POR QUÉ CAMBIÉ DE OPINIÓN

   No fue por un cambio de ideología que migré de opositor a seguidor del licenciado López Obrador.

Simplemente caí en cuenta de que había cometido el error de juzgarlo sin haberlo escuchado o leído.

Lo que está haciendo responde a un plan de desarrollo que ha estado proponiendo desde hace muchos años y que toma en cuenta las características de nuestro país, nuestra cultura y nuestro momento histórico.

Aborda con claridad el rescate de los marginados que conforman más de la mitad de la población.

Sus opositores aseguran que únicamente está beneficiando a flojos y que miente cuando asegura ser el primero en combatir la pobreza.

También que lo único que ha producido es polarización social.

No es así.

Pero es entendible que mucha gente piense así porque nunca se había entendido la pobreza como un problema que solo se puede resolver actuando sobre el sistema social de manera integral.

De que la mayoría de los seguidores del licenciado López Obrador son resentidos sociales, pues sí, es cierto.

La razón es simple.

La pobreza es una circunstancia a la que es posible adaptarse si se percibe que los hijos podrán superar el nivel económico en que nacieron.

En México el drama de los pobres es que la movilidad social ha estado congelada desde hace treinta años.

Por eso se generó tanta tensión social y por eso ahora los pobres reciben con tanto gusto las acciones del gobierno al darles acceso a trabajo, a carreteras, a escuelas dignas, a educación, a servicios médicos, a servicios bancarios, a internet, y a la creación de un patrimonio.

Otro señalamiento que le han hecho al licenciado López Obrador en relación con la pobreza, es que la ha utilizado para detonar la polarización social.

Lo que hay que tener presente es que México es una nación polarizada desde de que Hernán Cortés consiguió el apoyo de los totonacas y los tlaxcaltecas a cambio de liberarlos del yugo azteca.

Una vez vencidos los aztecas inició la colonia y se formalizó la polarizada clasificación de mexicanos que persiste hasta la fecha.

Los indios (ahora nacos) son los que además de tener rasgos no europeos, dependen económicamente de un empleador o comprador de sus productos agrícolas o artesanales.

La gente bien, son los que tienen rasgos europeos, pueden pagar servidumbre y en ocasiones tienen alguna autoridad política o religiosa.

Hay entre la gente bien quienes inexplicablemente creen tener derechos de raza o divinos que los hacen superiores.

Desde la colonia han existido dentro de los que se consideran "gente bien" muchos prietos que por alianzas, herencia o esfuerzo personal, cuentan con los recursos económicos para ser y sentirse incluidos, pero a sus espaldas se comenta que "son bien nacos".

Desde el siglo XVI una aspiración generalizada ha sido pertenecer o no dejar de pertenecer a la "gente bien", los requisitos han variado, pero el componente de apariencia física se ha mantenido incólume.

Hoy la gente bien debe ser católica, odiar a Juárez, defender a Cristo Rey, rechazar el comunismo, despreciar el populismo, desconfiar de los izquierdistas y marcar una línea muy clara entre los nacos y lo que gracias a Dios se es (¿?).

La gente bien y los nacos coincidimos en nuestras críticas a los políticos y también en la seguridad de que los medios masivos de comunicación tuercen la información a conveniencia de sus intereses.

Sin embargo, la gente bien se siente obligada a creer todo lo que se diga en contra de los comunistas, los no católicos, los de izquierda, los populistas o los nacos.

Por eso es que personajes como López Dóriga, Víctor Trujillo, Loret de Mola, Dennis Dresser o Alazraqui, logran la simpatía de la gente bien.

No es que crean en ellos, es porque escuchan de ellos lo que desean escuchar para no entrar en conflicto con las creencias grabadas en su mente por generaciones.

Estas reflexiones influyeron en mi cambio de opinión, pero no me resultaron suficientes para decidir si sumarme o no a un proyecto que va influir en el futuro de mis hijos y los hijos de mis hijos.

Me dispuse por tanto a confrontar lo que escuchaba en las conferencias mañaneras del presidente (que había comenzado a seguir gracias a mi esposa) con lo reportado en los noticieros de radio y televisión.

Con frecuencia tuve que estudiar historia y leer sobre peliagudos temas.

Noté de inmediato la maliciosa distorsión que hacían los periodistas y comentaristas de lo dicho por el Licenciado López Obrador.

Pero no solo eso me impactó.

Me resultó decepcionante que personas que se habían mostrado generalmente cuidadosas y centradas, opinaran con superficial arrogancia sobre macroeconomía, relaciones internacionales, derecho constitucional, división de poderes, contaminación, feminismo y muchos otros asuntos.

Además de ignorancia, encontré que hacían gala de ostracismo y mala fe.

Migré de López Dóriga y Maricarmen Cortés a Denise Maerker y Ciro Gómez Leyva.

Mi desconcierto fue tal que llegué a Fernanda Familiar y busqué sin éxito a Adriana Pérez Cañedo.

Me encontré con un video de Pérez Cañedo hace unos días y me decepcionó su poca objetividad.

El caso es que todos torcían con desfachatez los comentarios y los hechos del Presidente de la República.

También mentían y cínicamente sembraban dudas.

Decidí aficionarme a CNN y resultó igual.

Me pasé a Al Jazeera.

Desde hace un año cancelé mis servicios de televisión por cable y dejé de escuchar radio.

Me refugié en la Internet.

Ahí me encontré con que también hacen presencia los personajes de los que había tratado de liberarme, pero cuando menos ya no tengo que pagar por escucharlos y tengo acceso a la frescura de periodistas libres que responden solo al interés de informar.

Además, en internet escucho voces de todo el mundo y cuando lo deseó puedo acceder a cualquier medio informativo de cualquier lugar.

Ya convencido de que los medios tradicionales de información no son fuente confiable para hacer una evaluación de la 4T, me empeñé en averiguar personalmente sobre lo que está haciendo vibrar el nacionalismo y el orgullo de pertenencia en todos los rincones de México.

Para eso accedí a los portales electrónicos del Gobierno de la República, escuché a voces independientes de la Internet, platiqué con familiares y amigos y me esforcé por contextualizar cada caso con la mayor información posible sin dejar de ser conciso.

Incluyo en seguida el resultado de ese ejercicio.

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