Capítulo 11
«El límite lo pones tú, Sakura.»
Esas palabras se repetían una y otra vez en sus pensamientos con tal nitidez que parecía que Kakashi estaba justamente a su lado, hablándole al oído con ese tono oscuro y calmo que tanto le excitara. Y no podía más que terminar mordiendo el bolígrafo que tenía entre sus dedos, para no hacerlo con sus labios, por el simple hecho de lo que esa breve frase encerraba.
El día había pasado volando y así había estado su cabeza, volando también.
No había podido dejar de pensar en lo sucedido entre ellos y en lo que su ex sensei le había hecho sentir. Todo se dio de forma tan natural y caliente, que se sorprendía al advertir lo poco que le había costado descontrolarse con él, con un hombre al que debía respetar. Jamás fue así con Sasuke, nunca tuvo esas sensaciones, ni esa desconcertante lascivia que la tenía temblando y pidiendo por más aun cuando no entendía que demonios pasaba.
Pero lo que más la desconcertaba eran las sensaciones que se producían en su bajo vientre, cada vez que imaginaba lo que podía llegar a suceder ni bien se desocupara y pudiera reencontrarse con él. Porque lo haría.
Moría de nervios y no sabía que bendita excusa justificaría su visita, porque más allá de ese expreso deseo de una tardes juntos no habían quedado en ningún nuevo plan, y no podría, ni querría, regresar a su casa con todas esas sensaciones que pululaban por su cuerpo, y que la tenían con su centro palpitando y mojándose cada cinco minutos. Ya si hasta le molestaba el hecho de no vestir bragas, detalle que le robaba una sonrisa tras otra al evocar el preciso instante que ese firme jalón las hizo añicos.
Y lo que vino después... la mirada oscura de su sensei, la forma en que se relamía esos perfectos labios cuando empujaba sobre ella. Moría por probarlos, y no sólo a su boca.
— Permiso doctora Haruno. Traigo para que revise los últimos turnos armados tal y como pidió.
Nozomi, la dulce y diligente Nozomi, la secretaria que Kakashi le asignara cuando decidió de forma unilateral que ella necesitaba ayuda. En ese momento lo detestó, pero poco tardó en agradecerle, aunque sólo mentalmente porque jamás le reconocería el gesto.
Y si bien Sakura debía admitir que al principio le resultó un tanto entrometida, poco tardó en ganarse su cariño con la eficiencia y esas desopilantes salidas que le arrancaban carcajadas hasta en los peores días. Adoraba a la niña que de niña tenía lo mismo que ella, apenas si tres meses las separaba en edad, pero esa chispeante y ocurrente personalidad la hacían ver mucho menor.
La joven realmente había sido su salvación ese día. No hubiera podido sobrevivirlo sin ella. Peor aún, no hubiera logrado terminar a tiempo absolutamente nada de lo que le encomendara el hokage esa mañana.
— Los organicé coordinando el mínimo personal indispensable, con alertas de chakra si hay alguna... ¿doctora?
Nozomi la observó con un frunce en el ceño. Su superior estaba totalmente ida en sus pensamientos e intentó en vano llamarle la atención blandiendo la mano frente a esa perdida mirada.
— ¿Me escucha? ... ¡Sakura!
La pelirosa dio un respingo en la silla, quitándose de inmediato el bolígrafo de la boca, como si ese gesto escondiera lo que estaba pensando.
— Emm... ¡Nozomi! ¡Me asustaste!
—¡Perdón! Perdón. Pero es que no me estaba escuchando y ¿surgió algún problema que...?
—No, no. Nada. Está todo en orden. Yo sólo me quedé pensando en anoche. E-en el viaje y ... nada —Sakura sonrió nerviosa —Los turnos, me decías que ... — carraspeó acomodando su semblante — Yo... cierto que tenía que pasarte la lista de profesionales.
—No doctora, ya me la dio. Y ya armé todo. Aquí están ¿los ve? Listos.
Sakura se sonrojó profusamente en ese momento. —¿Y-ya? ¿Tienes los turnos?
—Sip. Sip. Tome. Todo listo y organizadito.
La joven secretaria le sonrió dulcemente al observarla. No era la primer vez que su jefa quedaba tan absorta en su divague, pero si la única en la que le apreciaba una sonrisa con esa mirada ensoñadora, típica de enamorada feliz. Lucía radiante esa mañana y realmente le alegraba verla así, bien después de tanto tiempo.
Ella conocía, por chismes de pasillos, algo de la historia tortuosa que su jefa había tenido con su anterior novio. Y le daba pena. Sobre todo porque Sakura había estado tan enamorada del apuesto Uchiha, su compañero de equipo tan estimado entre todas las niñas de su edad, incluida ella, el cual había resultado ser un completo idiota cambiándola por otra ni bien tuvo la oportunidad.
Verla bien, sin ese pesar que la opacaba, se sentía estupendo. No era una mala mujer para que le tocara sufrir tanto.
— Buena noche, ¿no doctora?
— ¡Y no te das una idea! Reamente fue una noche excelente y...¡No!— los colores cubrieron de repente el rostro de Sakura cuando notó que casi había sido tan evidente. — No, no, no... digo, normal. ¿Por...? Bueno, sí. A ver... mala no fue. ¡Digo!... ¿Por... porque me preguntas eso?
—Porque tiene esa mirada de joven enamorada taaaaan dulce.
—¿Yo? ¿E-enamorada...? ¿Q-qué? ¡Pffffst! ¡Las cosas que dices! — rio nerviosa tratando de zafarse —¿Te escuchas? — la joven asintió varias veces sonriéndole picaronamente — Tienes cada idea...es ...es que puede descansar bien anoche. Eso. Sólo eso. ¡La magia de un profundo y reparador sueño!
—Aja. — enarcó una ceja.
Y ese simple gesto le decía todo a Sakura.
—¡En serio te digo! No pasó nada, con... ¡nadie! ¡Nada! No hay nadie. Y punto.
—Así que... se puede decir que hay un nadie dando vueltas con el que no pasa nada pero que le brinda un dormir profundo y reparador, ¿no?
— ¡Exacto! — se apuró a decir — Hay un nadie con el que ...¿¡Qué...!? ... ¡No, no!... Yo no dije...Digo... ¿por qué lo dices?
Nozomi se carcajeó por lo bajito.
— Su sonrisa y esos suspiros taaaan largos y melosos que estuvo dando todo el día. Y esos ojitos que brillan cuando las mejillas se le ponen rosas. ¡Las cosas que debe estar pensando esa cabecita picarona! Así que... ¿un nuevo amor apareció durante el viaje? ¡No! ¡No me diga nada! Tiene que ser de aquí, usted es de la clase que busca lo local. ¡Ayyyy, picarona! Se lo tenía escondido, ¿eh? ¿A que anoche la estaba esperando y durmieron calentitos? ¡Ay! Ya me lo imagino... alto, apuesto, con una sonrisa radiante y sexi, muy sexi, porque usted no se merece menos que... — Sakura entrecerró los ojos en una mirada asesina ante la verborragia de su secretaria — Y... ¡nada! — carraspeó poniéndose seria, enderezando de repente la espalda mientras apretaba contra el pecho la segunda carpeta que aún no entregaba— Disculpe mi intromisión doctora. No le interrumpo más. A-así me autorizo los turnos. Cl-claro, si están bien.
Sakura torció la boca antes de bajar la mirada nuevamente a los papeles. Respiró hondo para concentrarse una vez más intentando omitir el nerviosismo que su secretaria provocara.
—Y... disculpe mis ocurrencias, doctora. Soy un poco arrebatada y... nada. Me disculpo.
Sakura sonrió. Si bien era molesta con esas conjeturas incontenibles que la arrebataban, la joven realmente refrescaba su vida. Sabía que no lo hacía con malicia. Pero ni ella entendía lo que pasaba, no estaba como para permitir que alguien más sacara alocadas suposiciones.
— Estás disculpada. — comenzó a firmar la documentación. — Muy buen trabajo Nozomi. Y sabes que puedes llamarme Sakura cuando estamos solas.
— Sí, lo sé. — miró por sobre el hombro hacia la puerta — Pero es que no estamos solas. Hay... gente esperando. — susurró.
— ¿Pacientes?
— Paciente. En singular. Un paciente. Masculino y-
— Pero las consultas están cerrada ya, Nozomi.
— ¿Mhm? — Nozomi señaló una sección en la hoja en la que faltaba la firma de su superior apretando los labios— Del otro lado también. Son dos. Hay otra más abajo.
— Ok. Y dile que vaya a la guardia. Ya es tarde.
— Sí, doctora — tomó la carpeta que Sakura dejó lista y le extendió un nuevo juego de papeles a firmar — Le expliqué eso pero él insistió requiriendo de sus servicios específicamente. Muy, muy, muy específicamente. — recalcó las últimas palabras antes de inclinarse hacia el frente acercándose más para hablar casi en un susurro — No sabe...me habló de una forma tan... tan... calma, con esa voz grave...tan — se mordió el labio inferior con una sonrisa boba en la cara — ¡grrrr! ... Y me miraba desde arriba, esos ojos oscuros, con esa expresión tan moja bragas que... — se hizo viento en la cara rodando los ojos — Como que no pude negarme a tomarle el turno, doctora. ¡No sabe lo apuesto que es!
Sakura alzó la vista de los papeles de repente. —¿Qué hace Kakashi aquí?
— ¿Kakashi? No, no...¿¡Qué!? ¿El hokage es apuesto? ¿Usted lo vio? Porque dicen que-
— ¡No! No ... digo, sé que andan esos rumores pero... tu sabes, él suele hacerme... estas clase de bromas, para molestarme y yo creí...tu sabes. — la secretaria negó, jamás el hokage se presentó en esas condiciones — Emm... ¿queda algo más para firmar?
Nozomi la miró entrecerrando los ojos por unos segundos. El proceder de su jefa le llamó poderosamente la atención. Que su primera reacción ante la detallada descripción de un sujeto caliente fuera relacionarlo con su ex sensei, la dejó dubitativa. Había gato encerrado allí, pero tampoco iba a indagar demasiado si ella no le daba lugar.
Además, si había algo entre integrantes del equipo siete, más siendo el hokage y su antigua alumna, se enteraría más temprano que tarde.
— Esos que tiene son los últimos. — carraspeó — Le decía, resulta que es un agente de alto rango, tiene la identificación y el emblema, todo, todo, todo. Y se ve que fue herido en el brazo, aparentemente en batalla, creo, porque lo tiene vendado y hace esa mueca cuando lo mueve que-
—Al grano Nozomi.
—Perdón. No va a poder negarse doctora, ya sabe, los soldados en misión tienen excepciones ¿no? — Sakura asintió respirando hondo —Y ente nosotras... si no hay un nadie esperándola, yo no me negaría — y le brindó un guiño acompañado de una sonrisa cómplice.
Sakura sonrió. Su secretaria estaba en lo correcto. Era su trabajo y había hecho un juramento.
De reojo miró el reloj de pared, ya habían dado casi las nueve de la noche, todo el personal se había retirado hacía más de dos horas quedando la guardia mínima de esa noche. Entendía que había sido una jornada especial, y aunque no veía el momento de irse, debía responder a su deber.
— OK — dijo con resignación — Un último paciente y me voy.
— Bien doctora. ¿Necesita algo más?
—Sólo reparte en las vitrinas las copias de los turnos y estás libre.
—Despreocúpese. Hago eso. ¡Ah! Y si quiere, paso por la oficina del hokague y le dejo las copias autor-
—¡Deja! Deja... gracias, pero esas las llevo yo.
Nozomi entrecerró los ojos por un segundo. Gato encerrado. ¡Gatazo!
—Pero... no le queda de paso y-
—Tengo que hablar c-con Shizune. — carraspeó nerviosa — Iba a ir de todos modos. Gracias
—Como usted diga.— Y le sonrió — Ahí le envío al paciente — y le guiñó un ojo antes de retirarse cerrando la puerta tras de sí.
Sakura suspiró relajándose por unos segundos. Esa intuición tan avispada de su ayudante le habían dejado los nervios de punta.
Rápidamente se levantó de su silla para colocarse la bata de médico ni bien oyó los murmullos del otro lado de la puerta. Alisó las arrugadas solapas y se acomodó el cabello antes de acercase a abrir la puerta de su consultorio.
—Adelante. — esbozó su mejor sonrisa al abrir, ocultando la molestia de ese turno a deshora, pero grande fue su sorpresa cuando alzó la mirada encontrándose con la del hombre que sería su paciente.
Nozomi tenía razón. Era apuesto. Muy apuesto.
—Doctora Haruno... ejem... — su secretaria intentaba asomarse de entre las anchas espaldas del sujeto — e-el soldado.
—Agente — corrigió el hombre sin quitar la vista de Sakura.
Las mejillas de la pelirosa se encendieron en ese momento, dejándola inmóvil con el picaporte en la mano. La forma en que ese hombre la miraba le era tan familiar.
—Em... sí, el agente y... doctora, tiene las planillas e-en... ya como que estoy pintada— balbuceó Nozomi — Doctora, me retiro.
Sakura asintió sonriendo tímidamente y se corrió de la puerta invitándolo a entrar con un ademán.
—Nos vemos el lunes Nozomi. Gracias.
Lo observó pasar a su lado. El sujeto no le quitó esa mirada altiva e impasible en todo su camino hasta el asiento al frente del escritorio de Sakura, quedándose de pie al lado de la silla.
—Doctora, me disculpo por el horario. Como verá fui herido en misión y acabo de llegar. Me dijeron que usted es la mejor. Y necesito de la mejor.
Nozomi no se había equivocado en nada. Ni exagerado, como era su costumbre.
El hombre era condenadamente guapo. Alto, con esa mirada estoica y penetrante adornada por dos hermosos ojos negro profundo, que parecían destellar a perla cuando se movían. Lucía una cabellera lacia y larga, oscura y pesada, recogida en una cola baja. Tenía un cuerpo que lucía de infarto debajo de las finas ropas, las que denotaba la clase social a la que pertenecía.
Su rostro parecía cincelado. Era perfecto y masculino de una belleza irrevocable y fría, que sólo había visto en los Uchiha, pero con una elegancia y estoicismo que lo ataban más a un clan aristocrático.
Lucía impecable aún con el brazo izquierdo colgando de una venda improvisada y esa mueca de dolor que de tanto en tanto apenas si esbozaba al mover el hombro del mismo lado.
—No se haga problema...eh... por favor tome asiento mientras lleno los formularios del turno.
Estaba nerviosa.
Y ansiosa.
Y ese paciente apuesto que no dejaba de verla de esa forma tan...
El bolígrafo se resbaló de entre sus temblorosos dedos, rodando al suelo. Ella se disculpó con una sonrisa inquieta, decidiendo tomar otro desde su lapicero al notar que el anterior había rodado debajo del escritorio. No se sentiría cómoda agachándose entre las piernas de su paciente para recogerlo.
No de ese paciente.
—Bueno, ahora sí. ¿Me dijo que se llamaba?
Él sonrió. La había puesto nerviosa. Definitivamente tuvo en ella el impacto que esperaba y no podía sentirse más satisfecho. Ese era su primer movimiento. El primero de varios porque sabía que ella no le sería fácil.
Ahora solo debía ganarse su confianza. Pero antes realmente necesitaba que le revisara la herida. Eso había sido real por más que le viniera excelente como excusa.
—No se lo dije.
—¿Perdón?
— Huyga, Seiyi Hyuga.
—¿Hyuga? — esa sí que era una sorpresa — No sabía que Hinata tenía un primo más.
—Pocos saben de mí. Me crié en el exterior señorita... Haruno.
—Emm... Sakura. Puede llamarme por mi nombre de pila.
Seiyi sonrió.
—Cerezos, como su cabello.
Ella se sonrojó sin dejar de completar la ficha del paciente.
—Sí. Nací en primavera, para el hanami y bueno... mis padres no fueron originales al elegir mi nombre.
—Pero no menos acertados. La originalidad y elegancia se la brinda su belleza.
—Gr-gracias— le sonrió con las mejillas florecidas, bajando la mirada con pena — Señor Hyuga.
—Por favor, llámame Seiyi. No me hagas sentir viejo.
Sakura carcajeó por lo bajo.
—No creo que usted sea viejo. No luce como uno. — Y se levantó para revisar la herida de su paciente — Bueno, veamos que tenemos aquí.
A Kakashi nunca un día se le había hecho tan corto como ese, ni lo había transcurrido de tan buen humor. Entre las reuniones, reportes y organización de equipos, prácticamente si había podido tomarse unos minutos para un té, minutos en los que Sakura ocupara por completo sus pensamientos.
Aunque, en realidad, no había dejado de pensar en ella ni siquiera realizando sus labores.
Ansiaba la hora de retirarse de esa oficina y buscarla, porque lo haría. No tenía excusas para pasar rato con ella, pero no le importaba. La invitaría a cenar y algo más se le ocurriría para retenerla con él toda la noche. Esa breve declaración de intenciones que ella realizara durante el desayuno le había enloquecido y ya no podría conformarse con las migajas que el destino le arrojara. Aun conociendo los riesgos y lo egoísta de su obrar, ya no podía dejarlo. Ya no quería.
Y por fortuna para sus intenciones, las tareas de prevención se pudieron desplegar a tiempo y el inusual temporal que comenzó a desatarse hacia final de la tarde, parecía transcurrir sin mayores inconvenientes que frío extremo y calles que despuntaban con senderos blancos por la nieve. El hokage ya no sería necesario por lo menos en lo que restaba del fin de semana.
Respiró hondo mientras revisaba junto a Shizune los informes meteorológicos que acaban de llegar y que confirmaban que las tormentas de nieve iban a recrudecerse. Su decisión de adelantar el receso vacacional por las celebraciones del inicio invernal nunca fue más acertada. Reducir el circulante de personas, sobre todo de niños, hasta que el clima se asentara, les evitarían muchos dolores de cabeza.
—Así que al final, estabas en lo cierto.
—¿Cómo dices Shizune?
—No compartía lo de suspender las celebraciones y adelantar el receso. Pero fue muy acertado. Los accidentes son moneda corriente en esos festejos, y con este tiempo... ¡no quiero ni imaginármelo!
Kakashi se carcajeó. Shizune era intensa, debía admitirlo, sobre todo cuando le expresaba sus opiniones, pero sin su asistencia ese día hubiera resultado en un verdadero infierno, si es que acaso hubiera podido terminarlo. Realmente agradecía tener una colaboradora tan obstinada.
—Le da por beber mucho a la gente en esta fiesta, ¿no?
—¿Sólo a la gente? — ella alzó una ceja provocativa.
—Bueno... también soy gente.
—Mejor ni hablemos — y rieron.
—Sí, mejor no. Ciertos detalles es mejor dejarlos...emmm... guardados. ¿Cierto Shizune?
Ella le echó una mirada asesina. Kakashi se carcajeó estampando la última firma en los documentos antes de arrojar la lapicera lejos de sus entumecidos dedos.
— Y recuérdame que ni bien pase este bendito temporal, reanude el proyecto de conectividad.
—Umm...vas a volver a entrar en conflicto con los mayores.
—Sin conflicto no hay progreso, Shizune. Y sabes muy bien que lo de hoy hubiera sido más fácil solo con la telefonía.
—Tienes mi completo apoyo en ese proyecto. Pero debía decírtelo. Es mi deber ser-
—¿Tan contra?
—¡No! ¡Eso no! Soy una de tus consejeras, además de secretaria. — él sonreía burlón debajo de la máscara — Y no empieces con las risitas. Dame esos papeles.
—Bueno...— respiró hondo relajando sus espaldas contra el mullido espaldar de su asiento —Se puede decir que ahora sí va a comenzar mi fin de semana.
Ella se carcajeó —Y el mío. Pero antes tienes que autorizar los grupos de vigilancia.
—¿Pero si acabo de firmarlos?
—Esos fueron los puestos fronterizos. Estos son para la policía.
De mala gana se incorporó nuevamente, teniendo que estirarse para tomar la lapicera.
El suave golpeteo en la entreabierta puerta de su oficina le robó una sonrisa. Ya la había sentido, ese dulce y suave chakra. Y ya su cuerpo la ansiaba.
—Disculpen...¿interrumpo?
Sakura se asomó tímidamente, y quedó allí al constatar que no estaba solo. Aun así, encontrarse con la mirada del peliplata le provocó mariposas en su ya nervioso estómago.
Él le sonrió y ella no pudo más que sonrojarse al saber cómo esa sonrisa lucía debajo de la máscara.
—Sakura— carraspeó para acomodar su respiración — Te hacía en tu casa ya.
—Es que quise traer la copia de la división de turnos preventivos antes de retirarme. — y alzó la carpeta que traía entre las solapas de su saco. —No me imaginé que estaría ocupado y... lo dejo en el escritorio de Shizune así no les interr-
—Estábamos terminando — agitó la mano invitándola, ignorando la picardía en la mirada de su colaboradora —Entra ya Sakura.
Shizune, acomodó esa expresión con la que provocaba a su superior antes de girar a saludarla con una dulce sonrisa, tomando la carpeta con el reporte que la kunoichi rápidamente le extendió.
Sakura le respondió amablemente, intentando ignorar el dejo de reproche en esos ojos negros que la estudiaban. La conocía lo suficiente como saberla capaz de deducir si había alguna intención oculta en esa visita, y estaría en lo cierto pero ¿qué más daba? Otra colaboradora y amiga más que husmeara en su vida no iba a cambiar el hecho de que al frente suyo estaba el hombre que deseaba, y no veía la hora de que quedaran a solas y se bajara esa bendita máscara.
—Están perfectos Sakura, como siempre. — Shizune suspiró apilando el resto de los documentos — Bien, ya estaría todo listo. Por lo menos por hoy.
—Por el fin de semana, Shizune.
—Cierto, hokage-sama. Hasta el lunes, entonces — le sonrió poniéndose de pie rápidamente, como si intentara huir de la oficina.
—Tómate el lunes Shizune — ella abrió grandes los ojos — Lo necesitas. Tienes que descansar... y yo también necesito descansar de ti.
—Sí, seguro. — le sonrió con sorna — Que tenga un buen domingo hokage-sama.— se inclinó en saludo — Sakura chan, igual para ti.
Sakura asintió en respuesta siguiéndola con la vista hasta que se perdió detrás de la puerta, relajándose al escuchar el seco sonido de la abertura al trabar cerrándose. Volvió de inmediato su atención al hombre que no había dejado de detallarla desde ella que entrara en la oficina, sin poder evitar el florecimiento de sus mejillas al apreciar ese oscurecimiento en la mirada que la recorría.
Respiró hondo sonriendo con gusto y, sin esperar más, rodeó el escritorio del peliplata lentamente sin bajarle la mirada, mientras se abría el rosado abrigo botón por botón.
—Ya puedes bajarte la máscara — le susurró deteniéndose a su lado antes de acomodarse apoyando el trasero en el borde del escritorio.
Él le sonrió seductora y tranquilamente, siguiendo cada uno de los movimientos de su niña rosa con completa atención, conteniendo un jadeo en el momento en que ella lo miró a los ojos con esa sonrisa juguetona en los labios al balancearse levemente hacia atrás en el escritorio.
Hubiera jurado que esa movida había sido adrede, su loca mente la había imaginado centenares de veces así, sentada en el escritorio, abriéndose para que él la devorara.
Enganchando el dedo índice, bajó lentamente la tela que lo cubría.
—¿Así está mejor?
Ella se mordió el labio inferior instintivamente.
—Mucho.
Y respiró hondo jugando con los dedos en el borde de la mesa, indecisa de qué decir pero sin poder quitarle los ojos de encima.
—Kakashi — él alzó una ceja en respuesta — Estuve pensando en ti toda la tarde ¿sabías?
—¿Ah, sí? No, no lo sabía.
Ella asintió varias veces sonrojándose aún más.
Él mantenía su mirada estoica, sonriéndole de esa forma que sabía que la excitaba.
—Y tú... ¿tú no?
—¿La verdad? — se rascó el mentón mirando hacia arriba, como si lo estuviera pensando — Hay una cosa que no pude quitarme de la cabeza en todo el día.
—¿Sí? Cual.
Le sonrió maliciosamente antes de mirarla.
—Hay un detalle, uno pequeño, de cuando nos fuimos de mi departamento.
—¿Ajá? — un leve frunce en su nariz se dibujó juguetón. Ya sabía a qué se refería, pero ansiaba terriblemente escucharlo.
—Verás...no dejo de preguntarme que hiciste con el tema de tus bragas.
Ella lanzó una carcajada seductora. Sus mejillas se sonrojaron nuevamente pero esta vez había un brillo distinto en sus ojos. Uno que a él se le antojó coqueto.
—Respecto a eso... resulta que no solucioné el problemita de tu...descontrol.
—¿No?
—Nope. — fijó su mirada en la de él encogiéndose de hombros. — No llevo bragas.
Contaba con que le respondiera eso, pero no llegó a medir la reacción de su cuerpo ante la confirmación. En ese momento tuvo que contener el jadeo por su respiración acelerada. Esa simple frase acababa de encenderlo como nunca nadie lo había logrado antes.
Pero la locura en su interior se desató cuando esa mirada jade juguetona se tornó tímida y levemente angustiada resaltada bajo un sonrojo involuntario, como si hubiera cometido una indiscreción que debiera ser castigada.
En ese momento quiso entender que el gesto era sumisión pura, que ella entraba en su juego, y su naturaleza se regodeó considerando que había una posibilidad, una muy grande, de que no se horrorizara por sus gustos tan particulares. Sakura jugaba con los límites de la provocación, la ingenuidad y la sumisión de forma tan natural, que lo enloquecía.
No podía estar tan lejos de sus gustos. Lo sentía. Lo deseaba. Lo necesitaba
—Dime, ¿hice mal en no ir por otras?
Dios. No podía haberle dicho eso. Estaba retándolo.
—¿Y tú qué crees?
La mirada de Kakashi se tornó pesada e impasible en ese instante, recorriéndola por completo, bajando hasta las esbeltas piernas de su niña rosa como si pudiera tocarlas en la distancia; y ella se removió separándolas apenas, como si ese movimiento en los ojos de su ex sensei fueran una orden a ser respetada.
Y lo era. Sólo que venía disfrazada de un ingenuo deseo porque si sacaba aunque sea sólo un poco de su naturaleza en ese momento, solo dios sabría hasta donde podía llegar todo el juego. Y la deseaba tanto, que no se perdonaría asustarla solo por no medir su ansiedad.
Ir de a poco, lentamente. Todo el día lo estuvo meditando. Si no podía resistirse a lo que sucedía entre los dos, aun sabiendo que no era lo correcto, lo haría bien. Quería disfrutarla, la quería con él.
Arrojar migajas y ver si ella las recogería antes de avanzar, ésa había sido la improvisada estrategia que dejó tranquila a su conciencia, esperando que ella en algún momento las ignorara, o tan sólo las rechazara y todo, a su pesar, volviera a lo de antes.
—Que me reprenderías.
Pero las iba recogiendo...
Kakashi alzó la mirada con sus pupilas oscurecidas. Una mirada deseosa, asaltada por imágenes mentales de ella sobre el escritorio recurriendo unas nalgadas. De ella jadeando mientras la abría para él y la saboreaba con descaro.
Sus dedos se movieron ansiosos sobre el posa manos de su sillón. Su semblante cambió por completo, tornándose perverso y duro, provocando en ella esa timidez, esa sumisión que no hicieron más que enloquecerle. Y apenas si pudo controlar el instinto que comenzaba a jalar su voluntad hacia ella.
Carraspeó quitando esas imágenes de su cabeza, relajando esa lujuria casi enferma que lo asaltaba. Apoyó el mentó en una de sus manos, inhalando una gran bocanada de aire disfrazada en vacilación, ese gesto despreocupado y flojo que tanto lo caracterizaba. Porque sino, la tomaría en ese preciso instante.
—Bueno... créeme que no está mal tu idea. Pero en su lugar prefiero...— se estiró cruzándola para abrir el cajón del escritorio y retirar un pequeño envoltorio.
Ella lo miró con extrañeza, para luego posar su atención en el brillante paquete.
— No preguntes como lo obtuve. Solo...ábrelo.
Sakura rápidamente rasgó el envoltorio brillante de celofán, ansiosa e intrigada de que podría haberle conseguido Kakashi en esa ajetreada tarde. Grande fue la sorpresa cuando ante sí se reveló el misterio: unas diminutas bragas de encaje negro, muy delicadas y extremadamente sensuales, colgaban de sus dedos.
Su rostro permutó de rosado a rojo instantáneamente y no pudo enviar soltar un agudo gritillo sosteniendo temblorosa frente a si la diminuta prenda íntima, conteniendo el instinto de ocultarla como si él ya no hubiera visto suficiente.
—¡Kakashi!
Él le sonrió divertido, riendo suavemente, con esa risa profunda que siempre le agradara y que ahora no hacía más que provocarla.
—Tienes razón...la verdad no sé cómo hiciste.
—¿Te gustan?
— Son...muy sexis. Nunca me habían regalado algo así.
—Qué bueno. En algo soy el primero.
Ella le sonrió mordiéndose apenas el labio inferior.
—¿Te gusta ser el primero?
—No voy a negarlo. Pero me tiene sin cuidado si soy el último.
La pelirosa se carcajeó entendiendo de inmediato lo que ello significaba, sin apartar la atención de la prenda.
—Realmente tienes buen gusto. Me encantan.
—Me alegro.
— ¿Y a ti?
—Bueno...digamos como que no soy bueno juzgando ropa interior, pero creo que definitivamente se verán muy bien en ti.
Y en ese momento, sin que los colores disminuyeran en sus mejillas, Sakura se incorporó desde el escritorio acercándose a Kakashi. Tomándole el antebrazo como apoyo, se inclinó para comenzar a colocarse por debajo de la pollera las diminutas bragas que poco a poco se deslizaban hacia arriba, primero rosando las largas botas de caña alta y luego parte de los muslos, los cuales quedaron apenas al descubierto cuando subió la pollera para enganchar mejor la pretina de la prenda. Y todo el recorrido lo hizo sin quitar su mirada de la atenta de él.
Y cuando terminó, se enderezó rompiendo todo el contacto físico, quedando de pie a su lado, mirándolo fijo, con la respiración levemente agitada sin poder ocultarla.
Ese movimiento la había excitado tanto cómo a él.
Kakashi no salía de su sorpresa. Eso que acababa de hacer alteró todos sus sentidos. Esperaba incomodarla para provocar esos sonrojos tan tímidos, tal vez enojarla, o simplemente divertirla. Lo último que supuso era que su reacción fuera vestir la prenda en el preciso momento en el que le comentaba lo bien que se verían en ella.
Eso definitivamente fue la indiscreción que cometía adrede para retarlo, para presionarlo a que hiciera lo que debía hacer. Desnudarla, recorrerla con sus manos, dientes, lengua, tanto como le viniera a las ganas, viéndola retorcerse de placer, pidiendo clemencia ante la demanda de sus orgasmos, rogando por más cuando la penetrara una y otra y otra vez.
Con qué ganas se hubiera levantado de ese asiento para tomarla ahí mismo, sobre ese escritorio.
—¿Es cómoda?
Sakura frotó las piernas para sentirla. Y él tuvo que tragar disimuladamente para humedecer su garganta.
—Sí, y muy suave.
Kakashi sonrió dejando escapar un jadeo que disimuló tras una suave carcajada. Estaba excitado, increíblemente excitado.
— ¿Tienes hambre?
— ¿Me estas invitando a salir a cenar?
—En realidad, pensaba cocinarte algo... ¿te gustaría yakisoba?
Ella se mordió el labio inferior sonriendo. La cita improvisada se daría nuevamente en su casa, tal como quería.
—Hokage sama... ¿acaso me esté invitando a cenar un viernes por la noche en su casa? ¿Los dos solos?
—No sería la primera vez...
—No. Pero sí la primera en que me lo harías.
—¿Si? — una sonrisa seductora se dibujó en sus labios —Bueno...depende de ti.
Ella se carcajeó.
—Pero ¿qué pensabas? Me refería a... cocinarme. Cocinar la cena para mí.
— Aun así, sigue dependiendo de ti. ¿Aceptas?
—Ummm...es algo tarde, ¿no? — miró hacia los ventanales que ya lucían ese leve empañe que anticipaba las gélidas temperaturas del exterior. —Y está nevando. Sería complicado regresar a mi departamento después. — provocó.
—No tendrías que hacerlo.
Volvió su atención a él, mordiéndose el labio inferior.
Kakashi enloquecía ante la desfachatez de su niña rosa. Estaba buscándolo.
— ¿No?
—Sabes que tengo un sofá cómodo.
—¿Ajá?
—Y más piyamas para prestarte.
Ella se carcajeó coqueta.
—Entonces, me encantaría cenar con usted hokage.
El tono con el que pronunció el título de autoridad que lo investía en ese momento de su vida, le estremeció. Definitivamente iba a serle muy difícil controlarse.
Y en el momento en que ella volvió a sonreírle juguetona, humedeciendo sus labios antes de morderlos, supo que esa cena no se daría. O por lo menos no en las próximas dos horas.
—Entonces ¿qué estamos esperando?
Kakashi se incorporó rápidamente y tomó su abrigo antes de extenderle la mano para que lo siguiera.
—Y Sakura, no vuelvas a llamarme hokage — advirtió antes de salir de la oficina. Una indiscreción como esa una vez más, y estaría en problemas.
Ella rio acelerando el paso para situarse a su lado antes de cerrar el último botón de su abrigo.
— Como lo pida— le tomó el brazo pegándose a él —Señor.
La miró en ese momento.
Definitivamente no cenarían esa noche.
.
.
¡Hola! Y regresé un ... ¡miércoles a la noche! Wiiiii!
Para que no digan después que no les traigo novedades antes jajajajaja
Y aquí estamos, con estos dos más encendidos, apunto de quemarse, que antes. ¿Ustedes que creen que pasará cuando lleguen a la casa de Kakashi? ¿Se pondrán a leer? ¿Querrán experimentar? ¿Hasta donde?
Ummmm... me intriga que Kakashi, siendo tan dominante, pueda contenerse. ¿Podrá?
Vamos a ver quien acierta jajajajajaa
Muchas gracias por todo su apoyo, aquí, en las redes. De verdad, disfruto mucho conversando con ustedes.
Un beso enorme y nos vemos el jueves que viene. O el miércoles. Bueno... la semana que viene ¡que tanto!
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