12. Amargas mentiras y verdades retocadas

Rag'n'Bone Man - Human (1:30 – 2:30)

—¿Sabes? No es que me importe, pero creo que deberías comer más —comenta Owen, sacándome de mis pensamientos después de leer aquel artículo sobre la familia Baizen en el periódico.

De los dos, es él quien siempre empieza con las charlas ociosas sobre ningún tema de relevancia.

A veces, sin que él se dé cuenta, cronómetro cuánto tiempo puede estar en silencio. Su récord es de siete minutos y cuarenta segundos.

—Y tú deberías meterte en tus propios asuntos.

—Lo digo en serio, es algo que he notado desde que nos conocemos. Apenas comes. No creo que puedas vivir solo con café, sarcasmo y mal humor.

—Ha estado funcionando hasta ahora.

Veo que Owen lucha contra la respuesta que quiere dar y en su lugar, simplemente niega con la cabeza.

—Como sea, es tu problema. De todas formas, cómo dije, no me interesa.

No se me da bien ese tema de cuidarme a mí misma, tal vez porque crecí sola y no tenia nadie que se preocupe por mí, mi padre me amaba, pero no estaba ahí. Nadie estuvo y a nadie preguntaba como yo estaba, solo asumían que estaba bien y yo los deje.

Hubo un tiempo donde pensé que Patrick podría ser esa persona, el hermano mayor que siempre quise tener.

Cómo aquella vez cuando yo estaba construyendo mi primer propulsor para la feria de ciencias, con demasiados libros abiertos a mi alrededor, cubriendo casi todas las superficies disponibles de mi dormitorio y con demasiadas herramientas esparcidas por la cama y el suelo, había piezas de equipo y componentes tirados en mi escritorio y en medio de todo, estaba mi prototipo, que estaba destinado a ser similar a un jet pack con controles de fácil acceso y con una red neuronal que no dependía del uso de manos para ser controlado.

Increíble, hermana, creo que al parecer yo me he equivocado contigo y hay algo digno en ti —me dijo Patrick con una sonrisa maliciosa cubriendo su rostro y yo sentí que mi corazón se hinchaba ante su aprobación y cumplido.

Pero Patrick solo estaba siendo manipulador, cómo siempre. Cómo nos han enseñado a ser.

Sin embargo —continuo él—, es completamente inútil. Porque sí realmente quieres impresionarnos y ser merecedora del apellido bajo el que naciste debes hacer algo mejor que eso.

—¿Por qué no te gusta comer comidas que tú no has preparado?

Miro alrededor del balcón, notando la postura relajada de Owen y su expresión confiada y segura, nada más que una imagen. Es un agente federal, esa apariencia es casi su segunda naturaleza, pero no siempre es real.

Aún estoy intento averiguar cuando es real y cuando no.

—Te voy a decir algo y si se lo dices a alguien más, iré a buscarte mientras duermes, te daré una clase de droga que te paralizará, pero que aún te permitirá seguir sintiendo y te cortaré pedazo a pedazo esperando a ver qué te mata primero, si el dolor o la pérdida de sangre. ¿Entendiste?

—¡Jesús, Rhea!

—Dije, ¿entendiste?

—Sí, si lo dices de forma tan amable, por supuesto que entiendo.

—Estaba de vacaciones de verano en casa de mi padre, yo tenía doce años y en la casa mi padre contrató a una excelente chef. Ella era amable y tenía un aplomo implacable, pero no de la forma rígida que yo estaba acostumbrada a ver en las mujeres de su edad. A veces, por la forma en la que se movía por la cocina, me recordaba a una bailarina.

Mi corazón empieza a latir con fuerza ante los recuerdos, pero mantengo mi rostro estoico y reprimo el impulso de clavar mis uñas en mis brazos o muslos.

—Tenía un adorable hijo de nueve años al que solo conocí por fotos ya que mi padre jamás permitió que ella lo lleve a la casa, porque a parte de sus hijos, mi padre odiaba a los niños —hago una pequeña pausa dónde aparto la mirada y continuo—. Ella me dijo que yo tenía un don para la cocina y que era una pena que ya haya decidido estudiar Derecho.

El recuerdo de las clases de cocina, de las charlas de ánimo y el apoyo que me dio, vienen a mi mente. Así como también viene la sensación de felicidad ante sus palabras de confort y la forma que tenía de hacerme sentir especial.

—Suena como si estuvieras enamorada de ella.

Niego con la cabeza.

—No, yo la veía a ella como la madre que siempre quise tener, porque era paciente conmigo y cuidaba de mí —le explico—. Me corté una vez, con un cuchillo sin filo y ella, en lugar de regañarme, me mimo por casi una hora.

No sé exactamente porque las imágenes desvaídas de repente, lucen tan vividas. Estoy casi sin aliento ante el recuerdo de sentirme vista, apreciada y, sobre todo, cuidada.

Y no es hasta que mis ojos se fijan de nuevo en Owen, que me siento tonta ante esos recuerdos y los sentimientos que evocan. Aunque no hay juicio o burla en la expresión del ex agente, solo un cierto grado de curiosidad por saber el resto de la historia.

—Entonces, ¿tú mamá la despidió para deshacerse de la competencia?

No, ojalá hubiera sido eso, pero mi madre ni siquiera sabía de la existencia de ella, mis padres no estaban juntos y cuando yo pasaba tiempo con mi papá, mi madre se olvidaba de mi existencia.

¿Hubiera hecho algo mi madre de haberlo sabido en aquel momento? Por años me hice aquella pregunta y nunca me gustó la respuesta.

—No. Unos pocos días después de que habían finalizado las vacaciones, me enfermé. Solo eran fuertes dolores de cabeza y fiebre al principio, pero después empezaron los calambres en mi estómago. Mi madre pensó que estaba siendo dramática hasta que desarrollé este terrible sarpullido alrededor de mi boca.

Mi madre no estaba preocupada en sí por mí, si no en que aquel sarpullido iba hacer enojar a mi padre porque la culparía a ella, por lo que me había sucedido.

—Me llevaron al hospital y resulta que Inés, la chef, me estaba envenenando.

Owen detiene lo que está haciendo y por un segundo, todo se queda quieto.

—Rhea, vaya, yo no...

—No lo hagas —le digo—. Eso está en el pasado.

—¿Lo es? ¿De verdad está en el pasado?

Le doy una mirada sombría para que él entienda el punto y yo no tenga que decir la siguiente parte en voz alta.

—Está bien, podemos hablar de cualquier otra cosa. Háblame de ese libro que estabas leyendo el otro día, parecía muy interesante o, ¿solo fingías que te interesaba la lectura para no hablar conmigo?

Podría dejar pasar el tema, tomar el anzuelo que él está lanzando y hablar sobre ese libro, pero una parte de mí, la parte arraigada de las normas con las que fui educada, siente que si lo hago estaré siendo débil.

—Ella murió en la cárcel —le digo—. Fue asesinada antes del juicio.

—Lo siento.

Dice él y no es nada que yo no haya escuchado antes, cientos de veces y de formas muy diferente.

—Si yo estuviera en tu lugar, no sé cómo podría volver a confiar en alguien más después de eso, Rhea.

Pero esa es la cuestión aquí, yo no confío en nadie y nadie debería confiar en mí, porque después de lo que hizo Inés, aprendí una valiosa lección, una que se reforzó con la muerte de mi padre y lo sucedido con Patrick.

Además, después de eso, aprendí todo sobre venenos.

—Por eso no me gusta que otros manipulen mi comida, y sobre lo sucedido, estoy bien, solo me quedó una úlcera, pero dado mi historial alimenticio, pude llegarla a tener sin su intento de asesinato.

Poco después me enteré que Inés era amante de mi padre, y que ella solo se había acercado a mí porque quería vengarse de mis padres ya que no entendía que tenía mi madre que no tuviera ella y porque mi padre no la había escogido.

Yo jamás le importé, como ella me había hecho creer, solo era un medio para un fin. Un simple peón en su venganza contra mi padre.

Ni Owen o Jay están en el apartamento cuando casi a la hora de la cena, Kara llega con su radiante sonrisa que me recuerda mucho a Rony. Si se conocieran, ellas podrían llevarse bien.

—Hola, Rhea. Espero no estar molestando. ¿Owen no está?

Niego con la cabeza.

—Salió con alguien, pero no hay problema con que te quedes a esperarlo.

Creo que salió con Pastel de calabaza, pero no estoy del todo segura.

—Bien, porque tengo mucho que hablar con él.

—Pareces muy emocionada —le comento a Kara.

La veo acomodar algunas cosas que está sacando de su maletín sobre la mesa, a pesar que Owen le ha dicho que no comparta eso conmigo.

Ella parece pensar que la advertencia era solo para el caso pasado, dónde Larson y Abrams tenían algo que ver.

—Lo estoy, estamos más cerca de poder atrapar a Moby Dick. Oh, Rhea, los hemos perseguido por años, Owen ha trabajado en esto sin descanso y al fin parece estar dando frutos. Los hermanos Baizen van a caer.

Ella me enseña una foto y yo me inclino un poco hacia adelante para mirarla mejor.

—¿Cómo estas tan segura?

—Bueno una de sus empresas de fabricación de armas y armamento militar está siendo investigadas, no la cede principal, por su puesto, pero si una pequeña que tienen a otro nombre.

Ella coloca algunos documentos sobre la mesa y yo los observo con atención mientras escucho lo que me dice y aprieto mis labios hasta formar una línea.

—Eso suena interesante, pero seamos realistas, ellos les venden armas al gobierno. ¿Realmente crees que harán algo en su contra? Lo dudo mucho.

—Ellos tienen puestas sus manos en diferentes empresas y son dueños del grupo Cantilever, pero todos ellos siempre tienen una pequeña empresa... Y, bingo, está empresa seguro que tiene algo que ver con el lavado de dinero. Sería la tapadera adecuada. ¿Verdad? Esto es lo que quiero mostrarle a Owen, la investigación que tengo sobre esta empresa.

Miro de reojo el nombre de dicha empresa y sé que no hay nada que lleve hasta Michael o el apellido Baizen.

—Si los llegamos a atrapar sus cargos serían monumentales.

—¿Sí?

Kara asiente mientras realiza algunas anotaciones en su libreta.

—Desde el tráfico de influencias, el fraude, el lavado de dinero, el cohecho, el vaciamiento de empresas, la quiebra fraudulenta, la malversación de fondos económicos; la delincuencia organizada.

—Es decir, todos los delitos de cuello blanco que hay en el libro. Representarlos es una mina de oro, aunque claro, primero tienen que probarles algo y si no me equivoco es algo que ustedes han intentado por años.

—Y hemos fracasado, si lo sé, pero creo que tenemos bases sólidas está vez. Aunque estuvimos tan cerca cuando él mayor, quien en ese tiempo tenía la dirección de todo, enloqueció.

Las personas dicen la palabra enloquecido como si ser loco o perder la cabeza fuera en una sola dirección, pero no, porque cuando enloqueces no vas a ningún lado, te quedas dónde estás hasta que entra alguien más y entonces, todo se complica.

La vida se paraliza. Te hundes. A nadie le importa.

Sí, he visto a muchos enloquecer y se exactamente como se ven. Cómo actúan cuando no saben manejar el poder, cuando todo es demasiado y son absorbidos por él.

—¿Tenían un caso sólido?

—Sí, pero ellos tenían buenos abogados. ¿Viste el juicio? Salió por la televisión y toda su familia se vio obligada a testificar. Fue todo tan caótico.

—Lo hice, aún estaba en la escuela de derecho cuando sucedió. Hablamos de eso en clases.

Varias clases y de diferentes maneras. Aún creo que se toma como ejemplo sobre qué no hacer y cómo defender a nuestro cliente.

¿Cómo defender a un mentiroso y estafador? Sencillo, tienes que ser mejor que ellos en su juego. Pensar cómo piensan ellos. Intentar entenderlos.

—Pero es difícil saber las vidas en total que ellos quitaron o al menos el mayor en aquella época y ahora, es como si no pasara nada. Una verdadera tragedia. ¿Crees que al menos ha cambiado en prisión? ¿Qué se arrepiente de lo que hizo?

—Lo dudo mucho, las personas como ellos no cambian, Kara.

Era un lunes cuando mi hermano, Patrick, enloqueció... No, aún no. Ese lunes en particular estaba leyendo algo, ni siquiera recuerdo que era, de lo que hablaba, pero si la forma en la que actuaba, aunque solía ponerse de esa manera con demasiada frecuencia: Apasionado y un poco obsesivo. Pero nunca antes me había hecho sentir esa pequeña sensación de temor en mi estómago. Nunca había hecho que él despotrique de forma violenta. Logró calmarse y volver a ser el de siempre, y me pregunté si era yo quien estaba creando demasiado drama sobre la situación.

—Al menos estamos seguros que no saldrá de prisión, ya que está pagando, ¿cuántas? ¿Dos cadenas perpetuas?

—Sí.

Era un martes cuando mi hermano enloqueció... No, aún no. Ni siquiera lo recuerdo con exactitud porque en ese momento no lo noté, y es que él nunca me había amado, siempre supe que me odiaba y creía que su odio hacia mí lo era todo, hasta que vi lo que les hizo a los demás y entendí que era capaz de un odio mucho, pero mucho más fuerte. Pero yo no lo sabía en aquella época.

Ahora lo sé y ya no importa. No hace ninguna diferencia.

—Y dos cadenas perpetuas no parecen ser suficientes —finaliza Kara.

En ese tiempo aún me preocupaba por Patrick, ahora no tanto, algo en mi cambió y me volví un poco vengativa hacia él, demasiado enojada y llena de rencor, pero no sé lo comenté a nadie.

Fue por ese odio y rencor hacia él que tan solo siete días después de la conclusión de su juicio, llegué a mi apartamento y me dije que ya no podía seguir viviendo ahí, me sentía asfixiada por todo lo que estaba sucediendo. Empaque algunas pocas cosas y compré un pasaje lejos, ni siquiera recuerdo todo ese proceso, solo que terminé en un pequeño pueblo de Francia.

Pero me vi obligada a regresar porque con lo sucedido con mi hermano había un gran desastre que limpiar y yo debía dar un paso al frente en los negocios familiares, esos a los que siempre intenté mantenerme alejada y por culpa de Patrick tuve que inmiscuirme. También lo odie por eso, por quitarme la opción de seguir alejada de ese mundo.

—¿Estás bien, Rhea?

—Sí, por supuesto.

—Solo tienes una mirada algo nostálgica en tu cara.

Hago un gesto para restarle importancia.

—Solo aburridas cosas del trabajo. Estoy bien.

Y resulta que el día que mi hermano enloquece, no fue el único que cayó en picada. Toda la familia lo hizo, un pequeño efecto colateral del que nadie habla. De como las personas a tu alrededor cambian y te empiezan a tratar como paria.

¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste? —le pregunté.

Patrick en respuesta solo se empezó a reír como maníaco, y yo debí verlo en ese momento. Ver lo que planeaba hacer, prever el daño de sus acciones, intentar evitarlas. Crear una respuesta al problema y evitar que avance. Debía hacerlo porque se supone que ese es mi trabajo.

No lo hice y las personas seguían gritando de dolor mientras mi hermano —¿Seguía siendo mi hermano en ese momento? No, ahí empezó a ser mi medio hermano—, estaba de pie en medio de todos y solo se reía.

—Incluso aunque lo odio, tenemos está información gracias a él.

—¿De verdad?

—Bueno, sí, no fue gratis. Fue a cambio de no terminar en otra prisión después de lo que hizo hoy. ¿No lo sabes? —ella pregunta al ver mi expresión—. Mandó a bombardear un ala de la prisión. Hubo veinte heridos y cuatro muertos. También había una bomba en el parque, pero se pudo desactivar a tiempo.

Es una trampa —me grita una voz de advertencia en mi cabeza—. No caigas, es una trampa.

Ella saca su teléfono y me enseña la noticia, yo observo y tomo mi propio teléfono solo para ver los mensajes que tengo.

Pero, cuadro los hombros y finjo que todo está bien.

Por suerte —es un decir, no creo en la suerte—, Owen llega en ese momento, regañando a Kara y diciéndole que esa es la razón por la cual ella no sale al campo con los demás miembros del equipo, porque seguro se hace amiga de los sospechosos y les da toda la información para que huyan del país.

Y sí, probablemente ella lo haría.

—Estaba con Cheesecake —responde Owen a la pregunta de Kara.

—¿Cuántas no novias tienes? —le pregunto.

Creía que estaba con Pastel de calabaza, ¿no era ella la que vino hace tres días o esa era Caramelo?

—¿Por qué? ¿Acaso estás interesada, Rhea? —me dice con una sonrisa— Lo siento por ti, pero las aplicaciones están cerradas.

—Incluso si estuvieran abiertas, no aplicaría. Antes muerta que tener que estar contigo.

—Y si llegarás a enviar una solicitud, iría directamente a la pila de rechazos.

—Bien por mí, ex agente.

Sonrío y converso con ellos, me uno incluso a las bromas que hace Jay cuando llega. Finjo que estoy bien y luego, cuando me encierro en la habitación, dejo caer la sonrisa y pienso en lo que ha hecho Patrick y en el último mensaje de Michael.

Es justamente ese mensaje el que me trae hasta aquí, caminando a pasos rápidos detrás del guardia de la prisión. Manteniendo mi rostro en una perfecta máscara de indiferencia, mientras los demás prisioneros me miran de reojo, soltando comentarios vulgares, despectivos y lanzando silbidos detrás de sus rejas.

Me conducen hasta una habitación de concreto, vacía, excepto por la mesa de metal que está abierta por ambos lados y dos sillas de metal, todo eso atornillado al suelo. Hay cámaras en las cuatro esquinas de la habitación, y ya me estoy arrepintiendo de estar aquí, pero recuerdo el soborno hacia el director de este lugar y como las cámaras están apagadas y Paul está supervisando que sea así.

Tomo asiento y espero. El sonido del metal chocando procede a su llegada y Patrick entra con un guardia delante y otro detrás. Lo sientan de forma brusca en la silla frente a mí y yo controlo mi instinto de hacer una mueca ante el chirrido de metal contra metal.

Los guardias se van y solo quedamos Patrick y mi persona.

—Es bueno verte de nuevo, hermana.

—Lamento no poder decir lo mismo.

Tardo un poco más de diez segundos en catalogar su apariencia. Se ve más demacrado de lo que se veía la última vez que lo visité, y el mono naranja le da una tez enfermiza. Pero la luz maniaca que ha brillado en sus ojos desde su sentencia todavía está ahí. Aunque parece brillar con mayor intensidad.

—Vengo a despedirme.

—¡Rhea!

Tira de las cadenas que sujetan sus muñecas y estás chillan. Está encadenado de pies y manos. Ese es, después de todo, el trato que se le da a los monstruos.

—¡No me puedes hacer esto! ¡Tienes que sacarme de aquí!

—No puedo. No después de lo que hiciste, no con lo que planeabas hacer.

—No actúes como si fueras mejor que yo, como si no hubiera sangre inocente en tus manos.

Veo como al tirar de las cadenas estás chillan con fuerza y lo lastiman, pero él ni siquiera presta atención a ese dolor.

Él no es mi hermano —me digo—. Es solo un monstruo que debo detener.

—¿Por qué lo hiciste?

Se queda quieto, tanto que por un momento creo que se ha perdido mi pregunta, hasta que su rostro se desdibuja en una sonrisa siniestra y mueve sus hombros hacia arriba.

—Rhea —responde en voz baja y casi suena normal, pero su mirada lo delata—. Estaba aburrido, no hay mucho que hacer aquí en prisión.

—Michael te quería muerto desde el juicio y yo no dejé que te mate, lo hice por ti y por mamá. Quería salvarte, porque eres mi hermano y a pesar de todo, te amaba. Pero no puedo dejar que sigas poniendo en riesgo a la familia, a todo lo que hemos conseguido. Ya tuvimos suficiente con lo que hiciste con Larson y Abrams y esa información que vendiste. ¿Y sabes por qué no hice nada al respecto sobre eso? Me dije que estabas molesto, porque no te habíamos visitado. Traté de entender, pero... Ya no más, Patrick.

Mi hermano enloqueció un día, no importa cuál día fue, ni la hora o la razón, él enloqueció y dijeron que así terminaríamos todos, porque se rumorea que algo similar le sucedió a mi padre.

—Adiós, hermano.

Me levanto y no me giro a verlo mientras me dirijo hacia la puerta.

Él no es mi hermano, nunca lo fue. Siempre fue el monstruo que debíamos alejar de nuestras vidas.

—¡Rhea! ¡Rhea! ¡No me puedes hacer esto! ¡Sigo siendo tu hermano! ¡Rhea!

Sigo escuchando su voz mientras me alejo de ahí.

Me acerco a uno de los guardias y le hago una seña.

—Asegúrate que sepa que fui yo quien dio la orden.

Resulta que mi hermano enloqueció un miércoles y encontraron su cuerpo un jueves a las once y quince de la noche, y su funeral fue un viernes en la mañana. 

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