Capítulo 31 | Juicio

Era extraño pensar en la muerte de Drake. En todo ese tiempo que quise salvarlo, supe que sus acciones no eran las mejores y consideré que tal vez las cosas fueran más sencillas con su muerte, que muchas vidas se salvarían al evitar una rebelión; sin embargo, jamás me detuve a pensar en cómo me sentiría con su muerte.

Sin importar cómo acabó lo nuestro, fue mi primer amor y acabó siendo el padre de mi hijo. Nunca volvería a sentir ese tipo de amor; no con cómo las circunstancias me habían endurecido. Yo era distinta y lo que esperaba de otros también lo era. Era consciente de que parte de mi apego a lo que fue, también era debido a extrañar a mi antigua yo. La dulce e ingenua.

Sentía un vacío en mi pecho, pero ninguna lágrima había salido aún. No estaba segura si era por las características de mi tristeza como tal, o si se trataba de un mecanismo inconsciente de protección. ¿Cómo lamentar la muerte de Drake, si a mi alrededor nadie tenía motivos para hacerlo? Mas bien había sido un alivio y, para algunos, una molestia por no poder tener su venganza.

A dos semanas de lo sucedido y de estar de nuevo con los Cephei, su muerte seguía siendo el tema principal de conversación, complementada con las miradas temerosas hacia mi dirección, como si pensaran que en cualquier momento me convertiría en lo que él se hizo a sí mismo. Miedo era mejor que burla, aunque en mi situación no me favorecía.

—Se creen la gran cosa, pero igual cuchichean frente a los demás —murmuró Wyatt junto a mí, haciendo referencia a unos hechiceros agrupados en un rincón. Estábamos en una de sus sedes oficiales, esperando mi última audiencia—. Y no son ningunos mocosos.

Suspiré, lo menos que quería era hablar de hechiceros pretenciosos. Estaban por decidir qué harían conmigo y lo único que quería era abrazar a Ethan.

—¿Alan ha preguntado por mí? —cuestioné.

—Todavía no va a verte, ¿cierto?

—No.

—Dale tiempo —replicó—. Tengo entendido que hoy vendrá.

Comenzaba a creer que nunca me perdonaría el haberme ido de esa forma; el mentir y regresar con Drake. Tuvieron ciertas consideraciones conmigo por seguir estando bajo la protección de Alan, como llevarme a una celda bastante cómoda, no muy lejos de allí, y no recibir maltratos. Incluso aceptaron que Wyatt se hiciera cargo de mí, lo que volvió todo menos traumático.

—Solo porque es probable que muera —deduje.

No tenía moral para estar enojada con él. No obstante, todo ese tiempo me carcomió la ansiedad de verlo, incluso si implicaba soportar miradas de reproche. Necesitaba confirmar en sus ojos que lo que hice estuvo bien y recordarme que yo no era un monstruo, pese a haber abandonado a Drake en el bosque como lo hice, a merced de morir a manos de Kevin.

—No creo que lo hagas. Has tenido testimonios muy buenos a tu favor: Kevin, Emily, el vampiro de Nome e incluso Josh.

En eso tenía razón.

Cornelius, el dueño de la tienda de oro en Nome y antiguo amigo de Arthur, vino a testificar por iniciativa propia, resaltó en todo momento la responsabilidad de Drake y que yo era una víctima más. La esencia de su declaración en el fondo me generó malestar, porque yo sabía perfectamente que no fui del todo una víctima. Mis manos no estaban limpias de sangre, ni mi conciencia de culpa. No obstante, guardármelo era necesario para sobrevivir. No era común que un Descendiente de Imm respetado apoyara a un Hijo de Diana.

—El que más me sorprendió fue Josh —confesé—. No hace mucho estuvo a punto de matarme para que le diera información sobre su hermano.

—A mí lo que me sorprende en que Emily se haya casado con Samuel Harcos y lo haya convencido de que los Arcturus te apoyaran.

Esa fue una noticia impactante cuando volví. Aunque, con la muerte de Marcos Harcos, Samuel tenía menos presión sobre él respecto a Emily. Siendo el alfa y respetado, en medio de una situación delicada para las manadas de la región, seguramente se aprovechó para imponer sus deseos y escudarse con necesitar un heredero lo antes posible.

Pese a Sam no ser de mi agrado, me alegraba que Emily pudiera estar con el hombre que amaba, quien debió servirle de consuelo durante los años que creyó que su hermano estaba muerto. Sonreí al imaginarme cómo debió ser la escena de su reencuentro.

—Vanessa.

Escuchar la voz de Alan, tan cerca, me hizo estremecer. Giré sin abandonar mi asiento en la banca, y encontré al rubio de pie, vestido de traje, y mirándome fijamente.

—Hola —dije, como si no llevara semanas ansiosa por verlo.

Wyatt se levantó y le tendió la carpeta que tenía en sus manos.

—Te cedo la custodia unos minutos, mientras averiguo por qué tardan tanto —indicó antes de apartarse.

A diferencia de mí, Alan mantuvo la atención puesta en él hasta que debió cruzar las enormes puertas dobles de madera tallada, que brindaban acceso al salón donde pronto escucharía la decisión acerca de mi destino.

Alan ocupó en silencio el espacio junto mí.

—¿Cómo te han tratado? —preguntó.

Mantuvo los ojos al frente y su tono fue todo menos cálido. Me recordé que había sido mi culpa.

—Bien —repliqué—. Mejor de lo que creí. Gracias.

—Qué bueno que pudiste deshacerte del vínculo —comentó.

—Así es. De lo contrario, ya estaría muerta —recalqué.

Aunque actué a sus espaldas, mi decisión hizo posible romper la unión con Drake. Mi vida fue la que estuvo en peligro, no la suya. Y hacía mucho aprendí que mi supervivencia no podía depender de otros. Solo de mí.

—Es un alivio —respondió, en esa ocasión sí desviando la mirada hacia mí.

Sus ojos azules chocaron con los míos, y deseé no tener esas esposas en mis muñecas para poder abrazarlo. Quise soltar algunas lágrimas y pedirle perdón, al igual que contarle todo por lo que tuve que pasar. Necesitaba desahogarme con alguien que sería incapaz de juzgarme.

—Perdóname por haberme ido así, Alan. Por mentirte —dije.

Busqué por lo menos tomar su mano. No la retiró cuando la tuve entre las mías, sino que se enfocó en el contacto de nuestra piel por unos largos segundos. Ese gesto fue suficiente para sentirme más tranquila ante lo que estaba por suceder. Fuera lo que fuera, su presencia me daba calma. Y, tendría la satisfacción de haberlo visto por última vez, en caso de que los resultados fueran negativos. Además, también sabía que, de requerirse, cuidaría bien de Ethan.

—La próxima semana viajaré al sur, Vanessa. Por tiempo indefinido —murmuró.

Retiré las manos ante el impacto de sus palabras. Se iría.

—¿Qué tan al sur? ¿Por qué?

—Me postulé para hacerle un encargo a Josh en la manada que fue mi hogar por muchos años. Me hará bien estar lejos.

Lejos de ti, fue lo que le faltó agregar. Pero no podía reprocharle. Yo me había ido en varias oportunidades de su lado, y era el momento de que hiciera lo mismo conmigo. Me tragué el interrogatorio que quise iniciar. En el fondo supe que tenía razón. La distancia lo protegería de mí.

—Están listos —informó Wyatt llegando en el momento preciso.

—Te deseo un buen viaje, Alan, por si no volvemos a hablar pronto —dije antes de ponerme de pie.

Le vi las intenciones de decir algo, pero lo que haga sido, decidió no hacerlo. No me quedé a ver si cambiaba de opinión, porque quizá debía ayudarlo a sacarme de su vida. Dolía pensarlo de esa manera, pero lo único que le hice fue daño y ya había sufrido lo suficiente.

Wyatt me tomó con gentileza del brazo, solo por espectáculo, y me guió al interior de la sala, con cada una de sus sillas ocupadas. Los presentes permanecieron sentados, sin parar los susurros entre ellos. Sin tener que detenerme para escuchar, sabía que yo era el tema de conversación de cada hechicero, cazador e Hijo de Diana.

Mantuve la vista al frente y con la cabeza bien alta. Como en las veces anteriores, no demostraría mi angustia. Un inocente no debía hacerlo.

Mi amigo cazador me llevó hasta la solitaria silla, casi en el centro de la habitación, a unos escasos metros de los podios que pronto serían ocupados por los hechiceros de mayor rango en la región, asesorados por Los Tres. El trío de hermanos con conexión divina murió en la Masacre del Pastor, pero reencarnaron siendo parte ahora de los hechiceros y con crecimiento acelerado. Ellos influenciarían en mi destino.

A mis espaldas sabía que estarían las personas que dieron sus testimonios durante los largos días de audiencias; algunas de ellas, caras amistosas que no me atreví a mirar, porque también estarían los que me acusaron, entre ellos Corinne.

La puerta en un rincón fue abierta por un cazador y todos nos pusimos de pie para recibir a los que impartían la "justicia". Tenían capas brillantes de distintas tonalidades que solo dejaban a la vista sus cabezas y manos. Dos mujeres y tres hombres se acomodaron frente a mí, mientras Los Tres, con aspecto de niños, ingresaron detrás de ellos y permanecieron de pie.

La mujer sentada en el extremo más a la derecha del grupo de hechiceros se levantó.

—El alfa de los Arcturus, Samuel Harcos, y, el de los Cephei, Josh Aldrich; y los representantes de los Ypres, Vokyo Mucht, y de los Pólux, Layla, pasen al frente —pidió.

Los mencionados obedecieron y, una vez más, aceptaron acatar la decisión tomada en esa sala. Samuel conversó en todo momento su postura de guerrero, mientras el representante de los Ypres al parecer solo quería acabar con eso para irse, y Layla y Josh sí posaron sus ojos en mí por unos instantes.

—Que la acusada se ponga de pie —ordenó el hechicero ubicado en el medio de ellos.

Lo hice.

—Basándonos en los testimonios, en los informes y en la gravedad de los hechos que están vinculados con la acusada, especialmente por tradición, conspiración, depredación, y homicidio, cae en nuestras manos dar una sentencia —continuó.

Mis esperanzas fueron poco a poco hundiéndose. Cada trozo de su discurso hizo que mi interior se contrajera, anticipando el peor de los castigos, sin importar lo dicho por las personas involucradas que me vieron como la víctima. Sin importar tener el apoyo de tres de los alfas de la región; lo cual debía tener peso, porque en esencia eran asuntos nuestros. Fueron en su mayoría nuestros muertos, no los suyos. No era justo que asumieran el control de todo.

Disimulé la sacudida de mi cabeza al asentir. Suprimí esos pensamientos, porque fueron los implantados por las ideas de Drake, los mismos que me llevaron a esa situación. No era el momento para reflexionar al respecto, sino para rogarle a la diosa que mi vida fuera perdonada.

—Debo mencionar que para nosotros fue impresionante la cantidad de palabras positivas hacia la acusada, de cómo fue manipulada por el fallecido Drake Aldrich, el incitador de tantas tragedias recientes. Etiquetada como su amante y prisionera, dos etiquetas opuestas y que podían inclinar la balanza a su favor, o en su contra.

Me enfoqué en mantener mi respiración controlada y en no perder el hilo de lo que decía, aunque comenzara a exasperarme con las largas que le daba al asunto. Sabía que era lo normal y que podía ser una estrategia para evaluar mi reacción, así que la serenidad debía permanecer en mi rostro. Pensé en Ethan y busqué aferrarme también a su imagen.

—Al final, lo que nos hizo llegar a un acuerdo respecto al destino de la acusada, fue la excelente cooperación del hechicero Andrew Whittington, aquí presente, y quien pudo acceder a los recuerdos de la acusada para constatar la naturaleza de sus actos.

Claro, no podía desaprovechar la oportunidad para elogiar a los suyos. Fue desagradable tener a ese hechicero hurgando en mi mente, revisando memorias que ni yo misma quería volver a recordar, y sin saber de qué manera funcionaba su habilidad. No teníamos derecho a saberlo.

—Teniendo todo lo mencionado en cuenta, así como los consejos divinos dados por Los Tres, el castigo será, previa aceptación y compromiso por parte del alfa de los Cephei, Josh Aldrich, cautiverio de cinco años en las instalaciones de dicha manada, durante los cuales no podrá abandonarlas, a menos que reciba una autorización especial, ni ejercer un cargo de responsabilidad directa con las futuras generaciones que allí se forman. La acusada se comprometerá a continuar informando y cooperando con todos los temas referentes a la conspiración impulsada por Drake Aldrich, incluyendo misiones de campo y obedeciendo toda orden. De igual manera, se presentará ante nosotros una vez a la semana para una evaluación completa a cargo del hechicero Andrew Whittington, en las que permitirá el acceso pleno a ella misma y lo que implica. De negarse, de incumplir con lo acordado, y de cometer cualquier infracción, por más mínima que sea, la acusada podrá ser condenada a muerte sin juicio previo.

Sus ojos estaban clavados en mí, enfocado en hundir cada frase en lo más profundo de mi cerebro. Estaba en sus manos y no podría negarme a participar en la cacería que le harían a cada uno de los aliados de Drake. Tampoco a que el hechicero de sombrero chistoso buscara en cada rincón de mi mente durante los próximos cinco años.

Pero no moriría. Y, tampoco estaría lejos de Ethan. No estaba segura de si Josh había aceptado ese acuerdo teniendo en cuenta lo anterior. Era consciente del cierto cariño que debía tenerle a su sobrino y quizá había cambiado su imagen de mí. No obstante, estar en su territorio, le facilitaría el usarme para limpiar la reputación de su linaje.

El hechicero se sentó y el que estaba junto a él se puso de pie.

—¿Acepta la acusada las condiciones?

—Sí, acepto —respondí, buscando ocultar lo contrariada que me sentía.

—Excelente. —Extendió su mano para hacer una señal en dirección de los alfas y representantes de las manadas más destacadas de la región—. Se procede a la sumisión.

Con esa noticia, que die un vuelco a mi corazón, giré para ver a Josh acercarse. Debí anticipar que algo así sucedería. Ser desertora no era opción, y no estar bajo la cadena de mando de alguna manada me hacía incluso más inestable. Regresar a ser miembro de los Cephei, fortalecería el control que tendrían en adelante sobre mí.

Se detuvo frente a mí y Wyatt me quitó las esposas. Masajeé mis muñecas, sin apartar la mirada de él. Podía leer perfectamente en su expresión que estaba disfrutando en parte de la situación.

Yo, la que desertó y logró estar por cinco años viviendo por mi cuenta —gracias a la ayuda secreta de Arthur—, la que estaba por encima de la experiencia promedio en cuanto a nivel de adaptación y de supervivencia, la que estuvo junto a su hermano durante su campaña conspiradora, la que no podía soportar ser pisoteada; tendría que aceptar su dominancia sobre mí. Iba a tener que unirme de nuevo a la manada y dejar de actuar solo pensando en mí, para contribuir con el bien en común. Iba a tener que escucharlos en mi cabeza y a cumplir con lo dictado por Josh.

—¿Te someterás ante de mí, Vanessa Schuster? —preguntó.

Su voz no era la voz que solía usar, sino una más profunda y que invitaba a obedecer. No tuve otra opción. No quería morir y, considerando mi historial, el desenlace no había sido el peor. No podía lanzar una réplica ácida, ni huir. Ya no.

—Sí —respondí sin aliento, en el fondo también temerosa de lo que implicaba. Josh no fue el anfitrión más benevolente la última vez que estuve con los Cephei y Alan pronto se iría.

Agaché la cabeza y puse de rodillas frente a él, sentándome con las piernas flexionadas debajo de mí. La habitación se percibió silenciosa y parecíamos estar solo los dos en ese lugar. No volví a levantar la vista, ni me enfoqué en nada en específico, hasta que unas gotas de sangre cayeron cerca de mí y su visión y aroma me hicieron agua la boca. La sed seguía allí. Dormida hasta ese momento.

—Mira a tu alfa —indicó.

Y así hice. Desde mi posición, sintiéndome diminuta, como llevaba tiempo sin sentirme, lo observé humedeciendo sus dedos con la sangre que salía de la herida que se hizo en la mano. Me mancharía con la sangre que él mismo había hecho emanar de su ser; me cubría con su esencia y ésta sería absorbida por mis poros y se mezclaría con todo mi yo.

Puso los dedos en la cima de mi frente y los deslizó hacia mi barbilla. Apreté los dientes para sofocar el deseo de saborearla, ya que eso no era parte del ritual. Después, se puso en cuclillas para ponerse a mi nivel.

—Ya sabes qué palabras decir —dijo.

—Le extiendo mi alma, con la bendición de Diana, para obedecer y refugiarme bajo su dominio. Juro ante los presentes, pero especialmente ante la diosa, que si acepta mi subordinación y mi existir, dejaré de ser un individuo para convertirme en un todo que vele por el bienestar y la prevalencia de la manada. Mi lealtad y vida con suyas.

—Tu lealtad y vida son mías y de tus nuevos hermanos. Te acobijo bajo mi dominio y te garantizo protección y una misión más grande que tú por la cual vivir.

Con eso último, me encontré de nuevo como miembro de los Cephei y teniendo como alfa a Josh. No se manifestó como una señal física, sino como una sensación en mi interior. Un cosquilleo engañoso, acompañado por una tranquilidad falsa, me llenó. Volvía a pertenecerles y sabía que Josh me usaría para levantar de nuevo la imagen de los Cephei y de su linaje.

Extendió sus manos hacia mí, todavía manchadas con sangre, y, sin desviar nuestras miradas, y las tomé para ponernos de pie juntos.

—Bien hecho —dijo y, en vez de regresar a su lugar, se quedó a mi lado.

—Ten.

Wyatt me ofreció un pañuelo, pero tuve que negarme. La sangre debía ser limpiada con agua, no con cosas hechas por el hombre.

El hechicero del medio volvió a ponerse de pie.

—Esperamos de buena fe que la acusada cumpla con lo estipulado. Sin más que acotar, se levanta la sesión.

El resto del grupo de la raza que gobernaba nuestro mundo se levantó y se marcharon en fila. Después salieron Los Tres y la sala empezó a vaciarse. No tardé en tener los brazos de Layla rodeándome.

—Gracias a la diosa estarás bien —dijo—. Qué alivio.

—Sí. ¿Tú cómo estás? ¿La isla? ¿Los niños? ¿Tu manada?

No había podido enterarme de qué había pasado con su situación. No estuve presente cuando testificó y no la había visto hasta ese momento. Wyatt tampoco pudo darme mucha información al respecto.

—Siguen buscando en la isla a mis padres. La manada se está quedando en un edificio controlado por cazadores mientras tanto. Estoy a cargo mientras los hermanos que me quedan y yo decidimos quién asumirá.

—Ojalá seas tú.

—Tengo que casarme para eso —respondió soltando una risita nerviosa—. Así que no creo que suceda.

Antes de pensar en algo para responder, y ya quedando en estas cuatro paredes Wyatt, Josh y ambas, un par de cazadores entraron trotando.

—Líder Luksic —dijo uno de ellos y ambos se pararon firme frente a Wyatt y realizaron un saludo.

—Dime.

El muchacho miró a los no-cazadores que estaban presentes, posando sus ojos por más tiempo en mí. Wyatt lo notó e hizo un movimiento con la mano para restarle importancia.

—Dilo ya. Son de mi entera confianza.

—Como indicó, hemos estado atentos al intercambio de información que hay entre el equipo de búsqueda la isla de Los Pólux y el cuartel general. Acaban de comunicar que el cuerpo recuperado no es el de Drake Aldrich, sino de un Maldito de Aithan. Tenía una especie de embrujo para engañarnos.

Wyatt no dijo nada. Giró para mirarme y mis piernas flaquearon. No podía ser verdad, pero mi mente me envió a cuando Zigor me hizo creer que un lugareño era Kevin.

Un estruendo me sobresaltó. Josh acababa de tomar la silla que yo ocupé y la arrojó al suelo para hacerla añicos.

—¡Maldita sea! —rugió—. ¿Y así quieren que les dejemos controlar la situación a ustedes?

Con eso, salió de la habitación dispuesto a llevarse a cualquiera por delante.

—Líder Luksic.

—Retírense —los despachó Wyatt, mientras la preocupación en su rostro crecía.

En mi pecho ocurría lo mismo. Drake no estaba muerto, sino prófugo. Yo ya no era libre, sino una pieza más para destruirlo. Lo traicioné y seguramente el amor que sentía por mí ya no sería suficiente para perdonarme. 

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