herida del kunai volviera a sangrar manchando la venda sobre el pecho profusamente.
—Doctora, ¿se encuentra bien? — intervino la enfermera cuando la notó apoyándose de la camilla.
—Sí. Sí. Sólo... consígueme algo dulce y luego ayuda al doctor... —levantó la mirada hacia el hombre.
—Hanku, doctora.
—Al doctor Hanku. La herida de kunai comenzó a sangrar.
La mujer asintió yendo de inmediato a cumplir con el pedido, dejando a una Sakura jadeante que ahora volteaba para observar la sala. Ya sabía a quién debía dedicarse, al paciente uno, aunque su intención fuera volcarse al que estaba peor, el tres.
El paciente uno, el soldado mayor, ya tenía mejor semblante aunque aún no se encontraba completamente fuera de peligro. El dos gritaba menos por la administración de anestésicos para coser sus heridas, siendo consolado por el mayor, quien parecía conocerlo y estimarlo. Así que su atención se concentró en el paciente tres, quien tenía en estado encapsulado a las partículas, y sabiendo que no era la mejor decisión según el protocolo, lo haría de todas formas. Nadie moriría esa noche, no con ella.
Se acercó a la camilla, siendo detenida por uno de los médicos, que lucía pálido a punto de desmayarse
—¡Doctora, no!
Ella lo miró con furia en los ojos.
—No va a sobrevivir. Dedíquese a los... — tragó duro, debiendo respirar hondo para poder seguir hablando, se notaba a punto de desmayar — que tienen mayores posibilidades.
Sakura desvió su atención al soldado, ignorando la advertencia. Era joven, lucía como de su edad. De musculatura fuerte, alto, de quijada cuadrada y cejas espesas apenas cubiertas por un flequillo desparejo. Toda una vida por delante, una carrera en la que crecer, logros y errores que experimentar. ¿Y según ese médico no tendría posibilidades? ¿Solo porque tres profesionales antes de él habían fallado?
Levantó su vista por unos segundos a los otros pacientes, sobre todo al que se suponía que debía atender. Lucían mejor, sus colegas lo estaban logrando. No la necesitaban.
Salvaría al paciente tres.
—Él también la tendrá.
El hombre la miró con extrañeza. Ella era quien más seguía las reglas y esa noche no parecía con ánimos de hacerlo. Pero no le diría nada. Apenas si contaba con las suficientes fuerzas como para mantenerse en pie, una discusión con la pelirrosa rayaba lo imposible.
Retiró sus manos del cuerpo del muchacho cuando la vio a ella posicionarse sobre el torso, desplegando el chakra de inspección para conocer a qué se enfrentaba.
—Son muchas.
—Sí.
—Ya hay daño.
—No se pudo hacer más...
—Bien. ¿Puede ejecutar el jutsu de sanación?
—No. Ya...no.
—Bien. ¡Médico aquí! ¡Ahora! — gritó.
Uno de los médicos que se encontraba atendiendo al muchacho menor, levantó la cabeza y habló con su compañero quien asintió antes de que este se dirigiera hacia donde lo llamaba su superior.
—Doctora.
—Prepárate para desplegar chakra de sanación en el nivel más alto que puedas ejecutar.
—Nivel cincuenta y tres. Ese es mi número.
—Buen número. Servirá. Luego te quedas hasta que reaccione. ¿Entendido?
—Sí, doctora.
—A la cuenta de tres.
Y comenzó el procedimiento, tal como lo hiciera en el paciente anterior. Fue violento, pero esta vez no hubo convulsiones, aunque mayor sangrado por los poros del muchacho. Realmente el ataque había dejado muchas partículas, lo que obligaba a Sakura a subir la intensidad, dejándola exhausta al terminar.
Se alejó de la camilla ni bien concluyó, respirando rápido, cuando su enfermera llegó junto a ella con un vaso de plástico entre sus manos.
—Glucosa doctora. No es lo mejor, pero servirá.
Sakura le tomó el pequeño vaso y la mujer se retiró a seguir con el paciente cuatro, cuando oyó gritos a su espalda.
El paciente uno convulsionaba.
«¡Mierda!»
Bebió de un sorbo el líquido empalagoso, que le provocó una arcada ni bien pasó por la garganta, más se obligó a retenerlo. Lo necesitaba.
—¡Estado! — Requirió al llegar a su lado, luego de arrojar el pequeño vaso a un cesto.
—No entiendo qué pasó doctora. — el médico era joven, apenas recibido, y en sus ojos se leía claramente el temor y desazón que le invadía al derrumbar la seguridad con la cual había ejecutado el jutsu —El procedimiento eliminó las partículas. Yo... yo lo acabo de escanear y no encontré nada y...
—Tranquilo.
—Doctora... me equivoqué y-
—¡Tranquilo!— cortó sus cavilaciones mirándolo duramente a los ojos — Ahora necesito tu ayuda así que escaneemos de nuevo juntos.
Asintió con duda, pero obedeció concentrándose en la tarea, aunque su rostro aún emanara la culpa por el error cometido.
—¡Aquí! — gritó luego de unos instantes cuando sus manos llegaron cerca del corazón — Están... ¡están aquí!
—Muy bien, doctor. A veces hay que repetir el escaneo varias veces, no podemos confiarnos menos con esta clase de ataque. ¿Entendido?— Sakura levantó la cabeza ni bien el joven médico asintió confirmando, y bajó su barbijo para ser oída claramente — ¡Todos! ¡Ey! ¡Escúchenme! — gritó con todas sus fuerzas cortando los murmullos y la mayoría de los movimientos. Todos los presentes fijaron sus ojos en ella, sin moverse de su lugar — ¡No den nada por hecho! Si escanearon una vez, háganlo dos veces más. Con el doctor... — lo observó reclamando por el nombre del joven frente a ella, quien se lo susurró — Hakami, hemos descubierto que aparentemente tienen forma de esconderse de un jutsu de escaneo luego del tratamiento con el negatiboru.
Todos asintieron y volvieron de inmediato a lo suyo, y cuando ella posó nuevamente los ojos sobre su joven colega, este la miró con desesperación.
—¡Están atacando el corazón, doctora!
Sakura entrecerró el ceño. Sabía que cuando esas partículas se reactivaban, lo hacían con el doble de violencia.
—¡Déjame a mí! ¡Espacio, ya!
El joven quitó las manos. Todos se alejaron del cuerpo.
—Escúchame, te necesito con el jutsu listo para sanación. — el chico asintió y con dicha confirmación levantó la vista hacia el médico mayor que estaba al lado. — Y usted también. No va a poder solo, esto viene fuerte.
El hombre aludido se acercó más, posicionando las manos sobre el pecho. Lucía terrible, agotado, pero lo haría, lo necesitaban.
—A la cuenta de tres desplieguen el tratamiento de recuperación. ¿Qué niveles manejan como máximo?
—Treinta, doctora.
—Podré llegar a cuarenta, no doy más — balbuceó en un hilo de voz.
—¡Mierda! ¿Alguien más?— gritó.
Todos negaron. Estaban exhaustos.
—Bien. — se mordió el labio nerviosa, meditando por unos segundos antes de fijar su mirada en el joven médico frente a ella.—¿Treinta es tu marca? — el joven asintió seriamente — Debes romperla hoy. ¿Puedes?
—¡Sí, doctora!
— Hazlo bien.— le presionó, y notando en sí misma aquellas actitudes de Tsunade que tanto odiaba pero que la llevaron a ser la mujer que era hoy, y de la que comenzaba a estar orgullosa.— Vamos... ¡a la cuenta de tres!
El muchacho tragó duro concentrándose en el desafío que acababan de plantearle, dudaba pero quería superarse. Cuando se oyó el tres de Sakura el procedimiento arrancó, siendo más rápido que los anteriores. Y mucho más efectivo.
El hombre abrió los ojos de repente, inhalando una gran bocanada de aire mientras recuperaba los colores. Lo siguiente, fue la queja de dolor que brotó de sus labios antes de que esos profundos ojos café se posaran suplicantes en ella.
—Mi... hi...jo.
Y en ese instante se oyeron reclamos apurados de la camilla detrás de ellos. El muchacho convulsionaba violentamente. De los bordes de sus ojos, finas líneas de sangre comenzaron a brotar, señal de que las partículas habían llegado a los nodos de chakra de la cabeza. Y esa era una de las situaciones con la que esperaba no encontrase jamás.
—Él estará bien.— le mintió antes de mirar al médico frente a ella, preguntando con sus ojos lo que sus palabras no debían.
El joven, asustado, se fijó en ella y negó. Bien se sabía ya que ese era uno de los casos perdidos, aunque varios médicos lo siguieran luchando.
Sakura respiró hondo. Odiaba ese veredicto de protocolo y más sentir que debía jalar a su ser para que mantuviera la postura sobre el ninja mayor, el que sí se salvaría si completaban el procedimiento. Y en ese instante, como si el destino confabulara contra su voluntad, varias enfermeras comenzaron a correr hacia la camilla del paciente tres. El médico que lo atendía yacía en el suelo, inconsciente y el hombre en la camilla temblaba.
Ella frunció el ceño, pero no se movió del lugar.
—Mi...hijo...doct-
—No se mueva señor... ¿su nombre?
—Izuki.
—Bien Izuki, concéntrese en usted. Su hijo está en buenas manos. Necesito que conserve fuerzas para que podamos terminar.
—No... yo ...no, doctora, no, no...
El ninja en la camilla al lado, gritó de repente dejando caer sus extremidades que rodaron lánguidas por el borde, mientras su semblante se tornaba cianótico. Y era evidente que el señor Izuki estaba viendo todo.
—¡Doctora, mi hijo!
Ella lo ignoró, aunque su mirada se perdiera en ese joven. No debía moverse de allí, ese hombre era el que mayores probabilidades tenía y ya se había saltado el protocolo. No lo haría de nuevo.
—¡Lo perdemos!— se escuchó al médico que lo atendía, mientras soltaba todo e iniciaba las maniobras de reanimación.
En ese momento, el mayor se incorporó violentamente, impulsado con las últimas fuerzas que le quedaban. Todos quisieron asirlo para devolver a su lugar en la camilla, pero era fuerte y estaba desesperado, razón suficiente para que su ímpetu se hinchara. De un empujón se quitó los varones de encima, que cayeron de culo al suelo, arrastrando con ellos algunos de los instrumentos que tenían cerca, y de inmediato tomó a Sakura por la muñeca.
—¡Atienda a mi hijo!— le gritó en la cara, haciéndola retroceder.
—Señor Izuki, debemos completar su trat-
—¡Ni un carajo! — y se puso de pie en un certero salto, arrastrándola hacia la camilla de al lado. Le jaló con violencia colocando la mano que asía sobre el pecho del muchacho casi muerto, mirándola a los ojos.
—Si él muere, muero yo. ¿Quiere perdernos a ambos?
Ella se fijó en esos suplicantes ojos, con dolor en su semblante, comprendiendo el agobio en ese ruego, que casi lo sentía como propio. Y la decisión fue tomada aún cuando ella no fuera consciente de ello.
—Sé que no... que usted no pierde... por favor, sálvelo.
Lo observó unos segundos hasta que asintió. Y en ese instante él hombre pareció relucir dentro de su dolor físico, sonriéndole por unos segundos antes de caer al suelo.
Sakura volvió su atención al muchacho ni bien unas enfermeras tomaron al hombre para atenderlo, e inspeccionó el cuerpo lánguido que casi ya ni respiraba. Sí, era duro el ataque al que estaba sometido, y ya el daño era masivo. Pero ese muchacho apenas si cumplía dieciocho, así le había escuchado decir a una enfermera que lo atendía. Era fuerte y estaba entrenado. Podía resistir al procedimiento agudo que intentaría sobre él.
Levantó su mirada hacia los dos médicos que lo asistían. — Uno de ustedes tendrá que ayudarme con el negatiboru, el otro con el chakra de sanación.
—Doctora, yo lo haré con el negatiboru. — respondió con seguridad el mayor.
El otro asintió y ocupó su posición, sabiendo que hacer al haberle observado en los tratamientos anteriores.
Ella contó hasta tres y arrancó, irradiando la cabeza mientras el otro lo hacía con el tronco.
En ese instante, un llamado de asistencia se escuchó desde la camilla tres. El paciente no respondía, y ya comenzaban a prepararse para quitar la asistencia de vida artificial que habían utilizado como última medida en el intento de reanimación, y darlo por muerto.
Ella se mordió el labio inferior, respirando rápido. Sentía que las fuerzas la abandonaban, que en cualquier momento sus piernas flaquearían. El estómago dio un vuelco cuando intensificó el negatiboru ya que sentía que el nivel que estaba utilizando fallaba. Debía concentrarse, debía esforzarse aún más. No podía permitir que la desmoralización por esa muerte le impidiera salvar una vida más, o tan sólo intentarlo. Pero comenzaba a sentirse tan agobiada... La glucosa subió ácida por el esófago y tuvo que contener la arcada, cuando al fin sintió al chico moverse volviendo lentamente a la conciencia.
Regresaba, al fin regresaba...
Las partículas debajo del alcance de su jutsu comenzaban a desactivarse, lo sentía, pero aún no podía dar por finalizado el procedimiento.
—Ya las percibo doctora— le dijo el médico a su lado, respirando forzado, con la frente perlada y las mejillas rojas de esfuerzo.
—Falta... un... poco. No pare.
Apretó los labios concentrando su energía en un solo punto. Su semblante palideció en ese instante, pero la gratificación la invadió cuando la última de las partículas que escapaban de su ataque, al fin se apagó.
—Sí... — balbuceó tambaleante mirando al joven médico en frente, quien profundizó el chakra de sanación tomando el mando de la operación en ese instante.
Sakura quitó las manos del muchacho, apoyándose en la camilla para no caer. Cruzó apenas miradas con el médico mayor, quien no lucía mejor, y le asintió cuando esté le suplicaba por descanso con la mueca de cansancio en sus ojos.
Lo vio sentarse, y luego los ojos del joven paciente se fijaron en ella.
Le sonrió apenas y volteó buscando al padre quien, desde la camilla, ahora miraba hacia su hijo y a ella con ojos apagados y una leve mueca que en algún momento fue de gratitud, mientras las enfermeras trataban de reanimarlo.
—Papá...—oyó al ninja con voz quebrada, casi en un hilo inaudible.
—Listo. Procedimiento terminado.— anunció el médico, concluyendo con el último escaneo — ¡Fue un éxito! No hay rastro de daño ni de partículas, doctora.
—¿Lo inspeccionaste dos veces?
—Sí.
Sakura respiró hondo, teniendo que cerrar por unos momentos los ojos. —Bien. Muy bien... felicitaciones colegas.
Giró su atención hacia el otro lado, hacia la camilla tres. Una médica rellenaba el formulario de defunción del soldado que ahora yacía debajo de una sábana blanca que se comenzaba a entintar en rojo en algunos puntos.
Shizune se apareció a su lado, pálida, con los labios secos.
—Aún vive. —le susurró mirando hacia el paciente cuatro, al cual comenzaban a llevarlo a terapia, entendiendo que esa era la mejor noticia que Sakura pudiera escuchar en ese instante, como si eso fuera lo que su cuerpo necesitaba para relajarse al fin.
—Bien...— balbuceó, y su conciencia se apagó, siendo sostenida por una débil Shizune que comenzó a pedir ayuda a gritos antes de caer al suelo amortiguado con su cuerpo al de su amiga.
Dolor.
Eso era lo que sentía, aunque no lograba precisar desde que punto de su cuerpo llegaba.
Había angustia en el pecho, una opresión que parecía quererle robar el aire, aunque cada inhalación llegara con tranquilidad a nutrir los alvéolos con su oxígeno.
Pero dolía.
Abrió los ojos lentamente. Había penumbras y los sonidos eran casi inexistentes. Sólo algunos pasos a los lejos retumbando por los pasillos. Ya no estaba en el quirófano.
—¿Dónde...?
—¡Doctora! — la mujer a su lado se levantó de la silla en un respingo —¡Que bien que ya despierta! Me tenía preocupada.
—¿Lila?
—Sí, doctora. Me asignaron a cuidarla luego que se desmayó. Se esforzó por demás con los soldados.
Sakura movió la cabeza en la almohada llevando una mano a su rostro. Y en ese instante la aguja en su mano punzó.
—Tranquila doctora. — le tomó de la muñeca dulcemente, recostando al lado el brazo.—Tuvimos que hidratarla y administrarle glucosa. Sufrió una hipoglucemia aguda por la ejecución del negatiboru. Sus niveles de chakra bajaron alarmantemente, pero el jutsu de Shizune lo estabilizó.
—Ella...¿dónde está ella?
—Está bien, no se preocupe. Descansando también en otra habitación. Se esforzaron mucho...usted... fue peligroso lo que hizo.
Sakuro apretó los ojos negando, antes de levantar una mano para interrumpirla. No era necesario que le recordaran lo que ya bien sabía. Siendo consciente de que cuando Kakashi se enterara, le reprendería y debería enfrentarse a él, tanto como hokage como...como lo que fuera ahora en su vida.
—Mis pacientes...
—El joven ninja está bien. Recuperándose. Lo tenemos en terapia pero solo por precaución, ya que tenía muchas heridas de otras armas. Pero ya están sanando, sin rastro de las partículas.
—¿Y el paciente uno, está en terapia también?
—No lo logró. Falleció mientras usted atendía a su hijo.
—¿Y el cuatro? Shizune me dijo que estaba bien, que-
—Se descompensó cuando llegó a terapia. Había perdido mucha sangre. No lo logró. — la mirada de Sakura se opacó en ese instante — Lo siento doctora, sé que usted-
Le levantó la mano haciéndole callar, antes de girar su rostro hacia el otro lado, fijando la mirada en la ventana por la cual entraba algo de claridad.
Tres de cuatro. Tres habían muerto.
Respiró hondo, conteniendo el nudo que se le formara en la garganta.
—Pero hizo un excelente trabajo, doctora. El muchacho no lo hubiera logrado sin usted.
Asintió. Aunque no lo sintiera como un logro. Había intercambiado una vida por otra, todo su esfuerzo no había sido suficiente. El fuerte ninja que no logró salvar, ni en el médico que dio su vida por los pacientes y ella no logró honrar. Ni ese soldado experimentado, un padre, que tenía posibilidades, el único que verdaderamente las tenía.
El llamado a la puerta hizo que Lila se excusara, volviendo a Sakura unos segundos después.
—Doctora, debo ir a asistir a un parto. Voy a llamar a alguien más para que-
—No es necesario. Estoy bien. Ve.
—¿Segura?
—Me quedaré en cama. Ve tranquila.
La mujer asintió sonriendo y tomó sus cosas antes de retirarse rápidamente.
Y, ni bien la puerta anunciara con su sordo clic al cerrar que quedaba sola en ese cuarto, al fin Sakura pudo soltar su angustia sin necesidad de disimular fortaleza alguna.
Un gemido azotó sus labios estirándolos en una mueca de dolor mientras apretaba los dientes, y las lágrimas sólo brotaron, sin control y pesadas, mojándole el rostro a medida que descendían.
Se llevó las manos a la frente, corriendo los cabellos, sosteniéndola como si fuera lo único que pudiera darle algo de consuelo. Porque dolía. Ya ahora entendía desde donde provenía ese sufrimiento, y era desde el alma.
Había perdido pacientes antes, lo que convertía ese dolor en uno inexplicable. Tsunade la había preparado para ese momento y otros peores. Y creía que sus vivencias como ninja y cómo médico, o tan sólo como mero espectador en algunas situaciones durante la cuarta guerra, la había fogueado lo suficiente. Se creía una mujer dura. Pero no, esa mañana fue la encargada de demostrarle que aún cada paciente que se iba le pesaba, que aun cada vida que no lograba retener se transformaba en una herida.
El llanto abandonó el silencio cuando necesitó dejar escapar un lamento, logrando aliviar por unos segundos esa angustia, más no acabarla.
Respiró hondo cuando las lágrimas dejaron de brotar, secándose con el dorso de las manos los ojos.
Se sentó en la cama luego, cerrando el suero antes de quitar la aguja de la vena en su mano, y tomó todas las servilletas de papel sobre la mesa para sonarse la nariz y limpiarse las mejillas. Sentía los ojos hinchados y aun los espasmos por el reciente llanto, convulsionaban su cuerpo de tanto en tanto.
Se miró los pies desnudos que colgaban de la alta cama. Los movió con cansancio, todo su cuerpo aún le pesaba y los músculos le gritaban que se recostara de nuevo. E intentó hacerles caso, pero era sentir que se relajaba y las imágenes del hombre que reclamaba por su hijo la asaltaban mostrándole esos ojos vacíos de vida y esa sonrisa llena de gratitud. El hombre dio su vida feliz, murió viendo a su hijo vivo. Y eso debía consolarla, pero no le estaba funcionando de ese modo. Las lágrimas amenazaron con brotar nuevamente y allí entendió que estar acostada, quieta, no era la mejor opción si buscaba paz. O al menos que el dolor se suavizara.
Se incorporó torpemente, buscando las zapatillas que yacían junto a las medias en un rincón de la habitación, y se las colocó debiendo apoyarse en la pared cuando se incorporó nuevamente. Aun el negatiboru estaba pasándole factura y entendía que una bastante cara, cuando sintió su estómago revolverse otra vez.
Sólo el rose de la ropa contra sus nalgas marcadas, logró robarle una pequeña sonrisa al recordarle a su sensei, y lo caliente que se veía ataviado en ese traje que le quedaba de maravillas, con esa mirada de dura lujuria con la que la devoraba. Sin dudas había sido una noche intensa, y en todo sentido.
Respiró hondo debiendo esnifar por la mucosidad blanda del llanto que amenazaba con deslizarse hacia afuera otra vez. Estaba vestida con su chaquetilla de médico cirujano, una limpia por lo que lograba observar. La habían cambiado. Mejor así, podría caminar por los pasillos aunque sea por un rato sin que la observaran demasiado. Era temprano pero no sabía cuánto y si ello le aseguraría menos miradas indiscretas.
Sin más, respiró hondo una vez más y salió de la habitación constatando que se encontraba en el ala nueva. No había nadie, por fortuna, excepto la enfermera que pasó a paso apurado cruzando el pasillo hasta perderse en las escaleras.
Ahora sí, nadie. Sólo el silencio retumbando y la tenue luz del sol que se asomaba por los ventanales. Estaba nublado otra vez. Sólo esperaba que no nevara de nuevo. Ya estaba harta de la nieve y el frío en ese invierno intenso que los había asolado.
Comenzó a caminar, sintiendo pequeños temblores en sus músculos, que poco a poco cedieron al flujo de sangre que los reanimaba. Sabía que le haría bien moverse, descansar no podía. Solo necesitaba una cosa, y era a su sensei. Sí, realmente en ese instante necesitaba su calor, impregnarse de ese aroma masculino que la apretaba cada vez que la rodeaba. Oír su voz calma y profunda. Sentir el aliento chocar en su mejilla mientras le hablara dulcemente, los labios suaves rosando los suyos en cada beso. Sabía que unos minutos con él no solucionarían su angustia pero definitivamente la aliviaría.
Se tambaleó presa de un leve mareo repentino, y tuvo que buscar sostén en la pared que daba hacia una puerta que yacía apenas entornada.
Respiró hondo cerrando los ojos para recomponerse. No iba a regresar a esa cama y menos sola.
—¿Sakura? ¿Eres tú?
La voz de una mujer le hizo abrir los ojos y levantar la mirada buscando el origen. No había nadie en los pasillos.
—¡Si! ¡Eres tú!
De la habitación. De allí provenía. Miró el número en la puerta entreabierta notando en ese instante que se trataba de la habitación de Karin.
La empujó apenas para abrirla más y dejarse ver por completo.
—¿Qué haces despierta a estas horas? Es temprano.
—No es tan temprano, doctora. Casi dan las diez.
—¿Las diez?
—¿Estuviste en la emergencia?
Asintió.
—Sasuke fue llamado por el hokage desde muy temprano, y no pude dormir más después que se fue. — se acarició la enorme panza rodeándola con las manos —¿Tienes que ir a atender un paciente?
Sakura negó con un movimiento de cabeza.
—¿Y entonces por qué no pasas? Tengo chocolate. — y le señaló la mesa de luz a su lado.
Sakura sonrió y decidió entrar. Despejarse por unos minutos le haría bien, no quería estar sola.
—Ven. Toma asiento. Luces agotadísima.
—Sí, realmente lo estoy.
Y cuando llegó a su lado ubicándose en esa silla, allí la mujer borró toda sonrisa de su rostro al observarla mejor.
—¿Que sucedió? ¿Estás bien? — Sakura asintió apenas — ¡Lloraste! ¿Qué pasó?
—No me hagas caso...—suspiró — Gajes del oficio, supongo.— y tuvo que esnifar para no llorar nuevamente.
La mueca de la mujer se relajó a una de comprensión aunque había un dejo de lástima en sus ojos. No era ofensivo, ni si quiera buscaba transmitir otra cosa que no fuera la empatía que realmente sentía.
—Entiendo. A veces la profesión de sanador es ...ingrata. ¿No? — Sakura asintió sin mirarla cuando no pudo detener la lágrima que ahora rodaba por su mejilla — Pero aún así, no deja de ser la mejor.
Sonrió cruzando esa gota con la mano que la borró de la piel. Y asintió. Una y varias veces, mirándose la falda.
—Serías muy buena doctora, Karin.
—Puede ser... no sé. No he sido la mejor persona, en mi pasado.
—Todos tenemos nuestro momento de redención. — se encogió de hombros— Este es el tuyo.
—Puede ser, no lo niego.
—Si lo quisieras,— buscó los ojos carmesí de la pelirroja — podrías. Tienes "madera" de médico — hizo conejitos al aire provocándole una dulce carcajada a la mujer. — Podría ayudarte a que comenzaras a estudiar.
—Te lo agradezco. Y creo que me gustaría. Pero no sé si estos pequeños me dejen — y apoyó ambas manos abiertas sobre su panza brindándose pequeños golpecitos con los dedos.
La pelirrosa desvió sus ojos hacia esa enorme barriga sonriéndole.
—Demandan mucho, ¿no?
—Eso oí. En unas semanas te cuento
Y amabas rieron en ese instante hasta que un quejido de Karin las silenció.
—¿Se despertaron?
—¿Mhm?— respondió respirando como Sakura le había enseñado para cuando sus niños se pusieran intensos provocándole dolor. Y las últimas semanas no había sido de otra forma dado que el espacio en la matriz comenzaba a escasear.
Sakura pidió permiso con los ojos antes de apoyar sus manos sobre esa enorme panza, apreciando al instante los pequeños movimientos que cada tanto se hacían más fuertes. Desplegó el chakra de inspección buscando a cada niño, sonriendo cada vez que los encontraba. Era tan gratificante ese breve contacto con personitas que aún estaban creciendo, formándose para llegar al mundo que día a día despedía a tantas otras personas. Pero así era el milagro de la existencia, un venir con un tiempo incierto asignando para un día partir, dejando atrás un legado grande o pequeño, pero siempre dejando una huella. Y ellos tendrían su oportunidad, como la tuvieron esos soldados que ella no había logrado salvar. Y le pesaba, aunque en ese instante reparara en que podía deleitarse con esas dulces pataditas porque sí pudo salvar a esos tres pequeños bebés.
Una nueva lágrima rodó pero esta vez ya no dolía. Era de alegría.
Y esa suave sonrisa se ensanchó, cuando en medio del revoloteo de extremidades, apareció ella, la pequeña niña. Esa energía era indiscutiblemente de ella.
—Ella nacerá gracias a ti, Sakura.
Esas palabras la hicieron estremecer y alzar su mirada hacia la mujer que tan dulcemente las pronunciaba.
—¿Ves ahora? Esa es la parte linda de la profesión.
Sakura asintió pero no pudo evitar que nuevas lágrimas brotaran.
Y en ese instante, como si supiera que de ella hablaban, que su doctora necesitaba consuelo, la pequeña piernita se abrió espacio entre sus hermanos, y golpeó justo donde la mano de Sakura se apoyaba en el vientre de su madre.
Karin gimió por el movimiento y Sakura no pudo evitar el respingo que tan gratamente la sobresaltó.
—¡Pequeña Sarada! ¡Se más suave con tu mamá!
—¿Sarada?
—Yo... perdón. — Sakura se sonrojó — Así la nombré desde el primer día que la sentí y...perdón. Seguramente ya tienen un nombre elegido y yo-
—Hermoso nombre.
La pelirrosa asintió, sintiéndose menos apenada.
—Pequeña Sarada Uchiha.— la mujer miró hacia la nada, meditando el sonido de esas palabras unidas, asomando al final una sonrisa. — Me gusta.
—¿No tienen nombres elegidos?
—No aun. Sasuske es...
—¡No hace falta que te expliques! — y ambas carcajearon unos segundos hasta que Sakura respiró hondo sintiendo nuevamente el cansancio golpear sus músculos.
Karin la observó unos instantes reparando en ese semblante algo pálido que ostentaba unas ojeras profundas que ya comenzaban a hundirse marcando la piel.
—¿Segura que estás bien?
—Sí, ahora sí. Sólo que muy cansada.
—Dijiste que no ibas a ver pacientes, duerme un poco aquí.
Sakura sonrió acariciando la panza. Realmente esos bebés le brindaban la paz que buscaba lo que convertía a la oferta en una tentadora. Pero su deber no había terminado con atender a esos pacientes. Sabía que pronto Kakashi le pediría un estado de situación, haciendo bastantes preguntas y lo único que podría responderle sería sobre las heridas y los tratamientos, y no podía quedarse sólo con eso. Más conociéndolo y que, cuando la viera, su estado no pasaría desapercibido. Necesitaba averiguar un poco más, y no sólo para el hokage. Necesitaba saber porque había fallado y cómo mejorar ese procedimiento.
—Te agradezco, de verdad. Pero no puedo.
—Un rato no te hará mal.
Sonrió.
—No puedo. Debo ir a cumplir con mis obligaciones. En cualquier momento el hokage me llamará.
—Entiendo. — una nueva mueca de dolor contrajo el rostro de Karin haciéndole sobresaltar a Sakura, cuando la patadita que afectó a su madre golpeó sobre la mano de ella.
—¡Sarada!
Karin carcajeó. La pelirrosa podía identificarlos leyendo esa energía. Y a ella le hubiera encantado poder hacer lo mismo.
—Creo que... voy a aceptar tu propuesta.
—¿La de ser médico?
La mujer asintió respirando hondo para calmarse.
—Será un placer ayudarte.
Ambas se miraron en ese instante, hasta que Karin apoyara su mano sobre la de Sakura.
—Sarada y sus hermanos estarán orgullosos de su mamá.
—Ya lo creo.— y le sonrió.
¡Regresé!Perdón por mi faltón del miércoles pasado, pero me fue imposible publicar ya que no había terminado de revisar el capítulo, y no me siento cómoda publicando sin mis veinte revisiones jajajajaja... Resulta que fue el viaje de estudios de mi niña, la primer vez que iba a estar tantos días lejos mío, y tenía la cabeza en otro lado. Me era imposible concentrarme en la corrección. Así que tuve que dejarlo pasar. Pido disculpas, sinceras disculpas.
Pero acá estoy, acá está el capítulo 32 je je je
Capítulo tranquilo, creo, pero otra vez necesario.
Tuvimos a Sakura modo médico (perdón si mi terminología técnica en medicina no es la mejor), saltándose protocolos y con esas inmensas ganas de salvar a todos. Le pegó un duro revés la situación, pero confiemos en nuestra chica. Saldrá bien, ¿no?
Una vez en Facebook, alguien me pidió que no nombrara a la hija de Karin y Sasuke con el nombre Sarada. Si estás por aquí y sigues leyendo esta historia, pido perdón. ¡No me pude contener! jajajajaja Siento que esa bebé es un poquito de Sakura también, así que fue imposible resistirme a esa idea. Ya había surgido antes de que me lo mencionaran y no pude desprenderme de ella jajajajaj Así que sí, esa bebé se llamará Sarada, y ya verán qué papel jugará en esta historia.
Eso sí, para quienes amen a Seiyi, en el próximo lo tendrán en un modo muy... ¿dulce? Bueno, no sé si ese término lo define bien, pero será algo así jajajajaja
No digo nada de los "te amo" que salieron por aquí, porque fueron un sueño, pero no creo que se queden allí. Ustedes que opinan?
Bueno ahora sí, me despido hasta el próximo miércoles.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top