CAPÍTULO 3
AURORA
Me desperté con un horrible dolor de cabeza y la luz que pasaba a través de las cortinas no me dejaba seguir durmiendo; espera, ¿luz? No entraba luz en mi habitación; me levanté de golpe, sin reconocer el lugar en el que me encontraba y prácticamente entré en pánico al verme en ropa interior en una cama extraña en un lugar desconocido, pero peor fue mi reacción cuando al levantarme y cruzar la puerta, me encontré cara a cara con Sevika.
Grité; realmente grité y volví a esconderme en la habitación mientras intentaba regularizar mi respiración; ¿Qué diablos había sucedido? No pude haberme acostado con Sevika, ¿verdad? Mi cabeza era un desastre y solo recordaba fragmentos de la noche anterior; recordaba estar molesta y dirigirme al burdel por algo de diversión; recordaba estar bailando y bebiendo cuando la vi llegar y quizá fue el alcohol en mis venas, pero intenté atraer su atención; recordaba estar bailando en medio de esas chicas, disfrutando de la noche a mi manera mientras Sevika me miraba, porque claro que noté la forma en que sus ojos recorrían mi cuerpo y claramente por más que nos odiáramos, era imposible negar la atracción y después... la recordaba con esa chica en las piernas, mientras la tocaba y la besaba, lo que por alguna razón me enfureció; recordaba estar mucho más molesta que antes y luego... todo estaba borroso.
- Aurora, abre la puerta - escuché ordenar a Sevika y fruncí el ceño, pero aun así me quedé callada - No voy a repetirlo, abre la maldita puerta
- ¡Vete al diablo! - grité apoyándome aún más en la puerta para evitar que pasara
Tal vez no estaba segura que ocurrió anoche, pero no iba a permitir que Sevika me diera ninguna orden; ¿Quién se creía que era? Estaba loca si creía que alguna vez la iba a obedecer.
- Maldito demonio, solo despiertas y ya acabas con mi paciencia
- Claro, como si tú fueras fácil de soportar
Antes de que pudiera reaccionar, Sevika forzó la puerta sacándola de las bisagras y prácticamente caí de rodillas al suelo sintiendo la ira hervir en mi interior.
- ¡Que brusca! - me quejé mientras ella dejaba la puerta a un lado y entraba con paso firme a la habitación
Su mirada se oscureció y recordé que seguía en ropa interior, casi de rodillas en el suelo, justo frente a ella y sin poder evitarlo, mi rostro enrojeció.
- Nunca puede ser fácil contigo, ¿verdad? - cuestionó sin apartar sus ojos de los míos y eso consiguió alterar aún más mis nervios
- ¡Largo! ¿Qué no ves cómo estoy?
- Ni que fuera algo nuevo - respondió y mis nervios se convirtieron nuevamente en ira
- Ya quisieras poder ver a alguien como yo - dije levantándome y mirándola desafiante, como siempre lo hacía
- ¿Recuerdas algo de anoche, angelito? Porque yo cambiaría mi tono si fuera tú
Dudé por un segundo y me alteré por lo que ella estaba implicando; ¿Qué había sucedido anoche? ¿Cómo diablo terminé en la cama de Sevika?
- ¿Te comió la lengua el gato? Pequeña ratona
- Tengo un nombre, úsalo - respondí seria y ella solo río
- Empiezo a extrañar la versión de ayer, era mucho más fácil de soportar y mucho más dócil - dijo avanzando y al retroceder, terminé tropezando y cayendo sobre la cama
Sevika se subió sobre mí, colocando una de sus piernas entre las mías y sin poder evitarlo, comencé a temblar; ella era mucho más fuerte que yo y sinceramente ese jamás había sido un impedimento para hacerle frente o llevarle la contraria, pero justo ahora me sentía bastante insegura y nerviosa; algo que ella sin duda sabía aprovechar.
- ¿Qué pasó angelito? - dijo colocando sus manos a cada lado de mi cabeza mientras seguía aprisionada por su cuerpo - ¿No recuerdas lo que preguntaste anoche?
- Sevika... - murmuré casi tartamudeando y ella se limitó a sonreír
- ¿Sin palabras? Estoy sorprendida
- Quítate - dije con rabia, pero cuando intenté moverme, su rodilla presionó justo en medio de mis piernas y sin poder evitarlo, un jadeo abandonó mi garganta
Sevika sonrió de forma divertida y arrogante haciéndome enfurecer, pero por extraño que fuera también consiguió excitarme y eso me angustió mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Odiaba a Sevika, tenía que odiarla y me gustaba hacer su vida difícil, pero tampoco podía negar que había una extraña tensión entre nosotras que llevaba haciéndose más grande con cada año que pasaba y por más que la despreciara, como podía jurar que lo hacía; una parte de mí no podía evitar desearla, como si existiera un magnetismo inexplicable que me impulsara hacia ella.
- Ayer preguntaste si te deseaba... - dijo acercándose peligrosamente a mi boca y me relamí los labios casi sin darme cuenta - ¿Tú me deseas, ángel?
- Deja de llamarme así...
- Anoche te veías como un ángel, aunque ambas sabemos que eres un verdadero demonio
- Puede ser... - admití sonriendo - Pero de todas formas eso no parece importarte
- ¿Me deseas? - preguntó nuevamente, presionando su pierna contra mi centro
- Ni en tus mejores sueños...
- En mis pesadillas, preciosa, solo estarías en mis pesadillas... - murmuró acercándose y finalmente perdí el control
Atrapé sus labios con los míos en un beso necesitado y me dejé llevar por el deseo que había luchado por mantener encerrado; no podía explicarlo, pero había algo en Sevika que me atraía y destrozaba mis muros; algo en ella me confundía y me excitaba, aunque eso no duró mucho antes de que recuperara la cordura.
- No - prácticamente grite, separándome de ella y empujándola a un lado para levantarme de la cama - Esto no volverá a suceder
Sevika me observaba con un fuego en los ojos que me puso aún más nerviosa, pero antes de que dijera algo más al respecto, tomé lo primero que encontré para vestirme y salí corriendo.
- ¡Aurora! - la escuché gritar, pero me escabullí fuera de su departamento tan rápido que no pudo seguirme el paso.
Me tomó algo de tiempo llegar hasta el escondite dónde vivía con Jinx, en especial teniendo en cuenta el estado en el que me encontraba y la gran camiseta de Sevika que cubría mi cuerpo, pero una vez que estuve a salvo, se me dificultó respirar hasta el punto de casi tener un ataque de pánico.
- ¿Aurora? - escuché la voz de Jinx y me congelé en mi lugar
- Hola, Pow Pow - respondí y ella me inspeccionó de pies a cabeza
- ¿Dónde estuviste? ¿Por qué vienes así? ¿Qué sucedió? - comenzó a preguntar mirándome de forma inquisitiva
- Pues yo... bueno...
- No vas a mentirme ¿no? - preguntó mirándome con miedo y suspiré
Desde lo qué pasó con Vi, ella había quedado muy frágil; los demás podían decir que estaba loca y era cierto, pero también tenía miedo a que la abandonaran, le mintieran y la lastimaran; era la misma niña que tanto adoraba solo que con peores traumas y realmente deseaba volver a ver a su hermana para darle una paliza por haber causado este desastre.
La verdad es que no quería decirle lo que había sucedido, pero tampoco iba a mentirle; si existía alguien a quien nunca engañaría esa era mi pequeña Powder, aunque insistiera en llamarse Jinx.
- Anoche fui al burdel y no estoy segura qué pasó - admití lentamente - Creo que me drogaron o algo así, recuerdo fragmentos y tengo algunos moretones; creo que Sevika me ayudó y bueno... desperté en su departamento
- ¿Ella te hizo algo?
- No, creo que me salvó de alguien; no lo sé, solo quiero tomar un baño y dormir - dije sintiendo por fin el peso de lo que había sucedido anoche y de las preguntas sin respuesta que se formaban en mi cabeza
- Averiguaré que pasó - declaró con seriedad y con ese hielo aterrador saliendo de sus ojos
- Pow...
- Si intentaron lastimarte lo pagarán con sus vidas
- Estoy bien...
- Eres lo único que tengo, Aurora - dijo bajando la voz y me acerqué tomando sus manos
- Estoy aquí y no iré a ningún lado; somos un equipo Pow Pow y jamás voy a dejarte
- No dejaré que te hagan daño - afirmó y me limité a asentir
No iba a poder convencerla de no ir tras quien sea que hubiera intentado lastimarme y realmente no tenía ganas de evitar que ella buscara su propia justicia, así que simplemente la abracé y me adentré en nuestro escondite para darme el baño que necesitaba y dormir algunas horas; ya me encargaría de cualquier consecuencia al despertar, aunque también intentaría evitar a esa mujer gruñona por un largo tiempo, lo que iba a terminar dándome un fuerte dolor de cabeza.
¿En qué desastre me había metido ahora?
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