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Han pasado días desde que escuché la voz de mis padres por última vez. Por el momento he logrado sobrevivir a base de bayas y de agua del río que pasa por aquí cerca, pero no puedo continuar así.
Hoy he llegado a una nueva aldea. Al igual que la mía apenas tiene diez casas.
Aquí el sistema de organización del territorio es raro. Supuestamente hay muchas pequeñas aldeas alrededor de una gran ciudad. Yo he debido de ir en sentido contrario porque no he visto ni una torre gigante, ni una muralla infinita, ni nada por el estilo. No hay indicio de civilizaciones importantes.
Me adentro en la aldea, es... Es diferente. Tiene un aire antiguo e inteligente. Como si todo estuviera pensado por alguna razón que desconozco. Además se respira un fuerte olor a hierbas machacadas y esencia de polvo solar. Pese a todo no logro ver a nadie.
Me siento en el suelo porque no puedo sostenerme de pie, después de todo llevo días andando sin rumbo fijo. Esto va acabar conmigo.
Noto que algo se mueve en mi bolsillo. Meto la mano y...
-¡ Au! Algo me ha, ¿mordido?-
Con cuidado trato de sacar la pequeña criatura del pantalón, del mismo en el que mi madre dejó su "regalo". Finalmente la tengo en mis manos.
Es pequeña, apenas del tamaño de mi mano. Y preciosa. De color verde esmeralda con detalles púrpuras y rojos. No veo una forma muy definida, pero intuyo una cabeza pequeña pegada a un cuerpo del mismo tamaño. Una doble cola y algo parecido a las. Decido pararme a estudiarla. Estoy tan cansada...
-¿ Quién... Quién eres? ¿ Estás muerta?
Alguien golpea mi hombro repetidamente. Abro los ojos.
- No estoy muerta-
La chica que ha interrumpido mi sueño me mira y empieza a disculparse. Me preguntó quién será.
De pronto me acuerdo de la criatura. Disimuladamente bajo la vista. Allí sigue, afortunadamente, el pequeño ser descansando sobre la palma de mi mano.
- ¡ Ven conmigo! Creo que mi abuelo ... Sería bueno para tí venir conmigo y mi familia.- habla muy rápido.
Yo no estoy segura de si fiarme de ella. Pero tampoco voy a quedarme aquí tirada en la plaza.
Me levanto y guarda a mi compañero en su nuevo hogar. Ya después me ocuparé de él.
La sigo por estrechas calles y dorados caminos, hasta que al final llegamos a una choza de madera.
- ¡ Mogui! Avísale de que tenemos invitados- grita la joven mientras atraviesa la puerta.
- Siéntate ahí. Esperemos que Mogui y él no tarden en llegar.-
Me vuelvo a fijar en ella. Poco a poco empiezo a ver unas enormes alas que surgen de su espalda. Observó también sus ojos celestes, casi trasparentes y el color plateado de su cabello. Un hada. Solo he escuchado hablar de ellas pero nunca me las imaginé así. Es ... Es diferente.
Al fin llegan ese tal Mogui y él otro. Aunque no sé quién es quién. Uno es una réplica idéntica a la chica y el otro es un hombre mayor de largas barbas y muy baja estatura.
El segundo se me acerca.
- Soy Orticio Aldun Fierta...-
Comienza a decir una larga lista de nombres.
- Pero puedes llamarme Ort. Y ellos son Mogui y Guzma. Dime joven forastera, ¿ Qué se te ha perdido por estos lares?-
No respondo. Además está volviendo a moverse.
- No importa, somos poco habladores, mejor te preguntaré de dónde vienes.-
- De una aldea cercana-
Entonces él me mira de arriba a abajo. Me estoy poniendo nerviosa. Seguro que le ha visto.
- Mírame -
El hombre empieza hacer cosas raras. Se pone frente a mí y me clava sus verdes ojos. Después se hecha hacia atrás muy lentamente y empieza a decir palabras por lo bajini.
-¿ Qué soy?- pregunto.
El viejo suelta una carcajada. Yo no le veo la gracia pero me quedo callada.
- Y tú preguntas-
Vuelve a reírse.
- Soy enano de las tierras del norte pero llegué aquí hace más de doscientos años. Y ellos son los últimos de su especie, hadas de cristal. Y tú joven eres el punto decisivo en esta guerra. La piedra que sujeta la balanza mágica. Decide con cuidado.-
Trato de asimilar las cosas sin éxito.
- No sé si pensáis que ahora voy a hacer algo impresionante. Echar chispas, convertirme en agua o algo así.
Porque la diré una cosa. No entiendo nada. Me miráis como si fuera un cerdo volador y estoy empezando ha hartarme. ¿ Qué está pasando?-
Sin quererlo todos mis pensamientos se convierten en palabras que se desplazan rápidamente por el aire.
Las hadas se miran entre ellas y después miran al anciano esperando ver su reacción.
- Eres una humana realmente divertida. Pareces inteligente. Me alegra conocerte. Pero siento decirte que yo no puedo explicarte nada. No me corresponde. Aún así creo que podemos ayudarte. Quédate con nosotros unos días.
Por cierto, déjale que respire- Señala mi bolsillo.
Me dirijo hacia la puerta dispuesta a salir por donde he llegado. Pero no puedo. Hay algo que me dice que debo quedarme.
Tal vez sea la mirada traviesa del enano y su risa escandalosa llena de paz. Tal vez los extraños mellizos tan grandiosos e inocentes.
- Está bien- contesto.
Entonces la tal Guzma salta sobre mí.
- Te lo prometo. Esto te va a encantar-
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