Capítulo 1 - La Tulpa
Odiaba la escuela
Siempre veía a mis compañeros de clase como unas sombras siniestras de miradas maquiavélicas, capaces de dañar a otros por diversión.
Era toda una antisocial. Siempre me sentaba al rincón a escuchar música o leer un libro. Con tal de que no se acercaran a mí.
Tampoco me interesaban las notas. Solo estudiaba lo suficiente para pasar los exámenes con un "Aceptable".
Por eso no tenía amigos en la escuela. La única amiga que tuve falleció y era un familiar. Más específicamente, la hermana menor de mi mamá, quien siempre me alegraba con relatos extraños de sus fantásticos viajes por el mundo como mochilera.
En uno de sus viajes, su colectivo chocó contra un camión de carga y murió al instante. Lo único que quedó de ella fue su sombrero de paja como recuerdo.
Un año después de su fallecimiento, ingresé al segundo año de bachiller. En esos momentos creía que mi vida sería igual de monótoma y aburrida de siempre.
Y fue así que nos enteramos que una estudiante de intercambio pasaría el año con nosotros como compañera de clases.
Su nombre era Tania. Poseía una personalidad extrovertida y una hermosa piel bronceada. Sus ojos reflejaban un brillo especial, como si hubiese visto lo más extraordinario de este mundo a tan corta edad. Y aunque no se arreglara como las demás chicas de la clase, los chicos enseguida se interesaron en ella.
Por alguna razón, Tania se interesaba en hablar conmigo. Cada vez que la ignoraba, mis compañeros le decían que no se esforzara, que solo estaría perdiendo el tiempo. Pero esa chica no les hizo caso y siguió sentándose conmigo en el recreo para tomar juntas la merienda.
Solo bastó siete días para que, al final, accediera a hablar con ella. Tiempo después, nos hicimos muy buenas amigas y hacíamos las tareas juntas.
Aún a pesar de juntarse conmigo, Tania seguía relacionándose con los demás compañeros. No le gustaba "monopolizar", me dijo. Y aunque le dije que no me importaba, en el fondo la envidiaba. Pensaba que ser extrovertida y sociable era lo mejor para lidiar con la tormentosa adolescencia. Y así, quizás, no vería a mis compañeros de clase como sombras tenebrosas.
Un día, mientras hacíamos las tareas de la siguiente clase, le dije que la admiraba por su facilidad de relacionarse con los demás aún siendo una estudiante extranjera. Tania se rió y, en voz baja, me dijo:
- Todo esto es pura fachada. En realidad soy igual que tú: introvertida, sin amigos y antisocial.
- ¿Qué? - Le dije, soltando la tarea de mis manos y llamando la atención de un pequeño grupo de chicas.
Al ver eso, las miré con cara de pocos amigos para que me ignoraran y proseguí mi charla con Tania:
- ¿Pero cómo es eso? ¿Cómo consigues romper con tu timidez tan fácilmente?
- Es gracias a mi Tulpa.
- ¿Tu Tulpa? ¿Y qué es una Tulpa?
Tania hizo gestos de silencio, mientras sus mejillas se enrojecían de la vergüenza. Era la primera vez que la veía así y, por alguna razón, sentí que me agradaba más. Esa era la verdadera Tania, estaba segura de eso.
Tania, al percartarse de eso, tomó su merienda con rapidez y estuvo a punto de continuar cuando sonó el timbre.
- Nos comunicaremos por Whatsapp después de clases. ¿De acuerdo? - me dijo, mientras regresaba a su asiento.
- De acuerdo - le dije.
Casi no presté atención a la maestra. La palabra "Tulpa" ocupaba mi mente en esos momentos, pero fingía que leía las lecciones para no ser regañada en clase.
¡Cómo deseaba sacar mi celular para averiguar lo que era una Tulpa! Pero como no podía hacer eso, no me quedó de otra más que esperar la hora de la salida para ir a casa y esperar la llamada de Tania.
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