Antes | Orgullo
—Lo malo de ti es que sanas lento —dijo Rinc terminando de vendar la quemadura que me hizo en la mano.
Más allá de lo físico, la exigencia mental de los entrenamientos de Rinc era pesada. Soportar el dolor. Idear historias torciendo la verdad para mentir de forma creíble. Ser más consciente de mi cuerpo y controlar sus reacciones. Nada era sencillo. Siempre fallaba.
—Pero estás mejorando con tu tiempo —agregó—. Para ser un humano no estás tan mal.
Los halagos eran inusuales, así que me permití disfrutarlo. A pesar de ello, la tranquilidad que sentía conmigo mismo estando con él, llevaba años sin experimentarla. Estar lejos de la manada y poniéndome a prueba implicaba ser útil y no visto con ojos de menosprecio.
Joanne se colaba de vez en cuando en mis pensamientos. Sin embargo, en algún punto dejó de generarme dolor, y se transformó en un impulso para demostrar que yo no era débil. O bueno, que serlo no me hacía menos valioso.
—¿Cómo eran sus otros estudiantes? —me atreví a preguntar. Ya había terminado el día y estábamos esperando que se cocinara en la fogata parte del venado que cazó.
No me respondió de inmediato. Se quedó un largo rato viendo el fuego. No insistí. Con él eso nunca era bueno.
—He tenido tres —contestó mientras giraba el trozo de carne—. Dos Hijos de Diana y ahora tú.
—¿Y... dónde están ahora? ¿Están cumpliendo misiones o algo así?
—Uno es prisionero de los Arcturus y la otra es desertora de los Cephei.
Había estirado el brazo para aceptar el pedazo de carne que me ofreció, pero me quedé a mitad de camino ante su respuesta. Eso no sonaba a un futuro prometedor para mí.
—Tranquilo —continuó—, yo cumplí con mi labor y ellos aprendieron, como tú lo harás. Lo que ocurra después, es decisión de cada quien. Él cometió errores irreparables y ella... Vanessa es mi mayor orgullo.
Tenía más de seis años sin escuchar ese nombre. A pesar de las amplias posibilidades que habían de que se tratara de otra persona, un solo rostro se coló en mi mente. Cabello castaño y ojos verdes. Casi pude oír su risa y saborear los caramelos de miel.
Quise saber más de ella, porque al parecer mi vida no fue la única que cambió. Deseé poder preguntar las razones que tuvo para desertar y si Drake seguía con ella. No obstante, yo no estaba en posición para hacerlo. Capaz y ni siquiera se acordaba de mí.
—¿Por qué es su mayor orgullo? —pregunté lo más lógico.
—Porque me demostró que me equivocaba con ella. Y, a pesar de estar rota como tú, pudo resurgir. Si no fuera por ella, no tendría fe en ti.
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