Capítulo 2 | El que resucitó
Íbamos de regreso al apartamento cuando, de repente, Drake se detuvo. Había avanzado varios pasos antes de darme cuenta y, al percatarme, volví a su lado. En vez de preguntar qué ocurría, seguí la dirección de su mirada. A una cuadra, en la otra acera, dos hombres fornidos aguardaban en la entrada del edificio de apartamentos mientras un grupo armado ingresaba. Si deseaban pasar desapercibidos, había fallado por completo.
—Son Arcturus —musitó Drake sujetando mi mano para obligarme a retroceder.
La idea fue escapar sin llamar la atención. Había escasas personas en la calle y estábamos al descubierto. Una brisa sopló desplazándose opuesta a nuestra ubicación, siendo suficiente para que el vigilante más cercano se enfocara en nosotros y nos señalara pegando un grito.
Drake me haló con más fuerza y comenzamos a correr.
Doblamos en la esquina, adentrándonos en un callejón. Sin detenernos, cambiamos de forma. La morfología de nuestros cuerpos se modificó. Los huesos se alargaron, el pelaje creció, los dientes se afilaron. Aumentamos la velocidad.
Al ojear atrás, me percaté de que los perseguidores también decidieron transformarse. Poseían la franja negra en la cola que caracterizaban a los miembros de la manada Arcturus. Manuel y, su hijo, Samuel Harcos estuvieron presentes en el evento que acabó con la vida de muchos. Eran lógico que nos buscaran para vengarse en nombre de sus muertos. Quizás y hasta ambos habían sido víctimas de los planes de Drake.
Llegamos a las escaleras del subterráneo y descendimos por ellas. Estábamos siguiendo la ruta de escape. Obviamente, la gente enloqueció al vernos pasar. Ver lobos con más del doble del tamaño normal no era precisamente lo que se esperaba camino al trabajo. Lo bueno fue que no estorbaron, ya que se apartaban despavoridos.
Brincamos sobre los tubos metálicos de la máquina que revisaba los boletos. Una señora gritó y cayó al suelo de la impresión. Drake ojeó fugazmente la pantalla de las salidas y entradas de los trenes antes de dar un giro brusco a la derecha.
Bajamos a la plataforma mediante unas escaleras mecánicas. Resonó la bocina del tren que llegaba a la estación, sofocando la voz del parlante que le pedía a los usuarios despejar el área. Su silueta borrosa se aclaró al disminuir la velocidad hasta detenerse. Las compuertas se abrieron. Los pasajeros se empujaban en el interior para estar lo más alejado de nosotros. El flujo de los trenes robotizados no podía detenerse sin planificación, porque conllevaría a peligros y pérdida de dinero.
Seguí a Drake al vagón de sillas azules. Las personas se apresuraron a cambiarse al próximo y a huir muertas de miedo del sitio.
Las puertas empezaron a cerrarse. Ya nuestros perseguidores bajaban por las escaleras. Estuvieron a punto de entrar al tren, mas por unos milisegundos no lo lograron.
Mi acompañante se relajó. Abrió el hocico para mostrarles lo más parecido a una sonrisa burlona. Después, sacudió su pelaje negro con destellos blancos y se sentó, a la vez que el tren iniciaba su movimiento.
Los dos Arcturus gruñeron mostrando los dientes. Se dieron la vuelta y desaparecieron por donde habíamos venido. Solo así respiré con tranquilidad. Una tranquilidad que duraría los quince minutos que faltaban para la siguiente estación.
Nos encontraron rápido. Y me atreví a pensar que salir conmigo influenció en ello. O tal vez fue coincidencia y suerte que no estuviéramos presentes durante la emboscada. Sea como sea, fue obvio que Drake tenía claro cómo escapar en caso de cualquier eventualidad. Esperaba que tuviera planificado todo lo demás. Ser prisionera de Manuel y Samuel Harcos no me apetecía. Primero me lanzaba de un edificio de treinta pisos. Con los hechos del pasado y la naturaleza de esa manada, no tendrían piedad.
Observé a Drake olfatear una cartera olvidada. Metió su hocico en el interior y extrajo un emparedado envuelto en papel aluminio. Lo hizo pedazos y se lo comió. Fue grato verlo ingerir algo distinto a sangre; porque sí, también había empezado a beber sangre, justo como un Maldito de Aithan. No fui testigo del acto, mas lo olía en él.
Llegamos a la estación y salimos de prisa, antes de que los Arcturus nos alcanzaran. Nos topamos con unos policías y un agente de protección animal. Lidiamos con ellos sin problemas, terminando de nuevo en la calle.
Avanzamos sin detenernos hasta abandonar la ciudad. Corrimos lo que se sintió como horas por el bosque, Drake guiando el paso; seguro de hacia dónde dirigirnos. En cierto punto no pude más y me desplomé abruptamente, regresando a mi forma humana.
—Ya no creo que nos estén siguiendo —exhalé, acostándome por un instante. La sombra de los árboles protegía el suelo de lo caliente del sol, conservándose frío—. Tuvieron que perder el rastro desde que cruzamos el río.
Drake también cambió de forma y se apoyó con la mano de un tronco.
—Lo sé, pero igual no debemos demorar. Considerando que Thomas y los otros escaparon y obedecieron el plan de escape al pie de la letra, tenemos que llegar al pueblo a la orilla de la laguna antes del anochecer.
—¿La laguna cerca de la cordillera? Ese es casi el corazón del territorio Arcturus. ¿Nos persiguen y tú quieres ir para allá? Creí que nuestro hijo estaba al oeste.
—Necesito hablar con alguien en ese pueblo. Las cosas no están transcurriendo como anticipé y no esperaré a que se me salgan de las manos. Sam no pensará en buscarnos ahí. Es muy arrogante como para considerar que nos escabulliremos en su territorio.
Me levanté con la energía renovada.
—Iré si prometes que el próximo destino será ir por él. Mi paciencia se agotó y si no me llevas tú, yo misma lo encontraré.
—Me encanta esa chispa de guerrera en tus ojos, caramelito.
Ignoré su comentario, prefiriendo volver a mi apariencia cuadrúpeda para continuar con el viaje.
La luna se asomaba entre las montañas cuando entramos al pueblo. Irrumpimos en una tienda cerrada para conseguir ropa. Elegí un bolso y metí en él provisiones. En el proceso, abrí un paquete de maní para calmar el hambre.
El sujeto con el que se reuniría Drake vivía del otro lado del poblado. Aquello no significó que el trayecto fuese largo. El pueblo contaba con cuatro calles principales que se interceptaban en una plaza. Los habitantes tenían una vida nocturna decente. Se sentaban en el frente de sus hogares para agarrar brisa, jugaban cartas, tocaban y escuchaban música, o bebían licormientras relataban historias. Por ser una comunidad pequeña, todos se conocían y, por ende, llamábamos la atención al pasar.
El objetivo resultó ser un modesto restaurante con mesas pintorescas en el exterior. Dentro, las personas hacían lo mismo que los de afuera, solo que algunos comían o jugaban billar. Fuimos a la barra y Drake arrimó un taburete para invitarme a sentar.
Él se mantuvo de pie.
—¿Qué les sirvo? —preguntó la chica de trenzas con lazos celestes. Vestía un top y un short demasiado diminutos para el frío de esa hora. Los otros clientes en la barra parecían muy felices con su aspecto, notable por cómo la miraban.
—Un vino blanco con una gota de tu exquisita sangre —contestó Drake con naturalidad.
A pesar del comentario fuera de lugar dirigido a la humana, ella no lo consideró así. Incluso le sonrió, como si se tratara de un halago.
—Déjame consultarlo con el propietario.
Abandonó la zona de la barra para cruzar una puerta junto a los baños que dictaba Solo Personal Autorizado. Por eso fue un susto sentir la respiración en mi nuca que me hizo girar sobresaltada. No era Drake, porque él estaba en mi campo visual, sino un ser que no fue detectado por mis sentidos al acercarse.
Un hombre de mentón puntiagudo y delineador enmarcando sus ojos amarillos fue el causante. Tenía una especie de bata sin mangas que dejaba al descubierto los tatuajes que poblaban sus brazos. No era tan alto, pero sí bastante delgado. Casi esquelético, notándose más que todo por cómo sobresalían los huesos de su cara. Cabello negro y aura oscura terminaron de darle su aire lúgubre.
Tuvo el atrevimiento de tomarme la mano, aprovechándose de mi sorpresa. Reaccioné cuando pretendió introducirla en su boca. La recuperé de un jalón y estuve por golpearlo, pero Drake se interpuso.
—Cuidado, Zigor. No creo que quieras que mi caramelito te rompa el brazo.
—Con lo que me has dicho, es más probable que me lo arranque —replicó sin apartar la atención de mí—. Tardaron en llegar. Hospedé a tu grupo en la posada junto a la plaza.
Aquello significó que Thomas y los otros también pudieron escapar. Me removí en mi asiento y posé la mirada en los nombres de las botellas, pretendiendo estar desinteresada en su conversación, pero en realidad atenta a cada palabra.
—Bien, pero primero necesito conversar unas cosas en privado.
—Vamos a mi oficina.
Me puse de pie para incluirme en esa invitación. Drake me observó con desaprobación, mas fue Zigor quien habló para hacerme cambiar de opinión.
—Es mejor que te quedes aquí, Vanessa. Disfruta de la música. Bebe un poco. —Desvió la mirada a algún rincón a mis espaldas—. Charla con el pasado.
Una silla rechinó al ser arrastrada contra el piso. Giré el cuello en dirección del ruido, generado por un sujeto que se apartó de la mesa donde jugaba dominó. Poseía barda y un aspecto desaliñado, reflejado tanto en su cabello color castaño ceniza como en su vestimenta sin planchar. Sin articular palabra, ocupó el taburete a mi lado. Solo así de cerca logré detallarlo lo suficiente para reconocerlo.
—Kevin —susurré sin poder creerlo. Se suponía que estaba muerto.
—Hola, Vanessa.
Mis piernas se aflojaron y tuve que volver a sentarme.
Ahí estaba mi único aliado en el tiempo que estuve encubierto en el Clan del Norte. Muchas veces estuve por caer y él me mantuvo firme. Cada uno tenía sus propios intereses, pero juntos al fin al cabo en una guarida de escorpiones. Nos descubrieron y huimos juntos. Nos separamos al escapar y lo di por muerto.
—Ten —dijo ofreciéndome un shot, un pequeño vaso de cristal con un tipo de alcohol—. Un poco de tequila para el frío.
Lo acepté, mas no precisamente por la temperatura del ambiente. El sabor me ayudó a sacudir el asombro. Arrugué la expresión y puse el vaso en la barra con un estruendo.
Drake y Zigor se habían marchado. La chica del escote había vuelto con el cabello azulado amarrado en una coleta alta. Pedí que me sirviera más.
Metí sal en mi boca, tomé el tequila, eché la cabeza hacia atrás para tragar y mordí una rodaja de limón. El sabor no me golpeó tanto como el anterior. Tenía tiempo sin beber y olvidé lo bien que me podía hacer sentir. Era un aliado familiar que me ayudaba a manejar el estrés y la incertidumbre.
—Lo siento. —Fue lo que pude articular—. Debí buscarte.
Se bebió su trago como yo lo hice. Agarró un segundo trozo de limón del plato y se lo comió, con todo y concha.
—Hubiera sido inútil.
Claro que no. Le hubiera podido decir a su hermana que no murió porque no hice nada. No me hubiera sentido culpable. No me seguiría sintiendo culpable. Si después de tanto tiempo ni su hermana sabía de él, debía ser porque lo capturaron y hasta hace poco escapó. Sin embargo, de ser así, ¿por qué estaba allí? ¿Por qué se sentía confiado en ese sitio? ¿Por qué Zigor supo quién era y su historia conmigo?
—¿Qué haces aquí? —interrogué.
—¿Es necesario que te lo diga, Vane?
La conclusión no tardó en llegar. Solo había un motivo para que estuviera en ese pueblo y sin que su vida corriera peligro.
—Estás del lado de Drake, ¿cierto? Pero aun así... tú eres un...
—Manuel Harcos no movió ni una garra cuando Thomas me "capturó", demostrando que yo, que los miembros de su manada, somos simples piezas, no significamos nada para él. Drake fue quien me ayudó. Estoy del lado de los que quieren lo mejor para nuestra raza y veo que tú también, ¿o me equivoco?
Le puse un poco de sal a medio limón para no enfocarme en él. No respondería a eso. Kevin me conocía bastante bien y en ese momento no estaba preparada para mentirle.
—No bebes sangre —resalté. Su aroma a durazno se mantenía invariante. No era un Maldito de Aithan todavía.
—Ese es un detalle que no comparto.
—Ya veo. —Otro trago. Otro limón succionado. Una ligera calidez en la boca de mi estómago—. ¿Quién es Zigor?
—Drake ni siquiera a ti te cuenta todo —sonrió. No tenía idea—. Es el brujo más poderoso de la región, o eso dice él. —Se acercó y bajó el tono a uno casi inaudible—. Según rumores, su poder ha ido creciendo producto de docenas de vidas que ha... tomado en un bosque entre el territorio Cephei y Arcturus con ayuda de Drake. Dicen que tanto poder es para un ritual antiguo y que desafía las mismas reglas de la naturaleza.
No era de extrañarse. Los cambios que buscaba lograr solo podían conseguirse con gran poder. Y por los lados que transitaba, la magia negra se lo daría. No contaba con mucho conocimiento del tema, mas sí era consciente de que lo que daba, lo quitaba al doble, o más. Eso sucedía cuando se jugaba con cosas fuera de la comprensión, llegando a la orilla de perderse uno mismo. Zigor era un mal elemento sumado a la ecuación.
—Casi tu hermana se suma a la lista —dije.
Colocó otra vez en la barra lo que estuvo por beberse.
—¿La viste?
—¿A Emily? Sí. Samuel Harcos la arrastró a ella y a varios más a investigar los desaparecidos en el bosque. Manuel tiene mucho que enseñarle antes de nombrarlo alfa. Fue sencillo para los vampiros atraparlo.
—¿Y tú estabas ahí?
—Es... una larga historia.
—Manuel fue asesinado la noche de la masacre y Samuel es el nuevo alfa de los Arcturus.
—¿Qué?
Samuel Harcos seguía siendo demasiado impulsivo y descuidado para hacerse cargo de la manada. Lo demostró con la expedición que orquestó, resultando en su propio secuestro. Además, tampoco estaba casado ni tenía un heredero. ¿Tomaría en cuenta a Emily para consolidar su posición en el poder?
La madre de los hermanos Palmer elijó ser pareja del alfa de una pequeña manada ubicada más al norte. Aceptaron su ida, pero no volvió a ser bienvenida en el territorio. Cuando dicha manada fue erradicada por órdenes de Monique, los Arcturus acogieron a Kevin y a Emily siendo unos preadolescentes, ya que sus abuelos continuaban siendo miembros fieles. No obstante, siempre se sintieron como unos forasteros.
Esa era la razón de más peso por la que Manuel Harcos no aprobaba la relación de Emily con Samuel. ¿Acaso ahora sí se atrevería a hacerla oficial, a pesar de no darle beneficios a su imagen como nuevo alfa? Esperaba que sí, porque Emily no merecía sufrir. Ya lo había hecho suficiente al creer que su hermano estaba muerto.
—También es una larga historia —respondió Kevin.
Le pidió una nueva botella a la chica y él se ocupó de llenar los vasos.
—Tenemos mucho que contarnos y toda la noche para ponernos al día —agregó.
Ojeé hacia la puerta tras la que Drake desapareció con el brujo. Había tantas cosas que me ocultaba, que podía considerarlo un completo desconocido. Mezclarse con magia negra empeoraba la situación.
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