16. Nunca adivinaras quien está mintiendo.

Helena da vueltas por la sala y yo sostengo a Sofía contra mi cadera, esperando a que Helena encuentre los papeles que vine a ver. De paso, traje algunas cosas que estoy segura que tanto ella como la hermosa Sofía van a necesitar.

También traje la noticia de que ya hay nueva fecha para la audiencia y si todo sale como tengo previsto, el fideicomiso de Sofía será descongelado antes de finalizar este mes.

—Nunca me cansaré de agradecerte, Rhea. Eres mi ángel caigo del cielo.

Ella exagera. No soy un ángel y mucho menos alguien bueno. Porque el que yo haga una que otra buena acción aquí y allá, no quita todas las demás acciones malas que he cometido y de las cuales no me arrepiento en lo más mínimo.

—Ya te he dicho, no tienes nada que agradecer. Pronto esto habrá terminado y será solo un mal recuerdo.

—Eso es todo lo que quiero. Olvidarme de todo lo que ha pasado y concentrarme en un mejor futuro para mí y para Sofía.

—Lo tendrán.

Ella encuentra los documentos guardados en un pequeño cajón y sonríe antes de entregármelos.

—Te mantendré informada de cualquier cosa.

—Gracias, Rhea.

—Trata de descansar, te ves exhausta.

—Sí, tú igual.

Tarareo de forma afirmativa y me despido con la mano antes de salir de su apartamento.

Ha sido una semana larga, muy larga, y tal como yo pensé, una vez que la fiebre del agente pasó y ya se sentía mejor, volvimos a nuestras disputas, excepto que ahora en lugar de discutir conmigo, ha elegido ignorarme. Por completo. No me habla en absoluto y, no es que me importe, pero no manejo muy bien que alguien me ignore. No estoy acostumbrada a ser ignorada.

Porque ya sea para bien o para mal, las personas siempre prestan atención a lo que digo, me miran cuando entro en algún lugar. Es el aura que uno emana, la presencia y su sentido de supervivencia.

Uno que el agente parece no tener —me digo en mi mente.

Y hoy, en lugar de estar amargada en el apartamento, Rony me convenció de salir a un club, porque es su sábado libre y necesitaba tiempo con su mejor amiga —ya me he cansado de decirle que no somos amigas—, y me convenció de venir aquí, Paul se unió a nosotras sin necesidad de una invitación.

—¿Puedes contarnos de una vez por todas que te tiene tan enfurruñada estos días? —me pregunta Rony— Yo sé que no eres la persona más sonriente del mundo, pero está semana estás aún más amargada que otros días. ¿Qué ha pasado?

La palabra nada se atasca en mi garganta y me recuesto en el sofá del área VIP en el que estamos.

—El estúpido ex agente me ha estado ignorando.

Cómo era de esperarse, mi comentario llama la atención de Paul y se inclina hacia adelante, elevando demasiado las cejas y compartiendo una mirada con Rony.

—¿Problemas en el paraíso?

—Nada de paraíso, es solo que ya saben, no manejo bien que alguien me ignore. Sí uno de los dos ignora al otro, esa debería ser yo.

Paul mueve un dedo frente a mí.

—Lo que no manejas bien es que alguien no caiga a tus pies y no haga exactamente lo que tú quieres. No tienes el control sobre él y no sabes cómo manejar esa sensación —me dice Paul—. Él te desafía y eso te enloquece y no en el buen sentido, aunque... Quién sabe.

Eso, en realidad, tiene algo de sentido.

Estoy acostumbrada a siempre obtener lo que quiero y me gustan los retos, pero más allá de ser un reto, Owen es casi como la manzana prohibida y los dioses saben lo deseable que se vuelve algo cuando está prohibido para mí.

Nada de juegos de tira y afloja —me recuerdo como un mantra.

Pido hablar de otro tema o les digo que me iré y tanto Rony cómo Paul aceptan.

—Sabes Rhea, ya que quieres hablar de otro tema, tengo un proyecto que me encantaría que podamos discutir.

Pero mis ojos no están en Paul, si no en el hombre que acaba de entrar al club.

—¡Lo que me faltaba!

—Oye, es un buen proyecto —se defiende Paul.

Yo pongo los ojos en blanco.

—No, idiota, no lo decía por ti —le digo—, lo decía por el idiota de ahí.

Tanto Rony como Paul, quienes han quitado la palabra sutileza de su diccionario, miran hacia donde yo señalo y veo que sus ojos se posan en Owen, hasta pasar al hombre de piel morena y ojos que las luces del lugar no me dejan ver bien, que lo está acompañando. A ellos se les acerca una mujer que al principio no reconozco, pero después veo que es Lorna, quien mira el lugar y llama a alguien con la mano que no es otra que Kara.

—¡Oh dios mío! No nos dijiste que lo habías invitado —dice Paul con emoción.

—Eso es porque no lo hice. ¿Por qué querría invitarlo?

Vine aquí justamente para olvidarme de él y la actitud que ha tomado desde que lo dejé en la terraza.

No quiero un nuevo agente detrás de ti —me advirtió Michael—. Sabes que eso solo complicaría las cosas.

Yo lo miré, le sostuve la mirada por un largo tiempo y al final no le dije nada porque una vez que Michael da una orden, no escucha razones y sé que discutir con él, es igual a discutir contra una pared. Arthur, está de acuerdo con Michael, más que nada, porque si hay alguien que odia a los federales con todo su ser, ese es Arthur. Él estaba furioso cuando tuvo que dejar que Daniel y su padre vivan.

Tienes que dejar de preocuparte por otros que no somos nosotros —me advirtió Arthur—. Los corazones sangrantes son demasiado fáciles de aplastar.

No era una amenaza o una advertencia, él solo estaba señalando un hecho.

—Oh, Rhea, eres una chica tan afortunada.

—Cállate, Rony. No hay nada entre el ex agente y yo. Y no, tampoco va a ver nada.

—¿Por qué? Míralo, ustedes juntos serían dinamita. Si tú no vas por él, tal vez lo haga yo.

Rony levanta las cejas de forma sugerente y se ríe ante mi expresión.

—Puedes ir si quieres, para lo que me importa.

—¿No te gusta ni un poco? —me pregunta Paul— ¿No has soñado con él?

Paso una mano por mi mentón y finjo pensar.

—Sí, de hecho, soñé con él. Soñé que lo asesinaba y no lo tenía que volverlo a ver. Fue un buen sueño.

No es del todo una mentira y Paul lo sabe, aunque tampoco es toda la verdad.

Desde la visita de su abuelo y la discusión de ambos, mi percepción de Owen cambió un poco, no fue un cambio drástico, pero sucedió. Y es que, una parte de mi lo entiende, pero eso no evita que me fastidie aún más su presencia por la necesidad que tiene de buscar culpables dónde no debe. De escarbar asuntos que debería dejar enterrados. Por el bien de todos los involucrados.

No tiene idea en los problemas que se podría meter y más que nada, yo dudo que le vaya a gustar lo que podría descubrir. Él debería entender que hay veces en dónde es mejor dejar las cosas como están.

—Si yo fuera tú, Rhea, lo llevaría al baño más cercano y...

—Por favor, deja de hablar.

No he bebido suficiente para mantener esa conversación.

Paul y Rony comparten una mirada y Paul se levanta para ir al bar por otra ronda de bebidas. Una vez que Paul se va por los tragos, Rony me sigue molestando hasta que la amenazo con no volver hablar con ella por lo que me queda de vida.

Paul regresa con dos bebidas en sus manos y una enorme sonrisa en su cara que me hace enarcar una ceja en su dirección.

—¿Por qué estás tan sonriente, Paul? —le pregunta Rony.

Paul mira hacia un costado, a un grupo al que yo intento ignorar y una idea de lo que él pudo haber hecho, aparece en mi mente.

—¡Oh por dios! ¿Dime qué no lo hiciste?

—¿Qué hizo?

—Lo hice.

Hijo de...

Miro con horror como un camarero lleva una bebida hacia el reservado VIP dónde está Owen con sus amigos —agradezco que entre esos amigos no esté Jay porque él jamás me dejaría vivir con esto—, y deja la bebida frente a él, antes de decirle algo con una sonrisa.

Veo a Owen tomar la bebida y mirar hacia donde él camarero señala y Owen me sonríe antes de levantar el vaso en mi dirección y darle un sorbo.

—Voy a hacer que desees nunca haber nacido, Paul, lo juro por Satán —le digo con los dientes apretados—. Te voy a dar tanto trabajo que no tendrás vida social hasta que te jubiles y si renuncias, me aseguraré que jamás te contraten en ningún otro sitio.

—No seas tan dramática, Rhea. No es para tanto, es solo una bebida para alguien con el que vives.

Me giro hacia Rony que acaba de intervenir.

—Y tú, también te culpo por esto porque fue tu idea venir a este club.

—Oye no, solo mátalo a él, fue Paul quien pidió las bebidas.

Es que ya me puedo imaginar lo que el imbécil de Owen dirá al respecto y la expresión de su rostro.

Mmm, Rhea —me llama Paul.

—Pero, ¿cómo se te ocurrió mandarle una bebida? —sigo diciendo, ignorando lo que dice Paul— Si de por si es difícil estar cerca de él y su insoportable forma de ser, será aún peor con esto.

Aunque su actitud no estuvo presente mientras su abuelo le entregaba esa invitación. ¿Será solo una fachada? Quizás sí, puede que sea solo una máscara, no me sorprendería si ese fuera el caso.

—¿Rhea?

Y en esa noche también noté que la forma en que su abuelo se dirigía a él, me recordó mucho a la forma que tenía mi hermano de tratarme.

Al parecer puede que tengamos algo más en común.

—¡Rhea!

—¿Qué quieres, Paul?

Me giro, algo molesta por tener que mirarlo.

—El sexy agente viene hacia aquí.

—¿Qué?

Muevo mi cabeza siguiendo la mirada de Paul y en efecto, el idiota de Owen viene hacia nosotros.

Golpeó a Paul en su brazo porque después de todo, esto es su culpa.

Él se ríe.

—Golpeas cómo niña.

Yo lo miro, le sonrío y le doy otro golpe en sus testículos. Su expresión y quejido de dolor solo provoca que mi sonrisa crezca. Paul gime de dolor y pone sus manos en su entrepierna y se acerca a Rony en busca de protección.

—Rhea, al parecer no hay lugar en la ciudad donde no te vea.

—Si no quieres verme, puedes irte a otro lugar. Yo estaba aquí primero.

—Solo vine agradecerte por el trago.

Esa sonrisa que tanto odio adorna su cara y yo aparto mi mirada para mirar algo que pueda utilizar para asesinar a Paul, pero no encuentro nada.

—Pero, Owen, no te quedes ahí. Únete a nosotros —le dice Rony y señala el asiento junto a mí—. Yo soy Rony, la mejor amiga de Rhea y este es Paul.

Después que Rony le hace un gesto con la mano, Owen me mira y lo veo dudar entre acercarse o irse.

Suelto un suspiro y sonrío, es una gran sonrisa falsa y todos los presentes lo notan, pero me da igual.

—Sí, agente, siéntate.

Me muevo un poco para evitar estar cerca de él cuando se siente.

Me gusta mantener mi espacio personal solo mío.

—Hola, amigos de Rhea. ¿Sabes? Me sorprende que tengas amigos.

—No son mis amigos.

Rony hace un gesto con la mano y se ríe.

—Claro que lo somos, Rhea.

—Hola —Paul croa, todavía recuperándose del golpe que le di.

Owen lo mira algo preocupado.

—Él está bien, no te preocupes por él —le dice Rony—, es solo un poco tímido.

Yo muerdo mi labio para evitar sonreír.

—¿Y quién de ustedes dos, envío la bebida? Porque dudo que Rhea la haya enviado.

—Sí yo lo hubiera hecho, te prometo que tendría veneno.

Owen me sostiene la mirada.

—Por supuesto que tendría veneno, después de todo ese es tu hobby, ponerle veneno a todo.

Yo respondo que no.

—Solo a lo que tú comes —le digo.

—Y dado que me veo en la obligación de vivir contigo, yo me bebería con gusto ese veneno.

—Mentiroso. Te quejaste por días por lo sucedido con el pastel de chocolate, y solo tenía laxante.

Miro de soslayo a Rony y Paul que están mirando nuestra interacción con mucha atención y sonríen mientras se inclinan un poco más adelante en sus asientos.

—Es cómo ver esa novela coreana que estábamos viendo el otro día —le dice Paul a Rony—, aunque mejor. ¿Tú también sientes la tensión entre ellos?

¿Tensión? No, en lo absoluto. ¿Ganas de matarlo? Sí, totalmente.

Owen se ríe y murmura que le agrada Paul, algo que complace al traidor que supuestamente es mi amigo. Rony me guiña un ojo antes de tomar del brazo a Paul y llevárselo hasta la pista de baila, dejándome sola con Owen.

—¿Así que ya no me estás ignorando? —le pregunto.

Sus ojos caen sobre los míos y yo levanto la barbilla de forma desafiante.

—No, ya no.

—¿Por qué lo hiciste?

—Sé que no eres una buena persona, o eso pensaba hasta ese día, cuando cuidaste de mí mientras estaba enfermo. Cambiaste mi percepción sobre ti y eso no me gustó. Por eso te he estado ignorando. Porque necesito volver a verte de la forma que lo hacía antes de ese día.

Algo que he tenido claro por mucho tiempo es que no sé cómo amar a los demás y ahora, con la declaración de Owen, entiendo que él tampoco. Él aleja a las personas, los mantiene a distancia y se inclina solo para encajar en sus ideales. De ahí sus amigas con derecho y relaciones sin ataduras. No sabe cómo amar y tiene miedo a intentarlo y fracasar porque ya ha perdido a personas que amaba antes y no quiere repetir la experiencia.

Él necesita verme de la misma forma que me miraba antes y yo necesito dejar de encontrar similitudes entre ambos que me hacen entenderlo cada vez mejor.

—El que haya hecho una cosa buena no cambia nada, y ni siquiera creo que sea algo que yo volvería a hacer.

—Lo sé y, aun así, aquí estamos.

Es un contexto muy diferente al de la última vez que lo dijo.

—Bueno, agente, será mejor que descubras cómo odiarme igual que antes, y será mejor que sea pronto.

Le doy una palmada en su rodilla antes de tomar mis cosas e irme del club.

Conduzco sin rumbo fijo maldiciendo el tráfico y a las personas, dejando una extraña música en la radio que estoy segura que a Rony le gustaría y pensando en cómo una pequeña acción lo puede complicar todo.

De Paul: ¿Está todo bien?

No respondo hasta después que he realizado mi rutina para antes de dormir.

Para Paul: Tan bien como podría estar.

Es una respuesta vaga, pero es lo mejor que puedo dar en esta situación.

Él está sentado en la mesa del comedor cuando yo salgo de la habitación ya lista para ir al compromiso que tengo. Su concentración está puesta en revisar los documentos, fechas y algunas fotos que podría darle alguna pista de algo, pero que realmente no lo llevan a nada.

Levanta su cara cuando me escucha entrar en la sala, pero no hace mención de guardar nada.

—Dijiste que querías odiarme cómo antes —empiezo a decir mientras camino hacia donde él está—, y creo que yo podría ayudarte.

Tomo la foto donde está Michael, estirando su mano y ayudándome a bajar del jet privado, solo que Owen no sabe que soy yo. Junto a esa hay otra imagen, una en la que estamos en el cementerio la mañana de la ceremonia de Patrick. No había visto esa foto.

Mis dedos recorren el collar y sonrío.

—Lo sé —me dice él antes que yo diga algo.

Mis ojos se apartan de la imagen y se fijan en los suyos.

Niego con la cabeza.

—Lo sé —el repite y hay tanta convicción que por un momento le creo.

—¿Qué es lo que piensa que sabe, agente?

Mi voz adquiere ese toque cínico y mi mirada se vuelve fría, ya no hay diversión o burla en esta interacción, lo estoy tratando de la misma manera que trataría a cualquier otra persona que se atraviesa entre lo que yo quiero.

Él se da cuenta del cambio en mí y decide hacer lo mismo, adoptando su pose de agente especial Owen West y es lo mejor, porque es justo lo que necesita.

Ambos necesitamos colocarnos nuestras armaduras para sobrevivir la batalla.

—Se que eres la amante de Michael Baizen. Eres la mujer de la foto del aeropuerto privado.

Sonrío y muevo mi cabeza de un lado a otro, de forma muy lenta sin apartar mis ojos de los suyos.

Recuesto mi cadera contra el filo de la mesa y me cruzo de brazos, cruzando también un pie sobre el otro y soltando un suspiro pequeño y bajo.

—Se equivoca.

—No mientas, lo sé. Al principio no, pero cuando te vi por primera vez en el juzgado, lo supe. Incluso sin la peluca rubia que tenías en el aeropuerto, reconocí tu forma de caminar y ladear la cabeza.

Es casi irónico que, sin saberlo, hemos estado jugando nuestra propia versión del juego de tira y afloja.

—Y entonces te acercaste a mí para ver qué podías averiguar. ¿Verdad? Me usaste para tu caso y regresar a tu trabajo. Excepto que no funcionó porque como te dije, estás equivocado y ya sabía que me estabas usando. Fue bastante obvio que de todos los lugares te hayas venido a vivir justamente donde yo vivía.

Es casi la misma razón de porque yo vine a vivir aquí.

No sabía el momento exacto en el que lo descubrió, pero sabía que lo había descubierto. Lo de Kara solo me rebeló el alcance de todo, porque Kara podrá ser muy descuidada, pero no es estúpida y ese día, toda la información que soltó, era una trampa y yo lo supe, también supe que debía actuar antes que ellos. Adelantarme a los hechos, siempre cuatro pasos al frente.

Ellos, por supuesto, no sé esperaban lo que iba a suceder con Patrick.

—Michael no es mi amante, es mi hermano. Igual que Arthur y Patrick Baizen.

Saber que tiene bajo su techo a la hermana del hombre que ha estado persiguiendo por años y a quien todos los medios llaman un psicópata, debe ser aún más difícil de asimilar que el pensar que era la amante de Michael.

—Realmente no me conoce en absoluto, agente West.

Me río entre dientes y ladeo mi cabeza, disfrutando de su expresión.

El agente West solo me sigue observando.

Lo estás usando —me recuerdo en mi mente—. Igual que utilizas a todos los demás.

Él no lo ve porque aún no ha visto la facilidad con la que puedo manipular todo lo que hay frente a mí, poniendo sonrisas falsas en mi cara y fingiendo amabilidad y cortesía solo para envolverlos en mi red de mentiras y atacar en el mejor momento.

—Estas mintiendo. Ellos no tienen ninguna hermana.

¿Por qué le cuesta tanto aceptar la verdad? Incluso cuando él ha estado haciendo lo mismo conmigo, me estaba utilizando para conseguir información, me mantenía cerca solo porque le era conveniente. No es mejor que yo, solo cree que lo es. Solo es otro agente con doble moral.

—La tienen, yo. Verá, agente, soy su media hermana. Mi padre estaba casado con la madre de ellos y se divorció, un año después conoció a mi madre tuvieron un breve romance y de ahí nací yo. Años después mi padre regresó con su primera esposa y cuando tanto mi padre como mi madre murieron, mi madrastra se hizo cargo de mí.

La palabra problema casi parece un poco simbiótica con el apellido Baizen, porque para nadie es una sorpresa que ser un Baizen significa que siempre, de una u otra forma, estamos en problemas. O en otros casos, somos quienes provocamos dichos problemas.

Los problemas y los Baizen van de la mano, nos conocemos como viejos amigos y solemos coquetear de vez en cuando. Y casi siempre que venía de visita, lo hacía de una forma distinta, un nuevo rostro, un nuevo enigma. Un día el problema era una mentira, empresas fantasmas que sirven para el lavado de dinero o un hermano que enloqueció e hizo explotar un lugar con cientos de personas para demostrar que él tiene el "poder".

Y es una carga que mi padre no quería que yo tenga, así que yo crecí con el apellido de mi madre. Para poder disfrutar de lo bueno de ser una Baizen sin tener que cargar con lo malo.

—Soy Rhea Baizen, agente West y yo sé la razón de porque ha creado está cacería de brujas sobre mis hermanos.

Por supuesto que lo sé, supe quién era él desde antes de conocerlo. Por eso fue tan satisfactorio para mí, cuando dejó de ser un agente federal gracias a mí.

—¿Y cuál sería esa razón?

—Quiere demostrar que usted es igual de buen agente de lo que era su padre. Porque fue justamente su padre el agente especial Martin West, quien metió a mi padre a prisión y dejó que lo maten ahí.

Mentirosos, manipuladores y tan buenos para engañar que es casi nuestra segunda naturaleza, son cosas que nos describen muy bien, pero sobre todo y nuestra cualidad más fuerte, es que no perdonamos u olvidamos.

Perdonar y olvidar nunca es una opción para nosotros. La venganza lo es. Siempre.

—Pero si usted cree que va hacer con mis hermanos lo mismo que su padre hizo con el mío, está muy equivocado, porque yo no lo voy a permitir.

—¿Y no te preocupa lo que pueda hacer con la información que me acabas de dar?

Suelto una risa acida que se convierte en una sonrisa amenazante.

—Pobre e ingenuo agente, ¿creé que es primero en saberlo? No es el primero y no será el último, pero como verá, esa noticia jamás saldrá a la luz porque tenemos el dinero y poder para impedirlo.

El mismo dinero y poder que utilizamos para deshacernos de nuestros enemigos.

—Y un último consejo —le digo mientras me dirijo hacia la puerta—. Debería tener más cuidado, porque nunca se ve venir la bala que te mata.

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