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Red regresó a su Pokémon sin decir ni una palabra. Miró por lo bajo a Gold, y volteó para volver a su casa en la montaña.
Yellow estaba bastante deprimida por el resultado y la falta de afecto de Red. Si no lo estuviera viendo, no podría adivinar de quién se trataba.
Green se acercó a Gold y pasó su brazo por sus hombros, para mostrarle apoyo y tal vez para darle celos a Red, no en el sentido amoroso, sino en el ámbito de la amistad.
Red entró a la casa y dejó la puerta abierta. De un momento a otro, una tormenta de nieve se formó. Yellow fue con los chicos para ver qué harían.
–Fue una buena batalla Gold.– Mencionó Yellow felicitándolo, aunque el joven miraba el piso.– Tú y tus Pokémon dieron lo mejor.
–Parece que la tormenta se pondrá peor.– Comentó Green notando la intensidad con la que aumentaba el viento y la nevada.
–¿Qué haremos?– Preguntó Yellow mirando a su alrededor preocupada.– Necesitamos a Red para detener al equipo NeoLyce.
Parecía que las ganas de abrazar a Red se le habían desvanecido a Yellow. Estaba desilusionada. Su corazón y su mente estaban en una terrible lucha, en la que el corazón quería correr a los brazos del chico, pero el cerebro le recordaba que lo más probable era que Red ni siquiera la miraría. Es por eso que dejaría la decisión a manos de sus amigos.
El menor del grupo tomó una pokeball y se la extendió a Yellow sin mirarla a los ojos. Esta comprendió que debía curarlo. Tomó la pokeball y en un momento ya estaba revitalizado. Apenas recuperó su Pokémon, Gold lo sacó, era Togetaro.
–Tengo que ir a curar a los demás.– Mencionó Gold montando en la espalda de su Togekiss, que miraba preocupado a su entrenador.
–Nosotros entraremos y hablaremos con Red.– Indicó Green tomando la decisión, y miró a Yellow en busca de aprobación.
–S-Si.– Asintió Yellow desprevenida. Independiente de lo que decidiera Green, Yellow lo seguiría, pues sería lo mejor para ella.
–Gold.– Murmuró Green al ver como este sonreía y presionaba los puños al mismo tiempo.– No hagas ninguna locura.
–No te preocupes.– Respondió Gold con una vacía sonrisa, fingida para despreocupar al castaño.
–Togetaro, llévalo con Crystal.– Añadió Yellow comprendiendo la inquietud de Green por el bienestar de Gold.
Togekiss asintió y cumplió la orden. Gold soltó un suspiro. Su lema, "la vida es un juego de engañar y ser engañado" seguía vivo, pues la advertencia de Green le entró por una oreja y le salió por la otra. Él ya tenía una locura planeada, y no la frenaría. Además, sería algo que solo lo involucraba a él.
Green le extendió la mano a Yellow, y esta dudosa y algo sonrojada aceptó. Ahora su corazón la estaba confundiendo. Durante los dolorosos años, Green había sido uno de sus pilares de apoyo, y lo seguía siendo. Él, al contrario de Red, la visitaba y se preocupaba.
Pero no. Green era para Blue, no podía ni pensar en quitárselo a su mejor amiga. Yellow amaba a Red, y eso no cambiaría. Incluso si su corazón la ponía en duda, ese sentimiento que percató al ver tras mucho tiempo a su amado debería dejar las cosas claras.
La puerta estaba abierta, quizá por descuido de Red, o tal vez no. Afuera había una tormenta de nieve, así que los dos jóvenes entraron a la casa. No iban a invadir el lugar ni atacar verbalmente a Red de imprevisto. Primero pensaban en resguardarse de la nieve, luego argumentar.
La casa era acogedora. Habían objetos que revelaban las pequeñas huidas de Red a la ciudad, pues era difícil de creer que llevaba siempre una mesa, dos sillas y un sillón en la mochila. Tenía lo principal y más para vivir en la montaña y en soledad. Bueno, junto a sus Pokémon, pero estaban la mayor parte del tiempo en sus Pokeballs.
Red comía una galleta cuando vio a Green y Yellow en su casa. Notó a través de la ventana el clima, así que se relajó un poco. No tendría que hablar, o eso creía, porque al darse la vuelta para ir a su habitación, tuvo que volver a dar media vuelta.
–¿Hasta cuando vas a estar así?– Preguntó Green armándose de valor. Posiblemente, la conversación sería más feroz que la batalla anterior.
Red abrió bien los ojos. Primero se daban el lujo de invadir su montaña, atacar a sus Pokémon, entrar a su casa y por último, atacarlo con palabras. En su tiempo fueron sus mejores amigos, pero deberían tener respeto por él. Digamos, se trata del quinto campeón de Kanto, que logró ese título con tan solo once años.
Las imágenes de la batalla pasaron por su cabeza, sobre todo la derrota de dos de sus Pokémon. Eso le ablandó un poco el alma egocéntrica que tenía, pues notó que lo que hacían era por él.
Pero luego se arrepintió de haber pensado así, pues recordó los bombardeos que vio hace un par de noches. Seguramente venían para pedirle ayuda.
Su mirada se volvió fría y con repugnancia. Si, eso sentía por sus ex-amigos. ¿Los necesitaba? Claro que no, tenía a sus fieles Pokémon que jamás lo usarían de tal forma. Él y sus amigos formaban un equipo de frivolidad perfecta. No necesitaba a nadie, y no quería a nadie más.
–¡Red por favor! Tienes 20 años, no puedes actuar como un niño de 10.– La paciencia de Green se estaba acabando. No había hecho tanto esfuerzo para que Red se quedara parado como estúpido sin decir palabra alguna.
Red encontró que Green tenía algo de razón. Si, tenía 20 años. Pero su forma de actuar no era por capricho, tenía sus razones, y estaban a punto de ser expuestas, tan solo necesitaba ver y analizar las palabras que emplearía el chico de ojos verdes para ver si era digno de conocerlas o no.
Por otra parte, Red esperaba que Yellow hiciera algo, también quería analizarla, después de cuatro años, seguramente había cambiado algo. Pero la chica estaba ahí, parada junto a Green, sin decir nada, solo mirando a la nada, y de vez en cuando a él, pero solo por unos mínimos instantes.
–Eres patético.– Murmuró Green al no obtener respuesta. Acudió a su juventud cuando él se creía superior a Red y lo menospreciaba.
Así Red debería reaccionar, pasaron tres segundos y la ley de Newton de acción y reacción se cumplió. Red abrió la boca para hablar.
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