02. El ritual del sumo sacerdote
━━━ CAPÍTULO DOS ━━━
EL RITUAL DEL SUMO SACERDOTE
Negro.
Todo era negro.
Laurie sentía su cuerpo flotando en el vacío siendo movido por hilos invisibles atados a sus extremidades como si de una marioneta se tratara. Los párpados le pesaban y era incapaz de abrir los ojos para ver dónde se encontraba; un tic en la parte superior de su párpado derecho, justo en el borde inferior de su ceja, se hizo presente cada vez con más constancia y la chica comenzó a inquietarse. Intentó mover sus manos para palpar lo que había a su alrededor, pero no consiguió mover ni siquiera la punta de su dedo antes de rendirse. Podía sentir algo frío presionado contra la parte trasera de su cabeza y su espalda, pero no lograba adivinar lo que era. Volvió a intentar mover sus manos, pero las extremidades no le respondían. Al final, tras varios minutos luchando contra los hilos que la retenían, consiguió mover ligeramente el dedo índice de su mano izquierda hacia arriba y hacia abajo, como si tuviera delante un teclado de ordenador y estuviera tecleando en él con un único dedo.
La yema de su dedo entró en contacto con una superficie dura y rugosa y la mujer supo que era un material similar a la roca, supuso entonces que se encontraba recostada sobre el frío suelo de piedra de la estancia en la que se hallaba retenida. Poco a poco fue recobrando los sentidos y fue más consciente de lo que había a su alrededor.
Se encontraba en posición horizontal, tumbada, con la espalda apoyada contra un suelo de dura piedra que hacía que su columna vertebral ardiera de dolor y sus huesos se resintieran por la humedad de la superficie. Una de sus piernas se encontraba estirada mientras que la otra estaba doblaba hacia arriba, ligeramente inclinada hacia fuera, con la planta del pie desnudo —tan solo cubierto por las finas medias que usaba para ir a trabajar— apoyada contra la roca. Debido a que su visión todavía era algo borrosa no fue capaz de ver nada de lo que había a su alrededor, pero era capaz de adivinar algunas cosas. Por lo que parecía, seguía usando la misma ropa que había llevado aquel día al trabajo, pero la falda parecía haberse rajado por la parte baja, quizás por los movimientos bruscos de sus piernas al haber recobrado la consciencia. Sintió algunos molestos cabellos sobre su rostro y la mujer hizo un esfuerzo para llevar su mano hasta su cara y meterse los lisos mechones marrones detrás de las orejas. Fue en ese momento, al dejar caer el rostro hacia un lado, cuando se percató de que no se encontraba sola.
—¿Qué es lo que está pasando, sumo sacerdote? —Laurie oyó un susurro ahogado, tembloroso e inquieto no muy lejos de ella. Como si hubiera sido la señal que todos los presentes habían estado esperando con ansias, un coro de voces se hizo eco dentro de la sala provocando que los orbes de Laurie vagaran de un lado hacia otro constantemente. Su visión se iba aclarando paulatinamente, pero todavía se sentía mareada por los puntos negros que inundaban su vista.
A su alrededor, formando un círculo perfecto, había un numeroso grupo de personas que miraban en su dirección. Todas ellas vestían largas túnicas blancas con ornamentos de color dorado en la zona central del tronco, la cintura y en las mangas que cubrían sus cuerpos al completo. Laurie distinguió en el lugar donde se suponía que debía estar el corazón de aquellas personas un emblema grabado con hilo brillante: era una luna de color dorado en cuarto menguante y en su interior, como si la estuviera reteniendo para que no pudiera escapar, había una estrella de cinco puntas bordada de color plateado. Laurie abrió enormemente los ojos, consternada por lo que estaba viendo, ella ya había experimentado aquella escena antes, solo que no en carne propia.
Si no estaba equivocada, aquella parecía una escena sacada del primer nivel del juego Cómo salvar un reino y casarte con el príncipe heredero. Laurie giró un poco más su rostro para mirar hacia abajo, gracias a la luz de las antorchas que algunos de los extraños sujetaban en sus manos la sala se hallaba lo suficientemente iluminada como para que la mujer pudiera fijarse en los pequeños detalles. Sus ojos marrones exploraron el frío suelo bajo ella y la chica no pudo evitar que sus labios se abrieran con sorpresa cuando descubrió el dibujo de un círculo perfecto en cuyo interior se hallaba una estrella; en su centro se encontraba ella. Laurie sonrió, una mezcla de emociones bailando en su interior cuando se dio cuenta de que se encontraba siendo partícipe de la trama de su videojuego favorito. Pero ¿acaso eso era posible?
—¡El ritual ha sido todo un éxito!
Los hombros de Laurie se movieron hacia arriba y hacia abajo por el susto y apartó la vista del dibujo para fijarla en la persona que había gritado vigorosamente. Su voz había sonado grave, potente y algo áspera, como si tuviera ya una edad avanzada; aun así, todos a su alrededor habían guardado silencio instintivamente al escucharla. Laurie exploró con sus ojos al hombre. A diferencia de los demás, este parecía ser mayor, casi rozando los ochenta años: su pelo cano, su larga barba blanca que le llegaba a la altura de las clavículas y las numerosas arrugas que surcaban su rostro así lo indicaban. Sobre sus entrecerrados ojos grisáceos, seguramente debido a alguna enfermedad de la vista, había unas gafas redondas que reflejaban la luz de las antorchas y las volvían prácticamente opacas.
—¿Un éxito? —Una segunda voz se unió a la conversación—. ¿Cómo se le puede llamar a esto éxito cuando hay tres mujeres frente a nosotros?
Al escuchar aquello Laurie levantó las cejas con incredulidad, eso no pasaba en el juego original. Como todavía se encontraba tumbada, Laurie no podía ver desde su posición a las otras dos chicas a las que se había hecho referencia, pero sabía que aquella persona no tenía por qué mentir.
—¡Es una prueba! —Otra vez aquella enérgica voz se hizo oír por encima de las demás; a Laurie no le hizo falta pensarlo mucho para saber que se trataba del sumo sacerdote, la máxima figura religiosa del imperio inventado por el creador del juego y la mano derecha del rey—. ¡Adamus quiere ver si somos capaces de distinguir a la maga verdadera de las falsas! ¡Necesita comprobar si distinguimos la luz de la oscuridad, el bien del mal! ¡El Gran Mago es sabio y quiere saber si nosotros también lo somos!
La mente de Laurie intentaba procesar lo más rápido posible toda la información que estaba recibiendo. Para ser sincera, la mujer no sabía todavía si de verdad estaba dentro de un juego o todo era una broma pesada por parte de alguien con malas intenciones.
Sintió un hormigueo recorriendo sus articulaciones y por fin fue capaz de moverlas. Apoyó las palmas de las manos en el suelo y se impulsó hacia arriba con los brazos, quedando sentada en el frío suelo de piedra con las piernas estiradas. Se tomó unos segundos para aclarar su mente, pues el rápido movimiento había provocado que todo a su alrededor diera vueltas. Cuando finalmente levantó la vista, se dio cuenta de que todas las personas que conformaban el círculo estaban mirándola expectantes, como si esperaran que de un momento a otro algo grandioso fuera a ocurrir. Laurie abrió la boca con la intención de decir algo, pero dieron varios pasos hacia atrás automáticamente mientras murmuraban palabras que la chica no alcanzaba a oír.
—Una de ellas ha despertado.
Laurie agachó la cabeza avergonzada de que estuvieran hablando de ella. La mujer miró a su alrededor en busca de las otras dos chicas que se suponía que se encontraban en la sala y cuando las vio su corazón se aceleró notablemente. Allí, tumbadas en el suelo como minutos antes lo había estado ella, había dos muchachas con los ojos cerrados. Una de ellas, la que parecía más joven, llevaba un uniforme escolar y su rizado pelo rojizo destacaba contra su piel pálida y pecosa; la otra, de largo y brillante cabello azabache, llevaba un vestido ajustado y unos tacones altos que realzaban su figura curvilínea, como si hasta hacía poco hubiera sido la reina de alguna fiesta clandestina.
Laurie se llevó una mano a la nariz para colocarse correctamente las gafas que comenzaban a resbalar por ella, necesitaba unos segundos que no sabía si tenía para procesar la situación en la que se había visto envuelta.
—¿Qué está pasando?
Laurie levantó nuevamente la cabeza, en el tiempo en el que había estado perdida en sus pensamientos la mujer de pelo negro había despertado. La chica se incorporó con dificultad, tambaleándose de un lado a otro y haciendo dudar a Laurie si era por el malestar que ella misma había experimentado o por el alcohol que parecía que había estado ingiriendo a juzgar por el olor que desprendía su cabello cuando se movió más cerca de ella. Sus tacones de aguja altos sonaban molestamente al entrar en contacto con la dura piedra que conformaba el suelo. Al igual que había pasado antes, la gente a su alrededor dio pasos dubitativos hacia atrás, temerosos siquiera de entrar en contacto con ellas.
—¡No te muevas! —exclamó el sumo sacerdote, alzando ambos brazos para dar mayor énfasis a sus palabras; las anchas mangas de su túnica blanca resbalaron por sus brazos dejando al descubierto una piel curtida y arrugada que se pegaba a los huesos como si quisiera devorarlos. Un escalofrío recorrió sin previo aviso la espalda de Laurie en el momento en que sus ojos hicieron contacto con los ojos azules de la chica de pelo negro y piel bronceada. La mujer podía jurar que la morena no parecía asustada en absoluto, más bien era como si estuviera disfrutando de aquella situación a juzgar por la siniestra sonrisa que surcó sus carnosos labios pintados de rojo carmín. En ese momento, Laurie supo que esa chica sin nombre también había jugado al videojuego con anterioridad—. Primero, debemos decidir cuál de las tres es la verdadera maga.
Laurie poco a poco iba entendiendo la trama que estaba ocurriendo frente a ella. En la línea argumental del juego Cómo salvar un reino y casarte con el príncipe heredero, la gente de Orión necesitaba encontrar a un mago para hacer frente a la gran amenaza a la que se verían sometidos en poco tiempo —aunque Laurie no sabía a qué peligro se referían ni para qué necesitaban a un mago ya que parecía ser que eso no se revelaba hasta el último nivel—. Debido a que los magos del imperio se habían extinguido hacía unos años, el sumo sacerdote y el príncipe se habían visto obligados a realizar un ritual sagrado para obtener a un mago de forma artificial. Sin embargo, parecía que este juego traspasado a la vida real había incorporado un nuevo nivel: en vez de aparecer solo una chica habían aparecido tres, lo cual significaba que Laurie debía demostrar que ella era la verdadera maga para seguir subiendo de nivel y completar el juego. Si lo completaba, algo en lo más profundo de su corazón le decía que podría volver a casa con sus seres queridos.
Al pensar en su familia algo en el interior de Laurie se removió. Sus ojos comenzaron a aguarse y una lágrima resbaló por su mejilla sin que la mujer pudiera hacer nada por detenerla. ¿Cómo estaría su madre? ¿Su padre y sus hermanos habrían vuelto ya de la universidad? ¿La estarían buscando? Laurie no sabía qué era lo que estaba ocurriendo en el mundo real en ese mismo instante, pero al menos le gustaría saber que todo en su casa estaba bien para poder concentrarse por completo en terminar el juego que ahora ya no le parecía tan divertido.
Oyó un ruido gutural a su izquierda y descubrió que la adolescente pelirroja estaba intentando incorporarse con bastante esfuerzo para sentarse en el suelo. La camisa blanca de su uniforme escolar estaba ligeramente manchada de polvo por la parte delantera y su falda, de cuadros azules y negros, estaba arrugada. Las medias oscuras que cubrían sus largas piernas estaban agujereadas en una de las rodillas, como si la hubiera arrastrado contra el suelo. Al contrario de lo demás, su chaqueta azul de botones a juego con la falda parecía estar bien. Sus ojos redondeados se abrieron y parpadearon varias veces mirando a su alrededor.
—¿Dónde estamos? —preguntó con voz ronca, seguramente debido a la cantidad de tiempo que había estado inconsciente sin pronunciar palabra alguna. Laurie se llevó una mano a su propia garganta, ella también la tenía seca.
—Parece que estamos en el interior del juego Cómo salvar un reino y casarte con el príncipe heredero —respondió Laurie, sintiéndose ligeramente apenada por el hecho de que una chica tan joven hubiera sido arrastrada hasta allí.
—¿El juego para ordenador? Debes estar bromeando —habló la pelirroja mientras negaba varias veces con la cabeza; su entrecejo se arrugó profundamente, pero no dijo nada más.
—¡Callaos las dos! —La pelinegra siseó de repente. Su tono era venenoso, como el de una serpiente—. Él viene.
Laurie levantó la vista expectante; a pesar de que se suponía que debía estar asustada por la situación en la que se encontraba, no pudo evitar emocionarse al saber lo que estaba a punto de suceder. Según el juego, ahora era el momento en el que el príncipe del reino, Dante Rigel, debía aparecer y arrodillarse ante la maga para jurarle lealtad eterna y pedirle que salve el reino. Pero ¿qué pasaría ahora que había tres chicas candidatas allí? Laurie no estaba segura, pero fuera como fuese debía conseguir que el príncipe creyera que ella era la verdadera maga o no sabría qué sucedería con ella.
Cuando la puerta de la sala se abrió, una luz blanquecina impactó contra los ojos de Laurie molestamente y la mujer quedó cegada durante varios segundos. En el momento en que sus ojos por fin lograron acostumbrarse a la claridad que había invadido la estancia, vio caminando entre los sacerdotes la esbelta y tonificada figura de Dante Rigel. Desde su posición no podía verlo bien, pero podía distinguir su pelo brillante como el sol y ligeramente ondulado cayendo a ambos lados de su masculino rostro, al igual que el pendiente en forma de pluma blanca con una mota roja que colgaba de su oreja izquierda y que era el accesorio típico de su personaje. El chico de veintisiete años se detuvo frente a ellas, su alta estatura provocaba que Laurie tuviera que echar la cabeza hacia atrás para poder mirarle a la cara.
Dante llevaba una camisa blanca cuyos botones superiores estaban completamente desabrochados, dejando al descubierto sus marcadas clavículas y el inicio de sus trabajados pectorales. Las mangas de la camisa eran anchas, pero se ajustaban en la zona de las muñecas permitiéndole mayor movilidad. Los pantalones oscuros se adherían a su cintura y se ensanchaban a medida que la tela bajaba ajustándose en la zona de los tobillos, donde unas zapatillas que a Laurie le recordaron a unas manoletinas negras adornaban sus pies y protegían sus plantas de la frialdad y humedad de la roca subterránea. Una espada de mango dorado reluciente con piedras preciosas de color verde incrustadas en ella brillaba colgada del cinturón de cuero en su cadera, que se ladeaba ligeramente por el peso del arma afilada. Mirara por donde mirara, Laurie solo veía el prototipo de personaje masculino perfecto.
—¿Qué es lo que está pasando aquí? —preguntó con voz melodiosa, una voz que Laurie había amado en cuanto la escuchó por primera vez a través de los altavoces de su ordenador. El tono no era rudo ni excesivamente grave, pero escondía cierta malicia en su interior que atrapaba a quien lo escuchara.
—¡Larga vida a la estrella de Orión! —Un coro de voces lo saludaron respetuosamente, inclinando sus cuerpos hacia delante a modo de reverencia y con la mano apretada sobre el corazón.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Acaso el ritual ha fallado? —preguntó de nuevo. Dejó de mirar a las chicas para posar sus ojos verdes claros en el sumo sacerdote.
—En absoluto, príncipe, el ritual ha sido todo un éxito.
—Ah, entonces debo suponer que tres es el nuevo número mágico para uno. Fascinante interpretación del ritual, debo decir.
El sacerdote de mayor rango parecía acostumbrado a la locuacidad del príncipe a juzgar por la inmutable expresión de su rostro.
—Es una prueba del Gran Mago, estoy seguro de eso. —El sumo sacerdote dio un paso hacia delante para estar más cerca del príncipe. Después, continuó con su discurso—: El gran Adamus quiere saber si somos dignos de merecer su poder y por eso nos ha puesto esta piedra en el camino. Un buen gobernador debe saber distinguir la verdad de la mentira en todo momento.
—Así que esto debe ser un refinado capricho del Gran Mago... ¿o acaso de las estrellas mismas, que han decidido divertirse a nuestra costa? Qué dilema tan elevado. —No había sonrisa en su rostro, pero sus palabras estaban llenas de sorna.
—Las estrellas son sabias, príncipe. No siempre podemos predecir cómo se desplegarán en el firmamento, pero su luz, aunque tarde, siempre encuentra su camino. La magia, como ellas, sigue su propio curso. Ha respondido a nuestra llamada, aunque no de la manera que esperábamos, pero está aquí. —Cada palabra había sido escogida cuidadosamente antes de ser pronunciada por sus labios resecos, como si la conversación que estaba teniendo lugar entre aquellas dos figuras de poder pudiera alterar el destino.
—Ya veo. —El príncipe tenía una mano sobre su boca de modo pensativo, por lo que sus palabras sonaron distorsionadas—. Y bien, ¿cuál de las tres es la verdadera maga? —preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho; los músculos de su cuerpo se marcaron aún más por el gesto y Laurie tuvo que apartar la mirada avergonzada.
—¡Yo lo soy!
Laurie sintió un escalofrío recorrer su cuerpo seguido del sudor frío bañando su espalda cuando escuchó detrás de ella la voz de la chica de pelo negro. Laurie giró el rostro lentamente para mirarla y sus manos comenzaron a temblar cuando la vieron. Derrochaba confianza, sus patosos pasos iniciales ahora desbordaban gracia y saber estar, como si se hubiera convertido en otra persona en apenas unos cuantos minutos. Su agraciada figura brillaba bajo el resplandor anaranjado de las antorchas mientras realizaba una reverencia que parecía haber sido practicada innumerables veces a juzgar por sus fluidos movimientos.
—Nombre.
—Me llamo Úrsula González, alteza.
—¿Puede asegurar que usted es la verdadera maga, Úrsula? —A Laurie no le gustaba el tono que acababa de usar el príncipe al pronunciar su nombre, era como si toda la atención del hombre estuviera enfocada única y exclusivamente en la morena. A Laurie no le sorprendía, la belleza exótica de Úrsula no podía ser superada por ninguna de las mujeres de la sala.
—En realidad no puedo —respondió Úrsula con una voz afligida que parecía fingida. Miró hacia abajo, hacia sus propios senos que se dejaban entrever por el pronunciado escote del vestido, y añadió—: Nunca he pensado en cómo demostrar que soy la verdadera maga ya que siempre he sabido que lo era. —Hizo una ligera pausa y sonrió maliciosamente al darse cuenta de que los ojos de Dante se habían quedado fijos en su pecho—. Sin embargo, ¿sabría una falsa maga que el grimorio del Gran Mago, aquel que se creía perdido y que contiene el poder necesario para enfrentar la oscuridad, yace oculto bajo las ruinas de su propio hogar?
Una sonrisa se formó en los labios del príncipe mientras miraba a la chica que se había presentado como Úrsula.
—¡Espera un momento! —Laurie gritó de repente, arrastrando las rodillas por el suelo para acercarse al príncipe; la sangre comenzó a caer por su pierna, pero no le importaba—. ¡Yo también sé eso! ¡Esa información aparece en el nivel doce del juego!
—¿Juego? —Úrsula rebatió. La mujer de pelo largo inclinó ligeramente la cabeza, ocultando su rostro tras una cortina de abundante pelo azabache. Los ojos de Laurie se abrieron con horror cuando vislumbró la maliciosa sonrisa que surcaba sus labios y que iba dirigida únicamente a ella—. ¿De qué juego estás hablando, querida? Esto es el mundo real.
—No, eso...
Sin embargo, Laurie no pudo decir nada más.
La espada del príncipe se había clavado en su pecho y había atravesado su corazón.
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