Capítulo 16.
-Creo que no es asunto tuyo -respondo tajante, mientras desprendo los pendientes de mis orejas.
-Claro que es asunto mío, Adelaida -nuestras miradas se encuentran en el espejo-. Puedo ayudarte, pero me niego a ser cómplice de tus juegos sucios.
Juegos sucios, me río al repetir aquella frase en mis adentros.
-Juegos sucios suena muy ordinario, por lo que los llamaremos tácticas para sobrevivir -digo levantándome del tocador para agarrar el agua micelar y los discos de algodón-. Por cierto el papel de buena te queda pero que muy mal.
-¿Tácticas para sobrevivir? -pregunta cómo si fuera una broma. Celis se acerca a mí con los brazos cruzados-. ¿Acaso que has tenido que vivir para emplear esos métodos? No has sufrido ni la mitad que yo, Adelaida Mynor.
-Escuchame, esto no es una competición de quién ha sufrido más, así que dejame en paz.
-Es muy fácil decirlo siendo la prometida de un heredero.
La prometida de este, la hija de esta, la sobrina de este. ¿Por qué nunca es Adelaida?
-Más es decirlo siendo una princesa que tiene la libertad de hacer lo que le de la gana. Dime Celis ¿alguien te obligó a venir a este lugar? -decide no contestarme—. Lo suponía.
Paso por su lado para tomar la toalla. Entro al baño y comienzo a quitarme el maquillaje antes de entrar a la ducha.
Me quieren matar, recuerdo.
Sonrío mientras abro el agua de la ducha, apoyo mi espalda en la pared del baño aún estando vestida.
¿Tan importante soy para ellos?
Quieren eliminarme, por el simple hecho de que no pueden y no podrán conmigo.
Los Atlas quieren guerra, pues guerra tendrán.
Salgo del baño tras haber secado mi cabello correctamente.
La habitación está completamente vacía, un silencio pacífico habita en ella. No voy a desaprovechar este momento para descansar, me tumbo boca arriba sobre la cama. Observo detalladamente las flores que hay en el techo, aquí hay algo raro.
Me pongo de pie en la cama para poder analizarlas más de cerca. El techo es sumamente alto como para poder alcanzarlo. En el preciso momento donde bajo de la cama alguien toca la puerta seguidamente.
-Adelante -grito mientras me pongo mis botas.
-Señorita Adelaida -se trata de Gero. Esta hecho polvo ¿por que será? El sedante se ha pasado de cruel con él. Apenas puede hablar, su voz está apagada como si el sueño reinará en su cuerpo-. Su Majestad le espera.
-¿Para qué exactamente?
-No me han informado de eso, solamente me han dado la orden de escoltarla al despacho de Sargas.
Salgo de la habitación y Gero cierra la puerta.
El silencio es tan incómodo que decido romperlo.
-¿Una noche dura?
-La verdad que no se, me quede dormido como una hora antes de que empezará mi turno.
-Sera el cansancio.
–O la droga que me hiciste tomar.
Nos encontramos delante del despacho de Sargas y Gero dirige una mirada de desdén hacia mí dirección. Tarde o temprano me iba a descubrir.
—¿Quién en su sano juicio toma una botella ofrecida por mi? —pregunto con una sonrisa desafiante—. Nunca aceptes nada de nadie y menos de alguien que no conoces. Gracias a esto aprenderas a lección.
Gero se queda sin palabras, su rostro refleja una vergüenza inmensa. Le avergüenza el hecho de que brindó su confianza y servicios para acabar a alguien que lo acabó engañando.
Doy varios golpes a la puerta de madera y no recibo ninguna respuesta por parte de nadie. Vuelvo a golpear la puerta y lo mismo.
Suspiro y abro la puerta.
Me encuentro a Sargas dormido sobre la mes, se habrá quedado dormido mientras esperaba.
Me acerco y golpeo la mesa haciéndolo despertar. Le toma unos largos minutos volver a recomponerse por completo.
—Bueno, ¿para que me has llamado?
Lucha para no volver a caer en un sueño profundo.
—Si te digo la verdad no sé porqué te he hecho llamar —confiesa inclinándose a la silla de cuero. Controlo mi enfado. Este imbécil me ha arrastrado de mí cama para nada.
—Si no te importa me iré —digo con cierto enfado. Me dirijo a la puerta y a la hora de abrirla Sargas grita.
—¡Ya me acordé! —grita levantandose de la silla—. Esta tarde irás a Sargria, para pedir la aceptación de tu tío.
Para el maldito matrimonio.
—¿Está tarde? ¿No pueden esperar?
—Marcus irá esta tarde por lo que tu también.
Frunzo la mandíbula en modo de enfado.
¿Marcus? ¿Un Atlas? ¿¡Marcus el rey de Lavinia pisando suelo rojo!? ¿Para qué?
—Está de camino así que vete preparándote.
Tan siquiera abro la boca para responder Sargas cae sobre la mesa nuevamente.
—Madre mía —exclamo antes de salir.
El sonido de mis pasos resuenan en las paredes de mármol, creando así una sinfonía. Los rayos de sol que entran a través de los cristales iluminan mi camino hasta llegar a mi objetivo. El enorme ventanal.
Me acomodo sobre la losa y observo el exterior. Todo esto le pertenecía a mi familia, hasta que los Iluna llegaron y nos lo arrebataron todo. Le Juré a mi tía que vengaria y recuperia el reino.
Mientras contemplo el paisaje veo a Marcus bajando del carruajem
Me es imposible lanzar una mirada de desdén. Se percata de que lo estoy observando. Me dedica una sonrisa y saluda bajando la cabeza.
Se está burlando de ti Adelaida.
Clarissa aparece en el momento menos oportuno. Interrumpiendo así mi batalla de miradas con el rey de Lavinia.
—¿Qué pasa? —pregunto intrigada.
—Te tienes que preparar para ir a Sargria —dice arrastrándome a la habitación.
Me hace sentarme en la silla del tocador, donde comienza a peinar mi cabello cuidadosamente. Me delinea el lágrimal con lápiz de ojos marrón y para terminar me pone una coronilla plateada a juego con el vestido.
•••
Una vez que subo al carruaje, Marcus dirige una mirada de desprecio hacia mí dirección. Decido ignorarlo iniciando así el viaje en silencio.
—¿No puedes estar quieto? —pregunto ya con cierto enfado. En lo que llevamos de viaje no ha parado de golpear su hombro con el mío.
—Estás muy pegada a mi, chica.
—Bueno si tanto te molesta puedes irte adelante —señalo el asiento con la cabeza.
—El tema es que no quiero verte la cara —admite con sinceridad.
—Entonces aguantate —digo mirando hacia adelante.
—Es que no lo entiendo —pongo los ojos en blanco. Ya va a empezar con sus quejas—. A donde voy siempre tienes que estar tu allí. ¿Acaso tienes una obsesión conmigo?
Rio sarcásticamente.
—Más bien el que esta obsesionado conmigo eres tu conmigo —resopla y me mira.
—¿Yo? Tonterías —dice inclinándose a mi.
—¿Quién me siguió al bosque anoche? —pregunto arqueando las cejas.
Se sienta en el sillón de adelante para tenerme cara a cara.
—Para empezar, pensaba que eras mi hermana.
—Pero cuando descubriste que era yo te quedaste.
—Pero tu no me echaste —me reprocha.
—Era obvio que te tenías que ir, yo tenía prisa.
—Podrías haberte ido.
—Pero me acorralaste en árbol.
—Pero tu me dejaste.
Esta batalla de reproches no va a terminar nunca.
—No, no, no te confundas, Majestad
Yo no te deje, así que asume tu responsabilidad como rey.
—Y tu asume tu responsabilidad como... A es verdad que no tienes título —una sonrisa burlona se dibuja en su rostro.
Me inclino sobre el asiento mientras me miró las uñas.
—Podré no tener título, en cambio soy más importante que tú. Por algo me habéis intentado matar —despego la vista de mis uñas para centrar mi atención en Marcus.
—Vaya, te había tomado por estúpida.
—Lo que pasa es que estás acostumbrado a la estupidez de tu hermana —se inclina hacia mí demostrando tener el control de la situación.
—¿Acabas de llamar estúpida a mi hermana? —su tono es amenazante, pero no me intimida.
—Así es —asiento—. No sabe interpretar el papel de niña inocente, me da rabia porque parece una estúpida sumisa —digo quitándo una pelusa de su abrigo—. No vais a conseguir nada así.
—¿Y eso por que?
—Dime, Marcus.
—¿Que quieres que te diga?
—Cuántas veces ha venido Esard a ver a Celis.
Se percata a donde quiero llegar.
—Una vez, que fue cuando se conocieron.
—¿Sabes por qué no ha vuelto a visitarla? Porque tu hermana le ha hecho saber que siempre estará a su servicio, le ha hecho ver que es una sumisa que solamente se muere por su atención.
Veo como Marcus escucha con atención cada palabra que sale de mi boca.
—Quiero que sigas hablando, por favor.
—Habrá pensando; Mm el día de mañana si estalla una guerra con tan sólo darle un poquito de atención a mi prometida tendré a mis servicios a hombres y mujeres que lucharán por mí.
—Comprendo —dice Marcus sin apartar la mirada de mi rostro.
—Esard y los Iluna os tienen comiendo de sus manos —Marcus permanece en silencio durante segundos.
—A ti también te tienen comiendo de sus manos —niego rotundamente con la cabeza.
—Yo los tengo comiendo de mis manos, haciéndoles creer que son ellos los que me tienen comiendo de sus manos. No soy tan estúpida como algunos.
—Llevas todo el trayecto insultándome, ¿Sabes que soy humano y me puede ofender?
—Tu también me podrías haber ofendido.
—¿En qué? ¿Diciendo que no tienes título?
—Bueno, ya está, cállate. No entiendo porque pierdo mi tiempo hablando contigo —me acomodo para echarme una siesta y veo como Marcus sonríe.
—Si te duermes no voy a despertarte.
—Nadie te lo pidió.
•••🗡•••
El frío recorre mis huesos, haciéndose cada vez más insoportable. Despierto de golpe, estoy sola en carruaje, con el abrigo de Marcus tapandome. Observo por la ventana y veo que la noche ya ha caído.
Será...
Con rabia salgo del carruaje.
Me ha dejado sola.
Camino sobre la alfombra roja que se encuentra en la entrada.
Entro a la sala y me lo encuentro sentado en una lujosa silla de terciopelo rojo con una estantería a un lado. Le tiro el abrigo con rabia, golpeándolo en el rostro, pero el apenas reacción, apartandolo a un lado.
—Veo que has despertado —dice esbozando una sonrisa. Se levanta de la silla para enfrentarme cara a cara.
—Esto te va a costar —respondo, con los brazos cruzados.
—Te dejé mi chaqueta —me reprocha.
Apreto la mandíbula y me acerco a él desafiante.
—Vaya, ¿te debería dar las gracias por este gesto de bondad? —le pregunto con ironía.
—Así es. Además no seas dramática estás rodeada de los guardias de tu prometido. Exagerada es lo que eres.
Furiosa, doy media vuelta, pero hay algo que me llama la atención. Vuelvo a mirar a Marcus y veo el libro que trae entre manos.
—Alisson está viva y Mona es A —digo con frialdad—. Disfruta de tu lectura.
—Serás desgraciada.
Marcus tira el libro y me toma del brazo
—Me lo dicen mucho.
—Acabas de arruinarme la lectura ¿sabes?
—Ou, lo lamento Majestad —finjo sentir pena—. Cambia esa cara te he hecho un favor.
Me zafo de su agarre
—Adelaida —miro hacia la dirección de donde proviene mi nombre. Es mi tío, quien no ha cambiado desde la última vez que lo vi, conserva sus rizos negros definidos junto a su barba bien cuidada.
A su lado está Eida, la hija de su esposa. Debe tener unos 20 años. Su cabello es tan rizado como el de Zeyn, en cambio el de ella es de un negro medianocge que contrasta con si piel oscura. Es una copia de su madre. Zeyn y Eda comparten un rasgo en común, sus penetrantes ojos verdes.
—Me alegra verte —dice abrazándome —. Marcus me comentó que estabas en tu alcoba dormida —al pronunciar su nombre, lo hizo con un tono de resentimiento.
—Y así es.
—Me dejo tirada en el carruaje.
Marcus se toca el pecho ofendido.
—¿Yo? —pregunta.
—¿Es verdad eso Marcus? —pregunta Zeyn acercándose a el.
—Así es —admite sin rodeos.
—Que sinvergüenza —dice mi prima.
—Bueno, si no os importa tengo algunos asuntos que atender.
—Mm de eso nada, primero cena con nosotros —dice mi tío con cortesía—. No te irás a la cama con el estómago vacío.
—No gracias, no quiero acabar envenenado como la última vez.
¿Lo han intentado envenenar?
—Agh pensé que ibas a caer. ¿De casualidad a donde vas?
—A recoger la carta.
Zeyn y Eda intercambian miradas.
—Adelaida irá contigo —dice Eda.
—¡¿Adelaida?! —exclama Marcus.
—¡¿Yo?!
—Así es, ponte el traje que te deje en la alcoba.
—No voy a ir con el.
—Yo tampoco quiero que vayas conmigo.
—Pues irá —Marcus suspira y sale de la sala para irse a la alcoba.
—Me voy a cambiar, así que rápido.
Al final, me convencieron para acompañar a Marcus a recoger la dichosa carta, aunque no estoy contenta con la idea. Mi tío me prometió que cuando vuelva me lo explicará todo.
Tras vestir el traje de dos piezas me dirijo a la alcoba de Marcus. Toco la puerta.
—¿Quién? —pregunta desde el interior.
—Adelaida —respondo con sequedad.
—¿Adelaida? Dios, que pesada eres... —no le dejo terminar la frase y abro la puerta—. Me podrías haber pillado cambiandome.
Cierro la puerta y me siento sobre la cama mientras que el permanece de pie.
—Pero no lo estás haciendo.
—Dime —toma su ropa mientras se acerca la vestidor—. ¿Para qué has venido?
—¿Qué es esa carta tan importante que tienes que recoger?
—¿Has venido solamente para eso? —pregunta desde el vestidor.
Esto de contestar las preguntas con preguntas se ha vuelto parte de nuestra rutina.
—Obviamente no te lo diré —asoma la cabeza del cambiador—. Vas solamente por orden de tu tío.
Suspiro.
—En fin, ¿cuando llegaremos?
Su risa resuena por toda la habitación.
—Primero hay que salir del bosque con vida.
Eso significa que irá sin guardias. Lo que nos espera.
—¿Y después?
—Ya veremos que haremos —sale del vestidor y se apoya en la mesa que tengo enfrente—. ¿Sabés montar a caballo?
—Aja —contesto.
—¿Usar la pistola?
—Si.
—¿La espada? Lo dudo mucho.
—Marcus, podrás ser un rey con buen entrenamiento militar. En cambio eso no significa que eres superior a mi.
Marcus alza las manos en modo de rendición.
—Literalmente no he dicho nada.
—Pero la intención se veía.
—Te enfadas muy rápido, señora —dice dándome la espalda. Esta concentrado en sus armas.
Señora.
Detesto esa palabra. Tan solo escucharla revivo el sufrimiento que sufrí a manos de esa mujer y su hijo.
—No vuelvas a repetir aquella palabra, no me gusta —amenazo. Me levanto de la cama y Marcus me mira con extrañeza—. Te espero en los establos.
Mi mano posa en el pomo.
—Le digo a todas señoras, ya que señorita me parece un término machista. Así que no te ofendas tan rápido —dice guardando la espada.
—No es por eso. Además, cualquier cosa que venga de tí no me ofende porque se que no es verdad.
—¿Me estás llamando mentiroso? —inquiere. Sus ojos avellanas se encuentran con los míos.
—Así es.
Se ríe de nuevo.
—Agradece que en Lavinia la ejecución está prohibida.
—Lo sé, ya abría sido ejecutado más de dos veces por mi lengua —le dedico falsamente una sonrisa y salgo de la alcoba.
•••
Los árboles ahogados con sus crecidas ramas, haciendo que el bosque parezca una fortaleza en expansión. Protegiendo así la tierra de la fría noche. Marcus acelera con el caballo, hasta llegar a donde me encuentro.
—Todavía no hemos entrado a territorio peligroso.
Este bosque es más peligroso que el de Sangre.
—¿Qué insinuas con eso? —pregunto mientras hago parar al caballo.
—No pienso llevarte a casa de tu tío muerta. Me causarias muchos conflictos políticos —pongo los ojos en blanco.
—¿Quieres un combate? Así dejarías de poner en duda mi entrenamiento.
—Bien —se baja del caballo. Tira todas las armas que tiene al suelo, excepto su espada—. Un duelo limpio, sin trampas.
—Por mi bien —me bajo del caballo y tiro mi daga igual que el—. Un combate limpio.
—Perfecto —se acerca y me ofrece su mano. La cuál acepto con un apretón de manos.
Analizo el entorno. La luz brillante de la luna podría cegarme si se encuentra en el ángulo correcto. Tengo que forzar a Marcus a que le caiga la luz en esos ojos que tiene.
(En Sargria la luna brilla tanto como el sol)
A Marcus solamente le han tomado dos minutos analizar el entorno y memorizarlo...
Sostengo la espada erguida delante de mí con ambas manos.
Ataco con rapidez y Marcus lo esquiva por medio del parry. Redirige su espada a mi ataque empujando mi espada hasta desviarla.
—Si yo ganó deberás aceptar un trato.
—¿Que tipo de trato? —pregunto desde mi sitio.
—No te lo diré hasta el final. En cambio, si pierdo te diré de que trata la carta.
—Las opciones son injustas —protesto.
—Bien, si pierdo haré lo que quieras.
—¿Lo que quieras?
—Aja.
—Bien. Trato hecho.
Estamos frente a frente, listos para comenzar la batalla de nuevo.
Ambos nos lanzamos al ataque. El sonido metálico que crea el choque de las espadas llena el bosque. Marcus está concentrado en encontrar mi punto débil, algo que le está costando.
Marcus lanza un feroz contraataque haciéndome retroceder.
Después de varios minutos de intensa lucha, quedamos en un punto muerto.
Ambos estamos agotados.
Aprovecho un momento de distracción por parte de el y lanzo un ataque sorpresa desequilibrándolo y logrando tumbarlo al suelo en un movimiento rápido. Con una sonrisa triunfante me subí encima de el sosteniendo mi espada cerca de su rostro en señal de victoria.
—Creo que estoy algo incómodo —con un rápido movimiento tira de mi brazo hasta darme la vuelta y derrinbarme, quedando así encima de mi—. Así mejor.
Mantiene las espadas apartadas.
Nuestras agitadas respiraciones se mezclaron con el aire cargado de tensión. Me encuentro con su determinante mirada.
Lucho por liberarme de su agarre, pero es imposible. La tensión en el aire es insoportable, el odio palpita con fuerza, creando una atmósfera algo incomoda.
Finalmente Marcus levanta una de las espadas apuntando mi corazón.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top