26. A veces pagan justos por pecadores.

Cuando las puertas del ascensor se abren, lo primero que veo es que hay un hermoso ramo de lirios afuera de la puerta del apartamento.

-¿Sabes quién las mando? -me pregunta Owen cuando abre la puerta.

Yo tomo el ramo con cuidado y respondo que sí.

-Michael, él siempre me regala lirios.

La primera vez que me regaló un ramo de flores, fueron lirios. Dijo que había leído en un libro que representaban algo valioso, un tesoro que se debe cuidar y que eso era yo para él.

Nuestra vida pudo ser tan diferente -pienso mientras me pierdo en algunos recuerdos no tan buenos.

-Se suponía que éramos tú y yo contra el mundo -es lo primero que sale de mi boca cuando Michael abre la puerta de su casa-. Y yo no debí olvidarlo.

Yo espero que él se sorprende al verme o cierre la puerta y me pida que me vaya, pero él solo me sonríe con tristeza.

-Tal vez. Pero eso fue hace mucho tiempo, Ace. Muchas cosas han cambiado desde ese entonces y debemos aceptar los cambios.

El miedo no puede ser parte de nosotros, es lo que me dije mientras lo veía hacerse cargo del legado familiar. Y también pensé que él no podía tener ninguna debilidad, porque entonces, Michael terminaría igual o peor que nuestro padre y yo no puedo perderlo. Es todo lo que tengo y debo protegerlo. Por eso me alejé, creía que todo sería mejor de esa manera.

-No, Michael. No puedes decir eso, no puedes dejar que los errores de otros dicten nuestra vida. Somos nosotros, siempre tuvimos que ser nosotros y lamento haberme ido y lo que dije. Pero no puede ser demasiado tarde. Nuestra historia tiene que valer más que eso. Porque no importa lo que haya pasado, al final tenemos que ser nosotros.

Yo soy su debilidad, igual que fui la debilidad de mi padre. Me asusté y corrí, porque sin darme cuenta me he vuelto muy buena en eso, en correr cuando las cosas se vuelven complicadas. Corro y me alejo. Lamo mis heridas en silencio y en la soledad, para después regresar y fingir que no ha pasado nada.

-Pero tenías razón, estábamos persiguiendo una historia que no era nuestra, Ace. Ve a casa. Es tarde.

¿Cómo puede ser este el final?

-Si me voy, Michael, se termina. No más oportunidades. Es el final. Así que dime, ¿de verdad quieres que me vaya?

Duele, porque todo parece tan insoportablemente claro ahora y no puedo creer que este sea el final de algo que ni siquiera ha empezado.

-Vete a casa, Rhea.

Y después de decir eso, él cierra la puerta.

Aparto aquel recuerdo y miro el ramo en mis manos. Es un ramo hermoso, en medio de las flores está la invitación para la gala que la fundación Baizen está organizando y a la cual yo aún no me decido si voy o no.

Le enseño la tarjeta a Owen y él la lee.

-¿Vas a ir?

-No lo sé.

-Deberías ir -me dice-, y deberías llevarme contigo. Puedo ser tú más uno.

Imagino la reacción de mis hermanos y de mi madre si yo llego a la gala del brazo de Owen West.

Dioses, sus reacciones no tendrían precio.

-¿Por qué te llevaría? Ah, ya lo se. Quieres cazar alguna viejita millonaria o alguna Sugar Mommy. ¿Verdad?

-¿Por qué las necesito? Para eso te tengo a ti.

Besa mi mejilla y se escapa lejos de mí antes que yo pueda golpearlo, sonriendo ante su comportamiento infantil.

¿Cómo es que él estuvo en el ejército y es agente federal? Nuestro sistema está roto.

-Entonces dime, ¿vamos a ir?

-No.

-Vamos, Rhea, piensa en los niños pobres.

Muevo la cabeza.

-Es una gala benéfica para estudios contra el Alzheimer.

-Bueno, entonces piensa en los niños pobres con Alzheimer.

Lo repito, él es un idiota, pero la imagen de niños con Alzheimer, aunque no debería, provoca una carcajada de mi parte. Es una imagen tan absurda, tanto como lo es Owen West.

¿Cómo siempre termina diciendo cosas como esa? Me resulta entrañable esa forma suya de ser.

-Bueno, entonces, piensa en mí. Necesito bebidas gratis. Podría ser tu caso de caridad. Un hermoso, sexy y agradable caso de caridad.

Lo pienso por un momento mientras observo la invitación. La gala es mañana, no tengo nada que ponerme, pero eso se puede solucionar.

Además, no tengo nada mejor que hacer, pero antes que pueda responder, Jay entra por la puerta con una enorme bolsa con donas, sosteniendo una dona en sus manos y haciendo malabares para entrar. No entiendo cómo él puede estar comiendo dulces todo el tiempo. Si yo fuera él, ya me estaría haciendo un examen de diabetes.

-Hola, mis hermosos compañeros de apartamento. ¿Qué están haciendo con su maravillosa vida?

-Estoy convenciendo a Rhea para que me lleve a esta gala -le dice Owen y le enseña la invitación.

Jay la lee y suelta una exclamación baja.

-¡Yo también quiero ir! Cómo invitado, no como periodista. Obviamente. Vamos, Rhea, llevamos. Nunca nos sacas a ningún lado. Es como si te avergonzaras de nosotros.

-Primero, no tengo obligación de sacarlos a ninguna parte. Segundo, no me avergüenzo de ustedes, pero no me agradan.

Jay se ríe y comenta que sabe que eso es mentira.

Nadie me respeta en este apartamento.

-Rhea, vamos. Estará cantando Paul Mccartney y otros artistas. Quiero ir -insiste Jay-. Te prometo que, si me llevas, no te vuelvo a pedir nada más en la vida.

Cada día estoy más segura que este es mi karma por todas las cosas malas que he hecho en mi vida. Es que no le encuentro otra explicación.

-Está bien -le digo-. Vamos a es gala.

Busco mi cartera y saco mi tarjeta Black de American Express. Busco mi agenda y tomo una hoja donde escribo una dirección.

-Tomen, vayan a esta dirección y muestren está tarjeta...

-¡¿De dónde sacaste esto?!

-Es mía, periodista de quinta. Ahora deja el drama y escucha, vayan a este lugar y pidan un traje hecho a la medida para esta gala, digan el nombre de la gala y ellos sabrán que hacer.

Owen sonríe y pasa uno de sus brazos por mis hombros. Yo solo pongo los ojos en blanco, porque ya estoy acostumbrada.

-¿Ves? Eres mi Sugar Mommy personal.

-Me vuelves a decir así y será lo último que dirás en tu miserable vida.

Deja un beso en mi mejilla y comenta que la arruga sobre mi ceja ha salido a saludarnos.

Imbécil.

-¿Cuál es nuestro límite? -me pregunta Owen estudiando la tarjeta.

-No hay límites. Es una tarjeta negra. Puedes comprar lo que quieras, menos un poco de inteligencia, lo cual es una pena porque ambos la necesitan.

Él ignora mi comentario.

-¿Puedo comprar lo que quiera?

-Sí. Lo que quieras. Salgan y tengan su momento de pretty woman y déjenme tener una tarde libre de ustedes dos.

Owen me abraza y me hace girar por los aires antes de dejarme en el suelo y besar mis mejillas. Diciendo que soy la mejor Sugar Mommy que podría conseguirse.

Imbécil.

Jay intenta hacer lo mismo, pero le lanzo un cojín antes de que se acerque a mí.

Cuando finalmente se van y me quedo sola, me dispongo a terminar de leer el libro que estaba leyendo ayer y después tomo un largo baño para terminar de relajarme. Preparo la cena y es cuando estoy sacando la tarta de arándanos del horno que imbécil uno e imbécil dos regresan.

-Toma, son para ti y las compré con mi dinero -me dice mientras me da un ramo de pensamientos de diferentes colores.

Es un ramo muy bonito y Owen menciona que eligió cada flor de pensamiento él mismo.

Jay está emocionado con las compras que han realizado. Como un niño al que han llevado a una dulcería.

-Gracias, Rhea. Eres la mejor compañera de apartamento y amiga que podría pedir.

-No somos amigos -le digo a Jay, pero él me ignora y sigue hablando de todo lo que han hecho y como al llegar a la tienda, la cerraron solo por ellos.

También menciona que se equivocó de profesión y debió ser abogado. Yo evito decirle que si tengo esa tarjeta es por el dinero de mi familia y lo dejo seguir viviendo su fantasía.

-¿Te compraste un lindo traje? -le pregunto a Owen.

-Sí, y si tienes suerte, tal vez puedas ver lo que hay debajo.

-Ya lo he visto. ¿Recuerdas?

-Eres un Imbécil.

-Lo que usted diga, su majestad.

Jay menciona que los demás vendrán está noche, y casi un momento después llegan Kara y Lorna. Rony y Paul llegan unos veinte minutos después que ellas.

-¿Kara? Rony y Paul me contaron sobre la fundación que quieres crear y me parece una gran idea. Yo podría ayudarte con el ámbito legal. Obviamente si quieres.

-¡Oh por dios! Sí, sí, por supuesto que quiero.

Kara salta de emoción y me abraza muy fuerte mientras me dice que soy la mejor persona del mundo.

Jay comenta que parece como si yo le hubiera pedido matrimonio y ella haya aceptado.

-No tienes idea lo mucho que agradezco tu ayuda.

-No es nada. Me gusta la idea y tanto Rony cómo Paul están muy emocionados.

Le sonrío, recordando la noche, en una salida al bar de Rony, dónde Kara me contó lo sucedido con sus padres y su primera desilusión amorosa. Todo eso a la corta edad de quince años.

Después que ella me contó su historia, me sucedió algo similar a lo que me pasó con Owen, ya dejó de ser solo alguien más y se volvió alguien con vivencias que la han marcado y que la han hecho la persona que es ahora. Ya no es solo la agente Kara analista técnica del equipo de Owen, ahora es Kara, la chica cuyos padres despreciaron.

Y eso me resulta muy frustrante.

-¿Crees que alguna vez estarán de acuerdo con alguna temática? -le pregunto a Owen.

Owen lo piensa por unos largos segundos.

-Lo dudo mucho.

Oh, está será una noche larga.

La discusión sigue y sigue, yo me desconecto en mitad de la misma y me dirijo hacia la cocina para servirme un poco de tarta de arándanos.

Paul se une a mí y me pide un pedazo de tarta.

-Escuché que vas a ir con Owen cómo tu cita para la gala.

-No es una cita, Paul.

Él sabe que no lo es, en parte hace su comentario para molestarme.

-¿No crees que ya es momento, Rhea?

Su tono juguetón se hay ido y es reemplazado por un tono serio, levanto mi cara y me doy cuenta que su expresión es igual a su tono.

-¿Momento de qué?

-De permitirte sentir -me responde-. ¿Recuerdas que te dije que estabas feliz con Daniel? Bueno, lo eras y también eres feliz cuando estás con Owen, te ves incluso libre, como si no temieras ser tú. Eso es bueno.

-Paul...

-No, escúchame, está podría ser tu segunda oportunidad de ser feliz, Rhea. Deberías aprovecharla.

-Sabes que yo no tengo citas.

Mi tono es bajo, las palabras salen casi en un susurro, como si fuera un secreto entre Paul y mi persona.

-Es por mis hermanos -le digo-. En especial Arthur, es sobreprotector en ese sentido, y además de eso, también es paranoico. Y cuando digo eso, estoy hablando a través de la experiencia, él no se detendrá hasta saber todo sobre la persona con la que tengo algo, y no puedo estar muy segura de lo que hará con dicha información.

Paul lo entiende sin que yo tenga que agregar nada más. Ha estado conmigo por años, es, de todas las personas que han entrado y salido de mi vida, en quien podría decirse que confío. Él sabe lo bueno y lo malo sobre mí, no conoce todo sobre todas mis historias, pero si las esencias y eso, según él, es suficiente.

-Dime que al menos lo vas a considerar.

-¿El tener citas?

-No, el permitirte sentir y tener tu segunda oportunidad de ser feliz. ¿Lo vas a considerar? ¿Por mí? Después de todo, soy tu mejor amigo.

Ladeo la cabeza y él se ríe ante mi expresión.

-Bien, lo pensaré.

-Eso es todo lo que necesitaba escuchar.

******

Owen West.

A pesar de la infamia y notoriedad que evoca el apellido Baizen, ya sea por sus negocios o sus traicioneros métodos turbios para obtener lo que quieren en la escena empresarial, son, sin lugar a dudas, una de las familias más importantes e influyentes, una popularidad que no se consigue de la noche a la mañana si no que se ha cosechado por años.

Y es probablemente por eso que la población suele hacer la vista gorda ante los procedimientos ilegales de ellos.

-¿Qué te parece?

El brazo de Rhea está colocado alrededor del mío.

Ella está, cómo era de esperarse, impresionante está noche. Viste un vestido negro -obviamente-, de mangas largas que cubren incluso sus manos en unos perfectos guantes. Con un escote profundo y un corsé ajustado, de falda amplia que tiene una gran abertura en su pierna derecha.

Todo eso combinado con aquel collar de diamantes que forman un as de corazón negro.

-Me parece que eres la mujer más hermosa de esta gala.

-Eso ya lo se. Pero, ¿crees que solo soy la más hermosa de esta gala? Porque si es así, creo que necesitas lentes y de forma urgente.

Acerco mis labios a su oído.

-No, ambos sabemos que no.

Al evento han asistido varios miembros del personal distinguido y grandes celebridades. Incluso el alcalde está aquí. Lo cual, no es una novedad en sí.

Aunque, a mis ojos, todo lo que veo de este evento es solo un enorme objetivo pintado de neón, que sirve como cortina de humo para el lavado de dinero entre otros crímenes.

-¿No te dijo Jay a qué hora pensaba venir?

-No.

-Bueno, vamos por una copa. Estos eventos los manejo mejor con un trago en mi mano.

Mientras caminamos hacia la gran barra de bebidas, me doy cuenta que incluso sin la ostentación y el glamour, las personas conjugadas en este único y extravagante salón parecen existir en un plano completamente diferente del resto de la población extremadamente ordinaria. Todos ellos se sostienen de manera similar entre sí. Los hombros rectos, la barbilla levantada y la espalda erguida, los labios estirados en esa sonrisa de plástico perfecta que está empezando a irritar mis nervios con cada minuto que pasa.

Pero Rhea, no parece experimentar la extrañeza que yo siento, por el contrario, con solo verla moverse, hablar y dirigirse a los demás, es obvio para cualquiera que tenga ojos, que ella pertenece a este mundo, y no solo eso, le gusta pertenecer.

-¡Rhea!

Ante la repentina llamada de su nombre, Rhea se tensa y su cuerpo se vuelve rígido, pero solo por unos segundos, después, ella se recompone con la misma rapidez y coloca una sonrisa en su cara.

-Rhea, ahí estás. Te he estado buscando por todas partes.

Cuando el reconocimiento de ese familiar timbre de voz se asienta, entiendo la reacción de Rhea.

Porque de pie a solo un brazo de distancia está Michael Baizen.

-Oh, lo siento. ¿Estoy interrumpiendo algo? -nos pregunta con fingida pena, mientras mira entre Rhea y mi persona.

Sus ojos se detienen por unos largos segundos en Rhea, antes de notar la forma que mi brazo se envuelve alrededor de la cintura de ella.

Rhea también lo nota, porque con un fluido movimiento casi ensayado, se aleja de mí, dejando que mi brazo caiga al costado.

Michael sonríe.

-Señor Baizen. No esperaba que se acerque a saludarme. ¿No tiene personas más importantes a quienes atender? No quisiéramos quitarle su valioso tiempo.

Dice ella de forma alegre, haciendo ademán de alejar a su hermano -no, incluso en mis pensamientos se siente mal decirle de esa manera-, en la dirección opuesta.

-En absoluto. Aunque en tu respuesta a la invitación, no decía que traerías compañía. Sin embargo, es una agradable sorpresa.

Rhea no dice nada, pero Michael no es una persona que ceda de forma tan fácil.

Levanta una mano y me señala de forma vaga, la curiosidad brillando en sus ojos mientras mira a Rhea, quien le devuelve la mirada.

-¿No vas a presentarme a tu cita, Rhea?

La corrección de que no soy su cita nunca llega, lo cual me toma por sorpresa e intento que no se note en mi cara, pero, aunque lo hubiera hecho, ninguno de ellos lo hubiera notado porque siguen manteniendo una discusión con sus miradas.

Es Rhea quien cede y está es la primera vez que la veo ceder ante algo.

-Michael, este es el agente especial West -dice Rhea con indiferencia, sonando incluso casi aburrida-. Agente West, este es Michael Baizen.

Es casi una maravilla cuánto control tienen ambos sobre su expresión. Que ninguno deja entrever que hay detrás de sus falsas sonrisas y palabras casi amables.

-Es un placer conocerlo, agente West.

Michael sonríe, de forma afable, como si no me hubiera llevado a su oficina para amenazarme con que me mantenga alejado de Rhea.

-Igualmente -repito, siguiendo su farsa.

La mirada de Rhea está fija sobre alguien detrás de Michael y ese alguien no es otro que Arthur, su hermano.

Michael sonríe y le hace una seña a Rhea, quien se aleja de mí. Lo veo inclinarse hacia ella y susurrar algo en su oído antes de alejarse hacia donde se encuentra Arthur y su madre.

-Discúlpame, tengo que ir hablar con ellos.

Su expresión es ilegible, ha adquirido esa frialdad característica de los Baizen.

-¿Está todo bien?

-No -responde-. Nunca debí traerte a esta gala.

Sin decir nada más, se aleja hacia unas puertas dobles y detrás de ella, van el resto de su familia.

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