EL RESCATE DE LA COMISIÓN FEDERAL DE ELECTRICIDAD

   Los opositores a este proyecto dicen que es retrógrado porque desplaza la producción de energías limpias para regresar al uso de combustibles fósiles.

Esta crítica pierde sustento al poner sobre la mesa que lo que se está haciendo es modernizar plantas hidroeléctricas y geotérmicas que no consumen combustibles de ningún tipo.

Hay países en donde su geografía no les facilita construir represas o en donde su subsuelo no les regala energía térmica.

También existen países en dónde no hay suficientes días soleados o no cuentan con zonas en donde los vientos sean constantes y fuertes.

México lo tiene todo y puede darse el lujo de escoger la ruta de desarrollo energético que mejor le convenga.

Inicialmente se construyeron plantas hidroeléctricas y geotérmicas.

También se montaron termoeléctricas, pero la electricidad que generan no es totalmente limpia porque usan gasolina, gas o carbón, para producir el vapor de agua que mueve sus turbinas.

La capacidad de estas hidroeléctricas, geotérmicas y termoeléctricas podría satisfacer toda la demanda actual si las turbinas que se instalaron hace más de cincuenta años se hubieran substituido oportunamente.

Las hidroeléctricas y geotérmicas no contaminan, pero su impacto en los ecosistemas es muy negativo, sobre todo en el caso de las hidroeléctricas que causan la destrucción de grandes extensiones de bosques con sus represas.

Por eso no es correcto construir más hidroeléctricas.

Cuando hace más de veinte años se identificó la necesidad de incrementar la producción de energía eléctrica, la solución más adecuada era modernizar las hidroeléctricas.

También podrían haberse construido más geotérmicas.

La decisión fue instalar plantas eólicas y solares de capital privado.

Eso tal vez tuvo en su momento alguna justificación, pero su implementación fue desastrosa.

Empecemos por revisar las inconveniencias de las plantas solares y eólicas.

Las eólicas solo funcionan cuando hay viento y las solares solo cuando hay sol.

Es bien sabido que el clima no tiene palabra de honor y que hasta en México, en ocasiones, las nubes tapan el sol y los vientos dejan de soplar.

Esto hace indispensable contar con plantas de emergencia (termoeléctricas o motores de combustión interna) que consumen gasolina, gas o carbón.

En la mayoría de los países usan las energías eólicas y solares para procesos que no se vean gravemente afectados por discontinuidades de corta duración (bombeo de agua, ranchos de ordeña, algunos tipos de fábricas, escuelas, etc.)

En México se decidió poner la energía eólica y solar a disposición de todo tipo de usuarios.

Hasta aquí las decisiones tomadas se pueden calificar de torpes.

Pero lo que ahora explicaré es estúpidamente surrealista.

México está obligado por el tratado comercial de América del Norte a disminuir el uso de energías "sucias".

En un acto de prestidigitación, los responsables de la planeación nacional establecieron que las hidroeléctricas producen energía "sucia" y decidieron sustituirlas con plantas eólicas y solares.

Para eso comenzaron a apagar las hidroeléctricas y a entregar a las empresas privadas un mercado que ya estaba siendo atendido por la CFE.

El caso es que cuando no hay sol o no sopla el viento hay que encender las plantas de emergencia y poner en operación las hidroeléctricas lo más rápido posible.

Dentro de este absurdo arreglo existen subsidios a las empresas particulares y sanciones a la CFE.

Para poner orden, el gobierno de la 4T está revisando los acuerdos y la manera en que se están atendiendo las necesidades de los usuarios.

Todo apunta a que lo que se convenga será la mejor solución posible, pero no la deseable.

Esto porque están involucrados convenios y contratos que aunque injustos tiene una fuerza jurídica que no se puede ignorar.

En este punto, que parece ser un callejón sin salida, reconociendo que no soy un experto en la materia y que muy probablemente lo que pienso ya esté siendo considerado por quienes sí los son.

Me atrevo a sugerir que:

México debe desarrollar la tecnología necesaria para usar el movimiento del agua del mar en la producción de energía eléctrica.

Y limitar la electricidad de plantas eólicas y solares a procesos en los que la discontinuidad no implique necesariamente perder eficiencia.

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