Capítulo 2

De pie en la sala de estar de la casa esperaba incómoda a que regresara el matrimonio con mis hermanos para que nos conozcamos. No llevaba ni cinco minutos cuando me embargó un deseo insoportable de huir de ese lugar. Durante el camino no hice más que mirar por la ventana todas las horas que duró el viaje pensando en abrir la puerta y lanzarme al camino al mismo tiempo que veía mis imaginaciones impedidas por el seguro para niños. De vez en cuando me dirigían la palabra recibiendo solo silencio por mi parte y, si bien lucían decepcionados, parecían tener paciencia conmigo, la suficiente como para esperar a que yo decida hablar por mi cuenta.

Escuché pasos descendiendo por la escalera a mi espalda, lo cual agravó mi nerviosismo. Con la mirada busqué algún lugar por el que huir mientras sentía cómo las paredes se acercaban cada vez más a mí, dejándome sin salida y con sensación de ahogo. Pocos segundos después entraba a la sala la familia completa, el matrimonio junto a sus dos hijos. El rostro levemente preocupado de Karen me hizo pensar en seguramente mi piel había palidecido. Su siguiente acción me lo confirmó, apresuró el paso hacia la cocina y me trajo un vaso de agua, invitándome a tomar asiento para conversar entre todos.

Estando ya más repuesta me dediqué a analizar a cada uno de mis nuevos <<hermanitos>>. Tenía entendido que ella pronto se marcharía ya que se aproximaba la fecha de su boda, entonces nos quedaríamos el chico y yo. Mi mirada pasaba de uno al otro, se parecían bastante, si no hubiese sabido la diferencia de edad que tenían habría apostado a que eran mellizos, muy parecidos ambos a su madre, aunque la chica conservaba algunos rasgos de su padre. Supe de inmediato que la estatura de los dos no la habían sacado de su mamá, ambos altos, cabellos castaños, ojos café oscuro. La nariz respingada de Karen se repetía en su hija y su sonrisa amable era característica de su hijo. Una familia completa y feliz ajena a las barbaridades a las que me vi expuesta yo con la mía.

—Ellos son tus dos hermanos —rompió el hielo Gregorio—. Ella es Ruth, tu hermana mayor, y él es Jaime, desde ahora el hermano del medio.

—Es un placer conocerte —saludó Jaime sonriendo.

—Igualmente —mentí. Si bien parecía ser un buen chico, no me alegraba convertirme en su hermana pequeña.

—Ruth, cariño, saluda a tu hermanita —la instó su madre.

—Sí, bueno... hola, Laura ¿cierto?

—Sí... Laura —afirmé con incomodidad, más de la que ya sentía cuando me dejaron sola esperándolos. Nuevamente quise encontrar alguna escapatoria sin éxito, pues todo ese día parecía interponerse en mi camino.

—Bueno, hola... desde ahora seré tu hermana y... espero que te adaptes bien.

De cierto modo la actitud de Ruth no me molestó, entendía que era extraño añadir un hermano a la familia después de tantos años, más si ya es un adolescente que viene con un set de costumbres distintos a los de la familia. Karen y Gregorio viendo la incomodidad que yo sentía al no saber qué responder a la bienvenida de su hija se pusieron de pie, invitándome a mí a imitar su actuar, y me guiaron hasta mi futuro dormitorio donde me dejaron a solas para acomodar mis pertenencias.

Aproveché esa instancia para pensar en mi actual situación: era una chica de dieciséis años que acababa de ser adoptada, pero que corría peligro de ser encontrada por los anti magia en cualquier momento, ya que ya no se encontraba en una zona de relativa calma. Mi pecho se oprimió ante el pensamiento de terminar igual que mis amigos y familiares o que me llevaran a sus centros de experimentación donde harían lo que quisieran conmigo hasta la muerte. El nudo en mi garganta se volvió más doloroso, impidiéndome tragar tranquila. Definitivamente no podía permanecer en esa casa, menos en esa ciudad, por lo que extraje de mi maleta la ropa justa para no levantar sospechas y dejé un par de mudas en ella. Así sería más fácil escapar cuando tuviera un plan armado.

Estaba cerrando la maleta cuando el sonido de la puerta me exaltó. Hice la nota mental de controlar ese tipo de reacciones poco comunes entre los humanos que no corren el peligro que yo corría.

—Jaime, me asustaste —le dije esperando que entendiera que para la próxima ocasión debería tocar antes de entrar. Mordí mi labio y bajé mi mirada al suelo, ocultando la angustia que aún no se marchaba. Si había que llorar, lo haría sola.

—Lo siento mucho, venía aquí a hacerte compañía y conocerte mejor —contestó con simpleza mientras se dejaba caer sentado sobre mi cama.

—¿Qué quieres saber? —pregunté con el tono más amable del que fui capaz, aunque en mi mente sobrevolaban cientos de insultos dirigidos a ese chico. Pero debía ocultarlo, tenía que mantener una apariencia tranquila e inocente mientras me quedaba en esa casa.

—Lo que tú quieras contar.

—Pues —hice una pausa mientras guardaba la maleta bajo mi cama, aprovechando ese tiempo para pensar en qué responderle al chico, mientras sentía cómo poco a poco se atenuaba el dolor de garganta—Sabes mi nombre, mi edad...

—¿Qué te gusta hacer?

Inmediatamente pensé en la magia y todos los juegos que hacía con mis amigos, pero reprimí esa respuesta, obligándome a pensar como humana— Salir con mis amigos... leer.

—Interesante —comentó Jaime, aunque dudaba que realmente sintiera que lo dicho por mí tenía esa característica—. Cuéntame más.

—No sé qué más te puede interesar —dije mientras me sentaba en el otro extremo de la cama.

—Oh, vamos, Laura. Hay muchas cosas que uno puede contar para que lo conozcan, no solo hobbies, hay otros gustos. Vamos a ser hermanos y si queremos llevarnos bien nos tenemos que conocer en mayor o menor grado.

—Perdón, no soy tan comunicativa —respondí con cierta ironía, aunque le encontraba razón a sus palabras. Si tan solo no me hubiese estado buscando los anti magia, tal vez me habría dejado llevar y conocer por aquel curioso chico—. ¿Al menos podrías responderme una duda que tengo?

—Dime.

—¿Tú sabes por qué me adoptaron a mí? —Pregunté con cierta duda en mi voz. Acaba de conocer a Jaime, pero sentía que si tenía la confianza como para intentar conocerme a fondo, la podría tener también para ser sincero. No me apetecía quedarme con esa duda.

—¿A qué te refieres?

—A que soy una adolescente, la gente generalmente quiere adoptar un bebé.

—Papá y mamá ya son un poco mayores, aunque hayan querido no habrían podido adoptar un niño tan pequeño, no pueden tener más de cuarenta años de diferencia con su hijo, ¿sabías? —preguntó como si se tratara de un tema obvio, algo que me sacó un poco de mis casillas.

—Ya, pero tampoco son tan mayores, no creo que tengan más de cuarenta, podrían haber adoptado un niño de cinco o seis años —respondí devolviéndole yo el tono obvio.

—Sí, pero en ese caso habría tenido mucha diferencia conmigo y Ruth y nadie quería eso, así que buscaron a alguien mayorcito y encontraron tu historia.

—¿Mi historia?

—Sí... el accidente de tus padres, tu origen...

—Entiendo —dije finalmente, aunque no lo hacía completamente.

—¿Y tú estás feliz con que te hayamos adoptado? Te vez algo pensativa —se acercó un poco hacia donde yo me encontraba y me miró seriamente, como si con su gesto me dijera que yo no podía engañarlo, no a él. Tragué saliva mientras me preguntaba si él sería capaz de ver mi verdadera apariencia. Cuando noté que no podía ver más allá que esa ilusión que la hechicera había creado para mí, respondí con la mayor calma posible.

—La verdad no estaba muy contenta y aun no lo estoy... Sinceramente después de que mis padres murieron me hice a la idea de no tener una familia —"menos humana" quise decir, pero me lo guardé. La idea de usar mis poderes para leerles la mente al chico y a todos los integrantes de la familia era tentadora, pero odiaba atentar contra la privacidad de los pensamientos.

—Supongo que es entendible, la asistente social dijo que esto sería normal y sería parte del proceso de adaptación —terminó él con una sonrisa antes de levantarse y marcharse, dejándome nuevamente sola en mi dormitorio. Me habría gustado creer que estaba en lo cierto, pero yo sabía que no era así y que por más que quisiera acostumbrarme no me convenía, lo mejor era alejarme.

***

Los días pasaron hasta hacerse una semana y llegó el momento de entrar al colegio. Habría más gente que me conocería, lo que me frustraba aún más al pensar en los intentos fallidos que había tenido para escaparme. Para empezar, Greg y Karen tenían la costumbre de acostarse tarde, por lo que tenía que esperar hasta las dos de la mañana, cuando ya era seguro que todos dormían, luego tenía que salir de mi cuarto y bajar las escaleras sin ser escuchada, lo que se dificultaba con el ligero sueño de Ruth, quien me encontró la primera noche bajando las escaleras con la maleta.

—¿A dónde vas? —Me preguntó con tono adormilado y confundido.

—Yo...

—Te ibas a escapar —respondió por mí.

Ella no me regañó, pero tomó mi maleta, se la llevó consigo a su cuarto y me mandó a dormir, a lo que me habría gustado responder: <<Y tú ¿A quién quieres engañar?, quieres esto tanto como yo>>, pero en vez de eso, de responder todo lo que pasó por mi mente, obedecí. A la mañana siguiente los rostros decepcionados de Greg y Karen me hicieron sentir cargo de consciencia, pero de algún modo yo me debía marchar. Así esa noche lo volví a intentar hasta que llegué a la puerta y noté que tenía llave. De haber podido usar mi magia tranquilamente y sin temores lo habría hecho, pero me vi obligada a hacerlo al modo humano e intentar por la ventana, hasta que a través de esta vi a dos guardias anti magia caminar por la calle. La tercera y cuarta noche sucedió lo mismo, la quinta y sexta logré salir, pero pocos minutos después Greg me encontró caminando por la calle con mi maleta y me llevó de regreso en su auto.

—Si Ruth no tuviera el sueño tan liviano nadie se habría dado cuenta.

Cuando me encontraba volvía a casa molesta y de mal humor ignorando a toda la familia hasta llegar a mi dormitorio, donde me encerraba a intentar dormir hasta el otro día, momento en el que finalmente miraba sus rostros y podía ver la desilusión escrita en la cara del matrimonio. Quería explicarles para aliviar su dolor, parecían ser buenas personas, pero uno nunca sabe, menos cuando Greg tenía un aura en el que se podía ver algo de odio, lo mismo con Ruth, pero no sabía a qué o quién.

Lo único que me consolaba de mis intentos fallidos de escape era el ingreso al colegio, con lo que podría verse facilitado todo, por lo que el día antes me propuse ir el primer día, conocer bien el recinto y sus alrededores para planificar mi futura fuga.


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