Capítulo 31
—Quítate todo, te quiero desnuda. — le dijo con voz firme, ordenando sin prisa pero sin paciencia, mientras desenganchaba la cadena de la pulsera esclava en la muñeca de la pelirrosa. — Excepto las botas. A esa déjatelas.
Sakura, con la mirada al suelo, tomándose las manos al frente ni bien él la soltó, simplemente asintió. Y lo escuchó alejarse, pero no podía deducir hacia dónde.
No debía verlo, ni moverse a menos que él así se lo dijera. Fue claro cuando salieron del palco y le explicara que a partir de ese momento no toleraría ni una falta. Y allí entendió que el Kakashi que entró con ella a la fiesta ya no existía más. Ahora estaba el amo y por completo, no la versión suave que le mostró al inicio. O así quería creerlo.
—Te quedas en ese lugar hasta que regrese. ¿Entendido?
—Sí, sensei.— respondió respirando rápido. Sabía que sus respuestas debían ser con palabras y de inmediato, y no lo provocaría.
En ese instante, no pudo evitar añorar al hombre que la masturbaba en aquel sillón instante atrás. Sabía que esa era una noche de sorpresas en donde averiguaría todo en base a experiencia, y esa debía ser una más, y aún sintiéndose ansiosa por experimentar, guardaba algo de temor al no entenderlo del todo.
Lo oyó buscar algo y dio un respingo cuando cerró la puerta con violencia al retirarse.
La actitud de Kakashi había cambiado a una fría y dura desde que salieran del palco. La mantuvo mirando al suelo y en silencio todo el tramo por los apenas iluminados pasillos que los condujeron a esa habitación, arrastrándola prácticamente de la cadena en su mano. Su voz era calma, pero ya no lograba apreciar la paciencia que siempre le demostrara. En su lugar, había un dejo de severidad que se le antojaba a molestia, aunque no estuviera segura de nada. Todo era tan nuevo y tan intenso que no lograba entender del todo si ese era el amo en su completa expresión, o si Kakashi estaba enojado con ella. De lo que sí estaba segura era de que se encontraba celoso. Si ella descubrió que el Conde era Seiyi, evidentemente él lo sabía, por lo que todo ese despliegue de miradas, palabras ácidas y provocaciones entre ellos, seguramente harían mella en él.
Sonrió nerviosamente. Sabía lo delicioso que era Kakashi celoso en la cama, pero ahora el hombre que estaría con ella no sería su dulce y caliente sensei. Los nervios ganaron a la picardía que la divertía provocándolo y entendió que ya era momento de desvestirse. Si él regresaba y no se encontraba como le pidió, las cosas serían peor para ella, aunque no supiera que significara ser peor.
Suspiró mientras comenzaba a quitarse torpemente las prendas. Intentó primero con el corset, pero cuando sus dedos se enredaron lo dejó para el último. No eran muchas prendas, aun contando el antifaz, y considerando que debía dejarse las botas, no demoraría demasiado en quitárselas. Desde que viera la expresión en los ojos de Kakashi aquella vez que vestía las bucaneras de lana, se dio cuenta que esas prendas a mitad de su pierna lo volvían loco. Ahora entendía la elección de las botas que subían y se aferraba como medias cubriéndole medio muslo.
Con algo de brusquedad, desató las tiras del corset y pudo quitárselo al fin, doblándolo apenas sobre la diminuta falda, y allí fueron las bragas encima de todo. Apiló juntas todas las prendas y las depositó sobre una silla al costado, y en ese instante pudo apreciar la habitación por primera vez.
Era espaciosa, con las paredes pintadas en rojo, pesadas cortinas a tono en la única ventana que podía apreciar, y más allá una puerta en color negro que no entendía su propósito. No era la de entrada, quizás fuera un placard. El piso liso de cemento se encontraba teñido de negro. Era liso, brilloso. Hacia atrás una enorme cama en la que cabrían tranquilamente más de cinco personas, se lucía con sus sábanas en raso negro. El respaldar adornado con barrotes, bien permitía atarla en muchas formas y entendía que esa era la función de dicha decoración. Toda la habitación era funcional a un único propósito, al placer perverso.
Llegó a apreciar una mesa, más grande que la del palco, y sillones hacia un costado cubriendo prácticamente una pared. Había toda clase de instrumentos colgando de otras paredes, y más no pudo llegar a ver, cuando oyó que giraban el picaporte.
Rápidamente volvió a su lugar, adoptando la pose de sumisión que él le enseñara. Manos tomadas al frente cubriendo su sexo, cabeza gacha, piernas abiertas.
Terminó de acomodarse a tiempo cuando alguien abrió la puerta. Sólo esperaba que fuera Kakashi, no podía verlo y de la forma que caminaba, no llegaba a distinguirlo. Si era él, estaba adoptando una forma diferente al caminar, tal vez para confundirla. Su respiración se aceleró en nervios de solo considerar que pudiera ser otro, o tal vez no estuviera solo. Ella se encontraba desnuda, su ex sensei no le haría eso. Pero... ¿y si el amo si?
Su respiración se aceleró aún más, expresándose descontrolada en el movimiento de su pecho.
Dio un pequeño salto pestañeando fuerte cuando el sonido de la puerta cerrando bruscamente la asustó.
Y pasos. Lentos pasos acercándose a ella. Nada más. Ese era el único sonido que podía apreciar, y las escasas sombras que se movieran a su al rededor.
No debía levantar la cabeza, no debía moverse para apreciar algún otro sonido que le indicaran que sucedía. Su olfato se intensificó cuando lo percibió cerca. El perfume masculino de su ex sensei acarició su rostro, tranquilizándola sólo un poco. Era él y se encontraba solo.
Se detuvo a sus espaldas. Percibió apenas el calor de ese cuerpo, y creyó sentir la respiración pesada del varón en su nuca.
—Estás preciosa — le susurró con voz tranquila y oscura. — Y obediente. Vas bien.
Sakura tembló.
Sus poros se erizaron por donde el aliento pesado y caliente de Kakashi golpeó al hablarle. En ese instante, deseaba que la tocara, que la acariciara como siempre lo hacía. Se sentía sensible, temerosa, ansiosa. Y todas esas sensaciones no hacían más que excitarla cuando él estaba cerca.
Kakashi sonrió. Estaba realmente hermosa. Ni siquiera Seiyi y su provocación, ni la intención de dominarla que tan claro leyó de todo lo que le hacía a su esclava, le arruinarían el momento. Sakura era suya.
Se acercó más a la chica que temblaba levemente, y aspiró su aroma provocando un leve respingo. Sabía que estaba expectante, ansiosa. Solo la había preparado en su comportamiento de sumisión, en cómo debía obedecerle, contestarle, reaccionar. Y nada más. El resto lo deduciría por lo poco que había leído y lo que llegara a observar en la fiesta. Así lo quería, buscaba una reacción genuina para terminar de palpar los límites de la chica.
Su aroma era delicioso. Olía a ella mezclado con el perfume que le diera, olía a ansiedad, a temor y excitación. Sobre todo a excitación. Iban bien. Muy bien.
—¿Sabes que puedes parar esto cuando quieras, no?
—S-si...sensei— balbuceó.
—¿Palabra de seguridad?
—Azul, sensei.
—Esa será tu palabra para que detenga lo que estoy haciendo en ese momento. Pero no termina el juego.— ella abrió los ojos, las reglas cambiaban. — Si la dices, decidiré si sigo o si cambio algo, pero el juego se mantiene intacto.
La respiración se le aceleró una vez más. Kakashi sonrió perverso.
—Pero, si es demasiado para tí y no lo disfrutas, dices Rojo y todo termina. No me enojaré, nada cambiará entre nosotros. Sólo el juego de la noche terminará. ¿Entendido?
—Sí, sensei.
—Tú tienes el control. Siempre. — respiró hondo, ahora la excitación comenzaba a hacer mella en él, el juego comenzaría — Y ahora vas a conocer a Lomo Plateado.
Sakura gimió. Su centro palpitó ansioso. No entendió porque su cuerpo reaccionó así. Sólo recordó la forma en que la trató toda la noche, como la dominaba y demandaba de ella, y por alguna razón comenzó a pensar que ese comportamiento fue suave. Y no pudo evitar que por un instante, esos oscuros ojos que destellaban a perla, que tan perversos se posaron en ella devorándola mientras castigaba a la esclava, pasaran por su mente y le hicieran comprender que Lomo Plateado no distaba mucho del Conde.
El placer le recorrió el cuerpo anidando en su centro cuando oyó el sonido seco de ropa rosando. Kakashi se estaba desvistiendo pero no podía deducir si se trataba del saco o alguna otra prenda. Sólo supo que estaba cerca suyo nuevamente cuando vio los pies detenerse frente a ella. No pudo preguntarse nada más. Una mano pasó por sobre su hombro tomando la coleta casi en la naciente de la liga y jaló bruscamente para alzarle el rostro.
Sakura gritó tambaleando por el movimiento rápido, pero pronto recompuso la estabilidad de sus piernas, sin desarmar la pose, esforzándose por mantener sus iris en otra parte que no fuera el rostro descubierto del varón a centímetros de ella.
Kakashi sonrió por unos segundos, para luego humedecerse apenas los labios cuando le recorrió el rostro con la mirada. Cómo ella se esforzaba en respetar las órdenes, la volvía irresistible.
—Pendeja... estás realmente preciosa esta noche.
Ella entreabrió los labios, respirando rápido, luchando contra la fuerza de esa mano que la jalaba hacia atrás.
—Manos a los costados.
Y obedeció descubriendo su depilado pubis. Poco podía adivinar de lo que sucedería durante la noche. Pero si sabía que pasaría en ese preciso instante. Y no tuvo que esperar demasiado. Gimió al sentir los dedos largos de su sensei recorrerle la raja abriéndole los labios, juntando su humedad.
—¿Ya te mojas de nuevo? No te hice nada aún.
Sakura apretó los labios cuando lo sintió jugar con su clítoris.
—Pequeña lujuriosa, ¿qué voy a hacer contigo? — y la pellizcó robándole un grito.
—Mírame — ella abrió los ojos vidriosos llevando sus iris hacia el rostro del varón. Lo que vio al llegar la estremeció borrando todo rastro de dolor para reemplazarlo por calor. Mucho calor.
Esos oscuros ojos lucían fríos, pesados. Había un deseo denso en ellos, indescifrable en intención pero que prometían una noche intensa, agotadora. El semblante que los acompañaba era imperturbable, estoico. Le temería sino lo conociera, pero no podría excitarle menos aun así. Su sensei era apuesto, pero no sería eso lo que la tenía tan entregada. Era la forma en que la sostenía, en que la poseía aún apenas tocándola.
—Dime pequeña, ¿que voy a hacer contigo?
—Lo que usted.... quiera, sensei. Soy suya.
Kakashi gruñó acercándose más. En ese instante la mirada se le volvió feroz estremeciéndola. El agarre en su cabello se cerró aún más jalando dolorosamente.
Sakura gimió cuando la soltó bruscamente, alejándose de ella. No le gustó sentir ese frío por robarle la cercanía de su cuerpo, pero debía conformarse. Él sabía lo que hacía y ella estaba entregada a su capricho.
Tambaleó acomodándose nuevamente en la pose que él le exigiera, y respiró hondo disimuladamente para calmarse cuando lo oyó llamarla
—Ven aquí.
Alzó la mirada para constatar el lugar desde el que le hablaba y fue de inmediato hacia allí.
—Detente justo ahí — le dijo cuándo aún faltaba por llegar a su lado. Y aunque no entendiera, se detuvo y adoptó la pose de sumisión. Manos delante, cabeza gacha y piernas abiertas.
Kakashi sonrió y luego giró hacia la mesa que tenía detrás, de la cual tomó cuatro grilletes, dos individuales de corta extensión y dos más largos para las piernas. Eran de metal aunque más anchos que un grillete tradicional usado en prisioneros, lo que causaría menos daño en la zona de agarre.
Sakura comenzó a respirar más rápido cuando sintió el tintineo de las cadenas, iba a atarla pero no sabía dónde ni cómo.
—Brazos arriba.
La orden fue firme, la voz dura. Parecía enojado, aunque entendía que esa no era la emoción que él tenía, simplemente era firmeza. Pero no estaba segura. Dudó unos segundos, alzándolos lentamente cuando lo sintió moverse frente a ella. Estaba nerviosa, si tan solo pudiera verlo aunque sea unos segundos, se sentiría mejor, pero él no la habilitaba para eso y no debía desobedecerle. Porque en realidad, no quería desobedecerle. Y entendió que así era el juego, así debía ser y en medio de su ansiedad y confusión había gusto en todo ello. Cuando él comenzara a aferrar los grilletes sin delicadeza a sus muñecas, sintiéndolo respirar más rápido mientras apretaba sólo un poco más de lo necesario, terminó de entenderlo. Él se estaba excitando con lo que le hacía y allí comprendió el juego. Su placer provenía del temor a no saber que haría el otro, cuanto dolor le impartiría o si acaso soportaría el placer, pero no era tortura lo que excitaba aún pareciéndolo, era la mezcla justa de cuidado sufrimiento, de medido temor, que enervaba las sensaciones incendiando un placer ignorado por la mayoría, juzgado por los temerosos. Y él, como amo y dueño, no podía excitarse más de la entrega que una mujer, que su niña rosa, le ofrecía quedando a su merced, entre sus dedos y sus ganas, y su líbido perversa que no buscaba más que deshacerla en el éxtasis que también lo consumiría a él. Porque no había daño ni ganas de dañar, era un acto de la más profunda y pura confianza que dos seres humanos pudieran llegar a experimentar, más allá del contacto, más allá del sexo. Era simple, era perverso y era delicioso.
Y en ese instante se dio cuenta de que quería complacerlo. En todo y por sobre cualquier otro deseo.
Kakashi tomó primero una de las cadenas que colgaban del extremo de la muñeca aferrada, y la enganchó a una estructura rectangular en el techo, la cual tenía barras cruzadas y orificios en donde sujetar los grilletes. Estiró un brazo primero dejándolo abierto hacia un lado, y luego fue el turno del otro brazo hacia el lado opuesto.
Jaló del último estirándola más, haciéndola gemir.
—Silencio. Aún no quiero escucharte.
Sakura se mordió los labios agachando aún más la cabeza, tenía los brazos extendidos hacia los lados pero no tensos, no se cansarían tan rápidamente sus articulaciones, pero era incómodo tener la cabeza tan abajo. Él lo sabía y no la corrigió. Le gustaba así, por lo menos por un rato.
Se agachó frente a ella en ese instante y le tomó bruscamente de un tobillo, aferrándole apretado uno de los grilletes que había arrojado al suelo. El agarre fue más fuerte que en sus muñecas y sería doloroso lastimando la piel si no tuviera las botas puesta, y allí entendió que a pesar de no haber delicadeza él siempre la estaría cuidando. El amo y el hombre, siempre la cuidaban.
Se la tomó y jaló abriéndosela al asirla a un gancho en el suelo. Hizo lo mismo con la otra pierna segundos después, dejándoselas abiertas. Su cuerpo lucía como si estuviera atado de una cruz de San Andrés, como la que observara en el escenario. Y si bien podía apoyar los pies sosteniéndose del suelo, los tacones le complicaban la tarea por el ángulo al que la había sometido.
—Mírame — le dijo luego de ponerse de pie y observarla unos segundos. Con el dorso de la mano le acarició la mejilla descendiendo lentamente por el cuello hasta llegar a los rosados y erectos pezones. Sonrió al verlos tan listos y deseosos. Pasó dos de sus dedos recorriendo la aureola, apretando apenas la punta en un leve pellizco que la erizó más. Ella gimió.
Kakashi sonrió alejándose un paso hacia atrás, cortando todo contacto, brindándose un mejor ángulo para observarla de cuerpo completo, apreciarla desnuda, estirada, completamente a merced atada de esa forma. La chica temblaba levemente, tomando con las manos la cadena que la anulaba por sus muñecas, sosteniéndose como si esos ojos empujaran contra su cuerpo. La mirada del varón era fría, era densa, le estremecían la piel y las ganas, la encendían como nunca imaginó que se pudiera. Una mirada dura que no buscaba conformarla, ni calmarla, que no buscaba transmitir dulzura, sólo un deseo enfermo. Y le encantó.
—Sensei...
—Shhh.— y comenzó a desprenderse los gemelos de la camisa, lentamente, mientras sus ojos se posaban en ese pequeño y rosado centro que ya comenzaba a brillar por la humedad que fluía ansiosa por placer, temerosa por como llegaría.
Kakashi lucía tan duro, tan imponente. Nunca lo había visto así. Ni una vez. Porque nunca estuvo frente al amo. Y no podía excitarle más la imagen que proyectaba. En ese instante él era todo lo que deseaba, hasta desesperadamente.
Se arremangó con tranquilidad, doblando la camisa hasta llegar casi al codo. Primero una manga, luego la otra. Alternando su mirada entre sus brazos y a veces la chica.
Y cuando terminó respiró hondo, recorriéndola una vez más.
Ella jadeaba, silenciosa dejaba escapar el aire por sus labios entreabiertos, hinchados.
Le sonrió. Una sonrisa de lado, endemoniadamente perversa teñida por ese rostro duro. Casi no reconocía a su sensei allí, y le asustaba sentir que ese hombre frente a ella la excitaba aún más que el hombre dulce que la contenía cada día.
Kakashi se acercó una vez más quedando a centímetros de su rostro. La miraba a los ojos, desde arriba y ella se sentía tan pequeña bajo ese invisible yugo, tan indefensa que no pudo más que desviar su mirar hacia abajo, cohibida por el apuesto e imponente hombre frente a ella.
—Estás preciosa — le dijo tomándole fuerte de la quijada con una mano para alzarla a sus labios. — Voy a disfrutarte como nunca, a gozar de tu placer, de tu dolor, tu miedo y tus ganas. — ella gimió abriendo la boca como pudo en ese agarre. El aliento de su sensei tan cerca de sus labios no hacía más que provocar a besarlo, y él lo sabía. — ¿Te gustó lo que viste en el otro amo? — su corazón se aceleró, y allí notó el destello de celos en los ojos del varón, allí también seguía Kakashi y no hizo más que enloquecer su libido. — Ahora lo sentirás, pero de mi forma.
Y la soltó dejándola deseosa y temerosa.
Se alejó de ella dándole la espalada, para ir hacia la pared en la que colgaban ordenadamente por tamaño e intensidad, toda clase de látigos, fustas, varas y hasta palas. De las últimas Sakura no había leído nada, las primeras ya las conocía sobre la piel, excepto el látigo de una cola el cual fue el elegido esa noche.
Su respiración se desbocó en ese momento, volviéndose incontrolable cuando el varón giró con una expresión dura en el rostro y lujuria en los ojos. Estaba excitado.
Golpeó el látigo sobre el suelo provocando un sonido seco y ella dio un respingo.
—Sensei...
La ignoró acercándose y la rodeó lentamente, acechándola en cada paso, mientras detrás de él arrastraba la cola del látigo en el suelo.
Sakura jadeaba, ansiosa y asustada. Tenía miedo, no podía negarlo. Esto era nuevo. La pose, la actitud de su sensei, el objeto elegido para castigarla.
Giró su rostro lo más que pudo para seguirlo con la mirada, hasta que él se colocó completamente detrás de ella y no le quedó más remedio que mirar hacia el frente relajando el cuello. El aliento de su sensei le golpeó la nuca cuando corrió la larga coleta pasándola por sobre sus hombros para dejarle la espalda y las nalgas completamente descubiertas. Y la misma mano que acomodó los cabellos, ahora le recorría la espalda con las uñas, erizándole la piel a su paso.
—Puedes detener esto cuando quieras. — ella asintió mordiéndose el labio inferior por lo que esa grave voz le causara. — Conmigo tienes esa opción. Eres mi sumisa.
—Tuya.
Él carcajeó grave burlándose de esa palabra
—¿Segura?
Sakura abrió sus ojos de repente. Era totalmente consciente de lo que había sucedido en el palco, de cómo su cuerpo reaccionara en contra de su voluntad alrededor de Seiyi, y conocía al peliplata lo suficiente para saber que no pasaría desapercibido para él ese hecho, ni nada de lo que sucediera en torno a ella. Pero no entendía hasta donde llegaba todo eso, ni porque no detuvo nada antes.
— No me gusta compartirte. — La respiración se le aceleró.—¿Te gusta que te miren gozar?— y la mano que rasguñaba la espalda tomó su camino hacia delante, bajando lentamente al pubis.—¿Te gusta que otros te deseen? — ella gimió cuando dos dedos jugaron apretados contra su clítoris. —¿Te gusta que demuestren lo que te harían?
Un gritillo escapó de sus labios cuando la caricia se transformó en un agudo pellizco. Su clítoris palpitó en dolor y ella jadeó buscando alivio sin contar con el refugio de sus piernas.
—Sensei. No...
—No ¿qué? — y esos dedos que la lastimaron ahora la acariciaban calmando de a poco el ardor, sustituyéndolo por uno nuevo aún más placentero.
—No fue eso...
El varón carcajeó y su estímulo se volvió más brutal haciéndola gemir en placer. Su boca se acercó aún más al oído, dejándola escuchar sus propios jadeos que, aun siendo más pausados, le demostraban que él también la deseaba.
—¿Vas a mentirme?
—No... mmmm... dios.. no miento...
—¿Segura?— sus dedos comenzaron a hacer círculos cortos, tal como a ella le gustaban, tensándole los músculos. Ya le había regalado dos orgasmos, ella estaba receptiva y sensible, poco le costaría el tercero. Pero no se lo daría esta vez
—No te creo, pendeja...—y quitó las manos instantes previos a desencadenarlo.
Ella se quejó aflojando el cuerpo, intentando cerrar en vano las piernas.
Kakashi rio mientras se alejaba tomando la distancia que necesitaría para el próximo juego. Y esperó. Ella estaría esperando un próximo movimiento, que por razones obvias sería con el látigo, y no le daría el gusto de prever el momento.
La observó respirar rápido, buscar algún sonido suyo al girar el rostro a un lado y al otro. La observó temblar cuando no lo encontró, y hasta gimotear frustrada. Le dio tiempo a recomponer su cuerpo ansioso y a enloquecer los nervios desesperados por un movimiento, temerosos por el ardor que sentiría. Y cuando agachó la cabeza resignada, el aire fue cortado por el filo del cuero que rápido impactó en la nalga derecha.
Sakura se estremeció y gritó, más por el susto que por el dolor que llegó segundos después. Esperó otro golpe de inmediato, que no caería de inmediato. Ni siquiera el número uno pronunciado por esa varonil voz. Nada. Silencio, sólo su respiración que se descontrolaba ruidosamente y el ardor en la piel que no era atendida.
Y cuando quiso buscarlo, un nuevo latigazo llegó en la nalga izquierda, y luego otro un poco más arriba, y otro más en diferentes zonas, uno tras otro enrojecieron su piel, haciéndole gritar al principio, luego simplemente gemir lloriqueando.
Ardía. No podía decir que no. Dolía segundos después. Y la desesperaba. Una lágrima rodó por el rabillo del ojo, y no entendía por qué. ¿Ese era un castigo? ¿Él estaba furioso? No, no podía estarlo. Así no se comportaba un amo.
Y luego todo se detuvo, y lo siguiente que sintió fue una mano envolviendo su cuello desde atrás y otra surcando con delicadeza la extensión de cada marca sobre sus piernas y glúteos que ya comenzaba a hincharse apenas.
Gimió. Y abrió los labios cuando le llevó el cuello hacia atrás lamiendo la piel a su alcance, besándola, mordiendo el lóbulo de su oreja cuando llegó allí.
—Eres tan preciosa.— le susurró, mientras ahora la palma le recorría las adoloridos carnes, reavivado el ardor en la piel pero reemplazando la sensación de confusión por calor, uno que le estremecía cada poro y que indudablemente llegaban a su centro palpitando.
—Sensei...
Cerró los ojos disfrutando de ese contacto, cuando sintió las manos deslizarse hacia sus pechos, masajeándolos al tomarlos, apretando bruscamente después.
—Sensei...
Y ahora los dedos se concentraban en los pezones, estimulándolos, endureciéndolos más, preparándolos para el pellizco que vino después.
Gritó. Y la soltó de repente, yendo hacia la mesa en donde había varios artefactos que ella no podía llegar a notar.
Cuando giró, tenía entre sus manos dos pinzas de pezones unidas por una cadena. Sakura abrió los ojos, las conocía. Jean las había usado en Kimikura y a ella le había encantado. Pero no sabía exactamente qué esperar, qué sensación le causaría sobre su piel, y no pudo evitar temer.
Kakashi se acercó con ojos vidriosos. Estaba excitado. Estaba disfrutando de lo que le hacía, pero había un dejo de molestia en su mirar. Una que la encendía, y le hacía temer aún más.
Desplegó las pinzas abriéndolas ante ella y la miró a los ojos.
Sakura alzó apenas la mirada, apretando con las manos las cadenas que la sostenían, como si ello fuera a darle alivio
—Me detienes cuando quieras.— ella asintió. Respiró hondo viéndola a los ojos una vez más, estaba subiendo el nivel en la perversión, tal como a él le gustara y que nunca imaginó poder vivir con la joven. Pero verla excitarse, estremecerse por las prácticas duras de otros amos, aun considerando que quien la llevara más lejos fuera Seiyi, le volvía loco. No podía negar que los celos rumiaban por lo bajo, y le molestaba que fuera su amigo quien le abriera el apetito a Sakura por juegos más crudos. Pero a la vez le tranquilizaba y le agitaba el morbo. Su amigo eligió muy bien el castigo desplegado frente a ella, uno duro pero no en extremo perverso como acostumbraba, uno que la abrumaría pero le permitiría gozar de la experiencia, siendo la primera tan fuerte. Y no podía negar que a él mismo le excitó sentir el deseo de ese hombre sobre su mujer, porque era única y era de él. Su amigo solo podía observarla gozar, deseando tocar con esos dedos que acariciaban otra piel, la piel de Sakura. Debería conformarse con eso.
Su respiración se agitó en anticipación a lo que le haría. Y buscó sus ojos una vez más.
—Eres preciosa, Sakura. Muy preciosa.
Ella intentó sonreír pero no pudo evitar el estremecimiento que le causó la cercanía de esos instrumentos a una zona tan sensible en ella. Por instinto quiso echarse hacia atrás buscando escapar, pero fue en vano. Lo próximo que sintió fueron las pinzas mordiendo sus pezones.
Gimoteó en queja, apretando los ojos.
—Silencio— y sus labios se sellaron.
Kakashi aferró las pinzas acariciándole las contraídas aureolas que ahora lucían pequeñas y erizadas. Ella tembló y cuando esos dedos tomaron la cadena que colgaba entre sus pechos, negó. Sabía lo que vendría aunque no se imaginaba lo que se sentiría.
Kakashi jaló estirando apenas los adoloridos pezones.
—No, sensei... — gimió de dolor — Por favor...no.
—Recién comenzamos, Sakura. ¿Es mucho para ti? — y jaló nuevamente.
La chica apretó los labios cerrando los ojos una vez más y negó.
Kakashi jaló aún más, lentamente para acostumbrarla. Y ella apretó más fuerte el cierre de sus labios. Le sonrió satisfecho y deslizó sus dedos rasguñando apenas el abdomen hasta llegar al centro de la chica para estimularlo.
Estaba mojada. Mucho más que cuando la soltara instantes atrás. La miró. Su niña rosa se estaba excitando con ese trato y no pudo más que fascinarle. Era perfecta.
—Mira lo mojada que estás— recorrió su raja robándole un nuevo gemido de placer.
Sakura no entendía a su cuerpo esa noche, parecía tener su propia conciencia y reaccionar a lo que se le daba la gana, en contra de su lógica. Se encendía con dolor anhelando ese toque suave de goce, y a la vez enfurecía de permitir que aquello sucediera sintiéndose completamente indefensa ante los deseos enfermos de ese hombre que le gustaba tanto. Pero lo peor era el saber que el poder de cambiar lo que sucedía allí no lo tenía él, y aun así no quería cambiarlo.
Kakashi la miraba a los ojos, y ella los mantenía alzados a él aunque esa mirada se perdiera más allá, se perdiera en todas esas contradictorias sensaciones que la embriagaban y la enfurecían. Él claramente podía leer eso y no hacía más que enloquecer anhelando poseer lo que estaba despertando en su niña rosa. Y subió las apuestas, mejorando el estímulo en un centro hinchado a la vez que jalaba más duramente de la cadena que mordía sus sensibles pezones.
La mezcla fue explosiva. Sakura apretó los dientes gimiendo, para segundos después cerrar los ojos cuando la tensión aumentó.
—Sensei... basta, por favor... Sensei... ya no...no...
—¿No qué?
—No puedo...no...
—Detenlo.
Apretó labios en ese instante. Todo en ella le gritaba que dijera por lo menos una de las palabras. Pero su voluntad no le respondía. Perdida en esas sensaciones perversas, no hacía más que enviar oleadas de estremecimiento por su cuerpo.
Una lágrima rodó por el rabillo del ojo y en ese instante Kakashi sonrió soltando la cadena y retirando su mano. Pero no quitó las pinzas. El dolor cedería pero no la molestia de la presión.
Untó con los dedos la humedad de la chica chica en lo labios cerrados.
—Pruébate— le susurró, y ella obedeció pasando la lengua sobre ellos, mientras respiraba rápido.
—Lo hiciste muy bien, preciosa.
Y se acercó a besarla. Y cuando ella abrió la boca para recibirlo se alejó.
—Aun no. Debes ganártelo y todavía quiero probar cosas.
Tomó el látigo del suelo y lo colocó en su lugar en la pared. Y fue hacia una delgada cómoda con cajones, de la cual luego de unos segundos extrajo un elemento de metal, con cola. Era un plug anal, uno en color negro mucho más grandes tanto en extensión como en anchura, de que los que usara en ella durante esa semana.
No se esforzó por ocultarlo ni tampoco en mostrárselo. Sólo lo untó de lubricante y se acercó a la chica por detrás.
Le tomó una nalga abriéndole y apoyó el plug en la entrada. Ella se removió. Ese objeto era grande y temía que la lastimara.
—Quieta.
—Sensei, va a dolerme. No.
—Lo soportarás. — le dijo y presionó. Ella gimió tensando sus músculos. — Sakura, esto va a suceder. Así que relájate.
Y presionó nuevamente obteniendo la misma respuesta.
Kakashi suspiró alejando el objeto, pero no se retiró. En su lugar un bofetón en el glúteo la hizo gritar.
—¡Relájate!
Y un nuevo bofetón sin piedad en el mismo lugar la tuvo gimoteando. Ardía. Más que otras veces.
—Perdón, sensei. Lo haré.
—Así me gusta.
Abrió nuevamente su nalga y reanudó la tarea. La chica respiró hondo. Conocía lo que debía hacer. La sensación no era nueva pero si la presión. Sentía que el objeto la estiraba más que antes, y la obligaba a mantener los ojos cerrados para soportar.
Kakashi empujó una vez más introduciendo casi bruscamente, pero con cuidado, el plug por completo.
—Lo tienes todo adentro, preciosa. — y acarició la nalga maltratada por unos instantes. — Respira. Acostúmbrate. Tienes un culo hermoso y no voy a contenerme.
Y se alejó nuevamente dejándola aferrada a esas cadenas.
Las piernas le temblaron y buscó acomodarse. El movimiento le hizo sentir con más fuerza el objeto en su interior. Era grande. Era largo. Y entendía que lo que hacía Kakashi en ese momento era simplemente prepararla.
Un tacón trastabilló y golpeó las cadenas haciéndolas sonar mientras se acomodaba.
—Quieta.— lo oyó decir mientras tomaba una fusta de lengüeta ancha.
A esa la conocía. Y entendía que cuando la usó por primera vez en ella, había sido suave. Y esa noche no lo estaba siendo.
Su ansiedad se disparó gritándole que huyera de ese lugar. Tenía la fuerza para soltarse y salir. Tenía la palabra para detenerlo. Y no obstante su centro volvió a mojarse y su ano lleno palpitó. No detendría nada.
—Sensei...— susurró temerosa de hablar.
—Shhh— la calló mientras acariciaba entre los dedos la suavidad del cuero de la lengüeta.
Y cuando se detuvo frente a ella, la recorrió lentamente con la mirada disfrutando perversamente de ese rostro jadeante, con las mejillas enrojecidas y la mirada afiebrada en placer y en furia, los pechos que bamboleaban la cadena que colgaba de los erectos pezones al respirar, y ese centro depilado, brilloso y ansioso de liberación. Era una imagen única, que lo endureció más de lo que ya se encontraba.
Sonrió y la chica bajó la cabeza, ya sintiendo el cansancio en sus estirados músculos.
Apoyó la lengüeta debajo del mentón y se lo impulsó hacia arriba para que lo viera a los ojos.
—¿Estás cansada?
—No... sensei.— balbuceó.
—¿Vas a seguir mintiendo?
Ella lo miró temblorosa a los ojos y dudó antes de responder. El varón se mantenía con su rostro duro, la mirada profunda y estoica que no le transmitían ni una pizca de lo que pensaba, sólo deseo.
—No.— susurró.
—¿No qué?
—No, sensei.
—Mejor así. — respiró hondo subiendo un poco más la lengüeta para estirarla. —Lo preguntaré sólo una vez más. ¿Estás cansada?
—Un poco, sensei.
—Un poco. — repitió. Y le soltó el rostro para luego enganchar la fusta en los cabellos y llevárselos hacia atrás, dejando el cuerpo libre.
Luego se alejó un paso para darse espacio. Sakura sabía lo que vendría. El castigo de la fusta, y sabía cómo picaba pero lo delicioso que se sentía después. Cerró los ojos cuando lo vio impulsar el objeto sobre su muslo.
El latigazo impactó haciéndola saltar. Pero contuvo el grito. Otro nuevo fue a parar a la parte interna del mismo muslo, y se mantuvo en silencio, aunque su cuerpo se tensara recordándole el objeto que la dilataba por detrás.
—Así me gusta.
No se detuvo. Nuevos golpes dieron en distintas partes de sus piernas hasta que al final un lamento escapó.
—Sensei....por favor..
Esas palabras lejos de detenerlo o suavizarlo, reavivaron la perversión llevando la punta de la lengüeta a su centro, acariciándole primero.
Sakura se estremeció. No quería sentir lo que le haría, pero a la vez sintió que la humedad entre sus piernas aumentaba en anticipación.
—No... no...
Un golpe corto y certero castigó los labios, lejos del clítoris. El varón sabía lo que hacía, manejaba la fusta con maestría.
Ella gritó dejando escapar las lágrimas.
Pero no se detuvo ahí. Un nuevo golpe acarició sus labios desde otro ángulo, para que un tercero cayera directamente sobre su hinchado botón.
—¡Sensei! ¡Basta!
Y como si esa fuera la orden que esperaba, castigó una vez más haciéndole temblar mientras gritaba, para luego soltar la fusta y arrodillarse de repente frente a ella pasando la lengua exactamente en las zonas que había golpeado.
Sakrua se estremeció completa abriendo la boca en placer. La mueca de dolor que distorsionaba su rostro se transformó en una única de goce. El punzante ardor aún se mantenía pero maximizaba la sensación de esa lengua que acariciaba a su desnuda y sensible carne. La sensación era tan abrumadora que las lágrimas siguieron brotando.
—Sensei... dios...esto es... es fantástico.
Una mano del peliplata encontró la cadena entre sus pechos y jaló al tiempo que con la boca abierta le tomaba todo el centro castigando el clítoris con la lengua. Sakura gruñó embriagada de ese siniestro placer que parecía iba a consumir todo de ella.
No supo en qué momento el varón desató sus tobillos. Sólo sintió que sus pezones se aliviaban al quitar bruscamente las pinzas.
Luego la lengua de su sensei subió para atenderlos, sin dejar abandonado su centro al cambiar la lengua por los dedos que hábilmente lo acariciaron manteniendo el estímulo. Fue rápido e intenso, cuando abrió los ojos él la veía profundamente mientras se abría el pantalón liberando la erección con la que había iniciado la noche.
Ella no dijo nada. Su mirada afiebrada empañada por las lágrimas lo decían todo. Se dejó hacer. Su cuerpo estaba débil entregado a ese hombre. Le ardían los muslos, le palpitaba el ano que se estiraba cuando el varón alzara una de sus piernas enganchándola a la cadera instantes previos a penetrarla de una estocada.
Gritó nuevamente, de goce esta vez. Un intenso placer que arrancó nuevas lágrimas cerrándole los ojos. Se sentía llena. Muy llena. El movimiento de Kakashi en su interior era más apretado que de costumbre. Sus carnes por fuera latían con cada embestida.
—Me vuelves loco, pendeja— le susurró sobre los labios antes de que le aferrara la base de la coleta duramente para dejarla al alcance de su boca.
Ella gimió por el imprudente beso que le golpeó los labios al tiempo que mantenía apretado el agarre de su pierna en esa cadera, soportando las embestidas que la desestabilizaban.
Las muñecas le ardían. Los brazos ya temblaban de cansancio. Pero él, devorándola de esa forma, era lo más excitante que había hecho en su vida.
Tan así que todo el dolor que su cuerpo experimentara, no hizo más que avivar el orgasmo que segundos después estalló explosivamente. Gritó en la boca de su sensei. Los puños se cerraron apretados. Y él continuó embistiendo hasta que la sintiera relajarse por completo.
Se detuvo entonces sin salir de ella. Le soltó los labios para besarle el rostro, llenárselo de cortos besos, de caricias.
Poco a poco bajó la pierna y salió de ella. Estaba tan lánguida que parecía una muñeca de trapo.
No la soltó, la aferró por la cintura alzándola un poco para aflojar la tensión de sus muñecas. Desató una y luego la otra. Sakura cayó sobre él, gimiendo apenas. Ese fuerte y duro cuerpo la sostuvo bridándole un calor que ya conocía y adoraba.
—Per... dón
—Shhh, pequeña.
La acomodó cargándola entre sus brazos y la llevó lentamente hacia la inmensa cama al fondo de la habitación.
Ella se lamentó cuando la acostó, las carnes le ardían en el trasero, ni hablar de la presión del plug. Suavemente la giró dejándola boca abajo, acomodándole su rostro de costado para que respirara bien.
—No duermas preciosa.
—Sensei...
Y pasó su mano pesada por la piel de los glúteos. Ella contrajo el ceño ante el dolor, pero se sentía tan cansada que no pudo esbozar nada más.
Kakashi se incorporó sin dejar de verla. Estaba preciosa con su culo rojo lleno de marcas y el enorme plug que se asomaba como una pequeña cola de conejo.
Comenzó a desvestirse sin dejar de mirarla. Sakura tenía los ojos cerrados, respiraba rápido aún.
Sonrió.
La noche estaba siendo fantástica. Y ahora venía el momento que anhelara desde aquella noche en que discutieron. La haría suya, y una por primera vez.
Tomó su ropa doblándola apenas para llevarla a una de las sillas y en el instante en que pasó cerca de la puerta que conectaba su habitación con la del Conde, lo sintió.
Se detuvo girando el rostro hacia ese lado.
Detrás estaba Seiyi, seguramente con sus esclavas y Zulima montando fiesta. Pero evidentemente él no estaba en esa juerga, ya que su energía se concentraba en la dirección en la que Sakura descansaba.
Kakashi entrecerró el ceño. Los estaba observando.
En ese instante los celos gruñeron posesivos. No le había bastado con irrumpir en el palco haciendo su despliegue de galantería y talentos, que seguía inmiscuyéndose para tomar algo de ella. Y no entendía qué le sorprendía de ese comportamiento, era de idiotas esperar que esa vez hiciera una excepción. Su amigo siempre había sido así, de tomar y hacer lo que quería, de ceder a sus instintos más perversos sin contemplaciones. Así jugaban ellos con sus sumisas, retándose todo el tiempo, sin privaciones de compañía ni lugar, compartiendo cuando se les daba la gana.
Y había estado bien, hasta que ella entrara de esa forma a su vida. Ese era su límite, ella.
Y su amigo osaba a observarlo sin su consentimiento, luego de provocar a su mujer a través de su esclava. Esa noche Seiyi había rebasado todos los límites, seguramente excitado con la dulzura de la pelirrosa mientras soportaba en disfrute de su rudeza. Una que no distaba demasiado de la del temido Conde, pero que no tendría su cuidado. Y le entendía. Entendía esa desesperación que ella provocaba por someterla y poseerla. Pero ni aún así, se le hacía más soportable esa intromisión.
Tanto se le ocurrió en ese instante, pero cualquier confrontación sería en vano. Hasta que comprendió que jamás podría correrlo del medio. No si no era por su cuenta.
Sonrió.
Si quería ver, que viera. No se lo impediría.
Que viera cuando la tomara nuevamente. Que viera esa piel erizada, sonrojarse por sus dedos. Que la viera gozar bajo su cuerpo, sometida a su toque. Que viera lo que no tendría porque ella era suya.
No la soltaría.
Buscó los preservativos y el lubricante desde la cajonera más cerca de la puerta de cruce. Y la destrabó en un movimiento casual, sin mirar hacia esa dirección, pero sin borrar su sonrisa perversa. Sabía que Seiyi estaba siguiendo sus pasos, atento a cada uno de sus movimientos, y no se le pasaría que él lo había descubierto y lo sometería a un peor juego que el que el Hyuga decidiera abrir esa noche al llegar de imprevisto.
Seiyi apretó los dientes.
Maldito Hatake. Un imbécil.
Lo vio sonreír por medio del byakugo y luego se percató de la traba corrida. La puerta estaba abierta, clara invitación al juego, pero sólo al del morbo de observar. Y no pudo resistirse aun sabiendo lo incorrecto que era eso para su persona, sintiendo lo que estaba sintiendo sin comprenderlo del todo.
Se acercó desactivando el jutsu de su genética, escondiéndose en la sombra del breve pasillo hacia la puerta.
La empujó al llegar, abriendo una rendija que le brindaba visibilidad a esa cama, hacia ella, no del todo clara pero suficiente para las ansias de esa noche.
Vio a su amigo desparramar aceite perfumado sobre la piel de la espalda de la joven, como ella se estremeció por el frío del líquido, y el gemido que dulce se le escapó cuando esas enormes manos la acariciaron después esparciéndolo. La estaba atendiendo, aliviando las marcas del juego, y había sido uno duro.
Lo observó besándole las muñecas antes de frotarlas con el ungüento. La besaba...eso no lo hizo nunca con nadie.
—Mmmm... sensei— susurró cuando esas manos abandonaron sus brazos y espalada para perderse en los glúteos. Los acarició, los amasó suavemente hasta que le tomo las caderas y se las alzó.
Ella sonrió cuando le abrió las piernas y con las manos le separó los cachetes para quitarle el plug. Había alivio en esa dulce mueca, realmente el objeto le presionaba, pero la sensación de vacío no le gustó del todo. Jadeó cuando la lengua gratificó los músculos estirados con suaves caricias.
El calor volvió a encenderse en ella. Aún tenía la sensibilidad del orgasmo, de todos esos estímulos de placer dolor circulando por su cuerpo. Esos mimos tan certeros no hicieron más que despertar las memorias recientes de una piel libidinosa. Apretó las sábanas con los puños mordiéndose el labio. Sabía que esa suavidad era preludio de la tormenta, lo sentía, no podía ser de otra forma con el hombre con el que estaba, y lo confirmó cuando el varón se incorporó detrás de ella y por un instante sus ojos se cruzaron.
Sabía que no debía moverse, no hasta que él le tomara las manos y con una soga suave de seda se las atara tras la espalda.
Sonrió ansiosa. Iban de nuevo.
Gimió cuando un dedo insidioso le untó el ano dentro y fuera con abundante lubricante. Estaba algo frío aunque el calor de su cuerpo lo entibiara rápidamente.
—Quieta.— fue la orden que le siguió. Apoyó la mejilla en el mullido colchón, no sin algo de temor por lo que vendría.
Su cuerpo estaba agotado, relajado hasta el último músculo, con la piel sensible y los ánimos perdidos en una sensación que no alcanzaba a descifrar.
Lo sintió acomodarse en su entrada posterior y cerró apretados los ojos cuando lentamente empujó deslizándose dentro. Un primer tramo tomó su lugar estirándola, era más ancho que el último plug, sentía sus carnes cediendo con celo y dolor.
Gimió y él le acarició la espalda baja sin soltar la cadera que asía con la otra mano. Lo oyó gruñir cuando empujó un poco más
No sabía cuánto faltaba. Era doloroso pero no le disgustaba, no del todo. Aún así, su cuerpo gritaba desesperadamente que lo detuviera.
—Eres tan... estrecha — le susurró antes de dar una seca estocada llenándola completamente.
—¡Sensei! — gritó y él le acarició la espalda una vez más manteniendo apretada la penetración.
—Acostúmbrate — le demandó con voz firme, en control, aunque sus ojos ya se hubieran cerrado en placer.
La mano que acariciaba abandonó el mimo para tomar su lugar en la otra cadera. La apretó, tal vez un par de uñas se clavaron en su carne, el picor punzante a sus costados lo delataba, pero el dolor en su entrada era mayor.
—Sensei... no...es muy-
—Shhh— la calló para comenzar a moverse lentamente, acelerando el acostumbramiento a la intromisión. La había preparado, la había dilatado. Pero un plug no se compararía a lo que él le hacía ni a su tamaño. Así lo había decidido, quiso dejarse un margen de virginidad para ser él y su cuerpo quien terminara de abrirla a la experiencia. Y parte de la misma era el inevitable dolor que lentamente comenzaba a dar entrada al placer.
Sakura apretaba los ojos, intentando no contraer ni una fibra más de su cuerpo. Sabía que debía estar relajada, pero era molesto.
Su sensei aumentó apenas la intensidad de las estocadas, intensificando las sensaciones, el recorrido. Desesperó. Si el varón llegaba a follarla como lo hizo instantes antes, la lastimaría. Y en medio de esos pensamientos, lo sintió inclinarse. El calor en sus glúteos le dejó saber que estaba más cerca, y cuando una mano se coló por debajo para acariciar su clítoris, el temor que la invadía comenzó a ceder poco a poco al placer.
Era suave. No como hacía minutos atrás. Pero no le daba respiro. Y su cuerpo reaccionaba tomando todo, el calor, el placer y el dolor, creando una nueva sensación que la electrificaba en un goce que nunca había experimentado. La molestia en su ano comenzó a desaparecer, diluyéndose en los gemidos que la chica exhalaba ya sin control entregada por completo a la vivencia.
Kakashi sonrió, ya casi la tenía en el punto que la quería. Solo un poco más y ya no se contendría.
—Mmm... sensei...más.
Y esa era la señal.
Soltó el hinchado clítoris incorporándose para posicionarse tras esas caderas. Le acarició la espalda sin dejar de moverse suavemente antes de aferrarse una vez más. Ambas manos la tomaban cuando una estocada más firme la hizo gritar en placer.
Él gruñó. La sensación era inexplicable. El cuerpo de la chica lo aferraba duramente y el saber que esa era una primera vez que quemaba con él, lo extasiaba. Era su forma de dejar una marca más en ella, de saber que no se olvidaría de él aunque otro hombre ocupara su lugar.
Y en medio de ese goce, sintió la mirada de Seiyi a sus espaldas. El ángulo en que la había acomodado le permitía al Hyuga apreciar la blanca piel de Sakura, las expresiones de su rostro, pero no por completo. El resto lo cubría Kakashi, y no lo hubiera hecho de otra forma. Podría observar, sí, pero lo que él permitiera. Giró apenas el rostro por sobre su hombro, los celos ya se colaban sin tapujos en su mirada, pero la sonrisa perversa de victoria que le dedicó antes de desatar la lujuria, le hizo hervir la sangre al voyeur de la noche.
Sakura gritó cuando las estocadas aumentaron en dureza. El cambio en intensidad no fue sutil. Allí estaba el amo de nuevo.
Sintió el pene comprimiendo sus partes al hincharse más. Al varón gruñir en cada embestida, lo estaba gozando como nunca antes lo había hecho. La mezcla del placer, del desfogue del dominio y del morbo azuzado por los celos era abrumador, era único.
Los dedos se hundieron en las caderas. Las estocadas se hicieron fieras. Sakura gemía con los ojos cerrados, apretaba sus manos atadas cada vez que las caderas del varón la golpeaban. Su cabello poco a poco fue despeinándose en el vaivén de su rostro sobre las suaves sábanas de seda.
El placer era extraño e increíblemente fuerte. No sabía si conseguiría un final, tampoco lo buscaba. Sólo sentir. Y el escucharlo gruñir, jadear como nunca antes era el suficiente estímulo que le permitía aumentar el goce de esa experiencia.
—Pendeja... me encantas...— gruñó cuando aumentó la intensidad.
Ella gemía.
Sus estocadas se hicieron rítmicas, rápidas, profundas. El sonido acuoso de las carnes deslizándose, el golpeteo de sus pieles al chocar, la respiración contaminada de gemidos, era morbosidad pura. La excitación de esos dos cuerpos llegaba hasta Seiyi quien tuvo que apretar por sobre su pantalón la dura erección que lo maltrataba para lograr algo de alivio.
Esa pequeña mujercita era preciosa. Soportó y soportaba en goce todo lo que el peliplata demandara. Sería lascivia pura en sus manos, una que él devoraría sin descanso.
Y en medio del frenesí, Kakashi la desató sin dejar de penetrarla.
—Tócate— le ordenó. Sabía que sería muy difícil que en esa primera vez ella alcanzara el orgasmo sin un estímulo tan preciso. Y si bien su lado perverso demandaba egoísmo, él no podía hacerlo. Quería que tuviera un nuevo final. —Quiero tu orgasmo.
—Sensei, no sé si-
Un cachetazo en su nalga la silenció. Y no fue necesario nada más para que comenzara a ejecutar la orden que le dieron.
El peliplata se volvió feroz en ese momento, como si hubiera estado aguantando la intensidad. Sakura no podía negar que un dejo de dolor no la cruzaba, pero era tan excitante el varón en ese estado que decantó por arrojarse al peligroso placer.
—Quiero...tu... orgasmo...—gruñó jadeante — ¡Ahora!
El calor en ella aumentó de repente y en un par de estocadas más exploto. Su grito se fundió con el gemido masculino que escapó de la garganta del varón cuando él tuviera su final también, vaciándose en el preservativo que lo cubría.
El cuerpo de la chica se contrajo violentamente. Los espasmos fueron tan intensos que pronto su cuerpo se ablandó exhausto quedando a completa merced de su amo.
Cayeron de costado, aún unidos en lo profundo, transpirados, agotados, aun disfrutando del goce.
—Sensei... dios... fue tan intenso. — Él carcajeó. — Me encanta... amo esto... por dios, sí que lo amo...
El varón le acarició el rostro con una gran sonrisa en el suyo. Había sido fantástico.
Salió lentamente de ella cuando recuperó el aliento, sosteniendo el preservativo por la base, y se lo quitó arrojándolo lejos. La observó, sus marcas rojizas lucían levemente hinchadas. Había sido duro, pero menos no podía. Así ella le gritaba que fuera, lo veía en sus ojos, en ese centro brilloso de excitación. Y si bien era una mujer fuerte que se recuperaría en horas, requería atención.
Se levantó y fue hacia el baño a preparar la tina. Abrió el grifo del agua caliente regulándola a tibia. Y volvió a ella, girándola lentamente al tomarla del hombro.
Tenía los ojos cerrados, pero le sonrió levemente al sentirlo, frunciendo el rostro cuando la tela le rosó las nalgas. Kakashi era consciente que con esos movimientos la exponía a la mirada de Seiyi, la puerta seguía entonada brindándole un perfecto ángulo de visión. Alzó los ojos hacia el sector concentrando su energía, pero no lo sintió. Él ya no estaba.
—Mmmm... me haces arder.
Carcajeó suavemente volviendo su atención a ella, corriendo un poco el brazo con el cual la asía de las piernas para levantarla.
—¿Te duele?
—Todo — La alzó mientras ella lo abrazaba suavemente por el cuello — Fuiste malo esta noche — y le hizo un puchero.
Kakashi sonrió. Le volvía loco ese gesto. —¿Si? Un malo que te gustó.
Ella asintió aun puchereando y se escondió en el hueco del cuello cuando la iluminación más fuerte del baño los recibió.
Kakashi la bajó lentamente al llegar a la tina medio llena, introduciendo sus piernas primero y luego sentándola. La chica hizo una mueca cuando el agua tibia la recibió acariciando su piel. Ardía pero terminaba siendo agradable luego de unos minutos. Él llegó después, trayendo unas cremas en sus manos, y entró a la tina sentándose detrás de ella con las piernas abiertas, rodeándola.
Le corrió la larga coleta que, improlija ya, comenzaba a mojarse con el agua, besándole el cuello cuando la tuvo a su merced.
Aún estaba sonrojada, sus hombros, su pecho, hasta las mejillas seguían encendidas cuando le giró el rostro para dejarle un nuevo beso en los labios. Nunca hacía eso con sus sumisas, pero ella era especial y no quería contenerse.
—Estás hermosa. — ella le sonrió buscándole nuevamente los labios — Estuviste siempre hermosa, Sakura.
Giró apenas para verlo luego de besarlo. Lucía agotada pero sumamente satisfecha.
—¿Te gusto?
—Ya te dije muchas veces que me encantas. — y la acarició con ternura en la mirada.
Ella lo contempló unos segundos antes de bajar la mirada. Estaba tan preciosa, que tuvo que contener la imperiosa necesidad de tomarla nuevamente en ese preciso instante.
—¿Y al amo? — Le susurró mirándolo apenas desde abajo — ¿A él también le gusto?
Kakashi intentó sonreír, pero no pudo. Solo quería devorarla. —A él le fascinas.
Ella se mordió el labio inferior.
—Entonces...dile que también él me gusta, mucho. — suspiró sonriendo tímidamente, antes de alzar apenas sus ojos a él.
—Dicelo tú.
—No puedo.
Kakashi elevó una ceja. —¿No? ¿Por qué no?
—Me hace callar todo el tiempo. No le gusta que hable.
Carcajeó bajo y la abrazó en ese instante.
—En cambio a ti sí.
—Sí, así es. — y la besó girándola por completo al recostarla sobre su cuerpo, cuidando de no tocarle la piel castigada.
La observó unos instantes ni bien la soltó. Aún sus mejillas seguían encendidas, y le encantaba. Le brindaba esa dulzura que él tanto disfrutaba de corromper distorsionándola en lujuria.
Y en ese instante, sus ojos se endurecieron. La deseaba. Era su sumisa y la deseaba en ese momento.
Sakura lo miró. —Está él ahora, ¿no?
Kakahsi asintió midiéndola.
—Entonces-
Y la besó nuevamente, tomándole el cabello para aferrarla a ese beso. Y la jaló despegándola de él segundos después de morderle la boca, lavándose antes de acomodarla sentada en sus piernas para penetrarla. Sakura gritó, apoyándose en el pecho del varón al buscar sostén, aunque poco podría mantenerse allí. La mano de su sensei se las tomó aferrándoselas detrás de la espalda mientras la penetraba sin compasión mirándola a los ojos.
Ella cerraba sus ojos agotada, excitada nuevamente.
—Mírame — le ordenó con voz grave y lo hizo. El movimiento duro le desenfocaba la mirada en placer, pero él permanecía allí. —No voy a complacerte ahora, esto es para mí.
No pudo decir nada. Esa demanda, esa declaración... se sentía tan a su merced y eso no pudo más que encenderla de una forma que no se explicaba. El agua golpeaba en sus cuerpos, la piel del varón rozaba sus zonas ardidas, había dolor, había placer, y otra vez ese deseo enfermo y helado en el semblante del peliplata que le hacían entremecer.
—Sensei...
—Silencio.
Apretó los labios. Las estocadas se endurecieron.
Era tan brutal la forma en que la follaba en esa pose en donde se suponía que ella debía tener el control. Pero no controlaba nada. Ni si quiera las reacciones de su cuerpo que parecían estar atadas al deseo del peliplata.
Sus carnes se contrajeron. No entendía. Nunca había sido tan fácil el placer en ella como lo estaba siendo.
—No te corras.
—Kakashi...
—No te corras.
Y gritó. La última estocada desató la explosión en ella desafiando la orden que su amo le diera.
—¡Por dios, Kakashi! — gritaba en medio de sus espasmos. — ¡Dios! ¡Amo esto!
Salió de ella en ese instante, aun la chica temblaba en los espasmos de placer, y se puso de pie levantándola de un brazo. Había furia en los ojos.
Ella gritó cuando la giró apoyándole el rostro contra la pared tras respingarle el trasero al que le aplicó tres bofetones sin medir la intensidad, mientras que con una mano le aferraba los cabellos sosteniéndola apretada contra los azulejos.
—¡Mmmm! ¡Dios! ¡Por dios! — gritó nuevamente. El dolor de los golpes la enloquecieron y todo fue más intenso cuando le abrió las piernas acomodándose detrás para penetrarla sin contemplaciones.
—¡Te dije que no te corrieras!
—Perdón... no pud-
—¡Silencio! — y comenzó a embestirla sin descanso mientras los dedos se hundían en la cadera que aferraba.
El cuerpo de la pelirrosa comenzó a temblar presa de ese placer que la sobre estimulaba.
—Kakashi... Kakashi... dios..mmmm...— Un nuevo golpe en la otra nalga la hizo gritar estremeciéndola una vez más — ¡Dios! ¡Es tan fuerte! Esto... amo esto, lo amo... dios.... — las embestidas se encrudecieron —Kakashi... te amo...
El peliplata abrió sus ojos unos instantes, pero no se detuvo Esas palabras... hubo una alegría que invadió su pecho al oírlas pero la desestimó de inmediato. El calor del buen sexo destrababa la lengua para palabras peligrosas y ella no sería la excepción a ese efecto.
No podía serlo.
No debía.
Pero por un segundo, consideró que quizás ese era el camino. Y le enloqueció.
—Pendeja— le susurró entre dientes cerca de su oído — Vas a matarme...
Sus estocadas se volvieron salvajes. Se entregó a todo en ese momento
Gruñó buscando con furia su final, enojado por la desobediencia y encendido por la brutalidad. Le jaló del cabello llevándola contra él mientras todo el peso de su cuerpo la aplastaba ante cada embestida contra la pared del baño. Y ella no hacía más que gemir rasguñando la blanca pared, sin entender porque sentía todo tan fuerte como si un orgasmo eterno la invadiera.
—Me vuelves... loco...
—Kakashi.
—Preciosa. Única... Mía. — y le mordió el hombro. Ella gritó. — Solo mía.
—Si...
—Toda mía.
—Kakashi...
Y gimió casi gruñendo en el instante en que exploto dentó de ella, haciéndola estremecer por la fuerza de su final.
Sus cuerpos apenas se deslizaron cuando aflojaron la tensión del acto. Jadeantes, uno se apoyaba en el otro. La mejilla de Sakura contra el azulejo lo entibió mientras sus manos se mantenían apoyadas buscando agarre. El respiraba contra su oído, tomándola por la cadera fuerte, mientas se asía a la pared buscando calmar su respiración.
Había sido fuerte. Ese último orgasmo había sido devastador, agotando lo último de ellos.
Salió de ella y la tomó de la cintura para llevarla junto a él al agua, recostándola en su pecho cuando al fin se ubicó.
Nadie dijo nada. Ni buscaron calamar sus pieles. Solo se abrazaron. Sakura se hundió nuevamente en su cuello buscando sostén, calmando su agitada respiración.
Kakashi la acarició abrazándola, sintiéndola, mientras en su cabeza seguía repitiéndose ese " te amo" que quería pensar que solo había sido una ilusión.
—¿¡Que mierda crees que estás haciendo!?
Seiyi rodó los ojos apoyándose en la pared del pasillo fuera de las habitaciones. Zulima lo fulminaba con la mirada apretándole el brazo por el cual lo sostenía.
—Mirando, Zulima, mirando. Eso hacía.
—¡No me tomes el pelo, pedazo de pelotudo! — Él jaló soltándose del agarre, siendo increpado de inmediato por un dedo acusador que lo sostuvo en ese lugar. — ¡Lo estabas espiando! ¡Y eso no se hace! ¡Tú más que nadie lo sabe!
Él suspiró sin mirarla, sin interesarle en lo más mínimo la réplica de la rubia. Intentó moverse a un lado para salir de esa posición, pero la chica lo volvió a acorralar con el dedo.
—¡No te vas a ningún lado hasta que me expliques que carajos buscabas ahí!
Encogió los hombros con una mueca de desinterés.
—Zulima, es parte del morbo.
—¡No! ¡No! ¡Eso no era morbo! ¡No, Seiyi! ¡No me salgas con estupideces!
Él rodó los ojos una vez más.
—¡Ibas a arruinarle su intimidad! ¡Sabes que eso no se hace, nunca! ¡Un amo y su sumisa no se interrumpen cuando deciden estar en privado y lo estab-
—¡Él me abrió la puerta! — la interrumpió gritándole a la cara con evidente furia, y cuando la mujer abrió los ojos en sorpresa, la empujó para alejarla y salir de allí.
—¡Ey! !Para! !Seiyi y la puta que te parió, detente!
Él elevó los ojos hacia el techo con hastío en su semblante, girando al encuentro. La chica venía corriendo como podía con sus altos tacones.
—¡No te creo ni una mierda! —Soltó cuando se detuvo. — Él no te puede haber-
—¡Pero lo hizo! Así que si no quieres creerlo, no es mi problema. — Zulima lo miró con confusión— ¿Ya? ¿Conforme?
—No...
Volteó para reanudar su camino pero se detuvo cuando ella habló.
—¿A que están jugando ustedes dos? — Seiyi bajó la cabeza pero no giró esa vez. —Si es cierto lo que dices... no me cierra nada.
Suspiró pesado.
—No lo sé, Zulima.
Y ahora ella caminó lento para ponerse en frente, calmando su enojo. No lograría nada con su amigo si procedía así, lo sabía.
—Seiyi, no soy de meterme entre ustedes y sus mujeres, y sus juegos y... ¡y toda la mierda que hagan! Pero-
—Entonces no te metas y listo.
La rubia apretó los labios por unos segundos para no gritar —¡Ay, dios! Escúchame.
Él rodó los ojos pero no se movió del lugar. Sabía cómo se pondría el asunto con ella y era mejor escucharla para cortar todo el tema allí.
Suspiró y la chica relajó un poco los hombros antes de hablar.
—Aléjate de allí. Esa joven es de Kakashi y lo adora, yo vi como lo mira y... no puedes hacer nada con eso. Él no va a cederla, y aun así, ella... creo que ella está enamorada de él. En eso... no se puede hacer nada con eso, Seiyi.
Esas palabras sumadas a lo que vio y experimentó en toda la noche lo golpearon duro. Y no pudo ocultar la reacción inconsciente en su rostro. Fue sutil, era un hombre acostumbrado a mantener sus sentimientos y pensamientos ocultos, pero en ese momento lo que sintió fue abrumador.
Y Zulima, que lo conocía profundamente, lo notó.
—Seiyi... en serio ¿qué te está pas-
—Nada. — y desvió la mirada a otro lado volviendo su semblante frío nuevamente.
Lo tomó del hombro buscando sus ojos antes de hablarle.
—En serio, Yi, sabes que te adoro y... nunca te vi así. Córtalo ahora. Olvídate de todo esto, vas a salir lastimado.
Él respiró hondo.
No podía negar que al principio consideraba todo ese juego con la pelirrosa un desafío. Pero en ese momento, en esa noche, aparecerse fue una prueba de fuego. Con presentarse a la fiesta buscaba sólo verla como sumisa y demostrarse como un amo para que ella lo notara y se sintiera tentada. Y lo había logrado. Pero aquello que lo desestabilizó enloqueciéndole fue observarla tan dudosa ante su dominio. Aun estando con su amo reaccionaba a él sintiéndose en la necesidad de obedecerle. Y cuando fuera él, con esa simple orden, el que desencadenara el orgasmo en la joven, fue cuando la prueba de esa noche se convirtiera en una para él.
Su deseo por ella se hizo tan fuerte que abrumó la posibilidad de desfogarse con sus esclavas, robándole también el placer de someterlas o tan solo follarlas.
Una vez que Kakashi se la llevó, Zulima quiso trasladar la fiesta a su habitación y ya no pudo disfrutarlo. No le causaba nada lo que les hacía a sus esclavas, ni siquiera la forma en que ellas buscaban complacerlo. No mientras supiera que a unos metros de allí el peliplata estaba con ella.
Por primera vez en su vida se sentía perdido. Estaba loco al espiarla con el byakugan. Y fue masoquista prenderse al juego de Kakashi. Pero no pudo hacer otra cosa y esa fue su perdición.
—Tienes razón.— fue todo lo que pudo decirle. Aunque por dentro sabía que ya estaba en un punto sin retorno
—Bien. — no le creyó del todo, pero que lo admitiera era algo ya. — Volvamos a la habitación. La noche está buena, vamos a divertirnos.
Asintió.
Ella sonrió.
Lo miró unos instantes y luego volteó de regreso a la habitación sin constatar que la siguiera. Demasiado había logrado. Seiyi no era hombre de adoptar rápidamente sugerencias, menos órdenes. Los consejos solo eran opciones, jamás los tomaría de lleno.
—Zulima, — la llamó cuando la vio abrir la puerta — cuida a mis esclavas.
Y echó a andar en dirección contraria, hacia las oficinas, sin darle opción a nada. Aunque le gritara o corriera a buscarlo, el resultado sería lo mismo.
Zulima quedó mirándolo.
Demasiado había logrado con sacarlo de ese pasillo, si siquiera eso fuera haber logrado algo. Y lo sabía mal, su amigo, su hermano de la vida, estaba en una situación en la que nunca estuvo y no tenía idea de cómo manejarlo. Si interfería de nuevo, no conseguiría más que cerrarlo. Al menos así lo había sacado de esa tortura que estaba siendo observar a la pelirrosa con su amigo. Conocía del morbo y le encantaba, pero eso había ido más allá.
Suspiró.
Tendríaque hablar con Kakashi también.
Notas
¡Buenas! Y santas... aunque no tan santas con el capítulo que tuvimos, ¿no?
Y al fin nos dimos el gusto de ver a Kakashi en su completo modo "amo". ¿A que estuvo bueno? Bueno, a mí me encanta. Mientras más pervis, más ricos jajajajaja
Antes de seguir, me gustaría dejar un breve (o no tan breve) comentario acerca de lo que leyeron y vivieron aquí, en este cap.
No creo que todo/as los lectores de este fic sea la primera vez que leen alguna escena BDSM, pero si lo es, recuerden que así es el juego, parece violento pero es cuidad, y que es 100% consensuado. Y es 100% seguro. Aquí no se disfruta del dolor ajeno si el ajeno no lo quiere sentir. La parte sumisa o sometida, tiene el control todo el tiempo, y el dominante o amo, está atento siempre a sus comportamientos para asegurar que la experiencia sea una buena para ambos. Y si bien la o el sumiso pueden detener el juego cuando les parezca que ya es mucho o simplemente ya no quieren más, el amo también puede detenerlo si la experiencia que le exige el sumiso va hacia una que él o ella no está dispuesto a brindar. Aquí los dos se divierten, la pasan bien, la gozan. Sino, no hay nada. ¿De acuerdo? Esto no es tortura, no es violación, no es unilateral. Es una experiencia en donde sino hay confianza, respeto, acuerdo y estima por el otro (no necesariamente amor), NO se puede conseguir plenamente.
Lo aclaro, por si se les ocurre experimentar, sepan que sino es bueno, no sirve jajajajaja... y que cualquier amo, no es para cualquier sumisa/o.
Ahora sí.
¿Que tal les pareció Kakashi como amo?
¿Y esa primera vez de Sakura? Estuvo buena, ¿no? Si hasta a mí me dan ganas de intentarlo jajajajaj
Y de Seiyi... ¿que creen que le esté pasando a Seiyi? ¿Cómo quedarán las cosas después? ummmmmm....
Gracias a todos por seguir eligiendo este fic, por la gente nueva que veo que votan y comentan y con las cuales comienzo a conversar. Gracias por su apoyo y acompañamiento, y por lo lindo que lo pasamos semana tras semana.
Nos vemos el próximo miércoles. ¡¡Besos!!
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