Capítulo 6.
Marcus.
Soy incapaz de dormir por el simple hecho de que no puedo alejar a Adelaida de mi mente. Debo matarla, ella ya lo intentó conmigo dos.
Además robo el expediente, que contenía informes para descubrir al tercer asesino de mi madre. Me pregunto por qué el grupo en el que trabajaba Adelaida se estaría involucrando en este tipo de información. Cuando encuentre la oportunidad, lo haré.
Aunque no quiero admitirlo, en lo más profundo de mi ser sé que no es mala persona, pero debo confesar que siento un profundo desprecio hacia ella, especialmente cuando me desafía.
Desde el momento en que la conocí, supe que nuestra relación no sería fácil. Su carácter fuerte y su actitud desafiante me llevaron a odiarla al principio, además de que me intentó matar dos veces. Nuestros encuentros están llenos de discusiones y peleas, donde parece disfrutar desafiando todos mis puntos de vista.
No puedo evitar sentir una mezcla de frustración y enojo cada vez que nos encontramos.
Escucho el sonido de la puerta. La abro rápidamente y, para mi sorpresa, es Celis.
—Pensé que ya estarías dormido —comenta mientras cierro la puerta tras ella—. ¿Viste el frío que hace?
Comparado con el frío de Lavinia, esto no es frío. No puedes salir sin llevar un abrigo encima.
—No podía dormir —digo, mientras se acomoda en mi cama y yo me quedo erguido de pie.
—Adelaida está igual —ya lo que faltaba, que mencionara a la culpable de mi insomnio—. Ha pasado toda la noche dando vueltas en la habitación, pensando en la propuesta de Arthur.
—¿Qué propuesta? —pregunto confundido.
—Olvidé contártelo —pues veo que sí—. Arthur le ha pedido matrimonio.
En ese instante, no sé qué decir. Estoy seguro de que ella no aceptará, pero tal vez, solo tal vez, podría hacerlo.
—¿Matrimonio? Pero si apenas se conocen, dudo que acepte.
—¿Y qué importa? —responde frustrada—. Míranos a mí y a Esard.
—Sabes muy bien por qué te comprometiste con él, y además, fue tu idea, yo siempre estuve en contra —replico.
—De acuerdo, no hace falta que me lo restriegues —dice levantando las manos en señal de rendición.
—¿Cómo te fue? —pregunto en voz baja, para intentar cambiar de tema.
—Mal —responde Celis—. Ya que tuve un descuido y dejé caer dos hojas, las cuales Adelaida vio.
—¿Llegó a leerlos? —pregunto preocupado.
—No estoy segura. Pero lo importante es qué hemos descubierto algo gracias a este compromiso: Adelaida es lo que los Iluna ocultaban para utilizar en contra de los demás reinos.
Adelaida, Adelaida, Adelaida, Adelaida. Todo el tiempo hablando de ella. Ya me tiene cansado.
—Creo que ya hemos hablado bastante de Adelaida.
—Sé que la odias, pero es fundamental mencionarla. Además, ¿qué tienes en su contra?
—Tengo muchas razones para odiarla en este momento. No me comprendes.
Pasamos horas hablando hasta que el sonido de la puerta interrumpe nuestra conversación.
•••••
Me encuentro en camino hacia mi despacho con un inesperado y urgente comunicado de Lavinia. Parece ser que cerca del río, alguien encontró a una misteriosa mujer empapada y vestida completamente de blanco. Lo curioso es que nadie sabe quién es, ya que se ha negado a hablar con cualquier persona, incluso con Berat y Eliám. ¿Qué le puede haber sucedido para que ni siquiera quiera hablar con ellos?
Al entrar a mi despacho, me invade el reconfortante calor de las luces y la calefacción. Ahí está ella, la mujer, envuelta en una manta todavía empapada. Me acerco despacio, observando su rostro. Tiene el cabello liso de un tono cobrizo que cae por sus hombros, y su piel es de un tono moreno. Sus ojos, en un tono café claro, no dejan de fijarse en mí desde que me ve, mientras no me quita ojo, veo la daga de Adelaida sobre la mesa, quizás tenga que enviarla hacia Solasta, le le falta.
Otra vez pensando en ella, vuelve a lo que tienes que hacer.
—Permítame presentarme, soy Marcus Atlas —digo mientras la mujer sigue mirándome fijamente. Finalmente, después de un momento, parece reaccionar.
—Lara Abaliz.
Nota de autor:
Sé que en el capítulo anterior les prometí que sería más largo, pero el próximo será aún más interesante y extenso. Es importante encontrar un equilibrio. Sin más que decir, nos vemos en el próximo capítulo.
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