Capítulo II ✦
—Ahora, ¿ha donde vamos?—Pregunté, mientras me sentaba encima del cerdo gigante.
—Al siguiente pueblo, tenemos que recolectar información.— Me respondió Meliodas. Después se dio la vuelta lo detuve agarrándolo del brazo.
—Quédate un rato más...— Hable sin mirarlo a la cara.— se siente bien estar de vuelta como los viejos tiempos... ¿Verdad?.
(......)
—¡Más quiero más! ¡Meliodas deja de hacer eso, yo solo quiero más! ¡Vamos tu también quieres!
Seguía insistiendo, mientras miraba el suelo, parece que no me iba a escuchar, entonces solo baje mis brazos resignada.
—Está bien me rindo.— Dije mientras dejaba de forcejear en los hombros de Meliodas.
Creo que me pasé de tragos.
— Meliodas.— Susurré, estaba muy callado.— ¡Idiota!— Lo insulte al sentir su mano en mi trasero mientras trataba de golpearlo.—Deja eso.
Movi mis pies hasta que se detuvo.
—Esto me trae recuerdos.
(......)
—Este, está ropa...—Dijo Elizabeth Nerviosa
— ¡Es nuestro uniforme!— Confirmó Meliodas mientras levantaba el pulgar.
—¡Es del tipo como para él!
— Tengo que reunir información de los clientes sobre los Ocho Pecados Capitales— Elizabeth hablaba mientras Meliodas miraba alrededor de ella "verificando".— Mientras trabajó como camarera, ¿No es así?
—Sobre los caballeros Sagrados también.— dijo y se acercó a Elizabeth por detrás y le levanto la Mini-falda.— No te preocupes, sólo estoy comprobando las medidas.
—¡Idiota! ¡Harás que nuestra chica se vaya!— hablo el cerdo mientras apartaba a Meliodas.
—Y tu ______, no te pondrás el uniforme.— Dijo mientras se acercaba a mí con cara pervertida.
— Ni se te ocurra acercarte.
—Bueno no te queda tan mal la ropa que llevas puesta ahora— Dijo mientras ponía sus manos en mi cintura.— Te queda magnífica la ropa que tienes puesta.
— Disculpe, Meliodas-sama, quiero preguntarte algo.— Meliodas dejó de seguirme y voltio a ver a Elizabeth.— Tú y los Ocho Pecados Capitales, ¿Realmente son criminales como dice la gente? ¿Si es así, que crímenes han cometido?
—¿Qué crímenes? la verdad es que, ¡Hace diez días, robe muchas bragas a mujeres en todo Liones!
—Es mentira verdad...
—Sí. La verdad es que, he tocado los pechos a más de un millar de chicas.
— ¡No juegues conmigo!— Gritó Elizabeth.— ¿Has cometido delitos que no puedes contar?
—Bueno si.
En ese momento el cerdo se detuvo bruscamente haciendo que se agitara el bar, yo como estaba distraída me fui de lado haciendo que casi callera, pero Meliodas me detuvo y puso su cara entre mis pechos, al fijarme vi a Elizabeth tirada en el suelo.
—Cuidado.— Dijo entré mis pechos.— Ya llegamos, nuestro siguiente punto de información La Villa de Bernia.
(......)
—¡¿Esto parece un festival?!— Gritó un hombre.— ¡Estamos tratando de sacar una espada que una espada que un Caballero Sagrado enterró!
—Esos Caballeros Sagrados siempre causando problemas, de "sagrados" no tienen nada—Dije Furiosa
—Hace unos días, despertamos la furia de un Caballero Sagrado— Nos contaba un anciano.— y la espada con su magia cerró el paso del agua de la villa.
— Así que no solo nos vamos a quedar sin agua... ¡Si no también las Grout morirán! Si eso sucede, Bernia se...— hablaron los aldeanos sumamente tristes
—Sólo el poder de un Caballero Sagrado podrá sacar esa espada. Es difícil decirles eso a los pobladores, pero este Pueblo ya está acabado...
—Todos ustedes están llorando tan patéticamente.— Dijo un niño mientras caminaba en dirección a la espada.
—¡Mead!— Gritaron los aldeanos
—¿Qué tiene de fuerte esa espada del Caballero Sagrado? ¡Esto no es nada para mi amigo de los Ocho Pecados Capitales!— Dijo el niño orgullosamente
—¡Mead! ¡¿Por que hablas de eso así?!— Grito una mujer mayor indignada—- ¡No menciones el nombre de esos delincuentes, así!— Joder, nos ven como los tipos malos.
—¡No irrites aún más al Caballero Sagrado!— Gritaron los aldeanos furiosos.— ¿Qué tienes contra nosotros?
—¿Qué? Eso no era lo que quería...
—¡Deja ya tus mentiras y juegos! ¡Mead, idiota!— Gritaron para luego lanzarle piedras al pobre niño, pero la piedra falló y le dio justo en la cara de Meliodas
—¡Los odio!
—¡También te odiamos!
Yo sólo me podía reír viendo como Meliodas salía corriendo mientras empujaba al niño, y los aldeanos seguían tirando piedra
(.......)
—Oye, mocoso... Eso que dijiste antes—El niño interrumpió a Meliodas
— También eres un mocoso.— se quejó.
—No lo soy.
—¿Este es un bar?— preguntó el niño
—Es mi taberna, llamada Sombrero de jabalí.— Respondió Meliodas
—Tengo hambre.— Habló de nuevo el niño, obviando el tema principal.
—Si contestas mis preguntas, te daré comida.—Dijo Meliodas mientras cruzaba los brazos.
—Primero la comida.
(......)
—¡Qué genial! ¡A comer!— Se metió un trozo de pollo a la boca y enseguida escupió todo lo consumido.— ¡Qué horrible!
—No te dije que la comida sea buena.— Dijo Meliodas desde el bar
—Que malo eres capitán.— Dije yo y me senté al lado del niño viéndolo fijamente.— y bueno es verdad ¿Que tú amigo es de los Ocho Pecados Capitales?
—La comida es tan mal que me olvide. Ese olor es... Bernia Ale, ¿No es así?
Pregunto mientras se acercaba a la barra al frente de Meliodas.
—¿Puedes beber siendo un niño?
— Ya te dije, no soy un niño.
—Eso está bueno, ¿no?— Dijo el niño señalando el tarro.
Le arrebate el tarro a Meliodas.
— Vamos a confirmarlo.—Tomé un sorbo.
—¡Es la mejor Cerveza, dulce y robusta!— Expreso con alegría, hasta ver nuestras caras dudosas y se avergonzó.— Era lo que decían los adultos.
—Y tienen razón.— Meliodas me quitó el tarro.— ¡Oye!
La puerta se abrió, entrando Hawk y Elizabeth, y no podía creer lo que mis ojos veían, el cerdo cerró la puerta.
— ¡Hawk puedes cerrar la puerta con tus patitas, no me lo creó!
(......)
—Puedes hablar conmigo.— Sonreí amablemente mientras le ponía una mano en su hombro.
—Mi padre y mi madre eran viajeros.
Comenzó a contar su historia el pequeño que estaba delante de mi.
— Pero ambos murieron por una epidemia cuando pasaron por la Villa de Bernia. La gente de la villa me crio cuándo estaba solo. Yo estaba muy feliz. Pero en el fondo, no era familia de nadie.—Me agache a su altura y le limpié algunas lágrimas.— Envidiaba a las personas con una verdadera familia... Así que mentía y hacía líos...
—Entonces por eso echaste ese insecto en la bebida del Caballero Sagrado.— Dijo Elizabeth
—¡No! ¡Esto fue porque se estaba burlando de todo el mundo!— Dijo el pequeño enfurecido.— ¡Los adultos y los niños se esfuerzan día a día para hacer una buena bebida! ¡Y el los piso! ¡Estos Caballeros Sagrados, son malvados!
—¿Y como uno de los Ocho Pecados Capitales es su amigo?
— Es una mentira...
— Entiendo, hasta tuve esperanzas.
—Pero ¿por qué decir esta mentira?— Dijo Elizabeth.
—Los Ocho Pecados Capitales son buscados por los Caballeros Sagrados, ¿Verdad?— Dijo el pequeño Mead—¡Si están siendo perseguido por los Caballeros Sagrados que son malvados, entonces deben ser buenas personas!
—Yo también creo lo mismo—Dije, y mire a Meliodas.
(......)
—¡Escorias! ¡Escuchen bien!— Dijeron unos caballeros.— ¡Si no retiran la espada hasta la puesta del sol, aumentaremos los impuestos diez veces!— y los aldeanos comenzaron a protestar.— ¡Esto es un castigo! No sólo insultó a un Caballero Sagrado, hablaron con uno de los terribles Ocho Pecados Capitales.
—Mierda, si Mead no hiciera nada estúpido...
De pronto Mead comenzó a jalar con toda su fuerza la espada y los aldeanos protestaron.
—¡Suficiente! ¿Quién ha herido nuestro orgullo? ¿Fue Mead? No. ¡Él siempre representó nuestros verdaderos sentimientos!
Todos se acercaron y comenzaron a jalar sin cesar, con todas sus fuerzas, y su entusiasmo al límite.
—Las personas que no saben apreciar una buena bebida no tienen derecho a beber.
Dije mientras le quitaba los tarros a los guardias, caminé hasta donde los ciudadanos y les entregué los tarros vacíos bebidos por mi.
—lo sentimos, pero no tengo dinero para pagar. ¿Sirve esto?— Dijo Meliodas y a continuación comenzó a sacar la espada.
Sonreí bobamente al verlo así, agite mi cabeza y seguí con lo mío.
— ¡Hey! ¿De verdad eres...
—¡No necesita dudarlo, soy dueño de un bar ejemplar!— Dijo Meliodas
—¡No es eso!
—Aún tienes algo que hacer, ¿verdad?— Dije mientras me ponía a su altura y le revolvía el cabello
—Mead lo sentimos ¿Nos puedes perdonar?
—Perdonar o no... No tengo a nadie.— Dijo Mead triste.
—Ve.
—¡¿Qué?! ¿Ir? No entiendo.
—Mead.
—¡Mead!
—Mead.
—¡Mead!
Y a lo último se abalanzó hacía el pueblo para abrazarlo.
—No importa lo mucho que mientas, tu corazón no puede engañar.— Dijo Meliodas.
—Concuerdo.— Dije mientras apoyaba mis brazos en sus hombros, y me acerqué a su oído.
(......)
— El gerente del sombrero de jabali, Meliodas ¡un brindis!— Gritaban a lo lejos.
— Meliodas deja la tonteria y deja a la princesa en paz.— ya estaba harta de que se emocionara por lo de su "Primera vez" siendo camarera.
—Hoy tenemos que pensar en conseguir información.— Dijo Meliodas.— sólo concéntrate en ser camarera. Pase lo que pase, se positiva.
—¡S-si! ¡Voy a ser positiva!— Contestó determinada la princesa.
Se veía determinada, parece que va a dar todo de si...
(......)
— No Elizabeth, cuidado.— demasiado tarde se volvió a caer.— ven te ayudó.
(......)
—¿Tomo su orden?—Pregunte mientras sonreía.
—Aquí por favor.
— Voy.
— Una ronda de su mejor bebida.
—Enseguida.— Dije y me dirigí a la barra.— Capitán dame una ronda de tu mejor cerveza.— Al entregármelo fui en dirección a la mesa.— Aquí tienen, espero y lo disfruten.
—Por aquí.
—Me puede dar una ronda de Bernia Ale, y su nombre bella dama.
(......)
Gira mi cabeza rápidamente hacia la ventana algo impactara en el pueblo, se acerca rápidamente.
—En un momento vuelvo.— Dije y salí del bar.— ¿Será por aquí?
Justamente cuando salió Meliodas impactó la daga y alcance a sujetarla, el impacto fue tan rápido que me empujó haciendo que destruyera varios hogares, al lograr detenerla por completo decidí regresar a su dueño así que la volví a lanzar en dirección de donde la recibí.
—¡uff! Eso estubo algo intenso, tanto tiempo sin sentir esto— Mire mis manos llenas de sangre.— me emociona.
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