Capítulo 24
La mañana encontró a Kakashi con los ojos abiertos contemplando a la pelirrosa que dormía apaciblemente a su lado. No la tocaba aunque sus dedos picaban por hacerlo. Pero no lo haría, porque no quería perturbar el profundo sueño que teñía esas joviales facciones de calma.
Había una sonrisa en los labios del varón. Leve, apenas perceptible pero que llegaba hasta los oscuros ojos que la detallaban, acariciando en el aire lo que sus dedos no podían.
Y esperaba.
Esperaba a que ella saliera del embrujo del sueño y abriera los ojos al fin, porque lo primero que verían sería a él. A él y a la dulzura que inconscientemente le brindaba. La misma que se instauró en su ser la noche anterior desde que le susurrara al oído, mientras recobraban fuerzas abrazados en el suelo, lo agradecido que se sentía de que ella le permitiera compartir ese lado suyo. Y cuando girara a su encuentro, motivada por esas palabras, no pudo más que abrazarla al percatarse de las lágrimas de goce y de relajación que cayeron por sus mejillas.
Y fue en ese instante en que se entregó por completo a consentirla con esmero. Siempre fue respetuoso del ritual de consuelo hacia la sumisa luego de una sesión, y más después de una tan fuerte. Atender los tensos músculos para aflojarlos, de calmar las sensaciones encontradas, de contener su psicología. Siempre lo hizo y lo disfrutaba en cierta manera, no iba a negarlo.
Pero esa noche, su sumisa era ella, su niña rosa. Y ese ritual ya no era una regla para él, era una necesidad que se volcó imperiosa en caricias, besos profundos y suaves, en miradas y palabras de cariño que la tenían sonriendo en medio del silencioso llanto.
Conocía muy bien lo que le sucedía, del porqué de ese estado melancólico y meditabundo, lo que las lágrimas significaban. Y si bien el cuerpo de la fémina no necesitaba realmente atención debido al byakugou, la emoción y la psicología eran profundas y delicadas en ella. Y justamente ese aspecto era el que cuidaría él. Y no sólo porque debía o lo necesitara, era porque lo quería y le llenaba de un placer diferente pero no menos intenso.
Le acarició cada marca rosada sobre la blanca piel mientras la bañaba junto a él en la tina de su baño. Utilizó sales descontracturantes para aliviar las articulaciones, y con jabones de alta humectación trató la piel, la cual poco a poco recobró su rosado natural. Pero no era el confort físico el que buscaba, sino que ella supiera sin que quedaran dudas, de que él estaba allí, para ella en exclusivo y todo el tiempo que necesitara.
Sakura lo observaba la mayoría del tiempo, y cada tanto perdía su mirada en la llama flameante de alguna vela aromática.
"Eres también muy romántico" le susurró varias veces y él sabía precisamente a que se refería con ello. Toda la sesión no lo fue, y ahora sólo eso era lo que le brindaba.
"Te lo mereces" le respondió cada vez, antes de besarla.
Le quitó con suavidad el maquillaje corrido por las lágrimas que se le escaparon durante la sesión. Le secó la piel con tranquilidad y esmero. Le cepilló el cabello desenredándolo antes de cargarla entre sus brazos para recostarla en la cama, colocándole una camisa de él, tal como ella se lo pidiera con la excusa de que necesitaba sentir el aroma del varón nuevamente impregnando su piel.
Le besó mientras se acurrucaba a su lado, vistiendo sólo un bóxer, para que ella pudiera tocar su caliente cuerpo sin barreras, maximizando el contacto y la sensación de protección.
Sakura se durmió al fin, hundida en el hueco de su cuello, aspirando su calor. Él le siguió momentos después. Dedicándose primero a arrullarla con caricias hasta que la calma respiración le indicara que se había sumido por completo en el reparador sueño.
Sabía que el día siguiente debería esmerarse más. Ella era muy sensible y la intensidad de la sesión la habían agotado psicológicamente. Era esperable. Y él daría todo de sí mismo.
—Mmm... hola.
La escuchó balbucear con voz ronca cuando logró al fin abrir los ojos, tallándolos antes de saludarlo.
—Hola, hermosa.
Y se quedaron viendo. Él con dulzura, ella apenas despierta.
—¿Tienes hambre?
Asintió.
—Entonces voy a traer el desayuno.
Y cuando se movió para levantarse de la cama, en una rápida reacción ella le aferró el antebrazo con sus dos manos.
—No te vayas.
Kakashi le sonrió. El apego post sesión era algo esperado, no usual cuando la relación que unía a sumisa y amo era estrictamente para fines del juego. Pero a ellos los unía mucho más. Historia, sentimientos. Mutua admiración.
Se recostó nuevamente llevándola contra su pecho.
—¿Irme? ¿A dónde me iría?
Ella negó, puchereando aunque no la viera. Ya tenía en los ojos agolpadas varias lágrimas.
—Sólo iba a bajar para prepararte un café bien cargado con crema, como te gusta; un jugo de naranja recién exprimido y...una sorpresa.
—¿Sorpresa?— alzó el rostro enjugando las lágrimas, intentando esconder la extrema sensibilidad que la acontecía. — ¿Cuál?
—No sería sorpresa si te lo dijera, ¿no? — y le acarició las mejillas sonriéndole, secando la humedad que las recorría y que ella no había logrado quitar a tiempo.
Se sonrojó al advertir que él notó su estado.
—Perdón.
—¿Que te perdone? ¿Por esto? — y pasó el pulgar por el borde de uno de sus ojos, recogiendo una última lágrima, aunque otras amenazaran por caer en cualquier momento.
Con timidez, movió la cabeza en asentimiento y él no pudo más que besarla en ese instante, soltando una dulce carcajada cuando ella liberó silenciosamente su llanto.
—No hay nada que perdonar, hermosa. Nada, nada, nada.— Y le llenó el rostro de besos cortos, llevándose con los labios algunas de las saladas lágrimas.
—Es normal esto que te sucede. Y está bien. Déjalo salir.
Ella lo abrazó con fuerza, hundiéndose nuevamente en su cuello. Y ahí se dejó ir por completo, mientras él la apretaba acariciándole la espalda y los cabellos.
—¿Sabes que eres preciosa? — negó aun escondida — Lo eres. Mucho. Porque eres lo mejor que me ha pasado. Eres dulce, hermosa, fuerte, inteligente y... caliente. Muy caliente.
Ella carcajeó entre hipos, pero no salió de su escondite.
Kakashi respiró hondo cerrando los ojos por unos instantes para disfrutarla así. Si bien a algunas sumisas en el pasado las consintiera con abrazos también, a ninguna le dedicó tanta devoción. Ni siguiera palabras de gratificación, más que las necesarias, ya casi aprendidas de memoria, para que soportaran mejor el bajón.
Pero con ella lo estaba disfrutando de formas en que no creía que sería posible. Todo había sido tan extremo, desde el primer momento en que seleccionaran juntos la clase de sesión, los instrumentos, hasta la preparación al vestirla y maquillarla. Ni hablar de cuando comenzó sentirla gozar bajo su yugo.
Reía cada vez que recordaba la paja que necesitó dedicarse el día que encargara el kimono que ella vestiría. Al salir de la tienda del sastre, fue prácticamente corriendo hasta su casa para auto liberarse. Se había excitado con cada precisa instrucción brindada, imaginando cómo luciría sobre ese delicado cuerpo.
Todo con ella era fuerte y único.
— La sesión de anoche fue la mejor de mi vida. — le susurró en una confesión involuntaria.
Ella incorporó repentinamente el rostro en ese instante.
—¿Cómo?
—Lo que oíste. La mejor sesión.
—Pero yo... como sumisa no sabía mucho y-
—Como sumisa fuiste perfecta, Sakura. Como gozabas cada cosa que te hacía. Sabes que soy exigente
Asintió mirándolo con ojos expectantes, aún enrojecidos.
—Y no hiciste nada, absolutamente ningún esfuerzo, por complacerme. Tus reacciones eran genuinas.
—Sí... es que fue todo grandioso.
—Exacto. Y no sabes lo que me hace sentir eso.
Ella sonrió ampliamente, cerrando los ojos al evocar momentos de la noche anterior que la encendían sólo de recordarlos efímeramente.
—Fue excelente anoche, sensei.
Kakashi se mordió el labio inferior mirándola con fascinación.
—Era raro... sentir que estaba mal lo que me hacías, pero gozarlo de esa forma... casi... casi termino sin que me ... tocaras. Eso... eso fue...¡wow!
Él carcajeó. Y le tomó el rostro para darle un profundo beso.
—Por eso... fue perfecto.
Ella le asentía mientras le buscaba los labios una vez más. Y él se dejaría, abrazándola luego para girarla y quedar sobre ella sin soltarle la boca.
Sakura gimió entre sus labios cuando lo rodeó con las piernas por las caderas, incitando la respuesta que llegó casi instintiva cuando él pujó frotándose contra ella. Eso era lo que esa mujer le provocaba cada vez que la tenía así. Poseerla, besarla, tocarla. Le volvía loco.
Se separó apenas cortando el último beso, antes de que las cosas se calentaran más.
—Ahora, pequeña, necesitas recuperar fuerzas.
—¿Sólo yo?
Él lanzó una risotada.
—No, no. No solo tú.
Pronto se unió a las risas y lo soltó permitiéndole levantarse y buscar la bata para cubrirse. No era que no quería que lo viera, solo que estaba frío.
—Voy contigo.
—No, no, señorita. Te quedas aquí. Voy a traer el desayuno a la cama.
Le sonrió complacida arrojándose al cómodo colchón, estirando los brazos, antes de taparse nuevamente.
—Ok. Si quieres consentirme... no me opongo.
Y cuando él terminó de aferrar el lazo al frente, se inclinó para depositarle un dulce beso en los labios.
—Hoy voy a dedicar todo mi tiempo a mimarte. Y no vas a negarte a eso. ¿Entendido?
—¿Es una orden?
—Obvio.
Le sonrió antes de devolverle el beso, sin oponerse a que se incorporara y rápidamente se perdiera saliendo del dormitorio
Suspiró cuando quedó a solas al fin y su sonrisa se disipó lentamente mientras observaba la iluminada habitación, apreciando las sogas y demás elementos de la sesión, que aún se encontraban esparcidos por el lugar.
Y esa seriedad no se debía al percatarse nuevamente de aquello que la hiciera gozar de esa forma tan extrema. Era porque no le gustaba estar sin él allí. Lo que Kakashi le hiciera descubrir en los últimos meses, lo que le hacía sentir, era único. Y dudaba que alguna vez otro hombre pudiera hacerle sentir así.
O si querría vivirlo con alguien más.
Porque era eso, porque no le preocupaba la imposibilidad de un sentir, sino su propia voluntad en ello. Porque no querría a alguien más. No, ya no.
Fijó sus ojos en la puerta abierta cuando el sonido de la máquina expreso comenzó a llegar hasta la habitación.
Nunca se imaginó que ese hombre al que admiraba y que siempre le gustó más allá de su relación alumno profesor, se colaría de esa forma entre sus anhelos. En su corazón. Y le encantaba, pero en cierta medida le aterraba.
Porque si bien en un principio se dejó llevar por el placer de la experimentación y el gusto de que fuera con él, ahora había algo más fuerte en sus pensamientos. Y no quiso ponerle nombre, aunque lo supiera.
«Cobarde»
Pero no, mejor no mencionarlo. Sólo vivirlo. Sólo sentirlo. Eso no era de cobardes, era de inteligentes.
—¡Que puto buen café que tienes, Seiyi!
La platinada se removió en la banqueta del inmenso desayunador en la cocina de la moderna mansión Hyuga, mientras la mucama que había servido el desayuno se retiraba con prisa y pena bajo la reprobatoria mirada de Seiyi, quien consideraba que había demorado demasiado tiempo en desaparecer.
—Es italiano, con semillas maduradas en África.
—Mmm... — Zulima cerró los ojos degustando el nuevo sorbo— Es intenso, penetrante, dominante... como tú.
Seiyi ni se inmutó ante esas palabras, ni si quiera la miró. Sólo se concentró en su propia taza de café, mientras ella continuaba con sus exageradas expresiones de placer. Las cuales no aprobaba, pero que toleraría si cesaban en los siguientes cinco segundos.
Pero no cesaron.
Seiyi carraspeó llamando la atención de la mujer, ganándose una mirada de odio.
—¡Mierda! Que estas cabrón hoy, ¿eh?
—Modales, Zulima.
Ella carcajeó bajando de la banqueta y se acercó situándose tras él para arrojarse a sus espaldas, apoyándole y frotando sus enormes senos.
—¿No te calmaron tus esclavas anoche? Tantas, tantas y sigues duro.— y le metió mano en la entrepierna, tomándole por completo el bulto por sobre las finas pijamas de seda.
Seiyi no hizo nada. Estaba acostumbrado a esas provocaciones de parte de su amiga, así que sólo bebió un sorbo más sin inmutarse, como si no hubiera nadie tocándolo.
—A que si...— Le mordió el lóbulo antes de pasarle la lengua por el cuello — te sometes a mí, te atiendo esa dura erección y te hago olvidar de-to-do lo que te tiene así, tan tenso.
Él gruñó. No le gustó esa insinuación.
—No tengo una erección.
—Es mental, Seiyi. — frotó sus pechos otra vez gimiendo — A la física, dame un látigo y cinco minutos, y la tendrás goteando.
—Que te haya funcionado con Kakashi, no significa que lo haga conmigo.— Su voz fue tan fría que ella lo soltó de inmediato brindándole un chirlo en el hombro, ofendida.
—Tsk... eres imposible.
La ignoró por completo mientras la mujer se alejaba contoneando las caderas, exagerando cada movimiento hasta tomar asiento nuevamente en su lugar.
Cada uno se sumió en lo suyo cuando una mucama irrumpió en la amplia habitación, disfrutando del café en el caso de Zulima, Seiyi simplemente bebiendo ya acostumbrado a esa calidad, mientras agradecía con la mirada el periódico que la mujer le acercara tan diligentemente.
La blonda lo observó un par de veces cuando quedaron solos otra vez. Sonrió. Lo conocía, más de lo que él admitiría alguna vez, por lo que sabía que algo le sucedía. Vivieron demasiadas situaciones juntos, siendo ella el principal soporte en aquellos días en que su compañero de fiestas decidiera averiguar la otra mitad de sus orígenes desafiando a su madre. Fueron tiempos turbulentos. Demasiadas misiones, demasiado sexo, riesgo al extremo. Fue en esas épocas en que juntos descubrieron los juegos de disciplina y dominación, y los adoptaron como su forma de vida, sintiéndose satisfechos sexualmente por primera vez.
La relación que la ataba a él era de camaradería pura, aunque si de ella dependiera, se lo hubiera follado en varias ocasiones. Y no era que no se hubiera dado porque ella no fuera del agrado del varón, sólo que la naturaleza dominante de Hyuga no le permitiría disfrutar si ella no se sometiera y Zulima jamás sería una esclava. Y a Seiyi no le gustaban de otra forma.
—¿No tienes un sumiso que atender?
—¿Me estás echando?
—Sí.
Carcajeó.
—Que quisquilloso que eres. No te estoy diciendo nada ahora.
—Con las palabras.— suspiró — Tu sumiso-
—Aun duerme, Seiyi. No seas molesto.
—¿No quieres ser la primera a quien vea al despertar?
Ahora una risotada escapó por los labios de la blonda.
—Esas son cosas de Kakashi. Y son demasiado románticas para mí.
—Te gustaban esas cosas.
Ella rodó los ojos al tiempo que se humedecía los labios. Recordaba aquellas épocas, y la dedicación que le demostrara Kakashi cuando salían de una sesión siendo ella su sumisa. Kakashi como amo, era una delicia.
—Da igual. Está castigado. ¿No te acuerdas? Y fue por tu culpa.
Seiyi sonrió recordando el momento en la noche en que el fornido varón la había desafiado cuando se puso celoso de la cercanía que tenía su ama con él.
—Eres un témpano, ¿sabías?
—Y tú un idiota, y no te lo ando recordando a cada rato.
Seiyi respiró hondo. Zulima tenía esa particularidad de ser demasiado insistente cuando se le ponía algo entre cejas. Porque no lo hacía sólo con las palabras, era la forma de mirarlo, el tono de voz que utilizaba, hasta su postura corporal. Todo se volvía denso alrededor de ella cuando algo la intrigaba. Y ese día, él era el objeto de su intriga.
Nunca le aceptó un no o el mero pedido de espacio, cabreándolo cada vez que quería obtener o saber algo que él no estaba dispuesto a conceder. Pero no podía quejarse, esa mujer así hermosa y con todos sus defectos, estuvo para él más que toda su familia, porque ella era la familia que él eligiera. Y estaba ese día en su casa porque se lo había pedido, porque lo necesitaba. Sin ella... mejor no quería pensarlo.
—¿Te gustó tu habitación?— así que decidió cambiarle el tema, desenfocarla. Confrontarla sería peor.
—Tsk...debo admitir que tuviste en cuenta cada una de mis peticiones. — carcajeó provocativa llevándose a los labios un trozo de manzana — Sí, cómoda.
—¿Sólo cómoda?
—Bueno... muy cómoda.
—Bien. Me alegro.
—Me imagino lo que deben haber dicho tus parientes cuando construiste esta mansión lejos de ellos y rompiendo la tradición arquitectónica del clan.
—¿Dijeron algo?
—No sé, dime tú. Son tus parientes. ¿Acaso no te enteraste de nada?
—Sabes que soy un hombre de prestarle atención sólo a lo interesante.
—Claro. Y ahora ellos no te interesan.
—No. Ahora no.
—Porque en realidad te interesa otra cosa ahora — Seiyi alzó la vista a esos ojos azules que lo indagaban sin contemplaciones, había una sonrisa perversa de victoria, una que le recordaba que a ella nunca podría ganarle, siempre encontraría la vuelta para envolverlo y obtener lo que quisiera de él. — Más bien diría... ummm...una joven.
Las miradas se endurecieron ni bien la mencionara, y se midieron por unos segundos hasta que la fémina restó con suficiencia desviando la atención a su plato de frutas. Tomó otro trozo, utilizándolo para jugar con el resto antes de hablarle nuevamente.
—Es preciosa.
—Quien.
—La conocí el otro día. Y ahora entiendo porque tiene tan loco a Kakashi.
No le dijo nada. Pero esos ojos se endurecieron aún más observándola.
—No es de tu tipo, Seiyi.
—No sé de quién hablas.
—¿En serio que no lo sabes? — lo miró con aviesa provocación en esos azules y profundos iris, mientras mordía lentamente el nuevo trozo de fruta, haciéndolo crujir entre los dientes sabiendo lo que ese detalle le molestaba al varón. Lo midió al masticarlo, sin romper el contacto, y le sonrió al tragarlo. — A ver, ¿no estamos grandecitos para hacernos los estúpidos?
Él alzó una ceja, restándole importancia al comentario.
—¿Hablas de ti?
Ella gruñó frustrada.
—A ver, te lo voy a decir sólo porque no te aguanto cuando entras en el modo nada-me-importa.
—Soy así, Zulima.
—Mira, córtala. Bien sabes que hablo de Sakura, esa jovencita de cabello rosa, pequeñita, de ojos verdes. ¿Queda claro ahora?
Seiyi no cambió la expresión en su rostro, esa expresión inaccesible que lo convirtiera en un hombre indescifrable, aunque para la rubia el gesto lejos de despistarla, le confirmaba todo.
—Hace semanas que estás como loco. Y sé lo que te tiene así.
—Tsk... no sabes nada.
—Le pertenece a Kakashi. Olvídala.
—Las personas son libres, Zulima.
Ella carcajeó en frustración y burla.
—¿Desde cuándo eres tan metódico con los términos?
—Desde siempre, pero es la primera vez que tú lo reparas. ¡Felicitaciones! Evolucionaste, Zulima. — arremetió con ironía.
—Ya... déjate de estupideces que no te salen. Y admítelo.
—Que admita que.
—Que andas tras esa jovencita. ¿La quieres sumar a tu harem?
Seiyi no respondió, bajando la vista hacia su periódico para ignorarle los últimos comentarios.
— Ya son muchas Seiyi y ya no tienes veinte. ¿Vas a poder con tantas? Si quieres, me ofrezco a ayudarte con la nueva.
Sabía que lo estaba provocando. Sabía que le acribillaría con frases ácidas e irónicas una tras otra hasta dar con la que lo desestabilizara. Porque ella tenía ese don, una maldición para su persona, de encontrar el punto exacto, con la presión justa, para romper la barrera estoica que lo volvía ese ser de hielo.
Apretó los dientes con la última frase, imaginando involuntariamente la sonrisa perversa en el rostro de Zulima mientras tocara a Sakura sometiéndola al placer que ella sabía brindarle a las mujeres que subyugaba. Toleraba a Kakashi porque había llegado primero, pero Zulima ya era demasiado. Y sin querer pestañeó repetidas veces acomodando el semblante para que no destilara la bronca que le había causado.
—¡No te lo puedo creer! — la blonda se tapó la boca al observarlo, sonriendo victoriosa. Lo había descubierto. —Tanto pez en el mar y te viene a gustar justamente el que está en una pecera ajena.
Y rápidamente se incorporó yendo hacia él. El periódico salió volando cuando llegó a su lado.
—Me estás molestando, Zulima.
—Claro.
Le sonrió cerca, muy cerca, y luego lo giró tomándolo por el hombro, para confrontarlo de frente.
—Ahora me vas a contar todo, conde. Todo ¿eh? To-do.
—No hay que contar.
—Comencemos con qué carajos te pasó el jueves cuando caíste hecho una furia al club, y organizaste, no, mejor dicho, me exigiste esta fiesta privada para hoy y sólo hoy.
—Tenía ganas de una fiesta y el hokage no nos permite movilización de gente.
—Repito, porque no me estás escuchado. ¿Qué te pasó el jueves? Tenías esa ... esa cosa en la mirada.
Él carcajeó mirándola como si tuviera una loca al frente.
—¿Qué cosa tenía en la mirada según tú? Estás medio... demente, rubia.
—¡Ya quisieras! Tenías esa... esa ...¿cómo sería? ¡Frustración! Eso, había frustración. Y tú nunca te frustras, hijo de puta
—Cuidado con-
—¡Ay, pero por favor! ¡Es figurativo! La señora Huyga está a salvo. El puto eres tú.
Seiyi respiró hondo. Tenía que cortar esa indagación de inmediato. A nadie le permitía inmiscuirse así, ni a Kakashi quien era como un hermano. Pero era mirar a Zulima a los ojos y rendirse por completo. Ella era ese capricho inexplicable que sentía la necesidad de complacer cada vez que pululaba a su alrededor. Si fuera una fémina a la cual quisiera someter o follar, lo entendería porque su paciencia tendría un fin. Pero no, con ella todo salía fuera del molde.
Aflojó los hombros suavizando su expresión, era en vano luchar contra ella, terminarían peleando y no quería eso para la tarde.
—La invité a tomar té.
Zulima contrajo el ceño incrédula.
—¿Que qué? ¿Eso ...un té te tenía así?
—Y le ofrecí que tengamos algo
—Espera...le dijiste...Oh...¡Wow! ¿Así de...? — lo estudió unos segundos tratando de procesarlo. Seiyi era directo, mucho. Pero esa movida había sido demasiado rápida considerando a quien se la había hecho, y lo que estaba en juego — ¿¡Que le ofreciste qué!?
—Ella sólo quiere ser mi amiga.
—¿¡Y qué esperabas que te respondiera!? A ver... sabes que está con Kakashi, ¿no?
Asintió.
—Sabes que la está haciendo su sumisa, ¿no?
—Sí, Zulima.
—¿Sabes que está por iniciarla? Y conoces cómo Kakashi las inicia.
—Cállate.
Ella abrió grandes los ojos tapándose la boca. Así que eso lo tenía molesto. Nunca lo había visto así.
—¿Desde cuándo te jode que otro entrene a las sumisas que pretendes?
—No me jode.
—Sí, claro, claro. No te jode eso. Te jode que no la vas a poder tener— y se carcajeó mofándose.
Seiyi se puso de pie en ese momento corriéndola de su lado.
—¿Adónde vas?
—A ver a mis esclavas. Ya es hora de que se levanten.
—¡Ay! ¡Ya déjalas!— le tomó del brazo y de un tirón lo devolvió a su lugar — Si al fin y al cabo anoche no pudieron complacerte. Y... ¡ahora entiendo todo! Anoche... anoche pasaba algo con Sakura y Kakashi, ¿no?
Seiyi rodó los ojos. No quería realmente hablar de ello. Menos recordarlo. Aunque fue imposible sacarse de la cabeza la imagen del libro de shibari que yacía en el escritorio de la fémina. Y él sabía lo que eso significaba. Y deducir que, de hacerlo, Kakashi montaría esa sesión un sábado para tener el tiempo de hacer sus benditos rituales de preparación y poder contenerla al día siguiente, lo volvió loco. Conocía las costumbres de su amigo. Y por un momento hubiera deseado no conocerlo tanto.
—¡Vamos! Estabas demasiado insistente por esta fiesta anoche. Querías que fuera el sábado y no el viernes como te sugerí. ¿Qué pasaba anoche?
—No lo sé.
—Sí, lo sabes.
Lo midió sin quitarle la vista de encima, esperando que él cediera. Pero no lo hizo. Nunca lo hacía.
—Ok. Lo diré yo entonces. Anoche era la primera sesión fuerte, ¿no?
—Te dije que no lo sé.
Ella carcajeó tapándose la boca. Esa respuesta no se condecía con la expresión en la mirada del varón.
—Fue anoche...él... ¡sí! Ya me cierra todo. Esa chica, no es cualquier chica para Kakashi, Seiyi. La quiere para él, en exclusiva. No la va a entrenar y después simplemente soltarla para que te la comas tú. Sé que esa es una costumbre muy de ustedes, ¿no? ¿Cederse sumisas cuando ya se cansan? — había una advertencia en la mirada del otro—Ok. No me mates, pero creo que eso no va a suceder con esta.
Seiyi apretó los dientes en furia ante la afirmación.
—No estoy tan seguro de eso.
—¡Aja!— gritó.
—¡Ya, cállate!
Ella reía en su cara y él ya no podía ocultar la molestia que le causaba.
—¡Eso era! ¡Cómo no me di cuenta antes!
—Zulima, basta. En serio, ya basta. No tenemos veinte años para andar jugando a mentira verdad— el Hyuga estaba molesto, escuchar desde los labios de alguien más aquello que lo tenía tan desconcertado, no le agradaba. Convertía en realidad sus temores, porque él quería pensar que lo que hacía con esa joven era un juego de seducción, que requería más dedicación, pero que terminaría ganando eventualmente. Pero Zulima lo estaba haciendo sentir inseguro.
Se levantó y comenzó a alejarse de la chica dándole la espalda, sin considerar que ella no iba a rendirse tan fácil. No había dado dos pasos, que una mano lo tomó por el hombro y lo giró deteniéndolo nuevamente.
—¡Zulima! ¡Basta!
—¿Qué te pasa? Nunca te vi así de... sacado, menos por una mujer ¿Tanto te gusta acaso? ¿Tanto como para robársela a Kakashi?
—No voy a robar nada.
—Es Kakashi, Seiyi. En serio, déjala.
—¡Que no voy a robar nada!
—¡No me vengas con cuentos a mí! Eres un tipo que siempre consigue lo que quiere. ¿Me vas a decir que ahora simplemente vas a flirtear un tiempo? Esa, amigo, esa no me la creo.
—Cree lo que quieras. Me tiene sin cuidado.
—Seiyi, es peligroso ese juegui-
—Esta conversación se terminó, Zulima.— y se giró para marcharse.
—Pero-
—Atiende a tu sumiso. Sé una buena ama.
Y se perdió escaleras arriba sin darle oportunidad de nada más.
Podría haberlo seguido otra vez, pero decidió no insistir. Conocía cuando el morocho llegaba a un límite, y si bien con ella siempre era más tolerante, sabía reconocer el momento preciso para retirarse. Seiyi molesto no era la mejor persona para convivir y le agradaba demasiado esa mansión como para irse tan rápido.
Respiró hondo cambiando el peso de una pierna a la otra mientras pensaba. La situación no era compleja en sí misma, un mero triángulo y uno muy caliente, considerando sus protagonistas. Pero si era intensa. Era una situación que podría hacer sufrir a uno o a los tres. Había demasiado que perder, y eso le preocupaba. Seiyi y Kakashi eran su familia de la vida y no quería verlos distanciados por un capricho, si era que la pelirrosa entraba en esa categoría para su querido Hyuga.
Chasqueó la lengua algo inquieta. Si bien entendía que, luego de ver la reacción de la joven para con Kakashi, no había de qué preocuparse, la decisión final estaba en la chica; la determinación de Seiyi era otra cosa. Y ese era el punto en el que recaía la congoja.
Su amigo siempre fue un tipo implacable y no se caracterizaba por ser paciente. Cuando una mujer le gustaba, bastaba un par de días para tenerla en su cama. Pero para con esa joven... percibía algo distinto en él. Era como si estuviera esperando algo. No lograba encontrar las palabras que describieran mejor lo que observara en las miradas del Hyuga en los últimos tiempos, porque era notable el cambio que en ellos residía, más para ella que le conocía en tantas facetas.
Pero lo que la tenía desconcertada era que jamás había observado lo que en esos días vislumbró. Ese dejo de temor por estar viviendo algo nuevo, como si no entendiera lo que le sucedía... y a la vez no quisiera dejarlo.
Contuvo el aire cuando creyó encontrar la palabra que definía mejor ese estado. Pero no se la creía. No en Seiyi, era imposible.
Fue recordar la pequeña sonrisa que observara durante la fiesta privada, cuando una de sus esclavas le hablara balbuceando mirándolo con los ojos bien abiertos y ese sonrojo debajo de ellos, que se dio cuenta.
Así le habló Sakura a Kakashi. Y ese pequeño y tan mundano gesto les volvía locos.
Kakashi le sonrió igual, aunque no pudiera apreciarlo por la máscara, pero lo deducía claramente en los ojos.
Y Seiyi... como esa mirada se ensombreció segundos después, al caer en cuenta que frente a él no estaba la joven de cabellos rosas. Eso le dejaba todo claro.
Le pesaba pero no pudo evitar sonreír tapándose la boca con una mano al mirar hacia las escaleras. No podía creerlo.
¿Cuándo carajos había sucedido?
Hola, hola.
Un capítulo más relax después de los dos intensos que vinieron antes. Creo que hacía falta, ¿no?
Relax como estoy yo, disfrutando de unas pequeñas vacaciones en mis sierras queridas. Desde el pie del Champaquí, les saludo jajajajaja
Estuve leyendo sus reacciones a los capítulos anteriores, y vi que a la mayoría le gustó, así que, ante algunas consultas que me hicieron de si habrá otras escenas como esas en el futuro, créanme que estoy considerando incluir algo más. No sé, ya veremos jajajajaja Les gustó lo intenso, ¿eh?
Bueno, los dejo. Saben que me encantan leerlos, así que espero encontrarlos en los comentarios.
Besos!
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