Capítulo 22 | Por los viejos tiempos
Esa noche dormí en los brazos de Alan. Fueron horas mágicas en las que me escondí en su calor, caricias y besos dulces ocasionales. Me susurraba frases agradables y en ese lapso solo fuimos nosotros dos en el mundo. No mencioné lo de irme, porque quise que esa fuera nuestra despedida, ya que no sabía qué podría pasar una vez volvería a irme del territorio Cephei.
La mañana siguiente, justo antes de despedirse luego de desayunar, decidí que era el momento de decirle.
—Lo mejor es que regrese con Drake y encontrarle solución a todo de una vez —solté.
Alan detuvo su tarea de meter los envases vacíos dentro de la bolsa y me miró con escepticismo desde el otro lado de la mesa.
—¿Quieres volver con ese loco? Ya te dije que le consultaré a Los Tres sobre tu condición y que también hablaré con Wyatt para que le diga a un hechicero de confianza.
—Alan...
—Vanessa, no lo hagas. Por favor —pidió. Se acercó para quedar de pie junto a mí y sujetar mis manos—. Tratemos de arreglar esto juntos. Aquí. No quiero que estés expuesta de nuevo estando con él.
Como supuse, no le gustó la idea. Y, lo que veía en sus ojos, lo que me hacía sentir, evitó que pudiera negarme en voz alta a su petición.
—Está bien —suspiré—. Hagámoslo a tu manera.
Me levanté para darle un largo beso y así terminar de tranquilizarlo. Luego, lo abracé con fuerza y le aseguré que no haría una locura. Si detectó mi mentira, no lo dijo.
Se marchó y traté de distraerme con uno de los libros que me trajo. No dejé de intentarlo, pero lo que leía no era capaz de quedarse grabado en mi mente y por eso debía leerlo de nuevo. Perdía el hilo con rapidez, ya un solo pensamiento daba vueltas por mi cabeza: ¿cómo escapaba de allí?. Y así estuve todo ese rato, hasta que Hannah me visitó. Mi hermana me entregó una bolsa llena de galletas y puso sobre la cama un mazo de cartas.
—¿Te animas a jugar una partida de Uno por los viejos tiempos? —preguntó sentándose en una esquina.
—Tengo años que no juego, pero me encantaría.
Me acomodé para quedar junto a ella y colocar las galletas entre nosotras.
Hannah tomó las cartas y empezó a barajearlas.
—Puedas usar esa excusa cuando te gane —sonrió.
Ese juego lo jugábamos en familia todos los domingos por la tarde y Hannah casi siempre ganaba. Me generó una sensación agridulce volver a tener una partida luego de tanto tiempo, solo con ella, porque nuestros padres estaban muertos. Por el otro lado, era dichosa de tenerla conmigo.
—¿Todo bien? Te noto callada —dijo transcurrido un rato.
Dejé de mirar mis cartas y por unos segundos asimilé una vez más que mi hermana menor era toda una mujer y que pertenecía al mismo mundo que yo. Si no contaba con Alan, tal vez Hannah podía ayudarme de alguna manera con sus influencias. Y, con suerte, me entendería.
—¿Recuerdas lo que te conté sobre Drake? —cuestioné.
—Sí, especialmente lo imbécil y malvado que es. —Hannah puso sus cartas bocabajo, anticipando que era necesario prestarme completa atención—. ¿Qué pasa con él?
Hice lo mismo.
—¿Sabes lo feliz que estoy porque estás viva y por estar aquí contigo? Si por mí fuera, congelaría el tiempo para que momentos así duren para siempre.
—Reencontrarme contigo es lo mejor que me ha pasado desde que fui mordida. —Estiró el brazo para colocar su mano sobre la mía—. Eres mi hermana, te amo, y espero que sepas que cuentas conmigo para lo que sea.
—Lo sé, por eso voy a pedirte que me ayudes, pero quiero dejar a Alan fuera de esto. También espero que entiendas que puede ser peligroso.
Se sorprendió por tener que excluir a Alan del tema, mas no hizo preguntas. Me sonrió y apretó mi mano.
—Está bien. Te apoyaré en lo que pidas, no importa lo peligroso que sea.
—Necesito que me ayudes a escapar de aquí.
Indudablemente, nunca imaginó que esa sería mi petición. Mucho menos después de que le conté casi todo lo que tuve que enfrentar por estar con Drake y todo lo que él me hizo. También sabía de mi cercanía con Alan y de los avances que tenía con Ethan. Desde fuera, eran descabelladas mis intenciones de irme.
Retiró su mano y decidió agarrar una galleta de la bolsa, dándose tiempo de pensar.
—A ver, la idea era demostrar tu inocencia y obtener inmunidad, ¿no? ¿Por qué regresar con ese desquiciado? Tienes la protección de Alan, un lugar cómodo donde dormir, a tu hijo a unos metros de ti y, obvio, a mí. Estás a nada de adquirir lo que quieres.
—Lo tengo que detener. Hay... El brujo del que te hablé nos unión de alguna forma y todo el daño que Drake recibe, se refleja en mí. Si muere, yo muero. No puedo quedarme aquí a esperar a que eso ocurra en cualquier momento.
—Qué fuerte —murmuró.
Comió un par de galletas más en silencio. Yo hice lo mismo, siendo paciente.
Me gustó que estuviera evaluando la petición, porque no ser impulsiva aumentaba las probabilidades de supervivencia en nuestra realidad. Eso también demostraba madurez y consciencia del riesgo que podía correr.
Hannah me volvió a mirar a los ojos y vi fuego en ellos. Ya se había decidido.
—Te ayudaré a salir de aquí y creo que sé qué podría servir.
Mi hermana desde pequeña siempre encontraba la manera de obtener lo que quería. En nuestra vida humana, tenía una confianza en sí misma que le admiré y un ingenio envidiable. Además, era muy querida por todos debido a su dulce personalidad extrovertida. Por eso no la cuestioné cuando me dijo que en dos días estaría fuera de allí.
El tiempo que me quedaba lo ocupé en crear lindos recuerdos con Ethan y disfrutar de las atenciones del rubio. No quise engañarlo, pero tampoco que le pusiera trabas a mi decisión. Sabía que quería lo mejor para mí, sin embargo, a veces el amor no dejaba pensar con claridad y nos orillaba a no ser objetivos. Prefería no discutir y lidiar con las repercusiones al regresar.
Yo estaba segura de que lo que hacía era lo mejor para todos, porque era lo que mi corazón me pedía que no hiciera. Me asustaba volver con Drake y las acciones que pudiera hacer por haberme quedado tantos días en manos de los Cephei. Podían verme como una traidora y castigarme. Después de todo, había compartido bastante información. No obstante, el castaño me necesitaba para cuidar a su cuerpo de daño, por lo que concluí que por lo menos no me matarían todavía. O eso esperaba.
A altas horas de la noche, cuando ya Alan se había ido con Ethan y yo estaba por quedarme dormida, tocaron la puerta. Resultó ser Hannah acompañada de Ian. Lo que llamó mi atención fue la vestimenta de mi hermana. Tenía una capa negra con capucha cubriendo gran parte de sí, incluso dejando de su rostro solo a la vista su boca y barbilla. La tela brillaba y tenía símbolos plateados que no recordaba a ver visto antes.
—Parece que fueras a un ritual —dije.
—Esa es la idea, pero la que lo hará serás tú —respondió retirando la capucha.
En su cabeza había un grueso cintillo que al removerlo retiró gran parte de su cabello. Atónita, comprendí que Hannah había cortado sus mechones castaños y hecho una especie de peluca con ellos.
—Hermana, tú...
—Calla y póntelo. También vas a necesitar mi ropa. Tal vez te quede un poco grande, pero con la túnica no se notará.
Ian me devolvió la mirada que le di con complicidad. Hannah le contó sobre lo que haríamos.
—Ustedes las Schuster tienen una maña de involucrarme en sus planes de escape —dijo—. Ya es... la tercera vez, ¿no, Vanessa?
—Sí y esperemos que no haya una cuarta.
—Si es para joder a los hermanos Aldrich, no tendría problemas. —Me guiñó el ojo—. Claro, no he dicho eso. Todos amamos al nuevo alfa.
Esperó unos minutos afuera mientras intercambié de vestuario con mi hermana. Me sentí chistosa con el cintillo en mi cabeza y me había acostumbrado a no tener cabello cayendo por mis hombros.
—Te queda bien. —Hannah terminó de hacerle el nudo a la capa y se alejó un para evaluar el resultado—. Unos centímetros más alta, pero nadie lo notará. En el bolsillo está mi carnet de enviada especial, por lo que eres intocable con solo mostrarlo. ¿Recuerdas cuál es la excusa de no mostrar tu rostro?
—Me estoy, o sea tú, preparando para una ceremonia especial que se llevará a cabo en nuestro pueblo natal. No puedo hablar, porque trato de entrar en contacto con la diosa... Mientras camino por los pasillos de la manada donde estoy de visita.
No pude evitar reír al final. Esa parte de la idea sonaba sin sentido, sin embargo, Hannah me fulminó con la mirada.
—Vamos, recuerda que los Klodelagt vivimos en Noruega y los de este lado del mundo no se preocupan demasiado por aprender nuestras costumbres. Puedo inventar cualquier cosa, y lo creerán. A Oscar Lundberg le encanta que sea así.
—Suena como un alfa muy divertido.
—Lo es. Le debo la vida.
La abracé.
Su plan de escape era ingenioso. Casi ningún miembro de la manada, ni de la región, sabía de mi presencia en las instalaciones, así que no estaban en alerta. Disfrazada como mi hermana, iba a poder salir de allí por la entrada principal. En el estacionamiento me reuniría con Paula, quien tenía planificado un viaje para visitar pequeñas manadas dentro de la región, y serviría como mi medio de transporte. Hannah fue quien se lo participó y ella no se negó, a pesar de no haberme venido a visitar ni una vez. Debía tener sus motivos.
—Prométeme que no estoy enviando a mi hermana a morir —dijo, a punto de destrozarme el corazón.
—No lo haces. Regresaré e iremos juntas a Noruega para agradecerle a Oscar Lundberg el haberte salvado.
Contuve las lágrimas, pero ella no pudo hacerlo. Necesitó unos segundos para poder darme un apretón y apartarse. Sus mejillas estaban húmedas y sus ojos cristalinos. Le acaricié el rostro, buscando transmitir la seguridad que como hermana mayor debía darle. Teníamos que ser fuertes.
Ian volviendo a entrar interrumpió nuestro momento.
—Ya es hora.
Hannah respiró hondo y se secó con las manos antes de girar.
—Bien. Y no se preocupen por Alan, yo asumo la responsabilidad.
Sin poder darle más largas al asunto, me acomodé la capucha y salí detrás de Ian. Cabizbaja, avancé atenta para no tropezar debido a mi reducido campo visual.
Envié lejos el remordimiento por actuar a espaldas de Alan. Debía enfocarme en la decisión que tomé y en los pasos para conseguir mi escape. No iba a poder hacerle ver que era necesario entregarme al enemigo, mucho menos cuando tenía tanta historia con Drake.
—Señorita, tenemos que comprobar su identidad —me detuvo uno de los guardias puestos por Josh.
En cuanto sus pies se asomaron por mi campo visual, me aparté para que no me tocara. Después, me quedé inmóvil, esperando que Ian contestara por mí. Me concentré en mantener la calma en mi organismo. De todas formas, dejarlos inconscientes sería sencillo.
—Tiene su identificación en el bolsillo. —El pelinegro se puso a la defensiva frente a mí—. No puede cumplir con lo que pides, porque ya la luna llegó a su cima y hacerlo dañará el proceso y tendremos problemas con los Klodelagt. No quieren ser responsables de eso, ¿o sí?
Los jóvenes lo pensaron por unos momentos, pero al final decidieron dejarnos ir sin verificar nada. No iban a querer ganarse un regaño, o tal vez un castigo, de parte de su alfa. Además, se suponía que yo estaba esperando mi inmunidad y era una rubia de cabello hasta los hombros, no una castaña.
El resto del trayecto ocurrió sin novedad. Ian terminó poniendo su mano en mi hombro para evitar que tropezara. Pasaba saludando a las pocas personas con las que nos topábamos, ya que la mayoría dormía, o estaba ocupada con alguna actividad bajo techo.
El punto que más me preocupó era el puesto de seguridad en la entrada. Ellos sí no serían intimidados e Ian tenía que obedecer lo que dijeran. Simplemente me dejé guiar por el ligero empuje que el pelinegro ejercía y pasamos por las rejas sin palabra alguna por parte de los guardias.
Ya con los pies sobre el pavimento, me convencí de que el plan sí funcionaría. Hannah era una mente brillante.
—Yo sigo desde aquí —dijo la voz de Paula.
—Suerte —susurró Ian—. Destruye a ese desgraciado.
Asentí.
Di unos pasos más y tuve una mano nueva en mi hombro.
—Me alegra verte.
Tuve que contener la respuesta hasta estar ambas en el interior del vehículo. Para mi sorpresa, otro era el conductor y Paula ocupó el asiento del copiloto.
—Tiempo sin verte —saludó Jair.
El integrante de los Pólux ya no era calvo, sino que tenía una capa de cabello castaño. Le quedaba bien la vestimenta más relajada que llevaba, sin una pizca de morado. Me sonrió a través del retrovisor y le devolví el gesto. Me agradó verlo con mi amiga. Seguía creyendo que era un buen sujeto.
Le apreté el hombro a Paula.
—Me alegra que estés bien.
—Lo mismo digo, sobre todo porque ahora sí eres toda una criminal prófuga.
—Gracias a la diosa todavía tengo personas que me quieren.
—Así es —replicó.
Jair puso el transporte en marcha y pasamos por el portón sin inconvenientes. Una vez dejamos la vía que atravesaba el bosque y accedimos a la carretera principal, pude relajarme contra el asiento. De hecho, creo que los tres lo hicimos.
Me quité la capucha y el cintillo. El vehículo tenía vidrios ahumados, así que no habría riesgo mientras me mantuviera en su interior. Jair encendió la radio, pero la mantuvo en volumen bajo.
—Disculpa por no haberte visitado —dijo Paula.
Retiré la vista de ventana para observarla, mas ella continuaba con la mirada hacia el frente.
—Me pregunté si habías creído todo lo horrible que debían decir de mí y si me odiabas —admití.
—Al principio no entendí por qué lo hiciste y también te culpé por la muerte de Lisa —confesó—, pero Alan se encargó de ayudarnos a recordar quién eres.
—Esperemos que él entienda por qué estoy haciendo esto ahora —suspiré.
En ese instante sí volteó para darle más fuerza a sus palabras.
—Claro que lo hará. De todos nosotros, él es el que más fe tiene en ti.
Sonreí ante eso y quise hacerle varias preguntas, especialmente vinculadas con Josh, mas preferí no hacerlo en presencia de Jair. No sabía cómo era la relación entre ellos. No obstante, esperaba que estuviera inclinada hacia lo romántico.
—¿Qué tan profundo tienes que estar dentro del territorio Arcturus? —cuestionó Jair luego de media hora de viaje.
Todavía no habíamos abandonado la zona Cephei. Ellos me dejarían en mi destino y luego se encargarían de la tarea impuesta por Josh. Lo que buscaban era fortalecer los lazos con las manadas minoritarias de la región y ofrecer el servicio de entrenamiento de los Cephei. Muchos habían comenzado a distanciarse a raíz de las acciones de Drake.
—En realidad no lo sé. No recuerdo cómo llegar, pero sé que Drake me encontrará.
Las heridas demostraron que no me había soltado todavía. Estaba segura de que en cuanto se enterara de mi libertad, iría por mí. Las circunstancias de mi captura seguían siendo confusas, sin embargo, sabía que no me dejaría en paz.
—Podemos quedarnos en un hotel de la ciudad más cercana al centro del territorio de los Arcturus y dejarte allí —intervino Paula—. Aunque... estarías demasiado cerca de Samuel Harcos.
—Me gusta la idea. No creo tener que durar mucho allí.
Unas horas después, la somnolencia se hizo sentir en el vehículo. Jair se había subido el volumen a la emisora y bostezó repetidas veces. Por otro lado, Paula estaba inclinada contra su puerta y respiraba como si estuviera por quedarse dormida. El sol ya se asomaba en el cielo.
—Yo creo que podríamos detenernos en el siguiente poblado para descansar y estirar las piernas —sugerí.
No tenía sueño, a pesar de llevar casi veinticuatro horas sin dormir. Me había apegado al horario diurno, mas el estado de alerta estaba haciendo bien su trabajo. Además, la comida que compramos en uno de esos restaurantes de carretera de 24 horas me había dado energía adicional. Por mí, seguiríamos, pero no quería presionarlos. Me estaban haciendo un favor.
—Está bien. No me caería mal un baño con agua caliente —respondió Jair.
Noté la mirada que le lanzó a Paula, quien se enderezó casi de inmediato en su asiento. Sin dudas, algo había allí.
Jair cruzó en el desvío siguiente para ingresar a un poblado de modesto tamaño. Recorrimos el lugar hasta que escogimos el hospedaje con mejor aspecto. Era un edificio de tres pisos a un costado de la plaza. Las habitaciones de la fachada tenían balcones y un enorme letrero indicaba tener ofertas para el uso de más de una habitación.
Jair estacionó el auto en la calle y Paula fue a preguntar. A los pocos minutos regresó con dos llaves e indicando que era seguro.
Las habitaciones estaban una junto a la otra. Jair fue el de la idea de que compartiera una con Paula y él ocupó la restante. Solo nos quedaríamos unas cinco horas, para refrescarnos y dormir un poco. Todavía faltaban unas horas de camino y las manadas esperaban por ellos.
Paula puso el bolso en su cama individual y yo coloqué la capa en el sillón que estaba en una equina de la recamara.
—Si quieres usa primero el baño —dijo—. Te traje algo especial.
Sacó de su equipaje dos botellas: una de vino y una de esencia de baño de aroma a lavanda.
Recordé la época en la que peleaba conmigo porque le gastaba sus frascos aromáticos. Todo se sentía menos amenazante en aquel entonces y la nostalgia me abordó. Por otro lado, el vino simbolizaba mi enfrentamiento con la vida; una de mis versiones.
Le di un corto abrazo y tomé la botellita de rico olor para luego adentrarme en el baño. Para mi mala suerte, no había tina. Sin embargo, ese no fue impedimento para usar mi regalo. Bajo la ducha, además del jabón del hotel, puse esencia en mi piel y inhalé por un largo rato el aroma. Ayudó a que mi mente se serenara y el sueño se asomara.
Con la misma ropa, salí del baño y me acosté en mi cama a esperar que Paula se duchara. Después, nos sentamos una frente a la hora y nos turnamos de beber de la botella de vino.
—Mucho de Drake y de mí —dije luego de darle un resumen de los hechos—. Dime, ¿Jair y tú son pareja, o algo así?
Paula se ruborizó.
—Eh... algo así. No tiene nombre como tal. La pasamos bien juntos, pero somos de manadas diferentes y pronto tendrá que volver con los Pólux. Ya se ha quedado demasiado tiempo.
—¿Y... Josh?
Cuando me quitó la botella para beber un largo sorbo, confirmé que continuaba siendo un tema sensible.
—Han pasado muchas cosas, Vanessa. El trato de Jair me ha ayudado a abrir los ojos, ¿sabes? Además, Josh tiene que tener hijos pronto para conservar el poder y no los tendrá con una impura. Se rumora que planea cortejar a una hermana de Samuel Harcos y están en negociaciones.
—Por fin te libraste de Josh.
No me sorprendió. Ambas manadas eran las más importantes de la región y una unión por nupcias aumentaría su poder. A pesar del rencor que le tuvieran los Arcturus a Drake por la muerte Manuel Harcos, les convenía mantener relaciones con los Cephei.
El ánimo de Paula decayó y vi que, aunque se lamentara, por fin se había resignado a que lo suyo no podía ser. A ella no podía estar en los planes de Josh, ya que él haría lo posible por salvar lo que su hermano estropeó.
Recuperé la botella y me bebí lo que quedaba en silencio. El baño y el alcohol estaban haciendo su efecto y no pude contener un bostezo.
—Mejor dormimos. Nos quedan como tres horas aquí —dijo—. Si me duermo en el camino, Jair se quejará de lo mal copiloto que soy.
Forzó una risa y se puso de pie para preparar la cama para dormir. Yo hice lo mismo. Y, una vez nvuelta en las sábanas, me permití dormir.
No obstante, el descanso no duró lo suficiente. Unos golpes en la puerta me despertaron. Al revisar la habitación, vi que la cama de Paula estaba vacía. Supuse que había ido a hacerle compañía a Jair, así que me levanté y fui a abrir la puerta.
No fui cuidadosa, porque creí que Paula había olvidado la llave y era quien tocaba. Tampoco sabía si era hora de irnos, o no, así que también podía haber venido Jair a despertarme. Por eso abrí la puerta sin preguntar nada y estrujándome los ojos en el proceso.
—¿Muy cansada, Vanessa?
El sueño huyó cuando mi cerebro identificó al dueño de la voz. Posé la vista en Bryan, mientras me aferraba a la puerta para sofocar las ganas de correr.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top