Capítulo 12
No pensaba cuando atravesaron la puerta de su departamento.
Ni siquiera era consciente de cómo habían llegado o que camino habían elegido esa noche. No lograba deducir si fue el frío o la compañía que colgaba de su brazo mirándolo expectante, con un dejo de lujuria en los ojos, lo que hizo que fijara un único objetivo: llegar cuanto antes.
No pensaba cuando ella lo miró con los ojos oscurecidos, resaltados por el rosado de sus mejillas, y la respiración pesada, aguardando por su siguiente movimiento. Tan hermosa, tan delicada, tan suya...
Porque sería suya, por primera vez y quizás la última, no lo sabía. Pero sería suya.
Tuvo que contener el agite en la respiración por su propia excitación cuando le sostuvo la mano con la que ella comenzó a desabrocharse el abrigo.
—Déjame a mí. — Le susurró y todo su ser se estremeció en el instante en que ella lo miró desde abajo, con los ojos vidriosos bien abiertos, asintiéndole tímidamente, dejando que sus fuertes manos la desvistieran a su capricho.
La observó sin perder detalle de sus reacciones mientras lentamente se bajaba la máscara y tuvo que contener un jadeo cuando esa mirada jade se posó en sus labios. Sí, él también deseaba besarla, pero eso sería cruzar un límite muy peligroso. Si tan sólo se atreviera a saborear el dulce sabor de su niña rosa, sabía que ya no podría mantener la fachada de hombre normal arriba.
Y cuando el abrigo golpeó el suelo, sus labios desnudos le mordían el cuello para no morderle la boca.
Apenas si fue consciente de cada uno de los movimientos de sus dedos que descubrían ese delicado cuerpo al quitarle la ropa. Solo reparaba en la forma en que lo miraba y como lo dejaba hacer, rendida a él, rendida a sus demandas.
La respiración de ella era pesada, jadeante y mezclada con ese sonrojo que la teñía, la volvía insoportablemente hermosa para su ojo de amo. El suyo y el de cualquiera. Ella era un bocado irresistible, esa sumisión tan natural que demostraba, esa sexualidad sensible e involuta que poco a poco había arrancado a fuerza de curiosidad y provocación...lo volvían loco.
Daría todo por ella. Y más. Porque ella era todo en su mundo.
Sus dedos se escabullían entre los bordes de esas menudas prendas a medida que las quitaba. La miraba cuando podía, le besaba la piel el resto del tiempo, jalando medido pero firmemente el sedoso cabello para darse más acceso.
Y ella gemía, temblaba arqueándose en reflejo al ceder a su mando, con los ojos cerrados apenas si podía sostenerse en pie. Él lo hacía por ella. Y cuando acaso si intentaba tomarlo o simplemente tocarlo, una breve orden y un suspiro mojado de placer la devolvían a ese estado que él tanto necesitara en ese momento.
Era simplemente hermosa. Todo lo que buscaba estaba en ella. Todo.
No supo cómo la llevó hasta su cama, en que momentos sus pasos encontraron los escalones y la guiaron a fuerza de caricias, de besos sobre la piel que iba exponiendo con cada prenda que prácticamente arrancaba desde ese delicado y firme cuerpo.
No entendió como se las arregló para no besarla. Moría lentamente cada vez que observaba esos dulces labios abrirse para dejar escapar un gemido. Desesperaba cuando los sentía sobre su propio cuello buscándole con impaciencia la boca.
Ella lo miró con ojos vidriosos cuando sus espaldas golpearon la cama vistiendo sólo la prenda que Kakashi le regalara. Las mejillas estaban encendidas y sus pestañas temblaban indecisas, debatiéndose entre mirar como él desvestía ese cuerpo que la enloqueciera, o en bajarla por el pudor que comenzaba a invadirla al ser consciente de que pronto ya no habría barreras entre sus pieles. Pero no sólo la pena era la que los nublaba. Por primera vez sentía que el deseo le ganaba a cualquier otra sensación y era grandioso.
Lo deseaba. Su cuerpo necesitaba con locura sentirlo. Él siempre había sido esa fantasía oculta hasta de sus propios pensamientos, que la revolvía lujuriosa cuando las soñaba, porque conscientemente nunca lo haría. Él era un hombre de respeto en su vida, aunque en ese momento eligiera olvidar el detalle.
Ahora era el hombre que deseaba. Que siempre había deseado.
Tomó con el dorso de los dedos las sábanas que quedaban a su alcance, mordiéndose el labio inferior cuando él, desnudo ya, comenzó a gatear entre sus piernas.
¿Qué lección se impartiría esa noche? No había libretos. No había sensaciones descritas por palabras a desmenuzar con experiencias sobre la piel.
No había punto de partida, no había meta de llegada. Sólo hambre del otro, sólo ganas de sentir.
Kakashi se acomodó entre las piernas de Sakura, deslizando sus manos pesadamente por esos torneados muslos hasta llegar al borde de las bragas.
Observó el delgado y marcado cuerpo bajo él estremecerse al paso de sus yemas, y se clavó en los hermosos ojos jade de la muchacha cuando enredó entre los dedos la pretina de la delicada prenda.
—Se ven hermosas en ti...
Ella gimió en respuesta, girando el rostro cuando él lentamente comenzó a quitárselas. La habitación se encontraba en penumbras, iluminada por la luz que se colaba desde las amplias ventanas que tenían las cortinas corridas. Era tenue pero suficientemente clara para que pudiera apreciarla completamente y la vergüenza la asaltó al sentirse desnuda.
Él lo notó y le sonrió.
—No te cohíbas. Eres hermosa, más de lo que crees.
Ella asintió apretando los ojos cuando sintió las rodillas de Kakashi empujar las propias para abrirle las piernas.
No quería detenerse, pero no podía ignorar esa pena que la invadía. Ni siquiera pudo evitar el temor que brevemente cruzó sus pensamientos cuando de reojo pudo apreciar el miembro erecto de su ex sensei mientras se colocaba un condón.
Era más grande que lo que recordaba de Sasuke, y el temor por el dolor que sintió en el pasado cada vez que la penetraban, hizo mella en sus expresiones, distorsionando levemente el placer que se le dibujaba en el rostro.
Y Kakashi se percató de ello. Una maldición dedicó a su ex alumno. Que ella reaccionara así sólo se debía a una cosa, no había sido una buena experiencia. Y lo aborreció por ello. Lastimó a su niña rosa negándole el placer que le correspondía por derecho.
Le acarició el rostro calmándola, girándoselo para verla.
—Mírame. — Ella abrió lentamente los ojos sin poder disimular ese incipiente temor — No voy a lastimarte. No será así conmigo.
Sakura asintió detallándole la mirada, quedando prendada de esos grises ojos que de repente se volvieron oscuros, y un gemido escapó de entre sus apretados labios cuando sintió los dedos de él recorrer su tierna carne, con esa habilidad que siempre le demostrara. Definitivamente Kakashi la tocaba mejor, mucho mejor que ella misma.
—Sí.
Los ojos se le cerraron y la espalda se arqueó cuando uno de los dedos se deslizó suavemente dentro de ella. Se sentía tan bien, endemoniadamente bien.
Tembló cuando con los dientes le marcó apenas el cuello, el picor de ese suave dolor que la excitaba tanto la encendió de repente, y gritó gustosa cuando otro dedo se sumó al vaivén en su canal, tornando los dulces movimientos más violentos.
La estaba preparando. Ella era lujuria pura cuando se excitaba y si bien la disfrutaba con esa pena de sumisión, le resultaba apetitosa ni bien perdía el control y se dejaba llevar por todo lo que él le diera. No conocía los límites de su niña rosa, y moría por averiguarlos. Pero esa noche el destino no era romper barreras. Esa noche era de entrega, era para sentirla, para saborear apenas lo que sería tenerla. Y si debía ser vainilla, lo sería. Y sería suficiente, porque era ella quien estaría debajo de su cuerpo.
Un tercer dedo se sumó y la observó sonreír por el placer que le causaba. Sus respiraciones se acompasaban, él estaba excitado a un extremo casi doloroso simplemente de observarla disfrutar. Él barrería todas las malas experiencias del pasado. Si sólo eso sería lo que llegara a brindarle, se lo daría y la dejaría como una mujer preparada para disfrutar de su sensualidad y del sexo. Aunque no fuera con él.
—¡Dios!
Gritó cuando sintió una oleada de placer incendiarla.
No estaba lejos y él lo sabía.
Sacó sus dedos de ella para acomodar rápidamente su miembro en la estrecha entrada. Estaba mojada, terriblemente mojada y ya no soportaba un segundo más fuera del cuerpo de su niña rosa.
No era un hombre ávido de sexo. Sí en brindar placer, pero no se acostaba con cualquiera, no sentía esos deseos. Su liberación venía de otra forma. Pero con ella, con su Sakura, le era imposible no buscarlo. Su cuerpo se lo demandaba, lo hinchaba a un punto insufrible, exigiendo penetrarla, morderla, saborearla. La necesidad de poseerla de todas formas se tornaba insoportable por momentos.
—Sakura, mírame. — le susurró a punto de empujar.
Ella gimió arqueándose al sentir la deliciosa presión entre sus piernas, echando la cabeza más hacia atrás.
—Mírame.
La voz oscura con la que la orden le había sido brindada, la estremeció provocándola y abrió los ojos de repente, buscando de inmediato los de Kakashi.
—No dejes de mirarme. — exigió comenzando a empujar, deslizándose lentamente dentro de ella, abriendo esas tiernas carnes con su intromisión.
Sakura gimió, sus párpados temblaron amenazando cerrarse en placer. La sensación que la invadía a medida que él entraba en ella, a medida que ese falo la abría de esa forma tan deliciosa, no se comparaba con nada que sintiera en el pasado, ni si quiera con lo que él mismo le brindara la noche anterior. Era una sensación tan abrumadora que no hacía más que dejarla deseosa por más.
Lo miraba, alternando su atención entre esos oscuros ojos que la devoraban detallándola y esa apetitosa boca que la bañaba con la pesada respiración mientras se acostumbraba a ella, a su estrechez, a su calor. Sakura lo sentía, era grande, era caliente y era terriblemente sabroso. Él tenía razón, todo era diferente bajo sus manos. Y no lo quería quieto.
Elevó apenas sus caderas exigiendo más de aquello que le estaba dando y él respondió empujando con fuerza más profundo, llenándola definitivamente.
Gruñó cerca de ese delicado rostro. La vio cerrar los ojos nublada de placer. Sintió esas pequeñas manos aferrarse a sus hombros y no pudo más que comenzar a moverse lentamente, cuidando cada estocada. La sensación de estar en su interior era abrumadoramente exquisita e incitaban sus ansias salvajes al extremo, pero se contendría.
Lo podría hacer.
Sus movimientos eran firmes, ajustados, pero suaves. No se perdía detalle de ese rostro que lentamente se transformaba agobiado en la lujuria que la asediaba. Y le encantaba lo que veía.
—Kakashi... — susurró entre gemidos — Más...
El ruego se perdió húmedo en su oído provocándole un escalofrío de placer, que lo hizo gemir profundo.
Más.
Ese pedido era peligroso para él. Apretó el agarre en esa pequeña cadera sin ceder al impertinente reclamo. No podía hacerlo, no debía.
—Más...por favor Kakashi...mmmm...más...
Gruñó moviéndose más hacia arriba de ella para brindarse profundidad. Sus estocadas se volvieron más firmes, aumentando la fuerza de penetración pero no la velocidad. Quizás así pudiera satisfacerla resistiendo a sus instintos.
Ella gimió desvergonzadamente ante el movimiento hundiendo las uñas en la piel de su espalda, marcándola.
—¡Sí! ¡Así! Más... ¡Sí!
Kakashi apretó los labios conteniendo un jadeo al aumentar apenas la velocidad y fue en ese instante en que ella abrió los ojos profundizándose en los suyos.
—Kakashi...fóllame más...fóllame duro.
«Mierda»
Mentiría si dijera que él no lo ansiaba. Más de una vez había fantaseado devorándola con ferocidad, pero era eso, sólo una fantasía. No sería correcto hacérselo así a su niña rosa. Temía lastimarla, sus límites temblaban, pero que ella lo pidiera, tiraba por el suelo cualquiera de sus recatos.
La mirada de Kakashi se volvió peligrosamente oscura en ese instante, con un denso deseo que le hacía saber a Sakura que había mucho, mucho más que lo que estaba brindándole, y un ruego silencioso en el que rezaba una advertencia de que no siguiera exigiendo, que tomara lo que dulcemente le ofrecía. El infierno que contenía podía ser placer puro o la peor experiencia, dependiendo de la velocidad a la que se bebiera. Y él necesitaba atrozmente que ella lo tomara y deseara quedarse ahí.
Se midieron por unos segundos, respirando agitados, con sus frentes perladas. Ella demandante, él suplicando. Y sus cuerpos fundidos fueron los que dictaron el curso de las acciones en el momento en que ella elevó el rostro y tomó de improviso los labios de Kakashi con los suyos.
El cuerpo del peliplata se paralizó en ese instante. Gruñó entrecerrando el ceño sin poder evitar abrir más la boca dejando que esos suaves labios recorrieran los suyos y que esa dulce lengua lo invadiera buscando por la suya.
El sabor que lo llenó fue increíble. Su niña rosa estaba cruzando un límite peligroso, su límite, el que se prometió jamás romper con ella.
Y ahora estaba roto.
Se separó bruscamente mirándola agitado, con el ceño contraído.
Ella jadeó en queja.
—No... Sakura... ¿Qué hiciste?
Quiso tomarlo nuevamente, besarlo había sido delicioso, pero él sostuvo su rostro abajo aferrando la quijada con una mano, obligándola a mirarlo.
—Sakura... no sabes... — respiró hondo, entrecortado, su libido amenazaba con el descontrol — No tienes idea ...de lo que acabas de hacer.
Ella se relamió los labios degustando la humedad que le dejara, sin quitar la mirada del objeto de su deseo y el gruñó molesto, con confusión en su ser. Tenía debajo de su cuerpo, entre sus brazos, a su niña rosa. Estaba dentro de ella, sintiendo su calor, su presión. Tenía su sabor en la boca y la súplica de aquello que él podría brindarle con creces.
Sabía que no era correcto.
—Kakashi...
Y él reaccionó empujando contra ella, penetrándola profundo y con violencia como castigo a su descaro.
Pero fue en el instante en que ella respondió con una sonrisa perversa de placer, en que la locura en su interior se desató.
Se abalanzó contra esos dulces labios comiéndole la boca. Sus estocadas se volvieron salvajes. La penetraba con locura, fuerte, profundo, feroz. Su lengua hacía el resto hundiéndose en la boca de su niña rosa, haciéndole el amor también allí.
Ella gemía con descaro, y sus quejas se perdían dentro del peliplata, mezclándose con sus jadeos, con sus profundos gemidos casi gruñidos.
Y fue en ese momento, en el que deslizó sus labios hacia el cuello de la joven para morderla tal como sus ansias lo demandaban, que ella explotó en un avasallador orgasmo ni bien sintió los dientes rozándola.
Su cuerpo entero se convulsionó, las piernas se cerraron apretando las caderas del varón que continuaban castigándola con su vaivén desenfrenado. Y él no pudo más que separase apenas para verla. La expresión de placer con la que se encontró fue más que exquisita. Ella era hermosa, era perfecta. Jamás olvidaría ese momento.
—Kakashi...Kakashi...
Su nombre pronunciado en medio del disfrute, bajo los resabios de un orgasmo que se extendía por sus movimientos, le sabían a gloria. Era imposible detenerse.
Él no obtenía su final aún y tampoco era lo único que buscaba. Sólo quería sentirla un poco más, saborearla, extender ese momento lo más que pudiera en el tiempo.
La besó, la embistió, recorrió con la lengua su cuello, sus clavículas, llegando a sus pechos. Mordió esos rosados pezones erectos mientras ella arqueaba la espalda recibiendo las estocadas que la penetraban con dureza, rogando clemencia y exigiendo más, sin comprender esa mezcla de sufrimiento por el goce mantenido y el disfrute puro. Las sensaciones que él provocaba con sus movimientos luego de que ese orgasmo aumentara al extremo su sensibilidad, la estaban enloqueciendo.
Intentó, sin controlar lo que hacía, detenerlo cuando la lengua del peliplata envolvió su otro pezón sensibilizado por los dientes, y fue en ese instante en que Kakashi gruñó molesto tomándole las manos que asían temblorosamente sus cabellos, para llevarlas sobre la cabeza inmovilizándolas en la almohada contra el respaldar.
—Kakashi...— susurró gustosa, sobre estimulada, cuando sintió la ferocidad del agarre que maltrató sus muñecas.
Era doloroso, pero estremeció cada célula de esa piel en extremo receptiva.
—Por favor...
Y fue en ese ruego que salió como un gemido de queja en que él tomo conciencia de lo que estaba haciendo. Se había prometido no ir por ese camino con ella, no con ella, nunca con ella. Y aun siendo suave para sus costumbres, estaba comportándose con un salvajismo que no se permitía para con Sakura. Quería borrarle malas experiencias, no sumárselas.
Se detuvo en ese momento, aflojando el agarre, soltando esos pezones. La miró excitado, con consternación en su semblante.
—Sakura...perdón...yo no qui-
—¿Qué?— ella abrió los ojos, confundida, sumamente encendida—¿Por qué...? ¿Qué...? No te detengas...
—Fui brusco y...
—¿Qué? No, no, no... sigue, sigue...por favor.
—Sakura...
Ella respiró pesado, tratando de tomar aliento. El vaivén de sus pequeños pechos bajo esa agitada respiración lo desconcentraban.
—No te contengas...
—¿Qué dices?
—Te gusta así... fuerte... ¿n-no? Y a mí... no te contengas.
Él la miró. No entendía. O no quería entender, porque si lo que ella le pedía era lo que creía, todo iba a ponerse muy intenso.
—Sakura... no sabes... no tienes idea de lo que me estás pidiendo...
Elevó su rostro en ese momento para tocarlo con los labios, que era lo único que podía hacer. Sus manos se encontraban fuertemente inmovilizadas sobre su cabeza, y el resto de su cuerpo oprimido desde el abdomen hacia abajo por el peso del cuerpo del peliplata. La tenía completamente sometida. En el pasado esa situación le hubiera aterrado. Pero ahora, el saber que estaba a merced de un hombre tan fuerte que podía tomar de ella lo que le viniera a la gana, la encendía de una forma que estremecía cada fibra de su cuerpo.
—Sí, sé lo que estoy haciendo. Mi ex sensei está follándome deliciosamente duro... — jadeó cuando lo sintió moverse — Y... y quiero que lo siga haciendo...
—Sakura...
—No te detengas... Dame lo que tengas.
—No...
—Fóllame, bésame, muérdeme...
—Detente.
Ella respiró hondo como si midiera lo próximo a decir, y él pudo notar esas preciosos pupilas dilatarse en el instante previo a hablar.
—Átame.
La mirada de Kakashi se endureció en ese momento, su respiración se descontroló agitando el vaivén de su pecho.
— Te gusta así...házmelo de esa forma...
—Sakura...— delineó ese dulce y encendido rostro con un dedo, midiendo cada reacción, saboreando con la mirada cada línea, indeciso pero sintiendo la debilidad ante la tentación — Lo que pides es...
—Átame.
Fue oírlo otra vez y la locura se apoderó de sus impulsos. Sólo un dejo de lucidez lo llevó a intentar explicarle algo de su mundo, para hacerlo apenas correcto.
—Yo... no voy a...lastimarte... Nunca. — sus palabras se entrecortaban entre medio de su agitada respiración.
Ella asintió.
— El control es tuyo. Siempre...
—Lo sé. — No era mentira lo que le decía. Algo había aprendido de la lectura que él le fue brindando, y deseaba experimentarlo con él.
Intentó besarlo para sellar ese acuerdo.
—Espera, espera...— alejó apenas el rostro para detenerla, necesitaba que lo escuchara —Sakura, en serio te digo. Yo puedo llegar a ser algo... intenso. Y no quiero asus-
—Confío en ti. Siempre confío en ti.
Él jadeó. No quería racionalizar demasiado lo que estaba sucediendo, pero era como estar frente a una de sus tantas fantasías. Sólo que era real. Endemoniadamente real esta vez.
—¿Conoces ... la palabra de seguridad?
—Azul — le dijo de inmediato.
—¿Qué?
—Mi palabra de seguridad es azul.
Kakashi exhaló pesado, conteniendo el temblor de excitación que invadió su cuerpo al ver la predisposición de la pelirrosa, habiéndolo imaginado tantas veces sin considerar si quiera que podría hacerse realidad. Y le acarició el rostro con la mano libre, delineándolo suavemente con las yemas, mientras la observaba indeciso buscando una duda, alguna última señal que le indicara que ella no sabía lo que hacía, que sólo intentaba complacerlo.
Pero no había ni una pizca de esa dubitación. Sólo deseo. Sólo excitación pura.
—Azul será...
Contrajo el ceño cuando ella entreabrió los labios en el momento en que sus dedos los recorrieron, gruñendo al sentir la punta de la lengua de Sakura lamiéndolos.
—Sakura...no sabes lo...hermosa que eres... Única...tan única, tan mía.
Y se abalanzó contra esos carnosos labios besándola ferozmente al mismo tiempo que reanudaba sus estocadas. El agarre en esas delicadas muñecas se profundizó haciéndola gemir ante la mezcla de sensaciones. Quería sentirla, penetrarla y a la vez hacerle tantas cosas, tantas opciones venían a su mente, todas juntas reclamando su turno que podía enloquecer y explotar allí mismo sin haber probado ninguna. Ella era tan deliciosa, caliente, lo succionaba de tal forma que sentía que podía morir en cualquier momento y estar bien con eso al haberla probado aunque sea esa única vez.
Se separó de ella deteniéndose por unos segundos. Mirándola agitado, con indecisión. Ella temblaba debajo de su cuerpo, rogando por el placer que tan abrumadoramente él le brindaba.
La miró y luego a las muñecas apretadas entre sus dedos, y allí decidió el siguiente movimiento. Uno no tan osado pero que le brindaría ese gusto que lo dejaría satisfecho.
Soltó las manos de Sakura buscando del respaldar las sogas de seda roja que siempre tenía listas para esos momentos. Si llevaba alguna acompañante, era lo primero que usaba mientras ellas se disponían gustosas a que él lo hiciera. Pero claro, sus sumisas sabían a que iban a su cama. Y no era precisamente a follarlas.
Pero con Sakura... poder someterla y follarla era quizás todo lo que había anhelado desde que la reconociera como la mujer de su vida aquella tarde, cuando cumpliera dieciocho. Pero no era una sumisa. No. Ella no conocía de ese mundo más que lo que alcanzara a apreciar en sus libros, y eso no era ni lejos una preparación.
Por eso se permitiría poco. Podía hacerlo. Debía hacerlo. No soportaría que pronunciara la palabra de seguridad.
Se salió lentamente de ella apoyándose sobre sus palmas y rodillas quedando encima, separado de su cuerpo. Sakura se removió en queja al sentirse vacía.
—Quieta hermosa.
—No iba a-
—Shhhh— le susurró antes de besarla con suavidad acomodándole nuevamente las manos cerca del respaldar.
Y sin demora jaló de las cintas de seda roja que lo adornaban. Parecían una decoración de la cama que le daban un toque de modernidad al mueble, algo raro en la austeridad del peliplata, pero pronto Sakura corroboró que se trataban de sogas de seda muy similares a las que se utilizaban en las demostraciones del arte shibari, y cuando sintió como Kakashi rodeaba sus muñecas con ellas lo confirmó. Miró con los ojos bien abiertos a su ex sensei, quien respiraba pesado mientras cruzaba las hebras en un típico nudo presilla aferrándola al respaldar.
—Kakashi... — susurró jadeante cuando el jaló de sus muñecas para fijarla más y no pudo evitar el respingo que dio en el momento en que ajustó la presión con que la asía.
La sensación que la invadió al sentirse inmovilizada, con ese delicioso ardor en la piel de sus antebrazos, y el caliente escozor en su centro, al dejar a merced de su amante el goce que sabía que vendría, fue abrumadoramente delicioso.
—¿Estás bien con esto?
Ella asintió con un leve frunce en la nariz, pero con la mirada nublada de goce.
Él sabía que era ajustado. Pero debía serlo. Su niña rosa era una mujer fuerte y no quería que se zafara en plena faena. La disfrutaría más así.
—Bien.
Le acarició los brazos tan sensualmente extendidos, mirándola a los ojos. Le recorrió con las yemas el rostro, los labios abiertos, el cuello. Y siguió bajando pesado, ignorando esos hermosos y enrojecidos pechos, hasta el abdomen.
Ella respiraba acelerado sin romper el contacto visual con su ex sensei. Su pecho subía y bajaba notablemente. Estaba a merced del mayor y no sabría que le haría, lo que no era malo, sólo nuevo. Todo se sentía intenso, impredecible y novedoso con él. Y le gustaba, pero no podía evitar el dejo de ansiedad en esa mirada jade
—Tranquila... sólo voy a acariciarte.
—Mhm.
Le sonrió y se incorporó delante de ella, acomodándose entre sus piernas. Quería observarla, grabar en sus recuerdos ese delgado y torneado cuerpo, con esas mejillas enrojecidas y esas marcas de placer que le había dejado.
Ella intentó cerrar las piernas cuando la mirada del peliplata se posó en su centro, pero él no la dejó. Le tomó las rodillas y las abrió aún más, suave pero firmemente, relamiéndose con deseo al ver esos suaves labios apenas cubiertos por bello, brillosos por la excesiva lubricación.
Los acarició sin omitir detalle de cómo la joven se retorcía por las sensaciones que le provocaba. Sabía que estaba sensible por el reciente orgasmo, pero quería verla perder el control. Y sin demora, hundió la cabeza entre sus piernas
Ella se tensó en ese momento intentando cerrar sus muslos para impedir que llegara al objetivo.
—No...no hagas eso... Kakashi, por favor.
—¿No? Va a gustarte. Créeme.
—Te...creo. Pero es que... m-me da...me...
Le sonrió ladinamente.
—No debes sentir vergüenza conmigo, Sakura. Eres hermosa para mí. Una joya. Y sólo quiero hacerte gozar.
Ella dudó unos instantes aflojando la presión de sus piernas, y él aprovechó para hundirse definitivamente brindándole la primer lamida entre los labios, rozando firmemente el hinchado clítoris.
La espalda de la joven se arqueó en respuesta a ese electrificante goce.
—¡Dios! ¡Oh mi... dios! ¡Kakashi!
Sonrió satisfecho gruñendo por el sabor que comenzaba a invadirlo. Nunca había probado algo tan delicioso. En sus años de amante, nadie supo tan bien como ella. Y fue sólo considerar que querría devorarla cada noche de su vida a partir de ese momento, aun sabiéndola vedada, que la locura lo asaltó y comenzó a azotar su lengua una y otra vez contra esa tierna carne, sin dulzura, sin respiro, en un vaivén frenético que no era el indicado para una iniciada, pero era lo que quería darle.
Ella tembló por el arrollador placer que se tornaba insoportable a medida que él profundizaba los movimientos de su lengua. Gemía sin descaro jalando de las sogas para soltarse y tomarlo. Eran sensaciones tan nuevas, tan fuertes, tan arrolladoras, que no fue capaz de entender nada cuando uno segundo orgasmo la avasalló tensando todos los músculos. Su espalda se arqueó nuevamente mientras un grito desvergonzado de placer le desgarró la garganta.
Pero eso no fue todo. Él siguió con sus lamidas tornando ese goce en sostenido y demasiado profundo, y cuando ella comenzaba a pedir piedad en sus quejas, salió de ese lugar y, tomándola fuertemente por las caderas, la penetró en una única estocada.
Kakashi gruñó al hundirse nuevamente en ella. Su niña rosa era deliciosamente caliente, estrecha, lo aferraba y succionaba con vehemencia, como si quisiera todo de él. Lo volvía loco.
Arremetió contra esas pequeñas caderas sin respiro, sin pausa ni contemplaciones. La sintió estremecerse nuevamente con un resquemor del orgasmo, apretándose ante la formación de uno nuevo, y en ese momento se salió de ese cuerpo, la tomó de las nalgas y la giró acomodando su trasero apuntanfo arriba, hacia él.
Ella gritó lujuriosamente cuando lo sintió hundirse hasta el fondo, mordiendo la almohada que ahogó sus gemidos, mientras el apretaba los dedos en la blanca piel de sus caderas, para aferrarla en ese lugar soportando sus crudas estocadas. Porque sería impasible. La había dilatado y ablandado a fuerza de goce para que ella pudiera resistir la fiereza de su propio placer, porque sabía que podía mantener a rayas sus demonios pero le sería imposible contener todo.
El sonido de cuerpos chocando y respiraciones acompasadas, inundó la habitación junto a los gemidos ahogados que Sakura perdía en esa almohada, mordiéndola para soportar todo ese placer que en su vida imaginó sentir.
Y no pudo evitar gritar cuando el fuerte jalón en sus cabellos le hizo elevar el rostro.
—¿Te escondes de mí?
—No...Kakashi.— respondió como pudo.
—¿Kakashi?
Ella tragó duro apretando los labios ante la ola de placer que la dominó cuando, entre medio de las fuertes estocadas, sintió la lengua del peliplata humedecerle una oreja.
—N-no...Sen...sensei.
Él gruño ante el título. Normalmente sus sumisas se dirigían a él como señor o amo. Que justamente ella le dijera sensei, lo enloqueció.
Casi su propio orgasmo se le escapa por la simple mención de esa palabra. Se hundió en ella en una profunda estocada, aferrándose con más fuerza a esas caderas, quedando inmóvil en la posición conteniendo la inminente explosión que amenazaba en sus testículos.
Sakura tembló al sentirlo palpitar dentro y gimió.
—Quieta.
Y cuando su respiración se calmó logrando contener los espasmos previos a la eyaculación, le acarició la espalda estremeciéndola al paso de sus dedos. Ansiaba su final pero sabía que postergándolo lo más que pudiera convertiría la experiencia en una inolvidable. Y lo necesitaba si esa sería la única que tendría de ella.
Kakashi giró su mirada buscando el espejo que decoraba el enorme ropero a la derecha de la cama, y la imagen que le devolvió fue exquisita. El cuerpo de su niña rosa arqueado, con la cintura quebrada dejando ese redondeado trasero a merced de sus caderas. El cabello revuelto que le caía por los hombros y los brazos extendidos atados a su cama...era sublime.
Y quiso más. Si iba a ser lo único, lo quería todo.
Extendió una mano y, en un ágil movimiento, soltó la soga del respaldar. Sakura lo miró intrigada por sobre su hombro, encontrándose con una sonrisa perversamente encantadora.
Kakashi le tomó suavemente el cuello y jaló de las cuerdas para incorporarla, apoyando esas delicadas espaldas contra su torso. Todo sin salir de ella.
—¡Sensei! — Gritó y él le besó el cuello apenas mordiéndolo para tranquilizarla.
Pasó por debajo de esos redondeados pechos el brazo con el que sostenía fuertemente la cuerda que aferraba las manos de Sakura, y la guío lentamente, girándola para quedar arrodillados en la cama frente al espejo.
Sakura caería sin la fuerza del agarre del peliplata y no pudo más que excitarle esa facilidad con la que la manejaba impidiendo que ella hiciera cualquier otro movimiento que no fuera los que él demandaba.
—Abre los ojos hermosa. — le susurró con voz grave al oído antes de morderle la oreja.
En el momento en que su vista se fijó al frente, no sólo respondió a su interrogante sobre la funcionalidad del gran espejo que cubría el ropero de Kakashi, sino que se encontró con una imagen tan brutalmente erótica que se sonrojó por completo.
Su cuerpo extendido con los brazos atados arriba fuertemente jalados por él. Las piernas abiertas y su sexo brilloso, penetrado, pequeño ante el falo que la empalaba tan deliciosamente. El brazo fuerte de Kakashi que la sostenía por debajo de sus delicados pechos, hinchaba sus músculos por la fuerza del agarre. Las anchas espaldas del varón que sobresalían a su cuerpo, tan masculinas, tan fuertes y protectoras. Pero lo que más la cautivó fue la mirada que le dedicaba el peliplata, tan perversamente encendida, mientras deslizaba sus dedos acariciando el hinchado y húmedo clítoris que ahora quedaba a la vista.
Tragó duro ante la imagen e intentó girar el rostro en pena, pero él no se lo permitió.
—Mírate— le susurró en el momento en que empujó hundiéndose más, para que ella apreciara como la penetraba — Mira la hermosa mujer que eres. Única. Caliente. Disfrútate...como yo lo hago.
—Sensei...
Él gruñó.
—¿Si?
—Yo... esto...me gusta.
—Lo sé.
Y la tomó de un muslo elevándolo, para que sus penetraciones fueran más visibles, y comenzó a castigar ese pequeño y excitado sexo.
Una estocada tras otra, apretando los dientes, devorando esos gemidos que lo enloquecían.
El aroma de su niña rosa era más que delicioso. Los sonidos que escapaban de sus labios presos del placer, esa respuesta provocada por su sensibilidad extrema...era única. Y se lamentó anticipadamente de sólo considerar que esta sería la última vez que la tendría así.
Su orgasmo estaba cerca. La mezcla de sensaciones con esa imagen tan sensual no le permitiría durar por mucho tiempo más. Y quería que ella llegara de nuevo.
Soltó el fuerte agarre a la soga y la llevó hacia delante, empujándola suavemente para que cayera sobre sus manos, dejándola en cuatro.
—Mírame. — Demandó levantándole el rostro al jalar de los cabellos.
Ella abrió los ojos encontrándose a través del espejo con esa mirada oscura, feroz que se agitaba tras cada estocada.
—Quiero que me veas cuando acabe en ti.
Ella gimió mordiéndose con fuerza el labio inferior. Esas palabras le sonaron tan posesivas haciéndole lamentar, por primera vez en su vida, que su compañero utilizara condón. No entendía que demonios en su interior demandaba de ese contacto, pero quería oler a él, tenerlo a él, no sólo como sensaciones sobre la piel. Sentía la imperiosa necesidad de sentirse impregnada de su esencia.
Las estocadas de Kakashi se volvieron violentas. Su control se fue al demonio mientras aferraba esas caderas hundiendo los dedos dolorosamente en la carne. Sakura contrajo el ceño ante las sensaciones sin comprender por qué demonios ese leve dolor la encendía de una forma que sentía que su vagina palpitaba recibiendo cada puja del varón.
Y no podía más que gritar, sin dejar de verlo, acompasando a la respiración de Kakashi, a sus gruñidos.
Su final estaba cerca y él lo notó. Y sabía cómo desencadenarlo a capricho.
En un dejo de control se inclinó sobre ella y le recorrió la espalda con la lengua sin dejar de penetrarla. Ella se estremeció, pero fue en el momento en que le mordió cerca del hombro, que explotó en un arrasador final, mucho más fuerte que los anteriores.
—¡Sensei!
Fue lo único que pudo decir entre medio de los arrebatadores espasmos, y él se dejó ir con un gemido profundo que se fundió en esa piel enrojecida por sus dientes, en el mejor orgasmo que recordara en su vida.
Y se quedaron así por unos largos segundos, con la respiración descontrolada, gimiendo ante cada nuevo temblor provocados por los rastros de un potente éxtasis. Hasta que Kakashi aflojó el agarre de la última penetración y, con cuidado, salió de ella quitándose el condón y arrojándolo a alguna parte del suelo, al lado de la cama. Limpiaría después. Ahora sólo quería acariciarla.
Cayeron de costado sobre la cama, y la envolvió en un abrazo luego de aflojar el nudo de las muñecas para liberarlas, sobándole suavemente la piel maltratada por la soga.
—¿Estás bien?
—Sí... muy bien.
Ella respiró hondo y giró a verlo con una sonrisa en los labios. Sus mejillas estaban rojas, junto a su cuello y pecho, y los cabellos se le adherían al sudor de la frente. Estaba hermosa con esa mirada cansada y satisfecha.
Los dedos de la joven encontraron la forma de delinear el rostro a Kakashi, a ese hombre que la había hecho sentir como nadie lo lograra antes, y que la mirara con tanta dulzura y devoción en ese momento. Era increíble que alguien que siempre era tan medido en sus reacciones, hubiera sido tan salvaje en el sexo y ahora se comportara de una forma tierna. Le encantaba.
Se acercó y lo besó. Y él la aferró más a su cuerpo recorriéndole con los dedos la espalda. Todo lo que alguna vez hubiera fantaseado lo obtuvo esa noche, en esa primera vez juntos. Y deseaba más. Más noches, más días, más calor. Más de lo que ella le hacía con labios sobre su boca y con los dedos sobre su miembro.
—¿Qué haces?
—Mmmmm... sigues muy duro, sensei.
Kakashi rió profundo.
—¿Mhm?
Ella se alejó apenas y lo miró con una sonrisa picarona.
—¿Aún quieres más?
—¿Y tú qué crees?
Ella se carcajeó mordiéndose el labio inferior. Se sentía satisfecha, pero esas palabras pronunciadas en un tono tan bajo, hizo que todo su sensible centro palpitara en deseo otra vez.
—¿Qué pienso? ¿De esto?— y apretó el pene con los dedos.
Él asintió dejando escapar un suave gemido.
—Ummm... que eres muy caliente, sensei. — Y lo envolvió con la mano comenzando a masturbarlo pesado y lentamente.
Kakashi gruñó. Y ella lo besó nuevamente, colando su lengua dentro de la boca.
Era temprano aún. Apenas si habían dado las diez. La noche era joven y aunque las promesas de un futuro eran inciertas, esa noche ella era suya. Y no desaprovecharía ni un minuto mientras su cuerpo siguiera reaccionando a ese dulce calor de la forma en que lo hacía.
¡Hola!
Y ustedes lo pidieron. Y votaron y me lo dijeron.
Aquí fue... el principio del incendio je je je... ¿Les gustó?
El principio, ¿eh? Esto es sólo el principio...
Ahora sí, hasta el jueves. ¡Besos!
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