Capítulo 7 - La alegría de vivir

Sentí que la persecución que sufría por parte de Félix duraba una eternidad. Pero no podía rendirme. Y más al escuchar la voz de Tania llamándome por mi nombre. 

¡Era cierto! Como no tenía cuerpo, quizás tendría una oportunidad de detener a Félix y liberarme de ese encierro mental. Así, volvería a recuperar mi cuerpo y prescindir de Dina por completo. 

Toda mi vida he huido, escudándome en los demás cual parásito y menospreciando las cosas buenas de la vida. 

Es cierto que no me llevo bien con mis compañeros, pero todavía tenía a mi familia. Y sé que mi tía habría querido verme feliz, que no sufriera por su ausencia. 

- ¡He sido una gran estúpida! - grité, deteniéndome y confrontando a Félix, quien ya dio un salto sobre mi para destrozarme con sus fauces. 

Ya no le tenía miedo. 

Decidida, levanté mi puño y le di un golpe certero en su mandíbula. Félix saltó unos metros y se dio cuenta de lo fuerte que me volví. Entonces, esa Tulpa se encogió hasta ser del tamaño de un gatito bebé. Me acerqué, lo tomé con mis manos y le susurré: 

- Perdón por alejarte de Tania, pero quiero decirte que ella te extrañó muchísimo. No te mataré, porque quiero que seas libre como el viento. 

Félix soltó un par de lágrimas y, poco a poco, se desvaneció. Pero sentí que no se murió sino que se fue a "otro lugar". 

Es ahí cuando sentí que la voz de Tania se hacía cada vez más fuerte. Guiada por el sonido, caminé por la oscuridad y, durante el trayecto, me vinieron extrañas imágenes en la mente. Algunas eran confusas, mezcla de recuerdos pasados con presentes. Pero, en otras, pude ver claramente cómo Tania y Dina se peleaban a muerte todos los días, después de clase. 

- Ya veo. Tania intentaba que reaccionara con el dolor - reflexioné - Recuerdo que en clases de psicología dimos algo al respecto, el que ciertos golpes pueden hacer que alguien "pierda la memoria". Debo apurarme antes de que Dina lastime a Tania. 

Poco a poco, sentí que mis pasos se volvían lentos. Luego, sentí como si me metiesen en un chaleco de fuerzas y me daban golpes por todos lados. Hasta que mi alrededor se tiñó de rojo. Y, delante de mi, se manifestó Dina, llorando desconsoladamente. 

- ¡Tania es una completa salvaje! - me dijo, sin parar de llorar - ¡Intentó matarme! ¡Sintió envidia porque le robé su popularidad en el colegio! 

- ¿Entonces te diste cuenta de que mi mundo no es todo alegría y diversión? - la interrogué con serenidad - ¿Sufriste lo mismo que yo sufrí en el pasado? ¿Verdad? 

Dina no contestó. Solo siguió llorando, queriendo romper mi moral para terminar mi amistad con Tania. 

- Estoy sintiendo todos los golpes que Tania le dio a mi cuerpo - le dije a Dina, acercándome a ella lentamente - Hasta siento la sangre brotar de mi cabeza. ¡Qué batalla más dura! Pero espero que, al despertar, podamos abrazarnos y restaurar nuestra amistad. 

- ¡Eso no ocurrirá! - dijo Tania, con malicia - ¡Si despiertas, te matará! ¡Y tú no sabes defenderte muy bien que digamos! 

- Si es así, aceptaré mi destino - le respondí, sin dejar de acercarme. 

Nos miramos frente a frente. Dina se dio cuenta de que ya recuperé mi confianza. La vi temblar y supe que una Tulpa es débil ante los espíritus fuertes y decididos, sin temores a las adversidades. 

- No pienso huir nunca más - continué y, de inmediato, le arrebaté el sombrero, rompiéndola por la mitad. 

Dina no se desvaneció como Félix, sino que explotó en mil pedazos como una estrella fugaz impactando en la Tierra. 

La verdad, esta última acción fue bastante improvisada, dado que no tenía ni idea de cómo destruir a una Tulpa. En las indicaciones no figuraba nada al respecto. Quizás solo fue mi propia intuición. 

El rojo de a mi alrededor desapareció y, a la altura de mi cabeza, se vislumbró una luz. Extendí mi mano para alcanzarla, no sin antes dar un quejido por sentir todos los dolores de mi cuerpo. 

- Tania, te has pasado un poco, ¿eh? Pero valdrá la pena. 

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