Capítulo 9 | La deuda
—No daré un paso más hasta que me expliques por qué no podemos hablar en la cabaña —dije acabando de volver a mi forma humana.
Por alguna extraña razón, la noche antes de la fiesta, Drake me había despertado y pedido salir urgente con él. Al principio creí que nos encontrábamos en peligro, pero luego noté la calma en la cabaña y en los alrededores. No dije nada, pero ya a casi un kilómetro de la cabaña, del lado puesto al pueblo, exigí una explicación.
—Quiero mostrarte algo.
Sin ser ya una sorpresa, él no había adquirido su forma cuadrúpeda. Una vez más, su silueta adoptó rasgos similares a los Malditos de Aithan. Similares, porque había detalles que no terminaban de coincidir. Todavía no se movía como ellos, ni se le alargaba la boca, o compartían el olor.
—¿Tiene que ver con la misión que tendré durante la fiesta?
—Sí.
Caminamos un poco más hasta adentrarnos en el bosque. Parecía un hábitat deshabitado. Ni un solo animal nocturno anunciaba su presencia. Además, rondaba la sensación de que algo estaba mal. Un aura sombría que te hacía querer salir de allí. No se sentía como un dominio de Diana.
—No te asustes. Lo que percibes son residuos de magia oscura que se concentró aquí.
—¿Obra de Zigor?
—De una de sus ancestros: Priska.
—¿La bruja que maldijo a esos hermanos y así nacieron los Malditos de Aithan y los Descendientes de Imm?
—Veo que recuerdas tus clases de historia —remarcó y en ese breve instante volvió a ser mi tutor Drake—. Sí, ella. Este es el único lugar que inhibe los poderes de Zigor.
La revelación sobre la pariente de Zigor aumentó mi inquietud. De por sí necesitaba grandes poderes para realizar todo lo que ya había orquestado, mas siendo descendiente de Priska, el grado de peligro que representaba incrementaba. Priska podía considerarse como una de las brujas más malignas que existió. Después de la maldición lanzaba a esos hermanos, que resultó en la creación de dos nuevas razas, su sed de destrucción siguió en ascenso, y provocó incluso plagas y enfermedades que resultaron en innumerables muertes.
Drake se detuvo.
—Aquí podremos conversar en paz.
—¿Te refieres a que Zigor no podrá oírnos? —supuse.
—Sí.
No entendía por qué el brujo decidiría instalarse en un poblado tan cerca de ese lugar. Tan fuera de su control. A menos que tuviera un motivo que le diera beneficios. Tampoco por qué Drake estaría tan interesado en conversar conmigo sin intervención de su aliado. Mi hipótesis iba agarrando fuerza cada vez más.
—¿Me contarás cómo llegaste a Zigor? —inquirí.
—Sí, porque necesito que entiendas y me apoyes si voy a encomendarte la misión de mañana, Vanessa.
Trazos de súplica fue lo que detecté. Quizás en el fondo él creía que solo podía contar conmigo. Como había dicho Kevin, los que estaban con Drake era porque o le tenían miedo, o porque lo admiraban y seguían sus creencias. Yo era la que lo contradecía sin temor y lo cuestionaba. Yo era la que él había puesto a su nivel y a quien le permitía, pese a las restricciones que me ataban a él, ser yo. En un momento de tambaleo de poder, cualquier otro podría enfrentarlo para quitarle su puesto. Como había ocurrido con Thomas.
Mi lealtad no estaba definida hacia él. Sin embargo, no me imaginaba llegar al punto de matarlo, y él debía saberlo. A pesar de nuestra historia y de sus mentiras, los rastros del amor que sentí, no me permitirían acabar con su vida. Mucho menos si ahora significaría mi propio asesinato. Otra razón más para querer terminar de convencerme.
—Te escucho.
—Zigor me salvó la vida cuando yo era un niño. Yo estaba en el bosque, jugando en la nieve, cuando pisé un estanque congelado y caí al agua. Se suponía que mi tío iba a estar cuidándome, pero tuvo que regresar a atender algo y me dejó allí, esperándolo. Pude salir del agua y del susto corrí hasta darme cuenta de que estaba perdido. Así Zigor me encontró, evitó que muriera congelado y desde entonces le debo la vida.
—¿El tío que quiso matarlos para convertirse él en alfa, y Arthur lo mandó a encerrar con los Arcturus?
El tío de Drake, Daniel Aldrich, siempre se sintió opacado por su hermano. Su odio fue creciendo, hasta que planeó y casi ejecuta en su totalidad el asesinato de los que se interponían entre él y el puesto de alfa. Logró matar a los padres de Drake antes de ser detenido y el castigo hubiese sido la muerte, mas Arthur no pudo hacerlo. Su esposa acababa de morir de la tristeza, y también había perdido a su primogénito y nuera; su corazón no iba a aguantar más sangre, aunque se lo mereciera.
—Sí —contestó—. Al poco tiempo de que te infiltraste en el Clan del Norte, Zigor llegó para cobrar el favor. Me habló de cómo sería posible cambiar las reglas que nos rigen y moldear un mundo en el que tú y yo pudiéramos estar juntos. Aclaró que obviamente aquello implicaría sacrificio, mas el poder lo valía y los resultados aún más.
Me brindó una larga mirada, en la que silenciosamente me transmitió las fuertes razones que lo orillaron a aceptar, entre ellas: recuperarme y hacer que lo nuestro fuese posible.
Dio un paso. Vi su mano alzarse, como para intentar llegar a mi mejilla, pero retrocedí. Su mano con garras no me generó repulsión. El motivo fue no estar considerando un nosotros. La mayoría estaría halagada si alguien era capaz de desafiarlo todo, sin importar las consecuencias, con tal de tenerla a su lado, no obstante, yo ya había sufrido bastante y era además madre, por lo que no podía entregarme a raíz de un impulso.
Suspiró, recuperando la compostura.
—Quiero lo que me ofrece, pero también quiero liberarme de su control y acabar con él. Tal vez hasta dárselo a los hechiceros como señal de buena fe.
Drake había caído en el juego de Zigor desde niño. Quizás al principio del reencuentro las peticiones habían sido pocas, mas en el transcurso del tiempo Drake tuvo que ir dando más y aquello fue creando conflicto. La deuda ya debía estar más que saldada. Él quería moverse con sus propias reglas y teniendo a un brujo respirándole en la nuca, no iba a materializarlo.
Quise creer que sin Zigor, Drake no hubiese hecho las atrocidades que lo convertían ahora en un monstruo. Recordé a los niños huérfanos de Malditos de Aithan, el cariño que le tenían a Drake, y supe que quedaba bondad en él. La visión general de organizar un mundo mejor era tentadora. Sin discriminación, enemistades, ni sometimientos. Era un modelo en el que me hubiera gustado desenvolverme al inicio. El desenlace de lo nuestro probablemente hubiese sido distinto.
Pero debía haber otras formas de hacerlo. Si tan solo Zigor no estuviese en la ecuación...
—¿Qué quieres que haga en la fiesta?
No estuve segura si había sido por lo que leí en su diario, o cómo se acentuaba la mano siniestra de Zigor en las acciones de Drake; mas decidí intentar por última vez salvarlo. Y lo haría como solía hacerlo: infiltrándome. Iba a participar en sus planes, hasta estar tan adentro que hallaría la manera de sacarlo.
—Voy a necesitar que entres a la oficina del profesor y robes un mapa. No será tan complicado de conseguir, porque a él no le parece importante.
—¿El mapa a qué?
—A otro elemento clave de mis pla-
Me tomó de los brazos en una fracción de segundo y haló hacia el suelo con él. Colocó un dedo en sus labios, indicándome que guardara silencio. Agudicé mi oído en busca de algo y así fue cómo percibí pasos acercándose de prisa y llanto. Un poco más atrás, había movimientos ligeros, posibles con agilidad sobrenatural.
En cuclillas, me guió hacia unos arbustos. Los sonidos se hacían más fuertes y supe que se trataba de una mujer humana. Me urgió ir a rescatarla, pero el firme agarre de Drake me detenía. Ante mi mirada, alzó una mano para pedirme que esperara. Al parecer quería evaluar la situación antes de actuar.
La zona en la que habíamos estado, fue pisada por una mujer en bata de dormir. Sus cabellos estaban desordenados, se sostenía el pecho como si fuese a darle un infarto, y sus pies descalzos estaban maltratados por el terreno. Se oyó un aullido agudo, ella pegó un brinco y luego siguió corriendo despavorida. Debía ser una de las habitantes del pueblo.
Busqué levantarme, mas Drake apretó más mientras negaba con la cabeza.
A los escasos minutos, entró en escena un Maldito de Aithan. Jorobado, peludo, con el hocico crecido y sus partes puntiagudas. Puso una de sus patas en una roca y flexionó su espalda hacia atrás para liberar otro aullido. Después, fue tras la muchacha.
No aguanté más. Mi último esfuerzo, el más energético, dio resultados. El agarre de Drake flaqueó y aproveché de cambiar de forma. Lo escuché maldecir a mis espaldas.
Avancé a toda velocidad para interceptar al Maldito de Aithan y evitar que atacara a la mujer. Bajé el volumen del ardor en mis pulmones y me enfoqué en detectar la dirección hacia la cual ir. No fue complicado, porque el ser endemoniado disfrutaba atemorizar a su víctima con sus aullidos.
Drake me seguía, pero no me detuve. No iba a dejar que la mataran.
Cuando llegué a ellos, el hombre lobo había acorralado a la muchacha en una serie de árboles caídos. Ella no notó mi presencia, porque no podía apartarle la vista al depredador, así como él tampoco de su bocadillo.
Me dispuse a abalanzarme contra él para captar su atención. Agarré impulso para empujarlo, sin embargo, terminé atravesándolo. Confundida, giré de inmediato estando alerta, mas él actuó como si no me viera, al igual que la chica.
Intenté de nuevo y obtuve el mismo resultado. Ya el Maldito de Aithan se estaba cansando de jugar y se acercaba más a su premio.
—No son de esta línea de tiempo, Vanessa. Son el eco de un recuerdo —dijo Drake deteniéndose a unos metros.
Esperé unos momentos mientras evaluaba la situación. Ambos hacían como si yo no existiera. Me alejé un poco y, todavía dudosa, volví a mi cáscara humana.
—¿Son como fantasmas? —inquirí.
—Algo así. —Extendió su brazo hacia mí—. Ven. No acaba hasta que él se la come.
A unas cuantas palpitaciones de haber iniciado el camino de regreso, resonó el grito desgarrador de la mujer siendo mordida. No llegó el olor a sangre. De todas formas, no volteé. No grabaría una imagen innecesaria en mi cerebro.
—¿Ya podemos regresar a casa? Este bosque me pone los pelos de punta.
—¿Dijiste... a casa?
Se había quedado quieto ante mis palabras. No anticipé el impacto que causarían antes de soltarlas. Ni siquiera previne cómo saldrían. Haberlas dicho así y el significado tras ellas, fue abrumador.
—Dije a la cabaña —corregí con torpeza, como si volviera a ser la Vanessa recién llegada sin entrenamiento.
Dejó de caminar y en ese instante me di cuenta de que continuaba agarrándolo del brazo. Lo solté, pero él recuperó el contacto sujetando mi muñeca.
—Lo peor ha sido perderte a ti —murmuró quedando frente a mí—. Gracias por aceptar colaborar, a pesar de no merecérmelo. Sé que te he hecho cosas imperdonables y me he ganado el infierno por eso.
Vulnerable. Esa palabra fue la que describió su rostro. Sus pensamientos plasmados en papel resonaron en mi cabeza. La soledad que sintió. Lo mucho que me extrañó. El odio hacia sí mismo. Pocas ganas de continuar. La imagen del Drake cruel, que jugó con mis sentimientos, y que solo buscaba beneficio propio, se había fracturado.
—Drake, no...
Depositó un beso en mis labios. Luego de ese breve momento, ante mi falta de negación, acunó una de mis mejillas en su mano libre, y siguió besándome. Mi cuerpo respondió ante el sabor y sensación familiar. Cooperé en un lapso de desapego con la realidad.
Acarició mi labio inferior con su lengua y me estremecí. La mano en mi muñeca ascendió por mi brazo, enviando descargas eléctricas. Éstas hicieron a mi mente despertar. Retiré la boca y quité la mano de su pecho. Sin embargo, nuestras narices se tocaban y alientos mezclaban.
—No sé si esto siga siendo una opción para mí —susurré.
—No te voy a presionar. Seguiré esperando paciente. —Se apartó—. Volvamos a casa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top