Los recurdos me invaden (corregido)
Han pasado tres horas desde que él vino, mi tormento, ese es Therion; él es el segundo mayor después de Alexander; se le conoce por tener un carácter abusivo y controlador.
Para ser el dios del amor parece que lo transformaron en el de la cordura.
¿Cuando vendrás a por mí, Terea?
Lo único que puedo hacer es escribir, incluso si son cosas sin sentido alguno, lo necesito; quiero que Terea este aquí y abrazarme a su cálido cuerpo... ¿Pero qué digo? ¡Es imposible que me enamore de él!
Ahora estoy sentada en ésta ventana, miro lo poco que se puede ver desde mi prisión... se ve un lindo bosque con árboles y a lo lejos se ve un pueblo en ruinas...Casi me pongo a llorar cuando recordé que había en ese lugar; en ese pueblo ya destruido estaba mi casa entonces, sí, no hay duda alguna; estoy en la ciudad de los nigromantes.
Flash- back
—¡Damos la bienvenida a su alteza Arandel y a su familia; el príncipe Alexander y a sus infantes Natacha y Nael!
La gente aplaudía y nosotros los saludábamos con una gran sonrisa; mis hijos, gemelos, se ponían eufóricos y comenzaban a reír. Yo siempre les decía que mantuvieran la compostura, pero siempre me acababa rindiendo e íbamos corriendo por las escaleras hasta llegar a donde estaba sus tíos; Ariann y Eleck, los niños los tenían en alta estima.
— ¿Aún hacéis que vuestra madre os persiga? —preguntó Ariann aguantando la risa—.
— Ya ves que sí, querida hermana.
Así es, yo tenía una hermana hasta que algo terrible le pasó; ésto fue mucho antes de perder por completo a mi familia.
Nosotras proveníamos de una buena cuna, pero siempre han dicho que mi familia estaba maldita, cuando en una familia nacían unos gemelos decían que la dinastía sería maldecida.
Ariann y yo lo eramos.
Ella tenía el cabello pelirrojo y los ojos verdes, recuerdo que tenía una peca en su ojo izquierdo, me encantaba molestarla cuando era niña, pero siempre nos defendíamos la una a la otra ; incluso de mayores eramos almas gemelas.
— Deberías dejar de malcriarlas, Arandel —Eleck cogió a mi hermana por detrás y besó sus labios cuando ésta se giró—
— Intentalo tú a ver si te hacen caso, a mí no me hacen ni pizca —su risa femenina inundó mis oídos mientras veía que Alexander estaba conversando con más gente—.
— Debo irme con mi prometido ¿Os los puedo dejar un ratito? —dije agarrándome la espalda; era joven pero mis hijos me la tenían baldada—.
— ¡Claro! Ya sabes que nos encanta tener a estos dos bichos con nosotros.
— Muchas gracias hermana, te debo una —después de darle dos besos a mis hijos me fui con mi amor—.
Pasado un rato vi que mis hijos y sus tíos no estaban, seguro andaban corriendo por ahí.
— ¡Esperad niños!
— ¡Corre tía! — gritó Natacha, y Nael le saca la lengua sin parar de correr—.
Ellos llegaron a una escalera, y esa fue mi primera pesadilla desde que tengo uso de razón, Ariann llevaba un vestido de cola larga, rojo con brillo y zapatos de tacón; como todos los allí presentes, pero...
—¡No corráis!
La cola del vestido se le enredó y le hizo tropezar, al caer por la escalera, su broche; que llevaba al lado de su cabello suelto, se le clavó en la cabeza provocando su muerte instantánea.
Un peso muerto cayó, con un sonoro pero sordo sonido que hizo que me girará hacia el cadáver de mi hermana.
— ¡ARIANN! — grité y agarrando mi vestido fui corriendo a donde ella yacía inmóvil en un charco de sangre—¡NO NO PUEDE SER!¡ ARIANN DESPIERTA! —agarré su cabeza entre mis manos temblorosas pero no hubo respuesta—.
—¡Mamá!-—gritaron al unísono mis hijos—.
— ¡VOSOTROS! — me giré enfurecida pero sin separarme del cuerpo— ¡VOSOTROS LE HABÉIS HECHO ESTO!
En ese momento estaba fuera de mí y realmente les dije cosas que no quería decirles; y menos si hubiera sabido que ellos serían los siguiente.
Cuando murió mi hermana yo no salía de mi habitación, no recibía a mi hijos ni a mi prometido, estaba tan destrozada que no quería nada, ni comer, ni ver a nadie.
Ese día llegó el hermano de Alexander; Dark, yo sabía que le gustaba.
De echo he tenido muchos pretendientes, pero él me rondaba desde antes de que conociera a su hermano.
En verdad no era nada feo, al revés, era bastante atractivo, pero se le conocía por usar a las mujeres como objetos, es por eso que no le amaba.
— Arandel, soy Dark ¿Puedo pasar? —su voz estaba seria pero era muy masculina—
— Adelante...— mi voz era casi inaudible, estaba rota y solo tenía ganas de morir—
— Hola, Arandel —oía como sus pasos se acercaban hasta pararse a escasos centímetros de donde estaba sentada, en la ventana—.
— Ella no debió terminar así, era muy vivaz y demasiado joven para ésto.
— Tu también eres joven para encerrarte en una habitación y morir en vida — oía como se acercaba más a mí y eso me obligó a girarme—.
— ¿Te has pasado todos estos días llorando? —asentí—
— Es lo único que puedo hacer por ella, ya no tengo nada —noté como una lágrima cayó de mi mejilla hasta mis labios causando un sabor salado—
— Arandel, sabes que hay gente que te quiere y te ama —sus ojos azules estaban teñidos de tristeza—, yo me incluyo. Sabes que eres la única mujer que he amado y amo de verdad. Es un infierno por el que paso cada vez que te veo con mi hermano ¿Sabes cuánto debo de aguantarme para no besarte delante de todos? —bajé un poco la vista y vi que sus puños estaban cerrados—.
— Dark...
— Estoy bien —se obligó a sonreír, estoy segura que no era sincera—.
— Mira fuera —me volví a girar para mirar el exterior—, quizás ella aún esté aquí conmigo, mi hermana jamás me dejaría así; seguro que estaba fingiendo y esto es una broma de las suyas —me giré a mirar a Dark con mis ojos llenos de lagrímas. Sollozando sigo— ¿Verdad?
— Arandel...—él se acercó y me abrazó poniendo mi cabeza contra su pecho— Llora todo lo que quieras, conmigo no hace falta que te hagas la valiente.
Estuve llorando al menos una hora, en esa posición; su cuerpo fuerte y alto permitía que pudiera sentir su más cálido aliento en mi pelo. Pero eso duró poco.
— Dark, —él me miró— sabes que yo amo a tu hermano y nunca podré corresponderte —agarrÉ fuerte su camisa para no llorar—, y aún así...
— ...Aún así te seguiría hasta las más oscuras de tus pesadillas, siempre estaré a tu lado.
Quizás cometí el error de que sus sinceras y arduas palabras me hicieran amarlo en secreto...
Dark y yo comenzamos a ser amantes poco después de que mi hermana falleciera, seguro que pensáis que no debí haber estado con él, pero era el único que me tranquilizaba.
— Arandel ¿Estas segura que quieres estar conmigo?
— Estoy más segura que nunca —dije mientras le besaba—
Ya no podía controlarme y mientras nos besabamos, ambos nos desnudamos y al fin contemplábamos el cuerpo del otro, el suyo era fuerte; con brazos musculosos, clavícula perfectamente marcada. El mío, en cambio, era flaco y de senos grandes.
Ambos nos juntamos y cada vez que nos estábamos besando sentíamos que eramos el uno para el otro, dos almas gemelas; más que con mi novio; eramos como mi hermana y yo; completamente uno solo.
Pero un día cuando estábamos juntos y yacíamos, mi prometido entró y nos pilló.
— ¡A Alexander! —con su hermano dentro de mí me tapé y empujé a Dark haciendo que me doliera por la brusquedad—
— ¡Hermano! ¿Qué haces aquí? —se tapó rápido y ambos lo miramos—
El padre de mis hijos seguía como en shock mirando como los dos fuimos atrapados por nuestro deseo, un deseo que nunca creí que pasaría.
—¿Cómo has podido hacerme ésto Dark? Sabía que la amabas pero... ¿Engañarla para que esté contigo? Eso es algo bastante rastrero y más viniendo de mi hermano.
Ambos nos quedamos en silencio, no fue hasta el siguiente día que Alexander tomó cartas en el asunto.
Mandó llamar a Terea y él con su inocente carisma cayó en las trampas de Alexander.
Sombra le dio una pequeña parte de su maldición a Dark, lo que hizo que fuera como ahora és, alguien que es llevado por la maldad y sus hermanos; que ya eran malvados de por sí comenzaron a maquinar planes para verme otra vez en esa misma amargura que se llevaba mi alma con cada suspiro.
Pasado el tiempo de perder a mi amante y de que mi novio solo aparentara, vi como todo lo que era de verdad se extinguía.
Estaba en palacio con mi prometido y mis dos hijos; Natacha de seis años y Nael de cuatro. Eramos lo que la gente dice, una familia feliz, o al menos en apariencia. Ese día fue el más feliz después de todo lo acontecido, pero esa felicidad duró escasas unas horas, hasta conocer el dolor más absoluto de todos.
Estábamos cantando y jugando, yo les cantaba y ellos intentaban imitarme, era muy gracioso ver como lo intentaban; reíamos y bailábamos, hasta que...
— ¡Hijos! ¡Venid!
Un fuego arruinó mi vida...
para siempre.
—¡Hijos ya voy! —intentaba pasar por el fuego y lo logré—.
Sus gritos de agonía me tenían desesperada y hacían que recordará la muerte de mi hermana como si estuviera pasando por ese mismo instante todo el tiempo.
Cuando llegué a donde estaban ya era tarde, el fuego había extinguido rastro de vida en ellos. Yo estaba atrapada en la parte del balcón; tenía escapatoria, mas no quería dejar los cuerpos calcinados de mis hijos, cuando volví la vista en busca del rastro de mi prometido vi una sombra entre el fuego y supe que era él, su inconfundible figura lo delataba. Me dejó sola a mi merced y podía oír entre los crujidos de la madera al quemarse como me decía que este era el precio por haberlo traicionado.
Ese pueblo en ruinas me hizo recordar esos momentos, más malos que buenos que viví y que me arrastraron a ésta venganza... realmente solo quiero vengarme de Alexander; él es el culpable de todo.
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