Capítulo 18 | Sin Máscaras

Decidí relatar los hechos de Nome y las intenciones de Drake de poner a Noah Agnew, el Jefe Cazador Regional, de su lado. Sabía que Wyatt podía ayudarles a corroborar parte de la información. El resto me lo guardaría hasta que me dieran seguridad sobre la inmunidad.

Se fueron, con Alan igual de distante, pero prometiendo visitarme pronto para comunicarme su decisión. Permanecí atada, despierta, y sin poder sacarme al rubio de la cabeza. Su indiferencia me había dolido.

Al poco tiempo, fui sorprendida por el regreso de Ian. Solo indicó que Alan lo había enviado a desatarme como señal de buena fe. Además, me trajo una buena comida acompañada por jugo, la cual no pude terminar por la debilidad en mi estómago. No buscó entablar una conversación, ni yo tampoco, ya que nos encontrábamos en terreno inestable.

Volvió para alimentarle una vez más y tiempo después representando a Alan. Había aceptado el trato de inmunidad y me sacaría de esa celda. Me trajo ropa limpia, entre las prendas unos lentes de sol para disimular mi identidad.

—Todavía queremos mantener en secreto tu estadía con nosotros —había dicho.

Me escoltó junto a dos jóvenes Hijos de Diana a la nueva locación a horas del mediodía. Josh tendría un evento en el auditorio tanto con miembros como con no miembros de los Cephei, así que había escaso movimiento en las demás áreas de las instalaciones. Ian no me llevó a ninguna de las habitaciones, sino a una de las torres del muro, como en la que vivía Amanda, solo que en el lado opuesto, más cerca del centro de seguridad.

Agradecí que no me hiciera sentir como una prisionera. No me llevó atada, ni miró cada cinco segundos sobre su hombro para confirmar que no intentaba escapar. Lo que me hubiera gustado fue que Alan nos hubiese acompañado también.

De todas formas, me sentí extraña caminando una vez más en esos jardines. Cada vez que regresaba a ese lugar era una versión diferente a mí. Primero, de la Vanessa frágil a la Vanessa fuerte. Luego, de la Vanessa fuerte a la Vanessa que desertó. Después, de la Vanessa traidora a la Vanessa que salvó al alfa. Y ahora, de la Vanessa conspiradora a la Vanessa que se sentía perdida. Cada paso que daba me hacía dudar, aunque no quisiera que fuese así. Como, por ejemplo, la actitud de Alan, ¿había sido un error creer que las cosas podían ser como antes? ¿Me equivoqué al pensar que todavía podíamos tener esperanza?

Por fuera, el sitio lucía abandonado. Una enredadera se alzaba aferrada a los espacios entre los bloques de roca, al igual que parches de moho. La puerta de madera con incrustaciones de hierro rechinó al abrirse y un ratón salió corriendo del lugar.

Ian falló en pisarlo.

El interior era iluminado por antorchas y no había ni un solo mueble, solo telarañas cerca del techo. Ascendimos por las angostas escaleras hacia la recamara ubicada en el piso superior.

—Esperen afuera —ordenó el pelinegro a sus ayudantes.

Ellos obedecieron sin hablar. Eran unos muchachos que incluso debían ser menores que Alan.

Ian me permitió entrar primero a la alcoba y noté que ese espacio sí estaba libre de polvo. En el reducido lugar cabía una cama doble, una mesa con dos sillas y un armario. También había dos pequeñas ventanas; una que debía dar visión del bosque y otra del patio. Un rico aroma que me recordó a las esencias que Paula coleccionaba —y que siempre me encantó usarlas en mis baños—, me hizo sentir bien.

Ian cerró la puerta.

—Bienvenida de regreso, Vanessa.

Dejé de darle la espalda y percibí el cambio en él. No lucía igual de tenso, ni con una pared imaginaria entre nosotros. Incluso lucía triste.

—¿Sigues estando de mi lado? —pregunté.

—Lo sigo estando.

Fui a él por impulso y lo abracé. No había tenido idea de cuánto necesitaba un abrazo hasta ese momento. No un gesto de cariño tormentoso como el de Drake, sino uno afecto incondicional. No importaba su recurrente aura gris, ni su olor a cigarrillo, él fue quien me apoyó en mi peor momento y quien continuaba siendo un gran amigo.

Me devolvió el abrazo como si también llevara tiempo necesitándolo.

—Lisa murió esa noche —murmuró, pero pude detallar cómo se quebró su voz.

Lo apreté con más fuerza, sintiendo pena ante la noticia. La diosa tenía consigo otra alma noble gracias a Drake y sus planes.

Unas lágrimas sin sonido se escaparon de repente de mis ojos. En parte por la muerte de Lisa y en parte por el alivio de no estar entre enemigos. Ian había tenido en mí un efecto similar a lo que generó la llamada con Alan. Ya no me sentía sola, ni en el fondo del abismo.

Permanecimos un par de minutos así, hasta que él decidió soltarme. Ya había tenido suficiente cercanía con su lado sensible.

—Maldición, necesito un trago —dijo.

—Yo igual —intenté reír.

—Tienes que descansar un poco más antes de eso. Cuando Olivia te atendió estabas muy mal.

Josh había sido despiadado conmigo, como si de verdad fuera una prisionera más. Aunque, claro, siempre dejó claro su odio por mí. Sin haber pensado en ello antes, por un instante, quise beber sangre. Para enviar lejos su presencia en mi mente, me dispuse a distraerme aclarando ciertas dudas.

—¿Quiénes son tus guardaespaldas? —cuestioné—. Lucen jóvenes.

—Y lo son. Pertenecen a los Cephei y Josh los tiene como aprendices. Los envió a acompañarme para vigilarnos.

—Y... ¿Alan?

Ian se sentó en la cama y yo hice lo mismo.

—Está resolviendo unas cosas, pero más tarde vendrá a verte. Hay mucho de lo que te tienes que enterar y él es quien te lo quiere decir. Estos meses han sido complicados, pero él ha sabido estar a la altura.

—Ya no es el mismo que se dejaba pisotear, ¿cierto?

—Así es.

—¿Sabes si desconfía de mí?

—No lo sé. Lo que te puedo decir es que se endureció para traerte de regreso. Y menos mal que lo hizo, porque si fuera por Josh seguirías en esa celda.

En eso tenía razón. Cabeza de los Seward y próximo en la línea de sucesión, ¿quién lo hubiera imaginado? Y, además, había participado en el rescate de mi hijo. La vida no me alcanzaría para pagarle.

Deseaba poder tenerlo cerca, sin testigos, para agradecerle y demostrarle que mi lealtad no estaba con Drake. Sin embargo, a la vez me asustaba que pudiera ver en mis ojos los pecados que había cometido. Temía que me viera como un monstruo, incluso cuando quizás él era el único que podía entenderme.

—Quita esa cara, Vanessa. Alan sigue siendo un buen sujeto y estás mejor aquí que con Drake. No puedo imaginarme qué pasaste con él, pero no creo que haya sido un cuento de hadas.

—No lo fue.

Por mi mente pasaron varios recuerdos, muchos que preferiría olvidar, especialmente la noche de la fiesta del profesor. La sangre y las manos de él sobre mí, cegada por la explosión de sensaciones, eran algo que hacía que mi cuerpo se tensara. No había sido memorable en el buen sentido, ni dulce. Por eso preferí bloquearlo y fingir que no ocurrió de esa manera. Drake podía ser un monstruo incluso conmigo con tal de tenerme de su lado.

Ian puso su mano en mi hombro, ahuyentando mis demonios.

—El baño está en el piso de arriba. Creo que lo mejor es que te asees antes de que Alan venga. Apestas.

En esto tenía razón. Supuse que Olivia se había encargado de limpiarme al atenderme, porque los rasgos de sangre seca dejados por las agresiones de Josh se habían ido. El mal olor que tenía era por el sudor de los días posteriores.

—Buena idea.

—En el armario tienes parte de tu ropa; Paula la trajo. —Se puso de pie—. Los mocosos de Josh van a quedarse abajo haciendo guardia. Son inofensivos, pero así nadie viene a curiosear. De todas formas, ten esto por si acaso. —Sacó de la parte de atrás de su pantalón una pequeña daga y me la dio—. Sé que no debo recordártelo, pero: no confíes en nadie. Estás en una posición delicada y todavía tienes acónito en tus venas. Cierra la puerta con llave, ya que estando bajo la tutela de los Seward, solo Alan y yo podemos autorizar a tus visitantes.

—Gracias.

En esa ocasión, él fue quien me dio un corto abrazo para despedirse.

Lo primero que hice no fue darme un baño, sino dormir. En cuanto escuché el bloqueo en la cerradura y me acosté en la cama, me dejé vencer por el cansancio.

Sí, seguía siendo vista por la mayoría como la cómplice de Drake y estaba en un lugar donde fácilmente me condenarían a muerte, pero, de todas formas, me sentí en más calma, porque había dejado de verme en el equipo equivocado. Ya no estaba el peso de no saber qué haría Drake, ni cómo se comportaría conmigo, ni las preguntas de qué era lo que hacía. Claro, continuaban latentes, mas el protagonismo había disminuido, ya que, en el presente inmediato, no dictaban mi porvenir. Mi mente se ocupó de recuperar todo el sueño que había perdido en mi vigilia nocturna intermitente.

No supe cuánto dormí, solo que por las ventanas ya no ingresaba luz solar. Al asomarme, noté que la luna estaba en su punto más alto y que había algo de movimiento en los jardines. Luego de elegir ropa cómoda del armario, abandoné la habitación, sin hacer mucho ruido, y me dirigí al baño.

El cuarto era pequeño, pero con suficiente espacio para contar con lo necesario. De regreso en la recamara, y sin tener algo concreto que hacer, decidí dormir un poco más. Debía aprovechar esa oportunidad, porque en cualquier momento mis circunstancias podían cambiar. Lo que no dejaba de intrigarme era por qué Alan tardaba tanto en ir y cuánto tendría que esperar para por fin conocer a mi hijo.

—Vanessa.

El sonido de mi nombre vino acompañado de una ligera sacudida. De cualquier forma, ya alerta, me senté de golpe revelando la daga que Ian me dio y que había estado sujetando bajo la almohada. Solo la bajé cuando mi cerebro procesó que la persona sentada sobre el colchón era Alan. Hizo lo correcto en quedarse quieto hasta que lo reconocí.

—Tranquila, no vine a asesinarte —dijo.

—Eso espero.

Volví a colocar la daga en su escondite, ganando tiempo mientras decidía qué decir a continuación, ya que él se limitó a observarme. Me podía nerviosa con sus ojos azules fijos en mí. Mi corazón empezaba a latir deprisa y me sentí expuesta. Había pasado varios meses y nunca imaginé que iba a tener ese efecto. Al irme seguía viéndolo como aquel niño introvertido, mas, de alguna manera, las cosas se sentían diferentes. La distancia había afectado mi percepción. Y en ese instante, me di cuenta de lo mucho que lo extrañé.

Su mano se acercó con precaución para tomar la mano que yacía en mi regazo. No la alejé y tuve que reprimir la sonrisa que provocó.

—Disculpa por no correr hacia ti, soltarte y abrazarte en cuanto te vi en esa celda —murmuró. Alcé la vista y detallé el claro remordimiento en sus irises—. Lo siento. Tenía que hacerle ver a Josh que habías dejado de ser tan importante para mí y que podía controlarme.

—Y aquí estoy, bajo tu protección.

—Así es.

Me regaló una fugaz sonrisa y acarició con su pulgar mi mano. Me gustó y me sentí dichosa de tenerlo de mi lado.

—¿Entonces no dudas de mí? —pregunté.

—En mi corazón eso no es posible.

Fueron las palabras perfectas y por ese motivo no supe cómo responder. No podía hacerlo con algo tan dulce. No era el momento. Acababa de volver de estar con Drake y de haber cruzado cada uno de mis límites, por lo que tampoco podía darle alas si no estaba segura. Y tampoco sería justo para él, porque se aferraba a otra yo, la cual Drake hizo cambiar de cierta manera.

—Alan, yo...

Cubrió con su otra mano mi mejilla, silenciándome. Después, se fue acercando a mi boca, como esperando a que me negara. Pero no lo detuve. Anhelaba su afecto, que su luz espantara mis males, y quería que borrara todo lo que Drake hizo. Estaba harta de sentirme rota y Alan tenía el poder de hacerme creer que no era así.

Sus labios hicieron contacto con los míos. Fue sutil, con timidez, como si temiera mi reacción. Correspondí el beso, apretando su mano y colocando la otra en su cuello. Me arrimé para que la posición fuera más cómoda y eso lo incentivó a profundizar un poco más.

Me permití hundirme en ese beso, porque, a diferencia de Drake, él me trataba con la delicadeza que todas merecíamos. No intentó llevar la situación más allá, ni movió sus manos hacia ningún otro lado; solo me trasmitió su amor.

Me dio un último beso en la frente antes de apartarse. Me sonrió y no pude evitar hacer lo mismo.

—Quiero que sepas que no importa lo que hayas hecho, ¿está bien? Sobreviviste y eso es lo que me concedió la diosa. Si necesitas desahogarte sobre cualquier cosa, aquí estaré para escucharte. Si, en cambio, prefieres no hacerlo, está bien —dijo—. Cuando te den la inmunidad y tengas que contar lo que sabes, trata de ser lo más objetiva posible.

—Gracias por eso.

Fue un alivio que no me bombardeara con preguntas. Todavía no había decido qué decir y qué no. No quería que esos ojos azules me juzgaran, ni que se decepcionara de mí. Dejando a un lado lo primordial de los planes de Drake, había detalles que podía omitir.

—Ahora..., ¿te sientes lista para conocer a tu hijo?

Se puso de pie y lo miré desde mi posición con una emoción indescriptible esparciéndose por mi pecho. Esas palabras estuvieron lejos por tanto tiempo que, al oírlas, parecieron por unos segundos producto de mi imaginación. Por fin iba a poder conocer esa pequeña parte de mí. Por fin iba a saber que estaba a salvo y ser capaz de abrazarlo, olerlo y llenarlo de besos. Por fin iba a poder terminarse de llenar ese vacío que surgió al creer que estaba muerto.

—Sí —respondí enseguida, pero luego me abordaron las dudas—. Digo no... No. Espera. ¿Cómo se llama? ¿Qué sabe de mí? ¿Cómo es? ¿Quién lo cuidó durante todo este tiempo? ¿Cómo lo encontraron? ¿Dónde está?

Alan se tomó un momento para digerir mi veloz interrogatorio. Luego, sonrió y se sentó de nuevo.

Yo necesitaba contexto antes de poder conocerlo. No sabía nada de él, excepto que estuvo en una casa bonita y los juguetes que tenía en su habitación. Nada más. Sin algo de información adicional no iba a saber cómo acercarme a él y ganar su confianza. Las primeras impresiones eran importantes.

—A ver... ¿Recuerdas la carta que Wyatt te dio? La que Arthur le dijo que te diera.

—Sí. La que tenía escrita una fecha.

—No sé cómo, pero esa carta tenía la ubicación de tu hijo y decía específicamente que debías ir allí, sin que Drake supiera.

—¿Cómo encontraste la carta?

—Al parecer Amanda se escapó del cuidado de Olivia para venir a dármela. No sé si es que la sacó de tu habitación.

Amanda y los hilos invisibles que motivaban sus acciones volvían a influenciar en los acontecimientos. Si no hubiera hecho eso, mi hijo ya estaría en las garras de Drake.

Con la mención de Olivia cuidándola, recordé la muerte de Lisa y que el puesto vacante debió ser ocupado por la rubia. La ausencia de Lisa debió afectar mucho a Amanda, así que hice una nota mental de visitarla en cuanto se pudiera.

—¿Quiénes lo cuidaban? —pregunté, sin seguir dándole vueltas al asunto celestial de Amanda, el cual iba más allá de mi compresión.

—Una pareja jubilada de cazadores que dijeron llevar tiempo esperándonos.

La historia se tornaba cada vez más extraña. Dudaba que cazadores jubilados hubieran robado a mi hijo de bebé. ¿Cómo llegó a ellos? ¿Cómo Arthur sabía de su paradero? ¿Acaso él se los había encargado? Muchas preguntas más se acumulaban, pero sabía que podían esperar. Demorar el encuentro empezaba a darme cierta ansiedad.

—¿Cómo se llama?

Viviendo como vivía dudaba que no le hubiesen puesto nombre. Me causó malestar reconocer que también había perdido la oportunidad de darle un nombre a mi hijo. Ya había pasado por muchos cambios como para pretender modificarlo.

—Ethan. Es un niño sano, dulce y muy activo. Habla bastante cuando se siente en confianza y corre para todos lados.

Sonaba perfecto y escuchar la descripción de Alan hizo que se me quitara un poco el miedo. No importaba si al principio no le agradaba, porque valía la pena esperar e ir ganándome su cariño. Ya había perdido muchos momentos, como para seguir retrasándolo más.

—Estoy lista. 

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