Capítulo 28 | En la montaña
Las salidas de la parte poblada de la isla de los Pólux estaban delimitadas por grandes arcos de madera: la zona playera más apartada, el río que les surtía agua dulce, el bosque, y tierras más elevadas hacia la montaña. Clovis y Daria nos acompañaron hasta la última, para despedirnos y desearnos buena suerte. Así inició el viaje de unos tres días, al que dos miembros de los Pólux, Yok y Kurt, se sumaron al grupo conformado por Drake, Wallace, Wendy, Kevin, Max, y yo. El resto de los Malditos de Aithan se quedó.
Las primeras horas fueron sobre terreno limpio e inclinado. Camino de tierra aplanado, sin maleza y tramos con barandas. Incluso nos encontramos con algunas paradas de descanso. Esa primera parte se usaba para practicar senderismo.
Después, dejó de existir un sendero. Rocas incrustadas, ramas y capa de césped. De un momento a otro noté la cantidad de metros que habíamos ascendido. Podía verse la copa de los árboles junto a la montaña, así como en la distancia la apenas distinguible figura del área habitada.
—Me parece curioso que no se hayan establecido en otros puntos de la isla, o por lo menos expandido. Según entendí, cuentan con los mismos límites desde hace siglos. Tal vez algunas remodelaciones, pero no han construido en más terreno —dijo Wallace mientras se secaba el sudor de la frente con un pañuelo. Ya no tenía la misma condición física de aquel joven explorador.
Caminaba junto a Yok, detrás de Drake y de Kurt. Yok había participado durante esas horas en las conversaciones que iniciaba el profesor, saciando su curiosidad con un entusiasmo casi contagioso. Al joven Pólux le gustaba hablar sobre su estilo de vida y lo hacía con amabilidad, mientras Kurt se sentía más cómodo con el silencio de Drake. El líder solo consultaba el mapa y el diario —a veces murmurándole algo a Kurt— y ojeaba en mi dirección de vez en cuando, como asegurándose de que continuara allí.
Yo avanzaba al lado de Max, a unos pasos del profesor, y Kevin y Wendy iban de último. Ir de dos en dos era lo que permitía la anchura de la ruta. Drake le encargó a Kevin el cuidado de la humana, lo que no lo puso muy contento.
—No somos como ustedes. No queremos conquistar a la naturaleza, sino convivir con ella. Vivimos con lo necesario y nuestra población se mantiene equilibrada para que el manejo de los recursos no sea perturbado —replicó Yok.
—Algunos de sus edificios son bastante ostentosos, así que no creo que vivir con lo necesario sea una manera de definirnos.
—Simple: son en honor a Diana. No le daría gracia que sus hijos vivan en chozas hechas con pasto.
—Qué excusa tan conveniente...
—Wallace, silencio —gruñó Drake.
Cuestionar el estilo de vida de otros de esa forma no era cortés, y podía ser un punto de discrepancia entre aliados. Wallace había perdido el tacto en sus comentarios y menos mal que Drake estaba atento a todo. Seguro se metió en muchos problemas durante su juventud. Además, no tenía moral para sermones de ostentosidad. Los Pólux no vivían en mansiones espaciosas y lujosas, sino con ciertas comodidades.
—¿Por qué? No he incomodado al muchacho, ¿o sí? —respondió Wallace en tono inocente.
—Para nada. No necesitamos de la aprobación de humanos para confiar en nuestras creencias, solo de Diana. Ustedes con lo suyo y nosotros con lo nuestro; sin resentimientos.
—La isla no es nuestra —agregó Kurt con su voz áspera—. Vivimos donde se nos ha permitido. Nada más, ni nada menos. Punto.
Kurt era mayor, tal vez más que Wallace. Iba con nosotros, porque era el que más conocía la isla. Yok era su aprendiz.
Si yo deseaba preguntar a qué se refería, supuse que Wallace igual, pero se abstuvo de soltar la interrogante. Al regresar, si iba a poderse, hablaría con Laila al respecto. Los Pólux seguían intrigándome. Aunque, tal vez solo era para dar por concluido el asunto. Podía simplemente haberlo dicho en el sentido de que la naturaleza no tenía dueño.
Empezó a escucharse una caída de agua. Después de una curva, un puente colgante se interpuso en nuestro camino. O, mas bien, era la única opción para poder continuar. Bajo esté, a unos cuentos metros, corría un río, que luego descendía en forma de cascada hacia el abismo.
El puente era sencillo, de partes de madera unidas entre sí por sogas. Y lucía viejo, cubierto de musgo y enredaderas. No generaba la confianza necesaria para cruzarlo. En su inicio estaba atado un listón púrpura, el color de los Pólux.
—Lo que hay del otro lado es territorio poco explorado —dijo Kurt al detenernos, ya con más espacio para reunirnos a su alrededor—. Se tiene documentación de solo tres expediciones hechas en el pasado, y yo mismo he pisado este puente únicamente dos veces. Hay tablones trampa y otros que cedieron por los años, así que yo iré primero para marcar el camino. Lo haremos lento y recuerden sostenerse bien por precaución.
El Pólux miró a Drake para que secundara sus palabras. El castaño lo hizo y comenzamos a avanzar casi en el mismo orden que mantuvimos, solo que yo intercambie mi turno con Wendy. Estaba nerviosa y no menos que queríamos era que se quedara allí y pudiera perderse. Muy a mi pesar.
—¿Algún avance con Laila? —preguntó Kevin cuando solo quedamos los dos viendo cómo la humana copiaba las tablas pisadas por Max—. Fuiste muy temprano a verla.
—Nada sobre Ethan aún. Tal vez tenga que visitar otras manadas. Me dijo que las contactaría a ver cuáles podrían ser útiles.
—¿Y ya todo bien con Drake? Insistió en que no dejara que nadie los molestara ayer.
Mi mente no pudo evitar viajar a ese momento. La charla enmendó uno de los tantos desgarres de mi corazón. El desenlace del suceso dejó una sensación agridulce. El cierre del cielo estuvo bien; era hora de dejarlo atrás. Después de dar con la flor, y si Laila actuaba como esperaba, esa tarde quedaría como nuestro adiós. No habría vuelta atrás con las decisiones que pronto tendría que tomar, sumándose a las que ya estaban en proceso. Ya no podía ser quien lo salvara.
—Todo bien. Cosas buenas se aproximan —dije, más para mí que para él.
—Me alegra.
Le sonreí y me di una palmadita en la espalda. Era mi turno de ir hacia el puente. Traicionar a Drake, también sería romper relaciones con Kevin. Él era otro personaje que debía quedarse en el pasado. Extrañaría nuestras charlas.
Mientras intercambiaba palabras con mi amigo, había estado atenta a los pasos dados por Wendy. Pese a haber visto cómo los demás atravesaban, no pude evitar cierta inseguridad. Los rápidos corrían bajo mis pies, y un error significaría caer por una cascada y terminar quién sabía dónde.
Ya Drake había llegado al otro lado, al igual que Kurt y el profesor. Él me miraba con atención y me esforcé por ignorarlo. Estaba sintiendo duda, justo como al leer su diario. Traicionar los sentimientos que una vez compartí seguía causándome malestar. No podía simplemente apagarlo para lidiar con ello después, como sí resultó en otras circunstancias.
El tablón crujió. No estuve segura de cuál debía pisar a continuación. Así que solo lo hice y me equivoqué. Mi pierna siguió de largo hacia abajo, atravesando la madera. Por reflejo, mis manos buscaron las sogas que sostenían el puente, para evitar caer. Por encima de los latidos frenéticos de mi corazón, oí una maldición y un no te muevas, el cual no supe si iba dirigido a mí.
Estaba sujetándome con mis brazos, una pierna halándome hacia al río y la otra flexionada debajo de mí. La madera continuaba crujiendo y me volví más consciente del peso de mi mochila.
—Calma, Vanessa —dijo Kevin detrás de mí, pero no lo suficientemente cerca como para poder ayudarme. No podía hacerlo, porque podría hacernos caer.
—Eso hago —repliqué, mas en un tono histérico impropio de mí.
Wendy había parado de moverse y me observaba. No con burla, sino con preocupación. Caminó un poco y dejó su mochila más allá, para luego acercarse a mí, manteniéndose alejada del centro de los tablones.
Más nadie decía nada. Venía decidida, como si en verdad supiera lo que hacía. ¿Acaso lo de antes había sido actuación? Se detuvo a una madera de distancia.
—Solo respira —dijo mientras se ponía en cuclillas—. Creo que lo mejor será que te quite el bolso, ¿bien? No te muevas.
No estaba acostumbrada a que otros tuvieran el control de la situación, sin embargo, en mi situación no podía llevarle la contraria. Quizá los otros lo hacían, pero yo no los escuchaba. Se estiró para alcanzar con sus dedos las tiras del morral. Ya podía sentir mis brazos acalambrándose.
—Kevin, acércate un poco más y ocúpate de mantener la mochila en su lugar —pidió sin dejar de mirarme a los ojos y ayudándome a respirar. Mentir y estar en peligro con ambos pies en tierra firme era lo mío; colgar y no poder salir de ello, no.
Fue leve, mas noté la presencia de la mano de Kevin en el bolso. Por lo menos así no me empujaría hacia adelante, o halaría hacia atrás, arruinando todo.
—Ahora voy a soltar las tiras para que tengas menos peso sobre ti —siguió Wendy.
Con cuidado, removió de sus ajustadores las tiras. Primero la del lado derecho y luego la del izquierdo. Después, liberó la que se ajustaba a mi cintura y colocó su mano en mi hombro para ayudarme a estabilizar.
—Viene lo complicado. Sin soltarte de las sogas, intenta inclinarte hacia adelante y subir tu pierna. No la pongas en la tabla, sino en las sogas.
Lo hice, pero me detuve al oír que la madera seguía crujiendo.
—No se romperá. No pienses en eso —murmuró.
No había malicia en ella. Sin embargo, todavía me costaba confiar. Era una de las chicas del profesor, trabajaba en el bar para Zigor y quería seducir a Drake. Sería sencillo sacarme del juego así. Pero, no tenía una mejor alternativa. Mis brazos ya estaban cansados.
Apreté el abdomen y puse el resto de mi cuerpo rígido. Me incliné hacia adelante para suavizar la presión en mi muslo y tener el ángulo para flexionar mi rodilla y subir la pierna. Wendy puso un mano en mi tobillo y guió mi extremidad hacia un espacio entre las sogas. La posición era incómoda.
Le hizo una señal con los ojos a Kevin detrás de mí y de inmediato tuve sus manos debajo de mis hombros.
—Haz fuerza con sus brazos y pie para levantarte, pero no te afinques en la tabla donde está tu pierna doblada, sino en esta donde estoy.
Asentí. Sabía que mi amigo también me auxiliaría. Contó detrás de mí y a su señal efectué lo indicado. En cuanto fui reincorporándome, Wendy se retiró a la otra tabla, para cederme el espacio en la suya.
Mis músculos dolían, pero no me dejaría vencer. Con suficiente altura, estiré mi pierna hasta el sitio seguro y pisé. Moví mis manos por las sogas. Y, con una buena posición, adelanté la pierna que había permanecido atrás.
Me quedé quieta por un momento, internalizando el hecho de ya estar fuera de peligro. Respiré aliviada y mi corazón empezó a tranquilizarse.
—Bien hecho —dijo Wendy antes de darse la vuelta e ir por su mochila.
Ordené mi interior y le di las gracias tanto a ella como a Kevin. Recuperé mi bolso para acomodarlo de nuevo en mi espalda y avancé el tramo restante sin fijarme en Drake y haciendo lo posible por mantener la mente en blanco.
Llegué a él. Estaba esperándome todavía con cierto miedo en su expresión. Al tenerme fuera del puente, me rodeó con sus brazos y me besó. Le devolví el gesto.
—Ya no irás tan lejos de mí —declaró.
No lo contradije. No quería hacer del suceso un evento más grande del que era. Se trababa de apenas el inicio de la verdadera travesía y la vida de todos podía correr peligro en cualquier instante.
—Sigamos —dije.
Caminamos otro tanto. Intercambió mi lugar con el del profesor, cumpliendo con lo que quiso. Yok me miraba de reojo, como esperando que iniciara una conversación. No obstante, yo carecía de ganas de hablar. Había estado demasiado cerca. Drake, con todo y sus planes de inmortalidad, no pudo ser capaz de salvarme. Que lograra sus objetivos no implicaba que de allí en adelante todo sería perfecto y con un final feliz.
¿Cuánto duraría la calma en una sociedad gobernada por sus ideales? ¿Cuánto demoraría en aparecer alguien con ansías de poder? ¿Un grupo rebelde que estuviera en contra de sus aspectos antinaturales? Nada duraba para siempre y algún día yo también moriría, sin importar que él fuese inmortal. Y, antes de ello, envejecería. ¿Qué haríamos entonces?
Cambiados de sendero. El tipo de tierra bajo nuestros pies se transformó hasta desembocar en un camino de arena y grandes trozos planos de roca esparcidos en él. Drake y Kurt detuvieron la formación.
—Estas arenas son movedizas. Las pisan y en unos minutos los tragan. Solo se puede pasar yendo de piedra en piedra —informó Drake—. Como podrán ver por la distancia entre ellas, hay que usar nuestra forma lobuna. Además, tiene una mezcla de minerales que rechaza los seres con trazos de maldiciones, como los Malditos de Aithan, brujos, Descendientes de Imm, y yo. No podremos pisarlos.
—Buena forma de dejar al margen a humanos poco precavidos y a los enemigos «del bien» —comentó el profesor—. ¿Cómo haremos?
El castaño no lo pensó demasiado. Seguro ya había leído sobre esa situación con antelación.
—Por eso contamos con cuatro Hijos de Diana. Max con Kevin, Wallace con Yok, Wendy con Vanessa y yo con Kurt.
Obedecimos. Los Hijos de Diana nos desvestimos para guardar las prendas de ropa en las mochilas y luego entregarlas a nuestras parejas. Nos separamos un poco y cambiamos a nuestra cáscara lobuna. Había pasado un tiempo desde que sentí a la diosa tan cerca y fue gratificante recordar que no estaba sola en eso.
Me sacudí para estirar los músculos. Me agaché y Max ayudó a Wendy a subirse a mi lomo. La chica hundió las manos en mi pelaje y soltó un pequeño gritito cuando me reincorporé. Me causó gracia.
Fui de segunda. Hice mis saltos tratando de no pensar demasiado, porque dudar podía significar fallar. No estaba acostumbrada a tener alguien sobre mi espalda, ni sus pies impactando contra mis costados. En la última piedra, una de mis patas traseras quedó por fuera, pero lo remedié.
Wendy bajó de mi lomo y preferí continuar el resto del viaje en ese estado. Me sentí en más calma, recibiendo más información de mi entorno y fortaleciendo mi contacto con la naturaleza. Kevin debió sentirse igual. Ambos seguimos a los otros cargando las mochilas en nuestros hocicos.
—Acampemos aquí —dijo Drake un par de horas después.
—Llegaremos más rápido si avanzamos un poco más —señaló Wallace adelantándose para ver por encima de su hombro el mapa.
—No voy a arriesgarme a pasar este tramo a oscuras —replicó apuntando a un punto en el papel—. El diario no dice cosas buenas de él, así que lo mejor es estar descansados.
—¿Lo que percibo es miedo? —inquirió—. Vaya...
El brazo de Drake viajó como un relámpago y su mano se enroscó en el cuello de Wallace. Sus ojos se agrandaron e intentó soltarse en vano. Luchaba para poder respirar.
—¿Tengo que recordarte la conversación de hace unos días? Yo soy el que manda aquí y tengo consideración por mi gente. Si digo que pararemos, paramos. ¿Entiendes, escoria?
Ya Drake no tenía por qué ser el socio carismático. No estábamos en el pueblo de Wallace, ni rodeado por su secta de seguidores. Se encontraba expuesto, en el medio de la nada, sin que otros supieran dónde hallarlo. Y era una misión peligrosa. Podía ser sencillo matarlo e inventar cualquier mentira. Solo sus «estudiantes» esperaban por él y seguramente no lo extrañarían.
Wallace estaba demasiado enfocado en obtener una pizca de oxígeno, como para responder. Drake lo tenía unos centímetros por encima del suelo y se sacudía dando patadas.
Los demás no se movían. No podían llevarle la contraria al castaño en ese estado en ira. Su espalda se había ensanchado unos centímetros y su rostro deformado hacia uno más animal.
—Tengo tantas ganas de alargar mis garras para perforar tu cuello y hacer que te desangres. Oh, ¿quién tiene miedo? ¿Tú?
Los intentos de Wallace perdían fuerza. Era cuestión de segundos para que se desvaneciera. Volví a mi forma humana.
—Drake —intervine acortando la distancia y colocando una mano en su hombro—, creo que ya entendió.
Drake gruñó, pero posó sus ojos en mí. Ya habían perdido su tono verdoso.
—Algún comentario llegará a los oídos de Clovis —agregué en un susurro—. ¿Qué crees que pensará cuando sepa que eliminaste a alguien que supuestamente era tu aliado, como él aceptó serlo?
No tardó en encontrarle sentido a mi lógica. Sin apartar la mirada, abrió su mano para liberar a Wallace. Él cayó al suelo y con desespero dio bocanadas de aire.
—Armen las carpas —ordenó quitándose el bolso. Su aspecto se normalizaba—. Iré por madera para la fogata. Ven conmigo, Kevin.
Solté aire con brusquedad cuando se marchó. Una vez más, lo detuve de dejarse llevar por sus impulsos. Wallace merecía otro tipo de muerte.
Nadie se refirió a lo que acababa de suceder. Wendy fue hacia Wallace para ayudarlo, pero él la rechazó. Después de vestirme, me uní al resto para armar las tiendas de acampar.
—No entiendo cómo no te da miedo —dijo Wendy sentándose junto a mí sobre el césped. Ya había terminado con la carpa y me relajé unos minutos para tomar agua, mientras volvían con las ramas para la fogata—. Ni cómo te puedes acercar así.
—Ya no te parece tan encantador, ¿o sí?
—El otro día también tuvo una discusión fuerte con el profesor y se puso violento. Su aspecto cambió. Kevin fue quien lo frenó, pero tú...
—¿Lo beso y duermo con él? —Le di un sorbo más a mi botella, deseando que fuera otra cosa, y la guardé de nuevo en la mochila—. Tenemos mucha historia, Wendy. Sí, me da miedo, pero no tanto como para permitir que se equivoque. O bueno, no cuando puedo intervenir.
—Supongo que por eso eres ideal para él —replicó—. Ya lo entendí. Disculpa por haber actuado como lo hice.
En el fondo no era tan mala. Tal vez solo se había dejado llevar por haber quedado deslumbrada por Drake. Quizá hasta Wallace influenció en ello.
—Tranquila. Gracias por ayudarme en el puente. No me lo esperaba. Actuaste muy bien.
—Eres la señora Aldrich, no podía dejarte morir. Sé que parezco una humana tonta, pero es mejor así para pasar desapercibida. Siempre he sido buena manteniendo la calma.
La charla no fue más allá. Drake y Kevin volvieron cargando ramas de diferentes tamaños. Escogieron un punto para la fogata y comenzaron a armarla. Wallace estaba callado, sentado en la entrada de la tienda que compartiría con Max, observándolo todo en la distancia.
Con el fuego danzando, me acerqué con las viandas de comida que iban en mi mochila. Por manía, verifiqué que la esfera blanquecina dada por Laila siguiera en el bolsillo interno del bolso. Fue acertado haberla sacado de mi bota, anticipando la posibilidad de recurrir a mi forma lobuna.
Repartí lo que le correspondía a cada quien y Wendy hizo lo mismo. Luego, ocupé un espacio entre Kevin y Drake, y cené unas verduras cocidas con pollo; después de haberlo puesto en una olla que trajimos y calentado un poco con las llamas.
—Yo puedo hacer la primera guardia —anunció Max cuando le dio el último bocado a su plato.
—Bien. Tres horas y luego viene Kevin —concordó Drake—. El resto, descanse. Mañana será un día movido.
Drake se puso de pie y se retiró, lanzándome una rápida mirada antes de hacerlo. Durante la velada no lo había hecho, ni siquiera dirigirme la palabra. El que hizo la comida menos lúgubre fue Yok relatando historias de su niñez e inventando otras sobre Kurt, quien lo regañaba por decir mentiras.
—Descansen —dije para despedirme también.
La carpa que compartiría con Drake estaba lo suficientemente alejada de la fogata como para que la luz que emitía el fuego no nos molestara. Había tenido que remover algunas piedras del suelo, pero el terreno no era tan desigual, así que la noche no sería tan mala.
Me quité los zapatos y abrí el cierre para ingresar. Lo encontré desvistiéndose.
—Podías quedarte otro rato si querías —murmuró.
—Lo sé, pero estoy cansada.
También me quité la ropa. Busqué una franela holgada para dormir y un mono de pijama. Por otro lado, al parecer Drake dormiría en ropa interior.
Se tendió, apoyando la cabeza de su antebrazo flexionado. Evité mirarlo mientras me peinaba.
—Tuve miedo de perderte hoy —confesó—. Fue... Todo estuvo fuera mi control y me dio miedo.
—Jamás podrás controlarlo todo, Drake. No importa si eres inmortal, o no.
Me acosté de lado para poder detallar sus expresiones.
—He estado tan enfocado en mi inmortalidad que no pensé en ti. Si mueres, nada tendrá sentido.
Morir... Ya había estado demasiadas veces a poco de morir. La muerte disfrutaba respirándome en la nuca. Y por una época oscura me encantaba coquetearle; cuando creí a Ethan muerto.
—¿Qué quieres decir con que no pensaste en mí? ¿Acaso no haces todo esto para cambiar el mundo en el que vivimos y podamos estar juntos?
Estiró su brazo hacia mí para acariciarme la mejilla.
—No tiene sentido que solo yo sea inmortal. Si todo sale bien con lo mío, tú también tienes que serlo y Ethan igual, cuando tenga suficiente edad.
Asentí, pero no pude decirle que sí. Una familia de inmortales sonaba incluso más descabellada. ¿Qué pasaría cuando Ethan deseara tener una pareja? Sus opciones eran enamorarse de una vampiresa, o convertir en inmortal a su amada. Pero, ¿cómo funcionaría eso? ¿Otro ritual? ¿O una mordida sería suficiente? Aunque, eso sería demasiado sencillo para un estado que iba más allá de las reglas de la naturaleza.
—Es muy pronto para hablar de eso —añadí, para no lucir tan fría.
Se inclinó para darme un beso en la frente.
—Lo sé, pero quiero que lo tengas presente y sepas que está dentro de mis planes. Tanto Ethan como tú. Encontraremos la forma de modificar el ritual, o cambiarlo por uno similar. El diario no solamente es sobre la flor.
—Gracias.
Le di un beso fugaz y giré para dar por concluida la conversación. Necesitaba dormir.
Drake no había terminado de acomodarse de su lado, abrazándome desde atrás, cuando un aullido resaltó entre los sonidos nocturnos. Se repitió una vez más y poseía tintes de tristeza. Ambos nos reincorporamos y él me pidió que me quedara en la tienda mientras salía a revisar.
Escuché las voces de los demás que continuaban afuera. Yok y Kurt se ofrecieron a inspeccionar los alrededores. Cuando la espera se volvió demasiada y me dispuse a dejar la carpa, Drake regresó.
—No vieron nada. Dicen que pudo haber sido un lobo en el bosque. De todas formas, la vigilancia ahora será en parejas por precaución.
Mi sueño fue intermitente. Me desperté algunas veces, un par debido a quejidos que dio Drake durmiendo. Con los primeros rayos del sol, recogimos todo y continuamos con nuestro trayecto.
El entorno de la montaña cambió. La vegetación dejó de ser llana y accedimos por un nuevo arco de madera, con varias cintas púrpuras atadas, a un bosque. Contaba con arbustos frondosos y un espacio más cómodo por el cual transitar. Sin embargo, al atravesar el arco, una presión se instaló en mi pecho sin motivo alguno.
Nos adentramos en el bosque. Ya no podía verse el lugar por el que habíamos ingresado. Mis sentidos estaban alertas. Tenía un mal presentimiento.
Un aullido perforó el aire, seguido por muchos más.
—Atentos —ordenó Drake alzando la mano para detenernos.
Se oyeron pasos, muchos de ellos, y los aullidos sonaron más próximos.
—Corran —exclamó Drake—. Wallace con Yok y Wendy con Kevin.
Nuestro líder dejó salir su nuevo aspecto y nosotros el nuestro. Unos lobos no eran suficiente motivo para hacernos huir. Entre todos podíamos acabar con una manada, así que debía ser algo más. Pero, ¿qué? ¿Por qué correr?
No había tiempo para las preguntas. Mordí con fuerza mi mochila y fui detrás de Drake. Los demás hicieron lo mismo. Lo que sabía era que nuestra meta era una cueva.
No disminuí la velocidad hasta que el sonido de un golpe me desconcentró. Miré sobre mi hombro y vi que Max había sido derribado. Sobre él flotaba una especie de nube verde que tenía el aspecto de un lobo con ojos rojos. Max trató de atacarlo, mas sus garras atravesaron la silueta. El ser quiso morderlo, pero el Maldito de Aithan lo esquivó y comenzó a correr de nuevo.
Los aullidos nos rodeaban. Ojeé hacia mis costados y entre los troncos de los árboles más figuras se movían. Brillaban entre las sombras. Parecían... espíritus.
Mis pulmones quemaban. Mi hocico se llenaba de saliva. Era problemático correr con la mochila entre mis dientes, pero no podía parar. Miraba hacia atrás, a pesar de tener que evitarlo, para asegurarme de que todos seguían bien. Drake no lo hacía.
En una de mis ojeadas imprudentes, frené en seco cuando uno de los lobos verdes llegó a Drake. El castaño lo esquivó y aceleró una vez más, pero el lobo se fijó en mí. Impactó contra mí y, pese a no percibir un peso como tal chocando contra mi cuerpo, una fuerza invisible me empujó hacia un lado y el aire abandonó mis pulmones.
Jadeé, mas agarré de nuevo mi morral y seguí avanzando después de evadirlo. Yo ya no iba detrás de Drake, sino junto a Kurt, pisándole los talones a Yok. Me preocupaba Kevin, pero distrayéndome no haría ningún bien.
Brinqué sobre unos arbustos y llegué a un pequeño claro. Vi la cueva y a Drake dentro de ella esperando por nosotros. No bajé la velocidad. Burlé a una pareja de lobos y accedí a la cueva. Algo invisible cubría la entrada, porque mi organismo se sintió más liviano al entrar.
Los lobos no ingresaban. Se asomaban y gruñían, no obstante, luego regresaban al bosque. Max lo logró también y solo faltaron Kevin y Wendy. El exmiembro de los Arcturus apareció por su cuenta, en su forma humana y con heridas, y sin estar siendo perseguido por ningún espíritu. Wendy no llegó.
Volví a mi forma humana. Ya Kurt y Yok lo habían hecho.
—¿Y Wendy? —pregunté—. Hay que ir por ella.
Kevin no respondió. En lugar de ello, miró a Drake y luego avanzó hacia el interior de la cueva.
Busqué explicaciones en el rostro del castaño, sin embargo, Kurt fue el que habló.
—El sacrificio a los espíritus del bosque ha sido saldado.
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