Capítulo 19 | Un pequeño pedazo de mí

Resultó que no era la primera vez que Alan había ido a verme. Me confesó que ya había ido una vez mientras dormía. No quiso despertarme, así que postergó el reencuentro.

Cuando le indiqué estar lista, me permitió cambiarme y ordenar la cama antes de que lo fuera a buscar. Lo había dejado a cargo de Paula en los jardines, quien era la que se turnaba con Ian y él para cuidarlo. Josh no había manifestado ninguna oposición a él por ser hijo de Drake, lo que significaba que era su sobrino, pero tampoco le prestaba atención.

Alan también me dijo que acordaron no revelar su identidad a nadie más, porque corría el riesgo de ser utilizado como señuelo para atraer a Drake. Claro, no iban a intuir que las verdaderas razones de su interés serían necesitarlo como pieza para alcanzar su anhelada inmortalidad.

Hice lo posible para evitar pensar en él en ese momento especial. Ya tenía suficiente con los nervios que me revolvían el estómago, como para sumar más preocupaciones. Sin embargo, me fue imposible no ver el rostro del castaño cuando Ethan se asomó con timidez, tratando de ocultarse, de detrás de las piernas del rubio.

Alan colocó una mano en la cima de su cabeza y lo animó a salir de su escondite.

—Vamos, recuerda lo que hablamos —le dijo con cariño—. Ella es alguien especial que te quiere conocer.

Yo estuve sentada en la cama esperando, pero al verlos entrar me había puesto de pie. No pude evitar preguntarme si era que lo intimidaba; si hubiera sido mejor quedarme como estaba. Preferí no hacer ningún movimiento para no asustarlo.

Ethan tampoco abandonó su lugar.

—¿Te quedarás ahí entonces? —preguntó Alan.

El niño asintió.

Alan me miró, pidiéndome en silencio que hiciera algo. Yo era su madre después de todo, ¿no? Solo que acordamos que primero me ganaría su confianza antes de revelarle la verdad de la manera más fácil de comprender para su edad.

Tenía tiempo sin lidiar con niños, y la interacción con los huérfanos de Malditos de Aithan había sido abrumadora. Años atrás había tenido que ganarme la confianza del rubio preadolescente, pero no era lo mismo que acercarme a una criatura de casi cinco años que había tenido que enfrentar situaciones inaceptables para su corta edad. Me dolió pensar en lo asustado que debió estar cuando llegaron al sitio que consideraba su hogar, donde tenía unos supuesto padres que lo entregaron a extraños.

Me agradó que encontrara refugio en Alan. El rubio sabía más que nadie lo que era temerle a su alrededor y quizás en el fondo Ethan, con su espíritu inocente, lo percibía. Ahí no importaba su pasado, ni las muertes que cargaba en sus hombros, ni la sangre que debía ingerir. Importaba era lo que estaba en el fondo de todo eso, en su esencia, y en la seguridad que le hacía sentir.

—Hola —me atreví a decir.

Mis remordimientos y culpas no iban a definir la relación que tuviera con él. Mis decisiones erradas no iban a privarme de tener la oportunidad de formar parte de su vida. Esa era la promesa silenciosa que le hice pronunciando ese primer saludo.

Me puse de cuclillas, rogando que estar a su altura sirviera.

—Hola —repetí—. Yo soy Vanessa, ¿y tú? ¿Cómo te llamas? Qué bonito cabello tienes.

Mi halago pareció captar su atención, porque dejó de examinar la habitación para observarme.

Tenía el mismo cabello castaño que Drake, abundante y semiondulado. Su nariz era mía y sus ojos también, pero el resto le pertenecía a los genes Aldrich. Su camiseta contaba con el dibujo de un astronauta, y su bermuda gris y zapatos tenían unas manchas de barro.

—Estuviste jugando en la tierra, ¿no? —inquirí.

—Estaba... atrapando grillos —murmuró.

—¿Ah, sí? Qué divertido. —Di un corto paso, manteniéndome agachada—. ¿Los coleccionas?

Negó—. Solo los atrapo para verlos y luego los dejo ir. No soy malo como para meterlos en una cárcel.

Sonreí ante eso. Cuando alcé los ojos hacia Alan, lo noté haciendo lo mismo. Después me regresó la mirada con tono de complicidad. Estaba logrando cruzar la barrera entre ambos.

A Ethan debió convencerlo mi sonrisa, porque dejó de estar detrás de Alan. No soltó su pantalón, mas sí dio un par de pasos hacia mí.

—¿Te gustaría... atrapar grillos conmigo?

Su pregunta tuvo un efecto difícil de describir. Una energía vibrante estalló en mi pecho y se esparció por mi ser. Mi nariz ardió y unas lágrimas se escaparon. Fue un sentimiento incontrolable que me hizo limpiar la humedad de inmediato, tratando de disimular la emoción en mi interior.

—¿Dije algo malo? —preguntó con una vocecita que me apretó el corazón.

—Para nada —sonreí luego de retirar las manos de mi rostro. Me volví a poner de pie—. Es solo que nunca me habían invitado a atrapar grillos y me hizo muy feliz que quieras que te acompañe.

Ethan haló un par de veces el pantalón de Alan y le indicó con la mano que se acercara a él. El rubio se agachó y Ethan le susurró algo en el oído. Alan escuchó atento y cuando mi hijo terminó de hablarle, sonrió sin dejar de mirarme.

—Me parece buena idea. Seguro le encantará. —Le alborotó el cabello antes de levantarse—. Pero le gustará más si se lo pides tú.

El niño se quedó pensando por unos momentos. Yo me quedé expectante en mi sitio, maravillada con él. Le agradecí a la diosa que lo cuidara todo ese tiempo y lo mantuviera siendo una criatura alegre.

Después, Ethan vino hacia mí a paso lento. Por impulso bajé de nuevo a su nivel para brindarle más confianza.

—Alan me prometió ver una película hoy si le hacía caso a Paula. ¿Quieres venir? Van a pasarla en la cafetería a las ocho.

No pude aceptar enseguida por ser consciente de mi condición. No podía salir de esa habitación para asistir a un evento donde casi todos me reconocerían. Tampoco iba a poder cazar grillos con él. Todavía no tenía esa libertad.

Alan tuvo que detectar los mismos inconvenientes, porque les dio solución.

—Puedo traer una laptop y la vemos aquí —sugirió.

—¿Por qué? Tipo cine es más divertido.

Yo estaba en blanco. No se me ocurrió qué excusa dar. ¿Cómo no arruinar mi mejor oportunidad de conectar con él sin exponernos? No podía decirle la verdad. Y Alan, quien demostró manejar esas situaciones mejor que yo, o quien quizá ya llevaba tiempo pensando en ello, volvió a encontrar una mejor respuesta.

—¿Quieres que te diga un secreto sobre Vanessa? Claro, si ella me da permiso —dijo.

—Te lo doy —repliqué, con los ojos de Ethan iluminados de curiosidad puestos en mí.

El pequeño castaño regresó junto a Alan para que le contara el supuesto secreto.

—Bueno, resulta que Vanessa es una persona muy importante y por eso no muchas personas pueden saber que ella está aquí. Ella es una princesa y tenemos que protegerla, porque gente malvada quiere hacerle daño.

—¿En serio? —cuestionó Ethan con la boca abierta por la sorpresa.

—Sí. Y te confío este secreto, porque sé que eres un caballerito muy valiente y correcto.

Tuve ganas de llorar de nuevo ante la escena. Ambos se veían demasiado adorables y entendí por qué Alan se llevaba tan bien con él. A mi mente llegó el recuerdo de nosotros cuando el rubio se quedó un tiempo con la manada durante su preadolescencia. Yo fui de las pocas que se preocupó por hacerlo sentir a gusto cuando lo despreciaron. Él debió estar asustado y confundido ante los repentinos cambios en su vida, justo como Ethan tuvo que estarlo, a pesar de la considerable diferencia de edad. Alan interactuaba con mi hijo como probablemente él siempre quiso que los demás lo trataran. Ni su madrastra, ni su hermano tuvieron ese tacto. Eso le daba dicha habilidad.

—Así que, ¿nos ayudarás a cuidarla?

—Porque —intervine—, aunque no pueda salir a cazar grillos contigo todavía, me encantaría ser tu amiga.

—¿Una princesa quiere ser mi amiga?

—Así es —afirmé sonriéndole—. Claro, si tú también quieres.

—¡Claro que sí! Qué genial.

Dio un par de brincos y una risa se escapó de mi garganta. No recordaba la última vez que me sentí así de feliz, y eso que era solo el inicio. Me llenó de ilusión haber logrado ese primer acercamiento y deseé más.

Mis ojos se posaron en Alan y él me dirigió una mirada cargada de cariño y, según yo, con la misma felicidad en mi interior. En esos segundos, un estremecimiento recorrió mi cuerpo. A medida que pasaba más tiempo con él, me daba cuenta de que mi percepción de él sí había cambiado y que continuaba haciéndolo conforme me familiarizaba con la nueva realidad dentro de esos muros.

Aclaró su garganta, siendo por unos segundos ese chico nervioso.

—Iré a buscar la laptop. La película debe estar en internet.

Que Ethan insistiera en acompañar a Alan para no quedarse solo conmigo, me dolió un poco. No obstante, entendía que, aunque en su mente yo fuera una princesa, seguía siendo una desconocida. Estaba bien que no aceptara quedarse a solas conmigo aún.

Los observé a través de la ventana yéndose y me quedé allí hasta que regresaron. Nos instalamos en la cama, quedando Alan en el medio y Ethan y yo a cada lado. Puso una almohada en su regazo y colocó la laptop allí. Luego de comprobar que todos estuviéramos cómodos, buscó la película y la empezamos a ver.

La película era sobre unas mascotas que hablaban y Ethan se emocionó cuando apareció un conejo, el cual lucía tierno al principio, pero después sacaba su lado rudo. Me aseguré de anotar mentalmente ese detalle, así como se estar pendiente de cualquier otro para conocerlo mejor y que pudiera usar más adelante para acercarlo a mí. Tenía que recuperar casi cinco años perdidos.

En esa burbuja que nos excluía de la realidad, en lugar de prestarle suficiente atención a lo que veíamos, llegué a imaginarme cómo sería tener una vida así de sencilla junto a Alan; sin venganzas, ansías por destruir el sistema y muerte. Quise hacer esa escena eterna y comprendí que era una sensación por la que valía la pena luchar. Necesitaba a Alan en mi vida para no sentirme miserable.

Ethan se durmió, pero el rubio y yo sí llegamos al final de la película. No pude evitar pensar que la última vez que había visto una película animada también había sido con él. Cerró la laptop antes de que terminaran los créditos y me acarició la mejilla con el costado de su mano libre. Su otro brazo era prisionero del agarre de Ethan.

—¿Te gustó la película? —murmuró instantes después.

—Sí, estuvo bien. —Hice una pausa para enfatizar la siguiente palabra que dije—. Gracias.

—Es un placer, princesa.

Alargó sus palabras, consiguiendo que tuvieran más efecto. Alentó a que desviara mi atención a sus labios y él se aproximó con cuidado, su mano abandonando mi mejilla para sostener la laptop en su lugar. También acorté la distancia. Lo único que estaba en mi mente, exceptuando a mi hijo, era el bienestar que Alan me daba.

Fuimos interrumpidos por un par de golpes en la puerta.

—¡Traigo un mensaje del alfa! —indicó uno de los jóvenes puestos por Josh.

—Voy —respondió Alan reflejando su molestia por habernos interrumpido y por despertar a Ethan.

Mi hijo estuvo alarmado hasta que Alan le susurró unas palabras tranquilizadoras y volvió a tenderse para despertarse con calma.

Alan abrió la puerta y le preguntó al muchacho cuál era el mensaje.

—Quiere que el niño coma con él hoy. Me envió a buscarlo.

—Okey, está bien, pero que Ian lo lleve —contestó Alan—. Ve por él y podrás llevártelo.

Al joven no le gustó mucho la respuesta, mas la determinación en el rubio no le dejó otra alternativa que ir por el pelinegro.

—Lo siento, Vanessa, pero no podemos negarnos.

Mi ánimo decayó al saber que tendría que separarme de nuevo de Ethan. No quise que tuviera que convivir con el despiadado de Josh.

—¿Y tú quieres ir? —le pregunté a mi hijo—. ¿Qué piensas de Josh?

Ethan ya estaba sentado y miró a Alan al responderme, buscando una aprobación silenciosa de sus palabras. Esa era otra conversación que ya habían tenido.

—Tengo que ir. Josh me da un poco de miedo, pero es como el rey y por eso hay que hacer casi siempre lo que dice. No todas las batallas tienen que pelearse...

—Porque te dejarán agotado —terminó Alan por él—. Bien dicho, Ethan. Ian no te dejará solo.

Me mantuve callada, aunque deseé poder discutir el asunto. Lo mejor era conservar las cosas en su lugar para que Josh no ordenaba alguna represaría. Ya de por sí debía estar todavía resentido por cómo Alan desafió su autoridad.

El guardia regresó con Ian e Ethan se fue con ellos sin quejarse. No me abrazó ni me dio un beso antes de marcharse, todavía no alcanzaba ese punto de confianza. Alan sí lo abrazó.

—Mañana lo traigo otro rato —dijo cuando estuvimos solos.

—Gracias. De verdad que lo que hiciste no tiene precio. Ethan ha estado en buenas manos contigo.

—¿Y cómo no estarlo si es un pedazo de ti? Es un niño muy inteligente y ya debiste intuir que me recuerda a mí. —Volvió a la cama y se sentó a mi lado—. Aunque los que lo cuidaron siempre le dijeron que alguien vendría por él en cualquier momento, al principio estuvo muy asustado. Me satisface ser parte del avance que ha tenido y haber hecho más fácil tu acercamiento a él.

Su mano se aferraba al borde del colchón y me atreví a colocar la mía sobre ella, agradeciéndole una vez más.

—No sé qué habría hecho sin ti —susurré.

—Ni yo sin ti.

Tuvo la iniciativa de doblarse para entrar en mi espacio personal, pero no fue quien empezó el paso. Prefirió quedarse a unos centímetros de mí, esperando que en esa ocasión yo decidiera. Y lo besé.

Fue distinto al beso anterior. Sujeté su cabeza y él puso sus manos a cada lado de mí, inclinándose contra mí para nuestro contacto fuese incluso más profundo. El fuego entre nosotros también había madurado.

Siendo guiada por su peso, me acosté sobre la cama. Se mantuvo apoyado de sus brazos, sin aventurarse por mi cuerpo. En cambio, yo sí puse las manos en su espalda y lo adhería más a mí.

Al quedarse sin aliento, cortó el beso por uno momento y juntó su frente con la mía. Estaba agitado al igual que yo. Lo único que quería era seguir sintiéndolo y que me hiciera recordar el lado bueno del amor, el matiz dulce que Drake había dejado de irradiar.

—¿Te quedas conmigo esta noche? —pregunté.

Aunque me sonrió, decidió apartarse.

—¿Recuerdas la conversación que tuvimos sobre nosotros antes de que te fueras?

—Sí —dije sin dejar de estar confundida.

Terminó de levantarse y yo me senté.

—Mis palabras siguen intactas y tu corazón igual. Tal vez ya estés unos pasos más cerca de mí que de Drake, pero sé que todavía no me has elegido a mí. No es un reproche, sé que no debiste pasar una situación fácil con él y por eso sé que no estás lista. 

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