Capítulo 4.
Al escuchar la palabra "matrimonio", siento una opresión en el pecho.
—Deberías pensarlo, es una oportunidad para salvarte —dice.
—¿Para salvarme a mí o a tu familia?
—A las dos, pero más a ti. Tienes hasta mañana para decidir; de lo contrario, lo haré por ti.
Observo cómo se aleja.
Inmediatamente, pongo mi mano sobre mi corazón, me apoyo contra la pared y dejo escapar el aire que tenía atrapado desde el despacho de Sargas.
A menudo tengo ataques de tos debido a los nervios. La presión en el pecho se vuelve aún más intensa.
No sé qué decirle, la respuesta definitiva es un "no". Jamás me casaría con uno de los asesinos de mi tía, con el hijo de la familia que me arrebató la única felicidad que me quedaba. Además, ni siquiera lo conozco lo suficiente como para contraer matrimonio con él.
Puedo ver a Clarissa oculta en un rincón del palacio. Frunce el ceño, parece haber escuchado toda la conversación.
—Adelaida, haz lo que dijo Sargas y acepta la propuesta de Arthur.
La idea de casarme con él, para después asesinarlo, pasa por mi mente.
—Lo pensaré —respondo.
—No, no lo pensarás, lo harás —me dice con sinceridad. Veo reflejada su preocupación—. Te necesitan viva, pero no intacta.
—Sé más específica.
—Te harán daño.
—¿A qué tipo de daño te refieres?
—Recordarás tu época como esclava en Orlaka —veo que Sargas estuvo investigando durante un largo tiempo, e informó a Clarissa muy bien.
Durante mi "estancia" en Orlaka, sufrí dos tipos de daño: el mental y el físico.
Odiaba ambos, pero el que más me torturaba era el mental. Con el tiempo, me fui acostumbrando al daño físico. Al principio era horrible; los guardias me golpeaban la mayoría de los días por diversión o por órdenes de la madre de mi ex prometido. De allí viene mi odio hacia Canrad, todo lo que me ocurrió fue por su culpa.
Me acerco a una ventana por un sonido que escucho. No puedo distinguir quién es, hasta que Clarissa se coloca a mi lado y veo su rostro.
¿Qué hace aquí? Los nervios me consumen.
—Es el rey de Lavinia.
—¿Desde cuándo es rey? —pregunto con curiosidad, aunque en realidad no me importe. Clarissa seguramente dará un discurso aburrido sobre él que no me importa.
—Hace tiempo, tras el asesinato de su madre, el reino se dividió —Eso comentaban los Pétalos V—. Mientras Einar se encontraba devastado, su hijo asumió el control, vengando así la muerte de su madre —por lo menos vengo su muerte —. Es más un caballero aparte de monarca, pero eso no impide que sea temido por muchos —dice, mientras su mirada se dirige al despacho de Sargas—. Es el mejor rey que ha tenido Lavinia.
Vuelvo a mirar y ya no está.
—¿Qué hace pisando territorio enemigo?
—Viene a visitar a su hermana. Según Galvin, su compromiso con Esard está ayudando a calmar un poco los humos, por esa zona.
Me quedo perpleja. ¿Cómo puede un simple compromiso tranquilizar las tensiones entre reinos?
—No entiendo —insisto—. Celis es la prometida de Esard, pero ¿por qué su compromiso está calmando los humos si solo es el hijo mediano de Sargas?
Clarissa mira a su alrededor, asegurándose de que nadie nos escuche, y luego se inclina hacia mí.
—En realidad, no es su hijo —susurra, intrigando mi curiosidad—. Todos lo piensan así porque Sargas fue quien lo crio, pero la verdad es mucho más profunda. Ni siquiera Esard sabe que Sargas es su tío, y no su padre.
Mis ojos se abren de asombro mientras proceso la información. Entonces, Celis está comprometida con el sobrino de Sargas. Gracias a Clarissa, mi teoría se ha confirmado. Ahora sé que hay algo más, secretos oscuros en este palacio.
—¿Y tú cómo lo sabes?
Con una sonrisa, Clarissa se inclina hacia mí.
—Yo sé todo lo que ocurre en este palacio, aúnque me haga la tonta —confiesa. Me sorprende la confianza que a agarrado hacia mí, a pesar de recién conocerme.
—Estás contándole todo a una extraña, que podría usarlo en tu contra —le advierto.
—Tal vez no seas tan extraña —levanto una ceja, notando que Clarissa se da cuenta de lo que acaba de decir—. Quiero decir que, en este lugar, eres la menos extraña —añade nerviosa.
—Entiendo.
—¿Hacia dónde ibas antes de chocar con Arthur? —pregunta, cambiando de tema.
—A mi habitación, ¿a dónde más iba a ir?
—Vale, te acompaño.
Clarissa me acompaña hasta la mitad del camino, mientras me cuenta cosas.
De golpe, abro la puerta.
Busco a Celis, pero solo encuentro una sombra moviéndose en la habitación. Me asomo y me encuentro con... con Marcus. Un escalofrío recorre mi espalda. Sin pensarlo, doy media vuelta sintiendo una incómoda sensación. Siempre me encuentro con él, ¿por qué?
De inmediato me agarra del brazo, cierro los ojos pidiendo a que pase algo. Doy media vuelta y veo que es Celis.
—Creo que tienes una conversación pendiente con Marcus —dice Celis arrastrándome.
—¿Yo? Qué va —yo me opongo al hecho de que debo hablar con Marcus—. No, no voy a hablar con él maldito rey que cais atenta contra na vida de mi tío, a menos que quieras que lo maté
Celis me empuja con fuerza hacia la habitación, tan violentamente que tropiezo con la losa. El impacto me deja sin aliento, y doy medio paso hacia atrás, tratando de recuperar el equilibrio.
—¿Vienes a castigarme? Entonces, olvídate.
—Ni siquiera sabía que estabas aquí. Si lo hubiese sabido antes, ya estarías presa en Lavinia, pero veo que acabaste perdiendo.
—Creo que tienes un mal concepto de lo que significa "perder". Perder fue lo que le hice a tus guardias —suspira intentando guardar la calma.
—Solo viniste aquí para tener una charla amistosa, ¿verdad? Seguro que no tienes ninguna intención oculta —pregunta.
—¿Intención oculta? ¿Acaso piensas que estoy tramando algo en esta habitación cerrada contigo?
—Si quieres pensar eso, por mí bien.
—Estás en lo correcto, lo que estoy pensando es como podría pagar por mi libertad con tu cabeza —me mira de arriba a abajo y me sonrie falsament—. ¿Qué quieres?
—Dime dónde está el vade, antes de que sea tarde.
—No pienso hacerlo —digo, mirando hacia el otro lado.
—Mira, Adelaida —dice, colocando sus manos sobre mis hombros. Bruscamente las aparto de mis hombros—. No tengo intención ni ganas de pelear contigo, así que por favor, dime dónde está el vade para poder dormir tranquilo ya de una vez.
—Bueno, si tanto insistes, te lo diré —ni siquiera sé dónde está—. Nunca encontrarás el vade, así que mejor vete olvidándote de él, porque se lo han llevado los Pétalos Vengativos.
Su expresión cambia de sorpresa a incredulidad.
—No te creo.
—Vas acabar contigo mismo buscando algo que ya no está, así que será mejor creerme. Esto me recuerda a tu padre, de tal palo tal hastilla ¿no crees?
—Bueno, tu eres el vivo ejemplo de esa frase. Tu madre era una manipuladora y mirate a tí.
Una sonrisa fugaz se dibuja en mis labios. Todo el mundo la odiaba, por el simple hecho de que era más poderosa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top