Capítulo 20
Me apoyé en la pared del pasillo sin saber a dónde ir o a quién pedir ayuda para facilitar mi movilización por la casa. Llevaba dos semanas en aquel lugar en las que no había conocido nada más que la habitación en la que convalecí y el baño a un lado de esta. En cuanto a gente, solo había interactuado con Dan y Yami, sin contar la corta conversación que mantuve con Geox, quien no me visitó por segunda vez en todos esos días. Necesitaba encontrar a alguien diferente que aclarara realmente todas las dudas que tenía, a qué se refería Geox con lo que dijo y a qué se dedicaban realmente las personas que se asentaban en ese lugar.
Tomé una respiración profunda y di otro par de pasos, aún no recuperaba todas mis fuerzas, mi cabello y ojos aún se mantenían de color gris, por lo que era fácil notar el dolor que sentía y lo cansada que estaba. Afortunadamente los pies ya cicatrizaban, por lo que no era tan malo para mí salir a caminar, pero el resto de mi cuerpo no parecía querer acompañarme. Al bajar las escaleras creí desfallecer y caer, rodando por los escalones hasta llegar a la primera planta, afortunadamente alguien me tomó del brazo y ayudó a terminar mi recorrido.
—Tiene que tener más cuidado, jovencita, podría hacerse más daño.
Me sorprendió el tono formal que usó la mujer, pues no se veía tanto mayor que yo, debía estar en sus veinte. Por un momento creí que se trataría de una maga, pero la discordancia entre el color de sus ojos azules y cabello rubio me indicó lo contrario. Al llegar al último escalón me di la oportunidad de mirarla con atención, sus orejas eran puntiagudas, era un elfo.
—Me alegro que se esté sintiendo mejor, pero debería seguir en cama —hizo amago de regañarme mientras me sentaba en un sofá de la sala de estar. Era un sofá frente a una chimenea, sobre la cual había algunos retratos de personas que desconocía. Entre el sofá y la chimenea una pequeña mesa y a sus lados dos sillones, las paredes de color crema daban la ilusión de mayor luminosidad, creando el ambiente perfecto para una conversación.
—No podía quedarme en cama y que me lleven todo allá arriba. Además, necesitaba saber dónde y con quiénes estoy.
—Basta con que sepa que está a salvo, Alcanto...
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Es difícil no saberlo cuando se trata de usted.
Quedé con la siguiente pregunta en la punta de la lengua porque una voz masculina que me parecía conocida interrumpió nuestra pequeña charla, se trataba de Geox, quien al igual que aquella mujer, me interrogó acerca de mis motivos para estar fuera de mi dormitorio. Después de explicarle lo mismo, accedió a enseñarme la casa con la condición de que luego regresaría a la cama para seguir descansando. Me causaba extrañeza aquel comportamiento hacia mí, no conocía a ninguna de esas dos personas, sin embargo mostraban tanta preocupación como Karen y Greg aquella noche que llegué luego de ver a los guardias llevándose a la niña. No lo entendía y necesitaba explicaciones, pero por más que pregunté directamente, las respuestas que tanto quería no me llegaban. En vez de eso Geox cambiaba de tema, mostrándome algún detalle de la habitación en la que estábamos.
En el patio nos tomamos un descanso antes de subir para que reposara en cama. Había visto la cocina, comedor, biblioteca, salón de juegos y lo demás eran dormitorios en el segundo piso. Comprendí que aquella, más que una casa, era una mansión y parecía estar ubicada en medio de la nada, juzgando por la cantidad de árboles que la rodeaban.
—¿Dónde estamos específicamente? —Me atreví a preguntar mientras le devolvía la mirada a unos niños que jugaban en el patio. Parecían tan sorprendidos, como si hubieran visto a un ídolo—. Me recuerda al mundo mágico.
—Seguimos en el mundo real. Estamos rodeados por un bosque, así es más difícil que nos encuentren.
A las miradas de los niños se sumaban otras, sentía que de la casa alguien más me observaba, pero no sabía quién. Aquello se sumó a mis dudas acerca del respeto que aquella mujer tenía por mí y las consideraciones hacia mi persona, como si fuera alguien demasiado importante para todos. Me estremecí de pies a cabeza al no poder quitarme la sensación de ser observada y, producto del nerviosismo que me causaba, iba a disculparme para marcharme de regreso a mi cuarto, donde me sentía más segura, pero él se puso de pie primero y me instó a hacer lo mismo.
—Tenemos una reunión acerca de los planes a seguir en el futuro cercano y tengo que ir —se excusó.
—¿Es lejos de aquí?
—Oh, no, es aquí mismo, pero de todos modos... es un tema delicado e importante, de ello depende nuestra supervivencia.
—¿Quiénes van? —pregunté mientras empezábamos a subir poco a poco las escaleras.
—Todos... casi todos, tú tienes que descansar, muchacha.
—Podría ir si es necesario.
—No lo es, cuando ya estés bien podrás participar de todo lo que quieras, pero por ahora debes descansar.
Aunque tenía ganas de continuar el interrogatorio y exigir que se me permitiera participar de la reunión, sabía que de hacerlo me quedaría dormida a la mitad debido al cansancio, por lo que me permití guiar sintiendo un mal sabor en la boca al no poder salirme con la mía. Me acomodé en la cama y con un "hasta luego" Geox se despidió y se marchó, dejándome nuevamente a solas en esa habitación que ya me sabía de memoria y comenzaba a aburrirme. Cerré los ojos a la espera del sueño, que me venciera el cansancio contra el que había estado peleando, pero por más que me forcé a dormir la curiosidad e intriga era mayor. En el piso de abajo estaban todas las personas que habitaban esa mansión debatiendo los pasos a dar próximamente y yo estaba excluida por mi estado de salud, aún deplorable. No sabía cómo tomarme todo lo que estaba pasando, si estar feliz porque tenían consideración conmigo o molesta porque me dejaban a un lado, como si yo no perteneciera y fuera parte de los seres mágicos que veían sus vidas amenazadas por los humanos.
Puse todo en la balanza, llegando a la conclusión de que era más mi curiosidad que mi estado de salud, pero cuando me quise poner de pie las piernas no soportaron mi peso, haciéndome caer nuevamente en la cama. Entonces, nuevamente acostada en el lecho recordé la vez que había separado mi mente de mi cuerpo y descubrí el gran radar de la Liga, aquellos hallazgos que nunca logré compartir con Alain y a quien seguía sintiendo que le debía algo. Sabía que ello me quitaría las pocas fuerzas que tenía y me dejaría durmiendo por un largo rato y aun así estaba dispuesta a tomar el riesgo.
Tomé aire profundamente a la vez que cerraba mis ojos y me concentraba en lo que estaba a punto de hacer. Imaginé mi cuerpo más liviano, como un río que fluye fuera de su cárcel y antes de que me diera cuenta, al separar nuevamente mis párpados me vi a mí misma recostada en la cama. Había tenido un éxito, solo faltaba poder llegar a la sala de reuniones, la cual formó parte del recorrido por la reunión, por lo que no tardé tanto más en encontrarla. Al llegar, el evento estaba por comenzar y todos tomaban sus posiciones en las sillas acomodadas como una sala de clases, en la que el papel de profesor lo hacía Geox.
—Orden, saben que tenemos que empezar a actuar ahora ya y para eso necesitamos estar en orden.
Entre todos los asistentes logré distinguir a Dan y Yami, quienes estaban sentados uno al lado del otro, a la elfo de un rato antes entre otros seres mágicos. Intenté reconocer algún otro rostro, sin embargo todos me parecían desconocidos, con la excepción de una persona a quien vi sentada en la primera fila. Era un hombre y de espalda tuve la sensación de que tenía un parecido con alguien que yo conocía sin saber quién. La voz de Geox dando inicio a la sesión fue la que me detuvo de acercarme a ver aquella cara y verificar a quién pertenecía, mis planes eran otros y debía seguirlos.
—Los humanos siguen con sus amenazas y acabando con nosotros poco a poco, en los centros siguen estando seres como nosotros encerrados a la espera de que vallamos a ayudarlos, pero seguimos aquí.
—Hay que declarar la guerra —propuso una voz del fondo, generando una ola de comentarios a favor y en contra.
—¡Silencio! —Pidió Geox—. Estamos aquí para discutir cómo proceder, no hay que olvidar la profecía.
—No hay que olvidar lo que le hicieron a nuestro mundo —exclamó una mujer con evidente enojo, generando que varias voces a favor se alzaran por sobre los pedidos de Geox para mantener el silencio y opinar pidiendo la palabra.
Era confuso y agobiante escuchar tantas voces, cada una más fuerte que la anterior, volviendo sus mensajes en frases sin sentido e inconexas. No importaba cuánto me esforzara, no comprendía a qué se referían todos, había hechos que me había perdido durante mi encierro en uno de los centros de la Liga, un lugar que al parecer ellos no conocían e ignoraban lo que se nos hacía ahí. De solo recordarlo me entraban las náuseas y el nudo apretaba mi garganta impidiendo el paso de aire. Tuve que calmarme a mí misma mientras Geox se encargaba de la multitud hasta tomar nuevamente el control.
—Sé lo que le hicieron a nuestro mundo, sé que no queda nada en pie...
Retrocedí un par de pasos e intenté digerir la información que acababa de recibir, intentando comprender a qué se referían con todo. Cuando a mí me encontraron los guardias el mundo mágico estaba bien, existía y ahí habitaban aún varios seres, refugiándose de las atrocidades que nos tocaba ver a quienes vivíamos en el mundo real. Los recuerdos pasaron por mi mente, la casa en la que viví, las personas con la que me relacioné, los lugares que visité, todo, todo estaba perdido. ¿Qué más podía significar lo que dijo? Aquel mundo que estaba protegido reservado solo para nosotros fue ultrajado y destruido por seres sin corazón.
Me sentí desfallecer, en cualquier momento mi cuerpo me reclamaría y haría regresar sin que yo pudiera hacer algo por evitarlo. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para permanecer donde me encontraba al ver que Geox iba a seguir hablando, aunque lo siguiente que dijo me dejó aún más desconcertada.
—También debemos recordar la profecía, ella se supone que nos va a ayudar.
—¿Y esperaremos a que ella se mejore para hacer algo? Lleva dos semanas mal, ¿crees que podrá ayudar en algo? Es una niña.
—Esa niña es nuestra única esperanza.
—Esa niña no ha de saber nada de una guerra.
—Es la última hechicera.
Me quedé sin aliento, sintiendo que mi cuerpo se convertía en piedra. Había escuchado hablar de esa historia, la enseñaban en el colegio como una leyenda del mundo mágico, la que contaba que llegaría un día en que los seres mágicos se verían amenazados por los humanos, pero entonces se alzaría el último hechicero, quien correspondía al último ser de su raza y pondría a salvo a los seres mágicos, para evitar que otros pasaran por la angustia con la que él tenía que lidiar de ser el último de su especie.
Sin embargo, era solo un cuento para niños, nada más y el protagonista era un hombre, no una mujer como ellos decían. Por un momento los creí tontos e ilusos al creer en esas fantasías hasta que terminé de atar cabos. "Lleva dos semanas mal", "es una niña". Las fuerzas me abandonaron y no pude seguir escuchando la reunión, mi cuerpo me reclamó y no pude hacer nada por evitarlo, aunque ya no tenía deseos por hacer algo.
Ya no quedaba nada, no había mundo mágico, no había más hechiceros, yo era la última y ellos esperaban que los salvara sin saber que no sabía cómo salvarme a mí misma.
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