Capítulo 15 | La llamada
—No toqué a ninguna de ellas, Vanessa, y aceptaron guardar el secreto —se defendió Kevin.
—De todas formas, huiste del salón y me dejaste ahí, sabiendo lo que ocurriría —gruñí—. Me equivoqué al confiar en ti otra vez. Seguro participaste en el plan de Drake para hacerme caer.
Kevin dejó de asomarse por el borde de la azotea para voltear a mirarme. Demostró haber sido herido por mis palabras.
—¿Y qué querías que hiciera? ¿Armar un escándalo y tomar tu mano para salir corriendo de allí? Estamos en el bando de Drake, no lo olvides. Y en este bando, a veces es necesario beber un poco de sangre.
Guardé silencio, esforzándome por tragarme el reproche. Tenía razón, no hubiera podido hacer nada por mí. No quedaba de otra que jugar con las reglas de Drake. Me recordé que él era otro de los peones y que solo yo era la confundida con sus convicciones. Todavía no tenía claro en qué lado quedarme, a pesar de ya haber transcurrido casi dos semanas desde los sucesos de Nome.
En Archonage, recibía las caricias y los besos castos del castaño, mas no había intentado ir más allá, a pesar de dormir en la misma cama. Él llegaba tarde por las noches y pasada casi todo el día fuera, dejándome en compañía de Kevin y otros exmiembros del Clan del Norte, excepto Thomas, quien había permanecido con Arsen en Nome. Lo único que tenía claro de sus planes en la ciudad, era que buscaba acercarse a los cazadores usando la corrupción de Akna a su favor. Por eso Kevin monitoreaba la calle y el edificio junto al nuestro, la Sede de los Cazadores en Archonage.
—Tienes razón —dije luego de un rato—. Es solo que fue demasiado abrumador. Sabes que ni siquiera Monique me obligó a beber.
Kevin ocupó la silla junto a la mía, decidiendo tomar un breve descanso de su vigilia. Desde que había llegado a la ciudad, su tarea había sido llevar nota de la rutina de la sede; la entrada y salida de miembros importantes, el arribo de invitados, entre otros. Acompañarlo cada vez que me lo permitían era mi único escape del encierro. No éramos detectados porque un brujo de confianza de Zigor había puesto una barrera alrededor de la azotea.
—Había rumores, ¿sabes? De que Drake estaba perdiendo el rumbo por tu culpa y que no cumpliría todo lo que ha prometido. No entienden cuál es su afán de tenerte aquí, si eres como una prisionera. Especialmente, cuando ni siquiera los escuchaban... intimar, ni había el más mínimo gesto de afecto.
Los sucesos del bosque y de la fiesta volvieron a mí. También las palabras de su diario. Escuché de nuevo los pensamientos que ocuparon mi mente, las sensaciones que se adueñaron de mi cuerpo, y todo de lo que debía arrepentirme. Debía, porque, aunque me costara y asustara admitirlo, una parte de mí lo había disfrutado. De hecho, las cosas serían más sencillas si solo dejara de poner resistencia.
—¿Crees que por eso lo hizo? —murmuré.
—Todos han notado el cambio desde la fiesta. Las inquietudes han disminuido.
Suspiré.
Poder. Eso era lo importante. ¿Por eso fue orillado a hacerlo?
—Me preocupas. Tú no eres así —agregó.
Dejé de examinar mis manos para posar los ojos en él. Estaba realmente prestándome atención. Por un momento dudé en abrirme, porque temía que me malinterpretara. Porque no quería mostrar mi vulnerabilidad. Aunque, lo que dijo, me hizo comprender que llevaba tiempo fallando en ocultar mis emociones. Lo que forjó Rinc estaba desmoronándose.
Pero, se trataba de Kevin, mi aliado, y con quien había compartido horrores dentro del Clan del Norte. Además, necesitaba encontrar algún tipo de desahogo para evitar enloquecer.
—Es solo que Drake, él... —inicié, mas me interrumpió.
—Él es el hombre que amaste y te rompió el corazón —recitó lo que le dije la vez que le conté sobre Drake—. Y han pasado demasiadas cosas desde entonces. Y demasiados años. Y estás confundida por lo que ha pasado entre ustedes, ¿cierto? ¿Te da miedo volver a resultar herida?
No era eso. No me importaba si Drake se interesaba en alguien más. Lo que me asustaba era el resurgir de mis sentimientos por él. Porque significaría poner en riesgo mi conciencia y a mi hijo. E ir en contra de lo que le dije a Alan.
—Sí, es eso —mentí bien.
Kevin me analizó por unos segundos. Luego, me sonrió con tristeza y volvió a ponerse de pie. Iba a seguir con su labor.
—El maldito está volteando el mundo de cabeza por ti. Piensa en eso y sabrás qué hacer.
No hablamos más del tema. Un par de horas después, Bryan fue por mí y me escoltó de nuevo al apartamento para que comiera. Al parecer ya se había redimido ante Drake.
Esa noche, me costó conciliar el sueño porque el día siguiente era una fecha especial. La unión de almas me había permitido conocer el cumpleaños de Alan y era un dato que no olvidé. Es más, lo tenía presente como si se tratara del mío. A raíz de ello, el rubio ocupaba mi mente más de lo habitual. Me preguntaba qué podía estar haciendo, qué pensaba de mí y cómo había sido el rescate de mi hijo. No me alcanzaría la vida para agradecérselo.
A pesar de continuar despierta, no me moví al oír la puerta de la habitación abrirse. El aroma de Drake se esparció por la recamara y no tardó en sonar el agua cayendo de la ducha. Me esforcé por quedarme dormida. Después de la plática con Kevin, lo menos que quería era interactuar con el castaño.
Los minutos transcurrieron y me fue imposible cumplir con mi objetivo. Lo escuché acercarse y sentí el colchón hundiéndose por su peso. Yo le daba la espalda, cubierta por mi edredón. Otro rato, que pareció eterno, pasó. No supe qué era lo que hacía antes de decidir apagar la lámpara de mesa colocada junto a su lado de la cama.
Para mi sorpresa, tiró del borde de mi envoltorio, y buscó taparse con la tela acolchada. Me quedé muy quita mientras lo hacía, sin saber qué hacer. Me rodeó con su brazo y se pegó todo lo posible a mí. No pude contener un estremecimiento.
—Sé que estás despierta —susurró.
—¿Qué piensas hacer? —pregunté con voz temblorosa.
Esperaba que no estuviera deseando una noche de pasión, porque no se la daría. No sin tener mis ideas claras. Estaba lista para negarme y darle pelea de ser necesario.
—Solo déjame abrazarte, por favor —pidió.
Lo dicho me resultó extraño, pero el tono de voz me impidió rechazarlo. Me acomodé para que pudiera abrazarme mejor. Puse la cabeza sobre su brazo cubierto por mi almohada, mientras el otro se aferró a mi abdomen, rozando el inicio de mis pechos. Su rostro de adueñó del arco de mi cuello y percibí cómo inhaló profundamente.
—Me das paz, caramelo.
No pude responder a eso. Consiguió conmover gran parte de mí. Fue inevitable que lo dicho por Kevin retumbara en mi cabeza. ¿Por qué, a pesar de los años y del dolor, continuaba teniendo ese efecto? ¿Por qué no acababa ese círculo vicioso de afecto y daño? Y lo preocupante fue que me agradó que por lo menos pudiera sentirse a gusto conmigo, en calma.
No quise apartarme e interrumpir su episodio de vulnerabilidad. Lo dejé sostenerme, aspirar mi aroma y sentir mi calor. Eso fue lo único que le interesó. Al terminar de asimilar la cercanía y de aceptarla, me relajé contra él. Respirando su esencia, estuve a punto de quedarme dormida.
—Voy a hacer algo peligroso, pero si sale bien, estaré más cerca de lo que quiero lograr —dijo halándome de regreso a la consciencia.
—¿Qué cosa? —pregunté con notable pesadez.
—Los cazadores de Nome me organizaron una reunión con el Jefe Cazador Regional.
Lo que dijo fue suficiente para sacudir mi somnolencia.
—No creo que el Jefe Cazador Regional acepte verse con un traidor de los Hijos de Diana. En dado caso, tratará de entregarte o de matarte para aumentar su popularidad —dije.
—Lo sé, por eso el plan es engañarlo. —Me apretó—. Espero que chantajearlo con la corrupción de su hermana sirva. O bueno, si no funciona nada, tendré que matarlo y generar más caos. Aunque sería lamentable, me gustaría tener cazadores poderosos de mi lado.
Claro, eso le daría más poder. Los Malditos de Aithan lo apoyaban, Descendientes de Imm también, e incluso una secta obsesionada con la inmortalidad integrada por humanos famosos. Su movimiento iba creciendo y ya había conseguido que los de Nome obedecieran sus peticiones. Acabar con Akna significó eso. ¿Acaso todos creían en él y en lo que quería lograr?
—¿Has podido averiguar algo sobre cómo dejar a nuestro hijo fuera de tu ritual de inmortalidad? —cuestioné, dirigiendo la conversación a lo único que debía importarme.
De hecho, a algo que también debía ser su prioridad; no solo crear alianzas conspirativas. Ya había pasado más de un mes y todavía no me había dado respuesta.
Demoró en contestar y, antes de que lo hiciera, intuí qué saldría de su boca.
—Sí y no. No algo concreto, pero el diario que habla sobre La Enamorada de la Noche tiene indicios que podrían ser útiles. También en la biblioteca de Nome había más textos que siguen siendo revisados, y quizá Los Pólux...
—Te pido que por favor retrases esa parte de tus planes lo más que puedas. Engaña a Zigor de ser necesario —murmuré—. No reúnas todo, sin tener idea de cómo mantenerlo al margen. Eso sí nunca te lo perdonaría, Drake.
Decidió guardar silencio. Aunque doliera, supe que no podía acceder a la ligera. Estuve por insistir, esperando que la balanza se inclinara a mi favor, mas se apartó por completo antes de tener oportunidad. Se volteó y fue hacia el otro extremo de la cama.
Quise poder decirle cualquier cosa. Algo que lo hiciera considerarlo. No debía ser complicado darle largas a sus preparativos. Sin embargo, el cansancio me atacó de nuevo y preferí sofocar mis intenciones. Debía dejarlo lidiar con sus propias batallas internas. Yo tenía suficiente con las mías.
No supe en qué momento me rendí ante el sueño, solo que, al despertar, fue como si no hubiera descansado en lo absoluto.
Como supuse, el otro lado de la cama estaba vacío al despertar. No obstante, la conversación de la noche anterior quedó muy presente en mi mente. ¿Sí sería capaz de sacrificar a nuestro hijo por sus planes? La esperanza de confiar de que no sería así, cada vez perdía más fuerza.
Luego de asearme y ponerme ropa cómoda, salí de la habitación para avanzar por el pasillo del apartamento de tres recamaras. Por la hora, sabía que lo Descendientes de Imm que se alojaban con nosotros debían seguir durmiendo. En la isla que separaba la cocina de la sala, me encontré con Bryan tomando café y con Kevin terminando de meter un plato en el microondas.
—Te levantaste temprano hoy —dijo Kevin sacando el plato que acababa de guardar para colocarlo frente al asiento vacío junto al medio hermano de Alan. Olía a emparedado de atún.
—No dormí bien —admití, sentándome para no menospreciar el desayuno.
—Puedes comer y regresar a la cama. Hoy no hay vigilancia, porque saldré a hacer las compras y otras cosas que me encargó Drake. Bryan se quedará contigo.
Yo no había abandonado la habitación a esa hora por coincidencia. Yo era consciente de que ese día Kevin iría al supermercado cruzando la calle, cerca de un teléfono público. En medio del insomnio, tracé un plan para apaciguar un poco los llamados de mi corazón.
—Déjame acompañarte —respondí como si no tuviera importancia, dándole el primer mordisco a la comida.
Kevin se apoyó del mesón y me miró como esperando que admitiera que se trataba de un chiste. Para nadie era un secreto que, a pesar del tiempo que llevaba con ellos e incluso mi nuevo aparente gusto por la sangre, seguían desconfiando de mi lealtad y por eso continuaba con niñeros.
—La falta de sueño la está haciendo delirar —murmuró Bryan antes de darle el último sorbo a su taza.
—Vanessa...
—No —lo corté, ya no tan calmada—. Llama a Drake y pregúntale. He roto todos mis límites para demostrarle que estoy de su lado y al parecer todavía no es suficiente. ¿Qué más se supone que debo hacer? Ya bebo sangre. Estoy harta de sentirme prisionera.
Kevin suspiró. Él comprendía mi punto de vista.
—Bueno, está bien —cedió—. Voy a intentar a ver si contesta. Si se niega y me regaña, tú se lo preguntarás la próxima vez. ¿Bien?
—Bien.
—Ahora, termina tu desayuno mientras lo llamo.
Se dirigió al sillón donde había dejado su celular. Marcó el número y se sentó en el mueble a esperar.
Seguí comiendo, tratando de ignorar a Bryan. No quería quedarme sola con él. Si antes de la traición lo encontraba detestable, el nivel de desprecio había subido incluso más.
—Si acepta, iré con ustedes. Sé qué fecha es hoy y sospecho que estás planeando algo. Yo no me he tragado tu teatro de novia leal a Drake —dijo Bryan.
Agarré su taza y la puse sobre mi plato vacío para ponerme de pie.
—¿Y por qué crees que lo que piensas me importa? —solté con la línea de una sonrisa—. Haz lo que creas conveniente para Drake.
Mientras lavé los objetos, permanecí atenta en espera de alguna respuesta por parte de Bryan. Pero no lo hizo. Entonces, me concentré en Kevin.
—Se lo debes, Drake. Sabes que merece que la sueltes un poco —decía—. Sí, sí. Yo me haré responsable. Sí, se lo recordaré.
Cuando finalizó la llamada, yo ya caminaba hacia él, intuyendo cuál había sido la respuesta.
—Dijo que sí, pero que me cortará una mano si llega a pasarte algo —informó—. Ah, y que recuerdes que, si estás a más de cinco kilómetros lejos de él, morirás. Por si intentas huir.
Escapar continuaba fuera de la lista de mis prioridades. Dejando a un lado el hecho de que podía morir si me apartada de su lado, el todavía tener confusión sobre cuál bando era el correcto para elegir y creer que en el fondo Drake podía ser salvado, me hizo quedarme. No obstante, ya no podía estar sin saber nada de mi hijo ni de Alan.
—Tranquilo, ese detalle es difícil de olvidar —repliqué.
Caminando entre Bryan y Kevin, salimos minutos después del edificio. Solo éramos nosotros tres, para llamar menos la atención y porque los dos vampiros no podían salir a plena luz del sol.
Kevin me convenció de usar una gorra, aunque con el mi corte y tono rubio de cabello sería difícil de reconocer. Bryan, por su lado, tenía unos lentes oscuros con cristales que cubrían gran parte de su rostro. Entre nosotros el que menos problemas tenía de ser reconocido era Kevin, ya que se suponía que era un Arcturus muerto en acción años atrás, pero de todas formas usó una sudadera con capucha.
Fue agradable tener una vez más los pies sobre el pavimento, en lugar de verlo por horas en la distancia. Habíamos usado la salida de emergencia del edificio, para no transitar en la avenida concurrida, ni estar expuestos encarando la sede importante de los cazadores. Sin embargo, admito que de todas maneras sentí cierta ansiedad cuando dejamos el callejón y nos mezclamos entre los transeúntes.
Aunque sonara enfermizo, especialmente porque creí haberlo superado, no pude evitar pensar en la sangre que corría por sus venas. Fue extraño porque durante los días de encierro nunca me detuve a pensar en la sangre de las criaturas sobrenaturales a mi alrededor, mas los humanos fueron capaces de activar un algo que debía ser lo mismo que tentaba a un Maldito de Aithan o a un vampiro. ¿Acaso estaba en proceso de dejar de ser una Hija de Diana?
No quería ser un monstruo. ¿Esa era la sensación con la que tenía que lidiar Alan?
La mano de Bryan posada en mi hombro fue lo que me hizo notar que me había detenido y que Kevin estaba un par de pasos más adelante observándonos.
—Lo que sea que esté cruzando por tu cabecita, espero que no tenga que ver con huir —susurró Bryan.
—Claro que no —dije de inmediato activando de nuevo mis piernas.
Fuimos al supermercado donde se hacían las compras. El sitio fue escogido por la cercanía y por tener varias vías de escape. Además, su tamaño era modesto. A los tres nos mandaron a quitar nuestros accesorios de ocultamiento, mas habiendo dejado atrás al guardia de seguridad, Bryan volvió a colocarse los lentes. Kevin se quedó sin la capucha y tampoco me puse de nuevo la gorra porque me incomodaba.
Mientras Kevin iba recitando la lista de artículos, me permitieron empujar el carrito de supermercado. Después de elegir las verduras y bebidas —yo colaborando y Bryan de pie a un lado con cara de amargado—, fue el turno de servilletas y platos nuevos.
—Ve tú por los platos, Bryan. Vanessa y yo por las servilletas —indicó Kevin.
—No te dejaré solo con ella. Sé de su pasado y no me arriesgaré a que la ayudes a escapar.
—¿De verdad crees que haberse aprovechado de mi embriaguez para que Zigor me pusiera una maldición o lo que sea, es sinónimo de que siga siendo mi aliado? —inquirí.
Kevin me lanzó una mirada de disculpa—. ¿Entonces la dejo sola y te acompaño por los platos? Porque claramente tendrá más posibilidades de escapar si va al pasillo donde están los platos y utensilios de cocina, en el que hay cuchillos y cosas filosas.
A Bryan no terminaba de gustarle la idea, pero no pudo contradecir la lógica de Kevin.
—Está bien, pero luego nos vamos —gruñó alejándose de nosotros.
—¿Por qué más platos? —pregunté mientras cambiábamos de pasillo. No fallé en leer el letrero que indicaba que los platos quedaban a siete pasillos de distancia.
—Drake se desahogó en estos días rompiendo casi todos los platos. Tú y yo estábamos en la azotea. Experimenta unos cambios drásticos de humor en ocasiones y eso fue con lo que pudo drenarlo.
Su drástico lo traduje como violento. No pude evitar recordar cuando peleó con Thomas y me pidió alejarme. Aquella vez fue notorio cómo batallaba internamente para controlarse. Me preocupó que llegara el momento en el que la bestia dentro de él, que se alimentaba de poder e ira, acabara siendo más fuerte que la consciencia humana de Drake.
—Bien, ¿quieres la misma marca o una nueva? No sé si la marca que me anotó Drake sigue siendo de tu agrado.
Casi río cuando caí en cuenta de que Kevin se refería a las toallas sanitarias. Pronto menstruaría y al parecer Drake seguía atento a las fechas.
—La misma marca está bien. —Busqué con la mirada las servilletas—. Oye, ¿recuerdas lo que hicimos la noche que Monique me iba a nombrar su mano derecha?
Kevin se quedó inmóvil por unos segundos, obviamente recordando nuestro escape. Posó sus ojos en los míos, tratando de descifrar mis intenciones. Me dio el paquete para colocarlo en el carrito.
—Sí —declaró—. Casi muero, no lo olvidaré.
Avanzó hacia las servilletas que estaban a unos metros de distancia, sin importarle dejarme caminar a sus espaldas. Antes de las servilletas, estaban los ambientadores en cilindros de aluminio y en el pasillo anterior estaba ubicada una de las salidas de emergencia. Bryan no tardaría mucho en volver.
—¿También recuerdas que te fuiste y me dejaste sola en la fiesta del profesor? —pregunté—. Y que, aunque entiendo y comparto tus razones, ¿sabes que me debes una?
Los pasos que dio al finalizar mi última frase, parecieron eternos. Desaceleró, decidiendo qué hacer y esperando un último empujón.
—No volveré a ellos, solo haré una llamada —murmuré.
—Sí, te debo una —replicó.
Se detuvo, sin dejar de darme la espalda.
No desperdicié la oportunidad que me daba y tomé el ambientador más grande para golpearle la cabeza. Eso no fue suficiente para noquearlo y cuando giró para enfrentarme, intuí que fue porque no podía permitir mi ida sin pruebas de lucha.
Me empujó contra el estante con fuerza. Me espalda dolió.
Mi mano pudo alcanzar otro ambientador y lo vacié en sus ojos. Kevin gimió y se flexionó por el ardor que debía sentir. Se estrujó, pero lo que hizo fue empeorarlo. Estiró el brazo para tratar de llegar a mí, mas continuaba sin poder ver. Lancé el carrito con las compras contra él, logrando tumbarlo.
—Disculpa —susurré.
Corrí hacia el final de pasillo, rogando por que Bryan apareciera del lado contrario y no de ese. El alboroto había sido fácil de percibir.
Con la mirada de confusión de algunos trabajadores y clientes del supermercado, llegué a mi meta.
—¡Maldita perra! —escuché a Bryan rugir justo antes de cruzar la salida de emergencia.
En el callejón me desplacé incluso más veloz. Bryan era capaz de cambiar de forma, pero yo no quería que se convirtiera en un asunto de cazadores. Esperaba que él fuera consciente de las consecuencias y pudiera contenerse.
El primer establecimiento con el que me encontré ya en la calle, fue un restaurante. Le obsequié mi gorra a un adolescente, que caminaba con sus amigos, luego de darle un abrazo como si lo conociera, e ingresé al local. Esperaba que eso sirviera un poco para despistar a Bryan.
Era hora de almuerzo, por lo que el recinto estaba algo concurrido. Entré a paso relajado hacia la barra, sonriéndole a las personas que cruzaban miradas conmigo. Me apoyé de la superficie de madera, junto al frasco de propinas, y fingí ojear el menú. Jugué con mi cabello y me fui inclinando hacia un lado; hasta tirar por accidente el frasco.
—¡Ay, qué pena! —dije agachándome de inmediato para recoger los billetes y monedas.
—No se preocupe, señora —respondió la mesera más cercana para llegar a auxiliarme—. Yo lo recojo.
Pero yo ya había tomado unos cuantos billetes y monedas para colocarlos sobre la barra. Devolví todo, excepto un par de monedas que nadie notaría que faltaban. Me agaché una vez más para ayudar a recoger los trozos de vidrio, mientras alguien aparecía con una escoba.
Me corté apropósito.
—Mierda, hoy no es mi día —exclamé viendo con exageración la herida que sangraba.
—Deje eso así. Vaya al baño a limpiarse.
—Bueno, pero ya vuelvo para ver dónde puedo comprarles un frasco nuevo. Lo siento mucho.
—No se preocupe, son cosas que pasan.
Fui hacia el baño, solo para descubrir que las ventanas eran demasiado pequeñas para pasar por ellas. Me lavé la sangre y salí con un trozo de papel cubriendo la herida. Ya habían recogido el desastre.
Me acerqué a la primera mesera que me había abordado.
—Iré al supermercado de aquí al lado y les traeré un lindo frasco nuevo —manifesté. Tuvo intenciones de objetar—. Insisto. Ya vengo.
Me asomé con cuidado hacia el exterior, esperando que hubiera transcurrido suficiente tiempo entre mi huida y el incidente con el frasco. Sin señales de peligro, avancé y le pregunté a la primera persona con la que me topé dónde había un teléfono público. Me informó que había uno en la esquina anterior, en dirección del apartamento. Era el mismo que vi varias veces en la distancia.
Enviándole una plegaria a la diosa, y confiando en que Bryan estaría buscándome en cualquier lugar excepto cerca de nuestro hospedaje, fui hacia el teléfono buscando mezclarme entre grupos de personas. Solo necesitaba hacer la llamada y después Bryan podía encontrarme y hacer lo que quisiera conmigo.
Alan. Tenía que escuchar la voz de Alan. Y mi hijo. También me urgía saber qué había sucedido y cómo estaba. Era el hijo de un traidor y de una impura. Sea como sea, formaba parte de la línea de sucesión y podía representar una amenaza. Aunque, por otro lado, era el sobrino del nuevo alfa y bisnieto de Arthur, uno de los alfas más amados que había tenido la manada. Cualquier tipo de trato era posible.
Ingresé a la cabina del teléfono público y cerré la puerta de cristal detrás de mí. Desde mi posición, podía ver claramente la sede de los cazadores. Metí las monedas y marqué el número grabado en mi memoria.
—Buenas tardes, Centro de Sanación Avok. ¿En qué puedo ayudarle? —atendió la voz de Tatiana, una de las secretarías de la manada.
—Soy Joanne Sinclair, estoy buscando a Alan Seward —dije.
—Ah, claro. Él está esperando su llamada.
Mi corazón dio un brinco ante la respuesta. ¿Cómo era posible? ¿Estaba precisamente esperando la llamada de la chica que le rompió el corazón en su adolescencia?
Mi impresión no pudo durar mucho, porque fue sofocada por el sonido de una respiración del otro lado de la línea. El nerviosismo ligado con alegría me albergó.
—¿Joanne? —cuestionó dudoso.
Sentí un ardor en mi nariz y ojos, evitando las ganas de llorar.
—S... sí —respondí.
No dijo más por un largo minuto y así supe que había reconocido mi voz. No podía decir mi nombre, porque intuí que las conversaciones debían estar siendo monitoreadas. Por cazadores, por hechiceros, por los mismos miembros de otras manadas. No era seguro.
—Tiempo sin saber de ti —dijo al fin, con un ligero temblor al inicio, que pudo controlar.
—Sí. —Inhalé hondo, ordenando mis piezas internas. No podía echarlo a perder—. Feliz cumpleaños, Alan.
—Lo recordaste. —Su sonrisa apareció en mi mente.
—Claro. Te extraño.
—Y yo a ti.
Un sentimiento que había permanecido dormido —quizá por la influencia de Drake o por autoprotección inconsciente—, se hizo presente. Dejé de sentirme sola y perdida. Me sacudió la ilusión de que Drake era el único sendero viable. Alan también existía y escuchar la emoción en sus palabras debido a mí, comprobó que seguía contando con él. Todavía tenía a Alan y todavía nuestros planes podían hacerse realidad. No importaba si me había confundido un poco y mezclado más de la cuenta. Ser libre continuaba siendo una opción.
—¿Cómo está todo? —preguntó.
—Bien, manejable. ¿Y tú?
—Todos estamos bien.
El alivio llegó. Ya no quise saber cómo supo que llamarían preguntando por él, ni detalles de todo lo acontecido luego de la Masacre del Pastor. En ese instante, que comunicara que todos estaban bien, fue suficiente.
Miré mi alrededor, pensando en cómo continuar con la conversación. No quería parar de sentirlo cerca de mí. Era luz en la oscuridad donde estaba sumergida. Lamentablemente, lo que detecté arruinó mi momento de paz.
—Tengo que colgar.
Coloqué el teléfono en su base antes de poder oír su réplica. Mi atención se enfocó por completo en la rubia que se dirigía hacia mí, apuntándome con un arma.
Era Corinne.
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