Capítulo 30 | Revelación

Cambié de forma. Mientras más lejos estaba de Drake, más fácil se hacía seguir avanzando. Dejé de escuchar su corazón. Dejé de olerlo. Lo dejé atrás. Su presencia iba siendo reemplazada por el ruido de la llegada de los intrusos a la isla de los Pólux. Todavía sin salir de la seguridad del bosque, eran audibles las explosiones, los gritos y los aullidos.

Lo mejor hubiera sido aprovechar la distracción para escapar y pretender jamás haber estado allí. Incluso para regresar a la vida de desertora y ahorrarme un montón de problemas. Sin embargo, ya no podía optar por la salida fácil, porque tenía otras personas que dependían de mí y a quienes deseaba poder ver. El precio para lograrlo era hacerme responsable de mis decisiones y confiar en la gracia de la diosa.

Tampoco podía abandonar a Laila. Si la situación era a raíz de su llamada, entonces tenía que respaldarla. Ella y cada uno de los vinculados con Clovis estaban en peligro. Les llegaba la hora de decidir con quién estaba su lealtad y sabía que la mayoría se quedaría con su alfa si no surgía alguien más para señalar el error que cometían. Las probabilidades de ganar no estaban a su favor y sería lamentable que ocurriera otra masacre.

Al salir del bosque, me oculté detrás de un edificio para evaluar el escenario. Algunos drones sobrevolaban el lugar, brindando apoyo a los cazadores que combatían a los Hijos de Diana. Humo salía del almacén de suministros y de algunas viviendas. Un grupo de niños estaba siendo reunido por cazadores en la plaza; atrapándolos con brusquedad mientras corrían confundidos y asustados ante la situación. Chantajear con las crías era incluso bajo para los cazadores.

Vi a más escuadrones llegar por el camino que daba a la playa. Trotaban en formación hasta dispersarse para abarcar más espacio. Debían estar buscando a Clovis y a Daria. No pude imaginarme dónde podrían estar, o si el plan sería en casos así huir. Sin embargo, eso no serviría de nada, porque Drake, quien lo orilló a rebelarse, pronto sería capturado y todo lo maquinado hasta entonces se derrumbaría.

Mientras intentaba decidir qué hacer, o de identificar la cara familiar de Wyatt, una loba blanca de mechón púrpura pasó frente a mí, seguida de lobeznos. Un cazador trató de capturar a uno de ellos lanzando una red, pero la loba se dio cuenta y sacó a la cría de su alcance. Después, arremetió contra el cazador. Después, arremetió contra el cazador. Él sacó una navaja, pero ella logró esquivarlo y le dio una patada con sus piernas traseras, enviándolo al suelo. Antes de que el cazador pudiera sacar un arma, la Hija de Diana lo aplastó y dejó inconsciente. No lo mató, como hubiera hecho cualquier otro súbdito de Clovis ante la invasión de su territorio, sino que se apartó y volvió a enfocarse en proteger a los niños.

Antes de que más cazadores pusieran su atención en ellos, y aprovechando el caos, la loba guió a la futura generación al edificio central. Por su actitud, deduje que podía ser Laila.

Fui tras ella, también deseando apartarme del descontrol. Estaba rodeada de débiles huyendo, de luchas y de drones haciendo cosas explotar. Subí por los escalones y tuve que ocultarme rápidamente tras un grupo de pilares en el interior, porque ya había cazadores en el lugar.

Recuperé mi forma humana para maniobrar con mayor facilidad por los rincones sin ser detectada y poder llegar a la entrada de la biblioteca privada de los Pólux. Era el único sitio en el que Laila pensaría para ocultarse. Y por la salida distinta que tomó el misterioso sujeto con el que se reunió la otra noche, sabía que contaba con una ruta de escape alterna.

—¿Laila? —me atreví a llamar en el inicio de las escaleras ocultas. Lo menos que quise fue asustarla y que me agrediera.

Su cabeza se asomó desde la cima, su expresión pasando de preocupación a alivio. Pude escuchar otras voces. Ascendí y confirmé que se trataba de los niños.

—Lo que está pasando es horrible, Vanessa —dijo con lágrimas retenidas en sus ojos—. No sé dónde están mis padres, ni Alejandro, pero dos de mis hermanos murieron por esos malditos drones.

Apreté los labios ante la noticia. Temía que las cosas se salieran de control de esa forma, pero eran las consecuencias de las decisiones de Clovis, y, dadas las circunstancias, no se detendrían hasta encontrar a Drake y extinguir a sus seguidores.

Miré a los pequeños que estaban reunidos en el fondo de la habitación. Murmuraban y se abrazaban entre ellos. Pensé en los huérfanos de Malditos de Aithan que Drake me llevó a conocer meses atrás. Algunos de esos Hijos de Diana también se quedarían sin padres esa noche, solo por haber quedado en medio de todo.

—Tengo que proteger los textos del exterior. No puedo perder tiempo —agregó, dándose la vuelta y sacando una caja de debajo de su escritorio—. Danna, ven.

Una de las niñas más grandes del grupo se apartó de los demás y se acercó a Laila.

—Dígame, tía.

—Laila, saquemos a los niños de aquí -dije. Si Clovis no aparecía, que quedaran en manos de los cazadores y las demás manadas podía ser peligroso. Especialmente si tenían parentesco con la familia alfa, como la niña que acababa de decirle tía a Laila—. Ya están en el edificio y solo es cuestión de tiempo para que den con este lugar.

Ya con los pequeños a salvo, Laila podía quedarse y dar la cara por su manada. Ante la ausencia de Clovis y Daria, del siguiente en la línea de sucesión, y de los otros mayores que quizá también se rebelarían en contra de las autoridades externas, Laila debía asumir y ser una alternativa. Pero solo era necesario ella, no exponer a los demás. Ya cuando se llegara a un acuerdo, estarían seguros.

Laila no me respondió de inmediato. Del interior de la caja tomó un objeto envuelto en seda púrpura. Tenía forma de libro. Uno grande y grueso. Se lo entregó a la niña.

—Sabes lo importante que es esto, ¿cierto? —le dijo a su sobrina.

—Sí, guarda nuestra historia.

—Bien, como mi sucesora, es tú deber cuidarlo —le indicó.

La niña asintió mientras abrazada el libro. Laila me encaró.

—La orden de papá es quemarlo todo, Vanessa. Aquí hay demasiado conocimiento y si llega a caer en manos equivocadas...

—No puedes quemar lo que han protegido por siglos —la interrumpí—. Lo que menos debe estar cruzando por sus cabezas es revisar estos libros. —Sujeté sus manos—. Este no es el fin de los Pólux. No te prometo nada, pero aniquilar a una manada entera no es algo que se atreverían a hacer, mucho menos a una tan antigua y con Hijos de Diana dispuestos a cooperar. Hiciste la llamada, ¿no? Ese es un punto a tu favor.

—Llegaron demasiado rápido y tu amigo no sonó sorprendido con la información.

¿Acaso alguien más había traicionado a Drake?

—Lo que importa es lo que hiciste. No estás de acuerdo con tu padre y mostraste tu apego a las normas. Todo saldrá bien si movemos bien las cartas.

—Te matarán si dan contigo, ¿no? O por lo menos te encarcelarán —dijo—. Saben lo que eres para Drake, ¿cierto? La Masacre del Pastor, los cazadores asesinados en Nome, la conspiración en Archonage...

—Sí, sí. Veo que hasta ustedes se enteran de todo —la interrumpí. Oh bueno, no de todo—. No pienso escapar. Tengo que afrontar mi responsabilidad como Drake, como tu padre y como todos. Voy a estar contigo, Laila. Y si crees que decir que me capturaste te ayuda, con gusto actuaré como quieras.

Yo estaba muy consciente de lo complicada que era mi situación. Ante los ojos de todos era la pareja de Drake, su cómplice, quien tuvo que saber desde antes de la Masacre del Pastor lo que sucedería. Encerrada o no, estuve a su lado en la campaña que había dado por la región. El pueblo de Wallace, donde se crió Ethan, Nome, Archonage, la isla de los Pólux. Conviví con vampiros y Malditos de Aithan. Comí con ellos y compartí habitación con Drake. También intimé con él en dos ocasiones, así como me debatí casi hasta el final a qué bando pertenecer. Incluso me engañé al pensar que sería capaz de salvarlo, pese a ya llevar mucho tiempo perdido, quizá desde antes de su teatro con el Clan del Norte.

Mi vida estaba en riesgo, pero esperaba que la llamada hecha por Laila a Wyatt me diera puntos positivos, al igual que el haber abandonado a Drake. También sabía algunas cosas que no compartí con Josh, las cuales podrían servirme para negociar. En las próximas horas todo mi entrenamiento sería puesto a prueba y no decepcionaría a Rinc, ni a Arthur.

—No te pediré eso, Vanessa. Diré que me ayudaste. —Me sorprendió dándome un rápido abrazo. Después, mostrando haber encontrado fortaleza en mis palabras, fue hacia los niños—. Vamos, arriba. Los lleváremos a las cuevas, se ocultarán allí mientras los adultos resolvemos la situación. Estarás a cargo, Jopu.

Otro de los niños que aparentaba mayor edad, fue el primero en ponerse de pie y animó a los demás a hacerlo. Tomó de las manos a las dos crías de menor edad y guió a los otros hacia el largo pasillo que era ocupado por estanterías a ambos lados, llenas de libros, y que cruzaba sin parecer tener fin. La niña que abrazaba el libro se les unió y Laila alzó en brazos a otro de los más pequeños.

—Los dejaremos en las cuevas y volveremos para entregarnos —me indicó Laila—. Creo que es lo mejor.

Asentí y fui tras ellos, cuidando la retaguardia mientras Laila se adelantó para asegurar el camino.

El corredor daba varios giros, e incluso tenía otras transversales por las que no transitamos, algunas que ni siquiera yo había pisado durante los días de búsqueda de información. Era consciente del laberinto de conocimiento que era ese lugar. Ya al final, nos detuvimos un momento y ayudé a Laila a mover un librero, el cual reveló una puerta. Del otro lado, unas escaleras descendían y en la distancia se escuchaba oleaje.

Sin encender ninguna luz, ni decir nada, bajamos. En la distancia, una puerta se abrió y vi la iluminación del cielo. Luego, la arena no tardó en estar bajo mis pies y la orilla del lago a unos cuantos metros. La marea no era tan tranquila como en el otro extremo de la isla y lo que había a nuestro alrededor era la entrada al bosque a lo lejos y unos riscos, sobre los cuales se apoyaba parte del edificio donde habíamos estado.

Examinando la dirección hacia donde iba el grupo de niños, pude distinguir la pequeña entrada de una cueva, a la que ingresaron teniendo que arrastrarse. Decidí esperar por Laila en el sitio donde me encontraba. La vi ocultar el acceso moviendo una roca de las cercanías.

Vino hacia mí.

En ese instante unas pisadas que provenían de otra dirección captaron mi atención. Desde el lado opuesto, el que daba hacia el camino al poblado, se acercaba un cazador, al que reconocí por su uniforme. Estaba solo y pareció sorprenderse con nosotras, porque disminuyó la velocidad al vernos. En vez de detenerse, sacó la espada de la funda que llevaba sujeta a la cintura.

—Vete —le dije a Laila mientras me podía defensivamente frente a ella—. Ve, preséntate y exige ver al comandante del operativo.

—¿Qué hacen ustedes dos aquí? ¿Intentan huir? —preguntó el cazador, ahora sí deteniéndose a unos cuantos metros.

—¿Qué haces tú? ¿Acaso escapas de la acción? —inquirí, buscando tener su atención solo puesta en mí—. Estás como muy solo.

Entrecerró la mirada, disgustado por mi comentario. Sin embargo, debía ser cierto, porque no había otra explicación para que anduviera rondando por esa zona sin compañeros.

Continuaba con la espada frente a él, solo necesitando el mínimo empujón para atacar. Si era un cobarde, justo como lo transmitía por haber huido de la acción, entonces no requeriría de mucho para arremeter contra nosotras.

—Vanessa...

—Vete —gruñí sin voltear a mirarla.

—Y tú te pareces mucho a una fugitiva que buscamos. Si eres Vanessa Schuster, la amante del traidor de los Cephei, entonces acabas de hacerme la noche.

Dio un paso hacia adelante y fue suficiente para cambiar de forma. Puse un poco más de distancia entre nosotros. Por el rabillo del ojo vi a Laila por fin haciéndome caso. No podía arriesgarme a tenerla cerca del peligro, sin importar si su ayuda me sería útil, o no. Ella era la salida que tenían los Pólux de ese desastre y no iba a ponerla en riesgo.

—Oye, ¿tú a dónde vas? —exclamó el cazador.

Pretendió ir hacia Laila, pero me interpuse y le mostré los dientes.

—Va, así es que la cosa es entre los dos. Está bien, lobita fugitiva. Trataré de solo hacerte el daño necesario para llevarte conmigo, pero no prometo nada. Quizá termines encontrándote con las víctimas de Drake en el más allá y no creo que les de gusto verte.

Comenzó a hacer giros con la espada, que fue más espectáculo que verdadera habilidad. Cuando vino hacia mí, pude esquivar la hoja y lancé mi cola contra él para buscar tumbarlo. Pude hacerlo tambalear un poco, pero se recuperó luego de una breve maniobra y recobró su posición. Estuvo cerca de rozarme con su arma, pero rodeé y salí de su alcance.

—Vamos, déjame acabar con esto de una vez.

Su espectáculo con la espada comenzaba a exasperarme. Tenía aspecto joven y lo confirmaba con su forma de pelear, sobre todo por la arrogancia. Su confianza excesiva no le haría ningún bien.

En esa ocasión fui yo quien se aproximó primero. Se detuvo en medio acto, no obstante, en lugar de buscar evitarme, vino hacia mí. No cambié de trayectoria y él tampoco. Pretendí ir por su costado, pero en el último momento pasé todo mi peso a mis patas delanteras y envié el resto de mi cuerpo hacia el cazador para derribarlo.

Sentí el filo rebanando mi piel y el frío dolor que aquello implicó. No era plata pura, pero sí con cierto porcentaje de ella. El suficiente para arder. Sin embargo, pese a herirme, yo también había logrado mi objetivo de hacerlo caer. Por eso no detuve mi giro hasta volver a quedar frente a él y posar una de mis patas en su pecho. Ante falta de agarre, la espalda cayó fuera de mi costado sobre la arena. Me molestaba la contracción que implicaba respirar, pero pude vencerlo.

—Oye, tranquila.

Le gruñí, atenta a sus manos alzadas en señal de rendición, y sin todavía decidir si matarlo o no.

—Vanessa, déjalo.

La voz me distrajo al punto de levantar la mirada y toparme con Kevin acercándose. Estaba en su forma humana y con heridas en su cuerpo. No tuve tiempo de detallarlo mucho más, porque el dolor estalló en la pata que tenía sobre el cazador. El sujeto había clavado una daga en el centro, sin importarle que pudiera lastimarse él mismo. La retiró y por reflejo me aparté. No debí haberme dejado distraer por Kevin.

El cazador no demoró en ponerse de pie y desviar repetidamente la mirada del recién llegado a mí y así sucesivamente, con su única defensa frente a él. Mi pata se sintió adormecida, dando indicios de que la hoja de esa daga tenía algo más en su composición.

Ojeé a Kevin, expectante para ver si se uniría a la lucha conmigo, o si jugaría a ser amigo del cazador. Seguramente ya debía saber sobre mi traición hacia Drake, hacia ellos. Sus raíces eran Arcturus, por lo que la lealtad seguía siendo lo más importante para él y por lo que se debía matar de ser rota.

—Por Dios, Patrick, baja esa mierda.

Un personaje inesperado más se sumó a la escena. En la entrada hacia la escalera por la que se fue Laila, estaba Wyatt en su uniforme y con su arma en las manos. Detrás de él, pude ver más cazadores.

—¿Estás loco? —chilló el cazador más joven.

Wyatt decidió obviar al subordinado cobarde, porque vino hacia mí. Yo hacía lo posible por conservar el agarre de mi transformación. Mi pierna herida comenzaba a temblar y todavía tenía la profunda cortada en mi costado.

El resto de los cazadores se linearon detrás de Wyatt, esperando por sus órdenes. Kevin lució demasiado tranquilo, pese a estar a punto de también ser juzgado por colaborar con Drake.

—Está bien, Vanessa. Toma la decisión correcta —me dijo Wyatt, sin dudas igual de consciente de lo peligrosa de mi posición y temiendo que cometiera una locura estando en mi cáscara lobuna.

La solté y volví a ser humana. Estuve a poco de perder la fuerza en mi extremidad, por lo que estar sobre mis pies evitó que me derrumbara ante ellos. Sostuve la mano contra mi pecho y comprobé la cantidad de sangre que surgía de mi costado.

—Esa decisión fue tomada desde el principio —aclaré—. No soy su enemiga y les seré útil.

Solo así, el cazador miedoso bajó su daga y se sentó sobre la arena. Qué decepción.

Estuve atenta a la postura que asumiría Kevin. Llevaba años fuera del radar y tal vez la única que lo recibiría de buena manera sería su hermana, sin embargo, los Arcturus probablemente exigirían su cabeza.

Lo que me sorprendió fue la poca atención que los cazadores le estaban prestando. De hecho, Wyatt giró a verlo solo cuando empezó a acortar la distancia.

—Sí tomó la decisión correcta —aseguró Kevin—. Lo dejé en el bosque. Ya le informé al comandante dónde encontrarlo.

—Excelente, pronto estarás en casa —respondió Wyatt mientras sacaba una radio para confirmar la información.

Me costó encontrarle sentido a sus palabras. Pensé en mis recientes decisiones y en lo que abandoné en el bosque: a Drake. ¿Acaso Kevin...?

—Arcturus hasta la muerte, Vanessa, y el deber por encima de todo —sonrió al notar la confusión en mi rostro—. Ahora mi trabajo sí terminó.

Recordé la conversación que tuvimos en la cabaña, al igual que otras palabras dichas por él que cobraron un sentido diferente. Su misión como espía de los Arcturus no culminó cuando fuimos descubiertos, sino que fue moldeada hasta convertirse en alguien de confianza de Drake. Esperó por años interpretando el papel que necesitaba encarnar y haciendo lo necesario por cumplir. Kevin era un verdadero maestro del engaño.

El maldito está volteando el mundo de cabeza por ti. Piensa en eso y sabrás qué hacer —repetí lo que me dijo en la azotea cuando estuvimos en Archonage, todavía anonada. No lo imaginé ni por un instante.

—Admito que por momentos creí que sí te parecía algo romántico —agregó.

—Recibido —replicó Wyatt a lo que le hayan dicho y me miró de una manera que jamás esperé: con pena—. Acaban de confirmar la muerte de Drake. 

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