Capítulo 17 | Línea de poder
Al principio creí estar muerta y no precisamente haber sido acogida en los prados celestiales de la diosa. Incluso me consideré tan indigna como para haber sido condenada a las llamas del mismísimo infierno. La espesa oscuridad y el calor abrumador sustentaron mi hipótesis. Los pecados cometidos en vida, especialmente el de la sangre, habían sellado mi sentencia.
Lo acepté, esperando en cualquier momento el arribo sufrimiento de la redención. El mal que cometí, a pesar de mis razones, debía ser pagado para mantener el equilibrio en el universo. Me resigné y rogué por un destino diferente para mi hijo.
El tiempo transcurrió y permanecí en presencia del vacío. No podía moverme. Unas cadenas invisibles me aprisionaban. Llegué a preguntarme si acaso el castigo era quedarme así por la eternidad.
Mi idea flaqueó cuando empecé a sentir hambre y sed. El segundo fue comprensible por el tema de la sangre, pero ninguna de mis faltas estuvo relacionada con la gula o la ambición. Entonces, ¿por qué aleccionarme de esa forma?
La cabeza empezó a dolerme y la debilidad llegó. Mis piernas apenas lograban sostenerme. La muerte no podía percibirse así de... mortal. ¿O sí?
Me dormí un par de veces, así de pie, en el fondo deseando despertar de esa pesadilla. Tal vez el té dado por Drake me había hecho caer en un sueño profundo y me encontraba alucinando. Quizá haber visto a Ian y a Paula había sido parte de una mala jugada de mi cerebro.
Ya sin noción del transcurrir del tiempo y sin poder diferenciar entre tener los párpados abiertos o no, escuché el girar de la cerradura de una puerta, seguido del roce a la misma al deslizarse contra el suelo.
—Has aguantado bastante y sin decir ni una palabra —dijo la voz de Josh—. Rinc hizo un buen trabajo contigo.
Que estuviera allí descartó mis pensamientos iniciales. No, no estaba muerta. En lugar de ello me encontraba como rehén en las manos de los Cephei, en las de Josh. Pero, ¿cómo? ¿Por qué el hechizo sobre las consecuencias de la lejanía con Drake no había hecho efecto? ¿Por qué no morí como Drake informó que sucedería si me alejaba más de cinco kilómetros de él?
—Pero es hora de que hables —añadió—. Quiero que me digas todo sobre Drake y sus movimientos, sus planes, con quién se reúne, quién lo apoya; todo.
En realidad no tenía muchos datos que darle. Drake fue cuidadoso al mantenerme apartada de sus asuntos. Lo que yo sabía era solo la punta del iceberg; de eso estaba segura. Sin embargo, comunicárselo a Josh en esos instantes no era buena idea, podía tomarlo como si simplemente no quisiera cooperar.
—Tengo hambre y sed, ¿cuánto tiempo llevo aquí?
Mi estómago crujió, enfatizando mis palabras. No comía desde la mañana del día de la pelea con Corinne, la cual se veía muy distante ya.
—Lo suficiente, Vanessita. Justamente vine preparado con una bebida que te activará.
Me quedé quieta mientras lo oí acercarse. No me quitó por completo la bolsa de tela gruesa, sino que aflojó el lazo en mi cuello para subirla hasta la altura de mi nariz. No tardé en tener el borde de un vaso contra mis labios y en tragar apresurada el líquido.
Admito que me confíe. Había olvidado la visión que tenía el resto del mundo sobre mí; que la manada de los Cephei ya no era mi hogar y que en lugar de ello era su enemiga. Además, tampoco me esperé que Josh llegara a tanto, a pesar de siempre despreciarme. Por eso bebí sin intuir que podía ser una mala idea.
El líquido sin sabor no necesitó llegar a mi estómago para comenzar el ardor en mi sistema digestivo. Se fue propagando como un incendio por todo el trayecto, aumentando su vigor. Tosí y traté de escupir el resto de la sustancia que entraba en mi boca, pero Josh no apartó el vaso. En el acto chorreó una parte por mi mentón y otra llegó al principio de mi cuello, generando que esa piel expuesta también quemara. A punto de ahogarme, con la sensación de estar calcinándome por dentro, la última gota de la bebida entró a mi organismo.
Mi estómago se contrajo. En medio de los espasmos, del fuego interno y un de vómito que no salía, resonó la risa leve de Josh.
—Creo que estás olvidando en qué equipo juegas ahora, Vanessita. Eres enemiga de tu raza, así que ya no tengo por qué ser sutil contigo.
No estuve en condiciones de responder. Me retorcía buscando la forma de expulsar lo que cocinaba mi cuerpo. Las cadenas sonaban, se hundían en mis muñecas, y yo solo quería romperlas, aunque significara perder las manos. Necesitaba con desespero cualquier cosa que pudiera calmar las llamas.
Gemí, grité, apreté los ojos con fuerza, y lo maldije a todo pulmón. El aire ingresando avivaba el calor y sabía que en cualquier momento llegaría a mi punto de quiebre. No quería estar así, no quería darle la satisfacción de hacerme sufrir, pero todo en mí estaba fuera de control, agobiado por el dolor.
—Vamos, siente una pizca de todo el sufrimiento que ha causado Drake. Así tienes una idea de lo que tuve que canalizar al ascender luego de esa masacre. Hijos muertos. Padres muertos. Amores muertos.
Quise defenderme. Decirle que no había sido mi cumpla. No sabía que Drake iba a hacer eso, ni tampoco había aceptado irme con él esa noche porque lo apoyara. Yo solo quería a mi hijo. Sin tener que pasar por esa tortura, yo ya conocía perfectamente lo que era perder a seres queridos.
—Duele, ¿no? Preferirías estar muerta también, ¿cierto? Me alegra —continuó—. Pero eso sería demasiado fácil. Por eso tendrás que contarme todo lo que sepas para encontrar a Drake y matarlo yo mismo. Después prometo que haré que te reúnas con él. Yo le devolveré el honor a los Aldrich.
Volvió a cubrirme por completo el rostro.
«¿Quién controla tu cuerpo? ¿El dolor, o tú?».
«Yo».
«No te escucho...».
«Yo lo controlo».
La voz de Rinc y de una de sus lecciones retumbó en mi cabeza. Mi cerebro había encontrado el recuerdo que requería para estabilizar mi interior. Yo era dueña de mi cuerpo, no el dolor. El dolor era un intruso que quería adueñarse de mi propiedad y para espantarlo debía recordarle quién mandaba. Yo era quien decidía sobre mi cuerpo. Yo era quien decidía sobre el dolor.
Respiré hondo y repetidas veces, a pesar de estar intensificando el insoportable malestar. Me repetía que solo debía hacerlo un poco más; lo suficiente para estar por llegar al máximo y después regresar a los niveles normales. Yo era quien controlaba cuánto dolor sentir. Y si experimentaba lo peor, podría lidiar con lo normal.
—Ya que no dirás nada, sino que solo actuarás respirando como una desquiciada, te vendré a visitar más tarde —dijo—. Tal vez te traiga más de esto para saciar tu sed.
—Quiero inmunidad —logré decir antes de que se marchara.
Movió un poco la puerta, como volviéndola a cerrar un poco. Vino hacia mí.
—¿Inmunidad? ¿No recibir ningún castigo, a pesar de haber estado estos meses con Drake? ¿No ser juzgada por haberte aliado con las sobras del Clan del Norte, los Malditos de Aithan, brujos, y participar en el asesinato de cazadores? ¿Acaso eso es lo que pides? ¿Crees que todo eso puede ser ignorado?
Estaba temblando. Tenía los músculos tensos. Sudaba. Era difícil, pero estaba decidida a empujar el dolor hacia un lado. Yo tenía el control. Yo era la dueña de mí.
Debía negociar. Entregar a Drake significaba morir también. Escapar y volver a Drake, igual. Nada garantizaba que confiaran en mí luego de haber sido capturada por los Cephei; no después de mi aparente intento de escape y que, seguramente, fue mi culpa que dieran con nosotros a raíz de Corinne.
—Sí. Te daría la gloria de lo que todos buscan —respondí—. Yo solo soy un peón y no he matado a nadie. Drake me tenía en contra de mi voluntad.
—¿Un... peón? Me dijeron que dormías tranquilamente en su cama —río—. Digamos que te creo, ¿por qué no huir? Eres buena es eso. Estabas sola en ese apartamento y ni siquiera la puerta principal tenía llave.
Quedé perpleja. ¿Me habían dejado sola e incluso con la puerta así? ¿Por qué no me desperté en cuanto ingresaron? Dudaba que hubiera sido una entrada silenciosa. ¿Qué había sucedido?
—Eso no...
Puso sus manos en mis hombros y hundió la rodilla en mi estómago. Me quedé sin aliento y lágrimas escaparon de mis ojos. Me sujetó en esa posición por unos instantes, respirando cerca de mi oído.
—Agradece que te encontramos nosotros y no los Arcturus o los cazadores. Ellos ya hubieran contratado clandestinamente a un hechicero para hurgar en sus recuerdos, sacarte todo, y luego destrozarte poco a poco —murmuró.
Me soltó y mi cuerpo cayó ido hacia adelante. No llegué al suelo debido a las cadenas. Hasta mi repentina fuerza de voluntad se había desvanecido con ese golpe.
Ahí sí lo dejé terminar de irse. Comprendí que intentar dialogar con él solo empeoraría la situación. Tenía demasiado odio. Y no era para menos.
Las llamas fueron perdiendo energía hasta extinguirse al cabo de lo que se sintió como una hora, o quizás un poco más. Mi cuerpo y mente estaban exhaustos, así que en cuanto fue posible, me dormí. Así por lo menos no sentiría hambre.
Los días siguientes me debatí entre la consciencia y el borde de la muerte. Josh me visitaba, me torturaba para hacerme hablar, y se iba cuando se cansaba, o cuando me desvanecía. No solté información, porque insistí en mi inmunidad. Sabía perfectamente que cada manada y cada grupo afectado por las acciones de Drake iba a pedir un pedazo de mí. Yo era su forma de obtener una pizca de la venganza que anhelaban sus corazones. La inmunidad era mi boleto para la supervivencia. Con el respaldo de los Cephei, tenía más probabilidades de vivir y de proteger a mi hijo.
Entre golpes, cortadas y quemadas fui volviéndome más débil. A penas me alimentó y llegué a sentir a mi cuerpo ajeno, entumecido. El dolor se convirtió en una sensación distante, que le ocurría a alguien más. Justo en ese punto todo se tornaba negro y solo volvía a tener breves momentos de lucidez hasta ser arrastrada un rato a la completa realidad con las visitas de Josh.
Uno de mis apagones, al ser la situación demasiado de soportar para mi organismo, fue peor que los anteriores. Volví en mí estando tirada en el suelo, sin cadenas, y con una luz lastimando mis ojos. Intenté apartar el rostro y la luz desapareció.
—Sigue viva, pero está muy mal, Josh —dijo una voz femenina—. Si quieres que sobreviva hay que inyectarle unos suplementos e hidratarla. También revisarle esa herida del abdomen que no ha sanado.
—Todavía no sé qué quiero hacer con ella. Por mí, la dejaría morir, pero sería perder una gran oportunidad para descifrar los planes de Drake.
—Es tu decisión como alfa y yo haré lo que órdenes, pero te aconsejo que medites lo que causaría su muerte, sobre todo estando aquí, sin que nuestros aliados sepan.
Guardó silencio, asimilando sus palabras.
Desde mi lugar, yo ni siquiera tenía fuerzas para abrir los ojos. Sentía estar colgando de una cuerda que estaba por romperse. Le envié una plegaria silenciosa a Diana —si era que todavía me escuchaba—para que intercediera por mí. Me sentía agotaba, pero no quería morir así. Aún había batallas por las cuales luchar.
—Atiéndela —indicó Josh—. Sigue sirviendo más viva.
—¿Puedo llevarla a mi consultorio?
—No. Es muy riesgoso. Atiéndela aquí.
—Entendido. Iré por mis implementos. —Se apartó—. Si demoro es porque seguramente tendré que deshacerme de Alan. Vas a tener que hacer algo con él.
Las voces se terminaron de desvanecer.
No supe más de los hechos, ni de mí, hasta que desperté sentada. La bolsa seguía en mi cabeza y mis extremidades ahora estaban sujetas a la silla. Mi cuerpo ya no se sentía tan pesado ni mi boca tan seca. Me sentía más lejos de la muerte.
El trabajo de Olivia había funcionado; luego de pensar en ello, concluí que debió tratarse de ella. Desde esa ocasión no había vuelto a ser agredida.
Estuve unos minutos despierta antes de que la puerta se abriera. Había tres pares de pies. Uno mantuvo la distancia y los otros dos sí se acercaron.
—Hoy fui bueno y te traje a un viejo amigo —comenzó Josh. Me quitó de un tirón la bolsa de la cabeza—. Saluda.
Apreté los ojos para luego abrirlos y adaptarme al cambio. Mi corazón dio un brinco cuando visualicé a Alan. Tenía un suéter tejido gris que resaltaba el azul de sus ojos y el amarillo de su cabello. Mantenía los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión dura. No era emoción por verme, ni de preocupación por mi estado, sino unos aires de seriedad. Era un Alan con presencia más adulta, con una barba que se asomaba, e imponente. Entendí que yo no era la misma Vanessa que se fue, ni él tampoco.
No fui capaz de articular palabra. Lo sentía juzgándome, reprochándome en silencio. Los demás no me importaban, mas él era distinto. La llamada me había dado esperanzas, pero las cosas cambiaron a estar de frente.
—¿Por qué no cooperas, Vanessa? —preguntó. Sí, eso era. Mi actitud lo estaba haciendo dudar—. Me duele verte así, ¿por qué no terminas con esto?
Su voz era suave, sin embargo, hizo que mi pecho doliera. Si yo era la debilidad de Drake, quizás Alan era la mía. Tenerlo así me hizo desear con más fuerzas que las cosas fueran distintas. Me hubiera encantado haberme ido con él, y haber aprendido a amarlo como se merecía.
—¿Ni siquiera piensas hablar con él? ¿Qué pasó con el supuesto amor hacia tu prometido? —dijo Josh.
Esa fue una de mis mentiras que sí debió ser real. Me hubiera ahorrado mucho sufrimiento si nuestros planeas hubieran funcionado, aunque, me recordé que eso hubiese significado desconocer la existencia de mi hijo. Él era lo importante, no Alan, no yo.
Acomodé mis emociones. La imagen de Alan podía afectarme, pero sin mis demandas siendo escuchadas, seguíamos estando en bandos distintos.
—Quiero inmunidad —repliqué.
—Maldita perra —gruñó Josh.
Se acercó, seguro decidido a encestarme un golpe, pero Alan lo sujetó del hombro para detenerlo. Josh lo fulminó con la mirada ante su atrevimiento, no obstante, se abstuvo de cumplir con sus intenciones.
—¿Cómo te damos inmunidad si no nos das algo útil antes? —cuestionó el rubio.
—¿Cómo hacerlo si no me dicen que lo considerarán? Josh ha dejado bien claro que no me mata, porque necesitan lo que sé. Cuando lo haga hará lo que quiera conmigo y no me conviene. Mi sufrimiento habrá sido en vano.
Me escrudiñó, con la mirada impaciente de Josh sobre él. Al parecer el castaño estaba probando una nueva manera de llegar a mí y por eso le permitía tener el control de la escena.
Conservé la calma, confiada en mi ventaja. Yo era la mejor opción que tenían para adelantársele a los otros. Además, esperaba que por lo menos quedaran restos de lo que sintió por mí antes de irme con Drake, y que no hubiese olvidado lo que le dije en la despedida.
—Se considerará darte inmunidad, si lo que dices nos interesa —declaró.
—Lo revoco —intervino Josh—. Apoya al causante de tantas muertes de los nuestros, así que no. Los Cephei no le darán inmunidad.
Por primera vez apartó los ojos de mí para enfocarse en Josh. Tenía la misma expresión de piedra. El Alan que dejé atrás se había fortalecido incluso más. Me preguntaba qué había enfrentado todos esos meses.
—Los Seward le ofrecerán la inmunidad y se presentará la petición ante Los Tres para que ellos decidan —indicó Alan—. Claro, si coopera.
Alan estaba desafiando la autoridad del alfa de los Cephei y eso no lo haría un simple bastardo. De hecho, nada de su actitud sería aceptable ni para un puro común. Sin embargo, no me detuve a analizarlo demasiado, porque lo que más llamó mi atención fue la mención de Los Tres, los trillizos con contacto divino que fueron asesinados durante la Masacre del Pastor. ¿Esa parte del plan de Drake había fallado, o acaso habían revivido?
Josh y Alan permanecieron quietos en una lucha de poder silenciosa. Y, se hubiera prolongado, si el sujeto que se quedó junto a la puerta, al cual le había restado importancia por estar concentrada en Alan, no hubiese aclarado su garganta.
—Josh, Alan está ejerciendo su derecho de tutelaje como cabeza de los Seward —dijo Ian.
El pelinegro no se molestó en mirarme cuando yo sí a él al reconocer su voz. Tanto su cabello como su barba estaba larga y desaliñada. Su camisa tenía demasiados botones abiertos y estaba arrugada y con manchas de comida.
Josh le mostró los dientes y se apartó con brusquedad.
—Toda tuya, pero cuidado, si te equivocas con ella, le pediré al consejo represarías contra ti. Espero que no creas que sigue siendo la misma Vanessa que te engatusó. Deberías ser capaz de olerlo.
No sé por qué no lo deduje antes, ni pensé en ello hasta que Ian lo señaló. Los Seward eran el linaje que iba detrás de los Aldrich; ellos eran los siguientes en la línea de sucesión, en caso de que los Aldrich se extinguieran, o no hubiese un miembro con edad suficiente para ejercer. Con Johan Aldrich muerto, con Daniel Aldrich en el exilio, con los primos de Josh siendo hijos de un traidor, con Drake como fugitivo, y con Josh sin herederos, eso colocaba al mayor de los Seward como sucesor del castaño. Humbert Seward y sus hermanos estaban muertos, Bryan era un traidor, y el siguiente con mayor edad era Alan.
—Acepto el riesgo —contestó el rubio. Josh fue a pararse junto a Ian, dejándole el espacio de Alan para ejercer su autoridad—. Vamos, Vanessa. Demuéstrale a Josh que no cometo un error al confiar en ti.
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