CONFLICTOS AL INTERIOR DE LOS GRUPOS INDÍGENAS

   Existen mucho más conflictos que los que se han mencionado en los medios informativos exigiendo una firme intervención del gobierno.

Son dramas en cuyo origen y complicación se han involucrado irresponsables gobiernos nacionales, cínicos gobiernos extranjeros, fanáticas corrientes religiosas, y retrógrados ministros de la iglesia católica.

Todas estás entidades se han confabulado para fragmentar las culturas originarias.

El crimen cultural cometido supera a los de los primeros colonizadores y misioneros europeos.

El caso es que el mundo prehispánico la vida cotidiana giraba en torno de un continuo ritual de agradecimiento al Creador por todo lo que existe para beneficio del hombre.

Se agradecía constantemente, por el sol, por la lluvia, por el viento, por los ríos, por los animales, por las frutas, por las flores, etc.

Existían deidades propiciatorias de cada objeto de agradecimiento y cada pueblo seleccionaba una como conducto de sus expresiones de amor al Dador de Todo lo Existente.

Cuando los misioneros europeos iniciaron sus actividades de conversión a la "verdadera fe", se encontraron que la moral vigente no difería de la cristiana y para facilitarse su misión catequista, optaron por la flexibilidad de la doctrina dando origen al sincretismo que permitió asimilar en el catolicismo las deidades de cada cultura originaria con solo hacerlas equivalentes a alguno de los personajes de su santoral o de su catálogo de advocaciones marianas.

Todo funcionó bien hasta mediados del siglo XX en que comenzaron a hacer presencia en México misioneros de la Iglesia de los Santos de los Últimos días.

Para la segunda mitad del siglo veinte los seguidores de Joseph Smith ya habían penetrado a muchas comunidades indígenas en las que se llegó a hablar más inglés que español.

Por esas fechas numerosas corrientes religiosas anglosajonas estadounidenses siguieron el ejemplo de los mormones.

También hicieron su aparición filosofías de oriente y la India, pero a sus promotores se les obstaculizó el acceso a las comunidades indígenas desde el activismo político de la Iglesia Católica.

Los anglosajones fueron tolerados por gobierno e iglesia por ser corrientes cristianas y para no correr el riesgo de ser señalados por los centros de poder económico occidentales como violadores del derecho humano de profesar la fe que se quiera.

Con imperdonable superficialidad los que tenían y tienen la obligación de respetar y proteger nuestras culturas autóctonas, toleraron y ahora ocultan la criminal agresión que representó romper la unidad espiritual de los pueblos originales.

El sincretismo católico permitió la continuidad de las celebraciones prehispánicas.

Los mormones, séptimo adventistas, testigos de Jehová, cristianos, y demás cultos no trinitarios, prohíben a sus seguidores la participación en las fiestas patronales.

Fue así que provocaron el rompimiento de la milenaria armonía espiritual que existía entre los miembros de los pueblos indígenas.

La violencia se desató cuando desde los púlpitos de las iglesias católicas se promovió el destierro de los renegados.

Se trata ahora de problemas de muy difícil solución que involucran derechos de tierras y aguas, asesinatos violentos, genocidios, encarcelamientos injustos, e impunidad de individuos y colectividades.

La postura del Licenciado López Obrador es la de buscar soluciones de consenso.

Se trata por desgracia de casos en que las buenas intenciones se trastocan en nefastas si favorecen a una u otra parte.

Amplios sectores de la élite social exigen soluciones inmediatas.

Demuestran así que sigue viva la insensibilidad e hipocresía que creó y fomentó el problema.

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