Capítulo 10.
Victoria.
Desde hace días, estoy atrapada en este lugar. No puedo evitar pensar en cómo mi vida fue arruinada por ser la "hija" de un traidor, con lo simple y tranquila que era. Además, mi madre sigue desaparecida; si no aparece antes del tercer mes, General tomará el mando.
De repente, la puerta de la habitación se abre y Esard da un paso para entrar. Ni siquiera soy capaz de observarlo, ya que cuando lo hago, siento un escalofrío recorrer mi cuerpo.
Me levanto de la cama rápidamente y me pongo en posición, sin intención de dejarme atemorizar fácilmente.
Esard se coloca en la puerta, manteniendo la expresión de siempre. Antes de que pueda decir una palabra, algo en su mirada cambia. Parece estar preocupado por algo o por alguien. Guarda silencio unos segundos y finalmente habla.
—Victoria. —Veo que ahora me llama por mi apodo—. Traigo noticias, Adelaida ha sido herida.
Mi corazón se detiene por un momento. Adelaida es una de las pocas personas en este mundo que realmente me importan, y saber que está herida me llena de angustia.
—¿Qué?
Mira hacia atrás y cierra la puerta de golpe.
—No hay tiempo, ya te explicarán allí —dice acercándose hacia mí.
¿Allí? ¿Qué está planeando este ahora?
—Si pudieras ser un poco más específico, te lo agradecería.
Esard pone los ojos en blanco.
—Vas a visitar a Adelaida.
Quedo sorprendida por lo que dice, porque le importaría si visitara o no a Adelaida.
—¿Y eso a qué viene? —pregunto con desconcierto.
Puedo ver la cara de Esard, parece haberle sorprendido lo que he dicho.
Obvio que quiero ir a verla, pero no sé, no me fío, soy su rehén, no debería preocuparse por mí.
—¿En serio?
No entiendo por qué se sorprende, si él estuviera en mi posición, sospecharía.
—¿En serio qué? —me acerco lentamente hacia él—. Creo que ya debería parecer normal que desconfíes. Soy tomada bajo mi voluntad y luego mi secuestrador quiere que confíe en él.
—No es para tanto.
Sonrío irónicamente.
—Estás jugando con mi vida, ¿cómo puedo confiar en alguien que me ha puesto en esta situación?
—Mira, Victoria, el que te tomó como rehén fue mi padre, así que no me vengas con cuentos —dice con superioridad.
Me invade un impulso imparable de estrangularlo. ¿Quién se cree que es este individuo? Tomo su camisa con furia descontrolada, incapaz de contener mi ira. Solo por ser una persona importante, ¿se cree con el derecho de hablarme de esa manera?
—¿Cuentos? Estas jugando con mi vida —digo empujándolo hacia la pared—. Podria despertar cualquier día muerta y tú de lo más tranquilo pides que confíe en ti.
—Necesitas calmarte. No estás viendo todo el panorama —dice con calma.
—Vete a la mierda.
Esard me agarra de los hombros para girar bruscamente, acorralándome contra la pared. El enfado entre ellos es palpable, y la situación parece estar alcanzando un punto crítico. Desvío la mirada hacia el otro lado.
—¿Vas a ir sí o no?
Me lo pienso, obviamente no voy a dejar pasar esta oportunidad solo por darle la contra.
—Iré —digo rendida—. Pero hay un problema.
—¿Cuál? —pregunta suspirando.
—Tu padre va a saber que soy la hija de Dilara, que supuestamente tienes tomada como rehén.
—Tu madre es pelirroja —dice pasando por mi lado, me doy la vuelta.
—Tú eres imbécil, ¿verdad?
—Bueno, vale, no hace falta insultar —dice subiendo las manos en modo de rendición.
Hay un silencio incómodo en la sala. Se queda un momento observándome.
—Creo que hay una solución para tu problema.
•••🥀•••
Esard acabó yendo conmigo, solo que nos separamos para evitar levantar sospechas. Ahora estoy completamente sola, aunque tengo la sensación de que alguien me está observando, impidiéndome escapar. Los Iluna no son tan tontos como parecen.
Para mantenerme a salvo, me hago pasar por una espía llamada Sarina, usando una máscara que oculta mi rostro pero deja ver mis ojos. Los guardias me han dejado entrar, creyendo que soy ella.
Este lugar es tan grande, donde voy a encontrar la habitación de Adelaida, Esard ni si quiera me dijo nada, que se piensas que tengo superpoderes y me voy a teletransportar a la alcoba de Adelaida.
Mientras aceleró el paso, veo a dos individuos hablando, cerca de una puerta, llegó hasta ellos y uno de ellos me llama bastante la atención. Tiene un aire a Eliam.
—Hubieron problemas con la señora —dice el rubio que tiene al lado—. Se encontró con tu hermano y..... bueno creo que deberías volver.
—¿Sabés qué pasó? —Pregunta arqueando la ceja.
—Marcus, debes hablar con ella.
¿Marcus? Marcus es el a quién Adelaida le robó información y a quien odia. De lo que te estás perdiendo, Adelaida, creo que deberías dejar un poco el odio atrás. ¿Qué digo? Y de lo que se pierde el, a la mujer más valiosa en este reino, es Adelaida, o quizá en el mundo. Se parece bastante a Eliam aúnque dudo que estén emparetados.
Oigo a varios guardias gritar.
—¡Es una infiltrada!
Mierda se refieren a mí. Miro hacia todos lados y corro por mi vida.
Me persiguen a través de los pasillos laberínticos del palacio, con sus armaduras brillando a la luz del sol
Corro con todas mis fuerzas, consciente de que su soy atrapada adiós cabeza. Me quito la máscara para poder respirar.
De repente, llego a una puerta blanca y sin pensarlo dos veces, la abro y me lanzo al otro lado. Pero antes de que pueda cerrarla, alguien me agarra del brazo y me tira hacia adentro. El misterioso individuo cierra la puerta tras nosotros y nos quedamos en la penumbra, con solo la luz filtrándose por las rendijas de las persianas.
Es un momento silencioso, en el que tanto yo como él nos miramos fijamente. Sus ojos son intensos, grises y llenos de determinación, mientras que los míos reflejan preocupación. La tensión en la habitación es palpable, los latidos de nuestros corazones resuenan en el aire.
—¿Quién eres y por qué te haces pasar por Sarina? —cuestiona mirada gris cruzado de brazos.
Me salvó pensando que era ella, no por otra cosa más.
—¿Es tu amante? —pregunto refiriéndome a Sarina.
Su mirada refleja sorpresa al ser cuestionado, como si la pregunta fue innecesaria, aunque en realidad sí lo fue ¿Cómo se llamará?, me pregunto a mí misma, intentando enfocar mi atención. Quisiera apartar la mirada, pero resulta imposible hacerlo. Además de que ahora me está mirando fijamente.
—Dilara —en ese instante siento un escalofrío recorrer mi cuerpo, dejándome petrificada. Sabe quién soy, pero apenas un momento antes me había preguntado quién era—. Tengo a la hija del traidor más buscado delante de mí, y no sé qué haría Sargas a Esard si se enterara de esta situación.
A Esard nada, en cambio yo podría despedirme de mi cabeza.
—No creo que seas un monstruo como ellos —digo, intentando manipularlo.
—Pues no deberías creerlo —responde. Cierro los puños hasta clavarme las uñas en las manos —. Porque no lo soy.
Quisiera suspirar aliviada, pero no puedo. Está demasiado cerca.
Enseguida se da cuenta de la delicada situación en la que ambos nos encontramos, y se aparta con cautela. Yo dejo salir el aire que había estado conteniendo, sintiendo como si fuera a matarme.
—¿Por qué Esard ha sido tan tonto para traerte aquí?
Parece odiarlo, no sé qué le habrá hecho pero lo detesta, ya compartimos algo en común. Bueno Victoria céntrate, ¿qué le digo ahora? ¿Me arriesgo o no?
—Vine a ver a Adelaida —abre los ojos como platos.
Pasa un tiempo sin hablar, no entiendo. ¿Habré dicho algo malo?
Finalmente, el desconocido habla en voz baja, con un tono que denotaba autoridad y confianza. Sin revelar su identidad, me aseguró que tenía un plan para ayudarme a llegar a Adelaida.
A regañadientes, decido confiar en él. Sé que no tengo muchas opciones y que necesito toda la ayuda que pueda obtener. Con un gesto de determinación, asiento y me dispongo a seguir las indicaciones de mi misterioso compañero.
Comienza a buscar algo entre los cajones, hasta encontrar un mechero y enciende una vela con él. Se dirige a una puerta y la abre, revelando un pasadizo. Me hace una señal para que pase primero, y luego él agacha la cabeza para poder pasar.
—Hubiera sido mejor una linterna —digo mientras avanzamos.
—No la encontré, así que tenemos que conformarnos —dice mirándome directamente a los ojos, su mirada es bonita, pero no es momento para eso.
—No me has dicho tu nombre —digo sosteniéndole la mirada.
Lo único que se escucha en el pasadizo son nuestros pasos y el eco de nuestras voces.
—No te lo diré.
Pero ¿quién se cree este tipo?
—Ni me importa —digo adelantándome.
—Ni siquiera conoces el camino, así que será mejor que te aguantes.
•••🥀•••
Llegamos a una puerta blanca y Lesart la abre de golpe, revelando a una mujer de cabello cobrizo ordenando una estantería.
—General Lesart —dice con respeto. Así que se llama Lesart y es un general. Me mira durante un minuto, y no dice nada hasta que aparece una joven rubia de cabello ondulado y ojos oscuros.
—¿Y...? —interroga la rubia.
—Es igual —interviene Lesart—. Celis, Esard ha venido a hablar contigo.
En realidad, vino a que visitara a Adelaida, pero bueno.
Siento la tensión entre ellos en el aire. Tal vez la amante de Lesart no sea Sarina sino Celis, y a mí que me importa si Lesart tiene una amante o no.
—Creo que deberías ir —dice la mujer de cabello cobrizo, volviendo a la estantería.
—Eso haré —dice mirando fijamente a Lesart.
—¿Tienes algo con la princesa? —susurro.
—¿Dilara, no tienes vida propia? —dice Lesart dándose la vuelta para mirarme.
—Estoy encerrada en una habitación, obviamente no tengo vida propia —Lesart se queda un momento observándome, como si hubiera dicho una mentira.
—Eso fue cruel —Celis se aclara la garganta y ambos la miramos.
—Tienes razón, me iré.
Lesart abre y cierra la boca como si hubiera querido decir algo.
Celis se acerca a la puerta y sale de la habitación.
—¿Vosotros dos no pasáis? —pregunta la pelirroja, quitándole a Lesart la vela.
Llevamos aproximadamente 10 minutos en la puerta del pasadizo.
—¿Cómo está Adelaida? —pregunto al entrar.
—Sí, está bien, solo que despertó y la tuvimos que drogar.
Frunzo el ceño. ¿Cómo la han podido drogar? Estoy a punto de preguntar, pero Lesart se adelanta.
—¿Por qué la drogaron, Clarissa?
Me ha leído la mente.
—Porque no queremos que comuniqué el decreto de nada.
—¿Por qué? —pregunto seriamente.
—Podría causar una revolución.
—La revolución se puede ir a la mierda —ambos se sorprenden con mi tono—. Drogan a una persona sin su consentimiento. Como se nota que son iguales a esos monstruos.
Ambos se miran como si se hubieran sentido ofendidos.
—Pero entiéndelo, si no lo hacíamos, todo se iría a la borda.
—Creo que no les salió muy bien la jugada —dice con su tono característico. Sus ojos ámbar brillan intensamente, como si no reconociera a la dueña de aquella mirada. No sé cómo reaccionar, estaba algo lejos y apenas parecía poder ver.
—Adelaida vuelve a la cama, estás herida de dos balas —dice Clarissa.
—Pero para drogarme, no lo estaba —reprocha.
—Esto va a acabar mal —me susurra Lesart.
—Adelaida, por favor —dice Clarissa acercándose a ella, pero ella se aparta de inmediato.
—Podrías haberme matado, me diste demasiado, además no pensaste si llego a morir, todos morirán —Clarisa traga saliva nerviosa—. Y creo que eso es peor que una revolución.
Mientras Adelaida habla, parece haberme visto y comienza a sonreír.
—Ve tu a dónde ella —dice Lesart, poniendo su mano en mi espalda.
Esta vez no llevo faldas por lo que me facilita correr, llegó y me quedo enfrente, no se que hacer. Clarissa da marcha atrás hacia Lesart.
—¿A que esperas? —dice abriéndome sus brazos de inmediato la brazo siendo cuidadosa con su abdomen—. Mañana debo emitir el decreto —susurra en mi oído.
Me aparto con cautela para observarla.
—Tienes un plan —pregunto.
—Es arriesgado, pero lo tengo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top