Capítulo 29 | El derrumbe
Drake me hizo avanzar junto a él. Me encargó llevar la linterna para iluminar las páginas del diario relacionadas con los túneles de la cueva, mientras Kurt hacía lo mismo con el camino.
Quería preguntarle acerca de Wendy, si todo había sido planeado, y cómo pudo entregar su vida así de fácil. No debió sorprenderme, considerando que engendró un hijo solo para sacrificarlo y sus intenciones de volverse inmortal seguían adelante, pese a implicar asesinar a su primogénito si no existía otra manera para lograrlo. Sin embargo, ella llevaba tiempo formando parte de su círculo, atendía el bar de Zigor y había alimentado su ego con ese beso. ¿Dónde estaba la confianza si la había descartado sin dudarlo?
—Ella estuvo de acuerdo —dijo el castaño—, y Kevin lo sabía.
—¿A morir por ti?
—Por la causa. Era la única manera de salir con vida de aquí.
—No creo que la diosa...
—Ella no es la única que juega un papel aquí, Vanessa. —Cerró el diario y yo guardé silencio por unos momentos. Tenía razón. Diana no sería quien le otorgaría su inmortalidad—. Aquí es.
La formación se detuvo frente a una de las paredes de la cueva, en un punto en el que teníamos que decidir si ir hacia la izquierda o la derecha. Kurt pasó su mano por la superficie para sacudir un poco la tierra. Se hizo visible una A tallada en la roca. Los demás se acercaron.
—Ya sabes qué hacer, Wallace —indicó Drake.
El profesor dio un paso hacia adelante. Sacó una navaja de bolsillo y encaró la pared. Realizó una cortada en la palma de su mano. Profunda, por la cantidad de líquido escarlata que emanó. Después, colocó su mano encima de la A. La sangre rellenó los espacios de la letra y entonces Wallace hizo presión. La zona se hundió, como si se tratara de un botón.
Junto a su mano, parte de la pared cayó, creando una entrada. Kurt fue el primero en asomarse.
—Vamos —dijo al regresar de dar unas cuantas pisadas en el interior. Drake fue el primero en ir tras él. No sería el último en ver el fruto de sus esfuerzos.
—¿Cómo es que el dueño del diario supo de todo esto? —pregunté—. ¿Por qué sangre de Wallace?
El mencionado vendaba su herida con un trozo de tela.
—El dueño del diario fue mi ancestro, por eso heredé el mapa —me contestó—. Menos mal que Drake no decidió sacarme un par de bolsas de sangre y dejarme atrás. Llevo décadas soñando con este momento.
Inesperado. Al parecer la exploración era cosa de familia.
—¿Cómo supo él de la flor?
—Una de las historias para dormir que me contaba mi madre dice que él llegó a esta isla cuando gobernaba el primer alfa de los Pólux. Le permitieron colaborar en la exploración de estas tierras misteriosas y así acabó en este lugar. Según lo que me contaron, cuando tocó la flor, Diana se le apareció y le encomendó proteger este sitio, una tarea que compartió con la manada de la isla.
—¿O sea que los Pólux siempre supieron que la flor estaba aquí?
—Sí, pero la información para dar con ella se perdió. Mi antepasado fue el que guardó mejor sus registros, supongo que esperando que algún día su sangre volviera a pisar estos suelos.
Transmitía el orgullo que corría por sus venas. Estaba por cumplir con una de sus metas de vida, y la emoción era tal que respondió abiertamente a mis interrogantes. No se apresuró en ingresar como Drake, porque luego de esperar tanto tiempo, quería saborear la sensación un poco más. Debía ser como las tantas aventuras que tuvo durante su juventud, solo que alcanzando un nivel superior.
—Vamos, Vanessa —me llamó Kevin, quien también se había demorado para escuchar la explicación.
Me di cuenta de que solo quedábamos los tres allí.
Crucé el nuevo túnel como los demás, uno más estrecho y corto. Se abrió en una amplia galería con una apertura en su cima, la cual permitía ver el cielo que se oscurecía. Había vegetación a nuestro alrededor. Una capa de césped que prevalecía contra todo pronóstico. Y, para mi gran sorpresa, un pequeño lago en el centro, en el que se reflejaba el firmamento.
Pero, todo era verde simple vista. No veía ninguna flor blanca y al parecer mis acompañantes tampoco, porque estaban esparcidos por el lugar buscándola.
—Por la orilla del lago —indicó Wallace—. Como en el cuadro de mi casa.
Me uní a ellos. Pisé con cuidado y fui moviendo pedazos de vegetación que pudieran estar estorbando. El tiempo transcurrió y el cielo acabó por tornarse negro.
—¿Será que nos equivocamos de lugar? —preguntó Yok.
—¿O de época del año? Es una flor, quizá solo florece en ciertas temporadas —razonó Max.
—No —respondió Drake—. No decía nada de eso en el diario. No debería ser así. Maldita sea.
Estaba junto al lago, con una de sus manos enterradas en su cabello y la otra en sus caderas. Intentaba entender por qué la parte vital del plan estaba fallando. Tal vez Wendy había muerto en vano.
Los demás lo observaban expectantes. Yo permanecí al lado de Kevin a unos cuantos metros. Detuve mi búsqueda con la aparición de esas interrogantes. Consideré acercarme a Drake para evitar que perdiera el control por los resultados que estábamos teniendo, sin embargo, su postura cambió, como si acabara de formarse una idea en su cabeza.
No tuvo necesidad de articularla. La luna se asomó por la apertura del fenómeno geológico. Sus rayos plateados comenzaron a bañar nuestro alrededor. El aspecto del suelo cambió. Entre la capa de césped más cercana al cuerpo de agua, fueron apareciendo las flores que queríamos. Muchas de ellas.
Drake empezó a reír. Rió hasta que sus músculos se relajaron y cayó en cuenta de que la excursión había sido un éxito. Se agachó para examinar, sin tocarlas, las Enamoradas de la Noche más cercanas.
También nos aproximamos a ellas; yo igual de curiosa por detallar su apariencia. Los pétalos no estaban del todo abiertos. Quizás el astro debía estar más alto en el cielo.
—Son hermosas —exhaló Wallace, maravillado.
Lucía frágil. Sus pequeños pétalos se abrían con timidez, sobre un delgado tallo. Brillaba, como si tuviera escarcha sobre ella. Llamaba a ser tomada para guardar y admirar su belleza por siempre.
Me reincorporé y fui hasta Drake. En el proceso, él sacó un frasco y una pequeña pala de jardinería de su mochila. Lo vi hundiéndola en la tierra para arrancar la flor con sus raíces. Luego, la metió en el envase.
—Creo que también sería buena idea tomar unas muestras del agua. Algo me dice que debe tener propiedades beneficiosas —dijo.
Max se hizo cargo de ello.
Drake y yo intercambiamos miradas. La flor era otra victoria para él y significaba estar más cerca para ser inmortal.
—Deje eso —habló Kurt—. El trato fue una sola.
Se dirigía a Wallace, quien estaba de cuclillas, listo para realizar el mismo procedimiento que Drake. Planeaba que nos lleváramos una segunda flor.
—Sería estúpido desperdiciar todo esto. Una más no hará daño —replicó.
—No lo permitiremos —continuó el Pólux haciéndole una seña a su compañero y acortando la distancia con el profesor—. No desafíes las reglas de nuestra isla.
—Tranquilo, Kurt —intervino Drake terminando de guardar el frasco y yendo hacia ellos—. ¿Qué ocurre?
Kurt desvió la atención hacia él.
—Clovis insistió en que sería una sola flor. Nosotros tenemos la tarea de guiarlos, pero también de asegurarnos de que se respete el acuerdo entre ustedes y proteger la isla y lo que hay en ella. Especialmente esta flor, que no es cualquier cosa.
—Entiendo —contestó ya a pocos pasos de él—. Sé perfectamente que el primer alfa fue quien asumió la responsabilidad de velar por estas flores y que lo heredó a sus sucesores. Sé que ustedes las llaman por otro nombre y quizá por eso Clovis no tuvo la amabilidad de darme indicios sobre su ubicación.
—Y la información se perdió —agregó el otro.
—Sí, también escuché eso. —Drake llegó a él y colocó una mano en su hombro—. Muy curioso, ¿cierto, Wallace?
Wallace estaba de pie, pero sin soltar todavía las herramientas para sacar la flor. Se limitó a asentir.
—Una sola flor, señor Aldrich. No más —recalcó Kurt.
—Claro.
Antes de hacerlo, Drake le sonrió a su víctima y le dio unas palmadas en el hombro, como señal de despedida. Después, en unos escasos segundos, su mano libre se deformó y sus uñas se convirtieron en garras. La envió al pecho de Kurt, le perforó la carne y lo que encontrara en su camino, y arrancó su corazón.
El Pólux permaneció por unos instantes con la boca ligeramente abierta, con una frase atorada en su garganta a raíz de la impresión. La cerró al ver el órgano frente a él, en la mano de Drake y goteando sangre. Luego, cayó. Drake lo acababa de matar.
—No te muevas —ordenó Kevin.
Al principio creí que iba dirigido a mí, así que detuve mi andar. Sin embargo, noté que Yok también pretendió acercarse y desistió ante lo dicho por Kevin. Podía ver su batalla interna reflejada en su rostro. Asesinaron a su maestro frente a sus ojos y ahora se encontraba en medio de enemigos. Era una muerte segura. Las primeras lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
—Sigue con lo tuyo, Wallace —dijo Drake mientras tiraba el corazón al suelo. Fue hacia Yok—. Tu vida depende de lo que vayas a responder a continuación.
Max y Kevin estaban junto a Yok, listos para actuar de ser necesario. El joven Pólux intentaba en vano no temblar de la impotencia, o quizá del miedo. O de ambos.
—Después de lo que has escuchado y visto, ¿tu lealtad es hacia Clovis, o hacia mí? —preguntó Drake.
Yok fijó la mirada en él, logrando removerla del cadáver. Tenía sus manos empuñadas. Tal vez estaba dispuesto a morir antes de traicionar a su alfa, como debía ser.
Drake se había excedido. Matar a un miembro —posiblemente dos— de la manada con la que recién forjó una alianza podía traerle problemas. Continuábamos en el territorio de los Pólux. Supuse que inventaría una historia que justificara la muerte, como la furia de los espíritus del bosque, pero para que funcionara Yok debía cooperar. De lo contrario, tendría que asesinarlo también, mas eso sería incluso más sospechoso. Sin embargo, Drake no parecía estar dispuesto en utilizar mucho tiempo tratando de convencerlo.
Terminé de acortar la distancia. Debía intervenir de alguna manera. No podía permitir que acabara con la vida del joven Pólux.
—Soy leal a ti —murmuró Yok agachando la cabeza.
—Arrodíllate —pidió Drake.
Yok se dejó caer sobre sus rodillas. Estaba abatido.
—Bien. —Drake posó su mano limpia en la cima de la cabeza del Pólux—. Tu entrega será recompensada. Consultarás las órdenes que te de Clovis conmigo antes de realizarlas y serás mis oídos dentro de los Pólux. Háblame de su familia.
—Mis padres trabajaban como instructores.
—¿Tienes pareja? ¿Hijos?
Yok negó.
—Cuando llegue el momento, te garantizaré su protección si así lo deseas.
—Prefiero que estén fuera de esto. No somos como los Arcturus, o los cazadores, las familias no son responsables de lo que hagan sus integrantes. No castigarán a mis padres.
—Ya veremos. Ahora, dime, ¿qué le pasó a Kurt?
Yok volvió a fijarse en el cuerpo inerte de su maestro. Respiró hondo, buscando mantenerse en control.
—Él... Él... Él murió tratando de salvarme cuando regresábamos. —Su voz se quebró—. Pisé mal en las arenas movedizas y caí en ellas. Kurt entró en las arenas para ayudarme, pero no pudo salir él y fue tragado.
Drake lo pensó por un momento. Después alborotó el cabello de Yok y retiró la mano.
—Qué pena lo de tu maestro, Yok. Vamos, ponte de pie. Hay que llevarle la noticia a la manada.
Drake lo dejó allí y fue por su mochila. En el camino, le dijo a Wallace que tomara un par de flores más.
Yok no se levantó. En lugar de ello, cayó hacia adelante sobre ambas manos. Había comenzado a llorar de verdad.
Sentí pena por él. Era seguir al asesino de su maestro, o morir. Estaba muy joven para enfrentarse a esa situación. Kurt era otra mancha en el alma de Drake. Cuando el líder volvió a posar los ojos en Yok, Max y Kevin lo obligaron a reincorporarse.
—¿Todo bien, caramelo? —inquirió Drake.
Con la mirada le indiqué todo lo contrario, pero, una vez más, reclamar no era la opción inteligente. Todavía tenía la mano con sangre. Saqué una franela de mi bolso y la humedecí con el agua del lago. Ya la luna estaba en su punto más alto y los pétalos de las flores estaban abiertos en su totalidad.
Le ofrecí a Drake la franela.
—Límpiate y salgamos de aquí —contesté.
El regreso fue silencioso y sin pausas. En el bosque, el brillo de los espíritus era visible entre las sombras de los árboles, pero se limitaron a observarnos. Me preparé para encontrarme con el cuerpo de Wendy, mas no ocurrió. Kevin soltó un respiro de alivio cuando dejamos ese lugar atrás.
La emoción no se había borrado del rostro de Wallace, pese a los acontecimientos, y Yok arrastraba los pies junto a él. Por otro lado, Drake estaba perdido en sus pensamientos, seguramente maquinando su próximo movimiento. El menos afectado por todo había sido Max.
Me preocupaba el uso que pudieran darle a las flores. Eran valiosas y podía ser peligroso que cayeran en manos de Zigor. Conté unas diez en total. Tampoco pude evitar sentir curiosidad en si se marchitarían al ocultarse la luna, o si conservarlas en la oscuridad sería suficiente.
Dejando atrás las arenas movedizas, no pude evitar preguntarme por Laila, si había adquirido la información que necesitaba y si había tomado la decisión correcta. Teníamos que frenar a Drake. Matar así no tenía justificación.
—Estás pensando mucho —dijo Kevin cuando nos detuvimos a comer.
—Necesito dormir, eso es todo.
—Ya. Sobre lo de Wendy...
—Hiciste lo que tenías que hacer —lo interrumpí—. Entiendo.
Guardé el envase en mi mochila. Los demás esperaban por nosotros y por Drake, quien se alejó para orinar. Kevin sujetó mi muñeca para que lo mirara.
—Igual que tú —susurró—. No olvides eso. Lo que importa es el resultado, no los sacrificios que hacemos.
Me soltó y se puso de pie. Lo que dijo quedó dando vueltas por mi cabeza. Su tono había sido extraño, como si supiera que algo más estaba por ocurrir. Estuve a punto de indagar, pero Drake volvió. La sensación dejada por Kevin no me dio buena espina.
Seguimos con nuestro camino. Fui más cuidadosa en el puente, sintiendo una ligera presión en el pecho al pensar en Wendy. Me había salvado la vida y las acciones que tomara en contra de Drake también serían en su nombre, así como en el de todas sus víctimas.
Un rato después, cuando ya transitábamos el tramo acondicionado para el senderismo, fui la primera en notar humo sobre el hogar de los Pólux. Después los demás se detuvieron como yo. ¿Acaso Laila había hecho la llamada?
—¿Qué está pasando? —preguntó Yok.
—Silencio —replicó Drake—. Oigo gritos.
Al mencionarlo, fui capaz de detectarlos como si se trataran de un murmullo, sin embargo, sí pude escuchar con claridad una ráfaga de disparos. La siguió una explosión en uno de los edificios destinados para las recamaras. Más allá, noté una cantidad considerable de figuras acercándose por el lago. Debía tratarse de embarcaciones. Los cazadores habían llegado.
—Nos encontraron —recalcó Wallace lo obvio.
—Señor, vayamos al bosque. Hay que ponerlo a salvo. Lo quieren es a usted —dijo Max.
Antes de que el líder contestara, Yok comenzó a correr hacia su manada. Ese lazo había sido más fuerte y también podría ser su perdición si desafiaba a los cazadores en nombre de Clovis. Le permitieron irse.
El dron se aproximó de manera silenciosa. Ninguno lo vio hasta que estuvo lo suficientemente cerca para ser peligroso. Pude ver a Max adelantándose para interponerse entre el artefacto armado y Drake, pero el castaño tuvo otros planes. Él vino hacia mí para tomarme en sus brazos justo cuando el dron soltó una granada. No supe qué sucedió con los demás, solo que Drake saltó conmigo hacia el bosque desde esa altura.
No fue un movimiento bien ejecutado. Chocamos con unos árboles e intentó aferrarse a otros sin lograrlo. Pudo fue disminuir la velocidad de la caída para que le impacto contra el suelo no fuera tan devastador. Terminé encima de él y dejarlo sin aire fue dejarme sin aire a mí misma. Mi espalda dolió sobre si estuviera a un toque de quebrarse y el ardor de los raspones surgió en mi cuerpo; tanto suyos como míos.
Rodeé hacia un lado para permitirnos respirar. Podía ver claramente el sitio por el que nos habíamos lanzado. El dron se asomó. Sin dudas su objetivo era Drake.
Estuve por advertirle, pero él ya se encontraba halándome del brazo para huir. Su aspecto había cambiado y yo debía transformarme también. No obstante, si el dron volvía a atacar, yo no podía continuar siendo el escudo de Drake.
Bajo sus ojos llenos de interrogantes, saqué de prisa la esfera blanquecina dada por Laila y la introduje en mi boca. Creí que el dolor sería manejable para poder desatar mi lado lobuno y escapar, pero ocurrió lo contrario. Al entrar en contacto con mi saliva, fue como si me quemara por dentro. Las llamas internas se esparcieron de inmediato, y colapsé siendo apenas capaz de respirar.
A lo lejos escuché a Drake maldecir, pero me levantó del suelo y comenzamos a movernos.
Algo se desplazaba por debajo de mi piel y retorcía lo que encontraba. Era como tener una batidora en mi interior, desprendiendo cada órgano y mezclándolo con los demás. Apretada los ojos, tratando de retener los gritos. Pero de todas formas gritaba. Podía oírme.
No vi cómo, mas en medio de mi agonía volví a ser arrojada contra el suelo. Estando tirada bocabajo, pude saborear sangre. Sentía tierra entrando por mis pulmones al respirar, pero me enfoqué en no dejar de hacerlo, aunque doliera.
La horrible sensación por fin disminuyó y pude separar mis párpados. Todavía partículas de tierra entorpecían la visual, mas a unos cuantos metros pude detallar a Drake tumbado sobre el césped, inmóvil.
Intenté localizar al dron con la mirada. Supuse que se había quedado sin municiones, o que no querían a Drake muerto aún, porque no lo vi.
—Drake —dije. Había sido un susurro carrasposo, pero esperaba que él pudiera oírlo.
No hubo respuesta, sin embargo, su pecho se alzaba con las respiraciones que daba. Seguía vivo.
Mientras mi cuerpo empezaba a responderme como debía, me arrastré para llegar hasta él. Necesitaba ver en qué condiciones se hallaba. No podía dejarlo así.
—Drake —repetí.
No hubo cambios.
El fuego ese había apagado, mas mis músculos seguían adormecidos.
Llegué a Drake. Estaba inconsciente, con su apariencia normal de nuevo. Su sien y brazo sangraban. Ante ello, verifiqué si esas heridas se habían reflejado en mí. No fue así. El purificador hecho por Laila funcionó.
Traté de ponerme de pie. Una y otra vez. No podía quedarme ahí. Irían por todos los cómplices de Drake y a sus ojos yo era una de ellos. Entregarme no era lo mismo que ser atrapada. No tendrían las mismas consideraciones.
Me levanté con inestabilidad. Mi cabeza parecía estar por explotar, pero confiaba en que pronto pasaría.
Miré a Drake.
Lucía tan vulnerable en ese estado que sentí culpa por estar a punto de abandonarlo. Pensé en Ethan, en Alan y en Hannah. En ellos encontré la fuerza para dar un paso hacia atrás. Drake ya estaba perdido y no podía ponerlos a ellos en riesgo por aferrarme a algo que llevaba tiempo muerto.
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