Velery

Las cinco mujeres murieron endulzadas

En las manos del artista, de un retratista

Qué busca con su arte traer el amor

La única mujer que por él vivió

Espivelery

Nunca en vida imaginé ser tan sádico, al ella parir a su bebé solo era prueba de lo que dios me mandó a hacer.

El bebé nació con la piel roja, cuernos y cola, le faltaba un trinche al pequeño demonio, por lo tanto, no lo deje vivir más de lo que debería, y ahora, está siendo servido en un estofado.

El delicioso estofado de mamá.

Un plato blanco es el que recibe al niño muerto entre su cuna, una cuchara, un poco de especias por encima.

Una pierna del bebé, y estamos listos para llevarlo con su madre.

Al bajar las escaleras puedo sentir sus instantes quejidos llamarme, llora, llora eternamente.

Cuando me ve, grita con miedo retrocediendo.

Como si logrará algo estando atada.

—Eloise, calma solo traje algo para que te recuperes —mi voz calmada no hace efecto en ella

Está asustada, paralizada, la boca la tiene sellada. Dejó el plato de comida en una mesa, me acerco a ella y no deja de moverse en la camilla.

—Sí te sigues moviendo la herida no cerrará —le quito la tela de boca y ella no deja de maldecir, su voz es realmente fastidiosa —Eloise cállate, es realmente horrible escucharte

—¡HORRIBLE LA MUÑECA DEL DIABLO!

Nadie habla así de mi madre.

Ante su abuso le doy una cachetada, el golpe estremece mis sentidos, los activa y me da una ligera sensación de seguir intentando, golpearla cuantas veces sean necesarias hasta verla sangrar.

Hasta que supliqué que pare.

Aunque se perdería del estofado si lo hago ahora, ella se sigue quejando, sin embargo, debo tratar bien a mis invitados.

Vuelvo a tomar la sopa, está acostada, si se ahoga mientras come es parte del proceso; soplo con cuidado la cuchara dejándola en su boca.

—Come Eloise, debes recuperarte de este golpe bajo

—No voy a recibir nada de ti —escupió

Ante actos tan grotescos, con poca paciencia, ante todo, él instinto de asco al tener una hija del diablo en mi mesa, mis pensamientos me ganan, actuando sobre ella, tomó sus mejillas, las presionó con fuerza hasta que ella abre la boca.

Dejó caer la sopa caliente sobre ella, gran parte del estofado sale de su boca, se derrama en su cara.

Se está quemando, se está ahogando, mientras se retuerce en la camilla. La pierna del bebé cae en su boca.

Por instinto ella tose con agresividad, hasta vomitar la sopa, el estofado quemó su rostro, su garganta... no debe estar en perfectas condiciones.

—Una madre como tú, no merece este tipo de tratos —limpio su rostro —merece unos peores

Voy a mi mesa de inspiración, guardando en mi corazón las ansias de verla morir, cada bello latido es un impulso a mis sentidos para acabar con su vida.

Envuelto en un algoritmo que solo yo conozco, tengo sobre la mesa unas bellas tijeras de hierro, de esas con las que cortan tela, las mejores del mercado.

Camino a ella restregando las tijeras en su cuerpo, ella tiembla, la piel se eriza, su corazón se agita y el primer grito viene después del corte de uno de sus dedos.

Voy con lo siguiente, se retuerce, llora, pide, ¡ruega!

Cada sonido que sale de su boca... es mejor que el anterior, mi cuerpo me pide más, me suplica seguir escuchando su sufrimiento envuelto en la diversión.

No hay nada mejor que vivir el momento, mis nervios están al tope, no sabría explicar lo que me transfiere Eloise, su sufrimiento es mejor.

Ninguna de ellas me había dado tanto éxtasis.

termine con los dedos de las manos y de los pies, ella no deja de gritar, necesito seguir escuchando su sufrir, por lo que en un parpadeo voy a la cocina en busca de un limón, sal, y ganas de matar.

En mi sótano, parto el limón regando su jugo ácido en las heridas abiertas, para luego aplicarles sal.

—¡DEJEMEEEEE! —súplica

No hago caso restregando la fruta en su herida.

Me giro observando a mi madre.

Ella tiene las manos en las rodillas, sonríe con dulzura y sus ojos tienen un brillo escarnecedor.

—Madre, ¿te gusta lo que ves? —pregunté

Ella asintió con la cabeza respondiendo:

—Sí, hijo mío

Sonrió, volviendo a mi mesa de trabajo, como está desnuda quiero aumentar su dolor, dejó las tijeras yendo por unos de los cuchillos.

El más grande, grueso, filoso, tal como a ella le gusta.

—Eloise —nombró cantando

Sus piernas están abiertas, puedo ver las cosas que enloqueció a los hombres del burdel, las cosas que me enloquecen a mí en su sexo.

Lo acarició, está sucio por la sangre que expulso con su hijo; la hoja del cuchillo se estrella con mis dedos para escabullirse en las entradas de una concha de mar siendo abierta por un arma letal.

Ella grita tras el corte su sangre salpica con agresividad toda la plancha, no dejo de cortar hasta abrirle el vientre.

Mi corte es tan perfecto, y alineado llega hasta su caja torácica.

—Eres... un... hijo.... —al momento tose sangre

Dando el último suspiro, el último sonido de vida que sus débiles labios pudieron pronunciar, falleció.

Murió tal como quería, partida en dos por sus pecados.

Abrí su vientre, busqué en el suelo la pierna de su hijo limpiando la sangre con su lengua, no quedó limpia por completo, por lo que la limpié con una camisa blanca qué tenía varias manchas de pintura.

—Hijo mío, ¿qué vas hacer con él bebé? —inquirió

—Voy a devolverlo al vientre de su madre, como se debe —contestó

—¿Por qué? —cuestionó

—No hay otra forma, madre, es más complicado ocultar dos cadáveres, más cuando ya están buscando al responsable de los actos macabros... creen que Jack el destripador vino a París y está haciendo estragos; sin embargo, descartan esta posibilidad porque sus actos siguen al tanto en Londres. Por lo que, las autoridades sospechan que ahora tiene una secta —explique

Lo que busco con mis pinturas es demostrar que la gente está ciega, que un cordero blanco puede ser el cordero más macabro entre todos, un lobo negro... es pequeño contra él.

—Hijo... ¿Tu nombre de verdad es Espivelery? —mi madre con su hermosa voz muestra a través de sus ojos preocupación

—Espérame

Subo a la cocina, mi madre está asustada, es evidente, normal.

Es mi madre, ella jamás me juzgaría, además está en deuda conmigo. Busco en la olla las demás partes del demonio ese, las dejo en un plato porque aún está caliente.

Mis bellas manos no deben quemarse.

Bajo de nuevo, y los ojos de mi bella muñeca están pasmados en aquella mujer.

—¿Qué te incomoda, bella? —cuestionó

—Es una pobre alma, Luzbel —contestó

Bajo la cabeza tras la mención de mi nombre real.

—Mi nombre no es Luzbel, mi nombre es Espivelery

Vuelvo a la mesa acomodando los restos del feto como debía, mi madre no deja de hablar, no sé qué es lo que balbucea, aunque, sea grosero en estos momentos estoy concentrado en acomodar al bebé como debía.

—¿Por qué te llamas así, hijo?

—" Es": escultura, "Pi": pintura, y Every: por la hermosa mujer que tengo enfrente —levantó la mirada con una sonrisa

Mi madre sonríe.

Es más hermosa de lo que recordaba, su nombre de verdad hace mención a su ser, lástima que se haya casado con un hombre tan horrible como mi padre.

Él me puso ese nombre por ser el hermano de Santa María de Norte Dame.

Era muy religiosa, llamada santa por parir al hijo de dios en 1667, anunciando la llegada del soberano, del hijo de Dios, pero algo pasó.

El niño no nació, y todo se fue a la mierda, aun así, fue considerada santa.

—Tu padre... está en el infierno —comentó

—Como no, si te asesino —busque entre los cajones de mi mesa hilo y aguja

—No me asesino, me tropecé —aseguro ella

Eso es lo que detesto de Every, su maldito corazón.

Lo amo tanto que cada golpe que recibía era con una sonrisa; nunca se quejó y aunque estuviera mal, ella siempre se resignó a vivir con él una vida de paz.

—¿En serio? ¿Te tropezaste con un cuchillo, luego con una lanza en la cabeza y posteriormente entraste en una hoguera y te quemaste? —preguntó varias veces

Ella se queda callada, luego ríe con incredulidad.

—¿Qué le hiciste a tu padre? —la última pregunta de mi madre me saco una sonrisa mientras trabajaba

—Lo maté peor que tú —confesé —después de que matará a Toto, la mascota familiar; llegó borracho buscando pleito, estaba tan ebrio que me dio la bella oportunidad de tomar un martillo y golpearlo con él; corte sus testículos, y los metí en su boca. Luego con mis débiles brazos lo saque al bosque esperando que fuera comido por lobos, no espera mucho tiempo para que sucediera

Para este punto el cuerpo de Eloise está cosido, en mis manos tengo un alicate, abrí la boca de la prostituta quitando uno a uno sus dientes mientras confieso a mi madre mis asesinatos más fuertes.

La demencia del pintor, estaba rozando límites.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top